Ryszard
Kapuscinski. Ed. Anagrama.
Ryszard Kapuscinski, polaco, nacido en 1932, es autor de obras de historia
contemporánea, que se mueven entre el reportaje periodístico y la literatura
histórica: El Emperador (sobre Haile
Selassie), La guerra del fútbol, El Sha,
Another Day of Life, y El Imperio
(sobre el imperio soviético, escrito tras una
estancia de tres años en la URSS (1990-1992), Ébano, Lapidarium,…
Este libro recoge dos encuentros y una entrevista
con R.K., celebrados en 1994 y 1999. Kapuscinski muestra su modo de entender y
hacer el periodismo, y lo hace con la autoridad de quien ha tratado de vivir lo
que aconseja durante largos años de ejercicio profesional.
La clave de su estilo, asegura, es la mimetización, vivir como uno más en las zonas más
recónditas y anónimas del país que desea dar a conocer. No pretende basarlo todo en contactos “de alto
nivel”, que con frecuencia dan una visión sesgada o como mínimo alejada de la
realidad. Es la suya una historia construida desde abajo, atenta a los pequeños
detalles, fruto de la observación y de la intuición, ajeno a prejuicios ideológicos, despolitizada.
"Es más útil entrar en un museo que hablar
con cien políticos profesionales”, dirá. “Hoy, para entender hacia dónde
vamos, no hace falta fijarse en la política, sino en el arte. Siempre ha sido el arte el que, con gran
anticipación y claridad, ha indicado qué rumbo estaba tomando el mundo y
las grandes transformaciones que se preparaban…”
Para ejercer el
periodismo ante todo hay que ser buena persona
Denuncia
el empobrecimiento que ha sufrido el
periodismo en su evolución histórica: comenzó como ejercicio de búsqueda de la verdad, y ha
pasado en demasiadas ocasiones a
instrumento de poder político. Finalmente se ha convertido en
espectáculo al servicio de un negocio. Ahora al frente de los medios no suele
haber periodistas, sino hombres de negocios, y la información se ha separado de
la cultura.
Aporta una intuición clarividente: las malas personas no pueden ser buenos
periodistas. Y nos ofrece una consideración que hará sonreir a más de uno,
pero que es preciso recordar hoy: para ejercer el periodismo ante todo hay que
ser buena persona. Si se es buena persona se puede intentar comprender a los
demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias.
Es una cualidad que en psicología se denomina “empatía”, que permite comprender el carácter del interlocutor y
compartir de forma natural y sincera sus problemas. En este sentido, el único
modo correcto de hacer nuestro trabajo es desaparecer, olvidarnos de nuestra
existencia: existimos sólo para los demás, para compartir con ellos sus
problemas e intentar resolverlos, o al menos describirlos.
A su juicio, capacidad de sacrificio y formación
permanente son elementos
indispensables para el buen periodismo. “En el periodismo, la actualización
y el estudio constantes son la conditio sine qua non. Nuestro trabajo
consiste en investigar y describir el mundo contemporáneo, que está en un
cambio continuo, profundo, dinámico y revolucionario. Día tras día, tenemos que
estar pendientes de todo esto y en condiciones de prever el futuro. Por eso es
necesario estudiar y aprender constantemente. Tengo muchos amigos de gran
calidad junto a los que empecé a ejercer el periodismo y que a los pocos años
fueron desapareciendo en la nada. Creían mucho en sus dotes naturales, pero
esas capacidades se agotan en poco tiempo; de manera que se quedaron sin
recursos y dejaron de trabajar.”
Recomienda al
periodista paciencia y trabajar duro: “los lectores acaban reconociendo la
calidad de nuestro trabajo y asociarla con nuestro nombre. Son ellos los que
deciden, no el director.”
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