El nuevo periodismo. Tom Wolfe. Ed. Anagrama
Análisis del fenómeno periodístico surgido en Estado
Unidos en los años 60 del pasado siglo, caracterizados por acelerados cambios
culturales, en los que el clamor por la libertad ocupó un papel protagonista.
En ese cambiante marco cultural, surgió con fuerza
en el periodismo un estilo rompedor, ágil, lleno de realismo y viveza, que
acabó convirtiéndose en un nuevo género, libre y desenfadado, que parecía querer
arrebatar a la novela su protagonismo
literario.
Tom Wolfe es considerado uno de los padres de este nuevo estilo periodístico, al que puso nombre, junto a Rex Reed, Norman Maller o Barbara Goldsmith. Singular escritor y periodista, con una personalidad muy acusada, trabajó como colaborador en medios como The Whasington Post o el New York
Tribune. Falleció en 2018.
Wolfe reclama para el nuevo estilo el
reconocimiento de su calidad literaria, porque ha sido capaz de romper con
anquilosadas fórmulas de redacción, que convertían relatos y reportajes en
piezas anodinas, distantes de sus protagonistas, siempre iguales, incapaces de
atraer al lector.
Estas nuevas formas, llenas de color y pasión, que
sumergen al lector en la escena de la noticia, merecerían al menos, asegura
Wolfe, ser tenidas en cuenta en un sentido artístico. Es un género que acabó
con la vieja idea de que el escrito del periodista, como el del locutor, debía
ser aburrido, distante, encadenado a fórmulas protocolarias en tercera persona.
Ahora el periodista se mete en la escena, y la cuenta en primera persona.
El secreto, señala Wolfe, consiste en contar no como
un narrador externo, sino metiéndose dentro, escena a escena, saltando
de una a otra; y a ser posible metido en uno u otro de los personajes.
Para hacerlo con realismo es preciso saber captar la relación larga de detalles simbólicos que reflejan el status de la vida de las personas, el que tienen o el que piensan tener. Ese conjunto de detalles que se manifiestan en su comportamiento y en los bienes que posee, y que está muy cerca del núcleo de la fuerza del realismo.
Periodísticamente el problema estriba en que, en su imposible afán de meterse dentro del personaje, puede llegar a engañar al lector, confundiendo su recreación particular de los hechos con la realidad. Una recreación en la que Wolfe llegaba a describir los procesos mentales del personaje. Un procedimiento válido para la novela, pero que no sirve para quien tiene el deber ético de contar la verdad a los ciudadanos, que son los depositarios del derecho a la información veraz.
Escritores y novelistas ajenos al periodismo descubrieron en ese nuevo estilo periodístico el enorme poder de atracción del
realismo detallado, de la alegría de vivir que no entiende de rígidas normas
estilísticas, en contraste con las preocupaciones protocolarias que rodeaban el
“llamamiento sagrado” de la literatura.
La experiencia de los años transcurridos desde la
primera edición del libro (en España se publicó en 1976) confirma, en palabras de Wolfe, que “hay futuro para la novela de intenso
realismo social, sustentada en el esfuerzo de información que forma parte del
Nuevo Periodismo.”
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