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martes, 31 de octubre de 2023

Mis años con Juan Pablo II. Joaquín Navarro-Valls




    Este libro de recuerdos constituye una mirada privilegiada al trabajo de comunicación en el interior de la Santa Sede en los intensos años en que al timón de la nave de Pedro el Espíritu Santo colocó a san Juan Pablo II. Son años en los que el prestigio del papado ante los líderes mundiales alcanzó cotas insospechadas.

    Navarro-Valls, médico y periodista español, corresponsal del diario ABC ante la Santa Sede y Presidente de la Asociación Internacional de Periodistas acreditados en Roma, fue llamado por el Papa a dirigir la comunicación de la Iglesia al inicio de su pontificado. Navarro puso una condición: acceso directo al Papa. Sólo la línea directa con la cabeza permite al director de comunicación o Portavoz cumplir con su misión de informar. 

    Navarro solía tomar breves notas al final de sus agotadoras jornada: impresiones acerca de los acontecimientos del día, actitudes y comentarios inspiradores del Papa que le impactan, dilemas a los que se enfrenta para resolver crisis informativas, interferencias de otros organismos con la Sala Stampa, su visión personal acerca de personalidades o de conflictos internacionales… Son muy entrañables sus anotaciones durante las jornadas alpinas de descanso junto al Papa: chispeantes, familiares, llenas de buen humor y de sentido de lo eterno. Visto desde ahora, hay que agradecer a Navarro-Valls cuanto hizo por asegurar ese necesario descanso del Papa.

    No estamos propiamente ante un diario, pues el intenso trabajo no siempre le permitía escribir cada día, especialmente durante los agotadores viajes por el mundo acompañando al Papa y atendiendo a los periodistas. Pero estos apuntes personales son tan sustanciosos que permiten presenciar en primera fila aquella vida junto al gran Juan Pablo II, y aprender a tener una mirada más católica, más universal, sobre el devenir de la Iglesia y del mundo. 

    Se percibe la contenida emoción de Navarro-Valls ante la evidencia de trabajar junto a un Papa santo, dotado además de una extraordinaria personalidad y enorme capacidad de comunicación. Resalta también la profesionalidad de un buen periodista y director de comunicación, plenamente identificado con su misión junto al jefe, en esa singular empresa que es la Iglesia: una empresa que no se rige por criterios meramente humanos, pero que necesita apoyarse en instrumentos idóneos que conocen y dominan su oficio. De ambas dimensiones era bien consciente Navarro, formado junto a san Josemaría en la espiritualidad del Opus Dei, que enseña a amar al Papa y a santificarse a través del trabajo profesional.

    Navarro-Valls, entregado sin reservas a su trabajo profesional al servicio de la Iglesia y del Papa, sabe quedar en segundo plano, dando todo el protagonismo a la figura tan entrañablemente humana y cercana de Karol Wojtyla, en quien sin duda percibe ya la santidad pronto reconocida por la Iglesia. Se percibe también la notable sintonía humana entre ambos, cada uno consciente de su misión.

    Con sencillez, Navarro habla de sus aciertos y errores informativos, que de ambas experiencias se puede aprender. Y con elegancia –un rasgo suyo que resaltan cuantos le conocieron- señala también las no pocas dificultades internas y externas que tuvo que sortear para cumplir su misión de informar con transparencia.  Empleó su ingenio y capacidad de iniciativa para implantar una comunicación proactiva, que marca su propia agenda, en lugar de  limitarse a actitudes defensivas que acaban por ensombrecer el rostro de la Iglesia ante la opinión pública.  

    Con esas armas –profesionalidad, don de gentes, conciencia de la dimensión sobrehumana de la Iglesia y del Papado, y notable coraje- contribuyó a que  llegara con nitidez a la opinión pública internacional el firme magisterio de san Juan Pablo II,  y una imagen más auténtica de la Iglesia. 

    Anoto algunas ideas que he seleccionado del texto:


Libertad

    Juan Pablo II explica que Dios ha decidido aceptar el pecado del hombre antes que privarle de la libertad. Y con su libertad el hombre puede hacer el bien o el mal. Puede pecar. Todo proyecto humano debe reconocer esa libertad original del hombre y orientar su esfuerzo en ese sentido. Por eso el materialismo histórico no se puede considerar como un proyecto humano de liberación. Una frase de la encíclica Dominum et vivificantem sentó muy mal en el mundo comunista, pero es verdadera:“el materialismo científico está ligado al pecado contra el espíritu.”   

    Para Juan Pablo II hay dos demonios, el de Oriente y el de Occidente; o mejor dicho, un demonio con dos caras. El de Oriente, brutal y sanguinario, intenta arrancar de cuajo la idea de Dios en el alma del hombre. El de Occidente es más sutil y menos brutal quizá, pero tiene gran poder de seducción.

    Casaroli; Secretario de Estado del Vaticano, prefería no enfrentarse a las autoridades comunistas checoeslovacas, que prohibieron a los obispos checos acudir a Roma en visita ad limina. Juan Pablo II en cambio era partidario de decir la verdad, sin ocultarla, aunque molestara. “El sucesor de Pedro no puede mirar con indiferencia una situación como esa, porque le ha sido confiada la solicitud por la Iglesia universal: tiene voz para defender a los que no la tienen, no está dispuesto a callar.”

    Para Juan Pablo II, el liberacionismo de raíz marxista es una solución injusta a una situación injusta. En estos momentos, decía, hay una esclavitud doble: por culpa de los sistemas marxista y capitalista; hay muchos esclavos del capitalismo, y la confrontación de los dos bloques esclaviza también a miles de hombres. 

    Memorandum sobre el papel de la Iglesia y los cristianos como promotores de la libertad: La Iglesia no es un lugar donde hay miedo a la libertad, como intentó presentarla la Ilustración. Ejemplo, el papel de Vaclav Havel en Checoeslovaquia y otros artistas en países del Este en defensa de la libertad y la identidad nacional. ¿Puede concebirse la futura unidad de los pueblos de Europa fuera de sus raíces cristianas comunes? ¿Qué límites tiene la “libertad occidental” tal como se presenta hoy? Pidieron al Papa q abordara estas cuestiones para ayudar a comprender el significado de los acontecimientos vividos en Europa en los años 80 y 90. 

     Palabras de Vaclav Havel al recibir a Juan Pablo II en su país, tras la caída del régimen comunista: “Yo no sé qué es un milagro, pero a un país devastado por la idea del enfrentamiento y la división en el mundo llega el mensajero de la paz, del diálogo, de la tolerancia, de la estima y de la sosegada comprensión, el mensajero de la unidad fraternal en la diversidad.”

Viajes

    Le preguntan al Papa en uno de sus viajes si no es mucho gasto. Su respuesta deja pensativos a los periodistas: “El sucesor de Pedro trae el mensaje de la Redención, y la Redención ha costado un precio inconmensurable: toda la Sangre de Cristo.” 

    En Chile, agitadores lanzaron piedras a los periodistas que cubrían la Misa del Papa y exhibieron pancartas. El comentario del Papa: “Lo único q no hay q hacer en estas ocasiones es rendirse a los agitadores.” Y a los asistentes a la Misa: “Os felicito por haber reaccionado como cristianos a la violencia.” Y al llegar al alojamiento, a los que le aplaudían con cariño les repitió varias veces: “¡El Amor es más fuerte q el odio!

    Sobre Pinochet: le llamaba “questo piccolo ditatore” (pequeño dictador, en comparación con las sangrientas dictaduras del Este).

    La presencia del Papa en un lugar hace que "algunas cosas sucedan". Mejora, por ejemplo, el clima humano en los encuentros con líderes de confesiones cristianas, caen susceptibilidades y sospechas, y a la vez no hay ni sombra de confusión doctrinal. O el ambiente en las Jornadas Mundiales de la Juventud, que sólo se explican porque está el Papa. 

    Líbano: Juan Pablo II afirma que en Occidente falta la firmeza para frenar la masacre de cristianos en Líbano (el centro de la cuestión, piensa Navarro-Valls, es la acción concertada de países árabes para aniquilar a los cristianos libaneses). El Papa pide una posición fuerte, decidida, convencida, para frenar la masacre física y moral de los maronitas, y doblegar la arrogancia frente a la pasividad occidental. “¡Y mientras tanto el mundo cristiano duerme!”, exclama el Papa.

    Cuba, 1997: Joaqueín Navarro-Valls, que tuvo un papel destacado en as conversaciones previas con Fidel Castro, anota: Un régimen totalitario, comunista, que no admite nada que no esté organizado y controlado por el partido. No se le permite a la Iglesia celebrar ceremonias fuera de los templos. No están permitidas escuelas con ideario católico, ni prensa católica.

    A pesar de la intensidad de los programas en los viajes, el papa reza, saca tiempo para la lectura de libros de espiritualidad, para rezar el rosario, los viernes el Via Crucis… Su oración es de adoración: a veces, tras una jornada intensísima y agotadora, sin que nadie lo advierta, se dirige a la capilla, se postra ante el Santísimo y pasa la noche entera en adoración. 

Misión de los laicos

    “Sentid la responsabilidad de llevar el espíritu de Cristo a la vida pública. Ningún cristiano debe permanecer indiferente ante los acontecimientos del mundo. Debéis ser la sal de la tierra, y llevar la luz de la verdad de Dios a todos los ámbitos de la vida. Este es un servicio que le debemos al mundo. ¡No se puede vivir sin Dios!"

    “Todo cristiano participa de la misión de Cristo de modo único y personal”: esa parte nos corresponde a cada uno, y esa participación en la misión constituye a la Iglesia. La Iglesia es una participación viva en la misión de Cristo.

    La esencia de la Iglesia es comunicación, no uniformidad: unidad en la pluralidad de pueblos, costumbres y tradiciones, no uniformidad homogeneizante. 

    Una cosa es el Estado y otra la Patria. El poder es distinto de la sociedad.

    Hay q salir y crear opinión en el terreno de juego de los medios. Juan Pablo II, a los q iban a la Conferencia de Pekin en representación de la Santa Sede: “Si os ponen dificultades, contádselo a la gente: hablad.”

   Navarro Valls fue enviado por el Papa como parte de la Delegación Vaticana en la Conferencia de El Cairo sobre Población. Allí se empleó con coraje frente al Vicepresidente Al Gore, a propósito a la manipulación que se introducía en los textos al referirse a “Salud reproductiva”, introducida por la Delegación de Estados Unidos. Al Gore incluye la “regulación de la fecundidad”, que incluye el aborto: cada vez que aparece el término “salud reproductiva” en el documento, se asume el significado de derecho al aborto seguro, eficaz, accesible y aceptableAccesible significa subvencionado por el Estado, sin límites. Y además se incluye como parte importante de las políticas internacionales de desarrollo, que supone un trágico neocolonialismo en la relación entre países ricos y pobres. 

    El Papa, anota Navarro-Valls, es consciente de que hay intereses económicos detrás de los objetivos de El Cairo: llama la atención que el documento final sobre el Desarrollo, que  tiene 113 páginas,  dedique sólo 7 al desarrollo, y sin embargo a lo largo de todo el texto se repitan más de cien veces conceptos sobre salud sexual y salud reproductiva. También había intereses económicos y colonialismo detrás de la oposición a la encíclica Humanae Vitae, de Pablo VI.  

    Como en El Cairo y Pekin, también en la Conferencia de Estambul (1996) sobre el Habitat, se vio la insistencia de “algunos” en incluir “salud reproductiva” y “salud sexual”, que significaba para ellos  sinónimos de aborto, aunque lo negaran en aquel momento. Especialmente radicales fueron los delegados de USA y los de Canadá, empeñados en sustituir la palabra familia por Afamilies@ o Agender@, para q se considerara familia cualquier “relación de género”. 

    Navarro-Valls  señala ocasiones perdidas de influir en la conciencia internacional a través de la opinión pública, porque desde Secretaría de Estado pasan al Papa unos textos con términos “moderadísimos”, por ejemplo sobre la guerra de Irak, o por no avisar con tiempo a la Sala Stampa para poner sobreaviso a  periodistas clave sobre discursos importantes (como la posición de la Santa Sede sobre los Santos Lugares y Jerusalén): por no avisarle para poder hacer esa preparación previa, muchos mensajes importantes del Papa pasan desapercibidos y no llegan a la opinión.  

    La Secretaría de Estado, anota, tiende a no dar información, y así no marca la agenda a los medios, sólo rectifica a la defensiva. En lugar de un lenguaje convincente, bien desarrollado, que tuviera en cuenta la desinformación internacional y los ataques, tanto en Nueva York como en la prensa internacional, a la delegación de la Santa Sede en la Conferencia  sobre el Desarrollo y Población, le pasan una líneas anodinas, crípticas, y que son completamente ignoradas por la opinión pública. ¿Culpa suya por no preverlo, o dejadez, o miedo a dar la cara en la opinión pública? Esto, y la progresiva enfermedad del Papa, que limitaba su capacidad de acceso directo a él, supuso más dificultades para el trabajo de Navarro-Valls a partir de 1999. 

    Navarro se asombra de gentes de la Curia que piden que la opinión pública sea benévola con la Santa Sede, pero sin darles información, sin intentar alimentar el flujo informativo. 

    Ni pacifista ni belicista: el valor de la paz está supeditado al bien común. No se puede olvidar el valor de la legítima defensa. 

    ¿Las religiones han originado guerras? Se han dado instrumentalizaciones que, a la luz de las palabras de JP2, han sido un trágico error: “No existe ninguna intención religiosa que pueda justificar la práctica de la violencia del hombre contra el hombre.”

Rasgos de la personalidad de Juan Pablo II

    Juan Pablo II tiene una virtud que algunos llaman “normalidad”: en realidad se trata de una profunda humildad y una gran simpatía. 

    Enorme capacidad de concentración cuando reza o estudia. Sabe guiar y controlar los estímulos sensitivos que le rodean hasta extremos desconcertantes: ejemplo, en Malta, reza absorto el breviario en un barco, mientras a su alrededor decenas y decenas de pequeñas embarcaciones le rodean y saludan para recibirle, en un espectáculo bellísimo de un día magnífico..

    Sabe escuchar: Juan Pablo II está muy atento a la argumentación de quien le habla, y a la vez intenta entender la estructura mental de la persona con quien conversa: manifiesta interés grande por el otro y por lo que dice. 

    Aborda los problemas de la Iglesia sin angustiarse. Sabe mantenerlos en un plano objetivo, conservando la serenidad, rasgo decisivo de su carácter. “Nunca le he visto perder el sentido del humor, o desbordado por los acontecimientos” dice su secretario Dziwisz. Impresiona verle dormir en santa paz, en medio del monte, abandonando el timón de la Iglesia a Dios. 

    Mientras se dirigen a la cima del monte Pieralua (2.694), por pasos empinados y difíciles, y una cruz en la cima, comenta Dziwisz: “Así es como el Papa dirige la Iglesia: despacio, sin tirones, pero con tenacidad y los ojos fijos en la meta. Escucha a todos, pide consejo a todos, pero luego decide en su oración y no separa los ojos de la meta.”

    Juan Pablo II no deja de ser Papa ni cuando descansa, ni deja de rezar mucho. Cuenta que vivió su elección con serenidad y sin ansiedades, pero añade que experimentar una cierta ansiedad delata un hondo sentido de responsabilidad

    Ser Papa es una responsabilidad inmensa, pero cuando Dios confía una carga, nos otorga también la gracia para sobrellevarla. Pero no es algo específico de las responsabilidades eclesiásticas: la responsabilidad de un marido o una esposa, que aceptan al otro y aceptan serle fieles mientras viva, es la misma: un compromiso personal para toda la vida.”

    Time declara a JP2 hombre del año 1994 “por su lucha para poner los cimientos de un orden moral en nuestro tiempo.”

    “Cansar el cuerpo”, hacer ejercicio, es importante y bueno para el organismo: un cansancio físico moderado.

    Solía repetir: Sempre avanti! 

    “Ya ha pasado el tiempo que supera todas las debilidades”. Le pareció a Navarro-Valls que esa frase equivalía a “ya no me importan las debilidades físicas y las enfermedades."

    Entrañable comentario del secretario, moneseñor Dziwisz, a Navarro, en tono de complicidad: “Muchos años trabajando con el sucesor de Pedro, y luego, el cielo.”

   Juan Pablo II beatificó a una empleada de hogar polaca, Angela Salawa, y repetía unas palabras suyas que hizo propias: “Señor, vivo porque Tú quieres que viva; moriré cuando quieras, sálvame porque Tú puedes hacerlo.”

    Un recuerdo del padre de Juan Pablo II (que hizo de padre y madre para él): “Cuando por la noche me despierto y tardo en dormirme, recuerdo que a veces él se levantaba por la noche y se ponía a rezar.”

    A leprosos en Brasil: “Ninguna persona es un verso suelto. Componemos entre todos el mismo poema divino, que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad.

    Su lema es una oración dirigida a la Virgen María: Totus tuus ego sum// et omnia mea tua sunt.// Accepi te in mea omnia// Praebe mihi cor Tuum, / María. (Soy todo tuyo, y todo lo mío es tuyo. Te recibí en todo lo mío, dáme tu Corazón, María.)

    “Hay que vivir sin pensar en el mañana, que Dios quiere esconder. La Virgen no vio todo desde el principio, no sabía qué iba a pasar mañana, y vivía al día, abandonada en Dios.” ¿Dimisión del Papa? Quizá Dios quiere hacer ver que la Iglesia es algo distinto de otras organizaciones que tienen siempre a la cabeza alguien joven y dinámico.

    Juan Pablo II, anciano y célibe, está enseñando a entender el amor humano: porque su esfuerzo es un ejemplo de cómo amar.

    Dimensión misteriosa de la recaída del Papa, que sólo encuentra respuesta en la Cruz de Jesús. De ese dolor del Papa Dios está sacando mucho bien para la Iglesia.

    En una de las paredes de la terraza del apartamento del Papa hay un Via Crucis: en la 5ª estación, el Cirineo tiene el rostro de Karol Wojtyla. 

    Depauperación progresiva de un hombre que está ante la mirada de la humanidad: no se entiende si no es mirando a la Cruz de Jesucristo. La cara de Juan Pablo II cuando se asomaba a la ventana a saludar era de sufrimiento, inexpresividad y conmoción.

    Israel e Irán se estrechan la mano en el funeral de JP2: el protocolo para las delegaciones, salvo para las casas reales, fue el orden alfabético, y les tocó una al lado de la otra. 

Primado de Pedro:

-Palabras en la ceremonia ecuménica en Finlandia, ante luteranos y protestantes: 

    “¿Quién soy yo? Como todos vosotros, soy un cristiano, que he recibido en el bautismo la gracia que me une a Jesucristo Nuestra Señor. Mediante el bautismo soy vuestro hermano en Cristo y he sido llamado al sacerdocio sin ningún mérito por mi parte y ordenado para el ministerio de la palabra, la celebración de la santa Ecaristía y el perdón de los pecados. 

    La voluntad de Dios para mí fue confiarme la misión del ministerio especial del obispo de Roma, sucesor de san Pedro, en el cual, conforme a las enseñanzas católicas, el Señor instituyó el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad de la fe y de la comunión.”

-Conferencia de Sto Domingo, en América: 31 comisiones, cientos de papeles: Joaquín se desahoga con JP2: “Si no existiera el Primado de Pedro por voluntad divina, habría que inventarlo.” Y JP2 le responde: “No, si no existiera por voluntad divina no se podría inventar.”

Comunicación

Joaquín Navarro Valls: “Una mentalidad errónea es que basta con leer todo lo negativo para estar informado: es preciso estar informado también de lo positivo, porque si no se puede crear un complejo de asedio frente a las críticas.”

El Papa no le indica qué debe informar a los periodistas, pero la libertad y la confianza con que le habla permite al Portavoz conocer su pensamiento y darlo a conocer. Por ejemplo, en la mente de JP2 no había lugar para un papa emérito. Pero sólo le cuenta la anécdota de su comentario al doctor que le atendió de la rotura del fémur: “Le dije: sólo tenemos una opción: me cura y yo tengo que ponerme bueno, porque no hay lugar en la Iglesia para un Papa emérito.” JP2 sabía que era una pregunta recurrente de los periodistas. Y así facilitó su trabajo.





viernes, 18 de agosto de 2023

Cristianos corrientes



    Me ha parecido sugerente este artículo de Martin Grichting, teólogo suizo, en la revista First Things. Reflexiona sobre la extraña deriva de algunos activistas sinodales y la preocupante situación de la Iglesia católica en Alemania y Suiza. A su juicio, esa peligrosa deriva tiene relación con una mentalidad clerical que pervive en no pocas mentes eclesiales, al parecer ancladas en formas socio-eclesiales procedentes del concilio de Trento. Para ellas, la plena realización del ser cristiano estaría relacionada exclusivamente con su mayor participación en las estructuras intraeclesiales. 

    Para Martin Grichting, se percibe una falta de recepción y entendimiento de la revolucionaria enseñanza del Magisterio de la Iglesia en el Concilio Vaticano II, que estableció que también los laicos están llamados a una santidad de primera línea; y que donde deben esforzarse por alcanzarla es en el ambiente familiar, profesional y social propio de cada uno. Procuran vivificar con el espíritu cristiano ese ambiente, y lo hacen en su propio nombre, como ciudadanos corrientes, iguales a sus iguales; y no como emisarios de la jerarquía. 

    Es una enseñanza clara del Concilio Vaticano II, que en la Constitución Lumen Gentium recogía la esencia de la predicación de san Josemaría Escrivá desde la fundación del Opus Dei, el 2 de octubre de 1928. San Pablo VI afirmó que el principal fruto del Vaticano II ha sido la llamada universal a la santidad. Todos estamos llamados por Dios a ser santos, siendo fieles a la personal vocación: en el caso de los laicos, su personal llamada es vivificar las estructuras sociales a través de su actividad ordinaria en medio del mundo.


EL MENSAJE FATAL DEL ACTIVISMO SINODAL. Martin Grichting

(Traducción del original, de la revista First Things, 8 de julio de 2023)

    Los obispos alemanes y suizos han llegado a un callejón sin salida con su proyecto "sinodal". El camino a seguir está bloqueado por el muro de la doctrina de la fe tal como la sostiene la Iglesia mundial, mientras que detrás de ellos los activistas eclesiásticos exigen cambios sustanciales en la doctrina de la Iglesia.

    Esta situación tiene un aspecto positivo. La crisis actual está revelando que una concepción anticuada de la Iglesia está llegando por fin al fin de su dominio. Esta concepción de la Iglesia tiene su origen en el Concilio de Trento. Frente a la Reforma, Trento sostuvo que la Iglesia era ante todo una institución, tan visible como la República de Venecia, argumentó Roberto Belarmino. Este énfasis en la Iglesia como jerarquía encarnada era importante y necesario en aquella época. La Iglesia no sólo sobrevivió a la Reforma, sino que floreció. Podemos contemplar con asombro la cultura católica postridentina de santos, una sólida piedad popular y una presencia social efectiva en las obras de educación cristiana y caridad.

    Pero el énfasis tridentino en la Iglesia como institución era unilateral. Tendía a considerar que la esencia de la Iglesia estaba encarnada en la jerarquía, los obispos, los sacerdotes y las órdenes religiosas. Localmente, esta forma social de la Iglesia se manifestaba sobre todo en la parroquia, en torno a la cual se reunían multitud de asociaciones, congregaciones y grupos. Para los bautizados, participar en la misión de la Iglesia significaba ante todo ser activos en las estructuras eclesiales bajo el clero y con él. La "parroquia viva" era la regla de oro. Ser cristiano se definía por la participación en las instituciones dirigidas por la jerarquía. El clérigo o miembro de una orden religiosa representaba la "perfección" que sólo podía alcanzarse a distancia del mundo. La vida cotidiana del cristiano laico en la familia, en las profesiones y en la realidad política y cívica se explicaba demasiado poco. Pocos imaginaban que uno pudiera vivir su misión cristiana y eclesial "en el mundo" o que alguien que viviera en el estado de vida laical pudiera ser también "la Iglesia".

     Los obispos del Concilio Vaticano II reconocieron los importantes cambios que había provocado la modernidad. La Ilustración y la Revolución Francesa marcaron el fin de las sociedades corporativas, y el "mundo separado" de la vida eclesiástica se debilitó. Por ello, intentaron complementar la visión jerárquica e institucional del Concilio de Trento. Después de todo, en los tiempos modernos la Iglesia ordenada jerárquicamente se hizo menos "visible" como la "sociedad perfecta". Los cambios políticos y culturales hicieron que dejara de funcionar como contraparte del Estado y de la sociedad civil. Más bien, el individuo, como ciudadano y como cristiano, pasó a un primer plano.

     El Vaticano II abordó esta nueva realidad, especialmente la idea de la primacía del individuo, y trató de impartir al bautizado una espiritualidad que le convirtiera en sujeto eclesial activo en la moderna sociedad de los libres e iguales. Fortalecido por la labor pastoral del clero y modelado por su conciencia cristiana, debía ser él mismo un agente eclesial en medio del mundo. El cristiano debe vivir su fe en su propio nombre, y no como emisario de la jerarquía: en su profesión, en la política y en los medios de comunicación, en la sociedad civil, en su familia y entre sus amigos. En el capítulo IV de la Lumen Gentium, el Vaticano II logró esta síntesis de la fe cristiana con las sociedades surgidas de la Ilustración. Y, por supuesto, el Concilio lo hizo sin sacrificar la sustancia de la doctrina de la fe.

     Sin embargo, viendo las conversaciones que tienen lugar hoy en la Iglesia, se diría que este capítulo de la Lumen Gentium no se ha escrito nunca. Al menos, sigue siendo malinterpretado en gran parte de la Iglesia. Incluso después de las aclaraciones del Vaticano II, se mantuvo y desarrolló la concepción tridentina de la Iglesia. Los impulsores de la "reforma" declararon correctamente que los laicos tienen una tarea eclesiástica insustituible, que hasta entonces había sido descuidada. Pero concluyeron erróneamente que los católicos laicos debían llevar a cabo esta misión dentro de las estructuras eclesiásticas. El sistema de sínodos y concilios desarrollado tras el Concilio fue la consecuencia.

     Lo que se persigue actualmente en determinadas iglesias y en la Iglesia universal bajo el nombre de "sinodalidad" representa la continuación de la concepción tridentina de la Iglesia por otros medios. Se trata de un intento anacrónico de mantener y ampliar una imagen anticuada de la Iglesia, centrada en la jerarquía, en nuestra era democrática, empleando a los laicos dentro de la estructura de la Iglesia y reservando un espacio para la consulta y la toma de decisiones dentro de la Iglesia. Sólo importa la Iglesia institucional: Este es el mensaje fatal del activismo sinodal. Se supone que los fieles deben vivir la llamada al discipulado principalmente junto con la jerarquía y bajo su liderazgo. El resultado es la clericalización de los laicos, que conduce a conflictos con los sacerdotes y diáconos.

     El Vaticano II reafirmó que existe una diferencia esencial entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio jerárquico. Por lo tanto, es una extraña especie de recaída en la teología de los tiempos preconciliares cuando se hacen cada vez más intentos de conferir tareas eclesiásticas a los laicos "por decreto" -tareas reservadas para aquellos que han recibido el sacramento del Orden Sagrado.

     Hay una ceguera generalizada. Obispos, sacerdotes y activistas laicos que se creen progresistas no se dan cuenta de que están atrapados en una mentalidad anterior al Vaticano II. Están exacerbando la fijación clerical tridentina -en sí misma una distorsión de Trento- al tratar de convertir a los laicos en clérigos de facto. No hace falta ser profeta para darse cuenta de que esta "estrategia" de "actualización" de la Iglesia, basada en presupuestos teológicos erróneos, es contraproducente. En la práctica, resulta ser un programa de autoempleo para los que ya trabajan para la Iglesia. Además, consolida una institución eclesiástica autosatisfecha que no tiene ningún atractivo para la sociedad poscristiana.

     Es incómodo para los obispos verse atrapados entre el "no" de la Iglesia mundial y la presión de los activistas que se creen progresistas, pero que en realidad son tradicionalistas incapaces de ofrecer ninguna perspectiva de futuro. Esto acelera el declive de la Iglesia. Comprender y aplicar las enseñanzas del Vaticano II sobre la misión de los laicos es la única manera de avanzar.

     Los laicos deben querer tener voz como cristianos. El Concilio Vaticano II les dice en Lumen Gentium: "El Señor quiere extender su Reino también por medio de los laicos . . . Por tanto, por su competencia en la formación secular y por su actividad, elevados desde dentro por la gracia de Cristo, contribuyan vigorosamente con su esfuerzo, para que los bienes creados sean perfeccionados por el trabajo humano, la habilidad técnica y la cultura cívica en beneficio de todos los hombres, según el designio del Creador y la luz de su Palabra."

    Los laicos deben querer ofrecer un sacrificio a Dios como sacerdotes. ¿Cómo hacerlo? El Concilio afirma que todos los fieles participan del oficio sacerdotal de Cristo:

    Todas sus obras, oraciones y esfuerzos apostólicos, su vida conyugal y familiar ordinaria, sus ocupaciones diarias, su descanso físico y mental, si se llevan a cabo en el Espíritu, e incluso las dificultades de la vida, si se soportan con paciencia: todo esto se convierte en "sacrificios espirituales aceptables a Dios por Jesucristo". Junto con la ofrenda del cuerpo del Señor, se ofrecen de modo muy apropiado en la celebración de la Eucaristía. Así, como los que en todas partes adoran en santa actividad, los laicos consagran a Dios el mundo mismo.

    Los laicos deben querer anunciar la fe. Para ello, les dice el Concilio: "Los laicos son poderosos anunciadores de la fe en lo que se puede esperar, cuando a su profesión de fe unen con valentía una vida que brota de la fe. Esta evangelización, es decir, este anuncio de Cristo por un testimonio vivo, así como por la palabra hablada, adquiere una calidad específica y una fuerza especial en la medida en que se lleva a cabo en el entorno ordinario del mundo."

     Sólo si logramos comunicar esta espiritualidad a los laicos, y si éstos son capaces de ponerla en práctica en su vida cotidiana, el cristianismo recobrará relevancia en el Estado y en la sociedad civil. El embrague -la misión de los laicos- debe ser liberado. De lo contrario, la perpetuación del inmovilismo preconciliar conducirá a la irrelevancia.

 

(Martin Grichting fue vicario general de la diócesis de Chur (Suiza) y publica sobre temas filosóficos y religiosos.)

domingo, 2 de diciembre de 2012

Reflexiones de Joaquín Navarro Valls, portavoz de Juan Pablo II




Recuerdos y reflexiones. Joaquín Navarro Valls. 



    Conjunto de artículos, en su mayor parte publicados en el diario italiano La Reppublica, que recogen comentarios personales del que fue una de las figuras más conocidas del pontificado de Juan Pablo II.

     Ofrece su visión particular de algunos de los acontecimientos más significativos en el mundo desde 1984 (año en que fue nombrado director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede y portavoz de Juan Pablo II) hasta 2010. Su colaboración estrecha con Juan Pablo II le permite ser testigo presencial, y en ocasiones protagonista, de algunos de los hechos más relevantes que marcaron el pontificado, y con él la historia reciente: los viajes a la Polonia todavía comunista, las relaciones con Gorbachov y la caída del muro de Berlín y el bloque soviético, el viaje a Cuba y las entrevistas con Fidel Castro, o la cumbre de la ONU en Pekin, entre otros.

recuerdos y reflexiones sobre la historia y la actualidad-joaquin navarro valls-9788401390715

     Para Juan Pablo II, resalta Navarro Valls, el comunismo no era una cuestión de ideas, sino de derechos humanos conculcados y pisoteados. Ese convencimiento está en la base del histórico entendimiento que logró con el líder de la Rusia comunista, Mijail Gorbachov. Entre ambos surgió una sintonía que sorprendió al mundo. El hecho de que ambos fueran eslavos facilitó que sus conciencias éticas vibraran al unísono, comprendieran las respectivas posturas y afrontaran con realismo el modo mejor de resolver los problemas.

     Son especialmente significativas las reflexiones de Navarro Valls respecto a la democracia , el laicismo y la religión. Es sin duda uno de los mayores retos que tiene planteado Occidente y su sistema político. Resalta que la democracia es el valor más alto compartido de nuestro tiempo, capaz de incluir a todos los demás valores, siempre que no se devalúe su significado con sucedáneos espúreos. Democracia significa fundamentalmente pluralismo, respeto a los demás, tolerancia y valoración de las diferencias, realización política de ideas rechazando la lógica del poder exclusivo, visión moderada y heterogénea de la sociedad, rechazo de propuestas radicales de elección de bando y designación de enemigos que hay que abatir o normalizar.

     Sin embargo el laicismo extremo está corrompiendo gravemente esos valores esenciales de la democracia. Al tratar de expulsar la religión, el laicismo introduce una forma particular de confusión entre el ámbito político y el religioso. La religión es un derecho fundamental de personas que son ciudadanos y creyentes, que ven injustamente limitada y conculcada su libertad por ese laicismo excluyente. Erróneamente el laicismo piensa que la religión tiene que ver primaria y esencialmente con la Iglesia, y no se da cuenta de que antes incluso es un derecho de la persona que se debe respetar.

     Del mismo modo el laicismo debe descubrir que hay un espacio propiamente religioso en la política: es el ámbito de los valores fundamentales, que se expresan en las reglas que un pueblo se da, de cuando en cuando, voluntariamente. La política no puede desligarse de la religión sin perder coherencia, alcance y validez ética además de humana.

     Se refiere también Navarro Valls a la frecuente manipulación semántica, por ejemplo en el caso del término laico. Es laico, aunque su fe sea católica, todo el que ejercita su derecho de participar en la vida civil y de pensar en una política coherente con sus propios valores éticos, sean estos más o menos religiosos. Seguirá siendo laico, aunque sea católico, porque ninguna instancia le obliga a ser “católico oficial”.

     Hay muchas maneras de reprimir la religión, o de impedir la expresión púbica de las opiniones religiosas. Una es negar la palabra expresamente a sus representantes, como hizo Sudáfrica con el Dalai Lama en 2010, por presiones económicas de China. Otra modo de represión, más solapado pero no menos grave, es manejar el mensaje ridiculizándolo, usando el mismo mecanismo con el que se menoscaba la credibilidad de un testigo durante un proceso para impedir que convenza al tribunal. Eso es lo que se hizo, por ejemplo, en los medios de comunicación occidentales con las declaraciones del Papa sobre el uso del preservativo en su viaje a Camerún y Angola.

     Por desgracia hay medios que nos tienen ya acostumbrados a esa rutina ridiculizante, pero hacen daño grave a la democracia, y nos hacemos daño todos dándola por inevitable.

     Políticos, periodistas, intelectuales, y cuantos se interesan por la vida pública, deberían descubrir que la libertad de palabra de las autoridades espirituales es señal de solidez democrática: una democracia se alimenta de la libertad con la que los líderes espirituales pueden expresar sus visiones del mundo, sin tener que pedir autorización ni a políticos, ni a grupos de presión ideológicos o financieros.

     Un libro valioso que ayuda a pensar sobre cuestiones actuales, desde la experiencia de alguien que ha estado, y en buena medida sigue estando, en puestos privilegiados del devenir histórico.