jueves, 18 de octubre de 2018

Trilogía sobre la historia de Aníbal y Escipión.




Africanus, el hijo del cónsul. Las legiones malditas. La traición de

Roma. 

Fantástica trilogía de Santiago Posteguillo










El reciente premio Planeta otorgado a Santiago Posteguillo me lleva a reseñar esta otra fantástica trilogía, en la que el escritor valenciano recrea, con maestría y gran respeto a los datos históricos, la vida de Publio Cornelio Escipión y su rival, el general cartaginés Aníbal. Ambos lideraron los ejércitos de Roma y Cartago, enfrentados en el siglo III antes de Jesucristo en una guerra sin cuartel por la hegemonía del mundo conocido.


                                              
                                                      Santiago Posteguillo

Posteguillo logra zambullirnos en la narración con su detallada y verosímil recreación de lugares y costumbres. Nos permite asistir a conversaciones íntimas en el seno de una familia romana, a las exquisitas lecciones que recibía Escipión niño de sus maestros griegos,  a sesiones en el Senado romano, a las intrigas y traiciones políticas,  a las grandes batallas que decidieron el devenir de nuestra civilización. 

Nos aporta también un conocimiento detallado de la geografía y de los lugares claves donde sucedieron los hechos más importantes de aquel momento histórico. Para los valencianos tiene un sabor especial la estupenda recreación del asalto cartaginés a Sagunto. 


                                                        Aníbal en el paso de los Alpes

La trama nos permite cruzarnos con personajes de la cultura y la política del momento. Singularmente bien recreada la figura del poeta y dramaturgo Cneo Nevio, que combatió en la primera guerra púnica. Esos personajes dan perspectiva y relieve a los hechos centrales del relato.

                                     
                                               Cneo Nevio, dramaturgo romano

De la mano de todos ellos, percibimos la cultura propia de la época, la manera de pensar de los protagonistas, que determinaba sus pautas de conducta. Así, Cneo poseía “… el  típico cinismo propio de alguien a quien la vida había transformado en un gran escéptico.”

Aun en medio de unas costumbres brutales,  Posteguillo no olvida resaltar a lo largo del libro el aprecio a valores y virtudes humanas.
Aquellos hombres conocían y apreciaban el valor de la lealtad y la amistad, que en ocasiones brillan justo por su ausencia o por el vicio contrario. 

                                                      Publio Cornelio Escipión

Así, las reflexiones, procedentes de la Ética a Nicómaco, de Aristóteles, sobre el valor de la amistad. Hay tres motivos, nos dice, por los que los hombres se quieren y se hacen amigos: la utilidad, la atracción y la simpatía espiritual. Los dos primeros lazos son transitorios, porque su fundamento es la utilidad o la atracción, y no se quieren por ellos mismos sino por utilidad o placer, que son pasajeros. La simpatía espiritual es el verdadero comienzo de la amistad, aunque todavía no sea amistad.


La amistad se basa  “en el carácter y las virtudes de los que son iguales entre sí”. Si son buenos, buscan el bien el uno para el otro. Tal cosa requiere tiempo y trato, hasta que cada uno se haya mostrado al otro digno de cariño y la confianza se haya confirmado…

Y la importancia de escuchar los consejos de un buen amigo: “Aquel cuyos oídos están tan cerrados a la verdad hasta el punto que no puede escucharla de boca de un amigo, puede darse por perdido.”


Queda patente también la grandeza de ánimo y fortaleza de los héroes, que saben sobreponerse en momentos de debilidad, cansancio o enfermedad: “Publio ensanchó el pecho mientras andaba. No debía dar sensación de desánimo ante sus legionarios. Cuando paseaba por la ciudad o entre sus tropas era el centro de las miradas. Su apariencia, su porte, su seguridad, eran importantes.”

Pero ni siquiera los héroes son inmunes a los vicios. Les acecha la ridícula tentación de la vanidad: “Nadie es inmune a la vanidad vacua del éxito continuado.”

**

La trilogía está narrada con maestría, se lee de un tirón y deja con ganas de más.



jueves, 4 de octubre de 2018

La primera labor apostólica corporativa del Opus Dei

DYA. La Academia y Residencia en la historia del Opus Dei (1933-1939)
José Luis González Gullón. Ed. Rialp




Relato vivo, que reproduce paso a paso cómo se llegó a poner en marcha la primera iniciativa apostólica del Opus Dei: DYA, una academia y residencia para estudiantes universitarios, en la calle Luchana de Madrid. Comenzaron los primeros preparativos en 1933, y se abandonó definitivamente en 1939 a consecuencia de los estragos de la guerra.

La academia ofrecería en un primer momento clases de asignaturas de las carreras de  Derecho y Arquitectura. Más adelante ampliaría a otras carreras, y abriría también una residencia, de veinticinco plazas, donde podrían alojarse estudiantes procedentes de otras ciudades. Además, Josemaría Escrivá veía que ese instrumento era necesario para la formación de quienes iban recibiendo la vocación al Opus Dei.

Escrivá, entonces joven sacerdote de 31 años,  transmitió su entusiasmo al pequeño número de estudiantes y jóvenes profesionales que se habían acercado al Opus Dei, desde su fundación en 1928. Era un entusiasmo de raíces sobrenaturales, ancladas en la fe  en la misión recibida: extender la llamada universal a la santidad. Secundando el ejemplo de Escrivá, y  con notorio esfuerzo debido a la escasez de medios económicos, lograron poner en marcha DYA, la primera obra corporativa en la historia del Opus Dei. 

El historiador González Gullón junto al edificio que albergó la residencia DYA

GonzálezGullón, sacerdote e historiador,  ha podido apoyarse en la abundante documentación que se conserva. Juegan un papel destacado tanto el diario de la residencia DYA, que san Josemaría animó a llevar puntualmente con visión de futuro, como  algunos diarios o anotaciones personales de los muchachos, y la abundante correspondencia mantenida entre ellos y sus familias.

Son especialmente valiosos los  Apuntes íntimos de san Josemaría: anotaciones de carácter personal, en las que vuelca la intimidad de su diálogo con Dios al hilo de los sucesos del día.

También se conserva abundante documentación relacionada con las gestiones económicas, académicas o institucionales. La iniciativa era plenamente civil y estaba en manos de jóvenes profesionales. El titular del alquiler era Isidoro Zorzano, ingeniero de ferrocarriles, uno de los primeros fieles del Opus Dei. Y el director un joven arquitecto de 23 años, Ricardo Fernández Vallespín, que acababa de incorporarse a la Obra.´

              San Josemaría con universitarios en Madrid

Además de tener una razón profesional y pleno reconocimiento civil, la residencia tenía una finalidad apostólica. Escrivá mantenía puntualmente informadas a las autoridades diocesanas de las actividades de formación cristiana que allí se organizaban.

Es muy interesante observar a san Josemaría formando a los muchachos en el espíritu cristiano según el carisma que había recibido de Dios: es posible encontrar y amar a Jesucristo en las actividades de la vida corriente, especialmente en el trabajo y las tareas profesionales.

A los estudiantes les sorprendía el valor que daba al estudio serio y constante, necesario para adquirir una preparación con la que servir cabalmente a la sociedad: “Si has de servir a Dios con tu inteligencia, para ti estudiar es una obligación grave.”

En DYA desde el primer momento reinó un ambiente de estudio y aprovechamiento del tiempo, compatible con una alegre convivencia que facilitaba el trabajo en equipo, también en lo referente a la cooperación intelectual entre unos y otros.

Si algunas organizaciones trabajaban con denuedo en la descristianización de la cultura –en eso estaba por ejemplo la Institución Libre de Enseñanza- Escrivá deseaba impulsar un apostolado de miras altas, universal, que difundiera con naturalidad el mensaje del Evangelio también en el ámbito intelectual. “Con calma, mirando las personas y los sucesos con ojos de eternidad. Al paso de Dios, ¡no teniendo prisa…teniéndola!

***

En su predicación, san Josemaría transmite a los jóvenes ideales de santidad y un profundo deseo de secundar  en la vida diaria, aun en detalles en apariencia pequeños, la acción de Dios en sus almas. 

Así dice, por ejemplo,  la anotación que empleó para  una plática durante un día de retiro, el 26 de abril de 1936: 

“Que de este retiro saquemos el propósito serio y concreto de ser levadura de Cristo, apóstoles en medio del mundo, con un apostolado oculto [es decir, sin alardes, hecho con sencillez, como se habla entre amigos], perseverante, sin interrupción, poco a poco, sabiendo esperar –no, ceder- ganando cada día terreno…, sin anuncios de prensa, ni bombos, ni platillos…: porque nuestro trabajo jamás ha de desarrollarse gracias a medios exteriores, sino por la virtud íntima e intrínseca del Espíritu Santo, que obra en nuestras almas y hace que sea realidad aquel clamor de san Pablo: no vivo yo, sino que vive en mí Cristo.

Los muchachos vibraban con esas metas altas, que ampliaban su horizonte vital. No se trataba de un apostolado local, sino universal (que eso significa católico), que debía llegar al mundo entero, pero difundido con naturalidad, con ocasión precisamente de su trabajo y sus actividades ordinarias, también el estudio. «A su lado se sentían ganas de ser mejores, de ser más fieles a la vocación, de amar más a la Obra, a la que el Padre amaba apasionadamente», dejó escrito Ricardo Fernández Vallespín.

***

El 18 de julio de 1936, día en que estalló la guerra civil, la academia estaba en pleno rendimiento, aunque ya algunos residentes habían comenzado sus vacaciones. En Madrid, como en otros lugares de España, se desencadenó una feroz persecución religiosa, que supuso el asesinato en plena calle de miles de sacerdotes, religiosos o simples ciudadanos reconocidos como católicos. Había que buscar refugio.

El 20 de julio los que aún permanecían en DYA abandonaron la residencia y se dispersaron, aunque mantuvieron el contacto durante los duros y peligrosos años de la guerra. Cuando pudieron regresar en 1939, la residencia estaba totalmente destruida a causa de bombardeos y saqueos.

***

En momentos de tensión y peligro es cuando mejor se conoce el temple humano de las personas. Muchos de los sucesos que recoge el libro muestran el temple de Escrivá, que sentía la responsabilidad de transmitir el espíritu de la Obra sin teorías, con el ejemplo de su conducta.

Sorprenden por ejemplo su tesón (tozudez, la llamaba él) y su sentido de la justicia, característicos de la secularidad del Opus Dei. Una muestra es el empeño que puso para que los gestores de la Academia reclamaran indemnizaciones al gobierno de la República –¡en plena guerra civil!- por los daños que había sufrido durante los primeros meses de la guerra.

Un tesón que es cualidad humana, pero que se ve acrecentado por la fe: si la misión es sobrenatural, no hay dificultades insuperables. En una carta circular, fechada en Burgos el 9 de enero de 1939, escribe:

“… (ante las dificultades y paralización de nuestra empresa sobrenatural por los años de guerra) es verdad que si no nos apartamos del camino, los medios materiales nunca serán un problema que no podamos resolver fácilmente, con nuestro propio esfuerzo: que esta Obra de Dios se mueve, vive, tiene actividades fecundas, como el trigo que se sembró germina bajo la tierra helada (…)
Tendremos medios y no habrá obstáculo, si cada uno hace de sí a Dios en la Obra un perfecto, real, operativo y eficaz entregamiento. Hay entregamiento cuando se viven las Normas; cuando fomentamos la piedad recia, la mortificación diaria, la penitencia; cuando procuramos no perder el hábito del trabajo profesional, del estudio; cuando tenemos hambre de conocer cada día mejor el espíritu de nuestro apostolado; cuando la discreción –ni misterio, ni secreteo- es compañera de nuestro trabajo… Y sobre todo , cuando de continuo os sentís unidos, por una especial Comunión de los Santos, a todos los que forman nuestra familia sobrenatural.”


***

El libro constituye un riguroso trabajo histórico. El estilo facilita la lectura, y ofrece información exhaustiva sobre ese período inicial de la historia del Opus Dei, tan significativo por su cercanía al momento fundacional. De su lectura se pueden extraer también muchas consideraciones valiosas para la vida.

La narración prosigue en Escondidos, que reconstruye la vida de los miembros del Opus Dei que quedaron en zona republicana durante la guerra civil.