viernes, 26 de febrero de 2021

El Principito

                                        


El pequeño Príncipe, de Antoine de Saint-Exupéry


        ¿Recuerdan la obra más famosa del piloto y escritor francés Antoine de Saint-Exupéry? Un libro de un estilo tan encantador que con el tiempo le han surgido imitadores e incluso apócrifos, que bien merecerían formar parte del original. 

            Lean este bello diálogo con la rosa: 


        “Te amo”  dijo el principito… 

        “Yo también te quiero”  dijo la rosa. 

        “No es lo mismo”  respondió él… “Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía. Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos. Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar.” 

        “Ya entendí” dijo la rosa. 

        “No lo entiendas, vívelo” agregó el principito.


  Si lo piensan, tiene mucha miga. Es mucho más que poesía, o lenguaje lírico, o que un cuento para niños. Esas frases encierran un secreto sobrehumano, pero alcanzable. Cuando entendamos en qué consiste amar el mundo cambiará. Esa es la verdadera revolución pendiente.

 

  La buena noticia es que podemos comenzar a vivirlo cada uno, como aconseja el pequeño Príncipe a la rosa. Y más gente se irá apuntando a la experiencia. Porque es una experiencia pegadiza. Y en las tenebrosas y frías oscuridades del odio, la indiferencia y el placer egoísta, comenzarán a dar su luz acogedora las hogueras del amor. 


  Sí. Pero...

 

Pero la historia no acaba aquí.  Ese diálogo lo guardaba escrito a mano en un viejo papel, y al releerlo ahora pensé que lo había tomado del original. Mi buen y sabio amigo José Manuel Mora, profesor de literatura creativa en la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense, me ha hecho ver el error: en realidad se trata de un texto apócrifo, una recreación de la autora argentina Viviana Baldo


El texto es bello. A Saint-Exupéry no le habría disgustado, seguramente. Pero a cada cual lo suyo.


Eso sí: la moraleja tiene plena validez. Me parece.





 


jueves, 25 de febrero de 2021

Alejandro Llano: olor a yerba seca

 




Olor a yerba seca. Memorias. Alejandro Llano. Ed Encuentro

 

 Primera parte de las memorias de este gran filósofo y mejor persona que es el profesor Alejandro Llano Cifuentes, catedrático de Metafísica que fue rector de la Universidad de Navarra durante muchos años.

 

“En un momento de estas páginas recojo algunas de las últimas palabras que Ludwig Wittgenstein dirigió a su discípula predilecta: “Beth, he buscado la verdad”. Ojalá pudiera decir yo lo mismo, aunque sea en un tono más bajo y con un alcance más corto. Lo que sobre todo quisiera mostrar en esta primera entrega de mis memorias es mi torpe intento de unir existencialmente la indagación de las verdades filosóficas y la búsqueda de quien es Camino, Verdad y Vida. Los antiguos cristianos llamaban filosofía a la vida cristiana. Yo no confundo la una con la otra, pero estoy convencido como ellos de que el cristianismo es la vera philosophia.

 

Con un tono coloquial, ameno y sugerente, Alejandro Llano logra encandilar al lector, que se ve gratamente sumergido en el rico mundo interior de un personaje sabio y cultivado, que nos abre sus sentimientos con notable transparencia y sinceridad.

 

La lectura, repleta de anécdotas y sucesos en los que se vio envuelto en la niñez y juventud, tan pronto nos hace reír –en ocasiones a carcajadas- como nos pone en suerte ante pensamientos nobles y profundos. Junto al amor apasionado a la libertad, en estas memorias brilla un compromiso innegociable con las personas y con la sociedad, fruto de una conciencia profundamente cristiana.

 

Recuerda con agradecimiento la fe recibida de sus padres: los recuerdos familiares son chispeantes y rezuman alegría no exenta de momentos difíciles. Es encantador el relato de cómo conoció el espíritu del Opus Dei de la mano de la mujer, por entonces todavía analfabeta, que ayudaba a su madre en el cuidado de la numerosa prole.

 

Sus largos años en Valencia ocupan un lugar muy destacado en esta primera entrega. En la ciudad del Turia fue director del Colegio Mayor Universitario de la Alameda, mientras proseguía sus estudios y hacía su tesis doctoral sobre el pensamiento de Kant. En la universidad de Valencia se estrenó como profesor de Filosofía.

 

En el relato se percibe el penoso ambiente de lucha ideológica que reinaba en la universidad, no muy distinto del actual, que le hacía sufrir y del que solo con mucho esfuerzo lograba evadirse, para centrar la atención en lo realmente propio del trabajo universitario: la investigación y la formación de los alumnos.    

 

Muchos le recuerdan por su fino sentido del humor, que lograba quitar hierro a situaciones difíciles, y por el entrañable aprecio que sabía infundir hacia los valores culturales y del pensamiento, incluso entre los jóvenes de carreras técnicas. “Algunos me dicen que la parte de Valencia es la mejor, seguramente porque es la que viví con más intensidad.”

 

El profesor Llano ha logrado transmitir al texto la cordial amenidad que caracterizaban sus tertulias con universitarios. Cuesta mucho interrumpir la lectura, porque se es consciente de que se está aprendiendo, y además se está pasando un buen rato.

 

De la segunda parte de sus memorias, Segunda navegación, escribí esta reseña.

 

 

 


miércoles, 24 de febrero de 2021

La primera expansión del Opus Dei

 



Posguerra. La primera expansión del Opus Dei durante los años 1939 y 1940

 

El historiador Onésimo Díaz analiza en este libro el desarrollo de la Obra fundada por san Josemaría Escrivá en los meses que sucedieron al final de la guerra civil española.

 

En abril de 1939 el Opus Dei lo formaban 14 hombres muy jóvenes y 2 mujeres recién incorporadas. El único inmueble del que disponían para realizar su labor apostólica al comienzo de la guerra, la Academia DYA, en Madrid, había quedado toralmente destruido por los bombardeos y saqueos durante la contienda.

 

Onésimo Díaz, que es investigador del Centro de Documentación y Estudios JosemaríaEscrivá de Balaguer, ha tenido acceso para su trabajo a valiosa documentación, tanto la que se conserva en el Archivo General de la Prelatura (diarios de los primeros centros del Opus Dei, abundante correspondencia de aquellos jóvenes con el fundador y entre sí, relatos de conversaciones y correspondencia con autoridades eclesiásticas, etc.) como la del Archivo de la Universidad de Navarra, el Archivo General de la Administración y el del Palacio Real, entre otros fondos.

 

Con ese abundante material, el conjunto resulta una panorámica minuciosa y de gran detalle que nos permite asistir, casi a tiempo real, al desarrollo en las diferentes ciudades a las que acudían el fundador y aquellos jóvenes primeros que le secundaban con gran entusiasmo y no pocas dificultades: Valencia, Barcelona, Valladolid, Bilbao…


Se describen no sólo los detalles de la puesta en marcha de las actividades, sino también los pasos previos que tuvieron que dar y el motivo de que se comenzara concretamente en esas ciudades, que tenían en común ser sedes universitarias.

 

Onésimo Díaz ofrece también una contextualización de los hechos, en el marco de la situación que se vivía en esos inquietantes momentos de la posguerra en España y la Guerra Mundial en Europa.

 

Sorprende el esfuerzo agotador que debieron emplear el fundador y sus jóvenes seguidores (Álvaro del Portillo, Pedro Casciaro, Francisco Botella,…)  teniendo en cuenta las dificultades para viajar, la escasez económica y que la mayor parte de ellos no habían terminado todavía sus estudios universitarios y además seguían movilizados en unidades militares.

 

A lo largo del libro van apareciendo nombres de jóvenes que comenzaron a frecuentar las actividades de formación cristiana que se organizaban: así, en el capítulo dedicado a Valencia vemos los pasos de Rafael Calvo Serer, que había solicitado la admisión en el Opus Dei en 1936, Amadeo de Fuenmayor, José Manuel Casas Torres, Florencio Sánchez Bella, José Orlandis,…

 

Se narra también la intervención de amigos eclesiásticos del fundador, como Antonio Rodilla, Eladio España, Antonio Justo Elmida (rector del Colegio Mayor Juan de Ribera de Burjasot) o el obispo auxiliar de Valencia monseñor Francisco Javier Lauzurica, gran amigo del fundador desde que se conocieron en el seminario de Logroño, y con quien ya habían hablado en 1935 para comenzar cuanto antes en Valencia: sin duda su presencia fue determinante para que Valencia fuese la primera fuera de Madrid.

 

Se refleja también, gracias a las anotaciones que se conservan tanto en los diarios como en la abundante correspondencia, detalles del contenido de los medios de formación, y consideraciones sobre el espíritu y el mensaje del Opus Dei que escuchaban directamente del fundador.

 

Se percibe la sorpresa con que aquellos jóvenes escuchaban un mensaje que precisamente por estar enraizado en el Evangelio les sonaba a nuevo: la llamada a santificar el estudio y el trabajo profesional y todas las actividades de la vida ordinaria.

 

No se trataba de saber cosas, sino de vivirlas. Por eso el contenido de las actividades formativas era eminentemente práctico. Por ejemplo, en los Círculos de San Rafael, en el que se glosaba el Evangelio del día y se comentaba algún aspecto de la vida cristiana, el momento más importante era el del examen personal, unas preguntas redactadas por el fundador a las que cada uno debía responder en silencio en su interior.

 

Uno de aquellos jóvenes, Alfonso Balcells, a propósito de la predicación de san Josemaría en unos ejercicios espirituales a los que acababa de asistir, anota sorprendido que eran “ejercicios de vida, y no de muerte”. En contraste con lo que era habitual en aquellos tiempos, se fomentaba la alegría y la actitud optimista propia de los hijos de Dios, el amor más que el temor de Dios, la santificación de las actividades temporales, y no sólo el pensamiento del más allá.

 

En Valencia, la primera ciudad fuera de Madrid a la que extendió su trabajo apostólico, el Opus Dei cuajó con fuerza, y pronto hubo que buscar un lugar más amplio donde organizar las actividades de formación.  Se cambió un minúsculo entresuelo en la calle Samaniego, El Cubil, por una sede más amplia en la misma calle, que dio origen a la residencia de estudiantes Samaniego, que pocos años después se convertiría en el colegio mayor universitario de la Alameda.


San Josemaría y el beato Álvaro del Portillo
en los Viveros Municipales de Valencia
Octubre de 1939


Sorprende la fortaleza y el buen humor de aquellos primeros seguidores de san Josemaría, su capacidad de pasar por encima de las dificultades de todo tipo –que las hubo- y que esconde una profunda fe y la convicción de estar trabajando con un encargo divino en servicio de la Iglesia y del mundo.

 

A la vez, quedaba de manifiesto que lo importante en el Opus Dei no es disponer de instrumentos materiales, sino que cada uno interiorizase el mensaje y se propusiera seriamente imitar y seguir de cerca a Jesucristo en su vida ordinaria.  

 

El 5 de octubre de 1939 el periódico Levante se hacía eco de la primera edición de Camino, la obra más conocida de san Josemaría, que acababa de imprimirse en la ciudad del Turia, y tuvo un impacto inusitado entre los jóvenes.  

 

Es notable el esfuerzo de reconstrucción pormenorizada de los hechos y de su contextualización que ofrece Onésimo Díaz en este libro. El trabajo puede considerarse en continuidad con los escritos por José Luis González Gullón sobre los años anteriores del Opus Dei: DYA, la primera obra corporativa del Opus Dei, y Escondidos, que narra la aventura de supervivencia del fundador y los primeros fieles de la Obra en la zona republicana durante la guerra civil.

 

 


martes, 23 de febrero de 2021

La conversión de Alessandra Borghese

 



Con ojos nuevos. Un viaje a la fe. Alessandra Borghese. 

Ed Rialp

 

La princesa italiana Alessandra Borghesse vivía alejada de la fe desde su juventud, traumatizada por el suicidio en su presencia de un íntimo amigo cuando tenía 16 años. Ese dramático suceso le hizo entrar en una profunda crisis existencial.

 

Años más tarde, el casual encuentro con su antigua amiga Gloria von Thurn und Taxis, que le invitó a pasar unos días con su familia, señaló el reencuentro con la fe católica.

 

Invitada un domingo a acompañar a la familia de su amiga a Misa, lo acepta por pura cortesía. Hacía años que no asistía a Misa. Una nueva invitación pocos días después, fiesta de la Asunción, le deja sorprendida (“¿A qué viene tanta Misa?”) Y empieza a preguntarse por el cambio de su amiga Gloria, antes una joven bullanguera y ahora una madre de familia igualmente alegre pero además piadosa y buena educadora de sus hijos.

 

En esta segunda Misa, en la fiesta de la Asunción de la Virgen, le inunda el sentimiento de estar perdiéndose algo muy bello de la vida por su alejamiento de la fe. Fue el primer toque de la gracia en el camino de su conversión. A este siguieron otros, derribando prejuicios y abriéndole los ojos a su vida vacía.

 

Al regreso de los días pasados con la familia de Gloria, mantiene una larga conversación con un sacerdote piadoso y culto, amable y comprensivo, muy alejado del estereotipo que se había formado sobre los sacerdotes católicos. El sacerdote le invita a confesarse, y le anima a asistir diariamente a la Santa Misa, porque es el alimento que necesitamos para nuestra debilidad. Le sorprende que tuviera que ser diariamente, pero Alessandra, deportista y disciplinada, admite el reto. A medida que pasan los días siente cómo la gracia de Dios obra en ella, dándole fortaleza para perseverar.

 

En el afianzamiento de su fe intervienen otros personajes, como el conocido empresario y editor  Leonardo Mondadori, o el cardenal Joseph Ratzinger, a quien sigue desde antes de su elección como Papa Benedicto XVI, deslumbrada por su clarividencia y humanidad.

 

Su imprevista conversión causó sorpresa en los círculos aristocráticos que solía frecuentar, y comenzó a ser requerida para dar conferencias y charlas a grupos muy diversos. Además, la princesa Borghesse sentía la necesidad de contar su experiencia.



Poco después escribió un segundo libro, Sed de Dios, en el que habla de otras conversiones de personajes conocidos, como André Frossard, hijo del que fue secretario general del Partido Comunista de Francia, o la del periodista y escritor italiano Vittorio Mesori, de familia descreída y anticlerical.

 

En Sed de Dios recoge muchas de las anécdotas y experiencias en esos años, y da respuesta por extenso a algunas de las preguntas que en vivo o por escrito le han sido dirigidas: sobre la moral de nuestros días, el sentido del dolor, de la fe o de la castidad. Y también sobre la necesaria presencia de Dios en nuestras vidas y en la vida social: "Cuado se tiene a Dios como una baratija inútil es imposible sostener por mucho tiempo la igualdad entre los hombres. Los hombres somos iguales únicamente en nuestra dignidad espiritual, no por pactos."

 

Dios está siempre listo y dispuesto para esperar a cada persona. Somos nosotros quienes no estamos disponibles para él. Cada persona es hija de Dios y amada por Dios. Sólo tenemos que comprenderlo. No es tan sencillo. Hay personas que lo comprenden inmediatamente, de pequeños; hay personas que lo comprenden cuando son mayores; y hay quien no lo comprende nunca. Pero todos son hijos de Dios igualmente.” 

 

Alessandra habla también de la ayuda espiritual y el impulso apostólico que recibe de diversas personas e instituciones de la Iglesia.


En esta entrevista cuenta parte de su historia:

  

            

domingo, 21 de febrero de 2021

La ciudadela

 


La ciudadela. A.J. Cronin


Esta novela cuenta la historia de Andrés Manson, médico, y de su azarosa carrera profesional, que comienza llena de ideales, abnegación y pobreza. El sentido moral y las cualidades humanas del joven doctor le inclinan a criticar duramente las costumbres viciadas de sus colegas, en las que domina la falta de actualización científica y el afán de lucro, por encima incluso de la salud de sus pacientes.

 

El libro es un duro alegato contra las costumbres viciadas de la profesión médica en la Inglaterra de principios de siglo XX. Tan extendido está el vicio, y tan degradada la profesión, que el mismo Andrés acaba sucumbiendo, dejándose arrastrar por los cantos de sirena del dinero fácil y el ascenso rápido hacia los círculos restringidos de la alta sociedad. El protagonista cae lastimosamente en lo mismo que en sus primeros años criticaba.

 

La muerte absurda de uno de sus pacientes sobre la mesa de operaciones de un ignorante y pretencioso cirujano, recomendado por él mismo, es el detonante que le hace ver cuán bajo había caído. Dispuesto a reanudar su trayectoria según los principios éticos que nunca debió abandonar, rompe con todo lo logrado, con gran alegría de Cristina, su mujer.

 

Pero la Providencia le depara aún duros golpes: la muerte en accidente de Cristina, justo ahora que se habían reconciliado; y un juicio del Colegio de Médicos, que pretende arrojarle de la profesión por las envidias y desplantes suscitados por su repentino cambio. La honestidad no es soportada por los viciosos, pues les deja en evidencia.

 

En los momentos más duros, los protagonistas (Andrés y Cristina) son conscientes de su insuficiencia para afrontar los problemas y tomar decisiones éticas firmes. Y rezan. Acuden a Dios en petición de ayuda, que es lo normal en todo ser humano, aunque tanto cueste reflejarlo a ciertos autores.  

 

El libro es un clásico de la literatura. Fue publicado por primera vez en 1937, después de que Cronin, médico militar, ejerciera también como inspector médico de minas y viese necesario denunciar las lacras del deficiente sistema de salud británico. La novela fue un revulsivo, y logró su propósito de influir en la creación de un mejor sistema sanitario.

 

El contraste de vicios y virtudes que refleja tiene plena validez en los momentos actuales, y puede orientar los planteamientos vitales de quienes ejercen la profesión médica y sanitaria en general. Una profesión neurálgica para la sociedad, como hemos comprobado estos días con la reciente pandemia, y que merece todo el reconocimiento. Pero que corre peligro de deshumanizarse cuando entre sus profesionales priman intereses distintos a los de cuidar y sanar a las personas: a cada persona, dotada de plena dignidad desde la fecundación en el seno de su madre hasta la muerte natural.

 

El médico que no tenga ese sentido de la profesión ha equivocado su carrera.

 

    Un buen complemento de este libro es Cuerpos y almas, de Maxence van der Meersch.


Archibald Joseph Cronin


 

 

viernes, 19 de febrero de 2021

Un adolescente en la retaguardia

 




Un adolescente en la retaguardia. Memorias de la guerra civil. Plácido María Gil Imirizaldu. Ed. Encuentro, Madrid 2006

 

Cuando estalló la guerra civil española, en julio de 1936, Miguel Gil Imirizaldu era un joven novicio benedictino de 15 años, en el monasterio de Pueyo, cerca de Barbastro, en la provincia de Huesca.

 

En los primeros días de la guerra una columna de anarquistas se dirigió al convento y apresó a todos los religiosos, que fueron encerrados en el colegio de los escolapios de la ciudad del somontano aragonés, junto a otros religiosos y algunos seglares.

 

Entre el 2 y el 18 de agosto de 1936 los milicianos asesinaron, en sucesivas sacas, a 51 claretianos, 18 benedictinos, 10 escolapios, al obispo de la diócesis Florentino Asensio, y a varios laicos reconocidos por su fe cristiana. Entre ellos a Ceferino Giménez Malla, un tratante de caballos de etnia gitana, detenido y condenado a muerte por reprender a unos milicianos que golpeaban despiadadamente a culatazos a un sacerdote. 


Escena de la película Un Dios prohibido, sobre los mártires de Barbastro

Aunque buena parte de los fusilados también eran muy jóvenes, Miguel Gil era apenas un adolescente y finalmente no fue llevado al paredón.


Escena de la película Un Dios Prohibido

 

Muchos años más tarde, Miguel escribió estas memorias, en las que narra los sucesos de los que fue testigo durante esa guerra fratricida. Sorprende la precisión de sus recuerdos, la elegante sencillez de su estilo, y la fina caridad cristiana con que describe los hechos, sin sombra de rencor y cubriendo con un manto de piedad las atrocidades de quienes causaron tanto sufrimiento.

 

Al fin liberado de su encierro, los anarquistas pusieron a Miguel a trabajar a su servicio, también con ánimo de convencerle de que abandonara su fe. Vivió el primer año de la guerra acompañando a la brigada anarquista, sirviéndoles como camarero en Barbastro. Soportó con fortaleza las pruebas a que era sometido, manteniendo viva su fe en aquel ambiente anticristiano. Sin duda afirmó su decisión de mantenerse fiel a Jesucristo el ejemplo de entereza con que sus compañeros habían afrontado las brutalidades y el martirio.

 

A medida que el frente de guerra avanzaba, Miguel retrocedía con las tropas republicanas. De Barbastro, donde estuvo los primeros meses, pasó a Caspe, donde conoció a Líster. Más tarde llegó a Poal, en la plana de Urgel, donde fue acogido por una familia de convicciones cristianas.

 

La tensión del momento en que los nacionales van a entrar en el pueblo, el miedo a quedar entre dos fuegos, quedan reflejados con viveza y realismo. Finalmente, los soldados del ejército rojo abandonaron el pueblo, y los nacionales entraron sin derramamiento de sangre.

 

Es significativa la descripción que hace Miguel del ambiente que se encuentra al llegar por primera vez al campamento de los nacionales, en las afueras del pueblo, tan distinto de lo que había vivido entre anarquistas y milicianos.   

 

Ya libre y a salvo al otro lado de la línea del frente, Miguel pudo regresar a su pueblo, Lumbier,  y abrazar a sus padres, a quienes habían llegado las noticias de los asesinatos de Barbastro y le habían dado por muerto. La descripción del cariñoso recibimiento que le dispensó todo el pueblo es muy emocionante.

 

Poco después Miguel ingresó como monje en el monasterio de Valvanera, donde recibió el nombre de Plácido. Posteriormente se trasladó a la abadía benedectina de Leyre, en Navarra.

 

Es quizá uno de los mejores libros que he leído sobre esos tristes años. Es un relato objetivo: el protagonista se limita a contar lo que vio y vivió, con sencillez y sin apasionamientos. Es un relato que emociona: describe sucesos y personas con una mirada serena, misericordiosa y comprensiva, libre de odios y rencores. Sus nítidos recuerdos permiten al lector introducirse en los hechos tal y como sucedían ante su vista, revivir aquellos ambientes, y sentir las emociones que bullían en el alma de aquel joven adolescente.

 

Al hilo de la lectura la mente no tiene más remedio que pararse a reflexionar sobre el origen de esa finura de espíritu que aletea entre las páginas. Un espíritu, el del joven protagonista y el del ya maduro redactor que escribe sus recuerdos, que parece elevarse por encima de los sucesos y tender sobre ellos un bálsamo purificador. Un espíritu que entra en creciente resonancia con el Espíritu de Dios, que es misericordioso y compasivo.

 

Relacionados: Este muerto no soy yo, dijo Eugenio de Azcárraga



martes, 2 de febrero de 2021

Nuevo Periodismo

 

El nuevo periodismo. Tom Wolfe. Ed. Anagrama

 

Análisis del fenómeno periodístico surgido en Estado Unidos en los años 60 del pasado siglo, caracterizados por acelerados cambios culturales, en los que el clamor por la libertad ocupó un papel protagonista.

 

En ese cambiante marco cultural, surgió con fuerza en el periodismo un estilo rompedor, ágil, lleno de realismo y viveza, que acabó convirtiéndose en un nuevo género, libre y desenfadado, que parecía querer arrebatar a la novela su  protagonismo literario.

 

Tom Wolfe es considerado uno de los padres de este nuevo estilo periodístico, al que puso nombre, junto a Rex Reed, Norman Maller o Barbara Goldsmith. Singular escritor y periodista, con una personalidad muy acusada, trabajó como colaborador en medios como The Whasington Post o el New York Tribune. Falleció en 2018.

 

Wolfe reclama para el nuevo estilo el reconocimiento de su calidad literaria, porque ha sido capaz de romper con anquilosadas fórmulas de redacción, que convertían relatos y reportajes en piezas anodinas, distantes de sus protagonistas, siempre iguales, incapaces de atraer al lector.  

 

Estas nuevas formas, llenas de color y pasión, que sumergen al lector en la escena de la noticia, merecerían al menos, asegura Wolfe, ser tenidas en cuenta en un sentido artístico. Es un género que acabó con la vieja idea de que el escrito del periodista, como el del locutor, debía ser aburrido, distante, encadenado a fórmulas protocolarias en tercera persona. Ahora el periodista se mete en la escena, y la cuenta en primera persona.

 

El secreto, señala Wolfe, consiste en contar no como un narrador externo, sino metiéndose dentro, escena a escena, saltando de una a otra; y a ser posible metido en uno u otro de los personajes. 

 

Para hacerlo con realismo es preciso saber captar la relación larga de detalles simbólicos que reflejan el status de la vida de las personas, el que tienen o el que piensan tener. Ese conjunto de detalles que se manifiestan en su comportamiento y en los bienes que posee, y que está muy cerca del núcleo de la fuerza del realismo. 


Periodísticamente el problema estriba en que, en su imposible afán de meterse dentro del personaje, puede llegar a engañar al lector, confundiendo su recreación particular de los hechos con la realidad. Una recreación en la que Wolfe llegaba a describir los procesos mentales del personaje. Un procedimiento válido para la novela, pero que no sirve para quien tiene el deber ético de contar la verdad a los ciudadanos, que son los depositarios del derecho a la información veraz.


Escritores y novelistas ajenos al periodismo descubrieron en ese nuevo estilo periodístico el enorme poder de atracción del realismo detallado, de la alegría de vivir que no entiende de rígidas normas estilísticas, en contraste con las preocupaciones protocolarias que rodeaban el “llamamiento sagrado” de la literatura.

 

La experiencia de los años transcurridos desde la primera edición del libro (en España se publicó en 1976) confirma, en palabras de Wolfe, que “hay futuro para la novela de intenso realismo social, sustentada en el esfuerzo de información que forma parte del Nuevo Periodismo.”

 

lunes, 1 de febrero de 2021

Scott Hahn: Mi camino espiritual en el Opus Dei

 


Trabajo ordinario, gracia extraordinaria. Mi camino espiritual en el Opus Dei. Scott Hahn. Ed Rialp

 

 El escritor y teólogo estadounidense Scott Hahn es en la actualidad profesor en la Universidad Franciscana de Steubenville. Su vida dio un giro radical cuando, siendo ministro presbiterano y gran conocedor de la Sagrada Escritura, llegó a la conclusión de que la Iglesia católica era la verdadera depositaria de la tradición evangélica. Sus trabajos sobre apología del catolicismo han tenido desde entonces enorme difusión.

 

 Mientras era un joven profesor de teología en el seminario presbiterano, el estudio detenido de las obras de los Padres de la Iglesia, y especialmente de sus comentarios a los textos bíblicos, le hizo comprender que el protestantismo había roto la línea de continuidad con la fe de la Iglesia primitiva, y que en la práctica la contradecía en puntos esenciales.

 

Hahn se había relacionado con varias personas del Opus Dei cuando era un joven teólogo presbiterano, entre ellos un sacerdote de origen polaco. Percibió en su trato amistoso el “aroma católico”, que antes sólo conocía por los libros. Ahora lo veía hecho vida: “Estas personas leen la vida de Jesucristo”, pensó.  

 

Pero aún no había oído hablar del Opus Dei. La primera vez que oye el término Opus Dei es cuando comenta a un sacerdote católico que le ha sorprendido ver en la iglesia a dos personas leyendo el Evangelio, pues pensaba que los católicos nunca leían la Biblia. “Deben ser del Opus Dei”, le respondió el sacerdote. A Scot Hahn se le encendió una luz al escuchar el nombre del Opus Dei por primera vez.


foto opusdei.es

 

En el estilo de vida de esos amigos descubre poco a poco que el Opus Dei era un sitio donde se sentía en casa. Y explica las razones:

-la devoción a la Biblia de sus miembros: en el presbiterianismo está difundido el prejuicio de que los católicos son unos ignorantes en materia bíblica;

-su cálido sentido ecuménico: no sentían ningún reparo en tratarle amigablemente, lo que chocaba con otro de sus prejuicios: que los católicos rehúyen el trato con los protestantes por considerarlos “herejes”;

-su rectitud de vida: se notaba que trataban de vivir según el Evangelio;

-su vida ordinaria: no eran teólogos, sino profesionales de diversas profesiones que vivían una teología atractiva, no sólo teórica;

-sus nobles aspiraciones profesionales: una sana y “santa ambición” de aspirar a la excelencia en su tarea, inseparablemente unida a una clara y decidida conducta ética;

-eran hospitalarios y acogedores;

-rezaban, dedicaban tiempo a la oración y al diálogo con Dios…

 

Se sentía confortablemente a gusto con amigos así.

 

En otro de sus libros, La cena del Cordero, Hahn cuenta sus primeras visitas a iglesias católicas, llenas de curiosidad, antes de su conversión. En una de ellas, quizá la más determinante para su conversión, contemplaba desde el fondo del templo la asistencia de los fieles a la Misa que se celebraba en ese momento. Seguía atentamente las oraciones que sacerdote y pueblo rezaban: las plegarias iniciales, las lecturas, el Gloria, la ofrenda del pan y del vino, el Sanctus…

 


Y de pronto, al considerar las oraciones de la Misa que estaba escuchando, entendió la grandiosidad de lo que allí sucedía, y que ese era precisamente el significado de uno de los libros más difíciles del Nuevo Testamento, el Apocalipsis: lo que el Apocalipsis describe punto por punto es lo que sucede en la liturgia de la Misa, tal y como la celebran los católicos: la Cena del Cordero, el único Sacrificio de Cristo, que se ofrece eternamente por nuestros pecados. Se sintió deslumbrado por ese descubrimiento: en cada Misa católica se reza y sucede lo que el apóstol san Juan describe majestuosamente en el Apocalipsis.

 

Para un ministro presbiterano, unido al presbiterianismo por fuertes lazos familiares, sociales y profesionales, dar el paso hacia la Iglesia católica no resultó fácil. Junto a su mujer, Kimberly, dedicó otro de sus libros -Roma, dulce hogar- a narrar ese emocionante itinerario.

 

Tras ser admitidos en la Iglesia católica, no tardaron mucho en solicitar la admisión en el Opus Dei como miembros supernumerarios. Es a este aspecto concreto de su conversión -el papel que en ella jugó el espíritu de la institución fundada por el san Josemaría Escrivá- a lo que dedica este libro. Nos da así la oportunidad de conocer el espíritu de esa prelatura de la Iglesia católica desde la perspectiva singular de un norteamericano, experto en estudios bíblicos, que ha sido pastor protestante y es padre de familia.

 

Esa perspectiva ilumina con luces no habituales los rasgos del espíritu de esa prelatura de la Iglesia católica, cuya misión es recordar la llamada universal a la santidad a través del trabajo y de las actividades de la vida ordinaria.  

 

Como no podía ser de otro modo, dada sus conocimientos de Sagrada Escritura, Scott Hahn se detiene en los rasgos del espíritu de la Obra que le remiten a la vida de los primeros cristianos. Por ejemplo, el valor del trabajo como quicio de la santificación, una idea que para su mente formada en prejuicios anticatólicos resultaba novedoso escucharla en labios católicos.


foto opusdei.es

 

Conocedor de la arqueología cristiana, al reflexionar sobre el espíritu de santificación del trabajo cae en la cuenta de que las tumbas de los primeros cristianos no tenían adorno de cruces, sino de herramientas de trabajo, las propias de quien estaba allí enterrado: esas herramientas habían sido su lugar de encuentro con Dios, su forma de contribuir a completar la obra de la creación: por eso las destacaban. Esa es precisamente la cautivadora predicación de san Josemaría, fundador del Opus Dei, para quien el trabajo consiste –sintetiza Scott Hahn- en cosas bien hechas, hechas a tiempo y ofrecidas a Dios.

 

También fue un grato descubrimiento para Hahn la figura de san José, cabeza de la Sagrada Familia, Patrono de la Iglesia, y también del Opus Dei. “San José no se permitió la dispersión en muchas direcciones. Trabaja duro y es conocido por su trabajo: carpintero, artesano.” De san José podemos aprender, como enseñaba san Josemaría, a llevar bien las dificultades de la vida. Como ha escrito alguien, “la vida es eso que te pasa cuando tienes otros planes.” San José supo adaptarse con creatividad a las dificultades que le fueron surgiendo en el camino de la vida, y de su creatividad se sirvió Dios nada menos que para proteger, cuidar y educar a su Hijo.


Foto opusdei.es

Junto al trabajo, el amor. Señala Hahn que lo que impresionó de los primeros cristianos a los antiguos romanos no fue su arte, ni sus argumentos, ni su literatura, sino su amor. “¡Mirad cómo se aman!”. Pero ese amor requiere conversión, que significa salir del egoísmo para poner primero a Dios, y por Él a los demás. Y eso es lo que se procura en el Opus Dei, señala Hahn: cada uno procura sembrar paz y alegría, que son fruto del amor sincero a los demás, en las relaciones sociales, desde el lugar que ocupa en la sociedad.

 

Ese amor lógicamente comienza por la propia familia: “Si buscas la conversión de los amigos, o de la mujer, procura “aflojar” en teología y razonamientos, y aprieta en cariño: “enciende el romance” con tu mujer, aconseja Hahn. Y aporta su experiencia personal. Su mujer, presbiterana como él, y de familia de abolengo presbiterano, sufrió mucho al verlo cambiar. Con el cariño y la comprensión, que era lo que enseñaba san Josemaría, logró superar el conflicto. No mucho después, Kimberly Hahn, razonando y rezando por su cuenta, pidió también ser admitida en la Iglesia Católica.

 

Muestra Hahn el valor esencial de la oración en toda iniciativa de apostolado: en el Opus Dei ha aprendido que lo primero es rezar para que Dios nos haga ver lo que necesitan nuestros amigos, sus auténticas necesidades. El apostolado cristiano consiste sobre todo y primero que nada en querer a los demás, y por eso descubrir sus necesidades, no sólo espirituales, y tratar de ayudarles.

 

El libro se lee con agrado, como también las demás obras del autor, que ayudan a entender mejor el cristianismo y la historia sagrada. 


Sala multimedia en Saxum Visitor Center


Son muy conocidos los videos de Scott y Kimberly sobre Tierra Santa, para dar a conocer Saxum, una iniciativa del Opus Dei cerca de Jerusalén para facilitar a los peregrinos el conocimiento detallado y profundo de los Santos Lugares.