domingo, 9 de junio de 2019

Sólo la ternura transformará el mundo





El Papa de la Ternura.  Eva Fernández. Ed. Planeta

Eva Fernández, corresponsal de la cadena COPE en Italia y el Vaticano, ha estado en Valencia para presentar su primer libro: El Papa de la ternura. Eva mantuvo también un sabroso encuentro con periodistas de diversos medios en la sede de la oficina de comunicación del Opus Dei en Valencia.





Estando entre profesionales de la comunicación no podía faltar una ojeada a los entresijos de la Sala Stampa, a las recientes dimisiones de portavoces, o a la azarosa vida de los corresponsales que acompañan al Santo Padre en sus extenuantes viajes por el mundo. ¿Cómo detectar lo sustancial y realmente noticiable?




Hay que estar en forma para ser corresponsal vaticano, una especie cuyo deporte  “consiste en dormir poco y correr mucho…” No menos extenuante es la tarea de asimilar todo lo que Papa dice y escribe. Eva, que estrenó la corresponsalía de COPE en sustitución de Paloma García Ovejero, nombrada viceportavoz del Papa, confiesa que tuvo que realizar “un verdadero master acelerado en formación” para conocer de primera mano el extenso magisterio del Papa. Y valió la pena.


El reto de la oficina de prensa vaticana es hacer llegar sin deformaciones  el mensaje del Papa y la información del Vaticano. El corresponsal trata de captar lo esencial, indaga donde intuye algo desconocido e interesante para su público, criba pacientemente entre la maraña de textos y noticias, y procura no sucumbir a la tentación de inventar primicias a costa de retorcer la realidad. No busca notoriedad sino informar bien al público.





Y luego está el medio, que no siempre está dispuesto a que una buena crónica contradiga “la línea editorial”. Entonces vienen las modificaciones de titulares, el silencio sobre los párrafos esenciales, la tergiversación. La crisis de credibilidad que atraviesa el periodismo se debe a la aceptación acrítica de ese tipo de retorcimientos.

Un caso práctico: un comentario informal del Papa en clave de humor a varios periodistas puede convertirse en una falsedad viral: “El Papa ha dicho que no vendrá a España hasta que haya paz.” Falso. Fue una frase simpática ante la avalancha de corresponsales que pugnaban por darle mil razones por las que debería venir pronto a España. “Iré cuando ustedes se pongan de acuerdo…” dijo en tono divertido, escabulléndose ante el barullo en el pasillo del avión papal.



  

El Papa de la ternura ha captado con sencillez y maestría un rasgo esencial en el magisterio de Francisco: la humanidad está necesitada de ternura. Sólo la ternura hará mejor el mundo. Es con ternura como Dios nos ha creado y nos sostiene en la existencia. A pesar de nuestras reiteradas maldades -Dios respeta nuestra libertad- nuestra “marca de fábrica” sigue siendo la ternura: estamos hechos para cuidar a las personas y a las cosas. Y esto no es cursilería: hace falta ser fuerte y valiente para dar ternura.

Lo que rompe el plan de Dios, el orden de la creación y nuestra propia felicidad es el egocentrismo. Hay que superar esa “cardioesclerosis” que nos vuelve insensibles al dolor y necesidades de los demás. Lo que hace Francisco es mostrarnos cómo remediar esa patología. Nos da ejemplos sencillos y valientes. Donde alguien sufre psíquica o físicamente, allí está Francisco acompañando. Eva Fernández recoge una infinidad de estos gestos del papa, y nos cuenta la historia que hay detrás de ellos.


                       foto Vatican Media

Ante el drama de los refugiados e inmigrantes, Francisco resume nuestra misión con cuatro verbos: acoger, proteger, promover, integrar. Son expresión de ternura, valiente y fuertemente ejercida durante siglos por millares y millares de cristianos y que ahora son especialmente necesarios para que muchos recuperen la esperanza. Como un niño conoce a sus padres por la ternura, por las caricias, por la voz… así conocerán tantos el verdadero rostro de Dios, mediante gestos de ternura. Y actuando con ternura nos reconoceremos a nosotros mismos.

Eva es filóloga y tiene una larga experiencia radiofónica. Es también una mujer con exquisita sensibilidad, presta a agradecer cualquier pequeño detalle que se tenga con ella. "Es una mujer tierna", como la describe Sergio Peláez. Esas cualidades le permiten sintonizar con los gestos del Papa, entender el porqué, contarlo con perfección radiofónica. Y logra además que el relato nos interpele.


Una niña encantadora con síndrome Down que abraza al papa y corretea junto a él durante una audiencia; una joven africana, a la que la mafia ha traído engañada a Europa para obligarla a prostituirse, que lanza al papa una dura pregunta; un rescatador de refugiados en altamar, que entrega al Papa el chaleco salvavidas de una niña a la que no llegó a rescatar a tiempo… El libro nos muestra quién es cada una de esas personas, su antes, durante y después de ese encuentro con el Papa.




Porque cada persona que sufre es sobre todo una persona con una historia. Eva Fernández nos aporta las coordenadas necesarias para que captemos el alcance de lo que el Papa hace y dice. Habíamos visto imágenes y leído algún titular, pero nos faltaba el contexto y nos habíamos perdido el meollo. Y entendemos porqué cada gesto de Francisco es una encíclica. “Sus gestos son encíclicas que no se leen, se tocan.”  

                         foto Alfa y Omega

Gestos del Papa como el de presentarse de improviso en Lampedusa o en Lesbos, y hacer resonar en todo el mundo la vergüenza de una Europa fría e indiferente ante la crisis humanitaria de los refugiados. ¿Acaso no son personas, con derecho a la esperanza? 


                       foto Alfa y Omega

Gestos como abrazar y acariciar las llagas a Vinicio Riva, (“El Papa no sabía que no eran contagiosas”) una persona deformada por una rara enfermedad, y al que ese abrazo del Papa le devuelve la dignidad, medio perdida por años de verse rechazado como leproso.  La misma dignidad que hace sentir a los reclusos en tantas cárceles visitadas: “¡Reclusión no es lo mismo que exclusión!”

                      foto ANSA (Claudio Peri)


O nos enteramos del papel clave de una española de 93 años en la definitiva supresión en el Catecismo de cualquier referencia legitimadora a la pena de muerte: “Matar a un homicida es multiplicar sin fin el homicidio.”

Las personas que sufren son un imán para el papa.” El exportavoz Greg Burke nos dice en el prólogo que Eva “describe momentos en que brilla la hermosa batalla del papa contra la cultura del descarte, las reacciones más allá de lo humano que provoca su maravillosa revolución de la ternura.”

Francisco ha agradecido el libro con una carta que la autora publica como preludio. Una carta con una bonita historia, que refleja lo cercano que puede llegar a ser este Papa. Precioso también el diálogo telefónico en torno al cuadro de Caravaggio “La vocación de san Mateo”, ante el que Francisco reza con frecuencia. “Yo también sentí con fuerza la voz de Jesús en mi corazón.”




Eva Fernández logra que nos llegue en vivo el mensaje. Y uno se queda frente a la pregunta personal:  yo, ¿cómo trato a los más desamparados y desfavorecidos? ¿Miro a los ojos, como persona, al sin techo, sucio porque no tiene dónde asearse? ¿A la drogadicta desfigurada, que me sale al paso balbuceando una petición? Tantas veces lo único que reclaman es una mirada de afecto y respeto que les devuelva su dignidad. Y eso está al alcance de todos.

                       foto Vatican Media


La ternura debería estar presente también en el lenguaje de los medios. “La verdadera comunicación se realiza con una persona, no con adjetivos”. Si queremos humanizar la sociedad, debemos humanizar los medios y las redes, desterrar de ellos cuanto suponga odio, amenaza, insulto, exclusión, rechazo. ¿Por qué no convivir en paz aunque pensemos diferente, si nos respetamos?

**

Podría parecer que el Papa habla solo con gestos. Pero hay que leer a Francisco en directo -afirma Eva Fernández- sin intermediarios, para darse cuenta de la riqueza de su magisterio, en perfecta continuidad con sus antecesores. Como en todas las cosas serias, no hay que conformarse con los titulares de los medios, tantas veces parciales o directamente falsos. Hay que acudir a las fuentes originales y leer con calma. Eva Fernández aporta una buena selección de textos.

“Si Dios es ternura infinita, también el hombre, creado a su imagen, es capaz de ternura. La ternura entonces lejos de reducirse al sentimentalismo, es el primer paso para superar el replegarse en uno mismo, para salir del egocentrismo que desfigura la libertad humana. La ternura de Dios nos lleva a entender que el amor es el significado de la vida, que la raíz de nuestra libertad nunca es autorreferencial. Y nos sentimos llamados a derramar en el mundo el amor recibido del Señor…”




“Ternura es el amor que se hace cercano y concreto. Es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos. La ternura es usar los ojos para ver al otro, usar los oídos para escuchar al otro, para oír el grito de los pequeños, de los pobres, de los que temen el futuro; escuchar también el grito silencioso de nuestra casa común, la tierra contaminada y enferma. Consiste en utilizar las manos y el corazón para acariciar al otro. Para cuidarlo…” Este no es un camino para blandengues, ni un camino ñoño. Es el camino que recorren los hombres y las mujeres más valientes y más fuertes…

Y esto tiene un profundo sentido sobrenatural, porque “ternura es abajarse al nivel del otro. También Dios se abajó en Jesús para ponerse a nuestro nivel. Este es el camino seguido por el buen samaritano. Este es el camino seguido por Jesús, que se abajó, que atravesó toda la vida del ser humano con el lenguaje concreto del amor.”

**

Muy interesante también cuanto se refiere al esfuerzo ecuménico, en continuidad con los anteriores pontífices, para lograr la unidad de las iglesias cristianas, y de todos los hombres de buena voluntad, sea cual sea su religión o sus ideas: un camino que es el del encuentro y la amistad, por delante de las diferencias teológicas. Es preciso “contar la historia sin rastros de ese rencor por las heridas sufridas, que deforma la visión que tenemos unos de otros.” Tiempo y paciencia, es el secreto de la amistad, capaz de limar asperezas para construir juntos el presente y el futuro.





Francisco no trabaja a la defensiva. No juzga ni condena a quienes le critican. Pero no pierde el tiempo respondiendo a las críticas. Sabe que un pontificado es corto y es necesario avanzar. Se escandalizan algunos porque da prioridad a los más alejados, a quienes están en las periferias existenciales. Su gesto de conceder una entrevista a una cadena de televisión que habitualmente sesga la información sobre la Iglesia, pasando por encima de otras más objetivas y ponderadas, puede ser un fallo en la gestión de la  comunicación. Pero quizá es antes que nada una muestra del aprecio del Papa por las periferias, por la oveja perdida que hay que acudir a rescatar. Es el espíritu que mueve al padre del hijo pródigo, al buen samaritano que cura y cuida a un desconocido, a Jesucristo, que siendo nosotros pecadores no deja de tratarnos con paciencia y ternura.

Un buen resumen del libro es el que da en el prólogo Greg Burke: Dios te perdona. Con dos corolarios: 1) Dios te ama más que un padre y una madre a sus hijos, y 2) comparte el amor, muestra ternura a tu alrededor, mira a los ojos, toca las manos a las que das la limosna de tu servicio y atención. “No tengáis miedo a la ternura.”





No hay comentarios:

Publicar un comentario