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jueves, 4 de octubre de 2018

La primera labor apostólica corporativa del Opus Dei

DYA. La Academia y Residencia en la historia del Opus Dei (1933-1939)
José Luis González Gullón. Ed. Rialp




Relato vivo, que reproduce paso a paso cómo se llegó a poner en marcha la primera iniciativa apostólica del Opus Dei: DYA, una academia y residencia para estudiantes universitarios, en la calle Luchana de Madrid. Comenzaron los primeros preparativos en 1933, y se abandonó definitivamente en 1939 a consecuencia de los estragos de la guerra.

La academia ofrecería en un primer momento clases de asignaturas de las carreras de  Derecho y Arquitectura. Más adelante ampliaría a otras carreras, y abriría también una residencia, de veinticinco plazas, donde podrían alojarse estudiantes procedentes de otras ciudades. Además, Josemaría Escrivá veía que ese instrumento era necesario para la formación de quienes iban recibiendo la vocación al Opus Dei.

Escrivá, entonces joven sacerdote de 31 años,  transmitió su entusiasmo al pequeño número de estudiantes y jóvenes profesionales que se habían acercado al Opus Dei, desde su fundación en 1928. Era un entusiasmo de raíces sobrenaturales, ancladas en la fe  en la misión recibida: extender la llamada universal a la santidad. Secundando el ejemplo de Escrivá, y  con notorio esfuerzo debido a la escasez de medios económicos, lograron poner en marcha DYA, la primera obra corporativa en la historia del Opus Dei. 

El historiador González Gullón junto al edificio que albergó la residencia DYA

GonzálezGullón, sacerdote e historiador,  ha podido apoyarse en la abundante documentación que se conserva. Juegan un papel destacado tanto el diario de la residencia DYA, que san Josemaría animó a llevar puntualmente con visión de futuro, como  algunos diarios o anotaciones personales de los muchachos, y la abundante correspondencia mantenida entre ellos y sus familias.

Son especialmente valiosos los  Apuntes íntimos de san Josemaría: anotaciones de carácter personal, en las que vuelca la intimidad de su diálogo con Dios al hilo de los sucesos del día.

También se conserva abundante documentación relacionada con las gestiones económicas, académicas o institucionales. La iniciativa era plenamente civil y estaba en manos de jóvenes profesionales. El titular del alquiler era Isidoro Zorzano, ingeniero de ferrocarriles, uno de los primeros fieles del Opus Dei. Y el director un joven arquitecto de 23 años, Ricardo Fernández Vallespín, que acababa de incorporarse a la Obra.´

              San Josemaría con universitarios en Madrid

Además de tener una razón profesional y pleno reconocimiento civil, la residencia tenía una finalidad apostólica. Escrivá mantenía puntualmente informadas a las autoridades diocesanas de las actividades de formación cristiana que allí se organizaban.

Es muy interesante observar a san Josemaría formando a los muchachos en el espíritu cristiano según el carisma que había recibido de Dios: es posible encontrar y amar a Jesucristo en las actividades de la vida corriente, especialmente en el trabajo y las tareas profesionales.

A los estudiantes les sorprendía el valor que daba al estudio serio y constante, necesario para adquirir una preparación con la que servir cabalmente a la sociedad: “Si has de servir a Dios con tu inteligencia, para ti estudiar es una obligación grave.”

En DYA desde el primer momento reinó un ambiente de estudio y aprovechamiento del tiempo, compatible con una alegre convivencia que facilitaba el trabajo en equipo, también en lo referente a la cooperación intelectual entre unos y otros.

Si algunas organizaciones trabajaban con denuedo en la descristianización de la cultura –en eso estaba por ejemplo la Institución Libre de Enseñanza- Escrivá deseaba impulsar un apostolado de miras altas, universal, que difundiera con naturalidad el mensaje del Evangelio también en el ámbito intelectual. “Con calma, mirando las personas y los sucesos con ojos de eternidad. Al paso de Dios, ¡no teniendo prisa…teniéndola!

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En su predicación, san Josemaría transmite a los jóvenes ideales de santidad y un profundo deseo de secundar  en la vida diaria, aun en detalles en apariencia pequeños, la acción de Dios en sus almas. 

Así dice, por ejemplo,  la anotación que empleó para  una plática durante un día de retiro, el 26 de abril de 1936: 

“Que de este retiro saquemos el propósito serio y concreto de ser levadura de Cristo, apóstoles en medio del mundo, con un apostolado oculto [es decir, sin alardes, hecho con sencillez, como se habla entre amigos], perseverante, sin interrupción, poco a poco, sabiendo esperar –no, ceder- ganando cada día terreno…, sin anuncios de prensa, ni bombos, ni platillos…: porque nuestro trabajo jamás ha de desarrollarse gracias a medios exteriores, sino por la virtud íntima e intrínseca del Espíritu Santo, que obra en nuestras almas y hace que sea realidad aquel clamor de san Pablo: no vivo yo, sino que vive en mí Cristo.

Los muchachos vibraban con esas metas altas, que ampliaban su horizonte vital. No se trataba de un apostolado local, sino universal (que eso significa católico), que debía llegar al mundo entero, pero difundido con naturalidad, con ocasión precisamente de su trabajo y sus actividades ordinarias, también el estudio. «A su lado se sentían ganas de ser mejores, de ser más fieles a la vocación, de amar más a la Obra, a la que el Padre amaba apasionadamente», dejó escrito Ricardo Fernández Vallespín.

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El 18 de julio de 1936, día en que estalló la guerra civil, la academia estaba en pleno rendimiento, aunque ya algunos residentes habían comenzado sus vacaciones. En Madrid, como en otros lugares de España, se desencadenó una feroz persecución religiosa, que supuso el asesinato en plena calle de miles de sacerdotes, religiosos o simples ciudadanos reconocidos como católicos. Había que buscar refugio.

El 20 de julio los que aún permanecían en DYA abandonaron la residencia y se dispersaron, aunque mantuvieron el contacto durante los duros y peligrosos años de la guerra. Cuando pudieron regresar en 1939, la residencia estaba totalmente destruida a causa de bombardeos y saqueos.

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En momentos de tensión y peligro es cuando mejor se conoce el temple humano de las personas. Muchos de los sucesos que recoge el libro muestran el temple de Escrivá, que sentía la responsabilidad de transmitir el espíritu de la Obra sin teorías, con el ejemplo de su conducta.

Sorprenden por ejemplo su tesón (tozudez, la llamaba él) y su sentido de la justicia, característicos de la secularidad del Opus Dei. Una muestra es el empeño que puso para que los gestores de la Academia reclamaran indemnizaciones al gobierno de la República –¡en plena guerra civil!- por los daños que había sufrido durante los primeros meses de la guerra.

Un tesón que es cualidad humana, pero que se ve acrecentado por la fe: si la misión es sobrenatural, no hay dificultades insuperables. En una carta circular, fechada en Burgos el 9 de enero de 1939, escribe:

“… (ante las dificultades y paralización de nuestra empresa sobrenatural por los años de guerra) es verdad que si no nos apartamos del camino, los medios materiales nunca serán un problema que no podamos resolver fácilmente, con nuestro propio esfuerzo: que esta Obra de Dios se mueve, vive, tiene actividades fecundas, como el trigo que se sembró germina bajo la tierra helada (…)
Tendremos medios y no habrá obstáculo, si cada uno hace de sí a Dios en la Obra un perfecto, real, operativo y eficaz entregamiento. Hay entregamiento cuando se viven las Normas; cuando fomentamos la piedad recia, la mortificación diaria, la penitencia; cuando procuramos no perder el hábito del trabajo profesional, del estudio; cuando tenemos hambre de conocer cada día mejor el espíritu de nuestro apostolado; cuando la discreción –ni misterio, ni secreteo- es compañera de nuestro trabajo… Y sobre todo , cuando de continuo os sentís unidos, por una especial Comunión de los Santos, a todos los que forman nuestra familia sobrenatural.”


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El libro constituye un riguroso trabajo histórico. El estilo facilita la lectura, y ofrece información exhaustiva sobre ese período inicial de la historia del Opus Dei, tan significativo por su cercanía al momento fundacional. De su lectura se pueden extraer también muchas consideraciones valiosas para la vida.

La narración prosigue en Escondidos, que reconstruye la vida de los miembros del Opus Dei que quedaron en zona republicana durante la guerra civil.