Converso. Un conmovedor film de David Arratibel
He disfrutado
de esta magnífica película justo después del último post sobre el misterioso poder de la música,
capaz de elevarnos a alturas insospechadas. Este documental, realista, vivaz y
sincero, lo corrobora.
La música no es la protagonista del film. Pero está ahí. Porque la protagonista es una familia que ama la música, y es capaz de cantar o tocar el órgano como los ángeles, con esos armónicos que nos suben hasta las mismas puertas del cielo, y parecen dejarnos a merced del Espíritu Santo.
Los
protagonistas son los propios miembros de la familia de David Arratibel.
Uno tras otro, en poco tiempo y cada uno por su cuenta, han descubierto la fe y
se han convertido. David, agnóstico y perplejo ante el fenómeno, se propone
indagar qué ha pasado, en qué consiste esa conversión.
Y le sale una
película fresca, llena de vida, que iba a ser de conversiones y
ahora es sobre todo de conversaciones. Porque los miembros de la
familia, por primera vez, hablan de la fe entre ellos. Y se nota que tenían
ganas de hacerlo, porque se quieren.
Es encantadora
la sencillez y vivacidad con que narran su experiencia. La hermana mayor,
María, es un prodigio de alegre espontaneidad. Y el cuñado, organista y
profesor de música, explica con sencillez y expresividad de artista ese proceso
inefable en el que el principal protagonista es Dios, que nos sale al
encuentro como quiere y cuando quiere. Y uno no tiene más que
aceptarlo. La pena para David es que “al Espíritu Santo no se le puede
grabar”.
Es una película
de conversaciones pendientes, esas que lastimosamente
eludimos, a saber por qué, y que lamentaremos no haber tenido cuando ya sea
imposible. El fruto es asombroso, porque el rodaje tiene el efecto de una
catarsis familiar, de la que mana un bálsamo que fortalece y une más a todos.
Gracias a la comunicación, al diálogo, a la conversación libre de
prejuicios y amigable.
David Arratibel
nos plantea lo absurdo de eludir hablar de religión entre los seres queridos.
Aunque se sea agnóstico o ateo. ¿Por qué da cierto sarpullido sacar el tema?
¿Es una invasión de la intimidad? Pero, ¿cómo no hablar de Dios si
resulta que existe? Y si existe, ¿no es una barbaridad no tenerlo en cuenta?
Ese modo de preservar la intimidad ¿no será otra forma de caer en la tiranía
del silencio sobre Dios, que es silencio sobre lo esencial? ¿Por
qué eres tan miserable de no haber querido hablar de esto con tu familia?
Muy reveladoras
las confidencias de la madre. Describe su equivocado itinerario, tras el Vaticano
II: pensó con buena intención, como otros muchos, que para ser “cristiana
comprometida” había que afiliarse a algún partido o sindicato, y “agitar”. Y
terminó “comprometida”, pero dejó de ser cristiana.
Significativas
también las presiones que recibió David, desde algunos rincones del mundo del
cine, para no hacer la película. “Si la haces, que sirva para ridiculizarlos o
meterlos en la cárcel”. “¿Cómo voy a hacerles eso, si son mi familia?”
Hay
persecuciones, ha recordado el Papa Francisco: también en forma de
“burlas que intentan desfigurar la fe y hacernos pasar por ridículos.”
Gracias a Dios,
Arratibel tiene buena pasta y no ha caído en ese juego sucio. Y nos ha dejado
una película que es una delicia de veracidad, respeto y buen hacer.
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