Desde la dimensión intermedia. Mercedes
Salisachs. Ed B 2003
Un
abogado y escritor de éxito sufre un
atentado de ETA. Mientras se debate entre la vida y la muerte, su vida pasa
ante sus ojos. Y ve todo con una nueva perspectiva: relaciones, familia, colegas, amistades reales
o supuestas, enamoramientos frívolos…
La
luz que ya le empieza a prestar la cercanía de Dios arroja sobre su vida una nueva claridad. Poco a poco se le muestran las verdaderas motivaciones, los sentimientos
ocultos, nunca sospechados por él, de las personas que ha tenido a su alrededor.
Se
percibe en el estilo de Salisachs una fina sensibilidad para captar los
movimientos sicológicos, las reacciones interiores, no siempre afloradas pero que siempre dejan huella en la persona. El odio y el resentimiento proceden del egoísmo, y dejan un rastro de tristeza y soledad. En cambio, quienes tienen la fortaleza
necesaria para devolver bien por mal y llegan a perdonar son personas serenas,
que dan paz a su alrededor.
Hay
un fondo cristiano siempre presente en los escritos de Salisachs: “Para que Dios nos
perdone, hemos de olvidar y perdonar los errores ajenos. En el más allá descubriremos hasta
qué punto hemos podido ser los causantes de errores ajenos: a menudo las
desidias propias y los olvidos premeditados pueden provocar males graves a
otros.”
Maneja una cariñosa ironía en sus descripciones. Así, cuando pinta a ese tipo de persona que
acostumbra a mantener una “cordial lejanía”: “procuraba ser amable y simpática
sin dejar de mostrarse algo distante. Me impresionaba su forma de imponer
lejanías cordiales…” O retrata el estilo profesional de algunos abogados: “Un
abogado que quiera medrar ha de saber dominar los músculos de su cara, mostrar
atención hacia el cliente, no desgana, y transmitir seguridad, firmeza,
confianza.”
Juzga
las conductas con ternura y comprensión, pero llama a las cosas por su nombre,
sin falsas compasiones. Por ejemplo, no
se corta al calificar a ciertos frecuentes
“enamoramientos”, poco consistentes, como “remedos de zancadillas, egolatría,
fugacidad, ganas de ver en el otro lo que nosotros queremos ver; nos enamoramos
de lo que nos atrae: en el fondo de nosotros mismos. No son amor. La belleza y
la juventud son fortunas prestadas.”
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