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lunes, 18 de septiembre de 2017

La nieta del señor Linh

La nieta del señor Linh. Philippe Claudel. Ed Salamandra


Entrañable relato sobre la amistad que surge espontánea entre dos corazones rotos, que tienen en común el vacío que ha dejado la pérdida de seres queridos y el anhelo de comprensión y humanidad que todos llevamos dentro.

Ese anhelo contrasta con la fría sociedad en la que viven. Personas supuestamente civilizadas encerradas en un modo de vida egoísta, técnicamente avanzado, pero incapaz de mirar a los ojos para adivinar que alguien está necesitado de algo y ofrecerle al menos una mirada de comprensión.

El señor Linh llega como refugiado a una ciudad europea, procedente de algún país asiático asolado por la guerra. Lleva en brazos a su único tesoro y razón de su vida: su nieta, de escasos meses. Ha perdido todo en una guerra tan absurda como todas las guerras. 

Linh y su nieta reciben una atención correcta de los servicios oficiales de atención al refugiado. Pero es una atención  falta de humanidad, porque es fría, vacía de sentimientos, incapaz de hacerse cargo de sus anhelos interiores. Le embarga un profundo sentimiento de soledad y desamparo.

El viejo señor Linh, sólo en una ciudad fría, de la que no entiende ni el idioma ni las costumbres, coincide en un banco junto al parque con el señor Bark, y este le habla, sin importarle el desconocimiento del idioma. El señor Bark necesita hablar, porque acaba de perder a su mujer y está desconsolado. Regentaba junto a su mujer el tío vivo del parque, que tienen frente a ellos. Pero ahora ya nada tiene sentido para él.

El señor Lihn no entiende nada de lo que le dice, pero siente por primera vez desde que llegó el calor de una voz que le habla en confianza. Una voz cálida que le envuelve en una dulce sensación de ternura y comprensión. Y le escucha con interés, y el señor Bark se siente escuchado y comprendido. Y una intensa simpatía crece entre ambos.

“Esta ciudad nunca nos gustó” dice el señor Bark, sin importarle que Linh no le entienda. “No sé usted, pero lo que es nosotros nunca pudimos soportarla. Así que pensábamos buscar una casita en el interior, en un pueblo, un pueblo cualquiera en el campo, cerca de un bosque, de un río, un pueblecito, si es que todavía existen sitios así, en el que todo el mundo se conociera y se saludara, no como aquí…”

Es un relato breve, que se lee con avidez de principio a fin. Philippe Claudel escribe con maestría. Deja en el corazón, más allá de añoranzas, un deseo de apertura al otro, de volver a mirar a cada persona en toda su dignidad, sin juzgar por las apariencias o las procedencias. Muy adecuado para calar hondo en el drama de los refugiados. Y para proponerse mejorar la convivencia en el ambiente en que vivimos.