Cómo
defender la fe sin levantar la voz
Austen Ivereigh y Yago de la Cierva
Ed. Palabra
En el año 2010 el Papa Benedicto XVI viajó al Reino Unido, un país en el que la percepción pública de la Iglesia católica ha sido negativa durante siglos. Un pequeño grupo de católicos de a pié –estudiantes y jóvenes profesionales, “con trabajo, hijos e hipotecas que atender”- vieron en la visita del Papa una oportunidad: podrían ofrecerse a los medios de comunicación para contar la realidad que ellos vivían en la Iglesia, muy distinta de la percepción negativa reinante en su país. Y se prepararon a conciencia.
Así nació Catholic Voices, que desde entonces realiza una importante labor de comunicación en el Reino Unido. Su presencia es solicitada por los medios en los debates que afectan a la vida de la Iglesia. Su ejemplo ha cundido en otros países.
Este libro recoge parte del trabajo de Catholic Voices. Son
“respuestas civilizadas a preguntas desafiantes” que están en la calle. Respuestas
razonadas, apoyadas en datos y fruto de horas de trabajo serio, para presentar el mensaje cristiano ante una ideología que pretende que creamos que no tiene
relevancia lo que la Iglesia diga.
Yago de la Cierva, de la mano de Austen Ivereigh –uno de los promotores de Catholic Voices en Inglaterra, y autor de El gran reformador, una gran biografía del papa Francisco- ha adaptado el contenido del libro a cuestiones que afectan especialmente a España.
Yago de la Cierva, de la mano de Austen Ivereigh –uno de los promotores de Catholic Voices en Inglaterra, y autor de El gran reformador, una gran biografía del papa Francisco- ha adaptado el contenido del libro a cuestiones que afectan especialmente a España.
Un cristiano corriente ha de ser capaz de dialogar con
seguridad y confianza sobre las buenas razones y datos que avalan la postura de
la Iglesia cuando habla de población y desarrollo, de la defensa del no nacido o de la cultura del descarte. La ideología dominante no es una
amenaza, sino una oportunidad que reclama creatividad, estudio y diálogo, para saber mostrar las buenas razones y datos
que apoyan la fe de la Iglesia.
“No busques un
escondrijo, prepárate” es el lema de Catholic Voices. Prepararse
significa documentarse, formarse, estudiar, analizar, escuchar a quienes
defienden posturas contrarias, buscar la verdad que hay en toda acusación, y
desde el diálogo amable caminar junto a los oponentes, siempre de modo
respetuoso hacia las personas, aunque no compartan las ideas.
Esa es precisamente la gran aportación de este libro. Enseña a caminar juntos y amigablemente en busca de la realidad, porque la realidad nos llevará a la verdad. Con hechos reales, los prejuicios caen.
Esa es precisamente la gran aportación de este libro. Enseña a caminar juntos y amigablemente en busca de la realidad, porque la realidad nos llevará a la verdad. Con hechos reales, los prejuicios caen.
¿Tiene derecho la Iglesia a pronunciarse en política? ¿De verdad defiende
la igualdad y libertad? ¿Es partidaria
de la promoción de la mujer? ¿Por qué no apoya las políticas sobre población que
promueven los países ricos? ¿Por qué se
opone a ciertas leyes en materia matrimonial, familiar o educativa? ¿Por qué rechaza
la cultura del descarte?
Las objeciones de los acusadores son analizadas con
objetividad, se busca la parte de verdad que contienen para reconocerla, se pone en evidencia lo que no es cierto, se explican
las razones y datos que faltan en la acusación, y desde ahí se buscan nuevos
enfoques y puentes de entendimiento hacia la realidad, buscando tratar cada cuestión con la
objetividad necesaria. Al final de cada capítulo se aporta un resumen de
ideas, datos y nuevos enfoques que es necesario resaltar para facilitar el
entendimiento, evitar tergiversaciones y desinflar mitos.
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Sobre la
mujer en la Iglesia, muestra la evidencia de que la dinámica que está detrás de la emancipación de la mujer viene
del cristianismo. Hay más mujeres con funciones de liderazgo dentro de la
Iglesia que en otras instituciones comparables. Por ejemplo, la escasa proporción de mujeres
en el Vaticano (aunque es una proporción que supera la de las multinacionales,
por ejemplo) es similar a la de varones laicos.
El problema es el exceso de clérigos en
cargos que podrían desempeñar laicos (mujeres o varones). Interesante la fuerza con que surge un nuevo
feminismo, que busca emancipar a la mujer salvaguardando su identidad
diferenciada.
Respecto al matrimonio,
resalta que la Iglesia no rechaza a los
homosexuales. Defiende que el Estado debería promover el matrimonio
conyugal por el bien de la sociedad y especialmente de los niños. Es reseñable
que algunas “leyes de matrimonio homosexual” convierten en susceptible de ser acusado de
discriminación a quien no esté de acuerdo con esa ideología, que se presenta
como una nueva religión a la que todos deban someterse, algo impropio de una democracia.
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En educación,
hay una idea básica: los colegios son prolongación
de la familia, no del Estado. La educación es formación de hábitos y
virtudes, y por eso la dimensión religiosa no puede excluirse. Frente a
afirmaciones en contra, los datos evidencian que las escuelas católicas son las más diversas
social y étnicamente, y no sólo forman el caracter sino también superan la
media en las demás áreas, hasta deportivas.
El secreto de esa eficacia social es su identidad, y para asegurarla necesitan autonomía para elegir a sus directivos, docentes y alumnos. Esa autonomía es parte de la libertad religiosa reconocida por la Constitución. El Estado debe garantizar el derecho de los alumnos (o de sus padres si son menores) a la enseñanza de religión en la escuela púbica.
El secreto de esa eficacia social es su identidad, y para asegurarla necesitan autonomía para elegir a sus directivos, docentes y alumnos. Esa autonomía es parte de la libertad religiosa reconocida por la Constitución. El Estado debe garantizar el derecho de los alumnos (o de sus padres si son menores) a la enseñanza de religión en la escuela púbica.
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En política,
la Iglesia católica tiene el derecho natural de pronunciarse. Nadie como la Iglesia
defiende la distinción entre política y fe, y el diálogo entre ambas para que no
se aíslen y contribuyan a la mejora de la persona en su totalidad. En el
cimiento de la libertad social y de nuestra civilización está la doctrina social de la Iglesia, que es
su única agenda política.
Sobre población,
SIDA, ecología y desarrollo, multitud de datos avalan que nadie como la
Iglesia está tan cerca de los pobres y puede hablar con tanta autoridad en su
nombre. Los mejores expertos en SIDA han confirmado que el comportamiento
sexual responsables que promueve la Iglesia es el más idóneo para la prevención.
Los países pobres no necesitan frenar la natalidad, que es a lo que preferentemente destinan sus ayudas los países ricos. Su verdadera necesidad es que se promueva un comercio internacional justo. Las familias numerosas no son la causa de la pobreza: la causa es que se anteponga el dinero y el beneficio a las personas.
Los países pobres no necesitan frenar la natalidad, que es a lo que preferentemente destinan sus ayudas los países ricos. Su verdadera necesidad es que se promueva un comercio internacional justo. Las familias numerosas no son la causa de la pobreza: la causa es que se anteponga el dinero y el beneficio a las personas.
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Sobre los abusos
sexuales, la Iglesia ha reconocido que sólo un caso sería ya una situación
abominable, y ha pedido perdón. Pero hay que contar toda la verdad: la mayor
parte de las acusaciones proceden de hechos sucedidos hace 30 o 40 años. Las
escuelas católica no actuaron entonces ante denuncias, pero tampoco lo hacían otras
instituciones similares, en las que proporcionalmente abundaron más los abusos.
Ha habido un despertar moral en la sociedad ante el abuso sexual a menores, y un cambio radical en los protocolos de actuación que sitúa a la Iglesia católica en la vanguardia de la prevención, frente a otros grupos o instituciones. Se constata cómo el sacerdocio católico no es refugio para quienes cometen abusos, ni hay vínculo causal con el celibato. Y todo evidencia que hoy la Iglesia es un ambiente seguro para la juventud.
Ha habido un despertar moral en la sociedad ante el abuso sexual a menores, y un cambio radical en los protocolos de actuación que sitúa a la Iglesia católica en la vanguardia de la prevención, frente a otros grupos o instituciones. Se constata cómo el sacerdocio católico no es refugio para quienes cometen abusos, ni hay vínculo causal con el celibato. Y todo evidencia que hoy la Iglesia es un ambiente seguro para la juventud.
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La igualdad
es un principio cristiano: la Iglesia defiende que todas las personas tienen el
mismo valor y dignidad, porque todos somos hijos de Dios. La Iglesia acoge a
todos, rechaza cualquier discriminación. Pero está en contra de la forma en que tratan de aplicarse ciertas
leyes de igualdad, porque afectan negativamente a otros derechos y
libertades. Reclama la libertad de asociarse y de manifestar públicamente las
propias convicciones, que deben estar protegidas por la ley.
La ideología de género es una ideología, no está basada en la ciencia, y privilegia a colectivos LGTB por delante de otros colectivos que también están en riesgo de exclusión. Ciertas leyes de género vulneran derechos fundamentales como el de libertad de expresión, la libertad de los padres de elegir la educación de sus hijos, la libertad de creación de centros educativos, o la patria potestad de los padres.
La ideología de género es una ideología, no está basada en la ciencia, y privilegia a colectivos LGTB por delante de otros colectivos que también están en riesgo de exclusión. Ciertas leyes de género vulneran derechos fundamentales como el de libertad de expresión, la libertad de los padres de elegir la educación de sus hijos, la libertad de creación de centros educativos, o la patria potestad de los padres.
Sobre la sexualidad,
la Iglesia siempre ha visto en el sexo una bendición de Dios, una llamada
al amor en un contexto de compromiso y
estabilidad, y su fin es estar abierto a la vida. Es una forma de entrega que
protege el amor verdadero. La Iglesia no llama a nadie desordenado, sino a los
actos que no expresan el amor conyugal abierto a la vida. Hay muchas formas de
dar y recibir amor que no son sexuales o conyugales, como el amor de amistad.
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Interesante también todo el capítulo destinado a la cultura del descarte. Hay un despertar
moral ante la belleza de la vida del no nacido, y la Iglesia habla en nombre de
los que no tienen voz. Nadie como la Iglesia ofrece soluciones a mujeres
asustadas ante el embarazo. El valor de la vida humana no está determinado por
el tamaño, ni por la fortaleza física o síquica.
El suicidio
asistido convierte en más vulnerables a los vulnerables y a
los discapacitados. Debilita el progreso médico en el tratamiento de enfermos crónicos y terminales, y frena
el avance en cuidados paliativos, como
se ha comprobado en países donde se ha aprobado. Lo que la Iglesia
defiende es la necesidad de ayudar a darse cuenta de su valor a quien se
considera una carga, y a que viva dignamente el tiempo que le quede.
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Lo arriba expuesto es un brevísimo apunte del contenido del libro. Junto a la claridad de la exposición y el esfuerzo de
precisión terminológica –pues la manipulación de términos ha sido tantas veces fuente de sofismas y argumentos falaces
contra la Iglesia- es especialmente de agradecer el tono positivo,
que busca sinceramente la comprensión y el entendimiento con el oponente, sin caer en frentismos ni victimismos.