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lunes, 8 de septiembre de 2025

Para vivir la Santa Misa




Consejos para vivir la Santa Misa. Ricardo Sada. Ed. Rialp


    Me ha parecido un libro muy claro y práctico, que ayuda a descubrir el porqué de cada gesto y palabra de la Santa Misa, “la acción más sagrada y trascendente que los hombres, por la gracia de Dios, podemos realizar en esta vida” (San Josemaría). Señalo algunas de las ideas más sugerentes, con alguna consideración personal.


Obstáculos para la participación viva y activa en la Misa:

-falta de fe;

-ausencia de la gracia santificante;

-falta de preparación, distracciones;

-rutina, sepulcro de la verdadera piedad (Camino 553);

-sentimentalismo;

-banalización.


Rutina: la Misa es el culmen de toda la vida cristiana, lo que da sentido a todos los esfuerzos apostólicos. La Misa pertenece a nuestra vida misma, es algo definitivo e insoslayable, asistir está por encima de cualquier vaivén.

    Hay que descubrir alguna novedad en cada celebración: cada Misa ha de ser “un cántico nuevo para el Señor”: hacer nueva la fe y el amor, el deseo de encontrar en cada Misa alguna revelación de la grandeza y el don de Cristo. Por ejemplo, San Josemaría recomendaba a un sacerdote que le preguntó cómo vivir mejor la Misa: “Cuando salgas hacia el altar, piensa que a tu lado va la Virgen y camináis juntos al Calvario.” Todo un descubrimiento.

    El encanto de la novedad pertenece a la esencia misma de la vida. Una disposición interior que rompe la monotonía de lo ya visto y realizado muchas veces, para comenzar una aventura nueva, un cántico nuevo para el Señor. Con quien nos encontramos en la Misa es con Cristo y su obra redentora, con su amor inagotable: estamos cada uno llamados a penetrar en el infinito Amor divino, en el que nunca encontraremos límites.

Sentimentalismo: la liturgia eucarística no apela al sentimentalismo, no busca fomentar el sentimiento, sino dar razón de nuestra fe. Es un desarrollo austero de un mandato específico recibido de Jesucristo: “Haced esto en conmemoración mía.” Son textos breves, claros, serenos y respetuosos, en los q se expresan las razones de nuestra fe –¡Misterium fidei!- que no están expuestas a los vaivenes de los sentimientos. Nuestra manera de vivir la Misa se apoya en una base dogmática y racional, que podría oscurecerse apelando al sentimiento, como a veces se hace con cánticos empalagosos.

Banalización: nos jugamos mucho con la liturgia. Distintas maneras de concebirla tienen detrás distintas maneras de concebir la Iglesia. Dios es el protagonista de la liturgia. Cuando nos preguntamos cómo hacerla más atractiva, interesante o hermosa, vamos por mal camino. Guardar silencio; mirar al crucifijo, no al celebrante; recogimiento al acercarse a comulgar (la mirada baja). La liturgia no se hace, se recibe: los espectadores son la Santísima Trinidad, la Humanidad de Cristo glorioso, La Virgen María, San José, los coros angélicos y todos los santos del cielo. 

    La “participatio actuosa” de los fieles en la Misa que señaló el Vaticano II se interpretó mal: no pretendía que los fieles se movieran cuanto más mejor, sino que fuera una participación consciente, activa, plena, piadosa, fácil: que se adentraran en el misterio de lo que se celebra, sin distraerse con otros rezos o meramente “estando” pasivamente. 


Medios para adentrarse en la luz del Misterio

    La Misa es acción de Dios, y por tanto misterio de fe. Saber vivirla es intentar una y otra vez incursionar desde la fe en el misterio.

    La Misa es lo más opuesto al teatro y al cine: en las películas parece que pasan cosas, pero todo es ficción. En la Misa todo es real. 

    La Misa no es un tinglado ni un espectáculo: se celebra siempre lo mismo, por eso es siempre idéntica. La Misa no es un enigma no resuelto, sino un Misterio, una explosión de luz tan potente que excede nuestra capacidad de comprensión. La Misa es el Misterio que hace presente el Único y Eterno Sacrificio de Cristo en el Calvario. 

    La actitud de recogimiento y silencio, y un lugar que facilite la creación de un espacio vital sagrado, acorde a la dignidad de lo que se celebra, facilitará incursionar en el misterio, siempre con la ayuda del Espíritu Santo. 

    “Moisés caminaba como si viera al invisible” (Heb 11, 7) “Los cristianos contemplamos, no las cosas visibles, efímeras todas ellas, sino las invisibles, las únicas que son eternas.” (II Cor 4, 18)

    A través de los signos podemos adentrarnos en el misterio. La liturgia es el lugar privilegiado del signo, de lo simbólico. Transitar del signo sensible a la realidad profunda no sensible es una proyección de la naturaleza humana, que es material y espiritual. 

    Pascal: toda cosa esconde un misterio, porque todas son velos tras los que se esconde Dios.

    Saint Exupery: lo esencial es invisible a los ojos. 

    Jesucristo, Verbo Encarnado, es lo invisible de Dios hecho carne, sangre, respiraciones y latidos. Como una madre a su hijo, la Iglesia no nos instruye solo con palabras, también con acciones y gestos. 


Belleza en la liturgia

    La belleza es el esplendor de la verdad: debe manifestarse en la liturgia, porque estamos presenciando la verdad del culto al Altísimo en el cielo, del que Jesucristo es Sacerdote y Víctima, y eso reclama por nuestra parte belleza en el alma, dignidad en el vestido y las posturas, en los objetos sagrados, en las actitudes solemnes, en la devoción profunda, en el silencio, en la música, que debe ser acorde al misterio. 

    Acostumbrarnos a mirar la liturgia no como se mira un espectáculo, sino desde dentro: pedir al Espíritu Santo una mirada que traspase el entorno material y crea, ame, sintonice y se haga sensible con Aquel que camina a inmolarse al Padre.

    El altar: nos muestra que hay un camino para ascender hasta Dios. Podemos ascender hacia Él, porque Él ha trazado un camino hacia nosotros. Es el lugar de la cita, el ámbito del encuentro entre lo humano y lo divino. Esa mesa nos indica que es posible traspasar el umbral, y es ahí, porque ahí es donde la Víctima se inmola.

    El crucifijo: donde deben posar sus ojos celebrante y asistentes. Es ajeno a la tradición de la Iglesia que el sacerdote y el pueblo se miren recíprocamente: juntos dirigen su oración al Señor. Mirar el crucifijo es indispensable para no perder de vista la íntima conexión entre la Misa y el Calvario. Indica la centralidad de Cristo y de su Sacrificio. Es la orientación que toda la asamblea debe tener: se mira al Salvador. 


    Los cirios: invitan a nuestro propio holocausto. Se consumen por su propia llama, el cirio se sacrifica para mayor gloria de Dios. El Cuerpo inmaculado de Cristo clavado en la Cruz se destaca como un cirio grande y blanco, que se consume por la llama de su Amor.

    Las flores naturales (“las de plástico guárdenlas para su sepultura”): ofrecen su belleza gratuitamente y se consumen. Su belleza y gratuidad nos recuerdan el inmenso deber del agradecimiento. 

    Ornamentos: el sacerdote cubre su anterior yo con el nuevo: el de Cristo. Alba, estola, cíngulo y casulla. Revestido, el sacerdote presta su persona a Xto, para que realice el Sacrificio. No actúa por sí mismo, sino como presencia de Otro: in persona Xhristi. 

    Los colores: tenemos el don, que no tiene ningún otro animal, de percibir toda la escala de colores. Jesús es la Luz. Los colores expresan o suscitan estados del alma. Miguel Ángel no comenzó a pintar la Capilla Sixtina hasta que recibió el azul de Persia, porque para él los colores eran esenciales:

Blanco: color de los santos y los ángeles, del bautismo. Expresa pureza, santidad, luz, fiesta.

Morado: duelo (negro) + fuego (rojo) = pena + amor = Adviento y Cuaresma = la pena de no tener aún al Niño + el amor por su inminente Nacimiento = pena del desierto y de la agonía + amor al Crucificado. “Penas es el traje de amadores.”

Verde: naturaleza, tiempo ordinario (no aburrido, sino el de la novedad q recomienza cada día, el diario reinicio de la Creación. Cada domingo, constante rememoria del Señor que vendrá: color de la esperanza. 

Rojo: sangre + fuego = mártires, Santa Cruz, Domingo de Ramos, Viernes Santo, Pentecostés (efusión del Amor), Confirmación, funerales de los Papas. 

Negro: tristeza y abatimiento, ahora sustituido por el violeta en Adviento y Cuaresma, puede seguir usándose en las Misas de difuntos. 

Rosa = morado dulcificado: tercer domingo de Adviento y cuarto de Cuaresma = pequeño respiro en tiempos penitenciales: Gaudete, Laetare: las penitencias no son fin, sino medio para experimentar las alegrías venideras. 

Azul: sólo una vez: en la fiesta de la Inmaculada Concepción = lo ideal, lo etéreo, lo infinito, la serenidad del cielo sin nubes, la amplitud donde se mueven los astros. Es el color de la majestad y del poder, y el color de fondo de la santidad, de lo irrepresentable, que aparece cuando nada se interpone en el horizonte y la vista se pierde en el infinito. 


Crear un espacio vital sagrado: silencio y recogimiento interior

    Llegar con antelación, para prepararse in situ y recogernos interiormente: llegar al menos 5 o 10 minutos antes: como haríamos en cualquier gran evento: éste es el mayor posible. 

    Silencio: el silencio exterior es el guardián del interior: desde unos minutos antes de comenzar la Misa. Silencio activo = disposición interior de alerta y anhelo: un torrente subterráneo que no se advierte en la superficie.

“La vida litúrgica comienza con la vivencia del silencio”. Sin silencio todo deja de ser importante: “es el primer requisito de toda acción sagrada” (Guardini). Es la primera forma de aceptar que se está ante lo Inefable. 

Dios prescribe el silencio no para preservar su poder, sino para comunicarse mejor con nosotros, como lo necesitamos para sumergirnos en la belleza y mensaje de una sublime melodía. Isaías 41, 1: “¡Escuchadme en silencio!”: para dejarnos poseer por lo divino. Salmo 76, 8: “Toda la tierra enmudece en su Presencia.” La Misa es más que su Presencia: es su mismo Sacrificio: sólo cabe honrarlo en silencio.

    Recogimiento: silencio, para adueñarnos de nuestro interior, y poseyéndole, dirigirlo donde deseamos. Ejercitarnos en la oración mental, sin abandonar el control de nuestras facultades interiores (memoria, imaginación) y aislar nuestros sentidos externos, especialmente vista y oído: se nota cuando hay desasosiego en una persona: pasea su mirada alrededor, cambia constantemente de postura, carraspea, mira el móvil, acomoda su ropa… Está inquieta. No está presente, porque no está recogida. Quien se adueña de sí mismo puede acercarse al Misterio, descubrir al Protagonista, conversar con Él o con su Padre celestial, establecer secretas comunicaciones. 

    Crear un espacio vital sagrado: “Quítate las sandalias, porque el lugar que pisas es sagrado”: porque nos dirigimos al Padre celestial: sobra el aire de familiaridad inoportuna y ruidosa, que banaliza la Misa. Podemos construir ese espacio en el interior, con un diálogo yo-Tú, Tú-yo: porque en la liturgia la acción es de Dios, Él hace lo esencial. Tomar conciencia de esa actio divina hará aparecer la comunicación, la adoración, la sensibilidad del corazón ante lo divino: Dios existe ante mí, y yo existo ante Dios. Él se dirige a mí, y yo me dirijo a Él, en su Misterio Pascual, en ese momento definitivo de la Humanidad y del Cosmos. 

    Implorar la ayuda de lo alto: papel decisivo del Espíritu Santo en el desarrollo de la liturgia y en la profundización en los divinos misterios. Sólo en el cielo comprenderemos el valor de la Misa. Gonzalo de Berceo: “El valor de una Misa, // ¿cuánto puede valer?// No lo dio Dios a hombre // esto poderlo entender.” Por eso, acudir al Espíritu Santo antes de la Misa, implorando sus dones para participar conscientemente en el sagrado misterio.”


Darnos cuenta de lo que vale cada Misa:

-un misterioso manar de la Sangre de Xto

-un diluvio de gracias que parte de la Cruz

-un Gólgota siempre presente

-nada hay más valioso que participar en ella

-por la Misa somos contemporáneos de Cristo, porque en la Misa está Cristo presente entre nosotros

-participamos en una Oblación realizada el 14 de Nisán del año 475 de Roma, entre las 12 y las 3 de la tarde

-Cristo nos hace capaces de actualizar la Oblación de su Cuerpo y Sangre.

-el único Sacrificio de Cristo se hace actual en cada Misa, aquí y ahora (no lo volvemos a crucificar)

-participar en Misa es ser admitido en el Cuerpo de Aquel que se encarnó, padeció, murió, resucitó y volverá otra vez en el esplendor de su gloria 

-sólo gracias a la Misa el mundo no ha sido aún reducido a cenizas

-la Pasión de Cristo nos hace capaces de la Redención, pero la Misa nos hace poseedores de la Redención, y capaces de gozar de sus méritos

-la Misa es el antídoto de la cultura de la muerte, de la corrupción, de la indiferencia ante los bienes del espíritu

-la Iglesia vive de la Eucaristía

-la Misa construye, eleva y amplifica a la Iglesia.

-por la Misa volvemos llenos de confianza a la tarea de reconstruir el mundo.


El desarrollo de la Misa

    No entrar apresuradamente al templo: es un espacio santo. Serenar el paso, los pensamientos, abandonar distracciones y mezquindades. 

    Tomar el agua bendita, sacramental que limpia los pecados veniales e invoca la protección contra los influjos del demonio, interesado ahora en dispersar nuestros sentidos externos e internos. 

    Moverse con dignidad y sosiego en el templo es ya un acto de culto, una demostración de fe, testimonio de la sacralidad del lugar, advertencia para disponer el ánimo propio y ajeno para la celebración. Mantener la mirada al frente, caminar erguido, con equilibrio estable: reflejo del equilibrio y serenidad interior. Llegar con tiempo y buscar estar delante: atrás hay más distracciones.

El sacerdote revestido de Xto camina hacia el Calvario.  Besa el altar, donde se inmolará la Víctima. Hace la señal de la Cruz: manifiesta la fe cristiana, un sí público y visible a Dios, que no gobierna con imposición sino con la humildad del sufrimiento hasta la muerte. 

Comenzamos con la señal de la Cruz y la invocación Trinitaria: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén: damos nuestro asentimiento a la acción en que intervendrán las Tres Personas divinas. 

Yo confieso: primera purificación de la Misa, que nos hace algo menos indignos de participar en una acción divina. Tres golpes de pecho, que conmocionan nuestro mundo interior para que abra los ojos y se convierta. Golpes que se repetirán ante la Comunión: porque no somos dignos. 

Gloria: es el sentido último de la Misa: glorificar al Padre. Uno de los primeros himnos de la cristiandad: fe, alegría, gratitud; nos recuerda que nos hemos reunido en la Santa Misa para alabar la grandeza del Padre Omnipotente, que nos da a su Hijo con el Espíritu Santo. 

Meditar las oraciones de la Misa: Colecta (oración conjunta que toda la Iglesia dirige al Padre), Ofrenda, Comunión…

Lecturas: Dios habla con palabras humanas. También se expresa sin palabras en nuestro yo profundo, pero en la Sagrada Escritura habla a todos, y cada uno debe hacer suya Su Palabra. “Dáme Señor un corazón que escuche.”

Las lecturas son semillas de la palabra de Dios lanzadas en la tierra de nuestra alma. No es lo mismo leer un texto que escucharlo: las lecturas de la Misa se proclaman. La palabra de Dios no se dirige solo al intelecto, sino a todo el hombre: por eso es importante el cómo se proclama: calidez, potencialidad, sonido propio, sin errores de dicción o entonación. Es palabra divina que contiene la gracia de transformarnos: “Vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”  el conocimiento de lo divino produce gracia. 

La Palabra nos ha sido enviada por Amor. Si la recibimos con amor, prorrumpirá en afecto de amor, como en María, que “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.” Según el amor con que la escuchemos producirá la gracia. Saber oír es saber amar. 

Primera lectura: la escuchamos sentados, manifestación de paz y apertura a lo que se oye.

Evangelio: lo escuchamos de pie, actitud de alerta, para secundar lo que se proclama: son los últimos tiempos, ya todo está revelado, ahora es ya la guerra a las órdenes del Capitán. De pie se está pronto para escuchar y obedecer con prontitud: recto y compuesto. 

Credo: no son frases, sino las realidades que expresan esas frases: la fe y el amor nos permiten entrar en contacto con ellas. 

No se trata de pensar lo que vamos a decir en el Credo: aquí se trata de decir algo que debemos pensar. Que la mente concuerde con la voz, por eso hace falta acompasamiento en la oración comunitaria: ritmo y cadencia. 

Ofrenda: los fieles aportan lo necesario para la celebración: pan, vino, cera, incienso… o unas monedas. Ese es el sentido, y se acompañaba de un canto de alegría de los donantes; y los dones ofrecidos reciben la bendición. No es una contribución, sino un signo de ofrenda personal para participar en la ofrenda de Cristo.

Cristo no sólo lleva al Calvario los pecados de todos los hombres, también lleva lo bueno para santificarlo. Así todas las acciones buenas no se quedan en bondad natural, la bondad da un salto a la eternidad.

El Sacrificio de Cristo, presente sobre el altar, da a todas las generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a Su ofrenda. (CIC 1368)

Ofertorio: es el momento de la donación interior, de la unión de todo lo nuestro a todo lo de la Víctima. En el pan y el vino está representada nuestra existencia entera. Unimos a Él cuanto nos incumbe. Es el momento de pedir, y también de unir a la creación entera, para que Él lo atraiga todo hacia Sí por medio de nosotros.

¿Por qué pan y vino? Elementos universales, fáciles de obtener y conservar: pan, alimento preferido de los pobres y pequeños, y vino “que alegra el corazón del hombre”. Pero quizá sobre todo porque pan y vino son una primera y elemental cooperación del hombre con Dios: la del trabajo que requiere la obtención del trigo y la vid: “con el sudor de la frente”. Expresan la bondad de la Creación, y contienen el intercambio entre nuestros dones y el que Jesús nos hace: su Cuerpo y Sangre, que alimentan nuestra alma con el vehículo del pan y el vino, fruto de nuestro trabajo.

Gotas de agua: (judíos y paganos rebajaban el vino con agua) significan la incorporación del cristiano a Cristo-Víctima: “Por el misterio de esta agua y este vino… haz que compartamos la divinidad de quien se ha dignado participar de nuestra humanidad.” Lo que hacemos simbólicamente ahora se realizará con eficacia en el momento de comulgar. 

Oración sobre las ofrendas: un pequeño diamante incrustado en un gran anillo. Que no nos pase desapercibida: escucharla e interiorizarla. Deseamos que el Señor acepte nuestras sencillas ofrendas y realice el prodigio.

Prefacio: preludio del Sacrificio. La Iglesia repite fielmente las acciones de Jesús en la Última Cena: Dio gracias. Sacerdote y asistentes se ayudan a elevarse ante el insólito prodigio que va a realizarse: levantar los corazones. Es justo y necesario, es nuestro deber y salvación . Lo esencial del dogma católico se recoge en la suma de todos los Prefacios: abundante material para la oración. Hemos elevado nuestro corazón a las cosas celestiales. Llamamos en nuestra ayuda a los ángeles para decir a una voz con ellos: Santo, Santo, Santo… Y al coro de judíos: Hosanna. Y llegamos al Gólgota, para recoger los frutos del Sacrificio del Redentor.

Consagración: por la fuerza de las palabras, se realiza el prodigioso milagro del cambio del pan en Cuerpo y del vino en Sangre de nuestro Salvador. Palabras pronunciadas por Jesús en la Última Cena y fidelísimamente repetidas por sus sacerdotes a lo largo de los siglos: “Esto es mi Cuerpo”: Cuerpo y Sangre del Verbo de Dios hecho hombre y ahora en la gloria para siempre. 

    A nuestra falta de fe, tanto hacerle esperar solo en el Sagrario, tanto desprecio, responde el Señor muchas veces a lo largo de la historia con milagros eucarísticos, en que nos permite ver la materia física de su Carne y el líquido mismo de su Sangre, desvelando la realidad oculta. Ejemplo cercano a Valencia: en Alboraya, El miracle dels peixets. En Lanciano (Italia): desde hace 1300 años: analizado, se confirma que es carne humana del corazón y sangre AB, el grupo más común entre los judíos (como el de la Sábana Santa). Y del Corazón, para hacernos ver su inconcebible Amor. ((Las personas con sangre AB pueden recibir transfusiones de cualquier tipo de sangre (A, B, AB y O), lo que los convierte en receptores universales. Sin embargo, solo pueden donar sangre a personas con tipo AB)) 




    Arrodillarse: postura que en el Evangelio aparece 59 veces, 24 en el Apocalipsis, que es el libro de la liturgia celestial, punto de referencia para la terrena. Por la unidad psicofísica de la persona, adorar no puede ser un acto meramente interior, ni meramente exterior. Hay que dar todo su sentido de adoración a esa postura corporal, que necesita además manifestarse exteriormente porque no somos sólo espíritu. La pura espiritualidad no manifiesta la esencia del hombre. Doblamos las rodillas ante las especies recién consagradas: es como doblar razón y sentidos para reconocer que estamos ante Aquel cuyo nombre está sobre todo nombre. La incapacidad de arrodillarse es señal de lo demoníaco.

Elevación: el primer contacto visual con la Sagrada Forma establece una fuerte conciencia de su Presencia, y por tanto de su intercomunicación con nosotros. Es ya una comunión ocular con el recién llegado. Por eso toca la campanilla como advertencia para los presentes, y en muchos sitios sonaba también la campana del campanario para que la oyeran los ausentes, y en su casa o en el campo se arrodillaban. Le vemos, y Él nos ve; nos observa porque le miramos: nos dejamos observar por Él. 

Pan y Vino, tras la doble consagración, son signo de muerte, manifiestan a Jesús como estaba en el Calvario: su Cuerpo pendiente de la Cruz, su Sangre toda derramada. Es un sacrificio que se hace presente: el Padre nos ha citado a todos en el Gólgota. En la Misa el tiempo y la distancia son aniquilados: nos encontramos al pie de la Cruz en la que el Hijo de Dios se ofrece para alabanza del Padre y en reparación por nuestros pecados. Estoy en el instante en que Cristo muere por mí y por todos. Allí y aquí se realiza la liturgia celestial, se vence el pecado, se anula el triunfo de Satán. Los frutos de la Redención se despliegan ante todos. 




Doxología final: “Por Cristo, con Él y en Él”: concluye el Sacrificio. Cristo es ofrecido al Padre como testimonio del máximo honor y gloria. Pero el Padre nos lo devuelve, después de haber aceptado Su Oblación: nos lo da en Comunión. Comeremos su Cuerpo, beberemos su Sangre, y entraremos en la unión más íntima posible con su Alma y Divinidad. 

Padrenuestro: la más perfecta de las oraciones. Nos enseña a pedir, forma nuestra afectividad. Dios es nuestro Padre porque nos comunica la vida misma de su Hijo. Nuestros padres terrenos son un pálido reflejo de la Paternidad por antonomasia. Jesús la pronunciaría lleno de amor por el Padre y por nosotros.  

Comunión: la misma Sangre Redentora fluye sobre los que comulgan. Si está su Cuerpo, está su Rostro. Puedo adivinar sus facciones, su expresión cuando me descubre a mí, el sentir de su Corazón, que buscará asimilar al mío. Es tanta la fuerza del Sacramento (santo Tomás) que no sólo fortalece y deleita, sino que es capaz en cierto modo de embriagarnos, de emborracharnos de la dulzura de su bondad.  

Sta Faustina: “Nosotros en Ti vivimos, ¡Tú vives en nuestras venas!” 

San Josemaría: “Jesús, que tu Sangre de Dios penetre en mis venas, para hacerme vivir, en cada instante, la generosidad de la Cruz.”

Si nos unimos a Él en la Sagrada Comunión, ¿cómo seguimos con una visión horizontal en nuestra vida? Porque no nos connaturalizamos con Él, clavado en la Cruz, y yo huyendo de la cruz. 

Recibimos a Jesús en la Comunión, pero Él también nos recibe a nosotros: com-unión. Espera en cada Comunión el don de nuestro yo. Si no lo encuentra, espera hasta que pueda hacernos uno con Él. Un alma permanece superficial mientras no haya sufrido: la auténtica unión con Dios se consuma siempre en la Cruz.

Comulgar de rodillas: señal de reverencia y adoración. Ratzinger: “Doblar las rodillas ante Dios es irrenunciable.”

Comulgar en la boca: señal de receptividad, de dejarse nutrir como el enfermo o el indigno. El siervo pobre y humilde se come a su Señor, qué admirable (Himno Eucarístico O res mirabilis! Manducat Dominum pauper servus et humilis.) Así seguimos la recomendación de Jesús de hacernos como niños. De rodillas y en la boca es la actitud interior del niño que es alimentado. 

Bendición final: Dios concede a los padres y a los sacerdotes la facultad de bendecir, porque dan la vida. Pero siempre el poder de bendecir procede de Dios, queda sin efecto cuando se presume como derecho propio. Por eso ha de ser con el signo de la Cruz, y en el nombre del Padre, y del Hijo, y del ESto. 

Joseph Ratzinger recordaba la devoción con que sus padres les santiguaban con el agua bendita, cuando tenía que partir, sobre todo si era una ausencia larga. Esa bendición le acompañaba, se sentía guiado por ella, hacía visible la oración de sus padres que iba con ellos, y la certeza de que esa oración estaba apoyada en la bendición del Redentor. Suponía también una exigencia: la de no salirse del ámbito de esa bendición: “Ese gesto de bendecir, expresión plenamente válida del sacerdocio común de los bautizados, debería volver a formar parte de la vida cotidiana, acompañándola de esa energía de amor que procede del Señor.”

Acción de gracias. Alguna táctica para hacerla bien:

-cerrar los ojos: lo recomienda sta Teresa: para impedir q entren las alimañas de las distracciones del mundo exterior, y entrar en el castillo interior. Así no nos limitaremos a pedir por las cosas que nos presentan los ojos abiertos, ni trataremos de negocios en vez de amor. Con los ojos cerrados es como se ve el amor: nos quedamos a solas con Él: eso es lo que busca Jesús. 

-taparnos los oídos: ni música: “Him, not hymn!” El silencio es mejor que la mejor música en ese momento, que es el más importante del día. 

-escribir la acción de gracias personal: así damos consistencia y materialidad a nuestras expresiones, para que no resulten evanescentes. Conservarlas, y al releerlas pasados los meses nos sorprenderá la riqueza de la común-unión. 

-considerar pausadamente las oraciones para después de comulgar: Anima Christi, la más rezada por los fieles como acción de gracias desde el siglo XIV. Newman: contiene la esencia del cristianismo. 


María siempre está presente

    María es el modelo de feligrés: por su persistente presencia, por su modo de participar y unir su corazón al de Cristo en su Sacrificio. Está, participa, reza con nosotros y a nosotros se une. Está a nuestro lado, en el banco, atenta, dulce, serena, con el inefable gozo de continuar a una con su Hijo corredimiendo siempre. Y como en el Calvario, en cada Misa Jesús nos la da por Madre. Por eso en cada Misa se la invoca. 

Jesús respira a través de nosotros cuando le recibimos, y los 10 o 15 minutos siguientes. Nos sucede como a María en sus 9 meses de embarazo. JP2: analogía profunda entre el fiat de María en la Encarnación, y el Amén cuando recibimos la SC: Jesús está en lo más profundo de nuestro ser. Jesús y María eran uno durante esos 9 meses. Jesús y yo somos uno en esos 15 minutos.

Belén = casa del pan. “María era la Panadera de Belén// que vendía el pan en flor// luz del día y resplandor/ ¿quién tus virtudes loaría en gran honor?/ ¡Oh santa y preciosa flor!/ protege y guía,/ a este pobre pecador/ que en Vos confía.” (Poesía del siglo de Oro español).

JP2 descubre además el sabor y perfume de Ella en ese Pan que se hornea en su vientre. “Si el Cuerpo que nosotros comemos y la Sangre que bebemos son el don inestimable que el Señor resucitado nos entrega a quienes aún caminamos, ese regalo lleva en sí mismo, como Pan fragante, el sabor y el perfume de la Virgen María.”


Dónde asistir 

    “La influencia del ministro en la eficacia de la virtud aplicativa de la Misa es real.” La Santa Misa es eficaz por la virtud de Cristo. Pero hay una eficacia añadida, debida a la intervención de quienes administran los sacramentos, y de quienes los reciben. Por eso el lugar también importa. Hay razones sólidas que pueden justificar la elección de un lugar o un ministro. 

    ¿Templo? El que facilite la paz. 

    ¿Celebrante? El que por su pausa y devoción nos introduzca más profundamente en la Santa Misa. El que evite convertirse en protagonista. 

    ¿Celebración? La que no oculte con tinglados que aquello es actio Dei. El sacerdote tiene que configurarse con Cristo.

    Solo María puede enseñarnos a tratar a Jesús: “¡Oh María, clavada en la cruz por la lanza que atravesó el Corazón de tu Divino Hijo: sírvenos de guía para hacernos penetrar en los misterios del Sacrificio!...” (Teresa de Lisieux)


Propósitos prácticos:

Llegar con antelación: modelar el espacio vital sagrado, ubicarse donde sean más difíciles las distracciones. 

Vestir de manera apropiada: es la fiesta del Resucitado. 

Modestia: la regulación del exterior representa las cualidades del alma. Sobre todo las mujeres.

Apagar el móvil: mejor que silenciarlo, para evitar la curiosidad de mirar quién llama.

El templo no es lugar para socializar: lo facilita la vista recogida.

Hacer la señal de la cruz al entrar y salir del templo, usando el agua bendita, eficaz defensa contra el demonio (también contra el demonio de la distracción). 

Lo primero al entrar, buscar el Sagrario y genuflexión. 

Evitar desplazamientos durante la Misa.

Ritmo y pronunciación en las oraciones, haciendo pausas.

No es momento de arrumacos con pareja o niños.

Aplaudir en el templo es perder el sentido de la liturgia.

No salir hasta que el sacerdote haya dejado el presbiterio.

Compostura: no girar la cabeza para ver quién entra y sale, no hablar,…

Meditar que:

La liturgia es una misteriosa participación de la liturgia celestial. 

La Misa actualiza un hecho sucedido en la historia, pero se sale del tiempo y se ubica en la eternidad: podemos participar de la liturgia eucarística porque otra Liturgia se está celebrando en el Cielo: el Misterio Pascual de Cristo, la adoración al Padre por el Sacrificio del Cordero. En La Misa se unen el Cielo y la Tierra, tiempo y eternidad. Por eso “deberían pararse los relojes” (San Josemaría).

El Apocalipsis de san Juan nos descubre que la Misa se está celebrando permanentemente en el Cielo, es una puerta abierta al Cielo, una puerta que da a la Misa: ese descubrimiento convirtió a Scott Hahn: al oír a la comunidad católica repetir en una Misa tres veces “Cordero de Dios…”, y al sacerdote “Este es el Cordero de Dios…” supo que estaba en el Apocalipsis, donde a Jesús se le llama Cordero 28 veces.

En el cielo se está celebrando la Misa en la que nosotros participamos aquí abajo. Se nos da la gracia de unirnos al prodigio que tiene lugar en presencia del que está sentado en el Trono, y del Cordero inmolado, junto a “una muchedumbre inmensa, que nadie puede contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas.” (Ap 7, 9).


Valentín Aparicio, en “Manual de supervivencia para los últimos tiempos. Descodificando el Apocalipsis”, nos aporta también muy buenas sugerencias sobre el sentido de la Misa:

El milagro de la liturgia de la Misa es que nos hace contemporáneos de la crucifixión de Jesús, el momento central de la historia de la humanidad… Y a la vez, nos hace contemporáneos de la Victoria final de Cristo al fin de los tiempos. 

Como en una máquina del tiempo, nos lleva a la crucifixión, y a la consumación de la historia. Por eso, nada consuela más que la celebración de una Misa. Como en la liturgia del cielo, a la que nos sumamos, y como narra san Juan en su visión en el Apocalipsis, vemos reinar a Dios sentado en su trono y contemplamos un altar con un Cordero degollado: “Este es el Cordero de Dios”, y dirigimos a Dios la frase que le dirige Israel en el libro de Daniel, cuando recibe el reinado de Dios: “Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.” 

El Apocalipsis nos presenta a Jesús como león vencedor de la tribu de Judá, y a continuación como cordero degollado que está en pie. Es la imagen de la fuerza combinada con la fragilidad:  un Cordero degollado, pero que está en pie porque ha vencido: ha derramado su sangre y ahora está resucitado.

Como explica Scot Hann, en el Apocalipsis san Juan nos está narrando la liturgia celeste, tal como él la vio en una revelación sobrenatural. En cada Misa se unen el Cielo y la Tierra, lo humano y lo divino, se rompen las fronteras del tiempo y las que dividen el cielo y la tierra. Se une la iglesia peregrina a la gloriosa, y todos participamos ya de la victoria de Cristo, a pesar de que padecemos aún en nuestro caminar terreno. 

Por eso, nada da más paz que una Misa, porque abandonamos la historia y nos hacemos contemporáneos de la victoria final de Xto. En la dimensión de realidad que aporta la liturgia, gozamos sacramentalmente de lo que san Juan gozó en su visión, y se realiza en cada Misa.

El Apocalipsis no es un texto que nos da un poco de información sobre cómo es el paraíso, sino que gracias a la liturgia que describe nos trae el paraíso a la tierra. 

En el Antiguo Testamento el Templo de Jerusalén era una copia del auténtico, el celeste. Pero en el Nuevo Testamento ya no hay dos liturgias, (la del cielo y la de la tierra, que era una imitación de la celeste) sino una única asamblea, una participación real de la liturgia de la tierra en la liturgia del cielo. Gracias a la liturgia, abandono la tierra para vivir unos minutos en el cielo. 

Las “copas de oro llenas de perfume” (5, 8) son las oraciones de los santos. Igual que María quebró un frasco de perfume de gran valor, la oración es una fragancia agradable que llega al trono de Dios: rezar es perfumar el trono de Dios. Ese es el significado del incienso, cada vez que se utiliza en la liturgia católica: representa las copas de perfume, las oraciones de los santos que perfuman el trono de Dios. 

La liturgia no es un teatro, sino un gustar del cielo aquí en la tierra. No existe ninguna experiencia espiritual más potente que una Misa bien celebrada. 







sábado, 23 de agosto de 2025

Descodificando el Apocalipsis




Manuel de supervivencia para los últimos tiempos. Descodificando el Apocalipsis

Valentín Aparicio Lara. Ed Palabra


    El Apocalipsis tiene fama de ser un escrito críptico, que narra cosas terribles sobre el fin del mundo. El sacerdote y especialista en Sagrada Escritura Vicente Aparicio nos hace ver con esta obra lo equivocado de ese prejuicio. Basta entender las claves que emplea san Juan, para darse cuenta de que, lejos de ser un libro indescifrable o terrible, el Apocalipsis es un libro inspirado, el último de la Biblia, que logra su propósito:  encender la esperanza en los cristianos de todos los siglos, confiar en la promesa que Dios ha hecho a los que le son fieles, vigilar para que no se dejen arrastrar por las insidias de la bestia y del demonio, ni por el desánimo, aun en esos momentos convulsos que nos pueden parecer insuperables y próximos al fin: “Satanás será soltado de la prisión y saldrá para engañar a las naciones de los cuatro lados de la tierra.” (Ap 20, 7). 

    Hay que reconocer que no faltan motivos para identificar nuestros días con los que describe san Pablo en su segunda epístola a Timoteo, 3, 1-9: “En los últimos días se presentarán tiempos difíciles, pues los hombres serán egoístas, avariciosos, fanfarrones, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, irreligiosos, despiadados, desleales, calumniadores, desenfrenados...” Pero no hay que temer. Las palabras de Jesús más repetidas en el Evangelio, hasta 25 veces, son: “No tengáis miedo” y “Vigilad”: un buen resumen del sentido y mensaje del Apocalipsis: el bien prevalece siempre, aun cuando parezca que todo está perdido. No debemos asustarnos por las huellas del mal, ni dejarnos arrastrar por sus seducciones.

    El Apocalipsis, para un lector de hoy, es una llamada a descubrir la batalla espiritual que subyace a las convulsiones y enfrentamientos sociales y políticos, a darnos cuenta de que lo decisivo es la fiera lucha entre el bien y el mal que está en el trasfondo de todo. Hay que optar por el bien, sin temor, porque el triunfo del demonio es sólo aparente, y el bien prevalece siempre: porque Dios es el Señor de la Historia, y está con los que le aman.

    Y no sólo está cerca: está en nosotros y con nosotros. Es sugestivo descubrir que el Apocalipsis está describiendo la Misa católica tal y como era celebrada por los primeros cristianos, reunidos en torno a los Apóstoles, y la infinita riqueza de sentido que expresa. Porque, desde la Primera Misa en el Cenáculo y en la Cruz, cada Misa es una ventana abierta al cielo, en la que la liturgia de la tierra se une a la del cielo. 

    El Apocalipsis no es sólo el plan de Dios para el final de la historia, es el plan que ya ahora desea realizar en cada uno de nosotros, mediante la vida de la gracia y de los sacramentos: por eso es tan importante y decisivo cada sacramento. En cada Misa, por ejemplo, se nos da un anticipo del cielo, de la nueva creación que Dios está obrando: “Mira, hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).

    La Sagrada Escritura es muy clara: “Si alguno está en Cristo, es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo” (2 Cor 5, 17). El plan de Dios es un nuevo recomienzo, transformarnos en su Nueva Creación. Nos revestirá de luz, “porque el Señor será tu luz perpetua” (Is 60, 19). Lejos de ser un mensaje triste y que pretenda meter miedo, el final de la historia será luminoso. Los finales tristes –como escribe Valentín Aparicio- son anticristianos.

    Por tanto, el Apocalipsis no es sólo para esperarlo, sino para vivirlo. Es un manual para los últimos tiempos. Una luz que marca el Norte en la confusión actual que nos rodea. No es un libro de futuro, sino actual, que nos concierne ahora, aquí. No infunde pánico, sino que anima garantizando la victoria del bien. 

    Muy sugerentes los comentarios del autor al texto de Génesis 2, 15: “Lo colocó en el jardín para que lo guardara y cultivara.” Cultivar en hebreo significa también “servir en la liturgia”. “Guardar” no es sólo proteger un lugar para que no entren intrusos, es también “observar unos mandamientos.” Así, esa frase de Génesis que Dios dirige a Adán y Eva contiene lo que los sacerdotes han de realizar en el templo de Jerusalén: dar culto a Dios, y observar los mandamientos (Nm 3, 6-7; 18, 7). Es el sacerdocio común de los fieles, que en el desempeño de sus actividades profesionales en medio del mundo, mediante las que cuidan y mejoran la creación, transforman su trabajo en un verdadero culto a Dios, haciendo que resplandezca su gloria, como predicó el fundador del Opus Dei

    Porque el jardín del Edén era un templo, un espacio sagrado donde la humanidad vivía en Alianza o comunión con Dios. El pecado nos desterró a un mundo herido, lejos de Dios. Y desde entonces el sentimiento de la humanidad es de nostalgia: porque ya a nada de este mundo podíamos llamar casa

    Pero el Apocalipsis, última página de la Biblia, nos muestra la Nueva Creación: ahora se nos ha devuelto, con creces, el paraíso perdido. Se nos introduce de nuevo en el jardín del Edén, que es Templo. Hemos recuperado la función sacerdotal de Adán y Eva en el Paraíso. Allí hay un río de agua viva, que brota del trono de Dios y del Cordero. Y un árbol de vida y de Inmortalidad, la misma vida divina, desbordante, que Dios nos desea comunicar. Se nos muestra que la vocación originaria del hombre es la liturgia. Y que la Santa Misa nos une a la liturgia eterna del cielo, y por eso es el centro de la vida del cristiano. 

    Muy sugerentes también sus recomendaciones para vigilar: cree en el infierno; evita el pecado (porque supone pactar con la bestia); no te dejes seducir (“surgirán falsos testigos y embaucadores…”); ama a Dios con todo tu corazón (y demuéstralo con hechos); cuida la liturgia, verdadera alabanza a Dios en la que nos unimos a la liturgia celeste; vigila en lo concreto, en lo pequeño y en lo grande(aquí se ve la necesidad de buscar un buen acompañamiento espiritual en amigos fiables); persevera, sin desánimo por la extensión del mal: al final se trata sencillamente de eso: de morir cristianamente; evangeliza: los cristianos somos sal de la tierra y luz del mundo, y eso requiere hablar. 

    Como señala el autor, el Apocalipsis no es sólo para esperarlo, sino para vivirlo. Es un manual para los últimos tiempos. Una luz en la confusión que nos rodea. No es un libro sobre el futuro, sino actual. No infunde pánico, sino que anima, porque garantiza la victoria del bien. Nos enseña que paciencia y fe son las dos armas para vencer a la bestia. 

Relacionados:

Roma, dulce hogar

Mi camino espiritual en el Opus Dei

Nuevo Testamento, EUNSA


martes, 22 de abril de 2025

El Papa de la misericordia y la esperanza


 

El Papa Francisco durante el Viernes Santo de la pandemia Covid

    Una ventaja de ser católico es la seguridad de que no estamos en el mundo por azar. Hay un Dios que nos quiere como Padre, y nos ha creado para que vivamos felices como hijos suyos. Para que esa seguridad no sea evanescente, ha fundado la Iglesia, su familia en la tierra. Como en toda familia, en la Iglesia hay una cabeza, el Papa, representante de Jesucristo, de quien recibe asistencia firme y perpetua: “Yo estaré con vosotros siempre”.

 

    De ahí la razón del cariño de los católicos al Papa, sea quien sea. Sabemos que es un hombre normal, con aciertos y errores. Pero que la promesa de Dios se cumple, y por muchos errores que pueda tener un papa, la barca de la Iglesia no se hunde. También Francisco lo sabía, y por eso quizá su frase más repetida ha sido: “No se olviden de rezar por mí.” Conocía su vulnerabilidad, su necesidad de ayuda del cielo. Lo expresaba sabiamente Ratzinger: lo único que garantiza el Espíritu Santo es que el daño (el que causamos los hombres con nuestros errores) no sea irreparable.

 

    Pienso que Francisco, por sus cualidades humanas y espirituales, está en la línea de los papas santos que la divina providencia nos ha dado en los últimos tiempos: Pablo VI, Juan XXIII, Juan Pablo II… No quedan atrás Pío XII ni Benedicto XVI.

 

    Cada Papa resalta un aspecto del cristianismo más necesario en el momento. Francisco ha resaltado la misericordia: Dios es un Padre con entrañas de misericordia hacia los más vulnerables, y nos pide que le imitemos. Gestos como el de Lampedusa abrieron los ojos a muchos ante el drama de los inmigrantes.

 

    También ha resaltado la esperanza. Hay una íntima conexión entre misericordia y esperanza. Cada acto compasivo hacia el otro nos descubre que no somos piedras que giran al azar: somos hijos de Dios, llamados a tener un corazón entrañable como el suyo. La paz no vendrá del rearme –como proclamó el Domingo pasado- sino de nuestra capacidad de perdón y misericordia hacia los demás.


Relacionado: 

El testamento de la abuela del Papa Francisco

La comunicación del Papa

Apóstoles de la misericordia

El Papa de la misericordia y la esperanza


domingo, 24 de noviembre de 2024

El paso siguiente en el baile.




El paso siguiente en el baile. Tim Gautreaux. Ed. LGH

Colette y Paul son una joven pareja que viven en un pequeño pueblo de Luisiana. La mayor parte de sus habitantes son de origen francés y católicos.  Humildes y de costumbres algo bruscas. Los hombres amantes del alcohol, el baile y las peleas. Colette, chica lista y muy guapa, tiene aspiraciones materiales más altas de lo que Paul parece poder ofrecerle, y tras una ruptura decide marchar sola a California para emprender una nueva vida. Allí encuentra un buen trabajo. Paul, intrigado, quiere conocer qué atrae tanto a Colette del estilo de vida del oeste, y sigue sus pasos.

Cada uno por su cuenta irán descubriendo la quimera del oeste. Hay abundante oferta de trabajo, y los sueldos son altos. Pero –reflexiona Colette- “la mayoría de la gente estaba obsesionada con la forma física, acumular cosas o el sexo como diversión, mientras que ella –por más que se esforzaba por olvidarlo- no podía dejar de ser, en el fondo, católica, no materialista, y amante de la buena mesa.” En Los Ángeles, “la mayoría de la gente que había conocido era agradable de ver, sana y elegante, pero impaciente: parecían no estar satisfechos nunca. Parecían esperar que les sucediera algo.” Ese estilo de vida en que se ha sumergido buena parte de occidente, en el que la gente está siempre ambicionando cosas nuevas, en lugar de aceptar y agradecer lo que se tiene.

Paul no pierde la esperanza de recuperar a Colette. En su sencillez, se sorprende de las cortantes frases que ella le lanza, como cuando le dice: “A mí no me han puesto en la tierra para hacerte feliz a ti!” Se pregunta de dónde sacaría ella esas ideas. “Quizá de esas revistas de mujeres, que en cada número presenta mujeres vestidas de millonarias que hablan de cómo mejorar sus relaciones sexuales. ¡Qué equivocada estaba!”

“Recordó por qué la quería, además de por lo bien que cocinaba y lo guapa que era. Era la mujer más lista que había conocido nunca y, como él, había procurado seguir su catolicismo lo mejor que podía. (…) Sabía también que haberse casado por la Iglesia significaba algo para ella: algo a lo que un juez no podía poner fin.” Respeta su deseo de distanciarse de él, pero permanece fiel.

Colette y Paul, cada uno por su cuenta, actúan con la plena naturalidad de quien tiene asumido que hay cosas por las que no se está dispuesto a pasar. Ella rompe literalmente la cara al jefe que intenta propasarse, aunque sabe que le costará el despido. Él no se pliega a firmar informes falsos de los clientes, y si por negarse le despiden: “es algo con lo que se puede vivir.”

Paul sabe mucho de motores, pero además estudia constantemente para estar al día. Colette trabaja a conciencia. Ambos van a Misa los domingos. Ambos son apreciados por su buen hacer profesional y su honradez. Ambos, con sus errores y defectos de carácter, con sus peleas y en medio de encuentros y desencuentros, piensan y viven con sentido cristiano. Cuando Colette explica el motivo de su ruptura: "Dejé a Paul porque le hacían feliz cosas estúpidas", una voz amiga le hace la pregunta inocente y certera: "¿Lo dejaste porque era feliz?" A lo que Colette responde sintiéndose infantil "Lo dejé porque la que no era feliz era yo." La vida les acabará enseñando -a ambos, pero sobre todo a Colette- que el amor y el egoísmo no son compatibles. 

Una novela magistral, soberbiamente ambientada, con unos personajes entrañables que viven en un ambiente plenamente real, sin ficción. Un realismo que no esconde la sencilla naturalidad de los cristianos que conocen su condición de hijos de Dios y, porque se saben cuidados por su Providencia amorosa, son capaces de afrontar riesgos para cuidar de los seres queridos aunque se jueguen la vida. Como se la juegan Paul y Colette varias veces en esta trepidante historia, narrada con un lenguaje directo y lleno de naturalidad. 

Recomiendo seguir a Tim Gautreaux, autor de otros libros y relatos como Desaparecidos;  Luisiana 1923;  El mismo sitio, las mismas cosas

 

 

 

martes, 31 de octubre de 2023

Mis años con Juan Pablo II. Joaquín Navarro-Valls




    Este libro de recuerdos constituye una mirada privilegiada al trabajo de comunicación en el interior de la Santa Sede en los intensos años en que al timón de la nave de Pedro el Espíritu Santo colocó a san Juan Pablo II. Son años en los que el prestigio del papado ante los líderes mundiales alcanzó cotas insospechadas.

    Navarro-Valls, médico y periodista español, corresponsal del diario ABC ante la Santa Sede y Presidente de la Asociación Internacional de Periodistas acreditados en Roma, fue llamado por el Papa a dirigir la comunicación de la Iglesia al inicio de su pontificado. Navarro puso una condición: acceso directo al Papa. Sólo la línea directa con la cabeza permite al director de comunicación o Portavoz cumplir con su misión de informar. 

    Navarro solía tomar breves notas al final de sus agotadoras jornada: impresiones acerca de los acontecimientos del día, actitudes y comentarios inspiradores del Papa que le impactan, dilemas a los que se enfrenta para resolver crisis informativas, interferencias de otros organismos con la Sala Stampa, su visión personal acerca de personalidades o de conflictos internacionales… Son muy entrañables sus anotaciones durante las jornadas alpinas de descanso junto al Papa: chispeantes, familiares, llenas de buen humor y de sentido de lo eterno. Visto desde ahora, hay que agradecer a Navarro-Valls cuanto hizo por asegurar ese necesario descanso del Papa.

    No estamos propiamente ante un diario, pues el intenso trabajo no siempre le permitía escribir cada día, especialmente durante los agotadores viajes por el mundo acompañando al Papa y atendiendo a los periodistas. Pero estos apuntes personales son tan sustanciosos que permiten presenciar en primera fila aquella vida junto al gran Juan Pablo II, y aprender a tener una mirada más católica, más universal, sobre el devenir de la Iglesia y del mundo. 

    Se percibe la contenida emoción de Navarro-Valls ante la evidencia de trabajar junto a un Papa santo, dotado además de una extraordinaria personalidad y enorme capacidad de comunicación. Resalta también la profesionalidad de un buen periodista y director de comunicación, plenamente identificado con su misión junto al jefe, en esa singular empresa que es la Iglesia: una empresa que no se rige por criterios meramente humanos, pero que necesita apoyarse en instrumentos idóneos que conocen y dominan su oficio. De ambas dimensiones era bien consciente Navarro, formado junto a san Josemaría en la espiritualidad del Opus Dei, que enseña a amar al Papa y a santificarse a través del trabajo profesional.

    Navarro-Valls, entregado sin reservas a su trabajo profesional al servicio de la Iglesia y del Papa, sabe quedar en segundo plano, dando todo el protagonismo a la figura tan entrañablemente humana y cercana de Karol Wojtyla, en quien sin duda percibe ya la santidad pronto reconocida por la Iglesia. Se percibe también la notable sintonía humana entre ambos, cada uno consciente de su misión.

    Con sencillez, Navarro habla de sus aciertos y errores informativos, que de ambas experiencias se puede aprender. Y con elegancia –un rasgo suyo que resaltan cuantos le conocieron- señala también las no pocas dificultades internas y externas que tuvo que sortear para cumplir su misión de informar con transparencia.  Empleó su ingenio y capacidad de iniciativa para implantar una comunicación proactiva, que marca su propia agenda, en lugar de  limitarse a actitudes defensivas que acaban por ensombrecer el rostro de la Iglesia ante la opinión pública.  

    Con esas armas –profesionalidad, don de gentes, conciencia de la dimensión sobrehumana de la Iglesia y del Papado, y notable coraje- contribuyó a que  llegara con nitidez a la opinión pública internacional el firme magisterio de san Juan Pablo II,  y una imagen más auténtica de la Iglesia. 

    Anoto algunas ideas que he seleccionado del texto:


Libertad

    Juan Pablo II explica que Dios ha decidido aceptar el pecado del hombre antes que privarle de la libertad. Y con su libertad el hombre puede hacer el bien o el mal. Puede pecar. Todo proyecto humano debe reconocer esa libertad original del hombre y orientar su esfuerzo en ese sentido. Por eso el materialismo histórico no se puede considerar como un proyecto humano de liberación. Una frase de la encíclica Dominum et vivificantem sentó muy mal en el mundo comunista, pero es verdadera:“el materialismo científico está ligado al pecado contra el espíritu.”   

    Para Juan Pablo II hay dos demonios, el de Oriente y el de Occidente; o mejor dicho, un demonio con dos caras. El de Oriente, brutal y sanguinario, intenta arrancar de cuajo la idea de Dios en el alma del hombre. El de Occidente es más sutil y menos brutal quizá, pero tiene gran poder de seducción.

    Casaroli; Secretario de Estado del Vaticano, prefería no enfrentarse a las autoridades comunistas checoeslovacas, que prohibieron a los obispos checos acudir a Roma en visita ad limina. Juan Pablo II en cambio era partidario de decir la verdad, sin ocultarla, aunque molestara. “El sucesor de Pedro no puede mirar con indiferencia una situación como esa, porque le ha sido confiada la solicitud por la Iglesia universal: tiene voz para defender a los que no la tienen, no está dispuesto a callar.”

    Para Juan Pablo II, el liberacionismo de raíz marxista es una solución injusta a una situación injusta. En estos momentos, decía, hay una esclavitud doble: por culpa de los sistemas marxista y capitalista; hay muchos esclavos del capitalismo, y la confrontación de los dos bloques esclaviza también a miles de hombres. 

    Memorandum sobre el papel de la Iglesia y los cristianos como promotores de la libertad: La Iglesia no es un lugar donde hay miedo a la libertad, como intentó presentarla la Ilustración. Ejemplo, el papel de Vaclav Havel en Checoeslovaquia y otros artistas en países del Este en defensa de la libertad y la identidad nacional. ¿Puede concebirse la futura unidad de los pueblos de Europa fuera de sus raíces cristianas comunes? ¿Qué límites tiene la “libertad occidental” tal como se presenta hoy? Pidieron al Papa q abordara estas cuestiones para ayudar a comprender el significado de los acontecimientos vividos en Europa en los años 80 y 90. 

     Palabras de Vaclav Havel al recibir a Juan Pablo II en su país, tras la caída del régimen comunista: “Yo no sé qué es un milagro, pero a un país devastado por la idea del enfrentamiento y la división en el mundo llega el mensajero de la paz, del diálogo, de la tolerancia, de la estima y de la sosegada comprensión, el mensajero de la unidad fraternal en la diversidad.”

Viajes

    Le preguntan al Papa en uno de sus viajes si no es mucho gasto. Su respuesta deja pensativos a los periodistas: “El sucesor de Pedro trae el mensaje de la Redención, y la Redención ha costado un precio inconmensurable: toda la Sangre de Cristo.” 

    En Chile, agitadores lanzaron piedras a los periodistas que cubrían la Misa del Papa y exhibieron pancartas. El comentario del Papa: “Lo único q no hay q hacer en estas ocasiones es rendirse a los agitadores.” Y a los asistentes a la Misa: “Os felicito por haber reaccionado como cristianos a la violencia.” Y al llegar al alojamiento, a los que le aplaudían con cariño les repitió varias veces: “¡El Amor es más fuerte q el odio!

    Sobre Pinochet: le llamaba “questo piccolo ditatore” (pequeño dictador, en comparación con las sangrientas dictaduras del Este).

    La presencia del Papa en un lugar hace que "algunas cosas sucedan". Mejora, por ejemplo, el clima humano en los encuentros con líderes de confesiones cristianas, caen susceptibilidades y sospechas, y a la vez no hay ni sombra de confusión doctrinal. O el ambiente en las Jornadas Mundiales de la Juventud, que sólo se explican porque está el Papa. 

    Líbano: Juan Pablo II afirma que en Occidente falta la firmeza para frenar la masacre de cristianos en Líbano (el centro de la cuestión, piensa Navarro-Valls, es la acción concertada de países árabes para aniquilar a los cristianos libaneses). El Papa pide una posición fuerte, decidida, convencida, para frenar la masacre física y moral de los maronitas, y doblegar la arrogancia frente a la pasividad occidental. “¡Y mientras tanto el mundo cristiano duerme!”, exclama el Papa.

    Cuba, 1997: Joaqueín Navarro-Valls, que tuvo un papel destacado en as conversaciones previas con Fidel Castro, anota: Un régimen totalitario, comunista, que no admite nada que no esté organizado y controlado por el partido. No se le permite a la Iglesia celebrar ceremonias fuera de los templos. No están permitidas escuelas con ideario católico, ni prensa católica.

    A pesar de la intensidad de los programas en los viajes, el papa reza, saca tiempo para la lectura de libros de espiritualidad, para rezar el rosario, los viernes el Via Crucis… Su oración es de adoración: a veces, tras una jornada intensísima y agotadora, sin que nadie lo advierta, se dirige a la capilla, se postra ante el Santísimo y pasa la noche entera en adoración. 

Misión de los laicos

    “Sentid la responsabilidad de llevar el espíritu de Cristo a la vida pública. Ningún cristiano debe permanecer indiferente ante los acontecimientos del mundo. Debéis ser la sal de la tierra, y llevar la luz de la verdad de Dios a todos los ámbitos de la vida. Este es un servicio que le debemos al mundo. ¡No se puede vivir sin Dios!"

    “Todo cristiano participa de la misión de Cristo de modo único y personal”: esa parte nos corresponde a cada uno, y esa participación en la misión constituye a la Iglesia. La Iglesia es una participación viva en la misión de Cristo.

    La esencia de la Iglesia es comunicación, no uniformidad: unidad en la pluralidad de pueblos, costumbres y tradiciones, no uniformidad homogeneizante. 

    Una cosa es el Estado y otra la Patria. El poder es distinto de la sociedad.

    Hay q salir y crear opinión en el terreno de juego de los medios. Juan Pablo II, a los q iban a la Conferencia de Pekin en representación de la Santa Sede: “Si os ponen dificultades, contádselo a la gente: hablad.”

   Navarro Valls fue enviado por el Papa como parte de la Delegación Vaticana en la Conferencia de El Cairo sobre Población. Allí se empleó con coraje frente al Vicepresidente Al Gore, a propósito a la manipulación que se introducía en los textos al referirse a “Salud reproductiva”, introducida por la Delegación de Estados Unidos. Al Gore incluye la “regulación de la fecundidad”, que incluye el aborto: cada vez que aparece el término “salud reproductiva” en el documento, se asume el significado de derecho al aborto seguro, eficaz, accesible y aceptableAccesible significa subvencionado por el Estado, sin límites. Y además se incluye como parte importante de las políticas internacionales de desarrollo, que supone un trágico neocolonialismo en la relación entre países ricos y pobres. 

    El Papa, anota Navarro-Valls, es consciente de que hay intereses económicos detrás de los objetivos de El Cairo: llama la atención que el documento final sobre el Desarrollo, que  tiene 113 páginas,  dedique sólo 7 al desarrollo, y sin embargo a lo largo de todo el texto se repitan más de cien veces conceptos sobre salud sexual y salud reproductiva. También había intereses económicos y colonialismo detrás de la oposición a la encíclica Humanae Vitae, de Pablo VI.  

    Como en El Cairo y Pekin, también en la Conferencia de Estambul (1996) sobre el Habitat, se vio la insistencia de “algunos” en incluir “salud reproductiva” y “salud sexual”, que significaba para ellos  sinónimos de aborto, aunque lo negaran en aquel momento. Especialmente radicales fueron los delegados de USA y los de Canadá, empeñados en sustituir la palabra familia por Afamilies@ o Agender@, para q se considerara familia cualquier “relación de género”. 

    Navarro-Valls  señala ocasiones perdidas de influir en la conciencia internacional a través de la opinión pública, porque desde Secretaría de Estado pasan al Papa unos textos con términos “moderadísimos”, por ejemplo sobre la guerra de Irak, o por no avisar con tiempo a la Sala Stampa para poner sobreaviso a  periodistas clave sobre discursos importantes (como la posición de la Santa Sede sobre los Santos Lugares y Jerusalén): por no avisarle para poder hacer esa preparación previa, muchos mensajes importantes del Papa pasan desapercibidos y no llegan a la opinión.  

    La Secretaría de Estado, anota, tiende a no dar información, y así no marca la agenda a los medios, sólo rectifica a la defensiva. En lugar de un lenguaje convincente, bien desarrollado, que tuviera en cuenta la desinformación internacional y los ataques, tanto en Nueva York como en la prensa internacional, a la delegación de la Santa Sede en la Conferencia  sobre el Desarrollo y Población, le pasan una líneas anodinas, crípticas, y que son completamente ignoradas por la opinión pública. ¿Culpa suya por no preverlo, o dejadez, o miedo a dar la cara en la opinión pública? Esto, y la progresiva enfermedad del Papa, que limitaba su capacidad de acceso directo a él, supuso más dificultades para el trabajo de Navarro-Valls a partir de 1999. 

    Navarro se asombra de gentes de la Curia que piden que la opinión pública sea benévola con la Santa Sede, pero sin darles información, sin intentar alimentar el flujo informativo. 

    Ni pacifista ni belicista: el valor de la paz está supeditado al bien común. No se puede olvidar el valor de la legítima defensa. 

    ¿Las religiones han originado guerras? Se han dado instrumentalizaciones que, a la luz de las palabras de JP2, han sido un trágico error: “No existe ninguna intención religiosa que pueda justificar la práctica de la violencia del hombre contra el hombre.”

Rasgos de la personalidad de Juan Pablo II

    Juan Pablo II tiene una virtud que algunos llaman “normalidad”: en realidad se trata de una profunda humildad y una gran simpatía. 

    Enorme capacidad de concentración cuando reza o estudia. Sabe guiar y controlar los estímulos sensitivos que le rodean hasta extremos desconcertantes: ejemplo, en Malta, reza absorto el breviario en un barco, mientras a su alrededor decenas y decenas de pequeñas embarcaciones le rodean y saludan para recibirle, en un espectáculo bellísimo de un día magnífico..

    Sabe escuchar: Juan Pablo II está muy atento a la argumentación de quien le habla, y a la vez intenta entender la estructura mental de la persona con quien conversa: manifiesta interés grande por el otro y por lo que dice. 

    Aborda los problemas de la Iglesia sin angustiarse. Sabe mantenerlos en un plano objetivo, conservando la serenidad, rasgo decisivo de su carácter. “Nunca le he visto perder el sentido del humor, o desbordado por los acontecimientos” dice su secretario Dziwisz. Impresiona verle dormir en santa paz, en medio del monte, abandonando el timón de la Iglesia a Dios. 

    Mientras se dirigen a la cima del monte Pieralua (2.694), por pasos empinados y difíciles, y una cruz en la cima, comenta Dziwisz: “Así es como el Papa dirige la Iglesia: despacio, sin tirones, pero con tenacidad y los ojos fijos en la meta. Escucha a todos, pide consejo a todos, pero luego decide en su oración y no separa los ojos de la meta.”

    Juan Pablo II no deja de ser Papa ni cuando descansa, ni deja de rezar mucho. Cuenta que vivió su elección con serenidad y sin ansiedades, pero añade que experimentar una cierta ansiedad delata un hondo sentido de responsabilidad

    Ser Papa es una responsabilidad inmensa, pero cuando Dios confía una carga, nos otorga también la gracia para sobrellevarla. Pero no es algo específico de las responsabilidades eclesiásticas: la responsabilidad de un marido o una esposa, que aceptan al otro y aceptan serle fieles mientras viva, es la misma: un compromiso personal para toda la vida.”

    Time declara a JP2 hombre del año 1994 “por su lucha para poner los cimientos de un orden moral en nuestro tiempo.”

    “Cansar el cuerpo”, hacer ejercicio, es importante y bueno para el organismo: un cansancio físico moderado.

    Solía repetir: Sempre avanti! 

    “Ya ha pasado el tiempo que supera todas las debilidades”. Le pareció a Navarro-Valls que esa frase equivalía a “ya no me importan las debilidades físicas y las enfermedades."

    Entrañable comentario del secretario, moneseñor Dziwisz, a Navarro, en tono de complicidad: “Muchos años trabajando con el sucesor de Pedro, y luego, el cielo.”

   Juan Pablo II beatificó a una empleada de hogar polaca, Angela Salawa, y repetía unas palabras suyas que hizo propias: “Señor, vivo porque Tú quieres que viva; moriré cuando quieras, sálvame porque Tú puedes hacerlo.”

    Un recuerdo del padre de Juan Pablo II (que hizo de padre y madre para él): “Cuando por la noche me despierto y tardo en dormirme, recuerdo que a veces él se levantaba por la noche y se ponía a rezar.”

    A leprosos en Brasil: “Ninguna persona es un verso suelto. Componemos entre todos el mismo poema divino, que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad.

    Su lema es una oración dirigida a la Virgen María: Totus tuus ego sum// et omnia mea tua sunt.// Accepi te in mea omnia// Praebe mihi cor Tuum, / María. (Soy todo tuyo, y todo lo mío es tuyo. Te recibí en todo lo mío, dáme tu Corazón, María.)

    “Hay que vivir sin pensar en el mañana, que Dios quiere esconder. La Virgen no vio todo desde el principio, no sabía qué iba a pasar mañana, y vivía al día, abandonada en Dios.” ¿Dimisión del Papa? Quizá Dios quiere hacer ver que la Iglesia es algo distinto de otras organizaciones que tienen siempre a la cabeza alguien joven y dinámico.

    Juan Pablo II, anciano y célibe, está enseñando a entender el amor humano: porque su esfuerzo es un ejemplo de cómo amar.

    Dimensión misteriosa de la recaída del Papa, que sólo encuentra respuesta en la Cruz de Jesús. De ese dolor del Papa Dios está sacando mucho bien para la Iglesia.

    En una de las paredes de la terraza del apartamento del Papa hay un Via Crucis: en la 5ª estación, el Cirineo tiene el rostro de Karol Wojtyla. 

    Depauperación progresiva de un hombre que está ante la mirada de la humanidad: no se entiende si no es mirando a la Cruz de Jesucristo. La cara de Juan Pablo II cuando se asomaba a la ventana a saludar era de sufrimiento, inexpresividad y conmoción.

    Israel e Irán se estrechan la mano en el funeral de JP2: el protocolo para las delegaciones, salvo para las casas reales, fue el orden alfabético, y les tocó una al lado de la otra. 

Primado de Pedro:

-Palabras en la ceremonia ecuménica en Finlandia, ante luteranos y protestantes: 

    “¿Quién soy yo? Como todos vosotros, soy un cristiano, que he recibido en el bautismo la gracia que me une a Jesucristo Nuestra Señor. Mediante el bautismo soy vuestro hermano en Cristo y he sido llamado al sacerdocio sin ningún mérito por mi parte y ordenado para el ministerio de la palabra, la celebración de la santa Ecaristía y el perdón de los pecados. 

    La voluntad de Dios para mí fue confiarme la misión del ministerio especial del obispo de Roma, sucesor de san Pedro, en el cual, conforme a las enseñanzas católicas, el Señor instituyó el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad de la fe y de la comunión.”

-Conferencia de Sto Domingo, en América: 31 comisiones, cientos de papeles: Joaquín se desahoga con JP2: “Si no existiera el Primado de Pedro por voluntad divina, habría que inventarlo.” Y JP2 le responde: “No, si no existiera por voluntad divina no se podría inventar.”

Comunicación

Joaquín Navarro Valls: “Una mentalidad errónea es que basta con leer todo lo negativo para estar informado: es preciso estar informado también de lo positivo, porque si no se puede crear un complejo de asedio frente a las críticas.”

El Papa no le indica qué debe informar a los periodistas, pero la libertad y la confianza con que le habla permite al Portavoz conocer su pensamiento y darlo a conocer. Por ejemplo, en la mente de JP2 no había lugar para un papa emérito. Pero sólo le cuenta la anécdota de su comentario al doctor que le atendió de la rotura del fémur: “Le dije: sólo tenemos una opción: me cura y yo tengo que ponerme bueno, porque no hay lugar en la Iglesia para un Papa emérito.” JP2 sabía que era una pregunta recurrente de los periodistas. Y así facilitó su trabajo.





miércoles, 30 de agosto de 2023

Extrañas presiones sobre el Opus Dei




Richard Cascioli, director de La Nuova BussolaQuotidiana, se pregunta en este artículo por la extraña presión que desde el círculo de asesores del Papa Francisco parece estar ejerciéndose sobre el Opus Dei, dictando cambios que contradicen su carisma, retroceden a actitudes preconciliares y pueden acabar empobreciendo la dinámica evangelizadora de la Iglesia.  


La presión sobre el Opus Dei perjudica a la Iglesia

El motu proprio que degrada las prelaturas personales es sólo la última pieza de una batalla contra el movimiento fundado por san Josemaría Escrivà de Balaguer, en la que el Papa se contradice yendo contra el Concilio y el principio de sinodalidad. El caso de Torreciudad.     

 

"¿Qué tiene el Papa contra el Opus Dei?", tituló recientemente Crisis Magazine , una influyente revista católica estadounidense. Pregunta que muchos se han hecho tras la enésima mortificación infligida al movimiento fundado por san Josemaría Escrivá de Balaguer en 1928: el pasado 8 de agosto con un nuevo Motu Proprio el Papa Francisco modificó de hecho los cánones 295 y 296 del Derecho Canónico para "retroceder" las prelaturas personales asimilando "a asociaciones clericales públicas de derecho pontificio con facultad de incardinar clérigos". Y como la única prelatura personal existente es el Opus Dei, el objetivo del Papa es claro.


Hasta ese momento, las prelaturas personales estaban asimiladas a las diócesis, según lo establecido por el Concilio Vaticano II en el decreto Presbyterorum Ordinis en el número 10.


Se dijo que ésta es la enésima mortificación bajo este pontificado . De hecho, la batalla personal del Papa Francisco contra el Opus Dei ya comenzó en 2017 cuando no quiso la ordenación episcopal del nuevo prelado, monseñor Fernando Ocáriz, un fuerte signo de discontinuidad con pontificados anteriores. En efecto, recordamos que fue San Juan Pablo II quien elevó el Opus Dei a prelatura personal en 1982 con la Constitución Apostólica Ut Sit ,al término de un minucioso trabajo de una comisión conjunta de canonistas que habían estudiado la mejor manera de asegurar el desarrollo del carisma del Opus Dei al servicio de la Iglesia. Y fue el propio San Juan Pablo II quien ordenó obispo al primer prelado del Opus Dei, monseñor Álvaro del Portillo, en enero de 1991, y luego, en 1995, también ordenó a su sucesor, monseñor Javier Echevarría Rodríguez, fallecido en diciembre de 2016. .

La falta de nombramiento episcopal de monseñor Ocáriz fue el preludio de otros cambios; tomó algún tiempo pero llegó rápidamente con la reforma de la Curia Romana de marzo de 2022 (Constitución Apostólica Predicate evangelium ) seguida en julio por el Motu proprio Ad charisma tuendum que adapta las disposiciones: las competencias sobre las prelaturas personales pasan de la Congregación de los obispos al del clero, y el prelado del Opus Dei no puede ser obispo (esto es una curiosidad, porque es el único sacerdote que no puede ser nombrado obispo por decreto).

Parecía que esto era el final, porque llegado a este punto el Opus Dei ha reformulado los Estatutos para adaptarlos a las nuevas disposiciones. Casi un año de trabajo y entre junio y julio la revisión fue entregada a la Santa Sede, sin saber que mientras tanto el Papa Francisco preparaba una nueva sorpresa que obligará ahora a los expertos de la Ópera a revisar una vez más los Estatutos.

Pese a ello, la reacción oficial - en consonancia con la espiritualidad del movimiento - es de total colaboración: "Acogemos con sincera obediencia filial las disposiciones del Santo Padre - escribió monseñor Ocáriz a los aproximadamente 90.000 miembros de la Obra - y os pido para quedarnos, también en esto, todos muy unidos. Seguimos el mismo espíritu con el que san Josemaría y sus sucesores han aceptado cualquier decisión del Papa sobre el Opus Dei. Siendo la Obra una realidad de Dios y de la Iglesia, el Espíritu Santo nos guía en todo momento».

Si este es el espíritu con el que los miembros del Opus Dei viven estas circunstancias , lo cierto es que las decisiones del Papa han suscitado perplejidad y oposición, como lo demuestra la intervención de la canonista Geraldina Boni: en un artículo publicado en el sitio web del Centro Studi Livatino la Boni cuestiona la última decisión del 8 de agosto porque asimilar las prelaturas personales a las asociaciones clericales va en contra de la voluntad de los padres conciliares y pone en riesgo el "auténtico carisma".

No se trata de discusiones teóricas , sino de una restricción concreta de la autonomía del movimiento y de la posibilidad de llevar a cabo su misión. Un caso emblemático es el del santuario mariano de Torreciudad, en España: construido en los años 60 por voluntad de san Josemaría, se ha convertido en destino de cientos de miles de peregrinos, que siempre han encontrado sacerdotes de la Obra para acogerlos. Pero ahora el obispo local ha expropiado efectivamente al Opus Dei del santuario, asumiendo su administración; y a partir del próximo 1 de septiembre será dirigida por un sacerdote designado por el obispo.

En cualquier caso, el tema de la conservación del carisma del Opus Dei preocupa también al profesor Luis Felipe Navarro, rector de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, que recuerda a La Bussolacómo en el origen del Opus Dei está la "llamada universal a la santidad, santificando las realidades temporales, a través del trabajo y la familia". “El carisma del Opus Dei es laico – explica el profesor Navarro – la gran mayoría de sus miembros son laicos, casi todos casados. Y un punto importante que subraya san Josemaría es que todos los miembros son iguales, no hay miembros de la serie A y de la serie B, los laicos tienen la misma importancia que los sacerdotes». Entonces, ¿cómo se concilia esto con la asimilación a las asociaciones clericales? "Este será el trabajo a realizar en la revisión de los Estatutos, para hacer posible la preservación del auténtico carisma en las nuevas circunstancias", afirma Navarro, que no obstante se muestra confiado en el resultado.

Sin embargo, la tarea no es fácil porque se tiene la sensación de que el objetivo fundamental de la Santa Sede es -carisma o no- el de poner al Opus Dei bajo estricto control, tendencia que se observa también en otros movimientos eclesiales. Pero el movimiento fundado por san Josemaría Escrivá de Balaguer goza en realidad de una atención especial: tanto porque es el único al que se ha erigido una prelatura personal como porque tiene que pagar por una especie de "leyenda negra" contra él, que además actuó inspirado en las "fantasías" de Dan Brown.
Y ciertamente tiene muchos enemigos en el Vaticano y, sobre todo, en el círculo íntimo del Papa, hasta el punto de que, para atacar al Opus Dei, el Papa Francisco se contradijo en al menos dos principios centrales de su pontificado. En primer lugar, la aplicación del Concilio: como hemos recordado, la institución de la prelatura personal y su asimilación a las diócesis había sido una intuición conciliar, que antes no existía. El motu proprio del 8 de agosto trastoca por completo lo que los padres conciliares querían con la prelatura personal, es decir, un instrumento más eficaz en la perspectiva pastoral de la misión en todo el mundo.

Además, la forma en que han madurado estos pasajes es la negación de la sinodalidad , que dentro de poco más de un mes será el tema del Sínodo. De hecho, si la creación de una prelatura personal supuso un largo diálogo y un trabajo conjunto entre expertos de la Ópera y de la Santa Sede, las decisiones del Papa Francisco se tomaron por mandato, ciertamente madurado en un pequeño círculo de asesores que no sentían necesario. para el diálogo y el camino compartido con los líderes del Opus Dei.