miércoles, 16 de noviembre de 2016

Cuerpos y almas

Cuerpos y almas. Maxence van der Meersch





    Abogado y escritor, premio Goncourt en 1936, Maxence van der Meersch describe en esta bien trazada novela la vida de un médico de buena familia en la Francia de comienzos del siglo XX. Salen al paso, con agilidad y realismo,  los dilemas humanos, científicos, éticos y religiosos que se plantean en esos años en la vida de los médicos y de la sociedad en que viven. 


    Egoísmo y miserias humanas, lacras sociales debidas a vicios extendidos, falta de condiciones salubres, ignorancia de medidas profilácticas, ambición y visión crematística de la profesión, fallos por ignorancia o malas prácticas médicas, miedo a asumir responsabilidades, corporativismo, vacío y frialdad cuando falta la visión trascendente del ser humano... son algunos de los dilemas a los que el médico, entonces como ahora, debe saber enfrentarse. 


    Son cuestiones bien planteadas en el libro, que invitan a una reflexión ética de plena actualidad, y que el autor sabe enfrentar con sano criterio, destacando los valores humanos de los buenos médicos. Resalta también algunos consejos médicos (limpieza, dieta sana...) que iban descubriéndose en esa época, y el arduo trabajo de investigación y "prueba-error" que se esconde detrás de los avances científicos. 


    Late también la preocupación por los sistemas políticos vigentes, alejados tantas veces de las necesidades reales de las personas a pesar de declaraciones fatuas tipo "gobierno del pueblo por y para el pueblo", de las que se llenan la boca los políticos, que pueden acabar convirtiendo el sistema de sufragio universal propio de la democracia en un instrumento de sujeción en manos de minorías poderosas. 


    "Las pobres masas -afirma Van der Meersch  en boca de uno de sus personajes- rehúyen instintivamente el esfuerzo, y van detrás de quienes les predican las cosas fáciles y placenteras, de quienes les envenenan para explotarlas. Haría falta que estuvieran representadas por las selecciones de todas las clases, por los mejores del mundo laboral, no por los más perezosos o los más demagogos. Habría que dar con un sistema de catalogar a los hombres por su valor moral, reconociéndolo por signos exteriores: su familia, su calidad profesional, su altruismo..."  


    Y en el fondo, como sustrato, la pregunta sobre Dios y el descubrimiento del amor: "Jamás deberían los hombres odiarse: hay poco tiempo para amar. Y este es el gran misterio del amor: lo inexplicable es que uno quiera perderse por otro, y perdiendo gane." Y es que Dios, por el amor, se adentra en el hombre. "Carísimos: amémonos los unos a los otros, porque el amor proviene de Dios... El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor."

    "Los amores del hombre se cifran en el amor a sí mismo o en el amor a Dios. Sólo esos dos amores existen." El protagonista recapacita sobre el egoísmo en que se ha desenvuelto su vida: ese ídolo del egoísmo "al que tantos sacrifican todo lo bueno que podían hacer y tener."

    Es el gran descubrimiento del bien, que convierte la vida en una existencia lograda: "Uno de los mayores goces que el hombre puede experimentar es encontrar en su pasado el recuerdo de un gesto surgido del fondo de sí mismo, realizado sin proponérselo, sin haberlo querido, un gesto de pura bondad, que le impele a creer en el bien. Y más allá del bien, lo sepamos o no, está la presencia de Dios."


    Van der Meersch, ateo y de familia librepensadora, se convirtió al catolicismo en 1936. Cuerpos y almas fue escrita poco después, en 1943, y se deja ver el sentido sobrenatural del autor, lleno de humanidad. Hacia le final aflora su reflexión sobre el "no cansarse de actuar bien", que debería regir el obrar humano: "¡Cuán afortunados los que alcanzan el bien y la verdad por los caminos de la justicia, del cumplimiento del deber, del sacrificio, de le entrega de sí mismo! Un cruel destino debe ser para el hombre no haber podido entrever la faz de la verdad sino a la trágica luz de una mala acción irreparable, que le hace ver por contraste el bien que podía haber hecho y despreció."


    Esta obra le valió el Gran Premio de la Academia FrancesaUn gran libro, como lo atestiguan también sus numerosas ediciones internacionales. Recomendable para médicos y alumnos de medicina y enfermería. Y para los amantes de la lectura en general.








miércoles, 2 de noviembre de 2016

Autismo y autismos inducidos

El curioso incidente del perro a medianoche
Mark Haddon. Narrativa Salamandra







Sorprendente y simpática novela sobre el autismo. El autor es artista y profesor de escritura creativa, especializado en libros para niños y con experiencia en la educación de niños con deficiencias. 

Todo ello se deja notar de manera magistral en este libro, del que desde 2003 se han difundido más de un millón de ejemplares en 35 idiomas. 

Con estilo sencillo y jovial, nos adentra en el complejo mundo interior de un niño con autismo, su capacidad de percibir detalles y de desarrollar habilidades -muchas veces por encima de la media- y el extraño y casi imprevisible mecanismo que mueve su afectividad. Y en paralelo, las serias dificultades que encuentran padres y educadores en su educación y en la misma convivencia. 

La lógica diferente con que los niños autistas juzgan las situaciones y su  relación con el mundo exterior da pie a Mark Haddon a desarrollar un fino estilo, lleno de respeto y sentido del humor, que hace agradable la lectura. 

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Ha coincidido en el tiempo, junto a la lectura de este libro, la de un interesante artículo de la periodista y profesora Montse Doval en Aceprensa: "¡Mírame!", a propósito del libro "Let Me Hear Your Voice", de Patricia Snow, en el que relata la experiencia de una madre que logró sacar del autismo a sus hijos. Anoto algunas de sus ideas.

Patricia Snow apunta que el ensimismamiento tecnológico nos puede convertir en autistas, con empobrecedoras consecuencias para nuestra naturaleza humana. 

El poder de atracción de las pantallas y de las múltiples plataformas digitales nos absorbe de tal manera que nos saca de la realidad y nos diluye en un mundo irreal. Basta pensar en ese extraño temor a "perderse algo", que nos lleva a una vida de continuas interrupciones y distracciones.

Los medios digitales nos hacen creer que tenemos multirrelaciones y somos cada vez más omnipresentes. Pero la realidad es que esas personas con las que nos relacionamos virtualmente están tan dispersas cada una de ellas como nosotros mismos, y la relación apenas tiene significado.

Necesitamos presencias reales, convivir durante horas olvidados de la tecnología, mirarnos a los ojos y conversar. Ya hay muchos que lo han percibido y toman medidas. Necesitamos las tecnologías digitales, pero también el sabor humano de la presencia real.

Es preciso educar el uso de las pantallas: si todo tiene que hacerse a través del móvil, estamos construyendo mal nuestra vida social, cultivaremos mal nuestras amistades. Los investigadores han demostrado que el contacto visual es esencial para el desarrollo del cerebro, para la estabilidad emocional y para la fluidez social. 

Somos ultrasociales, estamos hechos para convivir y compartir. 
No en vano somos imagen de Dios, que es Trinidad, y es Amor que busca darse y compartir y convivir. Quien lo ha experimentado sabe bien que nada da más felicidad que compartir y convivir, estar con presencia física junto a los demás. 

Es la conducta de Dios con nosotros: un Padre que nos busca y también nos pide que levantemos la mirada del móvil y le miremos a los ojos. Y ahí sí que nos conviene no fallar, para no caer en el peor de los autismos, el de la indiferencia ante Dios. Si los móviles empobrecen nuestras relaciones humanas, cuánto más nuestra relación con Él, nuestra oración. "También Dios tiene que decirnos: Mírame".