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sábado, 3 de noviembre de 2012

Josemaría Escrivá y la comunicación


                                            


    Una de las conclusiones tras la lectura de la Edición crítico-histórica de Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer (Ediciones Rialp) es la importancia que el fundador del Opus Dei concedía a la comunicación y a cuanto configura la opinión pública.  

 

        Desde los inicios de su trabajo sacerdotal, Josemaría Escrivá tuvo clara conciencia de la importancia de los medios, canales de difusión de ideas y decisivos en la configuración de costumbres sociales. 


    Si debía difundir entre personas de toda condición la llamada universal a la santidad, esto es, facilitar el encuentro con Cristo a todos, los medios de comunicación no podían ser ajenos a su misión.

 

        Pero anunciar a Cristo no significa sólo invitar a abrirle el corazón, sino también la inteligencia y la voluntad. Por eso siempre animó al estudio, a la investigación, al rigor del trabajo intelectual y universitario


        A los profesionales de la información y la comunicación les insistía en la necesidad de que se formaran con empeño, y les animaba a que pusieran toda la competencia intelectual y técnica posible en el desempeño de sus tareas, de tanta repercusión para la sociedad.  

 

    Ya en 1941 fue profesor de ética en la Escuela de Periodismo de Madrid, y entre las primeras facultades que se erigieron  en la Universidad de Navarra quiso que estuviese la de Periodismo, la primera que en España adquirió rango universitario.

 

    A los periodistas les explicaba que debían conjugar la libertad para informar y opinar con el respeto a la verdad y con la caridad. A algunos mencionar la caridad en contexto periodístico les puede parecer  ingenuo, probablemente  porque ignoran el significado auténtico del término.  La caridad supone la justicia, y va más allá. La caridad no es blandenguería ni sentimentalismo, requiere mucha fortaleza. Sin personas que vivan esa caridad fuertemente –que las hay- este mundo sería un frío erial sin corazón.

 

    Ya en 1963 Josemaría Escrivá promovió la organización de Oficinas de Información del Opus Dei, para atender a periodistas que desearan información sobre esta institución de la Iglesia católica. Quizá esa iniciativa, poco frecuente en aquel tiempo, sea también una herencia del carácter de san Josemaría, fuertemente comunicativo. Se movía con naturalidad tanto en el diálogo de persona a persona, como ante grupos numerosos. Sabía escuchar, hacerse cargo, y dar a la conversación un toque siempre chispeante y amable: uno se sentía querido.  

 

   Cuando la audiencia era muy numerosa se mostraba tan comunicativo y natural como en encuentros más personales. Se manifestaba con espontaneidad, escuchando y hablando, y haciendo pasar a sus interlocutores desde la honda  reflexión -ante los temas serios que la exigen- hasta la risa batiente, que distiende el ambiente cuando la cosa se ha puesto demasiado seria. Su mensaje llegaba a cada uno como dirigido sólo a él: comunicaba. Son memorables las grabaciones que se conservan de numerosos encuentros con públicos variados, un verdadero tesoro  cinematográfico.

 

     Al decidirse a conceder entrevistas, lo hizo con la clara conciencia del servicio a la misión evangelizadora de la Iglesia que podían prestar, a pesar de los límites -siempre algo encorsetantes- que ese formato periodístico  imponía a su natural expansivo. Le impulsaba también su deseo de dirigirse a la opinión pública para ofrecerle una explicación autorizada sobre la realidad del Opus Dei, su naturaleza, su espíritu y su actividad apostólica al servicio de la Iglesia. 


    El conjunto de las entrevistas, concedidas entre 1966 y 1968, permite una visión nítida del pensamiento de san Josemaría. Se percibe en sus respuestas su don de lenguas,  su capacidad para transmitir  con palabras, como explica el profesor Illanes, la claridad con que brillaba en su mente y en su corazón la realidad del Opus Dei, y expresarlo hablando de los temas del momento (la Iglesia, el Concilio,  la familia, el trabajo, la cultura, la universidad, la sexualidad,…) arrojando sobre ellos la luz del Evangelio. Una luz que sin duda da al libro unidad  y permanente actualidad.