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martes, 18 de febrero de 2014

Caballero sin espada (Mr. Smith goes to Washington)



Caballero sin espada (Mr. Smith goes to Washington

Una gran película de Frank Capra sobre la desigual lucha entre el inocente y la corrupción 



Frank Capra (Sicilia, 1897-California, 1991) logró con esta película, estrenada en 1939, una fantástica parábola sobre la corrupción y la inocencia. El guión, que mereció un Óscar, y la fuerza de los personajes –la encantadora Jean Arthur (Clarissa Saunders) y ese jovencísimo James Stewart (Jefferson Smith) - siguen atrapando al espectador de principio a fin. 


Atrapan incluso al espectador joven, lo que tiene mérito, y desmiente apreciaciones sobre la superficialidad de las nuevas generaciones. Quizá sean superficiales sólo en la  medida en que ni educadores ni profesores les estamos dando elementos sólidos para la formación de sus conciencias, para que aprendan a distinguir el bien del mal. 


Pudimos comprobarlo anoche, cuando nos reunimos un grupo de amigos dispuestos a disfrutar estudiando  el lenguaje cinematográfico de Capra y el trasfondo de su mensaje. Entre los presentes, José Manuel Mora, gran conocedor del director de cine de origen  siciliano, y autor de varios trabajos sobre su visión antropológica del hombre.


James Stewart and Jean Arthur in Mr. Smith Goes to Washington trailer.JPGEl joven, generoso e inocente Smith se ve ascendido a la categoría de senador casi por accidente. De noble corazón, acude a Washington cargado de ideales, de deseos de hacer el bien y trabajar por la justicia. Cree firmemente en los grandes principios que inspiraron a los padres de la Constitución: la verdad, la justicia y la libertad brillarán en una sociedad que llegará a ser, con la ayuda de Dios, la mayor democracia del mundo. Cree en esa democracia, hondamente arraigada en principios cristianos, con la que soñaron  Lincoln, Jefferson y todos los grandes hombres que dieron origen a los Estados Unidos de América.  



Caballero sin espadaPero pronto el idealista Smith (un apellido vulgar para significar uno cualquiera de nosotros)  se encuentra rodeado por  los tentáculos de una insospechada y poderosa red de corrupción, en la que están inmersos sus mentores políticos. Y el joven senador se enfrenta al angustioso dilema que a menudo se cierne sobre las personas justas: someterse al dictado de los poderosos, perdiendo su inocencia; o mantenerse fiel a su honradez, aunque ello suponga afrontar la terrible persecución que los corruptos desencadenarán contra él. 


Smith se mantiene fiel, y además no abandona cobardemente: se enfrenta al mal. Como un Quijote. Como un Caballero sin espada. Los malvados no pueden soportar la resistencia del inocente, y decretan su exterminio público.  Urden mentirosas campañas de desprestigio y calumnia. La corrupción tiene larga mano, y envilece a cuantos ponen precio a su honradez. En sus redes caen políticos, editores, periodistas,… Así ha obrado siempre, desde tiempos antiguos. ¿Quién no recuerda la historia de la casta Susana y los ancianos viles?


La corrupción logra también otra sutil forma de envilecimiento: la resignación cobarde de quienes  piensan que frente al mal  no se puede hacer nada. Cuando ven al inocente perseguido y vilipendiado, temblando bajo el peso de las calumnias, aterrado… hasta  los mejores amigos abandonan al idealista Smith, con un movimiento de cabeza como diciendo: qué loco, a quién se le ocurre llegar a tanto, no se da cuenta de que son poderosos y le van a destrozar… 

Y el rostro del angustiado y desamparado  senador refleja aquella queja angustiada que la Sagrada Escritura refiere a Jesús en su Pasión: “Busqué quien me consolase… y no lo hallé.”


Pero es posible enfrentarse al mal. Esa es la gran lección de esta película. El mal vive del miedo de los hombres a  hacerle frente. Capra nos muestra que para vencer al mal basta estar dispuestos al sacrificio antes que  rendirse a su poder. Y entonces el milagro se obra. David vence a Goliat, incluso sin honda. Capitán sin espada.  


Frank Capra.JPGPorque en la película de Capra se obra un milagro. En la versión que nos ha llegado sólo se intuye. Pero en la versión original, que hubo que acortar por exceso de metraje, hasta el malvado Taylor se arrepiente y se convierte.  



Capra era católico. Reflexionaba sobre las consecuencias de su fe y sobre el mundo que le rodeaba, la patria que le acogió cuando llegó sin nada desde Sicilia. Como tantos americanos sencillos, creía y admiraba los principios cristianos de la Constitución. Hay un goteo continuo a lo largo de la película de frases de la Sagrada Escritura, grabadas con fuerza en la Constitución por los padres de la patria americana.   Eran hombres creyentes, que se sabían parte de una civilización que debía al cristianismo sus valores de igualdad, justicia y fraternidad. 

Y Capra no se resigna a ver atropellados esos principios vitales para la nación. En su película nos ofrece este mensaje profundamente cristiano: no os dejéis vencer por el mal, sino obrad el bien; es posible resistir al mal.

Es más: Capra sabe que sólo en la resistencia frente al mal el hombre se encuentra a sí mismo, y alcanza la  felicidad.  Porque el mal es antinatural: al principio no existía el mal.  El mal entró cuando el hombre dejó de cumplir el bien y dio la espalda a su Creador. Pero por fin un inocente ha resistido.  Y con su sacrificio hasta la extenuación ha cambiado el negro horizonte del mundo. 


El mensaje encierra un claro eco de la figura de Jesucristo, reflejado en  el idealista y valeroso senador Smith. Él no ha temido enfrentarse a las fuerzas trituradoras del mal. Y  en el simpático Presidente del Senado adivinamos una discreta alusión a Dios Padre. Cuando a Smith ya no le quedan fuerzas y está a punto de caer exhausto, el Presidente le dirige una sonrisa complacida, como diciendo “Ánimo, prosigue, conviene que lo hagas; sufres, pero aún te quedan fuerzas.  A todos conviene que te sacrifiques, todavía un poco más, porque tu sacrificio servirá para desenmascarar al mal y librar a todos de su poder. Conviene, puedes…”

 
Capra logra envolver ese profundo mensaje en un derroche de simpatía, buen humor y alegría de vivir, que son, estrechamente unidos al mensaje de fondo, los sentimientos que transmite esta película. Vean esta encantadora escena del senador Smith con su secretaria Clarissa Saunders.





Caballero sin espada brilla como una obra maestra del cine.  Debería  proyectarse con frecuencia en sedes parlamentarias, redacciones de medios, escuelas de periodismo... 

Aquí copio dos significativos minutos de la película.



domingo, 26 de agosto de 2012

Buen humor



Vicente del Bosque


En unas declaraciones recientes Vicente del Bosque -una de las personas más sensatas de este país- señalaba que los españoles no apreciamos lo que tenemos. Somos pesimistas, derrotistas, caemos fácilmente en el mal humor. No está de más que recordemos qué es el buen humor, y cómo podemos mejorarlo.
Aporto un guión con algunas ideas.



 1. Qué es el buen humor: 

No consiste en saber contar chistes (aunque puede ayudar); ni en ser un frívolo o un inconsciente ante las dificultades…

El buen humor es una disposición ante la vida, una actitud alegre que:

-no se oscurece por las cosas malas;
-sabe descubrir en todo el bien, que siempre existe;
-ve las dificultades, pero sabe que las puede superar;
-requiere fortaleza y generosidad: estar dispuesto a romper el círculo de comodidad y amor propio en que tendemos a encerrarnos;
-radica en la voluntad: en el querer;
-es afirmación ante la dificultad: voy a dar de mí, echar el resto para superarla.

El malhumor es negación perezosa, reacción de egoísmo: no estar dispuesto a afrontar el sacrificio que requiere una situación adversa, o afrontarla enfurruñado y de mala gana si no queda más remedio, porque considera el sacrificio algo malo.

Existe una íntima unión entre buen humor y cristianismo: “Hay más alegría en dar que en recibir” dice la Sagrada Escritura. La alegría está en el sacrificio, en salir del yo para darse.

Dostoieski hace decir a uno de sus personajes: “Este hombre es jovial, no puede ser ateo…” Claro que hay agnósticos con buen humor, pero aparte de que “creer en la nada” es poco estimulante,  en todo ser humano existe una misteriosa relación entre alegría y sacrificio. Una paradoja espiritual, como la llama el genetista Francisco Ayala de la Universidad de California- "por la que mientras más das de ti mismo, más sales ganando”. 

Esta paradoja, indetectable por ningún laboratorio pero perfectamente experimentada por todos, pertenece a la esencia del cristianismo: Dios es Amor que se da. El ser humano, hijo de Dios, hecho a su imagen y semejanza, encuentra su realización y felicidad más completa cuando obra como su Padre Dios, dándose sin medida.

Además, si la alegría es la felicidad por la posesión del bien que se ama, será mayor cuanto más grande sea el bien amado: pequeña si lo que más se ama es algo material.  Grande, si el bien amado es espiritual. 

Por eso  la verdad, la belleza, la amistad,… son capaces de dar mayores alegrías que cualquier bien material. Y si el Bien amado es Dios, que es infinito, su posesión y amistad no puede sino generar la alegría más grande. De ahí procede la jovialidad que se aprecia en cualquier cristiano coherente: un buen humor que procede de saberse hijo de Dios, Padre bueno, que aprieta pero no ahoga. Cuando se presentan dificultades, el cristiano las afronta con un Deu provirá! (¡Dios proveerá!)

El cristiano sabe también que estamos hechos para ser felices. Por eso el buen humor es un indicador de que vamos por el buen camino. Si el mal humor se presenta con frecuencia, algo no marcha. “Un santo triste es un triste santo” afirma San Josemaría Escrivá . 

 2. El buen humor es necesario: 

 a) Para la salud: según científicos de la Universidad de Navarra las personas con buen humor:


-son más resistentes a la ansiedad y la depresión;
-tienen un sistema inmunitario más sano;
-padecen un 40% menos de infartos de miocardio y apoplejías;
-sufren menos dolores en los tratamientos dentales;
-viven 4 años y medio más;
-recomiendan reírse 15 minutos al día (al menos…)

b) Para la convivencia:

-el mal humor ensombrece el rostro, y las caras largas ahuyentan;
-es corrosivo: agrede, distancia, genera desconfianza;
-es muy contagioso: una persona de mal humor es capaz de poner de mal humor a cuantos se le acercan;
-en cambio, la persona con buen humor esponja el ánimo: “Nunca sabremos el bien que puede hacer una simple sonrisa” (Teresa de Calcuta)
-decir las verdades con buen humor permite corregir sin herir.

c) Para el trabajo:

-todos necesitamos al lado caras sonrientes;
-trabajar con buen humor es cuidar a las personas, subrayar el respeto que nos merecen, darles confianza: manifestación fina de cariño;
-genera emociones positivas, motivación y creatividad;
-ayuda a tomar decisiones más acertadas;
-se trabaja mejor, y por eso mejora la cuenta de resultados;
-el buen gobernante aleja de sí a los negativos, pesimistas, amargados: “Tristeza y melancolía, fuera de la casa mía”.

 3. Ladrones del buen humor: ¿qué me enfada?

-falta de flexibilidad y deportividad ante la vida: imprevistos, interrupciones, retrasos, averías, dolores, malhumor matutino…
-perfeccionismo, tomarse demasiado en serio…
-juicios negativos y prejuicios hacia alguien, envidia (¡qué fea!) 
-susceptibilidad (tienen que medir lo que nos dicen…)
-orgullo herido (“a mí esto no se me hace…”), rencor (¡horrible!)
-conducción: al volante nos transformamos en trolls: no insultar, nunca contestar;
-personas negativas (ayudarles a corregirse o evitarlas). Muchos medios de comunicación en España suelen transmitir pesimismo y derrotismo;
-momentos malos: (síndrome domingo por la tarde, ocio vacío…)

 4. ¿Cómo promover el buen humor?

Detectar nuestros ladrones, y plantarles cara: supone normalmente un ejercicio de generosidad, de salir del encierro en uno mismo. Fomentar una actitud positiva ante la vida, con cosas sencillas:

-Sonreír: el simple esfuerzo por sonreír, en cuanto llega el malhumor, ya nos empieza a cambiar el ánimo. Refrán irlandés: la sonrisa cuesta menos que la electricidad, y da más luz. El cuerpo también tira del alma.
-Reírse de los propios fracasos y errores: no pasa nada, el mundo sigue, somos humanos y errar es humano
-Dar las gracias, apreciar lo que tenemos. Se ha estudiado que un niño sonríe más de 300 veces al día: se conforma con poco, y por eso vive feliz.
-Pedir perdón y perdonar. El rencor y el odio corroen el cuerpo, el alma y la cara.
-Fomentar pensamientos positivos hacia la gente: todos son mejores que nosotros en algo. No hablar mal de nadie, hablar de todo con cordialidad.
-No quejarse, no lamentarse (es de mal tono): “actúa, tú puedes cambiar el mundo.” 
-Buscar cada día alguna noticia positiva, y compartirla. 
-Pensar en los demás y ayudarles, sin hacerlo valer. 

Para los que tienen fe, esta entrevista a Lisette, mexicana, que cuenta el consejo que recibió del prelado del Opus Dei, les puede dar buenas pistas para mejorar en su raiz el buen humor. 

Dice Alejandro Manzoni, en su obra maestra Los novios: “Haced el bien a cuantos más podáis, y encontraréis más a menudo rostros que os causen alegría”.