Si
algo nos ha enseñado el siglo XX, con sus demoledoras guerras mundiales y la
devastación producida por los regímenes totalitarios ateos, es que sin respeto
a Dios se pierde el respeto por la dignidad del hombre. Y surgen los Gulags de
la Rusia comunista, las inhumanas deportaciones masivas, o los campos de exterminio nazis.
Lo
dijo san Juan Pablo II en uno de sus viajes a Alemania, en 1996: “Los regímenes
ateos han dejado desiertos mentales y espirituales (…) Ante aquel régimen de
terror (nacional-socialista) muchas personas se cuestionaron sobre Dios, que
había permitido esta terrible desgracia. Pero todavía más demoledora fue la
constatación de lo que es capaz de hacer
el hombre que ha perdido el respeto a Dios y qué rostro puede asumir una
humanidad sin Dios.”
Ese
es el reto decisivo de nuestra sociedad:
hacer presente a Dios en la vida de los hombres. Nos jugamos muchas cosas que
surgen precisamente de esa Presencia, y solo de ella. “Quienquiera que aleje a
Dios de nuestra vida y la cruz de nuestra sociedad, aleja también el amor de
Dios y del prójimo, la solidaridad y la tolerancia, el respeto por la dignidad
y los derechos del hombre.”
Por
eso es necesario ejercer el derecho a la enseñanza de la religión, también y
sobre todo en la escuela pública. La escuela pública no es patrimonio
hegemónico del poder político de turno, estatal o autonómico o municipal. Tiene una misión de servicio a la voluntad de
los padres, que debe ser respetada siempre. Hay que recordar, porque a veces se
olvida, que la sociedad civil es un ámbito superior a los partidos políticos. Los
gobernantes están para servir a la sociedad.
Esa
función de servicio del poder político debe manifestarse sobre todo en el campo
educativo, y muy especialmente en la
enseñanza de la religión. Lo que atenta a la libertad religiosa no es recibir enseñanza
de la propia religión, sino prohibirla. Quien debe ser neutral es el Estado, el poder político, y no la enseñanza de la
religión, cuando es libremente aceptada y deseada por los padres. En esto sí que
nos jugamos el futuro de la humanidad.
la sociedad civil, osea nosotros ,todos, hemos de movilizarnos para librarnos de la tiranía del estado y recuperar los derechos que nos han ido,y siguen, quitando Todos podemos hacer algo en ese sentido
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