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miércoles, 3 de marzo de 2021

Lo efímero y la moda

 




El imperio de lo efímero. La moda y su destino en las sociedades modernas. Gilles Lipovetsky. Ed. Anagrama

 

El filósofo y sociólogo francés G. Lipovetsky nos ofrece en este libro un largo y brillante estudio acerca del devenir de la moda y su influencia en los estilos de vida, desde los comienzos de la historia hasta nuestros días. Concluye que la lógica efímera de la moda parece haberse impuesto hoy en todos los ámbitos del existir y razonar de los hombres.

 

Aunque parecen discutibles algunas de sus valoraciones, sin duda acierta en la descripción de situaciones de facto. Así, observa que “el desarrollo del razonamiento individual pasa cada vez menos por el diálogo o discusión entre personas privadas, y cada vez más por el consumo y los canales seductores de la información.”


     Se echan en falta, a mi juicio, propuestas de sendas de salida hacia una sociedad más humana, quizá porque no considera que sea esa su misión.

 

La aparición del gusto por las novedades

 

Señala Lipovetsky que se puede hablar de la existencia de un sistema de moda sólo cuando el gusto por las novedades llega a ser un principio constante y regular, como exigencia cultural autónoma, y no sólo como curiosidad hacia lo exterior.

 

Ese principio constante surge en la humanidad en el Occidente de finales de la Edad Media, hacia el siglo XIV. Es entonces cuando se impone un vestido radicalmente nuevo, distinto para cada sexo: para el hombre, jubón y calzones ceñidos; mientras que para la mujer sigue el traje largo que venía siendo tradicional para ambos sexos, pero ahora mucho más ajustado y escotado, resaltando los atributos de la feminidad.

 

Esa conmoción indumentaria, afirma, se produjo en algún lugar de Europa y se extendió por todo el continente entre 1340 y 1350. A partir de ese momento, las variaciones de la apariencia comienzan a ser mucho más frecuentes, extravagantes y arbitrarias.

 

Moda flexible

 

En nuestros días, señala, el público ya es autónomo frente a la idea de tendencia. Ha caído el poder de los modelos prestigiosos. Se ha perdido la radicalidad de la frontera entre lo pasado de moda y lo que está de moda, que han pasado a ser conceptos difusos. Ahora son posibles todas las longitudes y anchuras.

 

Esa moda flexible se ha convertido en uno de los rasgos de nuestro estilo de vida, junto a la alergia a la violencia y a la crudeza, la sensibilidad hacia los animales, la importancia de escuchar al otro, la educación comprensiva, el apaciguamiento de los conflictos sociales… Se aceptan casi todas las opiniones y se juzga cada vez menos al otro en función de una norma oficial.

 

Vulgaridad y distinción

 

El motivo de la moda, a su juicio, nunca se ha identificado del todo con la búsqueda de distinción social. Siempre ha tenido un componente fuerte de afán de novedades y el deseo de manifestar la individualidad estética.

 

En nuestros días persiste un código de diferenciación social, que se manifiesta por ejemplo en que los artículos de lujo nunca han pasado por crisis. Pero ahora ya no se busca tanto el consumo como vía de reconocimiento social. Se busca sobre todo placer, bienestar, funcionalidad, culto al cuerpo, embriaguez de novedades.  

 

Pienso que viene aquí a propósito lo que ha señalado el profesor García-Maiquez: ser distinguido no indica necesariamente afán de marcar distancias con los demás, porque una persona distinguida es sobre todo la que se esfuerza por distanciarse de lo peor de sí mismo, y fruto de su lucha va construyendo una personalidad atractiva, tanto en el cuerpo como en el alma.

 

       Otro pensador español, Javier Gomá Lanzón, ha señalado en esa misma línea que Ortega y Gasset estaba equivocado al hablar de masas como sinónimo de vulgaridad insuperable. No existen las masas, sino ciudadanos, cada uno en lucha consigo mismo para salir de la vulgaridad y alcanzar la excelencia.

 

Se trata de uno de los retos que tienen educadores, legisladores y gobernantes, y también los profesionales de la moda: cada persona es digna de respeto y consideración, y de esa dignidad debe aparecer revestida en todas las dimensiones de su vida.

 

Lipovestky constata que si bien es cierto que una minoría busca el exceso de extravagancia en el vestir, crece una mayoría que prefiere la discreción, que está menos preocupada por la originalidad que por el confort, la “elegancia difuminada” y la soltura.

 

La moda es una sofisticada puesta en escena del cuerpo

 

Resta importancia Lipovestky a la influencia social de operaciones publicitarias engañosas. No debe preocuparnos, afirma, que la publicidad logre convertir en éxito de ventas una porquería literaria: esa lectura no tendrá repercusión intelectual, su huella se borrará con el siguiente bestseller. Gran venta, nula repercusión intelectual.

 

Los efectos mediáticos son epidérmicos, afirma. No tienen la fuerza que les solemos otorgar: de aniquilar la reflexión, la búsqueda de la verdad, la comparación y la interrogación personal… Sólo tienen poder en el tiempo efímero de la moda. A lo sumo amplificará valores que no son tales, o retrasará el reconocimiento de los verdaderos valores.

 

Es una visión esperanzada, aunque quizá podríamos añadir que retrasar el reconocimiento de los verdaderos valores no es poco daño. Lo que debería ser normal en la sociedad es la contribución de todos a la generación de ambientes que faciliten el encuentro con los verdaderos valores. Entre otras razones porque sin valores no es posible que subsista largamente un sistema democrático, que está basado precisamente en un conjunto de valores comunes compartidos.

 

Por otra parte, la exposición constante de millones de ciudadanos a esos “efectos mediáticos epidérmicos” no deja de producir una inquietante sensación de estar ante un riesgo serio de estulticia generalizada.

 

La moda es la magia de la apariencia, y la publicidad el sortilegio de la comunicación.

 

La publicidad dominante hoy consiste en inteligencia creativa al servicio de lo superficial. No seduce al homo "sicoanalista", sino al homo ludens: se trata de una superficialidad lúdica, algo irónica, transgresora con límites, que juega al equívoco simpático, y que desarrolla toda su capacidad creativa para lograr el sueño de todo publicista: retener al público con una imagen positiva y original de sus productos.

 

Ese estilo creativo de la publicidad ha impuesto una lógica por la que todos afirman ahora la dimensión artística de su trabajo: los empresarios de ropa se autodenominan creativos, estilistas los peluqueros, los artesanos se consideran artistas, deportistas famosos dan su opinión sobre cualquier cosa como si fueran expertos…

 

La publicidad intenta explotar la tendencia natural al bienestar y a la novedad. Es interesante el contraste que señala con las técnicas de propaganda del totalitarismo político, que pretende transformar no la tendencia natural, sino la propia naturaleza humana, "como si se tratara de una materia amorfa y moldeable ilimitadamente por el Estado.

 

La publicidad ha engendrado a gran escala lo que denomina el deseo moda, un deseo estructurado igual que la moda. Ha desculpabilizado el acto de comprar, ha cambiado la ética del ahorro, el consumo se ha convertido para muchos en una “práctica ligera, que ha asimilado la legitimidad de lo efímero y la renovación permanente.”

 

La publicidad ha creado un ambiente que obliga a decir la verdad sin aburrir y con elegancia

 

Ese ambiente dominado por la publicidad ha creado un estilo de persuasión en el que ya no es suficiente decir la verdad: ahora es preciso decirla sin aburrir, con elegancia, imaginación y buen humor. Es un tema clave para la comunicación actual, y sin duda un reto atractivo para cualquier comunicador: expresar la verdad con belleza, porque de hecho verdad y belleza son inseparables.

 

La cultura de la evasión es el nuevo opio del pueblo, para olvidar la monotonía de la vida cotidiana. La necesidad fundamental que sustenta el consumo cultural hoy es la evasión. Para retener su atención es obligado distraerle. 

 

La cultura mediática tiene el poder de hacer olvidar la realidad y entreabrir un campo ilimitado de proyecciones, ofreciendo como espectáculo lo que la vida real nos niega. Pero esa cultura “favorece las actitudes pasivas, embota la capacidad de iniciativa, desalienta las actitudes militantes, y consigue integrarnos fácilmente en el sistema burocrático y capitalista, desposeídos de nosotros mismos.” Y eso que cuando Lipovetsky escribía esto, en 1987, apenas había comenzado internet…

 

El llamado “reino de la moda total”, que se ha instalado en la sociedad, pasando de la moda al estilo de vida, tiene también muchos rasgos favorables: quizá es menos firme, pero es más receptivo a la crítica; es menos estable, pero más tolerante; menos seguro de sí, pero más abierto a la diferencia, a la argumentación del otro; no le valen ortodoxias, contempla opiniones… 

 

Un buen libro para quienes se dedican a la moda y a la publicidad, y que hará pensar en busca de buenas ideas a cuantos están interesados en la comunicación y en mejorar el mundo.

 

 

 

 

viernes, 13 de noviembre de 2020

El dilema de las redes

 

El dilema de las redes sociales. Documental. Netflix




 

Interesante documental de Netflix, que nos invita a repensar el uso de la tecnología, de la mano de algunos expertos de Silicon Valley, hondamente preocupados por la deriva del negocio digital, convertido hoy en una carrera por captar nuestra atención aun a costa de nuestra salud psíquica y social.

 

El uso de las redes y diversas plataformas digitales ¿nos está haciendo mejores personas, o por el contrario es fuente de distorsiones en nuestra conducta? Es evidente su negativa incidencia en la capacidad de concentración, dañada por la dispersión que provocan múltiples reclamos digitales. Pero también daña otros factores importantes para el ser humano: la calidad de las relaciones, el hábito de conversar, la disposición al diálogo con quienes piensan diferente, la amable y distendida convivencia social…

 

Se agradece que quienes han intervenido en el desarrollo de la tecnología digital se detengan a pensar en su impacto antropológico. Concluyen que al diseño de productos digitales le ha faltado la dimensión ética. Están pensados sólo para ganar dinero, y no para mejorar a las personas y a la sociedad.

 

El negocio digital, que comenzó diseñando programas para empresas, ahora se ha orientado a enganchar usuarios a la pantalla. Las redes compiten por nuestra atención, y ese tiempo de atención a la pantalla es el producto que venden a sus anunciantes. Y con nuestra atención, venden también imperceptibles cambios en la conducta y en nuestra percepción de la realidad.




 

El trabajo de los ingenieros digitales va dirigido directamente a enganchar con sus productos, a retenernos, empleando a fondo métodos psicológicos, sin importarles que provoquen adicción ni que esa adicción se traduzca en un empobrecimiento de las relaciones familiares y sociales. Hoy en cualquier familia con hijos pequeños la sencilla y amable conversación familiar es una práctica cada vez más difícil y traumática. Sucede también entre los mayores, usuarios compulsivos del móvil. 


Pero no sólo es adicción lo que provocan. También buscan cambiar directamente nuestra percepción de la realidad, y esto lo saben especialmente los grupos ideológicos y políticos, que compran el cambio que pueden provocar a través de las redes en lo que pensamos, lo que hacemos, la percepción de lo que somos. Las redes venden a los ideólogos su capacidad de provocar cambios de manera gradual. Ganan fortunas con su poder de transformar nuestra conducta según el gusto de sus anunciantes, no siempre visibles.


Las tecnologías basadas en la persuasión no son meras herramientas pacíficas.  Explotan nuestras vulnerabilidades sicológicas. Como señala uno de los expertos del documental, "sólo hay dos industrias que llamen “usuarios” a sus consumidores: la droga y el software."


Las redes, apoyadas en una inusitada capacidad de almacenamiento de datos, conocen nuestros gustos, el tiempo que pasamos mirando cada imagen, con quién hablamos, de qué nos gusta hablar... Ese cúmulo de datos, manejado por algoritmos, se convierte en una poderosa fuente de predicción de la conducta. Con esos modelos predictivos comercian las redes. Cada me gusta, cada retuiteo, cada perfil que vemos… les da pie para predecir lo que vamos a mirar la próxima vez, lo que nos puede interesar, adónde nos gustaría hacer viajar. Venden esa predicción a quienes ofrecen productos o servicios, o a grupos políticos o ideológicos, cuyos mensajes aparecen como por arte de magia en nuestras pantallas. Nos vigilan, y así ha nacido el nuevo “capitalismo de vigilancia.”


En este proceso, a la vez que nos retienen, nos van encerrando en un círculo vicioso de retroalimentación de la conducta, que acaba siendo atosigante. Quizá no se lo proponen, pero de hecho nos polarizan, porque les interesa: el sistema nos aísla de quienes tienen otros gustos, otras ideas, que recibirán otros mensajes publicitarios distintos.  Y así, lo que nació para facilitar el diálogo social, en realidad nos separa de los demás, nos polariza en nuestras posiciones, nos hace menos comunicativos y acaba crispando las relaciones.


Las redes aparentan un equilibrio de posiciones: puedes optar por quien quieras. Pero en realidad alteran el campo de juego: hacen que sea más difícil un tipo de conducta que otro. En cuanto detectan que hemos visto algo sobre tal teoría, alimentan nuestra cuenta con más partidarios de esa teoría, con videos y noticias defendiéndola. Así retienen nuestra atención, y pueden venderla. Pero a la vez están encerrándonos en esa posición, hay que proponérselo seriamente para ver otras opciones. No les importa que se trate de una teoría buena o falsa, agresiva o insana, sino retenernos ahí para publicitar a sus anunciantes, que pueden ser editores de libros, de videos, o grupos ideológicos.


También nos pueden hacer creer que una determinada opción la sigue poca gente, que la mayoría sigue esta otra. Así nos arrastran hacia una posición que interesa a los ingenieros de la persuasión. Esa misma manipulación puede ser alimentada por un país para desestabilizar a otro, difundiendo mensajes que radicalizan a los bandos de diversos partidos, aumentando así los enfrentamientos: comienzan en las redes, pero acaban en los parlamentos y en las calles. Esto ha pasado en todos los países recientemente desestabilizados: las redes sociales han sido un factor determinante.


Los expertos ven una clara relación entre el uso compulsivo de la tecnología y la depresión y el suicidio juvenil. Y es que se acaba confundiendo un like con el verdadero valor: “eso nos deja más vacíos, más frágiles, más ansiosos, más deprimidos… Los likes actúan como el chupete digital sin el que los adultos no pueden vivir ni dormir.”


Facebook quizá es la red que sale peor parada por el daño que provoca. Nos rodea de gente que piensa como nosotros, nos envía las noticias que piensa que nos gustarán… y nos encierra en un submundo muy diferente del mundo real. Y a los que piensan diferente les encierra en otro submundo, también distinto del real. 


En el mundo real convivimos y dialogamos con todo tipo de personas, y así es como se construye la convivencia pacífica: conviviendo con el diferente. Facebook polariza y radicaliza, si uno no toma precauciones. La “amistad” en Facebook suele tener poco de verdadera amistad. El control ansioso del número de seguidores, al que tantos han vinculado su autoestima, es claramente perjudicial. También twitter tiene algo de esos problemas. Además, en twitter las noticias falsas se difunden mucho más rápido que las verdaderas: algo falla.

 

Es interesante la reflexión sobre el alcance del poder de la tecnología sobre la persona. No ha superado nuestra inteligencia, pero sí sobrepasa fácilmente nuestras debilidades, tiene un gran poder para exacerbar nuestra vanidad, nuestra tendencia al dominio y a la radicalización…

 

Por eso las redes suponen un verdadero jaque a nuestra humanidad, porque tienen capacidad de emerger lo peor de nosotros. Necesitamos productos diseñados para facilitar nuestra capacidad de hacer el bien, de acceder a la verdad, de relaciones sociales más humanas en la vida real.  Y eso requiere tener presente la dimensión ética de la persona.

 

Si no queremos perder ese valor intrínsecamente humano que es la sociabilidad necesitamos usar mejor las tecnologías, y exigir a quienes las diseñan que la ética impere por encima de la rentabilidad. Eso es lo que se plantean los personajes de este sugerente documental. Junto al “¿qué hemos hecho mal?”, es preciso desarrollar más el “¿qué debemos hacer?” para convertir las redes en instrumentos de humanización social.

 

Una cuestión básica es reconocer que la inteligencia artificial no puede solucionar el problema de las noticias falsas, de la mentira: ese es un problema previo, humano: la verdad, y con ella la libertad de la persona, es incompatible con la mentira. 


No podemos dejar la verdad a merced de los algoritmos que unos pocos ingenieros introducen cada día en sus poderosos ordenadores en un rincón de América, para que miles de millones de personas vean en todo el mundo simultáneamente las noticias que ellos han decidido que veamos, y no otras quizá más importantes, o más dignas de confianza. Eso requiere un sano distanciamiento de las redes y ejercer una presión masiva para que la verdad y el bien sean respetados. 

 

            

jueves, 11 de junio de 2020

Religión en la escuela

Donde se aprenden los valores


    Samuel J. Aquila, arzobispo de Denver (USA), comparaba la juventud que se educa en el islam con la juventud en los países occidentales. Los jóvenes musulmanes aprenden a leer en el Corán. Dedican a su estudio desde niños entre 2 y 3 horas diarias, y así las enseñanzas del profeta acaban conformando sus mentes.

    La mayoría de los jóvenes occidentales, en cambio, llevan varias generaciones aprendiendo a leer sobre todo en los contenidos de sus pantallas. Publicidad, videojuegos, teleseries, redes sociales… con sus raciones de hedonismo, violencia, sexo, relativismo y agnosticismo, son los principales educadores que configuran sus mentes desde pequeños.



    Esos educadores digitales abundan en "valores" propios: eres más feliz cuantas más cosas puedas comprar; ser viejo es malo; sufrir no tiene sentido; las relaciones humanas no duran, lo normal es que las parejas y las familias se rompan; la autoridad es un peligro; el cristianismo es irracional; cuida la apariencia de tu cuerpo pero no te abstengas de nada; no te esfuerces, que ya papá Estado cuidará de tí; miente si te conviene… 

    Aquila propone volver al tesoro que contiene las más preciosas joyas de la humanidad: la Sagrada Escritura y la teología cristiana.



    Si dedicásemos 2 o 3 horas diarias a estudiar las enseñanzas de Jesús, las consecuencias para nuestra vida diaria de su riquísimo mensaje de amor y fraternidad… resolveríamos muchos problemas.

    Al menos podemos intentarlo con una hora diaria, sacadas de esas horas tontas que perdemos viendo telediarios que desinforman o programas basura, trasteando sin ton ni son las redes sociales… 


    Cualquiera que aspire a una transformación personal y del mundo, ahí tiene la clave: conocer el Evangelio. Aunque sólo fuera por curiosidad intelectual, hay que conocer la religión católica. 

    No saben el daño que hacen a la civilización, y a cada mente juvenil, quienes quitan la religión de los planes escolares.



martes, 23 de mayo de 2017

Guía para la educación digital

Tsunami digital, hijos surferos. Guía para padres que no quieren naufragar en la educación digital.

Juan Martínez Otero. Freshbook Family



   

    La irrupción de internet ha generado un verdadero tsunami, que ha pillado desprevenidos a no pocos padres y educadores. No tanto por desconocimiento de la red (que también), sino sobre todo por ausencia de experiencias educativas ante un fenómeno novedoso.


   En los últimos años han aumentado las voces de alarma respecto al riesgo de internet, pero siguen faltando pautas concretas para la educación. Quizá falten también educadores dispuestos a ponerlos en práctica. Martínez Otero nos ofrece en este libro una buena guía para manejarse con acierto y seguridad en la educación digital.


   Los peligros que acechan en Internet son bien conocidos. Su uso descontrolado produce dispersión y pereza mental, falta de concentración, pérdida de tiempo, adicción a un mundo irreal de distracciones, autismo inducido… Por no hablar del destrozo que causan sus abundantes contenidos nocivos.


     Martínez Otero apuesta, no por un control férreo y extenuante, sino por lograr que los hijos se acostumbren desde pequeños a ciertas pautas sanas de vida, de manera que aprendan a prescindir “a gusto” de lo que no es apropiado.


    Internet ofrece un mundo irreal, en el que las cosas no cuestan esfuerzo. Pero la vida real las cosas cuestan trabajo y dedicación, y es preciso fomentar la cultura del esfuerzo desde pequeños. No se forja la personalidad a base de “likes” en Facebook. No se convierte uno en persona culta por tener a mano internet: es preciso retomar la ilusión de memorizar cosas y datos, porque sólo memorizando podremos traer a la mente el recuerdo de las cosas esenciales…





   Una manera positiva de alejar los peligros es ayudar a saborear la belleza de la vida real: cultivar aficiones, especialmente las que fomentan las relaciones personales (excursiones, deporte, lectura, música…); retomar normas elementales de cortesía que manifiestan respeto a los demás; dar prioridad a las conversaciones cara a cara y no  interrumpirlas por el móvil; fomentar las tertulias familiares en las que todos participan y aprenden a expresarse y escuchar; frenar el ansia de fotografiarlo todo, y en cambio disfrutar en vivo de paisajes y situaciones…


   
   Acostumbrarse a prescindir de los cascos con frecuencia, aprovechar algunos desplazamientos para saborear el silencio (lo que aumenta la capacidad de reflexión), acotar momentos en que usar el móvil, nunca usarlo en la mesa, desconectar notificaciones, no estar pendiente de los “likes”… El libro sugiere muchas ideas que padres y educadores pueden convertir en normas para la vida diaria. Así se crean hábitos que forjan la personalidad, la que todos necesitamos para surfear con elegancia en el tsunami digital, sin ser engullidos por la ola.


   


   





   








viernes, 31 de mayo de 2013

Morder la bala, de Lucía Méndez



Morder la bala. Relato íntimo del gobierno del PP. 

Lucía Méndez (La esfera de los libros, 2012) 




    Morder la bala (bite the bullet) es una expresión inglesa, usada al parecer por primera vez por Rudyard Kipling. Un famoso western de 1975 lleva ese título. Alude a la fortaleza y sacrificio con que es necesario afrontar la adversidad. Es necesario operar, no hay anestesia, y al herido se le da una bala para que la apriete entre los dientes. Es cuanto puedes hacer para mitigar el dolor: apretar los dientes, aguantar como puedas. Hay que hacer lo correcto aunque suponga un trago amargo. 


    De esta imagen se sirve la periodista Lucía Méndez para describir la difícil situación que desde el minuto cero de su mandato afronta Mariano Rajoy al llegar al gobierno de la nación. Una crisis económica sin precedentes le obliga a tomar medidas de gobierno que son auténtica cirugía sin anestesia en la carne de la ciudadanía. A nadie le gusta, pero hay que hacerlo. 

sábado, 2 de marzo de 2013

Verdad, valores, poder. Joseph Ratzinger




Verdad, valores, poder. Piedras de toque de la sociedad pluralista. Joseph Ratzinger. Ed. Rialp


Verdad, valores, poder, son piedras de toque que nos permiten calibrar la calidad de una sociedad pluralista. Este libro recoge tres ensayos del cardenal Joseph Ratzinger sobre cuestiones tan esenciales.


Con la nitidez y hondura características de su pensamiento, el futuro papa Benedicto XVI reflexiona sobre el problema al que se enfrenta una sociedad, que intenta construirse en torno a la democracia, cuando pierde una referencia clara acerca de los valores que debe promover, y considera la verdad un concepto meramente subjetivo. Conceptos fundamentales como conciencia y culpa se difuminan. En esa sociedad la persona está en riesgo de perder su libertad.


Las democracias que no se apoyan en un mínimo de valores, no expuestos al arbitraje de mayorías cambiantes, degeneran en tiranías. Las democracias occidentales corren ese riesgo, porque buscan en vano un fundamento en el pantanoso terreno del relativismo, y desprecian el firme apoyo de los valores cristianos sobre los que crecieron. 


    En La Democracia en América,
 Tocqueville escribe que en América era posible un orden de libertades, una libertad vivida en común, precisamente porque era una sociedad en la que seguía viva la conciencia moral fundamental alimentada por el cristianismo. Pero sin convicciones morales comunes las instituciones no pueden durar ni surtir efecto.


    La historia del siglo XX, afirma Ratzinger, ha demostrado dramáticamente que la mayoría es manipulable y fácil de seducir, y que la libertad puede ser destruida en nombre precisamente de la libertad. La mayoría no puede ser fuente del derecho ni lo único decisivo en democracia. Es indiscutible que la mayoría no es infalible, y que sus errores no afectan sólo a asuntos periféricos, sino a bienes fundamentales que dejan sin garantía la dignidad y los derechos del hombre. Ni la esencia de los derechos humanos ni la de la libertad es evidente siempre para la mayoría. Si la mayoría siempre tiene la razón, el derecho tendrá que ser pisoteado. 


  Ratzinger analiza el comentario de Hans Kelsen, maestro del positivismo jurídico, a la pregunta de Pilatos a Jesús: ¿Qué es la verdad? Kelsen dice que la pregunta ya contenía la respuesta: la verdad es inalcanzable. Por eso Pilatos no espera la respuesta: se dirige a la multitud y les dice: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos? Es decir: somete la cuestión (sobre qué es la verdad) a la voluntad popular y deja que sea el pueblo quien decida. 


   Actuando así, Pilato se comporta como el “perfecto demócrata”: confía el problema de designar lo que es verdadero y justo a la opinión de la mayoría. “El hecho de que en el caso de Jesús fuera condenado un hombre justo e inocente no parece inquietar a Kelsen. No hay otra verdad que la de la mayoría”.

       La democracia, en el ámbito anglosajón, se apoyaba en un consenso fundamental cristiano. Pero a partir de Rouseau (siglo XVIII) comenzó a dirigirse contra la tradición cristiana. Lo democrático será desde entonces un concepto que se entiende en oposición al cristianismo e incorpora los dogmas masónicos del progreso necesario, el optimismo antropológico, la divinización del individuo y el olvido de la persona. Por eso Ratzinger recuerda que es misión de la Iglesia, y de cada cristiano, hacer que surja con fuerza renovada aquella evidencia de los valores sin la que no es posible la libertad común.


       Ratzinger resalta el valor de la conciencia, que en su primer estrato contiene el recuerdo primordial de lo bueno y de lo verdadero, insertado por Dios en nosotros. Es una tendencia ontológica del ser creado por Dios a promover lo conveniente a Dios. Ahí radica el derecho de la actividad misionera de la Iglesia: aunque lo ignoren, todos esperan secretamente el Evangelio, la Noticia del Amor de Dios a los hombres

        En ese recuerdo primordial radica también el que nadie debe obrar contra su conciencia. Aunque sea errónea, no es culpa nunca seguir la convicción alcanzada, pero sí puede ser culpa adquirir convicciones falsas y acallar las protestas que proceden de lo íntimo de nuestro ser. Hitler y Stalin obraron convencidos, pero son culpables.

 

 Debemos seguir el veredicto evidente de la conciencia. Pero eso no significa que la conciencia sea infalible, pues sería tanto como afirmar que la verdad no existe, y todo sería subjetividad. Y por tanto tampoco existiría libertad.

 

 Ratzinger observa que la falsa idea de que es más libre quien no está cargado con las exigencias de la fe ha paralizado la actividad evangelizadora de la Iglesia en los últimos decenios. Es el pensamiento de que la falsedad y el alejamiento de la verdad podrían aportar una vida más cómoda que la de quien afirma que existe la verdad. ¿No habría que liberar al hombre de la verdad, que lo ata y no  lo hace más libre? ¿No es mejor dejar a los hombres sin fe, para no atarles? 


“Quien ve en la fe una pesada carga o una exigencia moral excesiva no puede invitar a los demás a seguirla. Prefiere dejarlos en la supuesta libertad de su buena conciencia.”

 

Esa cierta aversión “casi traumática” a lo que llaman catolicismo preconciliar quizá procede de una fe soportada como una carga. Parecen decir que la conciencia errónea protege al hombre de las exigencias de la verdad.

 

Pero en realidad “la conciencia es la ventana que abre al hombre el panorama de la verdad común que nos sostiene y nos sustenta a todos, haciendo posible que seamos una comunidad de querer y de responsabilidad apoyada en la comunidad de conocimiento.”

 

Newman decía que la conciencia es la presencia clara e imperiosa de la voz de la verdad en el sujeto. Es la anulación de la mera subjetividad en la tangencia en que entran en contacto la intimidad del hombre y la verdad de Dios.

 

Acallar esa voz, para permanecer en un convencimiento subjetivo, no exculpa al hombre: Hitler y sus SS actuaron con convencimiento subjetivo, con la seguridad y falta de escrúpulos que se derivan de él.


Distinguir la verdadera voz de la conciencia

 

Un hombre de conciencia es el que no compra tolerancia, éxito, bienestar, reputación y aprobación públicas renunciando a la verdad.

 

¿Cómo distinguir la verdadera voz de la conciencia? Hay dos señales claras: que esa voz no coincida con los deseos y gustos propios, y que no coincida con lo aparentemente más beneficioso o llevadero para la sociedad, con el consenso de grupo, o con las exigencias del poder político o social.

 

No se puede comprar el progreso y el bienestar traicionando la verdad reconocida. Hoy el concepto de verdad ha sido abandonado y sustituido por el de progreso. El progreso “es” la verdad. Pero es así precisamente como se destruye el progreso, pues al separarse de la verdad pierde la dirección, y tanto puede ser progreso como retroceso.

 

En el hombre existe la presencia inexcusable de la verdad, de la verdad del Creador, que se ofrece también por escrito en la revelación de la Historia Sagrada. El hombre puede ver la verdad en el fondo de su ser. No verla es culpa. Solo se deja de ver cuando no se la quiere ver.

 

 El error, la conciencia errónea, sólo son cómodos en un primer momento. Enseguida, tarde o temprano, sobreviene la deshumanización. En el telón de acero, el sistema marxista era un sistema de engaño, y produjo embotamiento del sentido moral y una sociedad inhumana. La verdadera culpa es la supresión de la verdad que precede a la conciencia errónea, que deja al hombre en una falsa seguridad y en un desierto inhóspito.

 

 Por eso el sentimiento de culpa es necesario, porque rompe la falsa tranquilidad de la conciencia. Es una señal tan necesaria para el hombre como el dolor corporal, que nos permite conocer la alteración de las funciones vitales normales. Quien no es capaz de sentir culpa está espiritualmente enfermo. El enmudecimiento de la culpa es una enfermedad de alma más peligrosa que la culpa reconocida como culpa: no hay más que pensar en los crímenes contra la humanidad perpetrados por gentes sin escrúpulos de conciencia en los lager y gulags comunistas o en los campos de exterminio nazis.

 

 No acallar la conciencia es lo que nos salva. En Lc 18, 9-14 vemos a Jesús que puede obrar en el pecador que se reconoce culpable porque no se oculta tras su conciencia errónea. Jesús sin embargo no puede actuar en el fariseo que no siente la necesidad de perdón ni de conversión. Es precisamente el grito de la conciencia que llega al publicano lo que le hace capaz de alcanzar la verdad y el amor salvador.

 

 El peligro de perder el sentido de culpa nos acecha a todos, y debemos rezar con el salmo: “¿Quién será capaz de reconocer los deslices? Límpiame de los que se me ocultan” (Ps 19, 13). El hombre que no examina su conciencia corre peligro de adormecer ese sentimiento de culpa, sin el que no es posible acceder al perdón.

 

Y este es el reto y la responsabilidad al que se enfrenta el cristiano: conducir de nuevo a la humanidad hacia el reconocimiento de los valores morales eternos: desarrollar de nuevo el oído casi extinguido para escuchar el consejo de Dios que habla al corazón de cada persona.

 

 

 












 

sábado, 25 de agosto de 2012

Democracia

    
Joaquín Navarro Valls, portavoz de Juan Pablo II

    
     Leo unas sugerentes reflexiones de Joaquín Navarro Valls a propósito de los valores democráticos, y me sugieren otras.

    La democracia es seguramente el valor más alto compartido de nuestro tiempo, capaz de incluir todos los demás valores.

    Democracia significa pluralismo, respeto a los demás, tolerancia,  valoración de las diferencias, realización política de ideas alejando  la lógica del poder exclusivo. 

    Democracia significa visión moderada y heterogénea de la sociedad, rechazo de propuestas radicales de elección de bando. 

    Nada más alejado de la democracia  que la designación de enemigos que hay que abatir o normalizar

    La democracia es la libre concurrencia de ideas distintas, y aún opuestas, que se escuchan y estudian sin dogmatismos, para sacar de cada una todo lo bueno que pueda aportar a la sociedad. De todas las posiciones tenemos algo que aprender. Ninguna puede pretender erradicar a las demás.

    Nada más alejado de la democracia que el insulto (una agresión verbal que está a un paso de la criminalización y es el preámbulo de la agresión física).

    Y por desgracia veo a más de uno que se aferra a sus opiniones como si fueran dogmas (dogmas políticos, económicos, pedagógicos...) y no duda en insultar al que no las comparte: por ahí debieron comenzar su camino todos los totalitarios.  

    Pisotean el sentido de la democracia, casa común en que cabemos todos, siempre que nos respetemos.

lunes, 19 de marzo de 2012

La nueva izquierda de Tony Blair




Tony Blair. La forja de un líder.
Philip Stephens. Ed Biografías vivas ABC




      Philip Stephens es historiador por Oxford y periodista, especializado en política internacional y británica. Decide escribir esta semblanza biográfica al comprobar en un viaje a USA el reconocimiento de los norteamericanos a Tony Blair por su apoyo incondicional tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Lo considera figura clave en la modernización de la izquierda británica, gracias a la cual bajo su mandato el partido laborista alcanzó uno de sus mejores momentos. 

    Se trata de un libro ampliamente documentado y con aportaciones de primera mano, tras conversaciones con Tony Blair y otros personajes de la política británica. Se adentra con rigor en el pensamiento político del personaje, y aporta un conocimiento práctico de los engranajes del gobierno y los partidos, así como detalles significativos de la historia reciente de Inglaterra y Occidente. 

       Algunos detalles que me han parecido significativos.

(Tony Blair) nunca puede pasar frente al espejo sin mirarse. Siempre ha sido consciente del efecto que produce en los demás. Es un actor, la fachada siempre está puesta.

 33: la pérdida de la madre dio al hijo (TB) la determinación para triunfar, y a la vez por esa época la fe cristiana se estaba convirtiendo en fuerza motivadora de su vida. Hubo como una fusión de convicción moral y ambición ardiente, que le pusieron en el camino del gobierno. Cree en Dios y ama a su familia. No es frecuente entre los políticos. Familia, religión y política son las tres cosas más importantes para él.

 36: la realización personal depende de la asociación con otros y de la confianza. Los individuos se forman por su relación con el resto de la comunidad en que han crecido. Por eso la familia es fundamental, porque pone los cimientos para unas redes más amplias de las q dependen las sociedades sólidas.

 38: para el público, cuando se hace referencia en el discurso al terreno religioso, la línea entre lo correcto y lo mojigato es peligrosamente fina. Y Blair a veces parecía cruzarla, lo que inquietaba a gente de su partido. Además, al defender la idea de la moral absoluta, desafiaba la ortodoxia predominante en la izquierda.

 39: el respeto a los homosexuales, a las madres solteras y a los que mantienen relaciones menos formales no tiene por qué poner al partido contra la familia convencional. ¿Por qué el voto laborista (socialista) tiene que significar un estilo de vida alternativo? La familia es el primer lugar donde las personas aprenden las normas de comportamiento social. Con la disciplina familiar se aprende la disciplina social y el sentido de responsabilidad.

 40: basó la política social laborista en el sentido común más que en la ideología. Atacó a los conservadores por estigmatizar a los padres solteros, pero declaró que los adultos no debían preferir que sus hijos mantuvieran una relación no estable. La familia sería tratada como una “unidad social estable esencial”. 

 40: utopía de la igualdad: ¿de riqueza, de oportunidades? (historia de las viviendas sociales con vistas a parque, pero las de atrás vistas a naves industriales: al final optaron por girar 90º y se quedaron todas sin vistas al parque: iguales en la miseria…)

 41: todos somos iguales a los ojos de Dios, tenemos derecho a ser tratados igualitariamente, sin tener en cuenta riqueza, raza, sexo, posición social. Pero eso no significa que seamos uniformes en posición o carácter. Todos debemos tener la oportunidad de realizarnos al máximo.

 45: los votantes no quieren sermones de sus políticos. La caricatura de político que más daño hace es la del predicador santurrón. Es peligroso que un político hable como teniendo a Dios de su parte, o reclamando el monopolio de la sabiduría moral.

 46: sólo los que están siempre en la oposición mantienen unas posiciones ideológicas estereotipadas en términos de división izquierda-derecha. Blair dice que tiene una fuerte colección de convicciones, pero no ideología; y no son estereotipadas.

 57: su padre procedía de la clase obrera, y sin embargo se hizo conservador. Y le explicaba la razón: “los laboristas nos frenan, no quieren que triunfemos, no quieren que prosperemos”. 

 68: los planes de impuestos de los laboristas enviaban el mensaje de que seguirían castigando a quienes hubieran ascendido con éxito en la escala de la prosperidad.

 71: para Blair, el principio rector de un partido moderno de centro izquierda es que las personas prosperan en comunidades sólidas. El Estado podía y debía ser amigo del individuo, una fuente de seguridad en un mundo que cambia rápidamente. Pero el partido laborista (pensaba) había confundido el concepto de comunidad con la idea de un estado centralizado fuerte: un gran gobierno por sí mismo, olvidando al individuo, con una política de impuestos opresiva que apenas deja espacios de libertad.

 74: en 1993 Inglaterra estaba conmocionada por un trágico suceso: el cruel asesinato de un niño de 2 años por dos adolescentes. Hasta ese momento el mensaje laborista hubiera sido achacar la tragedia a la desigualdad, el desempleo y los recortes en el estado de bienestar. Blair afirmó que había que comprometerse en reducir la privación social en que prospera la delincuencia, pero también que los políticos debían perder el miedo a hablar de los valores y los principios en que creemos. Dijo que la sociedad había perdido la brújula ética, que la tolerancia había dado paso al abuso de la libertad, y que había llegado el momento de prescindir del relativismo moral y retomar la distinción fundamental entre lo bueno y lo malo. No podemos existir en el vacío moral. Y declaró que los socialistas serían severos con el delito y con las causas del delito.

 92: la política del estado de bienestar del New Labour sería buscar trabajo a las personas, no mantenerlas sin trabajar. ¿Qué más da que una empresa sea de propiedad pública o privada si se cumple el objetivo de una sociedad más cohesionada? Hay que acabar con los falsos dilemas de los viejos límites entre izquierda y derecha.

93: es absurdo ver la empresa y la justicia social como si estuvieran en oposición. Para redistribuir riqueza lo 1º es tener capacidad de crearla. Lo 1º que se debe plantear un partido es cómo crear riqueza.

134: distanciado de la vieja división ideológica entre izquierda y derecha.

139: el € nace en enero de 1999.

146: Irak: Blair concebía la nueva estrategia militar de GB como una fuerza a favor del bien en el mundo. Había un impulso moral en su decisión de entrar en guerra. Consideraba que GB no podía esperar a que estallaran las crisis, sino que debía actuar anticipadamente, en lo que luego se llamó intervención preventiva militar en el extranjero.

297: agosto 2003: disensión entre los diputaos laboristas por la legislación sobre hospitales-fundación y tasas a los estudiantes universitarios. En opinión de Blair, la oferta monolítica de servicios había sido una excusa para la mediocridad, y para una actitud hacia los servicios públicos que hacía prevalecer los intereses del productor sobre los intereses del ciudadano. Los detractores decían que igualdad requería uniformidad. Pero era absurdo argumentar que todos los hospitales, universidades y escuelas debían ser iguales en todos los aspectos.

300: aportar a la era del consumidor egoísta el valor de la solidaridad.


 JA, 19-3-2012