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martes, 10 de noviembre de 2020

 

Dios y audacia. Mi juventud junto a San Josemaría.  

Julián Herranz. Ed Rialp




    Recuerdos llenos de viveza de los 22 años que el autor convivió con san Josemaría, fundador del Opus Dei, trabajando en la sede central de la prelatura en Roma. 


    Nacido en Baena (Córdoba, España) en 1930, solicitó la admisión en el Opus Dei mientras realizaba los estudios de Medicina. Poco después de concluirlos se trasladó a Roma, realizó los estudios teológicos en el Seminario Internacional de la prelatura y se doctoró en Derecho Canónico. 


    Ordenado sacerdote en 1955, en 1960 fue llamado por la Santa Sede para colaborar como experto en el Concilio Vaticano II y en la posterior reforma legislativa. San Juan Pablo II le ordenó obispo en 1991, y fue creado cardenal en 2003.


    En este libro, el cardenal Herranz rememora sus años jóvenes, en los que conoció a san Josemaría, y la enseñanza viva y práctica que aprendió junto a él, especialmente durante sus trabajos de colaboración estrecha en la sede central del Opus Dei en Roma. 


    Entre otras tareas, Herranz recibió el encargo de poner en marcha las Oficinas de Información del Opus Dei en todos los países donde la Obra comenzaba a desarrollar su labor evangelizadora, para que periodistas y profesionales de la comunicación tuvieran acceso ágil y transparente a las actividades de la prelatura. Fue uno de los aspectos en los que san Josemaría manifestó visión de futuro y actuó como pionero. 


    La narración es una secuencia de anécdotas personales, que iluminan de cerca aspectos del modo de ser y la viva personalidad de san Josemaría: su comprensión paternal hacia las deficiencias de sus jóvenes colaboradores, el entrañable clima de confianza que sabía inspirar,  su alegría y buen humor, su prudencia en el gobierno, su amor a la libertad, su perdón y comprensión hacia quienes difundían errores sobre la Iglesia o el Opus Dei,... 


    Define a san Josemaría como un hombre enamorado de Dios, a quien debe "mi encuentro personal con Cristo, y la vocación a seguirlo sin condiciones. Él fue el instrumento de Dios para hacerme feliz."

    

    Al recoger frases escuchadas personalmente, de su predicación o de encuentros cercanos en ambiente familiar, es fácil hacerse cargo del hondo sentido de misión que transmitía san Josemaría de manera amable, viva, constante, impregnada de ese espíritu peculiar que Dios ha querido para el Opus Dei. Abierto a todo tipo de personas, como expresa este comentario de una predicación del fndador que recoge Herranz: 

    "Id a la oveja que se ha ido o a la que se quiere perder. ¡Ve Tú mismo detrás de ellos! Buen Pastor, Jesús, cargados sobre tus hombros... ¡que se reproduzca aquella figura amabilísima de las catacumbas!


    Sabía sacar punta sobrenatural a situaciones normales de la vida, enseñando así a "elevar el punto de mira" a quienes tenía cerca. Una muestra:  cuando Julián Herranz tuvo que llevar unos días un parche en el ojo a consecuencia de la operación de un pequeño quiste, comentó con sentido del humor: 

    "¿Qué tal está mi pirata? Hazle caso al médico y no leas mucho. Mira, hijo mío, qué poca cosa somos: nos tapan un ojo y perdemos el relieve de las cosas. Eso les pasa a las almas que pierden la visión sobrenatural. Tú... no seas nunca un pirata de la vida interior."


    Destaca también el amor a la libertad, el respeto a las opiniones de los demás aunque difieran de la propia, un tema en que el fundador, y quienes colaboraban con él en las oficinas de información, tuvo que emplearse a fondo para hacerlo entender. Era necesario  explicar y defender la libertad de los miembros de la Obra en opciones temporales, aspecto esencial para el Opus Dei y no siempre entendido por mentalidades de partido único.  


    Un aspecto muy unido al amor a la libertad, como un corolario, es la independencia política de las personas del Opus Dei. San Josemaría lo explicaba una y otra vez: 

    "Parece que no comprenden que la Obra, que el Señor en su bondad infinita ha querido poner sobre mis hombros, tiene exclusivamente fines religiosos y espirituales: y en todo lo que no sea eso, en lo temporal, cada socio decide su conducta libérrimamente según los dictados de su conciencia, con completa libertad –insisto- y con responsabilidad personal. No soy cabeza de nada político: soy sacerdote de Cristo, y basta. Por eso hay un pluralismo evidente en el modo de pensar y obrar de todos los hijos míos de los cinco continentes, sin que ninguno tenga que sujetarse ni al más mínimo consejo en sus asuntos profesionales, sociales, políticos, económicos, etc."


    En otro momento recoge Herranz: 

    "Para los problemas humanos siempre hay muchas soluciones diversas: varias son igualmente válidas; y otras que lo son más o que lo son menos; pero muchas que no son malas. ¿Por qué vamos a obligar a seguir una determinada? ¡No hay dogmas humanos: no os lo creáis!"


    Y también:

    "Convenceos que en las cosas humanas hay muchas maneras, muchas maneras dignas, muchas maneras buenas -unas más buenas, otras menos buenas, según la simpatía o la forma de cabeza de cada uno- pero que dentro de todo esto nosotros tenemos que defender, como una manifestación de nuestro espíritu, la libertad personal y una cosa democrática. 

¿Hablo de política? No. Hablo de cosas doctrinales. Luego aquí no hay tiranía y yo no tolero tiranos. Querría que cogierais muy bien este criterio: en ninguna cosa terrena hay un camino solo, porque esto sería dogmático. En las cosas terrenas no hay dogmas. Se dice en mi tierra que por todos los caminos se va a Roma... ¡Libertad en las cosas temporales! ¡No hay un sólo camino! 

Y después os tengo que decir que conozco bastante gente que piensa que la realidad de un país de un momento exige sólo una determinada solución temporal, y sin embargo yo conozco entre ellos gente maravillosa. Ahora, yo no estoy de acuerdo con ellos, a no ser que esto sea por muy poco tiempo, como cuando se enyesa una pierna o un brazo. Esto ya es teoría mía, pero es común y es clara.


   

El cardenal Herranz con el papa Francisco


    La lectura resulta agradable y se hace corta, y en algún momento trae a la memoria secuencias de la película de Roland Joffe "There be dragons". 


    La calidad del autor y de su estilo literario convierten el libro en una estimulante fuente de historias inspiradoras para la vida. En este enlace se puede leer una selección de frases del libro.