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lunes, 4 de enero de 2021

El hombre en busca de sentido




El hombre en busca de sentido. Victor Frankl

 

La vida tiene siempre un sentido, que abarca incluso las privaciones y los sufrimientos, incluso la agonía y la muerte.” Descubrir ese sentido de la vida es lo que puede transformar una situación dramática “y sin sentido” en algo llevadero, asumible, porque el sentido da una esperanza a nuestras vidas.

 

El psiquiatra austríaco Victor Frankl (1905-1997) vuelca en este libro su experiencia tras sufrir el internamiento en los campos de concentración alemanes, entre 1942 y 1945. Sobrevivió gracias a su fe y a su humanidad. Cuando fue liberado, comprobó que ni su esposa Tilly ni sus padres habían logrado sobrevivir a los campos de exterminio.

 

Con Tilly Grosser, muerta en los campos de concentración nazis

Analizando sus propias reacciones ante la adversidad y las privaciones, fijándose en las conductas de los internos y de sus guardianes, llega a conclusiones llenas de luz, de las que se han beneficiado miles de personas desde la publicación de este libro.

 

Fruto de su experiencia, Victor Frankl fundó la logoterapia, una práctica médica para ayudar a descubrir el sentido y sobrellevar situaciones dolorosas. "Cuando uno se enfrenta con una situación inevitable, siempre que uno tiene que enfrentarse a un destino que es imposible cambiar, por ejemplo una anfermedad incurable, un cáncer que no puede operarse, precisamente entonces se le presenta la oportunidad de realizar el valor supremo, de cumplir el sentido más profundo, cual es el del sufrimiento. Porque lo que más importa de todo es la actitud que tomemos hacia el sufrimiento, nuestra actitud al cargar con ese sufrimiento... El sufrimiento deja de ser en cierto modo sufrimiento en el momento en que encuentra un sentido, como puede serlo el sacrificio."


Ante el sufrimiento inevitable, toda persona será capaz de aceptar el reto de sufrir con valentía siempre que haya sabido encontar un sentido a ese dolor. Por eso, "el interés principal del hombre no es encontrar el placer, o evitar el dolor, sino encontrarle un sentido a la vida."  Un sentido, como puede ser el amor, o el sacrificio por el ser amado, que le permita afrontar con dignidad todo sufrimiento, y así conservar hasta el fin -literalmente hablando- el sentido de su vida.


Victor Frankl, judío, comparte la concepción cristiana de la persona como ser único e irrepetible, revestido de una dignidad que nadie le puede arrebatar, salvo él mismo. Esa es la premisa esencial en que se basa su método. Una premisa que ignoran los totalitarismos, pero que ninguno es capaz de doblegar.


 

Todos y cada uno debemos mantener la esperanza de que nuestra vida jamás perderá su dignidad y su sentido. “Os aseguro que en las horas difíciles siempre hay alguien que nos observa: un amigo, una esposa, alguien que esté vivo o muerto, o un Dios. Y ese alguien espera que suframos con orgullo, no miserablemente, y que sepamos morir con dignidad.”

 

No importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. Es la vida quien nos pregunta a nosotros, y no nosotros a la vida.” Este razonamiento es muy útil para entender la maldad intrínseca de la eutanasia, que no deja percibir esa pregunta que la vida nos dirige, diciéndonos que mientras vivamos somos necesarios, nadie está de sobra, nadie molesta.

 

“Hay dos razas de hombres, que se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales: los hombres decentes y los indecentes. En el campo de concentración, el peor era el prisionero más antiguo, mucho peor que todos los SS juntos. En cambio, el comandante nunca levantó la mano contra nadie (de hecho, tres jóvenes judíos intercedieron por su vida tras la liberación).”


El hombre es el ser que siempre decide lo que es. “El ser que ha inventado las cámaras de gas, pero también el que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración.

 

Se refiere al dicho alemán “Una buena conciencia es la mejor almohada”, que contiene como el eco de San Pablo en su carta a los Romanos: “¡Dichoso quien no se culpabiliza cuando decide algo!”, una invitación a actuar de acuerdo con la recta conciencia, aunque hacerlo provoque sufrimientos.

 

A lo largo del texto apunta ideas de algunos de los autores que le han influído: Dostoyevski, Tolstoi (Resurrección), Thomas Mann (La montaña mágica), Spinoza (Tratado de Ética, sobre el poder del espíritu o la libertad humana).

 

A propósito del método que empleó para distanciarse de los sufrimientos del momento y observarlos como si ya hubiesen sucedido, señala que “la emoción que constituye sufrimiento deja de serlo tan pronto como nos formamos una idea clara y precisa del mismo.”

 

Frankl se apoyó para su psicoanálisis en la significativa frase de Nietzche: “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo.” En realidad, no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros. Y esto es algo que a nadie le está permitido negar: no sabemos cómo sobreviviremos, pero sí que mientras tengamos un aliento de vida nuestra presencia en el mundo es necesaria. Nuestra presencia nunca dejará de ser valiosa.



Varios sitios de internet ofrecen elencos de frases significativas de esta obra de Frankl. Me limito a subrayar algunas que me han resultado prácticas.  

 

La virtud es el crecimiento en el ser que acontece cuando, en mi actuación, amo la verdad y actúo en consecuencia.

 

El amor es la meta más alta para el ser humano. Es la tendencia racional por la que busco el verdadero bien, un bien que responda a mi naturaleza profunda y, en definitiva, al ser de las cosas.

 

Dinero, placer y poder hay que tomarlos con la perspectiva de la fecundidad, y no de la eficacia:

El dinero, desde el modelo de la fecundidad, es instrumento de la generosidad y capacidad creativa (y no un fin en sí mismo).

El placer como fin anestesia a las personas, aboca al consumismo. Pero en su sentido natural, se hace fecundo.

El poder como servicio es fecundo: no busca la eficacia pragmática, sino su difusión entre los ciudadanos

      

Amistad: lo más necesario de la vida, según los clásicos. Es el amor entre iguales, que se traduce en la conversación sabia y en la ayuda generosa.


En 1947 contrajo matrimonio con Eleonor Schwindt


Quizá es poco conocido el encuentro que mantuvo Victor Frankl con san Josemaría Escrivá. Durante un viaje a Roma por motivos profesionales, Frankl acudió junto con su mujer a saludar al fundador del Opus Dei. El psiquiatra vienés captó la alegría de vivir de san Josemaría, su apasionado sí a la vida que formaba parte precisamente de la esencia de su método científico y médico. 


Más tarde recordaba ese encuentro: "Monseñor Escrivá vivió de manera plena el momento presente, abriéndose a él y dándose a sí mismo completamente. En una palabra, para él cada instante tiene el valor de un momeno decisivo."   

 

       Hay algo muy poderoso en ese vivir el momento presente con plenitud, "portándonos bien aquí y ahora", con alegría agradecida por la vida que se nos ha dado, aunque en ocasiones haya dolor.



 

jueves, 28 de septiembre de 2017

Cara y Cruz. Josemaría Escrivá

Cara y cruz. Josemaría Escrivá.
José Miguel  Cejas. Ed. San Pablo




José Miguel Cejas, periodista y escritor fallecido en 2016, tuvo la oportunidad de conocer y tratar al fundador del Opus Dei desde 1967. Esta obra póstuma es una serena reflexión sobre la vida de san Josemaría, fruto de su experiencia personal y de conversaciones con numerosas personas que también conocieron y trataron estrechamente a Escrivá. 

Ha estudiado también numerosas fuentes documentales del archivo de la Prelatura y del Instituto Histórico San Josemaría Escrivá, sobre sucesos claves en la vida del fundador del Opus Dei, que contextualiza al hilo de los acontecimientos más relevantes de la Iglesia y del mundo a lo largo del siglo XX.

Cejas se fija especialmente en ese contraste que aparece en la vida de toda persona: la presencia inseparable de alegría y sufrimiento. La cruz, en forma de sufrimiento físico y moral, de incomprensiones y persecuciones, de calumnias desde dentro y fuera de la Iglesia, fue una constante en la vida de Escrivá. Pero en la vida del discípulo de Cristo el sufrimiento y la cruz es el camino para alcanzar el triunfo definitivo.

Escrivá, siendo niño, experimenta el dolor por la muerte consecutiva de tres hermanas, luego la ruina familiar y la incomprensión de algunos parientes cercanos. Siendo todavía joven, las estrecheces de la pobreza. Luego la persecución en la guerra civil, y enseguida las calumnias y acusaciones de herejía cuando el Opus Dei era apenas una criatura recién nacida.

Padeció también las tormentas que se vivieron en la iglesia después del  Concilio Vaticano II, provocadas por ese “concilio paralelo” que tuvo lugar en medios de comunicación poderosos que transmitían una visión sesgada y politizada, que era la que llegaba al pueblo. En medio de esos momentos de confusión y tormenta, Escrivá no cae en el desaliento, vive y transmite esperanza: “Dios, hijos míos, permite estas pruebas –por nuestros pecados, los vuestros y los míos- ¡pero no abandona a su Iglesia!

Cejas aporta viveza a su relato con ejemplos, construye las ideas universales desde sucesos concretos, no se queda en teorías.   Por ejemplo, al hablar de la forma en que Escrivá encara el sufrimiento aporta entre otros el testimonio del conocido siquiatra austríaco Victor Frankl, que resalta “la refrescante serenidad que emanaba de él y que envolvía toda su conversación (…) Vivía de manera plena el momento presente (..) para él cada instante tenía el valor de un momento decisivo.”

Para Escrivá, lo contrario de la alegría no es el sufrimiento, sino la tristeza. El dolor físico o moral no le hace perder la alegría, porque se sabe hijo de Dios, y porque Dios no deja de alentarle, también con mociones interiores que acrecientan su fe y su optimismo.  Ante el alejamiento de Dios que sufre el mundo, y la crisis espiritual de muchos cristianos, lo humanamente lógico sería el desánimo. Pero Dios le hace sentir una esperanza alegre que le permite ver la vida como es: bonita, porque es de Dios: “Si Deus nobiscum, quis contra nos?” Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?

Ante la presencia del mal aconsejaba una actitud positiva: “No te quejes: ¡trabaja, en cambio, para ahogar el mal en abundancia de bien!” Y recordaba  que “en los momentos de crisis profundas en la historia de la Iglesia, no han sido nunca muchos los que, permaneciendo fieles, han reunido además la preparación espiritual y doctrinal suficiente, los resortes morales e intelectuales, para oponer una decidida resistencia a los agentes de la maldad. Pero esos pocos han colmado de luz de nuevo la Iglesia y el mundo.

Sobre el origen de las falsedades que se difundieron contra Escrivá ya desde los años 40, Cejas señala que partieron de algunos religiosos y políticos que aspiraban al monopolio en sus ámbitos, y crearon un clima de sospecha y recelo hacia la Obra que perduró después durante años en ciertos ambientes eclesiásticos y civiles. A eso se añadió la facilidad con que algunos periodistas se lanzan a opinar sobre la Iglesia sin un mínimo de conocimientos teológicos: “se echarían a temblar si tuviesen que escribir sobre bioquímica, pero piensan que lo saben todo de teología, y dicen disparates”. Esos ataques fueron después amplificados por medios dirigidos por personas anticristianas.

A este propósito, señala Cejas la extraña e incongruente evolución de los mitos sobre el Opus Dei. Los primeros ataques lo acusaban de  herejía revolucionaria, porque pretendía que se podía aspirar a ser santo sin abandonar el trabajo y las tareas ordinarias propias de cualquier ciudadano y cristiano corriente.  Después del Concilio Vaticano II, que afirmó y ratificó solemnemente el mensaje del Opus Dei, pasó a ser tachado de reaccionario. 

En la España católica y profranquista de la postguerra se acusaba al Opus Dei de difundir el liberalismo. Años después se le acusaba de difundir el conservadurismo. Pero Escrivá no cayó ni en el tradicionalismo anclado en el pasado de que le acusaban algunos, ni en el error de considerar lo nuevo como mejor por el hecho de ser nuevo.

Cejas remite a un estudio muy interesante de Jaume Aurell sobre la creación de los mitos y los estereotipos, aplicado precisamente al Opus Dei, con datos históricos de personajes concretos que propalaron falsedades a conciencia. Algunos después se arrepintieron y pidieron perdón, pero las falsedades y mitos quedaron. El daño estaba hecho.

Interesante la referencia al linchamiento moral que padeció el beato Pablo VI a raíz de la publicación de su Encíclica Humanae Vitae, en la que desautorizaba a teólogos que se consideraban a sí mismos vanguardistas. Esa encíclica, que afirmaba la doctrina católica sobre el matrimonio y la vida del no nacido, contrariaba los intereses económicos y demográficos del Banco Mundial y los laboratorios farmacéuticos. Y no se lo perdonaron a Pablo VI.

La clave del Opus Dei, afirma Cejas, es la atención personalizada. No pone el acento en comités, asambleas y encuentros, sino en la formación personal, para que cada uno dé su respuesta personal a los problemas sociales, a la injusticia y la pobreza material, moral y espiritual. Así surgen respuestas tan variadas como variadas son las circunstancias sociales, familiares y profesionales de cada uno.


Escrivá enseña con su ejemplo que la presencia de penalidades no es obstáculo para  vivir con alegría. Las exteriores (injusticias, incomprensiones, maledicencias, persecuciones…) Y también las interiores (complejos, tristezas, angustias, deserciones de la vida espiritual…) Los días que el cristiano vive en la tierra son siempre una prueba, para purificar su fe y prepararse para la vida eterna. Si el Señor nos ha traído a la vida con esas debilidades y al mismo tiempo nos llama a santificarnos, es señal de que, con Él, podemos lograrlo. Nuestras fuerzas personales tienen un solo nombre: flaqueza. Pero con Él somos fuertes.



Escrivá contempló con alegría los frutos de su trabajo. Pero también lo que  a ojos humanos se suelen llamar fracasos: proyectos que intentó poner en marcha y que no llegaron a cuajar. Tanteó posible iniciativas apostólicas: la creación de una universidad eclesiástica enRoma, un centro en Tierra Santa que actuara como foco de vida cristiana, un Santuario dedicado a la Sagrada Familia en los Estado Unidos… Pero tuvo que confiar todo eso a sus sucesores.

Quizá uno de los milagros más grandes de la vida del fundador del Opus Dei fue que las incomprensiones que sufrió no le agriaron el carácter ni le volvieron desconfiado. “El triunfo de Escrivá no está en los libros que publicó, ni en las labores apostólicas que surgieron… El triunfo son las Bienaventuranzas: bienaventurados los misericordiosos, los perseguidos por la justicia…” San Juan Pablo II, en la ceremonia de beatificación de Escrivá, lo explicó bien: “Es necesario pasar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios”.

El libro aporta un apéndice con los puntos esenciales para entender el Opus Dei y su misión en la Iglesia, así como el discernimiento de la llamada al Opus Dei, que consiste en vivir la propia vocación cristiana con una nueva exigencia y conforme a un carisma y unos medios específicos: la santificación del trabajo y de las circunstancias en que discurre la vida corriente del cristiano.

Ver también del mismo autor reseña de Cálido viento del Norte y de Los cerezo en flor