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sábado, 27 de marzo de 2021

El amor a la sabiduría

 


El Amor a la sabiduría. Etienne Gilson. Ed Rialp

 

El filósofo francés Etienne Gilson (1884-1978) ofrece, en las dos conferencias que componen este libro, un valioso repaso a las características del trabajo intelectual. Resaltan sus reflexiones sobre dos valores que escasean hoy: el rigor intelectual y el amor a la verdad.

 

Firme defensor del valor de la metafísica, trabajó intensamente la obra de Tomás de Aquino, una de las cimas del pensamiento humano, y se fija en su método para aproximarse a la verdad: calma, serenidad, buen carácter, disposición de hallar y valorar incluso la más pequeña parte de verdad que se encuentre en las proposiciones ajenas.

 

Miren por ejemplo estas frases, que harían bien en considerar tantos personajes de nuestra vida pública:   

 

Doctrina –dice Tomás- debet esse in tranquillitate. La mente de un filósofo debe estar en paz. Su primera cualidad es tener buen carácter: no debe enfadarse nunca con una idea. Hacerlo es, primero que nada, una tontería; pero, sobre todo, el único interés del filósofo es comprender. El tremendo esfuerzo moral de la voluntad, que se requiere de un filósofo en su búsqueda de la sabiduría, no debería tener ningún otro objetivo que proteger su intelecto de todas las influencias perturbadoras que pueden interferir el libre juego de las virtudes de ciencia y entendimiento.

 

Un filósofo de buen carácter nunca ataca a un hombre para desembarazarse de una idea; ni critica lo que  no está seguro de haber entendido correctamente; no rechaza superficialmente las objeciones como no merecedoras de discusión; no toma los argumentos en un sentido menos razonable de lo que se desprende de sus términos.

 

Por el contrario, puesto que su interés es la verdad y nada más, su único cuidado será hacer entera justicia incluso a aquel poco de verdad que hay en cada error. Para un verdadero discípulo de Tomás de Aquino el único modo de destruir el error es ver a través de él, esto es, una vez más, entenderlo precisamente en cuanto que error.

 

En filosofía una sola cosa es peor que el error; es lo que alguna gente gusta llamar su “refutación”, cuando virilmente condenan lo que no entienden. Tomás nunca comete tales errores. Lo que él considera es lo que un hombre ha dicho, entendido en el sentido más inteligente del cual sean susceptibles las palabras. Una vez que se ha asegurado de su sentido, Tomás siempre refuta la opinión de un adversario asignándole un sitio en una cierta escala doctrinal suya; estas escalas no clasifican las doctrinas según su proximidad al error, sino de acuerdo a su lejanía de la verdad.

 

Así comprendido, incluso el error tiene sentido y, porque es un acto de comprensión, su propio rechazo como verdad incompleta se convierte en obra de paz: doctrina debet esse in tranquillitate.

 

El respeto incondicional de la verdad nos obliga a buscarla no solo en las afirmaciones de nuestros adversarios, sino también en las de nuestros amigos. Quiere decir que no deberíamos aceptar nunca lo que dice un filósofo por ninguna otra razón que por la verdad de lo que dice. “No mires a quién escuchas –dice Tomás-, mas lo que oigas de bueno encomiéndalo a tu memoria.”


Nuestra admiración por una persona debe justificarse en la razonabilidad de lo que dice, y no la razonabilidad en la admiración. Cuando no entendemos claramente, o si no vemos por qué tiene razón, la actitud tomista es seguir el consejo: “Trata de comprender aquello que leas u oigas. Certifícate de tus dudas” y “No busques aquello que te sobrepasa”.  Pero no tengas prisa en decidir que la metafísica está más allá de tu alcance; la búsqueda de la sabiduría es un trabajo lento, y los estudiantes más brillantes no son siempre los mejores filósofos. Mientras sus compañeros de clase hablaban, el “buey mudo” (así apodaban a Tomás) estaba tratando de comprender.”

 

Poner la verdad por delante de partidismos. Aprender a razonar rigurosamente y libres de consignas. Dialogar escuchando con respeto, sin impaciencia, y partiendo del punto de vista del otro… Esas son las actitudes de quienes aman la sabiduría, y saben que la pregunta no es de qué bando eres, sino dónde está la verdad. 


Buen libro para tener a mano y repasar de vez en cuando. Las reflexiones de Gilson sirven para cuantos se proponen contribuir a la construcción de una sociedad libre con su inteligencia, porque sin verdad no hay libertad posible. Muy interesante para cuantos se mueven en ambientes educativos, políticos y de opinión pública. 


El trabajo intelectual es otro interesante el libro sobre el mismo tema, publicado por el filósofo francés Jean Guitton, "dirigido a quienes no han renunciado a leer, pensar y escribir."