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martes, 3 de agosto de 2021

Silencio: la música más bella

 




El valor del silencio

 

En el mes de agosto comienza para muchos un tiempo de merecido descanso. Deporte, lecturas, aire libre, convivencia más sosegada con los seres queridos… Y, con un poco de suerte, silencio. Necesitamos silencio. Es en el silencio donde se nos revela la belleza: de las personas, de los paisajes naturales, de la creación entera. Es en la contemplación silenciosa de la belleza donde el alma se oxigena y remonta el vuelo, elevándonos hacia lo mejor de lo que somos capaces.  

Releo unas notas de Eugenia Ginzburg, en su libro de memorias El cielo de Siberia. Depurada por Stalin, fue enviada a un campo de trabajos forzados donde recibió un trato cruel e inhumano. Maldormía en barracones repletos de centenares de presas comunes y políticas. De día sin tiempo más que para pensar en sobrevivir, de noche inmersa en un enloquecedor griterío de aullidos de los guardianes, y llantos, súplicas y peleas de las presas.

Sorpresivamente, fue enviada durante un mes a trabajar en una granja, administrada por unas pocas presas, pacíficas y tranquilas, donde incluso tuvo su propia pequeña habitación y una cama, y además no estaban vigiladas día y noche. Y allí descubrió lo que sin saberlo ansiaba: el silencio.

“Recuerdo mi primera semana en la granja (…) ¡El silencio! ¡Cuánto tiempo sin oírlo! ¡Cómo se había embotado mi alma en la agotadora alternativa del automatismo de los trabajos físicos con el suplicio de la asistencia médica en la zona! Creo que hasta había dejado de recitarme versos a mí misma. Pero allí volvería a vivir, sería otra vez yo misma. Y, con el silencio, también los versos volverían… ¡Ah, bendita soledad, espléndida soledad, aún más preciosa después del horrendo aislamiento de una ininterrumpida convivencia forzosa…!

Silencio, la música más bella

que he escuchado en mi vida… "

 

        No echemos a perder el merecido descanso: busquemos cada día esos espacios de silencio donde, ausente la tecnología y la frivolidad, el alma se expande y eleva el vuelo.


Relacionado: Se hace tarde y anochece

       

 

lunes, 22 de agosto de 2016

Lecturas que dejan huella. Los novios

De lecturas y abuelos



El papa Francisco habla con frecuencia del papel de los abuelos en la familia. “Los ancianos ayudan a percibir la continuidad de las generaciones, tienen el carisma de servir de puente”. Muchas veces son los abuelos quienes aseguran la transmisión de los grandes valores a sus nietos. Muchos deben precisamente a sus abuelos la iniciación a la vida cristiana.


El Papa, que de niño tuvo muy cerca a su abuela Rosa, habla de su experiencia personal: “La abuela es, en el hogar, como una reserva. Es la reserva moral, religiosa y cultural.” Los abuelos pueden dejar una huella imborrable en sus nietos.


También dejan huella los buenos libros leídos en la niñez. Libros capaces  de despertar los mejores sentimientos, que enseñan la belleza del bien y la fealdad del mal. Libros que nos leían, o que nos encantaba leer en voz alta y titubeante a nuestra madre, o a la abuela, a las que siempre podíamos preguntar un porqué, y otro, y otro,… Ellas siempre tenían respuestas luminosas, que ayudaban a comprender la vida,  a descubrir por qué  mentir es odioso, por qué los fuertes no lloran, o que en la vida se sufre pero Dios no nos abandona nunca…


        Francisco tuvo el privilegio de leer con su abuela Rosa una joya de la literatura italiana y universal: Los novios, de Alejandro Manzoni. En su conciencia de niño quedaron ideas y frases luminosas, que recordará siempre como pautas de conducta que ha de seguir quien quiera ser buena persona.  Y que utiliza con frecuencia en su predicación.


Las fuerzas de la iniquidad tienen poder para amenazar y herir, pero no para ordenar”, escribe Manzoni. Siempre es posible resistir al mal: porque  puede herirnos, pero no tiene poder para arrastrarnos a su iniquidad.  


Francisco se refiere la Iglesia como un “gran hospital de campaña”, y esa imagen, como señala Austen Ivereigh, nos remite a la escena final de Los novios. El reencuentro de Fermo y Lucía, se produce en un inmenso hospital de campaña, donde se atiende a miles de enfermos moribundos a causa de la peste. Allí, atendiendo a los más graves, está Lucía. Allí se produce el reencuentro con el amor.


Esa imagen queda en la conciencia de niño de Bergoglio: El lugar de la Iglesia es estar entre los que sufren en el cuerpo o en el alma. “Jesús quiere que toquemos la carne sufriente de los demás”, escribirá más tarde.  Es ahí donde vivimos la experiencia maravillosa de encontrar el Amor, de ser pueblo, no masa informe y despersonalizada; una experiencia que jamás sentirán los que se encierran en su egoísmo. “La Iglesia ha creado siempre una resistencia contracultural al individualismo hedonista pagano, que hunde al hombre en un lento suicidio.”


“No he visto nunca que el Señor empiece un milagro sin acabarlo bien”, escribe Manzoni. Un sereno mensaje de optimismo cristiano, que Francisco repetirá con frecuencia.


¡Qué valiosos son esos momentos de intimidad del niño con sus mayores, en que se cimentan los pilares del edificio de la vida! Cuando callan todos los requerimientos exteriores, y surge el gran momento de tejer con lecturas y confidencias una entrañable camaradería. Un diálogo transmisor de cultura y de vida, de civilización y humanidad, que van forjando en los más jóvenes el temple que necesitarán  para las batallas de la vida. 




Dice Francisco: “Las narraciones de los ancianos hacen mucho bien a los niños y jóvenes, ya que los conectan con la historia vivida tanto de la familia como del barrio y del país. Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada; pero una familia que recuerda es una familia con porvenir. “


Eugenia Ginzburg, en su relato autobiográfico El cielo de Siberia, transcribe la carta de Vasia, que con 4 años fue arrancada de los brazos de su madre, deportada a Siberia bajo el régimen comunista de Stalin: “Ahora comprendo lo que es una madre… Lo comprendo por primera vez (…) Madre significa antes que nada un cariño desinteresado… Y después… Después todo esto: el poder recitarle tus versos preferidos, y que cuando te detienes, ella sigue recitándolos en el punto en que tú los has interrumpido…”


Francisco retendrá pasajes inolvidables de esa gran historia de amor, de lucha entre el bien y el mal. Pero sobre todo acogerá la sabiduría cristiana que encierra, que está en la raíz de nuestra civilización. De ese poso grabado en su conciencia de niño se servirá después el Espíritu Santo para impulsar su Iglesia. Nada menos.







viernes, 24 de junio de 2016

Vértigo y El cielo de Siberia. Eugenia Ginzburg





    Estos dos libros contienen el apasionante relato autobiográfico de la escritora y profesora rusa Eugenia Ginzburg (1904-1977). Miembro del Partido comunista ruso, sufrió una de las sangrientas depuraciones de Stalin y fue deportada a Siberia tras una parodia de juicio. Sobrevivió tras 18 años bajo las crueldades del Gulag soviético. Fue rehabilitada en 1955. 




    Sobrecoge la narración de las experiencias vividas en las cárceles por las que pasó, los trabajos forzados en los lager, la infamia de los personajes crueles a los que estuvo sometida, y también el sufrimiento impotente de muchos miles de inocentes como ella. Es un relato sereno, que busca la objetividad, casi todavía incrédulo ante lo que contemplaron sus ojos y sufrieron sus carnes y su alma. Pero un relato sincero, de algo tan indeleblemente grabado en su memoria que no debe sorprender que recuerde con tanto detalle.






    Mujer de pensamiento cultivado, aunque atrapada en los rígidos dogmas del marxismo, la evidencia de tanta contradicción en los principios marxistas, y la maldad de un sistema en el que antes creía, quiebran los cimientos de sus ideas y su forma de entender la vida. Con la viveza y el sereno rigor de una profesora, va describiendo las diversas etapas de su evolución intelectual y moral en esos años.



Mujeres y niños en un lager soviético



    El bien siempre está presente en el mundo, incluso donde el mal sobreabunda. Eugenia es testigo de hechos que le golpean, como el de ver morir por su fe a un grupo de admirables religiosas, condenadas a morir en un lago helado por negarse a trabajar en domingo, porque es el día que debe dedicarse a  honrar a Dios, y a pesar de que se comprometían a compensar trabajando más el resto de la semana.   En el relato del martirio se percibe el impacto de ese ejemplo de coherencia y valentía en la conciencia de Eugenia


    Sumergida en ese mundo de odio y terror, intuye también la importancia del perdón que enseña el Evangelio,  y sobre todo la necesidad de pedir perdón a quienes equivocada e injustamente hemos hecho daño. Quien no es capaz de pedir perdón se prepara para seguir cometiendo injusticias. Sorprendida, descubre que el horror nos sitúa ante la íntima necesidad de entonar, nosotros también, el "mea culpa" por nuestras malas acciones y por el bien que hemos dejado de hacer a sabiendasEs significativo cómo siente surgir ese sentimiento dentro de sí misma en el lager de Belichié 

    "Ví cómo se alzaba de pronto, en medio de aquel abismo de barbarie moral, el grito de Mea máxima culpa!, y cómo este grito devolvía al hombre el derecho de llamarse hombre. Y comprobé así que la necesidad de arrepentirse y de confesarse es, realmente, una constante del alma humana.

    Se me podrá objetar que es más frecuente encontrar hombres que proclaman a gritos su inocencia, descargando las propias culpas sobre la época, sobre el prójimo, sobre su juventud e inexperiencia. Y es verdad. Pero estoy casi segura de que los que se proclaman inocentes a gritos lo hacen precisamente para acallar la voz interior, suave e implacable, que les recuerda continuamente su responsabilidad personal... 

    En todo corazón late un mea culpa, y sólo hay que saber cuándo prestará oído el hombre a esas dos palabras que resuenan en lo más hondo de su ser.

    Durante las noches de insomnio se oyen muy claramente. Esas noches de insomnio en las que, como dice, Puskhin, todos "releemos la vida con horror", y nos estremecemos, y maldecimos. En el insomnio, la conciencia no se consuela por no haber participado directamente en los asesinatos y en las traiciones. Porque no sólo mata el que asesta el golpe, sino los que han avivado su odio. De uno u otro modo. Repitiendo irreflexivamente peligrosas fórmulas teóricas. Levantando en silencio la mano derecha. Escribiendo cobardemente una verdad a medias. Mea culpa..."


    Al cabo de años de sufrimientos en el Gulag, pierde toda esperanza de salir de allí con vida. Vive con el convencimiento de que Stalin no perdonaría nunca a quienes había hecho tanto daño; que ninguno de los deportados podría salir nunca de aquel engranaje de castigo, porque debía ser muy duro para el tirano reconocer las tremendas injusticias cometidas, y admitir que vivieran en libertad los miles y miles de hombres y mujeres inocentes cuyas vidas rompió tan despiadadamente.


    Descubrirá también, en medio de tanta maldad, que existe la bondad, y se le aparece en la persona de un prisionero católico, médico, con el que más tarde se casaría. Exiliada a Europa, se convirtió al catolicismo y falleció en 1977.