miércoles, 19 de junio de 2019

Navarro-Valls, el Portavoz



Navarro-Valls, el Portavoz. 20 testimonios para la historia.
Ed Rialp





Cuando Joaquín Navarro-Valls, Presidente de la Asociación de la Prensa extranjera en Roma, recibió una inesperada invitación a comer de parte de Juan Pablo II, no era consciente de que su vida estaba a punto de dar un giro sorprendente. “¿Qué piensa usted del proyecto de reestructuración de la Oficina de prensa de la Santa Sede?” le preguntó el papa durante el almuerzo. “No hace falta una reestructuración, sino una revolución” fue su respuesta.

Juan Pablo II había oído hablar del buen hacer profesional de Navarro-Valls, y su invitación se debía menos al deseo de conocer la opinión de un prestigioso periodista que al deseo de conocerle personalmente. Quería contar con alguien que le ayudara a hacer llegar su mensaje con nitidez, sin filtros mediáticos, a la opinión pública y a todo el mundo católico.

Navarro-Valls no pudo negarse (“a un Papa no se le niega nada”), pero puso una condición, propia de un buen profesional de la comunicación: quería tener hilo directo con el jefe. Un portavoz necesita conocer el pensamiento y las motivaciones del número 1 de su organización, y máxime en una institución como la Iglesia que se supone debe regirse por el principio de transparencia y cercanía.

Su condición fue aceptada: tuvo acceso directo al Papa, y estuvo presente en muchas de las  conversaciones más delicadas del pontificado de Juan Pablo II: Ali-Agca, Fidel Castro, GorbachovNavarro-Valls gozó de la plena confianza de un Papa santo, y esa libertad, en perfecta sintonía con el papa, le permitió realizar una auténtica revolución de la comunicación, que creó escuela y aún perdura en la comunicación vaticana y de la Iglesia.





Este magnífico libro recoge los testimonios de 20 amigos de Joaquín Navarro-Valls, entre ellos muchos de reconocido prestigio profesional, como Alberto Michelini, directivo de la RAI; la secretaria de Estado noruega Janne Haaland Matlary; George Weigel, escritor y biógrafo de Juan Pablo II;  Valentina Alazraki, de Televisa… La calidad humana y profesional de los amigos dice ya mucho del temple del personaje.

Navarro Valls era psiquiatra, pero su pasión por la comunicación y la política internacional le llevó a estudiar también periodismo. Corresponsal de ABC en Roma desde 1977, sus colegas acreditados en Roma le eligieron como Presidente de la Asociación de Prensa Extranjera en Italia.

Sus colegas le ven como un profesional de primera clase, con coraje, que sabía “mantener la elegancia bajo presión”. Pero era también un hombre de fe, miembro del Opus Dei, con una fe “robustecida por haber trabajado con tres santos”, en expresión de Greg Burke refiriéndose a san Josemaría y al beato Álvaro del Portillo, con quienes también había colaborado, y al propio san Juan Pablo II.

                       Con san Josemaría 
                         Con el beato Álvaro del Portillo


Son muy sabrosas las anécdotas sobre la extraordinaria complicidad que se llegó a crear entre Navarro-Valls y Juan Pablo II, llena por otra parte de sencillez, lealtad y sentido del humor. De Juan Pablo II aseguraba Navarro-Valls que el secreto de su comunicación no se debía “sólo a su magnífica expresividad comunicativa, sino sobre todo a que decía la verdad. En Juan Pablo II se enlazaba a la perfección lo bello, lo bueno y lo verdadero. Comunicaba a Dios, hacía amable la virtud, hacía proposiciones que podían llenar una existencia. La fuerza de su comunicabilidad no estaba sólo ni principalmente en la voz bonita o en sus gestos expresivos.”

La sintonía y complicidad entre ambos se manifestaba también en la serena profundidad de las conversaciones que mantenían, por ejemplo durante algunos de sus paseos de descanso.  La facilidad con que se remontaban de lo cotidiano hacia los aspectos más íntimos y sobrenaturales de la presencia de Dios en el mundo.



“Santidad, ¿cuál es el aspecto de la fe que más le impresiona?”, le pregunta durante un paseo Navarro. “El misterio sobrecogedor de la misericordia infinita de Dios con los hombres”, contesta el papa sin pensarlo y mirándole a los ojos… El rasgo de Juan Pablo II que más deslumbraba a Navarro-Valls era su sentido sobrenatural, su vida íntima de relación con Dios: “rezaba como si no hubiera otra cosa en la tierra.”




Norberto González Gaetano, Vicerrector de Comunicación de la Universidad de la Sancta Croce de Roma, cuenta la última charla que dirigió Navarro a 15 profesionales, sobre el Amor a la verdad. Contó la respuesta inmediata que le dio san Juan Pablo II a su pregunta sobre la frase que “rescataría” del Evangelio: “la Verdad os hará libres”. Y Navarro añadió a los asistentes a su charla: “Pero la Verdad es una Persona, no una idea. Y nuestra verdad es también personal: lo que somos ante Dios.

En su emotivo relato, el periodista de la RAI Alberto Michelini cuenta que el trato con Navarro-Valls le cambió la vida: le hizo descubrir el espíritu de santificación del trabajo profesional. A Michelini le sorprendía la sintonía perfecta con Juan Pablo II, que permitía al portavoz asumir y transmitir diáfano el mensaje del Papa. Un papa que hablaba también mediante signos, que con frecuencia expresan mejor que las palabras el lenguaje de lo inefable. Juan Pablo II ponía los gestos y el mensaje, y su portavoz les daba cauce, encontraba el momento y el enfoque adecuados para que esa voz fuera escuchada en el mundo. 




Luigi Antolli, periodista de La Republica, asegura que los resultados del trabajo de Navarro aportaron un “retorno de imagen”, en beneficio de la figura del papa y del Vaticano. Convirtió una tradicional “dirección de oficina de prensa” en portavocía de amplio campo, conquistando una libertad de iniciativa desconocida para sus predecesores.

Juan Pablo II apreció su profesionalidad y su estilo nada clerical. Junto a un encanto personal enorme -simpático el comentario que hace al respecto Valentina Alzraki- el secreto de su buena comunicación era un trabajo intenso y sistemático, la valentía y magnanimidad con que se enfrentaba a los problemas de fondo, y su rebeldía institucional para superar las barreras de la burocracia frente a la innovación.



Logró también conectar al papa con los obispos, venciendo la resistencia de la Secretaría de Estado que veía invadida su prerrogativa de canal único con Roma. La iniciativa del VIS -Servicio diario de Información Vaticana, que se emitía puntualmente a las 12:00 cada día y llegaba en directo a obispos y medios católicos de todo el mundo- fue una eficacísima arma de comunicación ideaba por Navarro-Valls para que los obispos no tuvieran que enterarse de las noticias de Roma a través de medios y agencias de noticias que frecuentemente tergiversaban u ocultaban las verdaderas palabras del Papa. La Secretaría de Estado le negó financiación para este proyecto. Pero Navarro no se frenó, y buscó personalmente ayuda de empresarios de todo el mundo.

Respecto a los corresponsales, Navarro sabía que el verdadero patrimonio de un portavoz es la autoridad. Tiene que convertirse en fuente con la mejor información. Si eso no ocurre, los periodistas buscan por su cuenta, y la institución no tiene voz única, sino muchas voces discordantes. De hecho es lo que pasaba en el Vaticano: cada periodista tenía sus fuentes reservadas, que les filtran todo tipo de rumores sin confirmar.




Ezio Mauro, editor jefe de La Republica y antes de la Stampa, dice de él que su alma de periodista le llevaba a comprender instintivamente lo que estaba bien y lo que no en la profesión, “incluso cuando cambió de bando y se convirtió en el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, y en vez de hacer preguntas tenía que dar respuestas.” Aporta un lúcido comentario de Navarro sobre los papas que conoció de cerca: “Juan Pablo II era el alma; Benedicto XVI, la razón; Francisco, el corazón.”  Y otro sabroso comentario de Benedicto, cuando Navarro le advirtió sobre imágenes y videos, diciéndole que en el mundo en que vivimos una imagen vale más que mil palabras, Benedicto respondió. “Entonces debemos rezar para que llegue un momento en el que una idea valga más que mil imágenes.” Es una oración que no olvido, comentó Navarro.

Enzio Marchione, Presidente de Ferrari, le describe como ejemplo de mente abierta y modernidad extrema en su forma de ver y de pensar. Estaba convencido de que en el mundo ni hay ni puede haber fronteras. Y por eso impulsó la exportación de los valores de la Universidad de la Santa Cruz, como la humanización de la Medicina o el desarrollo de la innovación periodística puesta al servicio de la comunicación institucional de la Iglesia.


  


Navarro Valls acompañó a san Juan Pablo II en más de 100 viajes por todo el mundo, a 128 países. Atendió a los 400 periodistas acreditados en Roma, y a miles que acudían con motivo de los grandes eventos. Más allá de su papel de comunicador, Juan Pablo II le encomendó misiones diplomáticas especiales, como las conversaciones con Fidel Castro para aclarar las condiciones del histórico viaje del papa a Cuba, o la representación del Vaticano en varias cumbres mundiales de la ONU en las que su papel fue valiente y determinante.

Lo cuenta con precisión Janne Halland. Supo enfrentarse a Al Gore, Vicepresidente de los Estados Unidos, que con engaños trataba de imponer la mal llamada “salud reproductiva”, que no era otra cosa que el control de natalidad y el aborto en países emergentes, como fórmula de protección de las sociedades opulentas. La delegación vaticana tuvo que librar batallas en solitario para oponerse al nuevo orden mundial que intentaba imponer la ONU, que pretendía difuminar el concepto de familia y redefinir el de derechos humanos, como forma de imponer, entre otros males, el aborto.


El poder del papa no es político, sino moral. Haaland hace un interesante comentario en el que llama la atención sobre la fácil amabilidad con la que muchos cristianos sucumben a la tentación de rendirse a los poderosos, que omiten defender la fe y guardan silencio por cobardía. Se necesita coraje y valentía para luchar con lo que está mal, y apoyar lo que es verdad. Es lo que hizo Navarro-Valls.

Yago de laCierva, que fue redactor jefe del VIS, encabeza su testimonio con el significativo título de “Jefe y mentor”. Hay tres ideas, dice, que resaltan en lo que aprendió de Navarro:

1) comunicación no es evangelización. Es en todo caso su avanzadilla. Las argumentaciones del portavoz de una institución eclesial, que se pone en relación con la sociedad en general, no pueden basarse en el Catecismo. Deben participar en la dialéctica de la opinión pública tal y como es, siguiendo las reglas de todas las instituciones en plano de igualdad. Sólo así se le aceptará como una institución legítima y creíble.
2) no hay que tener miedo a presentar el mensaje de modo inequívoco, no callarse al explicar los puntos de fe o de moral cristianos que pueden no ser aceptados por ciertos sectores sociales: si hay críticas, son la confirmación de que el mensaje llegó.
3) hay que llevar la iniciativa. Ese era el motivo de tantos viajes y eventos organizados por el Papa: son ocasiones para lanzar mensajes sin esperar a ser interpelados.




Daniela Petroff, de Time y Asociated Press, cuenta que sabía aconsejar como médico. Tiene grabado su estimulante consejo, cuando se encontraba desolada por haber  perdido una hija en el atentado terrorista de Fiumicino: “Recuerda que todo esto es parte de tu autobiografía.”


Todos los testimonios destacan, junto a su profesionalidad, rasgos de una rica personalidad como la independencia, la valentía y la lealtad. Rasgos todos ellos muy unidos a otro esencial: su nulo deseo de hacer carrera en la curia. Cuando tras 22 años dejó su puesto de portavoz por voluntad propia, durante el pontificado de Benedicto XVI, eludió aceptar cualquier cargo en la Santa Sede. Yago de la Cierva  aporta también otro dato relevante: no quiso editar sus memorias porque no quería hablar mal de nadie.

Janne Haland resalta también su discreción, su deseo de no llamar la atención y pasar desapercibido. Manifestado en detalles como que no quiso que se supiera de su enfermedad, pues era consciente de que atraería el interés del periodismo católico. Rehuía todo protagonismo. Era “un soldado de Cristo, un hombre en misión, ocupado en hacer el bien trabajando bien.” Puso su profesión al servicio del papa y del bien común, sin encerrarse en una ambiente cómodo, y sin caer en la ingenuidad ante las malas intenciones y el juego sucio de otros.

Muy interesantes las ideas entorno a la importancia de la benevolencia en el mundo. El título de su última conferencia -¿Puede la benevolencia cambiar el mundo?- habla de la magnanimidad de su vida. Navarro no se conformaba con hacer algunas cosas buenas. Apuntaba a mejorar el mundo, como debe hacer todo hombre de bien, todo cristiano.

Con motivo del 25 aniversario del pontificado de Juan Pablo II, fue invitado a pronunciar una conferencia en la embajada de Italia. Describió  el cuarto de siglo de Wojtyla como un “enorme psicoanálisis colectivo de nuestro tiempo, en busca de un Dios removido y enterrado en el inconsciente de la modernidad. Porque si la verdad está dentro de mí, debe explotar tarde o temprano. No puedo rechazarla. De lo contrario, me rechazaría a mí mismo.”





        Un libro de lectura amena y reconfortante, que al paso ayuda a conocer mejor una etapa muy determinante del pontificado romano y aporta luces novedosas sobre el papel de la comunicación institucional  en la Iglesia. 



viernes, 14 de junio de 2019

Transformar el mundo




Transformar el mundo desde dentro
Mariano Fazio. Ed. Palabra

En este ensayo sencillo y directo, Mariano Fazio analiza las claves de la cultura y el pensamiento contemporáneo, y propone -en sintonía con el Evangelio y el magisterio reciente de los papas- los medios a su juicio necesarios para que los fieles corrientes cumplan su misión de santificar el mundo en el que viven.

La llamada universal a la santidad, predicada por el fundador del Opus Dei desde 1928, es uno de los frutos más valiosos del Concilio Vaticano II, como afirmó Pablo VI. En el documento Gaudium et Spes se lee: “Todos los fieles cristianos de cualquier condición y estado, son llamados por el Señor a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre.”

Esta doctrina ha estado siempre en la Sagrada Escritura y en el Magisterio, pero había sido olvidada, o al menos no bien comprendida en la práctica. Durante siglos pareció que la aspiración a la santidad se reservaba a personas especiales, que deberían apartarse del mundo si querían lograr su propósito. Hubo excepciones, pero eran eso: excepciones.

Fue necesario que el 2 de octubre de 1928 Dios concediera una luz especial a un joven sacerdote, Josemaría Escrivá, para que comprendiera en toda su inmensa dimensión las consecuencias para el mundo de que todos los fieles supieran que Dios los quiere santos.

Si los cristianos viviéramos de veras conforme a nuestra fe, se produciría la más grande revolución de todos los tiempos... ¡La eficacia de la corredención depende también de cada uno de nosotros! –Medítalo.” (Surco, 945)

Junto a esa luz, Dios dio un encargo a ese joven sacerdote: fundar el Opus Dei para difundir el mensaje: “A cada uno llama a la santidad, de cada uno pide amor: jóvenes y ancianos, solteros y casados, sanos y enfermos, cultos e ignorantes, trabajen donde trabajen, estén donde estén.




  
El papa Francisco dedica su reciente exhortación Gaudeteet exultate precisamente a recordar ese “llamado a la santidad”, presente en la Sagrada Escritura desde las primeras páginas: “Así se lo proponía el Señor a Abraham: Camina en mi presencia y sé perfecto.”

Ese caminar con perfección en la vida corriente plantea interrogantes a un cristiano inmerso en un mundo de aguas turbulentas, en el que debe ser luz, y en el que ha de trabajar día a día en la construcción  de un orden social más justo.

Mariano Fazio describe con precisión y de manera sintética los principales retos que plantean las corrientes de pensamiento actuales, y apunta consecuencias operativas para cualquier cristiano que quiera ser coherente con su vocación.

Para un laico, construir la ciudad temporal es precisamente el camino para el cielo. No contempla el mundo con indiferencia, ni desde lejos. Es su mundo, y su aspiración mientras trabaja o se ocupa en cualquier tarea es mejorarlo. Cuida del mundo porque le ha sido entregado en herencia por el Creador.


Amar al mundo

La primera condición para santificar el mundo, señala Fazio,  es amarlo. ¿Cómo no amarlo, si ha salido de las manos de Dios, y nos lo ha dejado en herencia para que lo cuidemos? Y amarlo significa:

  -una mirada esperanzada sobre personas y acontecimientos; esa esperanza es realismo, porque procede de la convicción de que hay mucha gente buena, aunque también abunde la cizaña. Lo importante no es la estadística, sino cada persona, con toda su capacidad de hacer el bien y su condición de hijo de Dios. 
Esa esperanza es además necesaria para quien desee cambiar el mundo. Nadie sigue a pájaros de mal agüero, que presagian calamidades. Ver el lado bueno de las cosas. “La botella está medio llena”. Ser positivos, que es distinto de ser ingenuos. “Si algo puede salir bien, saldrá bien.”

-amar el mundo significa tener una mirada de comprensión y misericordia para todos,  que no impide corregir con dulzura cuando sea oportuno;

-significa también actuar sin derrotismos, como un padre ama a su hijo, con cariño y paciencia. Ningún padre tira la toalla ante los defectos de sus hijos;

-que nadie nos sea indiferente;

-trabajar para construir la sociedad; participación en la vida social.






Conocer el mundo

Para amar hay que conocer: la cultura dominante, sus efectos en las personas, los síntomas de posibles enfermedades. Conocer para diagnosticar acertadamente  y poder atajar la enfermedad. 

Mariano Fazio observa estos cuatro síntomas en la sociedad actual:

    1) tristeza, egoísmo, vidas aisladas de los demás y de Dios, comodidad y avaricia, ausencia de Dios… Individualismo.
       2)   esperanzas puestas en placeres superficiales: el fin de semana, un deporte, rehuir el sacrificio… Hedonismo, que termina haciendo de la vida un aburrimiento.
     3)  negación de la verdad, o de que podamos alcanzarla; sólo hay opiniones, quien pretenda tener la verdad se convierte en sospechoso. Pero si no hay verdad, lo que prevalece es mi interés, mi placer, y todo vale: Relativismo

Dice el Papa Francisco: “Si no hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los propios proyectos y de las necesidades inmediatas, ¿qué límites pueden tener la trata de seres humanos, la criminalidad organizada, el narcotráfico, el comercio de diamantes ensangrentados y de pieles de animales en vías de extinción?” (Laudato Si)

   4) hambre, desempleo, marginación, migraciones y refugiados, trata de personas, pobreza espiritual, discriminación y descarte de los más débiles y de las familias, persecución de creyentes (con muerte física, o  social en sociedades ateas) El cristiano no puede contemplar todo ese sufrimiento con indiferencia: son Emergencias sociales. Ha de involucrarse, como el Buen Samaritano, que no se conformó con sentir compasión, sino que actuó, y al actuar a favor del prójimo encontró su plenitud: “El hombre no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás” (Gaudium et Spes, 24). Hay que releer el capítulo 25 de san Mateo, porque ahí esta todo, dice el papa Francisco.


Medicinas necesarias

Hecho el diagnóstico, Fazio apunta medicinas para atajar la enfermedad:

            1.   Vida interior: se trata de que el amor y la libertad de Cristo presidan la vida social (Surco 302) y eso no es una tarea humana, requiere la acción de la gracia, la identificación con Cristo por la oración y los Sacramentos. Además, si no hay vida interior nos arrastrará el ambiente: “Un cristiano sin oración es hoy un cristiano con riesgo” (san Juan Pablo II) Convencimiento de que el Bien es más poderoso que el mal. Cizaña habrá siempre, y no debe ser motivo de escándalo ni de freno: también la encontró Jesús.

           2.  Formación, conocimiento de la doctrina que se desprende del Evangelio. El Cardenal Newman, que pronto será canonizado,  decía que hacían falta: “hombres que conocen su propia religión y la profundizan, que son conscientes de quienes son, que saben lo que poseen y lo que no, que conocen tan bien su fe que pueden explicarla; que conocen tan bien su historia que pueden defenderla.”

Hoy, además, hemos de ayudar a descubrir el orden moral natural. Tres corrientes ideológicas intentan vaciarlo de contenido, y niegan que exista una naturaleza humana:

-Ideología de género: niega la diferencia y la reciprocidad natural del hombre y la mujer;
-Transhumanismo: afirma que la tecnología nos permitirá evolucionar hacia una condición humana distinta, superior, y para lograrlo no existen límites éticos porque no existe una naturaleza humana que tengamos que respetar;
-Biocentrismo: dice que no hay diferencia entre el hombre y los demás elementos del ecosistema, que además precisa ser liberado de un exceso de seres humanos: hay que eliminar a ancianos, débiles, enfermos…

La formación requiere estudio, para profundizar con bases cristianas sólidas en cuestiones antropológicas tan profundas como la sexualidad, la afectividad, el uso responsable de la tecnología, la ecología y cuidado de la naturaleza.

        3.   Unidad de vida, coherencia entre fe y obras. “¿De qué sirve que alguien diga que tiene fe, si no tiene obras?” (St 2, 14-26)

Kierkegaard fustigó a la sociedad danesa de su tiempo, oficialmente luterana, que los domingos llenaba el templo y al día siguiente vivía como pagana. “Dios aprecia infinitamente más que tú -para llegar un día a ser cristiano- confieses explícitamente que no lo eres o que no lo quieres ser, que aquella repugnante forma de honrar a Dios, que lo considera un estúpido.” Una fe así estaba destinada a desaparecer, y hoy Dinamarca es un desierto espiritual.

Nietzsche: daba en la diana al afirmar que “No puedo creer en el Salvador si no veo rostros de gente salvada”, esto es: alegres, esperanzados, que viven como hijos de Dios: leales, responsables, comprensivos, justos, serviciales, amigables, generosos, que cumplen sus deberes y exigen sus derechos sin soberbia, con sencillez y firmeza… Es la coherencia de vida, que esperan ver todos en el cristiano.

¡Qué daño, afirma Fazio, el escándalo de católicos condenados por corrupción en tribunales justos (interesante precisión); o frívolos, o que no respetan las normas de tráfico, indiferentes ante las injusticias…! ¿Cómo van a animar a construir una sociedad cristiana?

            4.   Prestigio social para influir. Desear influir no es falta de humildad. Es poner al servicio de los demás los dones que Dios nos ha dado. La fe ilumina y da sentido a nuestra vida. Esa luz no es para ponerla debajo de la cama, sino en lo alto para que ilumine a todos. “Brille así vuestra luz ante los hombres…” (Mateo 5, 16)


                           


SanJosemaría explicaba que el cristiano ha de poner a Cristo en la cumbre de las actividades humanas, para que Cristo atraiga y sane a todos. Entendió ese nuevo sentido en estas palabras de Jesús: “Cuando Yo sea levantado en alto, todo lo atraeré a Mí”. Con nuestro buen hacer en el trabajo le ponemos en lo alto, y al mirarlo sanarán todos, como sanaban los israelitas mordidos por serpientes venenosas cuando miraban la serpiente de bronce que alzaba Moisés.

Llegar a personas que influyen. Hay personas que, por su buen hacer, ejercen un liderazgo moral capaz influir en la conducta de cientos de miles de personas. (Reciente respuesta llena de sentido común del tenista Rafa Nadal a una pregunta sobre feminismo: su opinión pesa, y la pone al servicio del bien común.) Deportistas, artistas, creadores, cualquier buen profesional con prestigio en lo suyo es una persona que influye. No es elitismo, sino una prioridad para el buen ordenamiento social.


             



1850, Inglaterra. La Iglesia católica restablece la jerarquía, y los anglicanos protestan. El cardenal Newman organiza en Birminghan conferencias para orientar y animar a los católicos. Les urge a ser ejemplares en su ambiente: “Lo definitivo es la opinión local, lo que el carnicero, el peluquero… opine de su vecino católico. La opinión local es sobre hechos, no sobre ideas, sobre personas de carne y hueso a las que se ve todos los días. Hay que hacerse ver, darse a conocer, porque la victoria está en ese conocimiento…”

“Si os dejáis tratar, arrastraréis” (san Josemaría). Cada uno en su sitio puede adquirir prestigio: como padre, compañero de trabajo, buen vecino, amigo leal…

Gilson en Francia, ante leyes educativas laicistas, que trataban de ahogar la libre elección: “La mejor receta del éxito para la enseñanza libre es la de ser competentes…”

          5.   Estilo evangélico: ¿cómo actuaría Jesús?

        a)   Si hay exceso de  individualismo, hacer de la propia vida un don, un servicio entregado. Como Jesucristo, que manifiesta quién es el hombre al propio hombre: su Vida es un don, una entrega. Dar con alegría, sonreír, servir con el trabajo;
     b)   Si abunda el  hedonismo, vivir con austeridad, desprendimiento, templanza. No se trata de tener más, sino de ser más. Sencillez, cuidado de lo que usamos, limpieza en el vestir. Pureza, respeto por las personas, sin instrumentalizarlas. No banalizar el sexo, que es un don de Dios. Fomentar la actitud del que sabe que la persona se realiza en el don sincero de sí.
       c)   Si hay demasiado  relativismo, aprender a distinguir entre opiniones legítimas y verdades objetivas; fomentar la cultura de diálogo, escucha, respeto y amistad con los que piensan diferente. Adquirir convicciones fuertes acerca de verdades morales, y defenderlas con valentía,sin respetos humanos y con respeto a las personas. Presentar con transparencia nuestras opiniones morales (como hacen otros con las suyas) y hacer valer el argumento de la “no discriminación” y el derecho humano a la libertad de expresión. Argumentar bien, con respeto y una sonrisa, sin ataques personales, tendiendo puentes.

En definitiva, el cristiano debe buscar parecerse a Jesús hasta identificarse con él. Es así como podrá afrontar con optimismo y sin desánimos la grandiosa tarea que le ha sido confiada: transformar el mundo desde dentro. Una tarea muy superior a sus fuerzas, pero en la que Dios está empeñado. 

Ver también del mismo autor: Historia de las ideas contemporáneas. 


domingo, 9 de junio de 2019

Sólo la ternura transformará el mundo





El Papa de la Ternura.  Eva Fernández. Ed. Planeta

Eva Fernández, corresponsal de la cadena COPE en Italia y el Vaticano, ha estado en Valencia para presentar su primer libro: El Papa de la ternura. Eva mantuvo también un sabroso encuentro con periodistas de diversos medios en la sede de la oficina de comunicación del Opus Dei en Valencia.





Estando entre profesionales de la comunicación no podía faltar una ojeada a los entresijos de la Sala Stampa, a las recientes dimisiones de portavoces, o a la azarosa vida de los corresponsales que acompañan al Santo Padre en sus extenuantes viajes por el mundo. ¿Cómo detectar lo sustancial y realmente noticiable?




Hay que estar en forma para ser corresponsal vaticano, una especie cuyo deporte  “consiste en dormir poco y correr mucho…” No menos extenuante es la tarea de asimilar todo lo que Papa dice y escribe. Eva, que estrenó la corresponsalía de COPE en sustitución de Paloma García Ovejero, nombrada viceportavoz del Papa, confiesa que tuvo que realizar “un verdadero master acelerado en formación” para conocer de primera mano el extenso magisterio del Papa. Y valió la pena.


El reto de la oficina de prensa vaticana es hacer llegar sin deformaciones  el mensaje del Papa y la información del Vaticano. El corresponsal trata de captar lo esencial, indaga donde intuye algo desconocido e interesante para su público, criba pacientemente entre la maraña de textos y noticias, y procura no sucumbir a la tentación de inventar primicias a costa de retorcer la realidad. No busca notoriedad sino informar bien al público.





Y luego está el medio, que no siempre está dispuesto a que una buena crónica contradiga “la línea editorial”. Entonces vienen las modificaciones de titulares, el silencio sobre los párrafos esenciales, la tergiversación. La crisis de credibilidad que atraviesa el periodismo se debe a la aceptación acrítica de ese tipo de retorcimientos.

Un caso práctico: un comentario informal del Papa en clave de humor a varios periodistas puede convertirse en una falsedad viral: “El Papa ha dicho que no vendrá a España hasta que haya paz.” Falso. Fue una frase simpática ante la avalancha de corresponsales que pugnaban por darle mil razones por las que debería venir pronto a España. “Iré cuando ustedes se pongan de acuerdo…” dijo en tono divertido, escabulléndose ante el barullo en el pasillo del avión papal.



  

El Papa de la ternura ha captado con sencillez y maestría un rasgo esencial en el magisterio de Francisco: la humanidad está necesitada de ternura. Sólo la ternura hará mejor el mundo. Es con ternura como Dios nos ha creado y nos sostiene en la existencia. A pesar de nuestras reiteradas maldades -Dios respeta nuestra libertad- nuestra “marca de fábrica” sigue siendo la ternura: estamos hechos para cuidar a las personas y a las cosas. Y esto no es cursilería: hace falta ser fuerte y valiente para dar ternura.

Lo que rompe el plan de Dios, el orden de la creación y nuestra propia felicidad es el egocentrismo. Hay que superar esa “cardioesclerosis” que nos vuelve insensibles al dolor y necesidades de los demás. Lo que hace Francisco es mostrarnos cómo remediar esa patología. Nos da ejemplos sencillos y valientes. Donde alguien sufre psíquica o físicamente, allí está Francisco acompañando. Eva Fernández recoge una infinidad de estos gestos del papa, y nos cuenta la historia que hay detrás de ellos.


                       foto Vatican Media

Ante el drama de los refugiados e inmigrantes, Francisco resume nuestra misión con cuatro verbos: acoger, proteger, promover, integrar. Son expresión de ternura, valiente y fuertemente ejercida durante siglos por millares y millares de cristianos y que ahora son especialmente necesarios para que muchos recuperen la esperanza. Como un niño conoce a sus padres por la ternura, por las caricias, por la voz… así conocerán tantos el verdadero rostro de Dios, mediante gestos de ternura. Y actuando con ternura nos reconoceremos a nosotros mismos.

Eva es filóloga y tiene una larga experiencia radiofónica. Es también una mujer con exquisita sensibilidad, presta a agradecer cualquier pequeño detalle que se tenga con ella. "Es una mujer tierna", como la describe Sergio Peláez. Esas cualidades le permiten sintonizar con los gestos del Papa, entender el porqué, contarlo con perfección radiofónica. Y logra además que el relato nos interpele.


Una niña encantadora con síndrome Down que abraza al papa y corretea junto a él durante una audiencia; una joven africana, a la que la mafia ha traído engañada a Europa para obligarla a prostituirse, que lanza al papa una dura pregunta; un rescatador de refugiados en altamar, que entrega al Papa el chaleco salvavidas de una niña a la que no llegó a rescatar a tiempo… El libro nos muestra quién es cada una de esas personas, su antes, durante y después de ese encuentro con el Papa.




Porque cada persona que sufre es sobre todo una persona con una historia. Eva Fernández nos aporta las coordenadas necesarias para que captemos el alcance de lo que el Papa hace y dice. Habíamos visto imágenes y leído algún titular, pero nos faltaba el contexto y nos habíamos perdido el meollo. Y entendemos porqué cada gesto de Francisco es una encíclica. “Sus gestos son encíclicas que no se leen, se tocan.”  

                         foto Alfa y Omega

Gestos del Papa como el de presentarse de improviso en Lampedusa o en Lesbos, y hacer resonar en todo el mundo la vergüenza de una Europa fría e indiferente ante la crisis humanitaria de los refugiados. ¿Acaso no son personas, con derecho a la esperanza? 


                       foto Alfa y Omega

Gestos como abrazar y acariciar las llagas a Vinicio Riva, (“El Papa no sabía que no eran contagiosas”) una persona deformada por una rara enfermedad, y al que ese abrazo del Papa le devuelve la dignidad, medio perdida por años de verse rechazado como leproso.  La misma dignidad que hace sentir a los reclusos en tantas cárceles visitadas: “¡Reclusión no es lo mismo que exclusión!”

                      foto ANSA (Claudio Peri)


O nos enteramos del papel clave de una española de 93 años en la definitiva supresión en el Catecismo de cualquier referencia legitimadora a la pena de muerte: “Matar a un homicida es multiplicar sin fin el homicidio.”

Las personas que sufren son un imán para el papa.” El exportavoz Greg Burke nos dice en el prólogo que Eva “describe momentos en que brilla la hermosa batalla del papa contra la cultura del descarte, las reacciones más allá de lo humano que provoca su maravillosa revolución de la ternura.”

Francisco ha agradecido el libro con una carta que la autora publica como preludio. Una carta con una bonita historia, que refleja lo cercano que puede llegar a ser este Papa. Precioso también el diálogo telefónico en torno al cuadro de Caravaggio “La vocación de san Mateo”, ante el que Francisco reza con frecuencia. “Yo también sentí con fuerza la voz de Jesús en mi corazón.”




Eva Fernández logra que nos llegue en vivo el mensaje. Y uno se queda frente a la pregunta personal:  yo, ¿cómo trato a los más desamparados y desfavorecidos? ¿Miro a los ojos, como persona, al sin techo, sucio porque no tiene dónde asearse? ¿A la drogadicta desfigurada, que me sale al paso balbuceando una petición? Tantas veces lo único que reclaman es una mirada de afecto y respeto que les devuelva su dignidad. Y eso está al alcance de todos.

                       foto Vatican Media


La ternura debería estar presente también en el lenguaje de los medios. “La verdadera comunicación se realiza con una persona, no con adjetivos”. Si queremos humanizar la sociedad, debemos humanizar los medios y las redes, desterrar de ellos cuanto suponga odio, amenaza, insulto, exclusión, rechazo. ¿Por qué no convivir en paz aunque pensemos diferente, si nos respetamos?

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Podría parecer que el Papa habla solo con gestos. Pero hay que leer a Francisco en directo -afirma Eva Fernández- sin intermediarios, para darse cuenta de la riqueza de su magisterio, en perfecta continuidad con sus antecesores. Como en todas las cosas serias, no hay que conformarse con los titulares de los medios, tantas veces parciales o directamente falsos. Hay que acudir a las fuentes originales y leer con calma. Eva Fernández aporta una buena selección de textos.

“Si Dios es ternura infinita, también el hombre, creado a su imagen, es capaz de ternura. La ternura entonces lejos de reducirse al sentimentalismo, es el primer paso para superar el replegarse en uno mismo, para salir del egocentrismo que desfigura la libertad humana. La ternura de Dios nos lleva a entender que el amor es el significado de la vida, que la raíz de nuestra libertad nunca es autorreferencial. Y nos sentimos llamados a derramar en el mundo el amor recibido del Señor…”




“Ternura es el amor que se hace cercano y concreto. Es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos. La ternura es usar los ojos para ver al otro, usar los oídos para escuchar al otro, para oír el grito de los pequeños, de los pobres, de los que temen el futuro; escuchar también el grito silencioso de nuestra casa común, la tierra contaminada y enferma. Consiste en utilizar las manos y el corazón para acariciar al otro. Para cuidarlo…” Este no es un camino para blandengues, ni un camino ñoño. Es el camino que recorren los hombres y las mujeres más valientes y más fuertes…

Y esto tiene un profundo sentido sobrenatural, porque “ternura es abajarse al nivel del otro. También Dios se abajó en Jesús para ponerse a nuestro nivel. Este es el camino seguido por el buen samaritano. Este es el camino seguido por Jesús, que se abajó, que atravesó toda la vida del ser humano con el lenguaje concreto del amor.”

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Muy interesante también cuanto se refiere al esfuerzo ecuménico, en continuidad con los anteriores pontífices, para lograr la unidad de las iglesias cristianas, y de todos los hombres de buena voluntad, sea cual sea su religión o sus ideas: un camino que es el del encuentro y la amistad, por delante de las diferencias teológicas. Es preciso “contar la historia sin rastros de ese rencor por las heridas sufridas, que deforma la visión que tenemos unos de otros.” Tiempo y paciencia, es el secreto de la amistad, capaz de limar asperezas para construir juntos el presente y el futuro.





Francisco no trabaja a la defensiva. No juzga ni condena a quienes le critican. Pero no pierde el tiempo respondiendo a las críticas. Sabe que un pontificado es corto y es necesario avanzar. Se escandalizan algunos porque da prioridad a los más alejados, a quienes están en las periferias existenciales. Su gesto de conceder una entrevista a una cadena de televisión que habitualmente sesga la información sobre la Iglesia, pasando por encima de otras más objetivas y ponderadas, puede ser un fallo en la gestión de la  comunicación. Pero quizá es antes que nada una muestra del aprecio del Papa por las periferias, por la oveja perdida que hay que acudir a rescatar. Es el espíritu que mueve al padre del hijo pródigo, al buen samaritano que cura y cuida a un desconocido, a Jesucristo, que siendo nosotros pecadores no deja de tratarnos con paciencia y ternura.

Un buen resumen del libro es el que da en el prólogo Greg Burke: Dios te perdona. Con dos corolarios: 1) Dios te ama más que un padre y una madre a sus hijos, y 2) comparte el amor, muestra ternura a tu alrededor, mira a los ojos, toca las manos a las que das la limosna de tu servicio y atención. “No tengáis miedo a la ternura.”