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domingo, 20 de junio de 2021

Suicidio y eutanasia

 


Voluntarias del Centro Laguna


Cuidar a quien sufre

 

El suicidio es, en estos momentos, la principal causa de muerte no natural en España, y la primera causa de muerte evitable en el mundo. Algo se está haciendo mal, y tiene que ver con nuestra capacidad –personal y colectiva- de aliviar el dolor ajeno, cualquiera que sea su origen. La muerte nunca puede ser la solución a los problemas humanos. No podemos dejar a nadie tan solo que su único consuelo sea dejarse morir.


Pienso que hay un amplio consenso respecto a lo que acabo de escribir. Por eso me desconciertan tanto los argumentos de quienes, considerando el suicido un fracaso colectivo, niegan que lo sea la eutanasia. La muerte como solución al sufrimiento es una gran derrota social.


Algunos afirman que la eutanasia es el modo de evitar la quiebra de la Seguridad Social, un argumento cínico e inhumano donde los haya. No quieren ver que a lo que conduce realmente la eutanasia es al envenenamiento de las relaciones, a la quiebra de la humanidad en las sociedades donde se implanta.


Los especialistas en cuidados paliativos saben muy bien que, cuando un enfermo afirma que no quiere seguir viviendo, lo que hay que hacer es preocuparse de él, atenderle, cuidarle. Lo mismo sucede con cualquier otra causa por la que un ser humano desee morir: no encontrar sentido a la vida, tratarse de un parado de larga duración, ser un inmigrante que ha perdido toda posibilidad de instalarse en su nuevo país, o el fallecimiento de un ser muy querido. La solución nunca puede ser morir, sino ayudar.





Se trata de atender las causas del sufrimiento, cualquiera que sea su origen. Donde se ofrece la atención necesaria, nadie persiste en su deseo de morir anticipadamente. Y esa ayuda debería estar garantizada en una sociedad que se precia de solidaria y fraterna.


En el caso de los enfermos, la medicina ha logrado hoy en día paliar cualquier sufrimiento. Existen los medicamentos necesarios, y son accesibles. El especialista en cuidados paliativos sabe además que basta situar a un paciente terminal en un ambiente agradable, en espacios grandes, con actividades en las que se sienta bien, para que cambie su actitud ante la vida.


Donde se han puesto en marcha, prestan una ayuda impagable los equipos de voluntarios, capaces de acompañar, escuchar, y también de apoyar a la familia del enfermo, que suele sufrir la mayor parte de la carga del dolor. De hecho, muchas de las demandas de muerte anticipada no proceden del paciente, sino de sus familiares, que sufren con el enfermo. La familia requiere también apoyo.


Pero es que además hay algo muy grande que la sociedad se pierde cuando no cuida de sus mayores, o de cualquiera que pase por momentos duros. Nos perdemos el milagro que experimentan en sus vidas quienes, al sentirse acompañados, afrontan de cara   el sufrimiento o la muerte. En esos momentos se desprenden de lo peor, y aflora lo mejor que llevan dentro. Se convierten en verdaderos maestros de vida para quienes les cuidan.





Quienes sufren no son una carga. Atenderles, cuidarles, es enriquecer nuestro estilo de vida, un estilo que ha caracterizado a las naciones con mayor nivel de humanidad. Me resisto a creer que queramos perder esa nota propia de nuestra civilización. ¿Con qué confianza podremos seguir conviviendo en una sociedad que permite eliminar a sus mayores, cuando cuidarles resulta costoso o sencillamente incómodo?

 

 

 


lunes, 4 de enero de 2021

El hombre en busca de sentido




El hombre en busca de sentido. Victor Frankl

 

La vida tiene siempre un sentido, que abarca incluso las privaciones y los sufrimientos, incluso la agonía y la muerte.” Descubrir ese sentido de la vida es lo que puede transformar una situación dramática “y sin sentido” en algo llevadero, asumible, porque el sentido da una esperanza a nuestras vidas.

 

El psiquiatra austríaco Victor Frankl (1905-1997) vuelca en este libro su experiencia tras sufrir el internamiento en los campos de concentración alemanes, entre 1942 y 1945. Sobrevivió gracias a su fe y a su humanidad. Cuando fue liberado, comprobó que ni su esposa Tilly ni sus padres habían logrado sobrevivir a los campos de exterminio.

 

Con Tilly Grosser, muerta en los campos de concentración nazis

Analizando sus propias reacciones ante la adversidad y las privaciones, fijándose en las conductas de los internos y de sus guardianes, llega a conclusiones llenas de luz, de las que se han beneficiado miles de personas desde la publicación de este libro.

 

Fruto de su experiencia, Victor Frankl fundó la logoterapia, una práctica médica para ayudar a descubrir el sentido y sobrellevar situaciones dolorosas. "Cuando uno se enfrenta con una situación inevitable, siempre que uno tiene que enfrentarse a un destino que es imposible cambiar, por ejemplo una anfermedad incurable, un cáncer que no puede operarse, precisamente entonces se le presenta la oportunidad de realizar el valor supremo, de cumplir el sentido más profundo, cual es el del sufrimiento. Porque lo que más importa de todo es la actitud que tomemos hacia el sufrimiento, nuestra actitud al cargar con ese sufrimiento... El sufrimiento deja de ser en cierto modo sufrimiento en el momento en que encuentra un sentido, como puede serlo el sacrificio."


Ante el sufrimiento inevitable, toda persona será capaz de aceptar el reto de sufrir con valentía siempre que haya sabido encontar un sentido a ese dolor. Por eso, "el interés principal del hombre no es encontrar el placer, o evitar el dolor, sino encontrarle un sentido a la vida."  Un sentido, como puede ser el amor, o el sacrificio por el ser amado, que le permita afrontar con dignidad todo sufrimiento, y así conservar hasta el fin -literalmente hablando- el sentido de su vida.


Victor Frankl, judío, comparte la concepción cristiana de la persona como ser único e irrepetible, revestido de una dignidad que nadie le puede arrebatar, salvo él mismo. Esa es la premisa esencial en que se basa su método. Una premisa que ignoran los totalitarismos, pero que ninguno es capaz de doblegar.


 

Todos y cada uno debemos mantener la esperanza de que nuestra vida jamás perderá su dignidad y su sentido. “Os aseguro que en las horas difíciles siempre hay alguien que nos observa: un amigo, una esposa, alguien que esté vivo o muerto, o un Dios. Y ese alguien espera que suframos con orgullo, no miserablemente, y que sepamos morir con dignidad.”

 

No importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. Es la vida quien nos pregunta a nosotros, y no nosotros a la vida.” Este razonamiento es muy útil para entender la maldad intrínseca de la eutanasia, que no deja percibir esa pregunta que la vida nos dirige, diciéndonos que mientras vivamos somos necesarios, nadie está de sobra, nadie molesta.

 

“Hay dos razas de hombres, que se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales: los hombres decentes y los indecentes. En el campo de concentración, el peor era el prisionero más antiguo, mucho peor que todos los SS juntos. En cambio, el comandante nunca levantó la mano contra nadie (de hecho, tres jóvenes judíos intercedieron por su vida tras la liberación).”


El hombre es el ser que siempre decide lo que es. “El ser que ha inventado las cámaras de gas, pero también el que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración.

 

Se refiere al dicho alemán “Una buena conciencia es la mejor almohada”, que contiene como el eco de San Pablo en su carta a los Romanos: “¡Dichoso quien no se culpabiliza cuando decide algo!”, una invitación a actuar de acuerdo con la recta conciencia, aunque hacerlo provoque sufrimientos.

 

A lo largo del texto apunta ideas de algunos de los autores que le han influído: Dostoyevski, Tolstoi (Resurrección), Thomas Mann (La montaña mágica), Spinoza (Tratado de Ética, sobre el poder del espíritu o la libertad humana).

 

A propósito del método que empleó para distanciarse de los sufrimientos del momento y observarlos como si ya hubiesen sucedido, señala que “la emoción que constituye sufrimiento deja de serlo tan pronto como nos formamos una idea clara y precisa del mismo.”

 

Frankl se apoyó para su psicoanálisis en la significativa frase de Nietzche: “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo.” En realidad, no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. Y esto es algo que a nadie le está permitido negar: no sabemos cómo sobreviviremos, pero sí que mientras tengamos un aliento de vida nuestra presencia en el mundo es necesaria. Nuestra presencia nunca dejará de ser valiosa.



Varios sitios de internet ofrecen elencos de frases significativas de esta obra de Frankl. Me limito a subrayar algunas que me han resultado prácticas.  

 

La virtud es el crecimiento en el ser que acontece cuando, en mi actuación, amo la verdad y actúo en consecuencia.

 

El amor es la meta más alta para el ser humano. Es la tendencia racional por la que busco el verdadero bien, un bien que responda a mi naturaleza profunda y, en definitiva, al ser de las cosas.

 

Dinero, placer y poder hay que tomarlos con la perspectiva de la fecundidad, y no de la eficacia:

El dinero, desde el modelo de la fecundidad, es instrumento de la generosidad y capacidad creativa (y no un fin en sí mismo).

El placer como fin anestesia a las personas, aboca al consumismo. Pero en su sentido natural, se hace fecundo.

El poder como servicio es fecundo: no busca la eficacia pragmática, sino su difusión entre los ciudadanos

      

Amistad: lo más necesario de la vida, según los clásicos. Es el amor entre iguales, que se traduce en la conversación sabia y en la ayuda generosa.


En 1947 contrajo matrimonio con Eleonor Schwindt


Quizá es poco conocido el encuentro que mantuvo Victor Frankl con san Josemaría Escrivá. Durante un viaje a Roma por motivos profesionales, Frankl acudió junto con su mujer a saludar al fundador del Opus Dei. El psiquiatra vienés captó la alegría de vivir de san Josemaría, su apasionado sí a la vida que formaba parte precisamente de la esencia de su método científico y médico. 


Más tarde recordaba ese encuentro: "Monseñor Escrivá vivió de manera plena el momento presente, abriéndose a él y dándose a sí mismo completamente. En una palabra, para él cada instante tiene el valor de un momeno decisivo."   

 

       Hay algo muy poderoso en ese vivir el momento presente con plenitud, "portándonos bien aquí y ahora", con alegría agradecida por la vida que se nos ha dado, aunque en ocasiones haya dolor.



 

jueves, 8 de agosto de 2019

Carta a Chema Postigo


A mi hermano Chema. La carta que no llegué a escribirte. Miguel Postigo.


Este libro es un emocionado relato de Miguel Postigo sobre su hermano Chema, que tras una vida llena de vicisitudes murió joven a consecuencia de una larga enfermedad, pero dejando una huella imborrable de bondad y bien en su numerosa familia y en cuantos le conocieron. 





Miguel escribe con el corazón en la mano, casi a vuela pluma, y sin rubor reflexiona al hilo de recuerdos íntimos de su hermano y de sus numerosas familias. Esa transparencia es de agradecer, porque comprobamos que las vidas que nos impactan están tejidas con los mismos hilos que las nuestras, presentan los mismos claroscuros, momentos malos y peores, momentos buenos y estupendos.  Pero las personas buenas saben tender un imperceptible y suave manto sobre su dolor, y logran consolar aun cuando serían ellos los que necesitaran consuelo.

La vida de cada uno, escribe el hermano de Chema, es como un baúl abierto, grande o pequeño, como Dios haya querido. Nuestra misión es llenarlo de monedas de plata y oro. También podemos llenarlo de hojarasca, de cosas inútiles o insulsas. Incluso podemos llenarlo de auténtica basura y miseria.




Pero no hay que dar lugar al desánimo: porque mientras vivimos tenemos la capacidad de limpiar a fondo, quitar la basura y dejar sólo el oro y la plata de nuestro buen hacer. Y el modo de hacer limpieza es sencillo: el examen, la confesión, la penitencia. Y entonces es Dios mismo quien hace la limpieza para que en el baúl sólo quede lo bueno.

Habrá un día en que el baúl se cierre y nos llamarán a rendir cuenta. Y nuestra eternidad dependerá de cómo esté el baúl. En realidad no sólo la eternidad: también el presente, que es tanto más alegre y feliz cuanto más acumulamos lo bueno y echamos por la borda lo malo. Y es el amor, no el temor, lo que nos mueve a afinar, a limpiar, a proponernos de nuevo cada día empezar a ser mejor persona.

Miguel advierte que su hermano Chema optó por ese esfuerzo, no siempre entendido por los que le rodeaban. Lo que se percibía de Chema era su sonrisa, su honradez, su compromiso de entrega y servicio a los demás. En lo humano son cualidades de liderazgo. En lo trascendente, algo mucho más valioso: son manifestaciones de una vida santa.



Chema sufrió, pero supo hacer felices a los demás hasta el último suspiro: a su mujer y a sus hijos, a sus innumerables amigos. Supo hacerlo porque no pensaba en sí mismo: “el sufrimiento gestionado sin egoísmo se transforma en amor, como los fósiles en petróleo.” Y para quien tiene fe, el sufrimiento es una manifestación de que Dios no nos ha abandonado.


El secreto de una vida feliz depende de las prioridades que nos hayamos marcado. Miguel descubre las que se propuso su hermano: 1º, Dios es siempre la mejor opción; 2º, el mayor tesoro que tiene el hombre en el mundo es el matrimonio y la familia; y 3º, intentar cada día hacer feliz al menos a una persona: acostumbrarse a ser amable, a sonreír, a interesarse por los demás, a rezar por todo el que se cruza en mi camino (y no criticarle, ni juzgarle, ni pensar sólo en lo que me puede aportar a mí, ni despreciarle porque piense que no tiene nada que aportarme…)


Dios, la familia, los amigos. Y ojo, no el trabajo. El corazón no se pone en el trabajo, sino en las personas. El trabajo es un medio, no una persona a la que amar.

Vivir con esas prioridades es lo que permitió a Chema Postigo ser fuente de paz y de alegría. Y eso explica que Chema tuviera tantos amigos: porque la gente quiere acercarse al manantial de la paz y la alegría.




Una frase de Tolstoi muestra el bien que personas como Chema Postigo aportan al mundo: “De igual modo que una vela enciende a otra y así llegan a brillar millones de ellas, así enciende un corazón a otro y se iluminan miles de corazones.”

Miles de personas asistieron al entierro de Chema, y los medios de hicieron eco de la emotiva imagen de su mujer, Rosa Pich, y sus jovencísimos hijos en la Misa por su alma. 



Rosa, una mujer valiente y emprendedora, es una conferenciante muy solicitada por su amplia experiencia educativa y de gestión doméstica. Es autora del libro "Cómo ser feliz con 1, 2, 3... hijos."









miércoles, 19 de septiembre de 2018

La vida nueva de Pedrito de Andía: una gran novela sobre la adolescencia




La vida nueva de Pedrito de Andía. Rafael Sánchez Mazas


Hay lecturas que dejan poso en el alma: buenos sentimientos, deseos de ser mejor persona, de hacer el bien.  Es lo que consigue a mi juicio esta novela de Sánchez Mazas, publicada en 1951. La leí hace años, como muchos jóvenes españoles, y el encuentro casual con una ficha que tomé entonces me mueve a esta reseña.

Dirigida a un público joven, su protagonista es un adolescente que atraviesa el turbulento cambio que le llevará de la infancia a la edad madura.  El ambiente en que transcurre es la España de 1923,  bien distinto al que se encuentran los jóvenes de nuestros días. Pero la crisis es la misma. Y los medios para atravesarla son también muy similares.

Desde entonces han mejorado mucho los conocimientos de sicología, en los que todo padre y educador debe estar al día para encauzar con acierto a los jóvenes. Pero no deberíamos despreciar la sabiduría contenida en los consejos de nuestros abuelos, padres de familia y educadores que quizá no estudiaron sicología pero conocían el alma humana como nadie y tenían experiencia de la vida.

***

La novela refleja  el ambiente en que crecían los jóvenes de la época, habitualmente más cristiano que el actual. Los razonamientos incluyen la perspectiva cristiana, sobrenatural, sin la que es imposible entender plenamente a la persona, ni por lo tanto ayudarla cabalmente. Tratar de educar sin esa perspectiva es dejar cojo y sin un fundamento clave el edificio de la personalidad. Si somos hijos de Dios, ¿cómo vamos a prescindir de Él a la hora de educar? ¿No hay que educar de acuerdo con lo que somos?

***

La ficha se refiere al sentido del dolor. El adolescente sufre mucho, todo le molesta; amores y desamores, encuentros y rupturas,  miedo al futuro…  Le duele sobre todo no entenderse a sí mismo ni encontrar sentido a las cosas. Pedrito de Andía acude a su confesor, un buen sacerdote que le conoce bien, y le abre su alma.

Así lo cuenta, en un párrafo largo pero enjundioso:

“Otra vez le saqué la conversación de lo requetemal que me había ido todo el verano en tantísimas cosas. Él me contestó que tampoco exagerara y me pusiese a hacer el mártir y que Dios Nuestro Señor siempre prueba a los que habrán de ser más buenos, porque en lo que se crece para mejores cosas es en el dolor, y sin dolor, dijo, no se nace ni se renace a nada y mucho menos a la vida eterna, ni se sacan frutos ningunos, ni se hacen trabajos ni luchas nobles, como tampoco sin estrujar la uva se hace el vino, ni sin moler el grano el pan.

Me insistió en que si yo quería vivir sobre la tierra como hombre de verdad me tendría que hacer a sufrir como hombre y que, si se quitaran las penas de este mundo, se le quitaría toda la belleza y toda la nobleza y toda la poesía, porque sin penas no hay héroes, ni poetas, ni santos, ni habría san Agustín, ni san Ignacio, ni san Francisco, ni san Pablo, ni David, que tanto llevaron todos esos; ni tampoco César, ni Ulises, ni Aquiles, ni Eneas, ni siquiera el pobre Don Quijote de la Triste Figura, y que no era hombre alto el que no crecía en el dolor, que es la bienaventuranza de las bienaventuranzas, porque casi todas se podrían resumir en una: Bienaventurados los que sufren.


Ármate, Pedrito –me dijo al final- , a precio de dolor, de punta en blanco, para entrar como caballero en una vida nueva. Que sea ésa tu vida nueva y la tomes con alegría.”

***

Encontrar sentido al dolor, valorar el esfuerzo, no contentarse con una vida materialista ni mediocre, afán de superación, ideales nobles para hacer el bien en el mundo a manos llenas… Ahí es nada.

Ojalá esta lectura siguiera llegando a muchos jóvenes de nuestros días y fuera capaz de despertarles del sopor en que suelen encontrarse. 

Por cierto, veo que los ejemplares de segunda mano se venden a buen precio en Amazon…

De temática similar, más actual, esta novela de Alejandro D'Avernia: Blanca como la nieve, roja como la sangre.



jueves, 23 de junio de 2016

El testamento de la abuela del papa Francisco




El fantástico libro El gran reformador, de Austen Ivereigh, sobre la vida de Jorge Bergoglio, tiene entre sus muchas cualidades la de ofrecer un contexto claro de cuanto ha influido en la trayectoria vital del futuro Papa Francisco. Ambiente familiar, estudios, las complejas corrientes ideológicas y culturales del momento, crisis políticas... Y desde luego, la acción del Espíritu Santo, que actúa tantas veces a través de personas que nos pone cerca.

Avanzando en la lectura del libro, se descubre a uno de esos personajes claves de la vida del Papa Francisco: su abuela Rosa. Era una mujer santa, ha dicho de ella Bergoglio. "En mi breviario tengo su testamento y lo leo a menudo: para mí es como una oración." 

Lean este fragmento de su testamento, y verán por qué: 

"Que mis nietos, a quienes he dado lo mejor de mí misma, tengan una vida larga y feliz. Pero si un día el dolor, la enfermedad o la pérdida de una persona querida debieran llenarlos de aflicción, que no olviden nunca que un suspiro hacia el Tabernáculo, donde está guardado el más grande y más venerable de los mártires, y una mirada hacia María al pie de la cruz pueden hacer caer una gota de bálsamo sobre las heridas más profundas y más dolorosas."

¡Qué gran papel tienen reservado los abuelos! Sin saberlo, con su ejemplo y dando lo mejor de ellos mismos (también su oración, y su sonrisa, y sus consejos) están ayudando a forjar a los líderes que el mundo precisa. Más que líderes: hombres de Dios, que con su vida facilitan la acción al Señor de la historia



martes, 20 de marzo de 2012

Ciencia de amor








Estos versos tienen para mí el valor de haberlos escuchado recitar en una de sus estrofas -la que arranca con "Mi ciencia es toda de amor..."- al fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá. Lo hacía de tal manera que de seguro pasaron muchas veces por su oración personal. Los menciona también en una de sus homilías, Trabajo de Dios.




No supe quién era el autor, y nadie parecía saberlo, según pude leer en la primera versión de la Edición Histórico Crítica de Camino, en la que se apuntaba que quizá fueran obra del propio Josemaría Escrivá.  


Por eso fue grande mi sorpresa y alegría cuando, hacia el año dos mil, ojeando un viejo libro de poesía, tropecé con la estrofa. El libro se titula Alivio de Caminantes, y está escrito por el poeta español Ricardo León. Se editó en Madrid en 1916, cuando Josemaría Escrivá tenía 14 años. Quizá no mucho después debió leerlos y meditar su profundo sentido.




En la siguiente versión de la Edición crítica de Camino su autor, Pedro Rodríguez, recogió el hallazgo. 

Estos son los versos:



CIENCIA DE AMOR


A fuerza de padecer,

a fuerza de sollozar,
supe sentir, supe ver:
¡no hay nada como llorar
para amar y conocer!

Envanecido en la cumbre

de esperanzas ambiciosas,
me llenó de pesadumbre
la trágica muchedumbre
de los seres y las cosas.

Y entonces vi y conocí

de súbito la verdad,
y en sus lumbres me encendí;
con hierros marcado fui
de ternura y caridad.

Mi ciencia es toda de amor,

y si en amor estoy ducho
fue por arte del dolor,
pues no hay amante mejor
que aquel que ha llorado mucho.

¡Tribulación! ¡Sombra augusta!

¡Cobíjame en tus doseles!
Al alma noble y robusta
le sirve el dolor de fusta
para aguijar sus corceles.

Sin ti, el mundo, ¿qué sería?

Sin la dura valentía
con que las almas aprietas,
quizá hubiese poesía...
¡pero no habría poetas!









sábado, 20 de marzo de 2010

Cartas a un joven poeta.

            



Cartas a un joven poeta. Rainer M. Rilke

Epistolario del famoso poeta nacido en Praga, que escribe entre 1903 y 1908 a un joven admirador reflexionando sobre su propia trayectoria como poeta y escritor, y analizando lo que debe ser la conducta moral del hombre y su papel como creador de belleza. 

Se palpa su fina sensibilidad, cultivada en un espíritu sufridor y angustiado, muy al modo del romanticismo,  y a la vez cierta confusión acerca de Dios y el sentido cristiano de la vida, que no capta. Las cartas están escritas con el corazón en la mano y son de gran belleza poética.

Rilke apunta este consejo para quien se inicia en la escritura: "Sólo quien sienta que es incapaz de vivir si no escribe, que moriría si no puede escribir, debe intentarlo. Quien siente que puede vivir sin escribir debe renunciar a ser poeta."

Incluye apuntes valiosos, que surgen de su experiencia vital. Por ejemplo su intuición sobre el valor del dolor:  "No hay por qué temer a la enfermedad (un dolor, un estado de melancolía...) porque es el medio por el que el organismo se libra de algo externo, y constituye un progreso dentro de nosotros, aunque a veces no quede más que esperar..."




Jesús Acerete