Presentada en Valencia la Edición
crítico-histórica de Conversaciones con monseñor Escrivá de Balaguer
No es frecuente encontrarse con
un ambiente como el que había anoche en la presentación de este nuevo título de
la colección Obras Completas de san
Josemaría, de la editorial Rialp.
El profesor José Luis Illanes, miembro de la Academia de Teología de Roma y autor de numerosas publicaciones relacionadas con la Teología del mundo y de la historia, Director del Instituto Histórico san Josemaría Escrivá, y autor de la edición, aglutinó a un nutridísimo grupo de profesores universitarios e intelectuales. Su presencia manifiesta que el interés por la fe cristiana es grande, y que son muchos los que buscan en ella el sentido de su trabajo universitario, intelectual y de investigación.
El profesor José Luis Illanes, miembro de la Academia de Teología de Roma y autor de numerosas publicaciones relacionadas con la Teología del mundo y de la historia, Director del Instituto Histórico san Josemaría Escrivá, y autor de la edición, aglutinó a un nutridísimo grupo de profesores universitarios e intelectuales. Su presencia manifiesta que el interés por la fe cristiana es grande, y que son muchos los que buscan en ella el sentido de su trabajo universitario, intelectual y de investigación.
Tampoco es habitual el alto nivel
de las intervenciones, que confirma la categoría científica del trabajo
presentado. El profesor Illanes, una
eminencia teológica con un sentido común aplastante, evidencia lo lejos que
puede llegar la inteligencia cuando se deja guiar por la luz de la fe. Sus
largos años de trabajo junto al fundador del Opus Dei dejan en él la huella del
testigo que ha visto a un santo vivir apasionadamente el Evangelio en el día a
día.
Cautivó la fuerza y viveza con
que rememoró los dos momentos de la vida
de Cristo que más hondamente fascinaban a san Josemaría.
El primero, la muerte en la Cruz. Dios, que comparte con el hombre hasta el mal trago de la muerte, para dejarle claro que no está solo, que la muerte no es el fin. Él ha superado la muerte, y así cada uno de nosotros también la superará. Ninguno de nosotros se disolverá en la nada, permaneceremos con nuestro propio yo para siempre. En ese hecho radica la dignidad esencial de cada persona, de toda persona.
El primero, la muerte en la Cruz. Dios, que comparte con el hombre hasta el mal trago de la muerte, para dejarle claro que no está solo, que la muerte no es el fin. Él ha superado la muerte, y así cada uno de nosotros también la superará. Ninguno de nosotros se disolverá en la nada, permaneceremos con nuestro propio yo para siempre. En ese hecho radica la dignidad esencial de cada persona, de toda persona.
A san Josemaría le removía
también contemplar la infancia de Jesús.
Está presente en muchas de sus respuestas a lo largo del libro. Un Dios que se hace niño, y vive la cotidianidad de lo corriente
en el seno de una familia, mostrando que
lo cotidiano no es vulgar si lo
vivimos con amor. Lo normal y
ordinario (la madre que enseña los
primeros balbuceos al niño, el padre que lo
limpia, preparar la comida, trabajar para ganar el sustento…) ha pasado
a ser sobrenatural y divino desde que ha sido asumido por Cristo. De las
escenas del hogar de Nazaret extrajo la savia de buena parte de su predicación.
La profesora Francisca Colomer moderó las intervenciones con maestría, e hizo
gala de su experiencia como historiadora.
Se fijó breve pero hondamente en la novedad que suponía en los años 1930 que san Josemaría no hiciese distingos entre mujeres y hombres a la hora de impulsarles a desarrollar todas sus potencialidades, también las intelectuales, cuando el ambiente miraba con recelo la presencia de la mujer en la universidad.
Se fijó breve pero hondamente en la novedad que suponía en los años 1930 que san Josemaría no hiciese distingos entre mujeres y hombres a la hora de impulsarles a desarrollar todas sus potencialidades, también las intelectuales, cuando el ambiente miraba con recelo la presencia de la mujer en la universidad.
La reflexión antropológica del profesor
Higinio Marín partió de la
referencia al alemán Peter Berglar, uno de los biógrafos de san Josemaría, a quien
compara con uno de los grandes Descubridores.
El Descubridor, con mayúscula, no lo es porque vea algo que nunca nadie haya visto, sino porque al descubrirlo toma posesión para no dejarlo nunca
más.
La llamada universal a la santidad, a la vida de amistad con Dios, es descubierta (con la luz de Dios) y asumida por san Josemaría como tarea propia y como misión al servicio de la Iglesia, para que no se olvide nunca más.
Todos estamos llamados a ser santos: una realidad vieja como el Evangelio, pero perdida y ahora de nuevo hallada. El Concilio Vaticano II, hace cincuenta años, la incorporó solemnemente como uno de sus principales frutos.
El Descubridor, con mayúscula, no lo es porque vea algo que nunca nadie haya visto, sino porque al descubrirlo toma posesión para no dejarlo nunca
más.
La llamada universal a la santidad, a la vida de amistad con Dios, es descubierta (con la luz de Dios) y asumida por san Josemaría como tarea propia y como misión al servicio de la Iglesia, para que no se olvide nunca más.
Todos estamos llamados a ser santos: una realidad vieja como el Evangelio, pero perdida y ahora de nuevo hallada. El Concilio Vaticano II, hace cincuenta años, la incorporó solemnemente como uno de sus principales frutos.
“Y esa enseñanza de que a Dios
le podemos encontrar en las pequeñas cosas de la vida corriente,
siendo una bomba nuclear para una sociedad alejada de Dios, ¿por qué
tantas veces parece no tener fuerza ?”, preguntó no sin mordiente uno de
los asistentes.
La respuesta del profesor Illanes fue inmediata: no, lo que es una “bomba nuclear” (aunque la imagen no parecía gustarle) es el Evangelio, al que remiten constantemente las enseñanzas de san Josemaría. El Evangelio es la gran fuerza transformadora del mundo. Es la luz y la huella de Dios hecho hombre que se nos revela con su omnipotencia puesta al servicio del amor, y que nos interpela. Y cuando parezca no tener eficacia, es el momento de que cada uno examine el nivel de su respuesta y saque consecuencias.
La respuesta del profesor Illanes fue inmediata: no, lo que es una “bomba nuclear” (aunque la imagen no parecía gustarle) es el Evangelio, al que remiten constantemente las enseñanzas de san Josemaría. El Evangelio es la gran fuerza transformadora del mundo. Es la luz y la huella de Dios hecho hombre que se nos revela con su omnipotencia puesta al servicio del amor, y que nos interpela. Y cuando parezca no tener eficacia, es el momento de que cada uno examine el nivel de su respuesta y saque consecuencias.
El profesor Marín resaltó que el libro incluye el texto a su juicio más
paradigmático de san Josemaría, y a la vez una joya literaria: la
homilía Amar al mundo apasionadamente
, pronunciada ante miles de personas en el Campus de la Universidad de Navarra,
en 1967. Ahí está, expresado con bellas palabras, el reto permanente que
desde las páginas de este magnífico libro nos lanza san Josemaría: o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca. Vale la pena escuchar el audio íntegro y original de esa homilía.
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