Mostrando entradas con la etiqueta literatura. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta literatura. Mostrar todas las entradas

martes, 7 de febrero de 2023

“Es bueno que yo exista”. El lenguaje que sana y cautiva de Joseph Ratzinger

 


 

Peter Seewald, en su magnífica biografía de Joseph Ratzinger, se refiere con frecuencia al estilo literario de los escritos del teólogo. Dotado de un espíritu abierto a la belleza y el arte, gran amante de la música, los escritos del futuro Benedicto XVI aparecen dotados de una atractiva y cautivadora musicalidad, que guía apaciblemente a la mente y la pone en suerte ante la verdad y el bien.

Los textos de Ratzinger «desbordan de un suave entusiasmo que cautiva irresistiblemente al lector y oyente», en especial a través de «una musicalidad perceptible incluso en la elección de las palabras y la construcción de las frases».

Cuenta Sewald que el sacerdote y escritor Elmar Gruber, que fue alumno de Ratzinger, define su estilo como un «lenguaje totalmente nuevo» y una forma de interpretar la Biblia hasta entonces desconocida, reconocible ya en las primeras clases y conferencias del futuro papa: «Se expresaba como un libro abierto. Nunca se equivocaba ni repetía. Se podía taquigrafiar lo que decía y al final tenía uno un escrito rigurosamente estructurado»

Gruber memorizaba en vacaciones frases enteras de Ratzinger «para interiorizar en la medida de lo posible su brillante lenguaje». Analizó la gramática y la sintaxis de los textos del profesor y llegó a la conclusión de que lo específico y totalmente nuevo de su discurso era el fascinante manejo de imágenes, signos y símbolos mediante los cuales iniciaba en el misterio de Dios con mucha mayor profundidad de lo que permiten las definiciones racionales.

El pensamiento meditativo, reflexivo (o sea, la inteligencia emocional), es su fuerte y a través de él lograba entusiasmar a sus oyentes, mientras que su talento racional, junto con sus dotes verbales, suscitaba admiración ilimitada. Ya le escuchara una homilía, una meditación, una clase, uno siempre se marchaba conmovido, entusiasmado y consolado, anticipando ya con alegría el siguiente encuentro».

El magnetismo que Ratzinger ejercía sobre sus oyentes se basaba, además de en su lenguaje y modo de exponer los contenidos, sobre todo en lo que Gruber caracteriza como una «teología verosímil». Resultaba fascinante «porque uno siempre tenía la sensación de que le estaba ofreciendo respuestas a preguntas concretas». El exalumno de Ratzinger dice haber recibido de su profesor una «fe sanadora».

Gruber es también psicoterapeuta y se ha visto confrontado, en el acompañamiento de potenciales suicidas, con enfermedades «que ya no podían tratarse con medicamentos». Justo en este ámbito, la conciencia de que «es bueno que yo exista y, además, tal como soy», conciencia que Ratzinger ha favorecido con su teología, «resulta esencial para la curación de muchas enfermedades en el ámbito psico-corporal». Ratzinger, según Gruber, transmitía con absoluta autenticidad una motivación existencial básica: «En vez de adoptar un tono puramente científico-objetivo, hablaba sobre realidades tratando siempre de mostrar su referencia existencial al ser humano, con lo que esas realidades empezaban a influir en la vida de las personas».

Cuando fue elegido papa, el periodista alemán Jan Ross escribió: “El cristianismo es una instancia históricamente acreditada de formación de la conciencia, como memoria ético-cultural sin la cual se corre el peligro de recaer en la barbarie. Ratzinger fue elegido papa sobre todo por su capacidad de explicar la fe, de hacer que resulte iluminadora y convincente.

Leer a Ratzinger, efectivamente, es un regalo para la mente y el espíritu. Pruébenlo si aún no lo han hecho. Aunque a veces parezca arduo, vale la pena. A través de ese estilo está hablando la sabiduría. Y la sabiduría mueve al corazón para obrar el bien. Sabe de eso mucho Peter Seewald: sus conversaciones con Ratzinger le pusieron en suerte ante Dios.

Relacionado: 

Algunos libros en la vida de Benedicto XVI

Introducción al cristianismo

Luz del mundo

Mi vida

Jesús de Nazaret

Verdad, valores, poder

 


jueves, 1 de diciembre de 2022

Elogio a la carta

 

Hay tiempos, como la Navidad, en que sentimos una íntima necesidad de comunicarnos con los seres queridos. La forma de hacerlo ha cambiado mucho. La tecnología nos lo ha puesto mucho más fácil. Pero de tan fácil, quizá por el camino hemos perdido la capacidad de expresar bien lo que sentimos. Y si no nos paramos a expresarlo certeramente, corremos el riesgo de perder el sentimiento mismo, de desdibujarlo hasta dejarlo convertido en un convencionalismo superficial.

 

En Navidad y Año Nuevo miles de millones de mensajes cruzarán el espacio y aterrizarán en móviles y ordenadores. Lacónicas frases en su mayoría, dibujitos en movimiento con luces de colores, enlaces a sorpresivas músicas emotivas… Mucho ruido, pero poca comunicación verdadera.

 

Quedan unos pocos que siguen fieles a la carta navideña, entrañable, con palabras bien dichas, certeras, de corazón a corazón. Enviada por medios digitales, o todavía en papel, con sobre y postal, y hasta con sello de motivo navideño, que ya es para nota. Pero carta bien pensada, bien dicha, de corazón a corazón, personal.

 

Para decir cosas al corazón ausente no hay como la carta. En la carta, antes de escribirla, miramos a nuestro interior y nos preguntamos qué sentimos exactamente. Rebuscamos las palabras para dar con las que mejor expresen el sentimiento, el deseo, el cariño que anida dentro. Palabras que sin ser relamidas sean certeras. Breves, graciosas, sencillas. Palabras discretas pero verdaderas.

 

En la introducción a las Cartas a un joven poeta, de Rainer María Rilke, leemos un bello elogio de la carta como medio de amistad: “Soy de aquellos hombres a la antigua, que ven todavía en las cartas un medio de trato, uno de los más bellos y fructíferos.”

 

Escribamos cartas. Es un ejercicio que nos afina y enriquece, porque requiere mirar adentro para conocemos mejor. Y al intentar dar con las palabras acertadas y escribirlas, establecemos una comunicación verdadera con otros corazones. Así florece la amistad.

 

 

domingo, 9 de mayo de 2021

Retorno a Brideshead: el arduo ascenso del amor




 Retorno a Brideshead. Evelyn Waugh


Retorno a Brideshead, publicada por primera vez en 1945, es la novela más famosa del escritor inglés, Evelyn Waugh (1903-1966). En los años 30, tras el divorcio con su primera mujer, Waugh se convirtió al catolicismo.

En su interesante Cartas a un joven católico, George Weigel hace un agudo comentario a esta novela, que considera un referente para entender en qué consiste la conversión al catolicismo. Para Waugh, el castillo de Brideshead, como el Castle Howard en que se rodó más tarde la película basada en la novela, no es simplemente el escenario en que transcurre gran parte de la acción, que además ofrece un marco de belleza magnífico.

Gracias al arte y la intuición de Waugh, todo se transforma en un lugar emblemático en el que se puede observar el proceso de una conversión al catolicismo, un lugar privilegiado en el que podemos ver cómo un personaje asciende por la escala del amor. Porque al fin y al cabo, hablar de catolicismo es hablar de la acción de Dios, que es Amor, en el mundo. Y de su Amor proceden todos los demás amores que merecen ese nombre.




En Retorno a Brideshead, Evelyn Waugh ofrece una penetrante visión del catolicismo. Cuando en plena fiesta, una imponente matrona pregunta al protagonista cómo es que él, prominente católico converso, puede comportarse de manera tan descortés, Waugh replica: «Señora, si no fuera por mi fe, yo apenas sería humano».

Ese comentario, más allá de la ironía o el sarcasmo, encierra una convicción humilde, que nos recuerda lo que el propio Evelyn Waugh había escrito a su amiga Edith Sitwell, escritora como él, cuando fue admitida en la Iglesia Católica:

“¿Debería yo, como padrino, ponerle a Vd. en guardia sobre los probables sobresaltos que le aguardan en el aspecto humano del catolicismo? En realidad, no todos los curas son tan inteligentes y tan amables como el Padre D’Arcy y el Padre Caraman. (En mi libro, el caso de aquel que va a confesarse con un espía es una experiencia real.) Por mi parte, estoy seguro de que Vd. conoce el mundo lo suficientemente bien como para saber que hay católicos presuntuosos, rudos, perversos y maleducados. Yo me digo continuamente a mí mismo: «Sé que soy horrible; pero cuánto más horrible sería si no tuviera fe». Una de las alegrías de la vida católica consiste en reconocer las pequeñas chispas de bien que saltan por todas partes, igual que los ardores de los santos.

Retono a Brideshead es una obra que muestra cómo pequeñas chispas de bondad puedan acabar provocando llamaradas de auténtica conversión. Como dijo el propio Waugh, la obra muestra «los efectos de la gracia divina en un grupo de personajes diferentes, pero estrechamente vinculados».

Se trata de una novela sobre la conversión; pero una conversión entendida como disposición a subir los escalones, muchas veces demasiado empinados, de la escala del amor. Una escalera que comienza con la juvenil amistad del protagonista, Rydler, con Sebastian, que implica un juego no exento de perversión.

La escala sigue más tarde con un amor más elevado y noble con Julia, aunque adúltero por ambas partes, y por eso limitado. Ese amor no puede sino acabar en tristeza, porque está muy alejado del idílico paraíso que soñaban y al que por ese camino nunca llegarán. Ese amor mutuo está muy lejos del verdadero amor y de sus exigencias. Sólo cuando lo reconocen, cuando aceptan admitir que su situación es de pecado, sólo entonces son capaces de afrontar el último escalón, el del verdadero amor. Y por eso de mutuo acuerdo se separan.

Es entonces, cuando han aceptado separarse, cuando se enfrentan al último peldaño: el del amor de Dios manifestado en Cristo. Han pedido una señal que les permita dar ese salto definitivo, y la reciben ante el lecho de muerte de lord Marchmain. Éste se encuentra ya en estado de coma.

Todos pensaban que Marchmain vivía alejado de la religión, y de hecho así era. Pero sucede algo inesperado: el lord está en coma, inconsciente, y entra el sacerdote para ungirle con la Unción y absolverle de sus pecados. Y mientras le absuelve, de manera imprevisible, la mano derecha del lord se mueve pausadamente hacia su frente, y luego baja hacia el pecho… y hace completa la señal de la cruz, ante la mirada atónita de todos. Era la señal que ambos, Julia y Rydler, pedían para dar el paso definitivo hacia su conversión.

No es pues esta obra una mera sátira social de su época (tan frecuente en otras de las novelas de Waugh). Ni tampoco evocación nostálgica de un suntuoso pasado. Ni una prueba más de ese estilo refinado y un tanto amanerado con que Waugh y otros autores ingleses han recreado la vida social de esos años.    

Estamos ante una novela sobre la conversión, por otra parte magistralmente puesta en escena, en la que se muestra cómo el amor es algo superior y muy distinto al sentimiento.

El amor es un impulso interior de carácter espiritual, un anhelo de comunión, incapaz de ser saciado por amores raquíticos. No es un camino fácil, pero es posible, ascender por la escala del amor. Para ascender es preciso reconocer que el estado en que uno se encuentra es insuficiente, pedir perdón y reconciliarse, haciéndonos responsables de nuestros actos.

La novela fue recreada con éxito en 1981 en una serie de diez horas de duración para la televisión británica: una adaptación muy fiel al espíritu de la novela, en la que intervinieron artistas de la talla de Diana Quick o Sir Laurence Olivier. La inspirada música de Geoffrey Burgon, que abre esta entrada, suena magistralmente como una imagen de que el amor está en el centro de nuestra condición humana, muy alejado del mero sentimentalismo.

No podía ser de otro modo, puesto que Dios es Amor y nosotros imagen suya, en camino hacia la identificación con Él si sabemos ir subiendo los peldaños de calidad del amor, que nos alejan del egoísmo y nos acercan al verdadero Amor. 

No sucedió lo mismo con la película que en 2008 dirigió Julian Jarrold para la gran pantalla. Una película que deja vacío, o al menos tergiversa, el sentido de la novela de Waugh, y roba al espectador la esencia de una historia –la de la novela original- que ha emocionado a millones de espectadores, tanto creyentes como ateos.  

 

 

 

 

 

domingo, 4 de abril de 2021

Lo que el viento se llevó

 


Lo que el viento se llevó. Margaret Mitchell. Ed Zeta.

 

    Margaret Mitchell fue reportera del Atlanta Journal entre 1922 y 1926. Dedicó diez años a escribir esta magnífica novela, enmarcada en la Guerra de Secesión de los Estados Unidos de América, una guerra civil que enfrentó durante cuatro años a los partidarios de la Unión con los confederados secesionistas de los Estados del Sur. Murieron más de 700.000 personas. Comenzó el 12 de abril de 1861 y terminó el 9 abril de 1865, con el triunfo de la Unión.

 

    El personaje central es Scarlet, niña mimada de sangre brava irlandesa, criada en la próspera y apacible finca sureña de Tara, en Georgia. Scarlet es tenaz, caprichosa y sin escrúpulos a la hora de obtener lo que desea. No puede soportar que alguien le arrebate aquello que pretende, bien sea el amor de un hombre o la posesión de algo de valor. Scarlet está dotada de un enorme sentido práctico, puesto al servicio de su afán de poseer.

 

    Sin embargo, la verdadera protagonista es la frágil y delicada Melanie, poco agraciada, endeble de salud, pero con un gran corazón, recto y leal, y una integridad que acabará siendo el auténtico baluarte en el que todos se han refugiado sin darse cuenta, cuando mas bien parecía que era ella la necesitada de protección. Quizá lo descubran cuando ya es tarde para agradecérselo, aunque el descubrimiento acabará dando luz a sus propias vidas, tan desencaminadas. Afectará sobre todo a Scarlet y a su tercer marido, el enigmático Rhett Butller.

 

        En contraste con el egoísmo de Scarlet, Melanie se entrega generosamente a quien la necesita. He de confesar una cosa (pensó Scarlett sobre Melanie): cuando la necesitas la encuentras a tu lado.”

 

        Las buenas acciones de las personas buenas actúan como un bálsamo y un imán purificador, incluso en los más desaprensivos: Scarlett miraba con envidia los ojos de Melanie. Sabía que los suyos eran como los de un gato hambriento, pero los de Melanie eran como los había descrito Rhett: como dos buenas acciones en un mundo perverso, como dos bujías protegidas del viento, como dos dulces y discretas llamas…

 

    La novela, junto a una buena aproximación al duro ambiente vivido en Georgia durante esos años, es un canto a la belleza de la conducta dirigida por el deseo de hacer el bien a los demás sin pedir nada a cambio, en duro contraste con la actitud egoísta y destemplada de quien sólo piensa en sí mismo, y considera a los demás como meros objetivos de conquista o material desechable.

 

Es interesante la forma en que Mitchell se entretiene en describir aspectos propios de la psicología femenina, que fácilmente se pueden confundir o identificar -porque a veces lo son- con la doblez:

 

“Scarlett se esforzó en no llorar. La única ocasión en que podía servir el llanto era cuando se tenía cerca de un hombre de quien se quisiera obtener algún favor.”

 

“Los hombres son tan vanidosos que creen todo lo que lisonjea su amor propio: fingiré que le quiero…” piensa Scarlett, arruinada, antes de robarle el novio a su hermana con malas artes, al comprobar que había hecho cierta fortuna con su negocio.

 

Tanto la novela como la película del mismo nombre, dirigida en 1939 por Victor Fleming, constituyen uno de los grandes hitos imprescindibles de la literatura y del cine. Una historia bien narrada, con los ingredientes necesarios para que resulte atractiva y humanizante: el amor y el odio, el egoísmo y la generosidad, la belleza de la bondad y la fealdad del mal, acción, aventura, la odiosa guerra y sus fatales consecuencias… Queda todo sabiamente reflejado.  


            

martes, 16 de marzo de 2021

El imperio de los dragones

 


El imperio de los dragones. Valerio Massimo Manfredi. Ed Grijalbo.

 

Novela histórica basada en la leyenda de la legión perdida, que supuestamente escapó a la gran matanza de romanos a manos de los persas, en Cade, en el año 53 a.C. Según dicha leyenda, los restos de la legión habrían llegado hasta los confines del imperio chino durante la dinastía Han, y se establecerían en aquella región.

 

La acción transcurre tres siglos después. Un alto mando del ejército romano, Metelo, con apenas 12 soldados más de la guardia del emperador, sobrevive a un ataque a traición de Sapor I de Persia al emperador Valeriano, que es hecho prisionero cuando se dirigía a una entrevista pactada con Sapor. Llevados al interior de Persia y condenados a trabajos forzados en condiciones miserables, muere Valeriano, pero los demás consiguen escapar. Un misterioso personaje les sigue a distancia.

 

Con la ayuda providencial de Daruma, un comerciante indio que hace la ruta de la seda entre Oriente y Occidente, que esperaba al personaje misterioso, consiguen cruzar fronteras y llegar hasta China. Allí les espera una formidable aventura, pues el misterioso acompañante es un príncipe de la dinastía Han a quien intentan arrebatar el trono. Los romanos le ayudarán a rescatarlo.

 

El valor de la novela a mi juicio son las recreaciones de lo que debió ser la vida y la cultura en los lugares por los que trascurre la acción: forma de viajar, uso de las armas, costumbres y tradiciones,… tanto entre los romanos como entre persas y chinos. Se nota la condición de arqueólogo del autor, y también su dominio de la topografía del mundo antiguo, materia en la que es especialista.

 

Manfredi recuerda, en nota al final del libro, que toda la trama es fruto de su imaginación, y que la llegada de soldados romanos a un lugar tan lejano, aunque no puede excluirse a priori, debería basarse en documentación más consistente.

 

Sin embargo, nos informa también de que sí existen documentos fehacientes respecto al viaje que emprendió un mariscal chino en el año 97 y 98 después de Cristo, para restablecer el orden y la seguridad en la Ruta de la Seda. Llegó hasta el mar Caspio, y desde allí envió a su ayudante para entrevistarse con el emperador romano, pues los chinos tenían noticias del Imperio mítico de occidente al que llamaban Gan Ying.

 

Cuando ya estaban muy cerca de la frontera, sus guías persas, temerosos de un pacto directo entre China y Roma, que haría perder el papel de intermediarios a los persas, engañaron al emisario chino con las distancias, asegurándole que aún faltaban semanas e incluso meses hasta la frontera. Esto desanimó al enviado, que decidió regresar a su tierra.  

 

Quién sabe el impacto histórico que hubiera tenido ese encuentro entre las dos civilizaciones más grandes del momento. Al parecer tanto China como Roma tenían muchas cosas en común: la organización de las fuerzas armadas, las colonias militares, el sistema de comunicaciones, la manera de medir y dividir la tierra, la idea de frontera y amurallamiento. Quizá incluso tenían los mismos enemigos en ese momento: los hunos, llamados así  por los romanos, que bien podrían ser aquellos a quienes los chinos llamaban Xiong Un, bárbaros que les atacaban por el norte.

 

Manfredi resalta que China, al contrario que Roma, ha sobrevivido cuatro milenios con su tradición, su civilización y su cohesión estatal. Pero quizá olvida que Roma, aunque desapareció como Estado, fue la cuna que meció los primeros respiros del cristianismo, y ha brindado a Occidente y a todo el mundo una base sobre la que construir y desarrollar la más lograda civilización que nunca vieron los siglos, a pesar de los pesares.

 

 

lunes, 15 de marzo de 2021

Felicidad conyugal

 




La novela del matrimonio. Leon Tolstoi. Ed. Del Bronce.

 

Con el sugerente título original de Felicidad conyugal, se trata de una novela corta sobre la historia de amor entre una joven huérfana, María Alexandrovna, y Serguei Mijailovic, un amigo de su difunto padre, encargado por éste de cuidar del patrimonio familiar.

 

Pronto surge entre ellos un sentimiento que va más allá de la amistad, del agradecimiento por la protección cuasi paternal y del desvelo protector hacia la niña tutelada. Y contraen matrimonio con un futuro prometedor de felicidad y paz.

 

Pero la ingenuidad de la joven María Alexandrovna y su desconocimiento del mundo –nunca ha salido de la aldea natal- no podían dejar de provocar dificultades e incomprensiones con la actitud ante la vida de Serguei Mijailovic, un hombre de mundo ya maduro que aspira a que nada turbe la paz familiar y la confianza mutua.

 

La serenidad de los primeros meses de matrimonio se ve turbada cuando María insiste en conocer la alta sociedad de San Petersburgo y Moscú.  Serguei accede, aunque sabe que la frivolidad y superficialidad de ese ambiente harán daño a María.

 

La joven triunfa por su belleza y buen hacer en todos los salones. Su éxito la llena de orgullo, y empieza a mirar de otro modo a su marido, con cierta suficiencia que antes le era desconocida.

 

Serguei, fino escrutador, percibe ese cambio, que le hiere, pero opta por el silencio y deja hacer libremente a su mujer, accediendo a cuanto desea a sabiendas del daño que se puede hacer a sí misma.

 

Surge así el gran problema de todo matrimonio: la incomprensión, los celos, el daño de las palabras no dichas, de las miradas de reproche, de las peticiones de perdón que no llegan a efectuarse por la cerrazón del otro. Pero esas decepciones y heridas son a veces el camino necesario para que el amor llegue a ser verdadero.

 

Escrita en 1858, cuando tenía 30 años, se trata de una de las novelas más bellas de Leon Tolstoi, aunque no tan conocida como las monumentales Ana Karenina o Guerra y Paz. De estilo cuidado y calidad literaria, perfila con acierto y verosimilitud la psicología de los personajes, probablemente con acentos autobiográficos. Ayuda a reflexionar sobre la propia conducta en las relaciones interpersonales en el matrimonio. Recomendable para intentar no caer en errores frecuentes entre las parejas.

 

lunes, 8 de marzo de 2021

Sé lo que estás pensando

 


Sé lo que estás pensando. John Verdon. Ed. Roca

 

Una novela policíaca que engancha, primera de la serie iniciada por Verdon con David Gurney como protagonista. A esta siguieron otras, la última El ángel negro, publicada en noviembre de 2020.

 

Un detective jubilado atiende la petición de ayuda de un antiguo compañero de estudios que está recibiendo unas misteriosas cartas amenazadoras. La pasión por su trabajo de detective le lleva a aceptar ayudarle.

 

Bien descritas las conductas psicológicas de los diversos personajes, especialmente las relaciones del policía con Madeleine, su esposa, y sus hijos, a los que no siempre ha sabido prestar la atención que hubiera sido necesaria. Madeleine es una mujer fuerte, en la que el policía encuentra apoyo para su vulnerabilidad. Y es una mujer inteligente, honesta e intuitiva, cualidades que la acaban convirtiendo en coprotagonista de la narración.

 

Como el propio Verdon ha explicado, en sus libros afronta cuestiones como la empatía, la culpa, la responsabilidad de los padres, o el daño que producen en las personas las “narrativas falsas”, es decir, el mentir con objeto de “tener más”, que acaba convirtiéndose en un terrible “ser menos”.

 

Verdon, que antes de jubilarse se había dedicado a la escritura publicitaria, comenzó a interarse por la novela policíaca gracias a su afición a las obras de Conan Doyle y otros clásicos de la novela negra y de misterio.

 

Las historias de detectives, ha declarado, son su género favorito porque tienen una orientación esencialmente moral: “no solo porque el bueno gana, sino porque la estructura de la forma tiende a valorar la objetividad por encima de la conveniencia, y la verdad por encima de la ganancia personal.

 

Describe a su personaje como “un detective cuyo apego a lo que es bueno crea toda la emoción, todas las recompensas y la mayoría de los problemas de su vida. David Gurney es un genio cuando se trata de lidiar con maníacos y asesinos, pero no tan bueno cuando se trata de lidiar con su esposa e hijo. Es un policía fantástico con una trágica sensación de su propia ineptitud como ser humano. Creo que este tipo de personaje central ayuda a que la historia se convierta en muchas cosas para muchas personas.”

 

Pienso que ese contraste, efectivamente, convierte a la novela en algo más que un buen entretenimiento. Tiene la facultad de despertar emociones y deseos de mejora en nuestras relaciones con los demás.

 

 

viernes, 26 de febrero de 2021

El Principito

                                        


El pequeño Príncipe, de Antoine de Saint-Exupéry


        ¿Recuerdan la obra más famosa del piloto y escritor francés Antoine de Saint-Exupéry? Un libro de un estilo tan encantador que con el tiempo le han surgido imitadores e incluso apócrifos, que bien merecerían formar parte del original. 

            Lean este bello diálogo con la rosa: 


        “Te amo”  dijo el principito… 

        “Yo también te quiero”  dijo la rosa. 

        “No es lo mismo”  respondió él… “Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía. Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos. Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar.” 

        “Ya entendí” dijo la rosa. 

        “No lo entiendas, vívelo” agregó el principito.


  Si lo piensan, tiene mucha miga. Es mucho más que poesía, o lenguaje lírico, o que un cuento para niños. Esas frases encierran un secreto sobrehumano, pero alcanzable. Cuando entendamos en qué consiste amar el mundo cambiará. Esa es la verdadera revolución pendiente.

 

  La buena noticia es que podemos comenzar a vivirlo cada uno, como aconseja el pequeño Príncipe a la rosa. Y más gente se irá apuntando a la experiencia. Porque es una experiencia pegadiza. Y en las tenebrosas y frías oscuridades del odio, la indiferencia y el placer egoísta, comenzarán a dar su luz acogedora las hogueras del amor. 


  Sí. Pero...

 

Pero la historia no acaba aquí.  Ese diálogo lo guardaba escrito a mano en un viejo papel, y al releerlo ahora pensé que lo había tomado del original. Mi buen y sabio amigo José Manuel Mora, profesor de literatura creativa en la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense, me ha hecho ver el error: en realidad se trata de un texto apócrifo, una recreación de la autora argentina Viviana Baldo


El texto es bello. A Saint-Exupéry no le habría disgustado, seguramente. Pero a cada cual lo suyo.


Eso sí: la moraleja tiene plena validez. Me parece.





 


martes, 2 de febrero de 2021

Nuevo Periodismo

 

El nuevo periodismo. Tom Wolfe. Ed. Anagrama

 

Análisis del fenómeno periodístico surgido en Estado Unidos en los años 60 del pasado siglo, caracterizados por acelerados cambios culturales, en los que el clamor por la libertad ocupó un papel protagonista.

 

En ese cambiante marco cultural, surgió con fuerza en el periodismo un estilo rompedor, ágil, lleno de realismo y viveza, que acabó convirtiéndose en un nuevo género, libre y desenfadado, que parecía querer arrebatar a la novela su  protagonismo literario.

 

Tom Wolfe es considerado uno de los padres de este nuevo estilo periodístico, al que puso nombre, junto a Rex Reed, Norman Maller o Barbara Goldsmith. Singular escritor y periodista, con una personalidad muy acusada, trabajó como colaborador en medios como The Whasington Post o el New York Tribune. Falleció en 2018.

 

Wolfe reclama para el nuevo estilo el reconocimiento de su calidad literaria, porque ha sido capaz de romper con anquilosadas fórmulas de redacción, que convertían relatos y reportajes en piezas anodinas, distantes de sus protagonistas, siempre iguales, incapaces de atraer al lector.  

 

Estas nuevas formas, llenas de color y pasión, que sumergen al lector en la escena de la noticia, merecerían al menos, asegura Wolfe, ser tenidas en cuenta en un sentido artístico. Es un género que acabó con la vieja idea de que el escrito del periodista, como el del locutor, debía ser aburrido, distante, encadenado a fórmulas protocolarias en tercera persona. Ahora el periodista se mete en la escena, y la cuenta en primera persona.

 

El secreto, señala Wolfe, consiste en contar no como un narrador externo, sino metiéndose dentro, escena a escena, saltando de una a otra; y a ser posible metido en uno u otro de los personajes. 

 

Para hacerlo con realismo es preciso saber captar la relación larga de detalles simbólicos que reflejan el status de la vida de las personas, el que tienen o el que piensan tener. Ese conjunto de detalles que se manifiestan en su comportamiento y en los bienes que posee, y que está muy cerca del núcleo de la fuerza del realismo. 


Periodísticamente el problema estriba en que, en su imposible afán de meterse dentro del personaje, puede llegar a engañar al lector, confundiendo su recreación particular de los hechos con la realidad. Una recreación en la que Wolfe llegaba a describir los procesos mentales del personaje. Un procedimiento válido para la novela, pero que no sirve para quien tiene el deber ético de contar la verdad a los ciudadanos, que son los depositarios del derecho a la información veraz.


Escritores y novelistas ajenos al periodismo descubrieron en ese nuevo estilo periodístico el enorme poder de atracción del realismo detallado, de la alegría de vivir que no entiende de rígidas normas estilísticas, en contraste con las preocupaciones protocolarias que rodeaban el “llamamiento sagrado” de la literatura.

 

La experiencia de los años transcurridos desde la primera edición del libro (en España se publicó en 1976) confirma, en palabras de Wolfe, que “hay futuro para la novela de intenso realismo social, sustentada en el esfuerzo de información que forma parte del Nuevo Periodismo.”

 

martes, 26 de enero de 2021

La mujer nueva




La mujer nueva. Carmen Laforet. Ed Destino libro, 1955.

 

Menos conocido que Nada, con el que ganó el premio Nadal en 1944, La mujer nueva es un libro precioso, en cierto modo autobiográfico, en el que se narra la vida de una joven mujer en los años de la postguerra civil española.

 

Paulina, en plena guerra civil, se casa con Eulogio, joven soldado republicano, en un matrimonio sin valor religioso ni siquiera civil. Terminada la guerra Eulogio se ve obligado a huir a México. Paulina es encarcelada, y da a luz en la cárcel a su hijo Miguel.

 

Cuando al cabo de los años regresa Eulogio, Paulina es una mujer sufrida y con muchas dudas y preguntas sobre el sentido de la vida, sobre la religión –cuyo inusitado auge contempla con recelo-, sobre el verdadero sentido de su unión con Eulogio.

 

Un pariente de Eulogio, Antonio, más joven que ella y que vive en el mismo pueblo, ha entrado en su vida sentimental, recordándole afectos que creía superados o desaparecidos, muy distintos o nunca hallados en Eulogio. Pero Antonio está casado con Rita, joven mujer enferma. Y Paulina decide escapar a Madrid.


La madre de Rita, Clara, ferviente católica, es la única que percibe el hondo sufrimiento de Paulina y su crisis existencial. La noche que Paulina hace el viaje en tren a Madrid, Clara la pasa en la iglesia, rezando de rodillas ante el Sagrario, pidiendo a Dios la conversión de Paulina y una luz que ilumine su vida.

 

Paulina despierta en un bello amanecer castellano.  Raptada por la contemplación de la belleza del campo y de sus casas, siente la presencia inefable de Dios que entra en su vida y la ilumina. A partir de ese momento Paulina cambia, aunque aún deberá pasar por muchas crisis y dudas hasta resolver su futuro.

 

El libro está bien trazado, denota un hondo conocimiento de la fe católica, y quizá haya sido relegado precisamente por su inspiración cristiana. Algunos han hablado de él como un libro feminista, que tuvo que esconder su contenido -avanzado para la época- en un barniz católico que buscaría captar la benevolencia de la censura.

 

Pero Carmen Laforet escribió siempre en clave autobiográfica, y sus libros reflejan sus propias inquietudes interiores. Leyó a Edith Stein y otros conversos, y tenía preferencia por los libros de  Santa Teresa de Jesús, especialmente Las Moradas. Fue amiga de escritoras como Elena Fortún, y con ella mantuvo una rica correspondencia que evidencia sus crisis interiores y su profundo anhelo de Dios. 


Laforet dedica el libro a la famosa tenista y escritora Lilí Alvarez, "mi madrina de confirmación", que también influyó mucho en su itinerario espiritual, provocando un proceso similar al de Paulina. Lilí llevó a Carmen Laforet a hacer ejercicios espirituales, como la protagonista de la novela. 


Hay pues algo más que un barniz religioso en este libro. Más bien refleja, en mi opinión, la alegría de una profunda experiencia espiritual, que le llevó al encuentro con Dios, y su deseo de contarla. Esa vivencia extraordinaria fue para Carmen Laforet una luz de esperanza en la noche oscura de su vida. 


Está bien tratado el ambiente y la mentalidad de la postguerra en España. Con esta obra Laforet obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1955.