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jueves, 1 de diciembre de 2022

Elogio a la carta

 

Hay tiempos, como la Navidad, en que sentimos una íntima necesidad de comunicarnos con los seres queridos. La forma de hacerlo ha cambiado mucho. La tecnología nos lo ha puesto mucho más fácil. Pero de tan fácil, quizá por el camino hemos perdido la capacidad de expresar bien lo que sentimos. Y si no nos paramos a expresarlo certeramente, corremos el riesgo de perder el sentimiento mismo, de desdibujarlo hasta dejarlo convertido en un convencionalismo superficial.

 

En Navidad y Año Nuevo miles de millones de mensajes cruzarán el espacio y aterrizarán en móviles y ordenadores. Lacónicas frases en su mayoría, dibujitos en movimiento con luces de colores, enlaces a sorpresivas músicas emotivas… Mucho ruido, pero poca comunicación verdadera.

 

Quedan unos pocos que siguen fieles a la carta navideña, entrañable, con palabras bien dichas, certeras, de corazón a corazón. Enviada por medios digitales, o todavía en papel, con sobre y postal, y hasta con sello de motivo navideño, que ya es para nota. Pero carta bien pensada, bien dicha, de corazón a corazón, personal.

 

Para decir cosas al corazón ausente no hay como la carta. En la carta, antes de escribirla, miramos a nuestro interior y nos preguntamos qué sentimos exactamente. Rebuscamos las palabras para dar con las que mejor expresen el sentimiento, el deseo, el cariño que anida dentro. Palabras que sin ser relamidas sean certeras. Breves, graciosas, sencillas. Palabras discretas pero verdaderas.

 

En la introducción a las Cartas a un joven poeta, de Rainer María Rilke, leemos un bello elogio de la carta como medio de amistad: “Soy de aquellos hombres a la antigua, que ven todavía en las cartas un medio de trato, uno de los más bellos y fructíferos.”

 

Escribamos cartas. Es un ejercicio que nos afina y enriquece, porque requiere mirar adentro para conocemos mejor. Y al intentar dar con las palabras acertadas y escribirlas, establecemos una comunicación verdadera con otros corazones. Así florece la amistad.

 

 

sábado, 20 de marzo de 2010

Cartas a un joven poeta.

            



Cartas a un joven poeta. Rainer M. Rilke

Epistolario del famoso poeta nacido en Praga, que escribe entre 1903 y 1908 a un joven admirador reflexionando sobre su propia trayectoria como poeta y escritor, y analizando lo que debe ser la conducta moral del hombre y su papel como creador de belleza. 

Se palpa su fina sensibilidad, cultivada en un espíritu sufridor y angustiado, muy al modo del romanticismo,  y a la vez cierta confusión acerca de Dios y el sentido cristiano de la vida, que no capta. Las cartas están escritas con el corazón en la mano y son de gran belleza poética.

Rilke apunta este consejo para quien se inicia en la escritura: "Sólo quien sienta que es incapaz de vivir si no escribe, que moriría si no puede escribir, debe intentarlo. Quien siente que puede vivir sin escribir debe renunciar a ser poeta."

Incluye apuntes valiosos, que surgen de su experiencia vital. Por ejemplo su intuición sobre el valor del dolor:  "No hay por qué temer a la enfermedad (un dolor, un estado de melancolía...) porque es el medio por el que el organismo se libra de algo externo, y constituye un progreso dentro de nosotros, aunque a veces no quede más que esperar..."




Jesús Acerete