Cruzando el
umbral de la esperanza. Juan Pablo II.
Cuando nos acercamos a la canonización del gran papa polaco, este libro bien podría declararse de obligada lectura para cuantos desean conocer de cerca el pensamiento de la que sin duda es una de las figuras más decisivas de la historia en el siglo XX, Juan Pablo II.
En 1994, cuando ya se habían cumplido quince años de su pontificado,
y la humanidad se dirigía hacia el umbral del tercer milenio, lleno de
incógnitas e incertidumbre, Juan Pablo II responde a una serie de cuestiones que
le plantea el periodista italiano Vittorio Messori. Se diría que Messori no
deja en el tintero ninguna de las preguntas esenciales que todo ciudadano, preocupado
por el devenir del mundo, querría haber hecho al Papa. Y este responde con la cercanía
y altura intelectual que le
caracterizaban.
Juan Pablo II entra en profundidad a analizar las grandes cuestiones
sobre el hombre y la humanidad, y
también algunos de los tópicos acerca de la historia y misión de la
Iglesia. La existencia de Dios, el
problema del mal, la oración, los jóvenes y las nuevas generaciones, los frutos
del Concilio Vaticano II, los retos de la nueva evangelización, la mujer en la
Iglesia, el judaísmo y el islam…
Sus consideraciones están enraizadas en la concepción cristiana del ser humano, y ayudan
a extraer consecuencias operativas de la fe. Pero son igualmente válidas para
toda persona de buena voluntad, aunque esté alejada de Dios: el sentido común
ayuda a descubrir la verdad y el bien allí donde se manifieste. Y Juan Pablo II,
hombre de fe, es también un hombre lleno de sentido común.
**
**
El cristianismo, dice el Papa, no es mera acción del hombre:
Dios también actúa. Joseph Ratzinger explicaría poco después que Dios actúa en
la historia sobre todo a través de hombres que le escuchan. La mera posibilidad
de esa acción de Dios en la historia pone nerviosos a quienes dicen ser agnósticos o ateos. Pero es bien real: la historia de la salvación
–y eso es el cristianismo, y la historia de la humanidad en definitiva- es la historia
de la conjunción de la acción de Dios y del hombre.
Dios actúa, habla. Nadie es capaz de sofocar su voz: ni siquiera la voluntad programada del hombre, que intenta -mediante la prepotencia política y cultural- imponer errores y abusos, extendiéndolos con gran despliegue mediático. Aunque a veces el mal parezca prevalecer, Dios no abandona al hombre. La confianza en esa acción de Dios es lo que llena de esperanza al cristiano.
Dios actúa, habla. Nadie es capaz de sofocar su voz: ni siquiera la voluntad programada del hombre, que intenta -mediante la prepotencia política y cultural- imponer errores y abusos, extendiéndolos con gran despliegue mediático. Aunque a veces el mal parezca prevalecer, Dios no abandona al hombre. La confianza en esa acción de Dios es lo que llena de esperanza al cristiano.
El pensamiento de Juan Pablo II penetra con hondura en la
realidad del ser humano. Una de sus ideas
más repetidas era la de que no debemos tener miedo a la verdad sobre nosotros
mismos. Dios comprende nuestras debilidades: “Él sabe lo que hay dentro de cada
hombre”.
Juan Pablo capta el misterio insondable que encierra la enseñanza de Jesucristo: la verdad se hará amando. Esa es la misión de la Iglesia: manifestar el amor de Dios al hombre, a pesar de nuestras miserias y debilidades. Hemos sido creados para amar, y por eso la única dimensión adecuada a la persona es el amor. Y el amor es donación, entrega. Por eso, dándose es como el hombre se afirma plenamente a sí mismo.
Juan Pablo capta el misterio insondable que encierra la enseñanza de Jesucristo: la verdad se hará amando. Esa es la misión de la Iglesia: manifestar el amor de Dios al hombre, a pesar de nuestras miserias y debilidades. Hemos sido creados para amar, y por eso la única dimensión adecuada a la persona es el amor. Y el amor es donación, entrega. Por eso, dándose es como el hombre se afirma plenamente a sí mismo.
La Iglesia, depositaria de las enseñanzas de
Jesucristo, responde a una pregunta
esencial: ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? (La ciencia no puede
decirnos nada acerca de preguntas esenciales como esa. Por eso sorprende la fragilidad
del razonamiento de quienes piensan que el conocimiento científico excluye la necesidad
de religión.) La respuesta es invariable, porque proviene de Dios, y ningún
poder de la tierra puede hacerla cambiar. Exponerla no es condenar, convencer
de pecado no equivale a condenar, como no es condenar señalar el camino
correcto. Una enseñanza reiterada ahora con singular claridad por el papa
Francisco. “Dios quiere la salvación del hombre.”
**
El libro contiene intuiciones bellas y certeras. Asombró de
Juan Pablo II su capacidad de sintonía con los jóvenes. Saltaba enseguida entre
el papa y los jóvenes una chispa de entendimiento llena de alegría.
En la alegría de los jóvenes veía un reflejo de la alegría que Dios tuvo
al crear al hombre. Una alegría franca y jovial a la que él mismo se entregaba. Es célebre, por ejemplo, el episodio del joven payaso que hizo reír al Papa como un niño, durante uno de los encuentros con universitarios del UNIV.
Su amor y devoción a la Virgen fue proverbial. A Ella
dirigió su lema episcopal: Totus Tuus, Todo Tuyo. Se abandonaba confiadamente
al cobijo de los brazos de la Madre, y sabe descubrir la infinita riqueza que el culto mariano supone para el mundo. No es sólo
una necesidad sentimental, un acto piadoso, sino que corresponde también a una
verdad objetiva sobre la Madre de Dios. Fruto de la contemplación de esa realidad se ha abierto camino silenciosa
y eficazmente en la civilización cristiana
la actitud de respeto a la mujer. En
María todas las mujeres han sido dignificadas: “Más que Tú, sólo Dios”.
**
**
Cuando algunos se empeñan en apartar a Dios de la vida
pública, cobran singular importancia las palabras que Juan Pablo II subrayó con
fuerza en el original que escribió de su puño y letra:
"Al finalizar este segundo milenio tenemos quizá más que nunca necesidad de estas palabras de Cristo resucitado: ¡No tengáis miedo! (…) Tienen necesidad de esas palabras los pueblos y las naciones del mundo entero. Es necesario que en su conciencia resurja con fuerza la certeza de que existe Alguien que tiene en sus manos el destino de este mundo que pasa; Alguien que tiene las llaves de la muerte y de los infiernos (cfr. Apocalipsis 1, 18). Alguien que es el Alfa y el Omega de la historia del hombre (cfr. Apocalipsis 22, 15). (…) Y este Alguien es Amor (cfr. Juan 4, 8-16). Amor hecho hombre, Amor crucificado y resucitado, Amor continuamente presente entre los hombres. Es Amor eucarístico. Es fuente incesante de comunión. Él es el único que puede dar plena garantía de las palabras ¡No tengáis miedo!"
"Al finalizar este segundo milenio tenemos quizá más que nunca necesidad de estas palabras de Cristo resucitado: ¡No tengáis miedo! (…) Tienen necesidad de esas palabras los pueblos y las naciones del mundo entero. Es necesario que en su conciencia resurja con fuerza la certeza de que existe Alguien que tiene en sus manos el destino de este mundo que pasa; Alguien que tiene las llaves de la muerte y de los infiernos (cfr. Apocalipsis 1, 18). Alguien que es el Alfa y el Omega de la historia del hombre (cfr. Apocalipsis 22, 15). (…) Y este Alguien es Amor (cfr. Juan 4, 8-16). Amor hecho hombre, Amor crucificado y resucitado, Amor continuamente presente entre los hombres. Es Amor eucarístico. Es fuente incesante de comunión. Él es el único que puede dar plena garantía de las palabras ¡No tengáis miedo!"
Un libro profético, que no ha perdido actualidad, y proporciona
respuestas claras y esperanzadas a los
retos del momento presente.
**
Ver también de Vittorio Messori la reseña de su libro Opus Dei. Una investigación.
**
Ver también de Vittorio Messori la reseña de su libro Opus Dei. Una investigación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario