viernes, 31 de mayo de 2013

Morder la bala, de Lucía Méndez



Morder la bala. Relato íntimo del gobierno del PP. 

Lucía Méndez (La esfera de los libros, 2012) 




    Morder la bala (bite the bullet) es una expresión inglesa, usada al parecer por primera vez por Rudyard Kipling. Un famoso western de 1975 lleva ese título. Alude a la fortaleza y sacrificio con que es necesario afrontar la adversidad. Es necesario operar, no hay anestesia, y al herido se le da una bala para que la apriete entre los dientes. Es cuanto puedes hacer para mitigar el dolor: apretar los dientes, aguantar como puedas. Hay que hacer lo correcto aunque suponga un trago amargo. 


    De esta imagen se sirve la periodista Lucía Méndez para describir la difícil situación que desde el minuto cero de su mandato afronta Mariano Rajoy al llegar al gobierno de la nación. Una crisis económica sin precedentes le obliga a tomar medidas de gobierno que son auténtica cirugía sin anestesia en la carne de la ciudadanía. A nadie le gusta, pero hay que hacerlo. 

Niña Pastori canta el Ave María

¿Qué tiene la música que enciende y eleva el alma?

Qué buenos recuerdos de esta canción de Niña Pastori, con el Papa y miles de jóvenes. Cierra los ojos y escucha... bit.ly/1147MWH #NiñaPastori


sábado, 25 de mayo de 2013

Metafísica y ciencia experimental



Hay certezas más allá de la ciencia 


Un conocido divulgador de la ciencia comentaba que, para él, hablar de Dios es como  hablar de elefantes voladores. Hasta que no se lo demuestren, con el rigor de una prueba científica, no verá en Dios sino una fantasía sin base real.

Su equivocado razonamiento es un error frecuente en quienes confunden racionalidad humana con racionalidad científica. Toman la parte por el todo. 

Conocemos muchas cosas que no son fruto de procedimientos científicos. Nuestra razón es capaz de alcanzar certezas sobre cosas no materiales, inalcanzables mediante  fórmulas matemáticas o experimentos de laboratorio. La mayor parte de nuestro conocimiento ordinario consiste en certezas de ese tipo: son certezas metafísicas.



Somos capaces de reconocer el bien que se encierra en una acción generosa. De identificar eamor: querer y sentirse querido es  una realidad metafísica, anterior y mucho más profunda que la mera "química" entre personas. 

Tenemos  autoconciencia.  Sé que soy el mismo “yo” hoy que ayer, y que mañana seguiré siendo “yo” mismo. Esa autoconciencia, que sugiere permanencia, le hacía decir a Pascal: “Soy más grande que el universo, porque aunque el universo se me cayera encima, yo lo sabría, pero él no.”

Nuestro lenguaje, por el que transformamos sonidos en ideas, nos habla de una capacidad de abstracción y trascendencia que está más allá de la física. Los simios carecen de esa trascendencia. Un simio no habla, no porque no sepa hablar, sino porque no tiene nada que decir. Nosotros sí tenemos cosas que decir,  porque somos capaces de  conocer realidades que trascienden la materia: realidades espirituales, inalcanzables mediante racionalidad meramente científica.

Con el conocimiento metafísico alcanzamos verdaderas  certezas, no meras conjeturas. Tengo certeza de mi libertad, de mi racionalidad,  del sentido único de cada vida humana, de mi capacidad de argumentar y  conocer la verdad.

Tengo certeza de que esta persona me quiere. De que aquella otra es digna de confianza, y por tanto el dato que me da es fiable y no necesito comprobarlo. 

En realidad, como ha escrito Leonard, sólo lo existencialmente insignificante es “perfectamente comprobable” por la razón. A partir del momento en que entramos en el campo de la comunicación entre personas, una cierta confianza en la palabra reveladora del otro ha de entrar en juego. Alcanzamos  muchas certezas que no han necesitado demostraciones lógicas perfectas. Certezas sobre cosas que ningún instrumento científico es capaz de medir, o sobre cosas que no necesitamos comprobar, porque confiamos en quien sí las ha comprobado.

       Esas certezas metafísicas no pueden ser demostradas por la ciencia experimental, pero eso no las  convierte en irracionales. Sencillamente muestran que la ciencia experimental no es la vía exclusiva de nuestro conocimiento, y que no es la vía válida para alcanzar certezas metafísicas.

Esa capacidad metafísica de nuestro conocimiento, que se eleva por encima de lo material y capta realidades espirituales,  es la que nos permite llegar a reconocer la existencia de Dios.

Otro día podemos hablar  de los supuestos filosóficos necesarios de la ciencia (inteligibilidad del universo, capacidad humana de conocer el orden de la naturaleza, valores que requiere el trabajo científico), muy bien explicados por Mariano Artigas en su espléndido libro La mente del Universo. Ver aquí una conferencia magistral que pronunció sobre el mismo tema en la Universidad de Navarra. 

Y después hablaremos de las vías, que descubrimos en la observación del universo y en nuestro mundo interior,  por las que podemos llegar a certezas sobre la existencia de Dios.





viernes, 24 de mayo de 2013

Humor en familia


Necesitamos sonreir con frecuencia, incluso por motivos de salud. Hacer reir es una de las mejores muestras de solidaridad y amistad. Reir es mejorar la salud propia y ajena. Ya escribí aquí algo al respecto.

Reirse, y sobre todo saber reirse de uno mismo. No ser estirados.

Por eso recomiendo este blog, que me ha pasado mi amigo Jhony Yarza.  Es un blog de consulta para los momentos bajos.

Mirad por ejemplo el post de Salvad al soldado Ryan... Ahí aparece gente sin complejos, que se ríe de sí misma si con eso hace felices a los demás.








http://humorenfamilia.blogspot.com.es/

María Auxiliadora, un clamor filial entre los antiguos alumnos salesianos





    No es un mero sentimiento subjetivo, ni un simple recuerdo nostálgico del pasado. 

    Es una fuerte realidad de afecto de hijos a su Madre Auxiliadora, que está siempre junto a nosotros.  

    Dispuesta a ayudar en lo que haga falta. 

    Lo aprendimos a descubrir siendo pequeños. 

    Y a ninguno se nos ha borrado: ruega por nosotros, Auxiliadora de los cristianos!

    Un alumno salesiano no puede olvidarse de María Auxiliadora. 

    Bueno, quizá sí podría... Pero Ella no.

    Auxilium christianorum, ora pro nobis!

    ¡Feliz 24 de mayo! 

             

jueves, 23 de mayo de 2013

Guía de 25 años de periodismo y narrativa digital



   


     Interesante estudio de Ramón Salaverría para conocer la evolución del periodismo y la narrativa digital  en los recientes 25 años: en 1994 se lanzaron los primeros medios web. Descargable en pdf. 

    También interesante, para especialistas, este estudio profundo del lenguaje digital y sus fundamentos semióticos y narrativos, a cargo  de Ramón Salaverría y Pilar Sánchez-García. 

    Y una visión práctica de la narrativa digital en este otro artículo de Rubén Sáez: Por qué se aburre nuestra audiencia. 







sábado, 18 de mayo de 2013

Las pequeñas virtudes. Natalia Ginzburg

                                            


Conjunto de ensayos y relatos de la escritora italiana (1916-1991) que sorprenden por su sencillez y profundo sentido humano. Destaco tres ideas que me han llamado especialmente la atención, para invitar a la lectura íntegra del libro. Se refieren a tres de los vicios a los que puede arrastrarnos la cultura dominante, si no estamos en guardia.


El primero es el silencio, entendido en su sentido peyorativo, de aislamiento de los demás como consecuencia del individualismo egoísta. El segundo la pérdida del sentido de culpa, a la que incita la cultura del placer. Y el tercero, el afán de dominio posesión sobre cosas y personas, propio de la cultura materialista, que ignora que Dios es el único que merece ser poseído, y que nuestra mirada sobre los demás ha de ser, como la suya, una mirada de misericordia.

  

El silencio, en su sentido de aislamiento e incomunicación, es uno de los vicios más graves y extraños de nuestra época. Los que tenemos algunos años podemos dar fe del contraste entre la pronta y amigable conversación de hace pocas décadas, y la difícil comunicación actual, con gente ensimismada, “a la suya”, refractaria al diálogo enriquecedor. Mucho tiene que ver esto con la pérdida del sentido cristiano, abierto a los demás por naturaleza. Sin olvidar que el silencio tiene también un sentido positivo: ese silencio interior que necesitamos para el encuentro con uno mismo y con Dios.  El silencio que se requiere para tomar conciencia de nuestro yo, y así ser capaces de entregarlo con más plenitud. El silencio que los artistas han llamado creador.

  

Un profundo silencio, el de la incomunicación, prosigue Natalia Ginzburg, se ha ido acumulando poco a poco en nuestro interior, quizá desde pequeños, y llega un momento en que no sabemos cómo relacionarnos con los demás, cómo manifestarles nuestros sentimientos. El silencio (lo que se expresa cuando decimos “Se ha perdido el gusto por la conversación”) es falta de relación libre y normal entre los hombres, y es una enfermedad mortal. El silencio puede llegar a alcanzar una forma de infelicidad cerrada, monstruosa; optar por el silencio, encerrarse, puede llegar a ser optar por ser diabólicamente infelices, y eso lo podemos evitar, es preciso evitarlo. El silencio es un pecado, como la apatía o la lujuria.


Natalia Ginzburg

 

Para librarnos del sentimiento de culpa algunos nos proponen hacer de nuestra vida pura elección del placer: pero eso es un gran error, es vivir contra natura, porque al hombre no le es dado elegir siempre. La mayor parte de las cosas de nuestra vida no las podemos elegir: ni la cara, ni los padres, ni la hora de la muerte… La única elección que se nos permite es la elección moral: entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, entre la verdad y la mentira. 

 

Desprendimiento: somos adultos por aquel breve momento que un día nos tocó vivir, cuando miramos como por última vez todas las cosas de la tierra, y renunciamos a poseerlas, las restituimos a la voluntad de Dios. Y de pronto las cosas de la tierra se nos han aparecido en su justo lugar bajo el cielo, y también los seres humanos, y nosotros mismos, mirando desde el único lugar justo que nos es dado.

 

En ese breve momento hemos encontrado un equilibrio en nuestra vida oscilante, y nos parece que podremos encontrar siempre ese momento secreto, buscar en él las palabras para el propio oficio, nuestras palabras para el prójimo. Mirar al prójimo con la mirada adecuada y libre, no con la temerosa o despreciativa del que siempre se pregunta, en presencia del prójimo, si será su amo o su siervo.

 

En ese momento secreto nuestro hemos descubierto que en la tierra no existe verdadero dominio ni verdadera servidumbre. Y ahora buscaremos en los otros si ya les ha tocado vivir un momento idéntico, o si todavía están lejos: eso es lo que importa saber, porque en la vida de una persona ese es el momento más alto. Y es necesario que estemos con los demás teniendo los ojos puestos en el momento más alto de su destino.

 

Descubrimos que seguimos siendo tímidos, pero no nos importa, porque desde ese momento secreto encontramos facilidad para hallar las palabras adecuadas en nuestras relaciones humanas. Pero debemos recordar siempre que toda clase de encuentro con el prójimo es una acción humana, y por lo tanto, es siempre mal o bien, verdad o mentira, caridad o pecado.

 

Sufrimos ante las miradas duras que nos dirigen otros, incluso a veces nuestros propios hijos; aunque sepamos demasiado bien (por propia experiencia) el largo camino que se necesita recorrer hasta llegar a tener un poco de misericordia.