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lunes, 6 de noviembre de 2023

Leer, escribir, pensar






Estos dos ensayos, uno de Jean Guitton (El trabajo intelectual) y el otro de Josef Pieper (Ocio y vida intelectual), publicados por primera vez en fechas cercanas (1951 y 1948, respectivamente) siguen constituyendo una deliciosa fuente de ideas para la noble tarea de pensar y estudiar, de leer y escribir. 

Destinados originalmente a estudiantes que necesitan aprender a ordenar con rigor su pensamiento, siguen siendo muy útiles para todas las edades en esta ruidosa cultura del siglo XXI, que por momentos parece asfixiar el necesario sosiego para elaborar el propio pensamiento a partir de la multitud de informaciones, no siempre contrastadas,  que recibimos del exterior. 

Anoto algunas ideas extraídas al leerlos.


El trabajo intelectual requiere dos cualidades contrarias: la lucha contra la distracción, para lograr concentrarse; y un distanciamiento respecto al trabajo, puesto que la mente debe alcanzar su altura, debe ser mantenida –como decía Pascal- por encima de su obra. Es el distanciamiento que se traduce en un cierto abandono del ser, en un lenguaje natural, en un quietismo de la voluntad, que a menudo faltan en algunos que son implacables trabajadores, aplicados con paciencia y constancia a su tarea con tal encarnizamiento que están poseídos por lo que saben, en vez de poseerlo y gobernarlo.

Hay que dar un valor absoluto al acto de la atención, a la búsqueda de la perfección formal, al esfuerzo por resolver un problema, a la pena de un día: todo acto de atención, de apoyo, toda búsqueda de perfección minúscula, fuera del beneficio y de todo resultado, encuentra en sí mismo su recompensa.

El esfuerzo intelectual da fruto siempre, aunque no sea en el mismo campo en que se ha aplicado sin éxito: “Si se busca con verdadero cuidado la solución de un problema de geometría y si, al cabo de una hora, no se está más allá de lo que se estaba al principio, sin embargo habremos avanzado durante cada minuto de esta hora en otra dimensión más misteriosa. Sin que se sienta, sin que se sepa, este esfuerzo en apariencia estéril y sin fruto ha puesto más luz en el alma. El fruto se hallará un día, más tarde, en la oración. Se hallará sin duda también por añadidura en un campo cualquiera de la inteligencia, quizá totalmente extraño a las matemáticas (…) Si hay verdaderamente un deseo, si el objeto del deseo es realmente la luz, el deseo de luz producirá la luz… “Los esfuerzos inútiles del cura de Ars, durante largos y dolorosos años, para aprender latín, dieron todo su fruto en el maravilloso discernimiento con el que percibía el alma misma de los penitentes tras sus palabras e incluso tras sus silencios.” (Simone Weil)

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Cómo deben ser las notas para un fichero:

-pocas: tomar nota solo de lo que nos llama la atención, de lo que nos sirve; y despreciar lo demás;

-significativas, dinámicas, adaptables;

-en papel fuerte, a lo ancho (cuando se trabajaba sin ordenadores :-)

-que no contenga cada una más que una sola idea, apoyada sobre uno o varios hechos, o nada más q un hecho cargado con uno o varios significados.

-provistas de una o varias palabras “axiales”, arriba a la derecha, que indiquen las cosas que se podrían hacer con la nota.

-con fecha, para saber en qué edad de la vida se han tomado.

-con referencia exacta del libro fuente.

-legibles, que se puedan transmitir por herencia.

-hacer cuadros sinópticos propios, sobre todo para la historia.

-llevar siempre consigo fichas intercambiables, con un formato que sirva para toda la vida. Anotar la palabra, la información, la inspiración que pasa, atrapándola al vuelo: fichas pequeñas, siempre iguales, que permitan hacer anotaciones en cualquier lugar. (A pesar del móvil y los ipad, muchos prefieren seguir llevando su bloc de notas con boli).

-recomienda no resumir en páginas el contenido de los libros, sino hacer fichas para cada idea y unirlas al fichero: así se aprovechan mejor. (Ahora el ordenador facilita unir ambas opciones.)

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Recuperar el valor del dictado en la enseñanza: en el dictado de los textos más bellos, de pensamientos perfectamente formados, encontramos un ritmo que nos sostiene, un adormecimiento agradable y fecundo.

Las oraciones vocales, vueltas a empezar siempre, siempre, son un dictado al que sometemos a Dios para que nos calme.

Cuando se dice alguna de esas frases con calma, dictando, los alumnos saben q es algo q conviene guardar en la memoria.

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Estilo es la operación que consiste en llenar de sentido el lenguaje.

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Las grandes mentes buscan las influencias, con una actividad que es como la avidez de ser. Es un trabajo muy bueno para los días de enfermedad, de fatiga, para los ratos de vacío o cansancio: buscar la influencia, parafrasear ideas de grandes autores, releerlos y dejarse llevar por ellos. Los alumnos no deberían tratar de escribir por sí mismos demasiado temprano: es preferible que primero se esfuercen por resumir a los griegos, a Aristóteles,… que antes que nada tomen prestado de los buenos, de los mejores que nos han precedido. Sobre este tema es interesante también Por qué leer a los clásicos

 

lunes, 5 de abril de 2021

Mujeres brújula

 



Mujeres brújula en un bosque de retos. Isabel Sánchez. Ed Espasa

 

La editorial Planeta descubrió a Isabel Sánchez (Murcia, 1969), abogada y Secretaria Central del Opus Dei, a raíz de una entrevista en El Mundo con motivo de la beatificación de la química Guadalupe Ortiz, primera mujer del Opus Dei en llegar a los altares. Su lenguaje amable y desinhibido, alejado de estereotipos, resultaba atractivo, y sugería un caudal de experiencia que valdría la pena explorar. Además, el hecho de estar al frente del gobierno de las mujeres del Opus Dei, junto al prelado, podría atraer la curiosidad intelectual de los lectores.

 

Así surgió este libro: un encargo de la editorial, abierto a la libertad temática que prefiriese su autora, en el que Isabel Sánchez ha querido plasmar parte de su amplia experiencia humana durante más de 20 años de trabajo en la Asesoría Central del Opus Dei en Roma.

 

Su tarea de diseñar nuevos proyectos educativos, asistenciales o de liderazgo en países de todo el mundo, ha llevado a Isabel Sánchez a relacionarse con mujeres de más de cien nacionalidades y de culturas multiformes. Ha visto en muchas de ellas una inspiradora capacidad de liderar cambios sociales, y dedica su libro a sondear en sus historias y sus motivaciones.

 

Descubre que esas mujeres líderes, de profesiones y situaciones sociales muy diferentes, humildes o encumbradas, tienen algo en común: no se resignan ante las carencias humanas de su entorno. Trabajan firmemente para resolverlas, y ponen en el centro de su interés no a una masa anónima, sino a la persona, cada persona singular.

 

Esas mujeres brújula, que con su ejemplo bien podrían orientar nuestra actuación, afrontan los desafíos con sentido constructivo. Ante retos laborales o educativos, de cuidado de los débiles y ancianos, de sostenibilidad o de pacificación de la convivencia… se convierten en verdaderos agentes humanizadores de la vida.

 

El libro no habla sólo del Opus Dei, ni sólo de mujeres que se mueven en el entorno de las actividades formativas del Opus Dei. Su visión es amplia y abierta, le sirven todas las experiencias positivas que ha conocido.

 

Tampoco es un libro de religión, ni una colección de piadosas recomendaciones. Es más bien “una secuencia de escenas humanas y humanizantes”, que muestran a mujeres de los cinco continentes afrontando los retos del momento actual, cuya conducta nos puede dar pistas sobre nuestro propio actuar.

 

Es la suya una visión personalísima, abierta a otras visiones complementarias. Una visión que, al acercarnos a experiencias vitales muy diversas, abre la mente del lector para que se plantee interrogantes y trate de darles respuestas en su propia existencia. 

 

Con un lenguaje amable y fluído, no exento de poesía, describe experiencias en ocasiones duras y dolorosas, pero en las que se manifiesta una decidida apertura a la esperanza y al optimismo.

 

Dos palabras surgen con más frecuencia en el relato: persona y cuidar. Nadie es sólo un número, cada persona tiene un rostro y un corazón, y merece ser cuidado con cariño y respeto a su dignidad. Cuando eso lo tenemos claro, se resuelven muchos problemas sociales.

 

Cada individuo supera a la especie, porque cada individuo es capaz de libertad y de amor. Y hay dos modos de ser persona igualmente dignos: como hombre y como mujer.” Lejos de ideologías que emplean un discurso de antagonismo y confrontación, la autora ve en estas mujeres brújula un enriquecedor modo de entender la natural colaboración de esas dos formas de ser persona, que poseen unas cualidades complementarias.


Isabel Sánchez (foto Paola Gutiérrez)

 

Que todos se sientan tratados como personas

 

Nada abre más la puerta a la esperanza que sentirse tratado como persona. Resulta conmovedor el relato de la directora de una residencia de universitarias, promovida por el Opus Dei en Suecia. Sale con frecuencia de madrugada con unas amigas a las congeladas calles de Estocolmo a repartir bocadillos y café a personas sin techo. Pasa un tiempo, y en la residencia han de hacer un traslado de muebles. Contratan a una empresa de transportes. Uno de los operarios se acerca a la joven directora: “¿No me recuerda? Yo era un sin techo en la calle y usted vino a ofrecerme café. Me miró a los ojos y me preguntó mi nombre. Por primera vez, me sentí tratado como persona, y eso me cambió la vida. Sentí de pronto que era alguien, que podía proponerme mejorar. Empecé a buscar trabajo y ahora soy transportista”.

 

Historias similares abundan en el libro. Pueden parecer pequeñas, pero el mundo sería distinto sin ellas. Algún día conoceremos las oleadas de bien que han levantado en el mundo, generación tras generación,  nuestros pequeños gestos en favor de los demás.

 

No sabemos qué historia hay detrás de cada persona que se cruza en nuestro camino, ni podremos solucionar todos sus problemas. Pero sí podemos lograr en unos minutos de trato que sientan que valen, que son importantes para alguien. Tenemos que mirar a los ojos y hacer sentir que son una persona.

 

El sentido del trabajo, caudal de humanización


Estas mujeres luchadoras, asegura Sánchez, manejan con soltura los términos trabajar y cuidar, dos palabras que unidas adquieren sentido, y encierran un inmenso caudal de humanización y progreso. Cuidar requiere corazón, pero también inteligencia emocional, capacidad previsora y organizativa, conocimientos de psicología, medicina natural, alimentación saludable… "Son cosas que antes se aprendían por tradición. Requiere ternura, que no es virtud de débiles sino de fuertes: compromiso con la vida, con lo humano, estabilidad en el querer. Hace falta fortaleza para ser capaces de sentimientos humanos, como la misericordia y la compasión."

 

El trabajo ocupa un lugar central en su relato. “Nuestro mensaje (el del Opus Dei) se centra en amar al mundo apasionadamente, y enseñar a convertir el trabajo no en un ídolo, sino en un aliado de Dios; no en una carga, sino en un camino de realización personal, de ayuda a los demás, de cuidado del planeta, de ofrecimiento a Dios.”

 

Necesitamos ampliar nuestra perspectiva sobre el trabajo. El trabajo ya no puede tener como único fin el producir para el consumo, sino enriquecernos como personas, aportar talento, construir un entorno sostenible. Y eso requiere creatividad, para dar primacía a la persona, fomentar la corresponsabilidad, aniquilar la corrupción, favorecer la inclusión. Nadie puede sentirse eximido de trabajar en esa dirección, si desea mejorar el mundo. El papa Francisco ha insistido justo en esa línea, especialmente en su encíclica Luadato Sí, sobre el cuidado de la casa común que es el mundo. En uno de los capítulos del libro, la autora se hace eco de algunos de los consejos del Papa sobre la pobreza y la sobriedad, sobre el cuidado de las cosas y del entorno.

 

Isabel Sánchez, que desde niña creció en una familia en que las mujeres tenían y desarrollaban altas aspiraciones profesionales y familiares, y ella misma las ha desarrollado sin cortapisas, ha visto reforzadas esas aspiraciones por las enseñanzas de san Josemaría sobre el trabajo, “un valor humano que dignifica a la persona.”

 

En esas enseñanzas, que ha conocido hechas vida en miles de mujeres y de hombres, destaca la convicción de que tanto hombres como mujeres pueden desempeñar todo tipo de profesiones y tareas; que el proyecto familiar debe enmarcar y preceder en la jerarquía de valores al proyecto profesional de cualquier hombre y mujer; que “el cuidado del hábitat familiar comporta tareas que han de ser asumidas con orgullo y responsabilidad, del mismo modo que el hábitat planetario.”

 

Se trata de ayudar a descubrir el sentido de nuestras vidas. Con sentido todo adquiere relieve y significado. Sólo con sentido es posible tener seguridad y confianza. Si no sabemos para qué estamos, todo es inseguridad y miedo. Hay una gran necesidad de formación, de incentivar a hacer el bien, “con el convencimiento de que más Dios no equivale a menos yo, sino al revés: cuanto más nos rozamos con lo divino, más se desarrolla nuestra humanidad.”

 

La vida es tiempo de encuentro: somos hermanos

 

Esas mujeres en las que Sánchez pone la mirada no se aislan, descubren a los demás como don y tarea: "me completan y me ayudan. Me dan un nombre: sin los demás no tendríamos identidad. Yo puedo hacer crecer a los demás porque de algún modo forman parte de mi existencia, son parte de mí."

 

Reconocer esa solidaridad innata es construir la vida sobre la confianza y el respeto, que aseguran la paz y la armonía. Como ha señalado el papa Franciscola vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro. A nuestro alrededor orbitan planetas que piden que estemos atentos a sus necesidades.

 

Al hilo de las diversas historias la autora reflexiona sobre los valores que expresan, y las pone en relación con sucesos de nuestro tiempo y el pensamiento de grandes autores contemporáneos: hay historias de perdón, de libertad empleada para el bien, de emprendimiento tenaz para levantar socialmente a los que no tienen nada, de presencia del sello de Dios en los ámbitos culturales, de humanización de la vida política y empresarial, de estructuras laborales injustas que lucha por mejorar… Resultan muy sugerentes sus valoraciones acerca de la complementariedad del hombre y la mujer.

 

La familia, laboratorio de humanización

 

Muchas de las historias están relacionadas con la familia, verdadero “laboratorio de humanización” cuando en el núcleo familiar se cultiva el diálogo, se viven experiencias juntos, y todos saben acogerse y perdonarse. “Tendemos a pensar que los macroproblemas sociales (educación, asistencia…) sólo competen a los gobiernos. Pero es asombroso lo que personas singulares pueden hacer cuando se sienten comprometidas por mejorar su entorno.

 

Muy interesante también sus referencias al impacto de las enseñanzas de san Josemaría sobre el gobierno y el cuidado de las personas, sobre el liderazgo femenino y el protagonismo de la mujer en la misión evangelizadora de la Iglesia.

 

Isabel Sánchez, que comenzó a desarrollar su trabajo en Roma junto a algunas de las primeras mujeres que trabajaron con el fundador en el gobierno de la prelatura, aprendió de ellas a poner a las personas, a cada persona, en el centro de su trabajo.  Sus lecciones más amargas, anota, son las que ha aprendido tras no acertar en el cuidado delicadísimo con las personas. Cuando se ha dado cuenta (de no haber advertido el cansancio de alguien, de no haber infundido confianza…) ha pedido perdón de corazón, porque es lo que ha visto hacer a los tres prelados del Opus Dei con los que ha trabajado, y a las directoras con las que se formó.


Isabel Sánchez (foto Paola Gutiérrez)
 

El corazón rebosa amor a los demás cuando se entrega a Dios

 

Un modo de dar y recibir amor es la llamada a ser y vivir para Dios con amor exclusivo. "Dios te conquista fascinándote con su amor fiel e inmutable, y con la sombra de bien que quiere hacer a través de ti. Y nos promete mantener el corazón rebosante para que podamos vivir con Él y para Él, y para encender ese amor en muchos más."

 

      El amor que ofrece es inmediato y toca directamente al corazón. Abarca toda la persona. Precede a todo lo mío. No se puede amar igual a otro ser humano. Es fecundo, porque está llamando a que abras al amor a muchos más. Es real, tiene todos los ingredientes del amor humano: éxtasis (salir hacia la persona que se ama), coaceptación y complacencia; intencionalidad: deseo de vivir para el otro, no solo con el otro. El amor te hace vulnerable (como a Jesús): cuanto más quieres, más gozarás y más sufrirás. Si Dios te pide un corazón grande donde quepan todos, los dolores están asegurados, y las alegrías también.

 

Muy sugerentes también sus consideraciones acerca de la necesidad de redescubrir el valor de la conversación y de la lectura. Leer, mucho y bueno, para ser personas de criterio y cultura que dejen huella en el mundo también con su inteligencia. Como decía el profesor Alejandro Llano: “Regenerarán la universidad (y lo podemos aplicar al mundo) unos pocos alumnos y profesores capaces de leer, reunirse y hablar entre sí. La salvación intelectual está en los libros. Es preciso leer mucho y bueno.” 


Isabel Sánchez tiene una inspiradora cuenta en Instagram (@isanchez_roma) que sigue los pasos de este sugerente libro: un valioso manantial de ideas para levantar el ánimo y "superar la adversidad." 

lunes, 1 de febrero de 2021

Scott Hahn: Mi camino espiritual en el Opus Dei

 


Trabajo ordinario, gracia extraordinaria. Mi camino espiritual en el Opus Dei. Scott Hahn. Ed Rialp

 

 El escritor y teólogo estadounidense Scott Hahn es en la actualidad profesor en la Universidad Franciscana de Steubenville. Su vida dio un giro radical cuando, siendo ministro presbiterano y gran conocedor de la Sagrada Escritura, llegó a la conclusión de que la Iglesia católica era la verdadera depositaria de la tradición evangélica. Sus trabajos sobre apología del catolicismo han tenido desde entonces enorme difusión.

 

 Mientras era un joven profesor de teología en el seminario presbiterano, el estudio detenido de las obras de los Padres de la Iglesia, y especialmente de sus comentarios a los textos bíblicos, le hizo comprender que el protestantismo había roto la línea de continuidad con la fe de la Iglesia primitiva, y que en la práctica la contradecía en puntos esenciales.

 

Hahn se había relacionado con varias personas del Opus Dei cuando era un joven teólogo presbiterano, entre ellos un sacerdote de origen polaco. Percibió en su trato amistoso el “aroma católico”, que antes sólo conocía por los libros. Ahora lo veía hecho vida: “Estas personas leen la vida de Jesucristo”, pensó.  

 

Pero aún no había oído hablar del Opus Dei. La primera vez que oye el término Opus Dei es cuando comenta a un sacerdote católico que le ha sorprendido ver en la iglesia a dos personas leyendo el Evangelio, pues pensaba que los católicos nunca leían la Biblia. “Deben ser del Opus Dei”, le respondió el sacerdote. A Scot Hahn se le encendió una luz al escuchar el nombre del Opus Dei por primera vez.


foto opusdei.es

 

En el estilo de vida de esos amigos descubre poco a poco que el Opus Dei era un sitio donde se sentía en casa. Y explica las razones:

-la devoción a la Biblia de sus miembros: en el presbiterianismo está difundido el prejuicio de que los católicos son unos ignorantes en materia bíblica;

-su cálido sentido ecuménico: no sentían ningún reparo en tratarle amigablemente, lo que chocaba con otro de sus prejuicios: que los católicos rehúyen el trato con los protestantes por considerarlos “herejes”;

-su rectitud de vida: se notaba que trataban de vivir según el Evangelio;

-su vida ordinaria: no eran teólogos, sino profesionales de diversas profesiones que vivían una teología atractiva, no sólo teórica;

-sus nobles aspiraciones profesionales: una sana y “santa ambición” de aspirar a la excelencia en su tarea, inseparablemente unida a una clara y decidida conducta ética;

-eran hospitalarios y acogedores;

-rezaban, dedicaban tiempo a la oración y al diálogo con Dios…

 

Se sentía confortablemente a gusto con amigos así.

 

En otro de sus libros, La cena del Cordero, Hahn cuenta sus primeras visitas a iglesias católicas, llenas de curiosidad, antes de su conversión. En una de ellas, quizá la más determinante para su conversión, contemplaba desde el fondo del templo la asistencia de los fieles a la Misa que se celebraba en ese momento. Seguía atentamente las oraciones que sacerdote y pueblo rezaban: las plegarias iniciales, las lecturas, el Gloria, la ofrenda del pan y del vino, el Sanctus…

 


Y de pronto, al considerar las oraciones de la Misa que estaba escuchando, entendió la grandiosidad de lo que allí sucedía, y que ese era precisamente el significado de uno de los libros más difíciles del Nuevo Testamento, el Apocalipsis: lo que el Apocalipsis describe punto por punto es lo que sucede en la liturgia de la Misa, tal y como la celebran los católicos: la Cena del Cordero, el único Sacrificio de Cristo, que se ofrece eternamente por nuestros pecados. Se sintió deslumbrado por ese descubrimiento: en cada Misa católica se reza y sucede lo que el apóstol san Juan describe majestuosamente en el Apocalipsis.

 

Para un ministro presbiterano, unido al presbiterianismo por fuertes lazos familiares, sociales y profesionales, dar el paso hacia la Iglesia católica no resultó fácil. Junto a su mujer, Kimberly, dedicó otro de sus libros -Roma, dulce hogar- a narrar ese emocionante itinerario.

 

Tras ser admitidos en la Iglesia católica, no tardaron mucho en solicitar la admisión en el Opus Dei como miembros supernumerarios. Es a este aspecto concreto de su conversión -el papel que en ella jugó el espíritu de la institución fundada por el san Josemaría Escrivá- a lo que dedica este libro. Nos da así la oportunidad de conocer el espíritu de esa prelatura de la Iglesia católica desde la perspectiva singular de un norteamericano, experto en estudios bíblicos, que ha sido pastor protestante y es padre de familia.

 

Esa perspectiva ilumina con luces no habituales los rasgos del espíritu de esa prelatura de la Iglesia católica, cuya misión es recordar la llamada universal a la santidad a través del trabajo y de las actividades de la vida ordinaria.  

 

Como no podía ser de otro modo, dada sus conocimientos de Sagrada Escritura, Scott Hahn se detiene en los rasgos del espíritu de la Obra que le remiten a la vida de los primeros cristianos. Por ejemplo, el valor del trabajo como quicio de la santificación, una idea que para su mente formada en prejuicios anticatólicos resultaba novedoso escucharla en labios católicos.


foto opusdei.es

 

Conocedor de la arqueología cristiana, al reflexionar sobre el espíritu de santificación del trabajo cae en la cuenta de que las tumbas de los primeros cristianos no tenían adorno de cruces, sino de herramientas de trabajo, las propias de quien estaba allí enterrado: esas herramientas habían sido su lugar de encuentro con Dios, su forma de contribuir a completar la obra de la creación: por eso las destacaban. Esa es precisamente la cautivadora predicación de san Josemaría, fundador del Opus Dei, para quien el trabajo consiste –sintetiza Scott Hahn- en cosas bien hechas, hechas a tiempo y ofrecidas a Dios.

 

También fue un grato descubrimiento para Hahn la figura de san José, cabeza de la Sagrada Familia, Patrono de la Iglesia, y también del Opus Dei. “San José no se permitió la dispersión en muchas direcciones. Trabaja duro y es conocido por su trabajo: carpintero, artesano.” De san José podemos aprender, como enseñaba san Josemaría, a llevar bien las dificultades de la vida. Como ha escrito alguien, “la vida es eso que te pasa cuando tienes otros planes.” San José supo adaptarse con creatividad a las dificultades que le fueron surgiendo en el camino de la vida, y de su creatividad se sirvió Dios nada menos que para proteger, cuidar y educar a su Hijo.


Foto opusdei.es

Junto al trabajo, el amor. Señala Hahn que lo que impresionó de los primeros cristianos a los antiguos romanos no fue su arte, ni sus argumentos, ni su literatura, sino su amor. “¡Mirad cómo se aman!”. Pero ese amor requiere conversión, que significa salir del egoísmo para poner primero a Dios, y por Él a los demás. Y eso es lo que se procura en el Opus Dei, señala Hahn: cada uno procura sembrar paz y alegría, que son fruto del amor sincero a los demás, en las relaciones sociales, desde el lugar que ocupa en la sociedad.

 

Ese amor lógicamente comienza por la propia familia: “Si buscas la conversión de los amigos, o de la mujer, procura “aflojar” en teología y razonamientos, y aprieta en cariño: “enciende el romance” con tu mujer, aconseja Hahn. Y aporta su experiencia personal. Su mujer, presbiterana como él, y de familia de abolengo presbiterano, sufrió mucho al verlo cambiar. Con el cariño y la comprensión, que era lo que enseñaba san Josemaría, logró superar el conflicto. No mucho después, Kimberly Hahn, razonando y rezando por su cuenta, pidió también ser admitida en la Iglesia Católica.

 

Muestra Hahn el valor esencial de la oración en toda iniciativa de apostolado: en el Opus Dei ha aprendido que lo primero es rezar para que Dios nos haga ver lo que necesitan nuestros amigos, sus auténticas necesidades. El apostolado cristiano consiste sobre todo y primero que nada en querer a los demás, y por eso descubrir sus necesidades, no sólo espirituales, y tratar de ayudarles.

 

El libro se lee con agrado, como también las demás obras del autor, que ayudan a entender mejor el cristianismo y la historia sagrada. 


Sala multimedia en Saxum Visitor Center


Son muy conocidos los videos de Scott y Kimberly sobre Tierra Santa, para dar a conocer Saxum, una iniciativa del Opus Dei cerca de Jerusalén para facilitar a los peregrinos el conocimiento detallado y profundo de los Santos Lugares.

 

 

 

jueves, 21 de enero de 2021

Eduardo Ortiz, médico amigo



Eduardo Ortiz de Landázuri. El médico amigo. Esteban López-Escobar y Pedro Lozano. Ed.Rialp

 

Biografía de un médico de reconocido prestigio humano y profesional, que ha dejado una huella imborrable en miles de pacientes y profesionales de la medicina de España.  

 

Tras sus primeros años de ejercicio de la medicina en Madrid, junto al profesor Jiménez Díaz, ganó la cátedra en la universidad de Granada. Allí conoció el Opus Dei, gracias a un joven licenciado que entró a colaborar en su cátedra, que era miembro del Opus Dei.

 

En 1952 asistió a un curso de retiro en Molinoviejo, un centro de actividades de formación cristiana que dirige el Opus Dei en Ortigosa del Monte (Segovia). Se sintió impactado por el estribillo que repetía con frecuencia el sacerdote en las prédicas, don Ignacio Orbegozo: “Y tú, ¿qué haces?”

 

Su asombro fue mayor cuando descubrió que lo que se le estaba proponiendo era nada menos que ser santo, a él, que era un cristiano corriente, trabajador como tantos, casado y con hijos. Se encontró de frente con la llamada universal a la santidad en medio del mundo, que el Opus Dei tiene por encargo del cielo recordar a todos. A su regreso a Granada pidió ser admitido en el Opus Dei.

 

Ortiz de Landázuri respondió generosamente a san Josemaría, cuando éste le planteó si estaría dispuesto a trasladarse a Pamplona para poner en marcha, en la incipiente Universidad de Navarra, la Clínica Universitaria y la Facultad de Medicina. Era empezar de cero, dejando una cómoda y prestigiosa posición, y una consulta médica floreciente.  

 

Sufrió en sus carnes el clima de oposición y recelos hacia el Estudio General de Navarra, generado por el ambiente estatalista de la España de los años 50 y 60. Pero supo superarlo con una gran capacidad de trabajo y sentido sobrenatural. En su trabajo lo principal eran los pacientes, y se desvivía por cada uno.

 

Su fama como médico se extendió por toda España: atendió a cerca de quinientos mil pacientes, y dejó en todos una huella imborrable por su cariño, reciedumbre y generosidad. Fallecido en 1985, en 1998 se introdujo su Causa de Canonización. En 2013 se inició también el proceso de canonización de su mujer, Laurita Busca, farmacéutica. Juntos fundaron una familia cristiana alegre y numerosa.

 

El libro está escrito con agilidad y un contenido rico en anécdotas de la vida cotidiana, que arrojan luz sobre un modelo de conducta imitable por cualquier persona corriente que desee hacer el bien a los demás con su trabajo profesional. Muy recomendable para profesionales de la medicina y la salud.






 

viernes, 15 de febrero de 2019

Una profe de Química entusiasmada con su trabajo


La libertad de Amar, Ediciones Palabra. Cristina Abad Cadenas



La decisión del Papa Francisco de beatificar a Guadalupe Ortiz de Landázuri, primera laica del Opus Dei en subir a los altares, ha puesto a esta mujer sencilla e intrépida en el centro de las miradas. 



Para dar ese paso el Papa Francisco, a propuesta de la Congregación para las Causas de los Santos,  ha constatado la creciente difusión entre los cristianos de la fama de santidad de Guadalupe. Y no solo entre las personas que asisten a las actividades de formación cristiana que organiza la prelatura delOpus Dei. 




La figura de Guadalupe como ejemplo e intercesora trasciende las fronteras geográficas e institucionales. No en vano los santos son de todos, y en el cielo viven como nadie la comunión de la Iglesia.


La aprobación por el Papa  de un milagro obtenido por  intercesión de Guadalupe es solo la punta del iceberg de un cúmulo de favores obtenidos por personas que buscan su ayuda sobrenatural ante los problemas de la vida cotidiana.  Esa vida cotidiana que ella supo transformar en ocasión de encuentro con Dios, que eso es la santidad. El milagro es el dedo de Dios que señala a una persona con fama de santidad para que sea propuesta oficialmente como modelo.


La periodista Cristiana Abad aborda  en este libro quién era y cómo vivió Guadalupe, y qué podemos ver en ella que nos sirva para nuestra vida. Guadalupe no le resultaba simpática al principio, confiesa. Le resultaba todo demasiado extraordinario y lejano: el entusiasmo por la química, el optimismo a prueba de bomba, la valentía e intrepidez, el cargar con importantes tareas de gobierno, la capacidad de conciliar obligaciones familiares, profesionales y formativas y de gobierno en el Opus Dei…



Pero la antipatía se fue desvaneciendo a medida que avanzaba en la investigación y en las fuentes sobre Guadalupe. Sus cartas (esas maravillosas cartas a san Josemaría), los testimonios de quienes la trataron, los apuntes recogidos en los diarios de los centros del Opus Dei en los que vivió… reflejan una personalidad fuerte, sí, pero sobre todo normal, humilde, que se encontraba con los mismos problemas con los que nos encontramos cualquiera de nosotros en un día cualquiera de nuestra vida corriente.  Y los afrontaba con humor, por Amor. 


                              Guadalupe Ortiz de Landázuri


Y ahí radicaba el secreto: era un alma impactada por el Amor a Jesucristo. Quisiera que el Señor estuviera contento y no pensar más que en él”, escribía. 


Ese era su norte. Y lo retomaba a cada paso, a cada resistencia, a cada error: sabía rectificar con un gesto de humor que denotaba entrega.


                Amparo Ferrando, Cristina Abad y José Carlos Martín de la Hoz

Todo esto y mucho más es lo que afloró en la presentación de este estupendo libro de Cristina Abad, que invita a saber más de esa mujer cercana. Su vida, tan parecida a la de cualquiera de nosotros, nos muestra que si realmente  buscamos a Dios en la vida corriente seremos capaces, si hiciera falta -que la hace- de hacer cosas tan grandes como ella: iniciar una enorme siembra apostólica en México, llena de sentido social para elevar a los más desfavorecidos, por ejemplo. 


Precisamente porque ponemos esfuerzo en cumplir bien nuestras tareas ordinarias, las del aquí, hoy, ahora, estaremos listos para tareas grandes.  Y sabremos afrontar con deportividad también esas otras cosas que no esperábamos pero que la Providencia  nos pone delante.




Y no me resisto a un apunte valenciano. Porque Guadalupe estuvo en Valencia en varias ocasiones. Le trajo aquí precisamente su trabajo profesional. Su tesis doctoral fue una investigación sobre el poder refractario de las cenizas de la cáscara del arroz. Y en 1973 participó en un Simposio sobre el Textil. De su ponencia en ese simposio se hizo eco el periódico Las Provincias, que le hizo una entrevista.





Una mujer trabajadora y cercana, una de nosotros, a la que Dios quiere señalar como compañera y ayuda en nuestro camino hacia el cielo, que eso es la vida. Vale la pena pedirle ayuda práctica para cosas concretas.


Un buen complemento del libro es este estupendo multimedia, que acaba de presentarse en Madrid. 

Y este resumen de los actos de la beatificación: