Occidente debe profundizar en sus orígenes cristianos si quiere estar a salvo.
jueves, 29 de noviembre de 2012
Cristianismo y laicidad (y II)
Occidente debe profundizar en sus orígenes cristianos si quiere estar a salvo.
lunes, 26 de noviembre de 2012
Cristianismo y laicidad (I)
Cristianismo y laicidad. Historia y
actualidad de una relación compleja. Martin Rhonheimer Ediciones Rialp
Análisis valiente y objetivo de la historia
de las relaciones, tensas con frecuencia, entre la Iglesia y las diversas
formas laicas del Estado democrático. Esa tensión será siempre necesaria y
constructiva, pero también ha procedido muchas veces de errores humanos.
En la Iglesia católica no existe acerca del
Estado una doctrina dogmática, ni puede haberla, salvo los elementos
anclados en la Tradición y en la Sagrada Escritura, que apuntan como
principio invariable, genuinamente cristiano, a la separación de la esfera
religiosa y la estatal-política.
Sin embargo, circunstancias históricas contingentes
han llevado en ocasiones a mezcolanzas alejadas de ese carisma original, que
consagró la separación de la esfera política y religiosa. Pero el
cristianismo no es una ideología o programa político que tienda a su perfecta
realización. Al contrario, la Iglesia tiene como método propio el
respeto a la libertad.
El concilio Vaticano II, que en tantos puntos supuso
una profundización y redescubrimiento de valores primigenios presentes desde
siempre en el cristianismo, ha reafirmado con fuerza y claridad esa separación
dualista. Y al reconocer los principios políticos de la democracia
constitucional, se ha reconciliado con una parte esencial del propio
legado cultural de la Iglesia, en un giro hacia lo más congruente con el
espíritu del Evangelio. Cfr. por ejemplo la Declaración sobre la libertad
religiosa, Dignitatis humanae.
Rhonheimer es incisivo al analizar el origen de
algunas hostilidades del laicismo hacia la religión. En parte parecen
proceder de la pretensión de la religión de ser representante de una verdad
superior, y de unos valores objetivos, capaces
de someter al poder político y a la libertad civil a una valoración
moral conforme a criterios que reclaman ser verdaderos. El laicismo se
escandaliza de una religión que se presenta como fuente y
garantía última de valor también para la comunidad política democrática .
La concepción integrista de la laicidad, por su parte,
intenta fundar un nuevo poder espiritual en el que lo moralmente bueno
será lo que decida la mayoría, y no admite que la Iglesia
católica pretenda relativizar y someter a juicio las realidades
terrenas. Si en la Roma pagana el Imperio no admitía más
religión que la del Estado, ni más dios que al César, ahora la versión integrista
del laicismo parece emular al Imperio, e intenta imponer con
la fuerza del poder estatal la verdad de la no existencia o
irrelevancia de Dios y de la religión.
La Iglesia reconoce y considera un valor la laicidad,
esto es, la autonomía de la esfera civil de la esfera religiosa y eclesiástica.
Pero insiste en que no es autónoma de la esfera moral. Reconoce que
la legalidad y la corrección de los procedimientos democrático son
valores morales; pero afirma que no son valores morales absolutos,
y que en un sistema político no totalitario deben
existir consideraciones morales de orden superior, como el derecho
natural, por encima de la legalidad y de las mayorías.
La Iglesia no exige al laicismo que reconozca como
verdadera su pretensión de ser fuente y garantía última de valor. Pero el
laicismo tampoco tiene que considerar ataque a la laicidad la presencia pública
de esa pretensión, ni su influjo en la sociedad. La Iglesia expone su
enseñanza con un poder moral, no coativo, y respetando la
legalidad. Eso no debería molestar a nadie en una sociedad
abierta y plural: sólo sería molesto para quienes tienen una concepción
integrista y totalitaria del Estado.
Rhonheimer señala también una pretensión incongruente
del laicismo: el intento de negar legitimidad civil y laicidad a quienes se
identifican con verdades morales que también son enseñadas por la
Iglesia. A menuda se considera ”laica” simplemente a aquella
postura que quienes se autodenominan “laicos” consideran deseable, lo
que no deja de ser un escamoteo del debate político, sustituído por el intento
de descrédito del interlocutor. Esto lo vemos por ejemplo con
consignas del tipo “por una enseñanza laica”. ¿No querrán decir
“sin religión”? Porque tan laica es la opinión de quien piensa que es
buena la presencia de la religión en la escuela como la opinión contraria, si
proceden de ciudadanos libres.
sábado, 17 de noviembre de 2012
Sabina Alandes, una de las primeras mujeres del Opus Dei, recuerda a san Josemaría
Nos acompaña ya desde el cielo Sabina Alandes, una de las primeras mujeres del Opus Dei. En 1944 acudió a Madrid desde Valencia (vivía en Villanueva de Castellón) junto a varias amigas (Victoria López-Amo, Raquel Botella y Digna Margarit) para hacer un curso de retiro espiritual en el primer centro de mujeres del Opus Dei, situado en la calle Jorge Manrique.
Los ejercicios en Jorge Manrique con el Padre me abrieron horizontes nuevos. Vi amor de Dios en Jorge Manrique, unido a una naturalidad tan grande que estaba loca de contenta por haber conocido aquello. Pasé algún mal ratillo, pero podía más en mí la alegría que veía en las de Casa y la caridad de su vida de familia, que las preocupaciones que pudiera tener. Pedí allí mismo la admisión.
Poco antes de fallecer grabó estos recuerdos sobre san Josemaría, a propósito de la película Encontrarás dragones. Relata lo bien que refleja la película algo que ella vio en el fundador del Opus Dei: su capacidad de perdonar, su amor a la libertad, su alegría y buen humor.
Dos jóvenes reporteras desmontando algunos tópicos sobre la educación diferenciada
viernes, 9 de noviembre de 2012
Melodías para África desde Valencia
miércoles, 7 de noviembre de 2012
La fuerza transformadora del amor
El profesor José Luis Illanes, miembro de la Academia de Teología de Roma y autor de numerosas publicaciones relacionadas con la Teología del mundo y de la historia, Director del Instituto Histórico san Josemaría Escrivá, y autor de la edición, aglutinó a un nutridísimo grupo de profesores universitarios e intelectuales. Su presencia manifiesta que el interés por la fe cristiana es grande, y que son muchos los que buscan en ella el sentido de su trabajo universitario, intelectual y de investigación.
El primero, la muerte en la Cruz. Dios, que comparte con el hombre hasta el mal trago de la muerte, para dejarle claro que no está solo, que la muerte no es el fin. Él ha superado la muerte, y así cada uno de nosotros también la superará. Ninguno de nosotros se disolverá en la nada, permaneceremos con nuestro propio yo para siempre. En ese hecho radica la dignidad esencial de cada persona, de toda persona.
Se fijó breve pero hondamente en la novedad que suponía en los años 1930 que san Josemaría no hiciese distingos entre mujeres y hombres a la hora de impulsarles a desarrollar todas sus potencialidades, también las intelectuales, cuando el ambiente miraba con recelo la presencia de la mujer en la universidad.
El Descubridor, con mayúscula, no lo es porque vea algo que nunca nadie haya visto, sino porque al descubrirlo toma posesión para no dejarlo nunca
más.
La llamada universal a la santidad, a la vida de amistad con Dios, es descubierta (con la luz de Dios) y asumida por san Josemaría como tarea propia y como misión al servicio de la Iglesia, para que no se olvide nunca más.
Todos estamos llamados a ser santos: una realidad vieja como el Evangelio, pero perdida y ahora de nuevo hallada. El Concilio Vaticano II, hace cincuenta años, la incorporó solemnemente como uno de sus principales frutos.
La respuesta del profesor Illanes fue inmediata: no, lo que es una “bomba nuclear” (aunque la imagen no parecía gustarle) es el Evangelio, al que remiten constantemente las enseñanzas de san Josemaría. El Evangelio es la gran fuerza transformadora del mundo. Es la luz y la huella de Dios hecho hombre que se nos revela con su omnipotencia puesta al servicio del amor, y que nos interpela. Y cuando parezca no tener eficacia, es el momento de que cada uno examine el nivel de su respuesta y saque consecuencias.
sábado, 3 de noviembre de 2012
Josemaría Escrivá y la comunicación
Una de las conclusiones tras la lectura de la Edición crítico-histórica de Conversaciones con Monseñor
Escrivá de Balaguer (Ediciones Rialp) es la importancia que el
fundador del Opus Dei concedía a la comunicación y a cuanto configura la
opinión pública.
Desde los inicios de su trabajo sacerdotal, Josemaría Escrivá tuvo clara conciencia de la importancia de los medios, canales de difusión de ideas y decisivos en la configuración de costumbres sociales. Si debía difundir entre personas de
toda condición la llamada universal a la santidad, esto es, facilitar el
encuentro con Cristo a todos, los medios de comunicación no podían ser
ajenos a su misión.
Pero anunciar a Cristo no significa sólo invitar a abrirle el corazón, sino también la inteligencia y la voluntad. Por eso siempre animó al estudio, a la investigación, al rigor del trabajo intelectual y universitario. A los
profesionales de la información y la comunicación les insistía en la
necesidad de que se formaran con empeño, y les animaba a que pusieran toda la
competencia intelectual y técnica posible en el desempeño de sus tareas, de
tanta repercusión para la sociedad.
Ya en 1941 fue profesor de ética en la Escuela de Periodismo de Madrid,
y entre las primeras facultades que se erigieron en la Universidad de Navarra quiso que estuviese
la de Periodismo, la primera que en España adquirió
rango universitario.
A los periodistas les explicaba que debían conjugar la libertad
para informar y opinar con el respeto a la verdad y con la caridad. A
algunos mencionar la caridad en contexto periodístico les
puede parecer ingenuo, probablemente porque ignoran el significado
auténtico del término. La caridad supone la justicia, y va más allá. La
caridad no es blandenguería ni sentimentalismo, requiere mucha fortaleza. Sin
personas que vivan esa caridad fuertemente –que las hay- este mundo sería un
frío erial sin corazón.
Ya en 1963 Josemaría Escrivá promovió la organización de Oficinas de Información del Opus Dei, para atender a periodistas que desearan información sobre esta institución de la Iglesia católica. Quizá esa iniciativa, poco frecuente en aquel tiempo, sea también
una herencia del carácter de san Josemaría, fuertemente comunicativo.
Se movía con naturalidad tanto en el diálogo de persona a persona, como ante
grupos numerosos. Sabía escuchar, hacerse cargo, y dar a la conversación un
toque siempre chispeante y amable: uno se sentía querido.
Cuando
la audiencia era muy numerosa se mostraba tan comunicativo y natural como en
encuentros más personales. Se manifestaba con espontaneidad, escuchando y
hablando, y haciendo pasar a sus interlocutores desde la honda
reflexión -ante los temas serios que la exigen- hasta la risa batiente, que
distiende el ambiente cuando la cosa se ha puesto demasiado seria. Su mensaje
llegaba a cada uno como dirigido sólo a él: comunicaba. Son memorables las
grabaciones que se conservan de numerosos encuentros con públicos
variados, un verdadero tesoro cinematográfico.
Al decidirse a conceder entrevistas, lo hizo con la clara
conciencia del servicio a la misión evangelizadora de la Iglesia que podían prestar, a pesar de
los límites -siempre algo encorsetantes- que ese formato periodístico
imponía a su natural expansivo. Le impulsaba también su deseo
de dirigirse a la opinión pública para ofrecerle una explicación autorizada sobre la realidad del Opus Dei,
su naturaleza, su espíritu y su actividad apostólica al servicio de la
Iglesia.
El conjunto de las entrevistas, concedidas entre 1966 y 1968, permite
una visión nítida del pensamiento de san Josemaría. Se
percibe en sus respuestas su don de lenguas, su capacidad para
transmitir con palabras, como explica el profesor Illanes, la
claridad con que brillaba en su mente y en su corazón la realidad del Opus
Dei, y expresarlo hablando de los temas del momento (la Iglesia, el
Concilio, la familia, el trabajo, la cultura, la universidad, la
sexualidad,…) arrojando sobre ellos la luz del Evangelio. Una luz que sin
duda da al libro unidad y permanente
actualidad. |
Obra clave para entender el pensamiento del fundador del Opus Dei
En la presentación intervienen el teólogo José Luis Illanes, coautor de la edición y director del Instituto Histórico, la historiadora Francisca Colomer y el profesor de antropología y pensamiento contemporáneo Higinio Marín.
El libro proporciona el marco intelectual e histórico necesario para comprender a fondo las enseñanzas de Josemaría Escrivá, que cobran relieve y actualidad al celebrarse el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y en el pórtico del Año de la Fe.
Al explicar sus características esenciales, el profesor Illanes destaca dos: su unidad y su actualidad. La unidad la proporciona el hilo conductor de la luz del Evangelio, iluminando la valoración de todos los aspectos del mundo y cuanto contribuye a su desarrollo: el trabajo, la familia, la cultura, el arte, la universidad,… Y la actualidad, el hecho de que precisamente por estar iluminadas por la luz permanente que proporciona el Evangelio, todas las enseñanzas trascienden el momento histórico y nos proporcionan respuestas permanente sobre la condición humana.
Alfredo Méndiz, coautor de la edición, ha afirmado que Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer es un texto de madurez en la trayectoria de san Josemaría. Cuando ya ha cumplido los 60 años de vida y conducido el Opus Dei a una extensión universal, con lo que eso comporta de experiencia y de enriquecimiento personal, en los años sesenta del pasado siglo se encontraba en las mejores condiciones de transmitir al gran público, a través de los canales de comunicación de masas y con un lenguaje preciso y asequible, su mensaje sobre la llamada que Dios hace a los hombres a vivir como hijos suyos en medio de las realidades del mundo.
El libro está muy relacionado con el Concilio Vaticano II, que se había abierto en 1962 y había sido clausurado en 1965. Muchos de los temas que Conversaciones toca (por ejemplo, el papel del laico en la Iglesia, la promoción de la mujer, la libertad religiosa, la libertad política) son temas que han estado en la agenda del Concilio. Además, el hecho de conceder entrevistas a medios de la prensa internacional como Le Figaro o The New York Times se inserta en una dinámica de comunicación de la Iglesia que era prácticamente desconocida antes del Concilio.
El impacto del libro, publicado en 1968, fue grande, tanto por la autoridad moral de Josemaría Escrivá como por los temas que tocaba. En España, Conversaciones estuvo varias semanas en las listas de libros más vendidos. Hoy se sigue publicando y vendiendo: naturalmente, con otro orden de números. Ya no es un best seller, pero sí un long seller. La presente edición crítico-histórica es la 22ª edición española de Conversaciones. Hace dos años salió la primera edición sueca del libro, con lo que el número de idiomas a los que Conversaciones ha sido traducido se sitúa en 11. El total de ejemplares publicados está en algo más de 350.000: no es una cifra comparable a la de la obra más difundida de Escrivá de Balaguer, Camino, que se acerca a los cinco millones, pero es en cualquier caso una cifra considerable. El motivo de esa permanencia en el mercado, tras su impacto inicial, es la actualidad de las cuestiones que afronta y el espíritu positivo, lleno de realismo y de esperanza, con que las afronta.