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miércoles, 30 de marzo de 2022

Bienvenida a casa

    Que Dios es el Señor de la historia se percibe con nitidez en este testimonio de María Himalaya. Su verdadero nombre es Amaya Martínez. Enfermera y fisioterapeuta, deportista de élite, vasca, con una trayectoria profesional prestigiosa, creció en la cultura materialista y atea que comenzó a extenderse en amplios sectores de la España de finales del siglo XX. 

    La brutalidad del aborto en la clínica en que trabajaba, la ambición de poder y dinero, y -aunque entonces no lo sabía- la ausencia de Dios, acabaron por secarle el corazón. 

    Pero Dios está siempre ahí, y su Amor no nos deja. Vale la pena dedicar unos minutos a escuchar de su propia voz qué sucedió en un encuentro con Jesús que cambió radicalmente el rumbo de su vida. 

    Escucharle, y dejar que sus palabras nos entren bien adentro. "Luz, para aquellos que habitan en la oscuridad"

lunes, 26 de marzo de 2012

Una fiesta para celebrar

Hoy parece un lunes anodino, y además soñoliento por el cambio de horario. Sin embargo es la fiesta de la Anunciación.

El anuncio del arcángel Gabriel a la Virgen María y la Encarnación del Hijo de Dios. Celebramos nada menos que el momento en que el Hijo de Dios ha entrado en la Historia para no dejarnos solos nunca más.

 Lo explica mucho mejor hoy mismo en Cuba Benedicto XVI: "Veamos ante todo qué significa la Encarnación. En el evangelio de san Lucas hemos escuchado las palabras del ángel a María: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios» (Lc 1,35).

En María, el Hijo de Dios se hace hombre, cumpliéndose así la profecía de Isaías: «Mirad, la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”» (Is 7,14). Sí, Jesús, el Verbo hecho carne, es el Dios-con-nosotros, que ha venido a habitar entre nosotros y a compartir nuestra misma condición humana.

El apóstol san Juan lo expresa de la siguiente manera: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). La expresión «se hizo carne» apunta a la realidad humana más concreta y tangible. En Cristo, Dios ha venido realmente al mundo, ha entrado en nuestra historia, ha puesto su morada entre nosotros, cumpliéndose así la íntima aspiración del ser humano de que el mundo sea realmente un hogar para el hombre.

En cambio, cuando Dios es arrojado fuera, el mundo se convierte en un lugar inhóspito para el hombre, frustrando al mismo tiempo la verdadera vocación de la creación de ser espacio para la alianza, para el «sí» del amor entre Dios y la humanidad que le responde. Y así hizo María como primicia de los creyentes con su «sí» al Señor sin reservas."