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martes, 31 de octubre de 2023

Mis años con Juan Pablo II. Joaquín Navarro-Valls




    Este libro de recuerdos constituye una mirada privilegiada al trabajo de comunicación en el interior de la Santa Sede en los intensos años en que al timón de la nave de Pedro el Espíritu Santo colocó a san Juan Pablo II. Son años en los que el prestigio del papado ante los líderes mundiales alcanzó cotas insospechadas.

    Navarro-Valls, médico y periodista español, corresponsal del diario ABC ante la Santa Sede y Presidente de la Asociación Internacional de Periodistas acreditados en Roma, fue llamado por el Papa a dirigir la comunicación de la Iglesia al inicio de su pontificado. Navarro puso una condición: acceso directo al Papa. Sólo la línea directa con la cabeza permite al director de comunicación o Portavoz cumplir con su misión de informar. 

    Navarro solía tomar breves notas al final de sus agotadoras jornada: impresiones acerca de los acontecimientos del día, actitudes y comentarios inspiradores del Papa que le impactan, dilemas a los que se enfrenta para resolver crisis informativas, interferencias de otros organismos con la Sala Stampa, su visión personal acerca de personalidades o de conflictos internacionales… Son muy entrañables sus anotaciones durante las jornadas alpinas de descanso junto al Papa: chispeantes, familiares, llenas de buen humor y de sentido de lo eterno. Visto desde ahora, hay que agradecer a Navarro-Valls cuanto hizo por asegurar ese necesario descanso del Papa.

    No estamos propiamente ante un diario, pues el intenso trabajo no siempre le permitía escribir cada día, especialmente durante los agotadores viajes por el mundo acompañando al Papa y atendiendo a los periodistas. Pero estos apuntes personales son tan sustanciosos que permiten presenciar en primera fila aquella vida junto al gran Juan Pablo II, y aprender a tener una mirada más católica, más universal, sobre el devenir de la Iglesia y del mundo. 

    Se percibe la contenida emoción de Navarro-Valls ante la evidencia de trabajar junto a un Papa santo, dotado además de una extraordinaria personalidad y enorme capacidad de comunicación. Resalta también la profesionalidad de un buen periodista y director de comunicación, plenamente identificado con su misión junto al jefe, en esa singular empresa que es la Iglesia: una empresa que no se rige por criterios meramente humanos, pero que necesita apoyarse en instrumentos idóneos que conocen y dominan su oficio. De ambas dimensiones era bien consciente Navarro, formado junto a san Josemaría en la espiritualidad del Opus Dei, que enseña a amar al Papa y a santificarse a través del trabajo profesional.

    Navarro-Valls, entregado sin reservas a su trabajo profesional al servicio de la Iglesia y del Papa, sabe quedar en segundo plano, dando todo el protagonismo a la figura tan entrañablemente humana y cercana de Karol Wojtyla, en quien sin duda percibe ya la santidad pronto reconocida por la Iglesia. Se percibe también la notable sintonía humana entre ambos, cada uno consciente de su misión.

    Con sencillez, Navarro habla de sus aciertos y errores informativos, que de ambas experiencias se puede aprender. Y con elegancia –un rasgo suyo que resaltan cuantos le conocieron- señala también las no pocas dificultades internas y externas que tuvo que sortear para cumplir su misión de informar con transparencia.  Empleó su ingenio y capacidad de iniciativa para implantar una comunicación proactiva, que marca su propia agenda, en lugar de  limitarse a actitudes defensivas que acaban por ensombrecer el rostro de la Iglesia ante la opinión pública.  

    Con esas armas –profesionalidad, don de gentes, conciencia de la dimensión sobrehumana de la Iglesia y del Papado, y notable coraje- contribuyó a que  llegara con nitidez a la opinión pública internacional el firme magisterio de san Juan Pablo II,  y una imagen más auténtica de la Iglesia. 

    Anoto algunas ideas que he seleccionado del texto:


Libertad

    Juan Pablo II explica que Dios ha decidido aceptar el pecado del hombre antes que privarle de la libertad. Y con su libertad el hombre puede hacer el bien o el mal. Puede pecar. Todo proyecto humano debe reconocer esa libertad original del hombre y orientar su esfuerzo en ese sentido. Por eso el materialismo histórico no se puede considerar como un proyecto humano de liberación. Una frase de la encíclica Dominum et vivificantem sentó muy mal en el mundo comunista, pero es verdadera:“el materialismo científico está ligado al pecado contra el espíritu.”   

    Para Juan Pablo II hay dos demonios, el de Oriente y el de Occidente; o mejor dicho, un demonio con dos caras. El de Oriente, brutal y sanguinario, intenta arrancar de cuajo la idea de Dios en el alma del hombre. El de Occidente es más sutil y menos brutal quizá, pero tiene gran poder de seducción.

    Casaroli; Secretario de Estado del Vaticano, prefería no enfrentarse a las autoridades comunistas checoeslovacas, que prohibieron a los obispos checos acudir a Roma en visita ad limina. Juan Pablo II en cambio era partidario de decir la verdad, sin ocultarla, aunque molestara. “El sucesor de Pedro no puede mirar con indiferencia una situación como esa, porque le ha sido confiada la solicitud por la Iglesia universal: tiene voz para defender a los que no la tienen, no está dispuesto a callar.”

    Para Juan Pablo II, el liberacionismo de raíz marxista es una solución injusta a una situación injusta. En estos momentos, decía, hay una esclavitud doble: por culpa de los sistemas marxista y capitalista; hay muchos esclavos del capitalismo, y la confrontación de los dos bloques esclaviza también a miles de hombres. 

    Memorandum sobre el papel de la Iglesia y los cristianos como promotores de la libertad: La Iglesia no es un lugar donde hay miedo a la libertad, como intentó presentarla la Ilustración. Ejemplo, el papel de Vaclav Havel en Checoeslovaquia y otros artistas en países del Este en defensa de la libertad y la identidad nacional. ¿Puede concebirse la futura unidad de los pueblos de Europa fuera de sus raíces cristianas comunes? ¿Qué límites tiene la “libertad occidental” tal como se presenta hoy? Pidieron al Papa q abordara estas cuestiones para ayudar a comprender el significado de los acontecimientos vividos en Europa en los años 80 y 90. 

     Palabras de Vaclav Havel al recibir a Juan Pablo II en su país, tras la caída del régimen comunista: “Yo no sé qué es un milagro, pero a un país devastado por la idea del enfrentamiento y la división en el mundo llega el mensajero de la paz, del diálogo, de la tolerancia, de la estima y de la sosegada comprensión, el mensajero de la unidad fraternal en la diversidad.”

Viajes

    Le preguntan al Papa en uno de sus viajes si no es mucho gasto. Su respuesta deja pensativos a los periodistas: “El sucesor de Pedro trae el mensaje de la Redención, y la Redención ha costado un precio inconmensurable: toda la Sangre de Cristo.” 

    En Chile, agitadores lanzaron piedras a los periodistas que cubrían la Misa del Papa y exhibieron pancartas. El comentario del Papa: “Lo único q no hay q hacer en estas ocasiones es rendirse a los agitadores.” Y a los asistentes a la Misa: “Os felicito por haber reaccionado como cristianos a la violencia.” Y al llegar al alojamiento, a los que le aplaudían con cariño les repitió varias veces: “¡El Amor es más fuerte q el odio!

    Sobre Pinochet: le llamaba “questo piccolo ditatore” (pequeño dictador, en comparación con las sangrientas dictaduras del Este).

    La presencia del Papa en un lugar hace que "algunas cosas sucedan". Mejora, por ejemplo, el clima humano en los encuentros con líderes de confesiones cristianas, caen susceptibilidades y sospechas, y a la vez no hay ni sombra de confusión doctrinal. O el ambiente en las Jornadas Mundiales de la Juventud, que sólo se explican porque está el Papa. 

    Líbano: Juan Pablo II afirma que en Occidente falta la firmeza para frenar la masacre de cristianos en Líbano (el centro de la cuestión, piensa Navarro-Valls, es la acción concertada de países árabes para aniquilar a los cristianos libaneses). El Papa pide una posición fuerte, decidida, convencida, para frenar la masacre física y moral de los maronitas, y doblegar la arrogancia frente a la pasividad occidental. “¡Y mientras tanto el mundo cristiano duerme!”, exclama el Papa.

    Cuba, 1997: Joaqueín Navarro-Valls, que tuvo un papel destacado en as conversaciones previas con Fidel Castro, anota: Un régimen totalitario, comunista, que no admite nada que no esté organizado y controlado por el partido. No se le permite a la Iglesia celebrar ceremonias fuera de los templos. No están permitidas escuelas con ideario católico, ni prensa católica.

    A pesar de la intensidad de los programas en los viajes, el papa reza, saca tiempo para la lectura de libros de espiritualidad, para rezar el rosario, los viernes el Via Crucis… Su oración es de adoración: a veces, tras una jornada intensísima y agotadora, sin que nadie lo advierta, se dirige a la capilla, se postra ante el Santísimo y pasa la noche entera en adoración. 

Misión de los laicos

    “Sentid la responsabilidad de llevar el espíritu de Cristo a la vida pública. Ningún cristiano debe permanecer indiferente ante los acontecimientos del mundo. Debéis ser la sal de la tierra, y llevar la luz de la verdad de Dios a todos los ámbitos de la vida. Este es un servicio que le debemos al mundo. ¡No se puede vivir sin Dios!"

    “Todo cristiano participa de la misión de Cristo de modo único y personal”: esa parte nos corresponde a cada uno, y esa participación en la misión constituye a la Iglesia. La Iglesia es una participación viva en la misión de Cristo.

    La esencia de la Iglesia es comunicación, no uniformidad: unidad en la pluralidad de pueblos, costumbres y tradiciones, no uniformidad homogeneizante. 

    Una cosa es el Estado y otra la Patria. El poder es distinto de la sociedad.

    Hay q salir y crear opinión en el terreno de juego de los medios. Juan Pablo II, a los q iban a la Conferencia de Pekin en representación de la Santa Sede: “Si os ponen dificultades, contádselo a la gente: hablad.”

   Navarro Valls fue enviado por el Papa como parte de la Delegación Vaticana en la Conferencia de El Cairo sobre Población. Allí se empleó con coraje frente al Vicepresidente Al Gore, a propósito a la manipulación que se introducía en los textos al referirse a “Salud reproductiva”, introducida por la Delegación de Estados Unidos. Al Gore incluye la “regulación de la fecundidad”, que incluye el aborto: cada vez que aparece el término “salud reproductiva” en el documento, se asume el significado de derecho al aborto seguro, eficaz, accesible y aceptableAccesible significa subvencionado por el Estado, sin límites. Y además se incluye como parte importante de las políticas internacionales de desarrollo, que supone un trágico neocolonialismo en la relación entre países ricos y pobres. 

    El Papa, anota Navarro-Valls, es consciente de que hay intereses económicos detrás de los objetivos de El Cairo: llama la atención que el documento final sobre el Desarrollo, que  tiene 113 páginas,  dedique sólo 7 al desarrollo, y sin embargo a lo largo de todo el texto se repitan más de cien veces conceptos sobre salud sexual y salud reproductiva. También había intereses económicos y colonialismo detrás de la oposición a la encíclica Humanae Vitae, de Pablo VI.  

    Como en El Cairo y Pekin, también en la Conferencia de Estambul (1996) sobre el Habitat, se vio la insistencia de “algunos” en incluir “salud reproductiva” y “salud sexual”, que significaba para ellos  sinónimos de aborto, aunque lo negaran en aquel momento. Especialmente radicales fueron los delegados de USA y los de Canadá, empeñados en sustituir la palabra familia por Afamilies@ o Agender@, para q se considerara familia cualquier “relación de género”. 

    Navarro-Valls  señala ocasiones perdidas de influir en la conciencia internacional a través de la opinión pública, porque desde Secretaría de Estado pasan al Papa unos textos con términos “moderadísimos”, por ejemplo sobre la guerra de Irak, o por no avisar con tiempo a la Sala Stampa para poner sobreaviso a  periodistas clave sobre discursos importantes (como la posición de la Santa Sede sobre los Santos Lugares y Jerusalén): por no avisarle para poder hacer esa preparación previa, muchos mensajes importantes del Papa pasan desapercibidos y no llegan a la opinión.  

    La Secretaría de Estado, anota, tiende a no dar información, y así no marca la agenda a los medios, sólo rectifica a la defensiva. En lugar de un lenguaje convincente, bien desarrollado, que tuviera en cuenta la desinformación internacional y los ataques, tanto en Nueva York como en la prensa internacional, a la delegación de la Santa Sede en la Conferencia  sobre el Desarrollo y Población, le pasan una líneas anodinas, crípticas, y que son completamente ignoradas por la opinión pública. ¿Culpa suya por no preverlo, o dejadez, o miedo a dar la cara en la opinión pública? Esto, y la progresiva enfermedad del Papa, que limitaba su capacidad de acceso directo a él, supuso más dificultades para el trabajo de Navarro-Valls a partir de 1999. 

    Navarro se asombra de gentes de la Curia que piden que la opinión pública sea benévola con la Santa Sede, pero sin darles información, sin intentar alimentar el flujo informativo. 

    Ni pacifista ni belicista: el valor de la paz está supeditado al bien común. No se puede olvidar el valor de la legítima defensa. 

    ¿Las religiones han originado guerras? Se han dado instrumentalizaciones que, a la luz de las palabras de JP2, han sido un trágico error: “No existe ninguna intención religiosa que pueda justificar la práctica de la violencia del hombre contra el hombre.”

Rasgos de la personalidad de Juan Pablo II

    Juan Pablo II tiene una virtud que algunos llaman “normalidad”: en realidad se trata de una profunda humildad y una gran simpatía. 

    Enorme capacidad de concentración cuando reza o estudia. Sabe guiar y controlar los estímulos sensitivos que le rodean hasta extremos desconcertantes: ejemplo, en Malta, reza absorto el breviario en un barco, mientras a su alrededor decenas y decenas de pequeñas embarcaciones le rodean y saludan para recibirle, en un espectáculo bellísimo de un día magnífico..

    Sabe escuchar: Juan Pablo II está muy atento a la argumentación de quien le habla, y a la vez intenta entender la estructura mental de la persona con quien conversa: manifiesta interés grande por el otro y por lo que dice. 

    Aborda los problemas de la Iglesia sin angustiarse. Sabe mantenerlos en un plano objetivo, conservando la serenidad, rasgo decisivo de su carácter. “Nunca le he visto perder el sentido del humor, o desbordado por los acontecimientos” dice su secretario Dziwisz. Impresiona verle dormir en santa paz, en medio del monte, abandonando el timón de la Iglesia a Dios. 

    Mientras se dirigen a la cima del monte Pieralua (2.694), por pasos empinados y difíciles, y una cruz en la cima, comenta Dziwisz: “Así es como el Papa dirige la Iglesia: despacio, sin tirones, pero con tenacidad y los ojos fijos en la meta. Escucha a todos, pide consejo a todos, pero luego decide en su oración y no separa los ojos de la meta.”

    Juan Pablo II no deja de ser Papa ni cuando descansa, ni deja de rezar mucho. Cuenta que vivió su elección con serenidad y sin ansiedades, pero añade que experimentar una cierta ansiedad delata un hondo sentido de responsabilidad

    Ser Papa es una responsabilidad inmensa, pero cuando Dios confía una carga, nos otorga también la gracia para sobrellevarla. Pero no es algo específico de las responsabilidades eclesiásticas: la responsabilidad de un marido o una esposa, que aceptan al otro y aceptan serle fieles mientras viva, es la misma: un compromiso personal para toda la vida.”

    Time declara a JP2 hombre del año 1994 “por su lucha para poner los cimientos de un orden moral en nuestro tiempo.”

    “Cansar el cuerpo”, hacer ejercicio, es importante y bueno para el organismo: un cansancio físico moderado.

    Solía repetir: Sempre avanti! 

    “Ya ha pasado el tiempo que supera todas las debilidades”. Le pareció a Navarro-Valls que esa frase equivalía a “ya no me importan las debilidades físicas y las enfermedades."

    Entrañable comentario del secretario, moneseñor Dziwisz, a Navarro, en tono de complicidad: “Muchos años trabajando con el sucesor de Pedro, y luego, el cielo.”

   Juan Pablo II beatificó a una empleada de hogar polaca, Angela Salawa, y repetía unas palabras suyas que hizo propias: “Señor, vivo porque Tú quieres que viva; moriré cuando quieras, sálvame porque Tú puedes hacerlo.”

    Un recuerdo del padre de Juan Pablo II (que hizo de padre y madre para él): “Cuando por la noche me despierto y tardo en dormirme, recuerdo que a veces él se levantaba por la noche y se ponía a rezar.”

    A leprosos en Brasil: “Ninguna persona es un verso suelto. Componemos entre todos el mismo poema divino, que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad.

    Su lema es una oración dirigida a la Virgen María: Totus tuus ego sum// et omnia mea tua sunt.// Accepi te in mea omnia// Praebe mihi cor Tuum, / María. (Soy todo tuyo, y todo lo mío es tuyo. Te recibí en todo lo mío, dáme tu Corazón, María.)

    “Hay que vivir sin pensar en el mañana, que Dios quiere esconder. La Virgen no vio todo desde el principio, no sabía qué iba a pasar mañana, y vivía al día, abandonada en Dios.” ¿Dimisión del Papa? Quizá Dios quiere hacer ver que la Iglesia es algo distinto de otras organizaciones que tienen siempre a la cabeza alguien joven y dinámico.

    Juan Pablo II, anciano y célibe, está enseñando a entender el amor humano: porque su esfuerzo es un ejemplo de cómo amar.

    Dimensión misteriosa de la recaída del Papa, que sólo encuentra respuesta en la Cruz de Jesús. De ese dolor del Papa Dios está sacando mucho bien para la Iglesia.

    En una de las paredes de la terraza del apartamento del Papa hay un Via Crucis: en la 5ª estación, el Cirineo tiene el rostro de Karol Wojtyla. 

    Depauperación progresiva de un hombre que está ante la mirada de la humanidad: no se entiende si no es mirando a la Cruz de Jesucristo. La cara de Juan Pablo II cuando se asomaba a la ventana a saludar era de sufrimiento, inexpresividad y conmoción.

    Israel e Irán se estrechan la mano en el funeral de JP2: el protocolo para las delegaciones, salvo para las casas reales, fue el orden alfabético, y les tocó una al lado de la otra. 

Primado de Pedro:

-Palabras en la ceremonia ecuménica en Finlandia, ante luteranos y protestantes: 

    “¿Quién soy yo? Como todos vosotros, soy un cristiano, que he recibido en el bautismo la gracia que me une a Jesucristo Nuestra Señor. Mediante el bautismo soy vuestro hermano en Cristo y he sido llamado al sacerdocio sin ningún mérito por mi parte y ordenado para el ministerio de la palabra, la celebración de la santa Ecaristía y el perdón de los pecados. 

    La voluntad de Dios para mí fue confiarme la misión del ministerio especial del obispo de Roma, sucesor de san Pedro, en el cual, conforme a las enseñanzas católicas, el Señor instituyó el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad de la fe y de la comunión.”

-Conferencia de Sto Domingo, en América: 31 comisiones, cientos de papeles: Joaquín se desahoga con JP2: “Si no existiera el Primado de Pedro por voluntad divina, habría que inventarlo.” Y JP2 le responde: “No, si no existiera por voluntad divina no se podría inventar.”

Comunicación

Joaquín Navarro Valls: “Una mentalidad errónea es que basta con leer todo lo negativo para estar informado: es preciso estar informado también de lo positivo, porque si no se puede crear un complejo de asedio frente a las críticas.”

El Papa no le indica qué debe informar a los periodistas, pero la libertad y la confianza con que le habla permite al Portavoz conocer su pensamiento y darlo a conocer. Por ejemplo, en la mente de JP2 no había lugar para un papa emérito. Pero sólo le cuenta la anécdota de su comentario al doctor que le atendió de la rotura del fémur: “Le dije: sólo tenemos una opción: me cura y yo tengo que ponerme bueno, porque no hay lugar en la Iglesia para un Papa emérito.” JP2 sabía que era una pregunta recurrente de los periodistas. Y así facilitó su trabajo.





jueves, 18 de marzo de 2021

El cardenal Herranz recuerda a san Josemaría y san Juan Pablo II

 



En las afueras de Jericó. Recuerdos de los años con san Josemaría y san Juan Pablo II.

Julián Herranz. Ed. Rialp

 

El cardenal Julián Herranz nació en Baena (Córdoba) en 1930, se licenció en Medicina, y desde 1953 se formó en Roma junto al fundador del Opus Dei. Después de realizar los estudios teológicos, en 1955 recibió la ordenación sacerdotal y pasó a formar parte del clero de la prelatura. Durante más de veinte años colaboró con san Josemaría Escrivá en la sede central del Opus Dei.

 

Doctorado en Derecho Canónico, en 1960 fue llamado para trabajar al servicio de la Santa Sede. Intervino en el Concilio Vaticano II como experto para la reforma legislativa de la Iglesia. Ha colaborado con todos los papas desde san Juan XXIII hasta Francisco. Desde 1994 fue Presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos y de la Comisión disciplinar de la Curia romana.

 

El cardenal Herranz ha tenido el privilegio poco común de conocer y tratar a seis grandes papas, tres de ellos canonizados y otro, Juan Pablo I, declarado Venerable por Francisco. De ellos, trató con especial intensidad a san Juan Pablo II, a quien conoció ya desde los trabajos conciliares del Vaticano II y fue quien le hizo cardenal. Conoce de cerca las enormes dificultades que pesan sobre los hombros del Obispo de Roma, y cómo han vivido todos ellos entregados a su ministerio, guiados por el deseo de servir fielmente a la Iglesia.

 

Ese mismo deseo lo vio hecho vida en san Josemaría, de quien aprendió a manifestar “con obras y de verdad” el amor a la Iglesia. Por eso, como señala en el prólogo, más que un libro autobiográfico, esta obra es “un testimonio de gratitud hacia dos hombres santos –san Josemaría y san Juan Pablo II- cuya cercanía espiritual me ha proporcionado luz y fuerza para contemplar serenamente las vicisitudes narradas.

  

En sus recuerdos nos ofrece un emocionado y lúcido repaso a las experiencias vividas en esos intensos años de historia de la Iglesia, y a sus encuentros con sus principales protagonistas, junto a los que sin duda el mismo Herranz ha tenido también un papel significativo. Testigo tanto de la intensa vida de la Iglesia como del desarrollo apostólico del Opus Dei, sus puntuales recuerdos dan luz sobre sucesos de la vida eclesiástica en torno a los que existían versiones controvertidas.

 

En el libro destacan a mi juicio tres aspectos. El primero, el sentido sobrenatural con que enfoca situaciones que se prestarían a interpretaciones demasiado humanas. Herranz tiene la conciencia clara de que es el Espíritu Santo quien rige los destinos de la Iglesia. Ese sentido sobrenatural le lleva a salvar las intenciones de las personas y pasar por encima de diferencias de criterio de unos y otros: toda mirada humana es limitada, y una misma realidad a unos les puede parecer cóncava y a otros convexa, según la posición desde la que observen. El sentido sobrenatural lleva a Herranz a aplicar la máxima de san Agustín: “En lo esencial unidad, en lo dudoso libertad, en todo caridad.”

 

  El segundo aspecto destacable pienso que es su discreción, la ausencia de protagonismo, propia de quien intenta hacer suyo el lema de “servir al Señor en su Iglesia sin hacer ruido.” Herranz deja caer la frase del poeta francés Paul Verlaine: “Dadme el silencio y el amor al misterio.” Esa ausencia de afán de protagonismo, tan relacionada con la humildad, se percibe en una contenida narración de los sucesos, que –siendo precisa y transparente- no va más allá de lo que estima prudente para el bien de las personas. Mantiene lejos el funesto morbo presente en algunas desinformaciones sobre la vida de la Iglesia, que tanto engaño produce en quienes lo dejan crecer en su apreciación de la realidad.   

 

Y un tercer aspecto es el alma de poeta del autor. El cardenal Herranz es aficionado al montañismo, y en la contemplación de los grandes paisajes naturales encuentra inspiración para su actitud ante la vida. Esa alma de poeta, que se recrea en la contemplación, aflora también en muchos pasajes de sus recuerdos, que se convierten en sutiles invitaciones a la contemplación de la belleza en cuanto nos rodea, porque ese es el camino para elevar la mente y el espíritu a la Belleza Suprema: “De la belleza de Dios deriva toda belleza creada: se ha de contemplar y amar la belleza de los cuerpos, del arte, de la música, de la poesía, de la naturaleza, pero también y sobre todo la belleza eterna de Dios.”

 

Otro de sus libros, Atajos de silencio, está inspirado en sus paseos por el monte y lo ha dedicado expresamente al valor de la contemplación. Cuando nos detenemos sorprendidos en la contemplación de un paisaje nos estamos preparando también para elevar el espíritu a la contemplación de Dios. Porque Dios se nos manifiesta de mil modos: en una bella puesta de sol, en un gesto de bondad, en una sonrisa agradecida…

 

Del mismo modo, Dios se nos manifiesta singularmente en la vida de los santos: “Cum Maria contemplemur Cristi vultum! En los santos, Dios manifiesta de forma vigorosa a los hombres su presencia y su rostro (Lumen Gentium, 50).”

 

Por eso los recuerdos de Herranz se detienen sobre todo en los dos personajes que más huella han dejado en su vida: san Josemaría y san Juan Pablo II. Es consciente de que Dios le pedirá cuenta del privilegio de haber tratado con tan estrecha cercanía a dos personas en cuyas vidas era posible reconocer el rostro amable del Padre. 

 

Herranz aporta significativas reflexiones al hilo de acontecimientos y anécdotas. Así, cuando constata el gran problema de la cultura actual, la ausencia de Dios, recuerda lo aprendido de san Josemaría: “Vivir como si Dios no existiese es una subcultura paganizante: hay un quid divinum escondido en las situaciones más comunes, que cada uno debe descubrir, mantener y enseñar.”

 

No podemos vivir como si no hubiese sucedido la portentosa Encarnación del Hijo de Dios: “La irrupción de Dios hecho hombre en el tiempo y en el espacio ha partido en dos la historia de lo creado: “Et Verbum caro factum est, et habitabit in nobis”. Esa asombrosa inserción del eterno en lo temporal puede dinamizar, hasta santificarla por completo, mi propia vida: eso es lo que san Josemaría nos hace comprender.”

 

Reflexiona también sobre la enseñanza del fundador del Opus Dei acerca del espíritu de santificación del trabajo, que ve providencial para el mundo actual y el futuro de la construcción social: “Santificar el trabajo, santificarse en él y santificar con él a los demás, es el medio con el que el hombre será capaz de plasmar en la faz de la tierra su rostro espiritual.”

 

Es significativo el comentario que san Juan Pablo II hizo a Herranz cuando le nombró Presidente de su Consejo Legislativo: “Yo espero que usted trabaje con el espíritu de Escrivá.”

 

        El título del libro -En las afueras de Jericó- evoca la curación del ciego Bartimeo por Jesús (Mc, 10, 46-52). “¡Señor, que vea!”. Un pasaje muchas veces predicado por san Josemaría, que lo empleaba en su diálogo personal con Dios: “Señor, que yo vea lo que Tú quieres de mí!”

 

Sin duda Herranz ha hecho suya también muchas veces esa plegaria, pidiendo ver en el ajetreado y a veces oscuro marco de tiempo que abarca el libro: “Luces y sombras, momentos opacos de ceguera humana y otros radiantes, iluminados por la presencia y la palabra de Cristo. Como aquel día en las afueras de Jericó.”

 

Jesús a veces parece que no oye, y además muchos intentan acallar la voz del que reza “¡Cállate, no des voces…!” Pero Bartimeo insiste con más energía… y Jesús realiza el milagro: “Ve, tu fe te ha salvado.” Y lo primero que vio fue “el rostro sonriente de Jesús”.

 

Quizá esa sea una buena conclusión para el lector: más allá de sabrosas anécdotas, más allá de claroscuros eclesiales, te queda la íntima convicción de que Dios rige los destinos de su Iglesia y del mundo, y siempre envía personas santas, dispuestas a escucharle y hacer su Voluntad en la tierra.



viernes, 16 de agosto de 2019

Varón y mujer. Teología del cuerpo


Varón y mujer. Teología del cuerpo. Juan Pablo II
Prólogo de Blanca Castilla. Ed. Palabra.



Este libro recoge uno de los ciclos de homilías que  san Juan Pablo II dedicó al amor humano, en el comienzo de su pontificado. Blanca Castilla, doctora en filosofía y teología, es la autora del prólogo, que constituye una buena guía para seguir de cerca la mente del papa.

Con el rigor intelectual y ese  estilo “espiral” que le caracterizaba –que consistía en avanzar hacia la verdad de las cosas girando una y otra vez en torno al significado de los conceptos, y logrando en cada vuelta una claridad mayor- el papa analiza el significado del amor humano, de la feminidad y masculinidad, el sentido del pudor y de la vergüenza,…

El papa santo se sirve de la luz que arrojan las palabras de Jesucristo en Mateo 19 y Marcos 10: “al principio no fue así.” Por “al principio” entiende Juan Pablo II una referencia del Señor al estado de inocencia originaria en que vivieron Adán y Eva.

Antes del pecado original, varón y mujer se ven como Dios ve la creación: son imagen de Dios, y una donación que Dios hace del uno al otro.



La “desnudez” originaria significa el bien originario de la visión divina que varón y mujer poseen, que les hace conocerse “sin sentir vergüenza”, en toda la paz y tranquilidad de la mirada interior, y capaces de hablar cara a cara con Dios. 

Esa ausencia de vergüenza significa plenitud de comprensión del significado del cuerpo como donación; y no significa una carencia, sino una plenitud de conciencia y de experiencia. La inocencia originaria es el testimonio tranquilo de la conciencia, que precede a cualquier experiencia de bien y de mal.



Juan Pablo II glosa ampliamente Génesis 2, 25: “Estaban desnudos, pero no sentían vergüenza uno de otro.” Y nos ofrece una visión esponsal del cuerpo, que por ser hecho a imagen de Dios tiene necesidad del don de sí para alcanzar la felicidad.

La felicidad es el arriesgarse en el amor”, darse sin condiciones y para siempre. Nada hace más feliz y seguro al cónyuge que saberse amado de ese modo, incondicionalmente. Pase lo que pase, el otro estará a su lado.

Como señala Blanca Castilla en el prólogo, la lectura detenida de esos textos aporta luces y registros mentales nuevos, para entender al ser humano, varón y mujer. Luces por otro lado muy necesarias en momentos de oscuridad, como los actuales.




miércoles, 19 de junio de 2019

Navarro-Valls, el Portavoz



Navarro-Valls, el Portavoz. 20 testimonios para la historia.
Ed Rialp





Cuando Joaquín Navarro-Valls, Presidente de la Asociación de la Prensa extranjera en Roma, recibió una inesperada invitación a comer de parte de Juan Pablo II, no era consciente de que su vida estaba a punto de dar un giro sorprendente. “¿Qué piensa usted del proyecto de reestructuración de la Oficina de prensa de la Santa Sede?” le preguntó el papa durante el almuerzo. “No hace falta una reestructuración, sino una revolución” fue su respuesta.

Juan Pablo II había oído hablar del buen hacer profesional de Navarro-Valls, y su invitación se debía menos al deseo de conocer la opinión de un prestigioso periodista que al deseo de conocerle personalmente. Quería contar con alguien que le ayudara a hacer llegar su mensaje con nitidez, sin filtros mediáticos, a la opinión pública y a todo el mundo católico.

Navarro-Valls no pudo negarse (“a un Papa no se le niega nada”), pero puso una condición, propia de un buen profesional de la comunicación: quería tener hilo directo con el jefe. Un portavoz necesita conocer el pensamiento y las motivaciones del número 1 de su organización, y máxime en una institución como la Iglesia que se supone debe regirse por el principio de transparencia y cercanía.

Su condición fue aceptada: tuvo acceso directo al Papa, y estuvo presente en muchas de las  conversaciones más delicadas del pontificado de Juan Pablo II: Ali-Agca, Fidel Castro, GorbachovNavarro-Valls gozó de la plena confianza de un Papa santo, y esa libertad, en perfecta sintonía con el papa, le permitió realizar una auténtica revolución de la comunicación, que creó escuela y aún perdura en la comunicación vaticana y de la Iglesia.





Este magnífico libro recoge los testimonios de 20 amigos de Joaquín Navarro-Valls, entre ellos muchos de reconocido prestigio profesional, como Alberto Michelini, directivo de la RAI; la secretaria de Estado noruega Janne Haaland Matlary; George Weigel, escritor y biógrafo de Juan Pablo II;  Valentina Alazraki, de Televisa… La calidad humana y profesional de los amigos dice ya mucho del temple del personaje.

Navarro Valls era psiquiatra, pero su pasión por la comunicación y la política internacional le llevó a estudiar también periodismo. Corresponsal de ABC en Roma desde 1977, sus colegas acreditados en Roma le eligieron como Presidente de la Asociación de Prensa Extranjera en Italia.

Sus colegas le ven como un profesional de primera clase, con coraje, que sabía “mantener la elegancia bajo presión”. Pero era también un hombre de fe, miembro del Opus Dei, con una fe “robustecida por haber trabajado con tres santos”, en expresión de Greg Burke refiriéndose a san Josemaría y al beato Álvaro del Portillo, con quienes también había colaborado, y al propio san Juan Pablo II.

                       Con san Josemaría 
                         Con el beato Álvaro del Portillo


Son muy sabrosas las anécdotas sobre la extraordinaria complicidad que se llegó a crear entre Navarro-Valls y Juan Pablo II, llena por otra parte de sencillez, lealtad y sentido del humor. De Juan Pablo II aseguraba Navarro-Valls que el secreto de su comunicación no se debía “sólo a su magnífica expresividad comunicativa, sino sobre todo a que decía la verdad. En Juan Pablo II se enlazaba a la perfección lo bello, lo bueno y lo verdadero. Comunicaba a Dios, hacía amable la virtud, hacía proposiciones que podían llenar una existencia. La fuerza de su comunicabilidad no estaba sólo ni principalmente en la voz bonita o en sus gestos expresivos.”

La sintonía y complicidad entre ambos se manifestaba también en la serena profundidad de las conversaciones que mantenían, por ejemplo durante algunos de sus paseos de descanso.  La facilidad con que se remontaban de lo cotidiano hacia los aspectos más íntimos y sobrenaturales de la presencia de Dios en el mundo.



“Santidad, ¿cuál es el aspecto de la fe que más le impresiona?”, le pregunta durante un paseo Navarro. “El misterio sobrecogedor de la misericordia infinita de Dios con los hombres”, contesta el papa sin pensarlo y mirándole a los ojos… El rasgo de Juan Pablo II que más deslumbraba a Navarro-Valls era su sentido sobrenatural, su vida íntima de relación con Dios: “rezaba como si no hubiera otra cosa en la tierra.”




Norberto González Gaetano, Vicerrector de Comunicación de la Universidad de la Sancta Croce de Roma, cuenta la última charla que dirigió Navarro a 15 profesionales, sobre el Amor a la verdad. Contó la respuesta inmediata que le dio san Juan Pablo II a su pregunta sobre la frase que “rescataría” del Evangelio: “la Verdad os hará libres”. Y Navarro añadió a los asistentes a su charla: “Pero la Verdad es una Persona, no una idea. Y nuestra verdad es también personal: lo que somos ante Dios.

En su emotivo relato, el periodista de la RAI Alberto Michelini cuenta que el trato con Navarro-Valls le cambió la vida: le hizo descubrir el espíritu de santificación del trabajo profesional. A Michelini le sorprendía la sintonía perfecta con Juan Pablo II, que permitía al portavoz asumir y transmitir diáfano el mensaje del Papa. Un papa que hablaba también mediante signos, que con frecuencia expresan mejor que las palabras el lenguaje de lo inefable. Juan Pablo II ponía los gestos y el mensaje, y su portavoz les daba cauce, encontraba el momento y el enfoque adecuados para que esa voz fuera escuchada en el mundo. 




Luigi Antolli, periodista de La Republica, asegura que los resultados del trabajo de Navarro aportaron un “retorno de imagen”, en beneficio de la figura del papa y del Vaticano. Convirtió una tradicional “dirección de oficina de prensa” en portavocía de amplio campo, conquistando una libertad de iniciativa desconocida para sus predecesores.

Juan Pablo II apreció su profesionalidad y su estilo nada clerical. Junto a un encanto personal enorme -simpático el comentario que hace al respecto Valentina Alzraki- el secreto de su buena comunicación era un trabajo intenso y sistemático, la valentía y magnanimidad con que se enfrentaba a los problemas de fondo, y su rebeldía institucional para superar las barreras de la burocracia frente a la innovación.



Logró también conectar al papa con los obispos, venciendo la resistencia de la Secretaría de Estado que veía invadida su prerrogativa de canal único con Roma. La iniciativa del VIS -Servicio diario de Información Vaticana, que se emitía puntualmente a las 12:00 cada día y llegaba en directo a obispos y medios católicos de todo el mundo- fue una eficacísima arma de comunicación ideaba por Navarro-Valls para que los obispos no tuvieran que enterarse de las noticias de Roma a través de medios y agencias de noticias que frecuentemente tergiversaban u ocultaban las verdaderas palabras del Papa. La Secretaría de Estado le negó financiación para este proyecto. Pero Navarro no se frenó, y buscó personalmente ayuda de empresarios de todo el mundo.

Respecto a los corresponsales, Navarro sabía que el verdadero patrimonio de un portavoz es la autoridad. Tiene que convertirse en fuente con la mejor información. Si eso no ocurre, los periodistas buscan por su cuenta, y la institución no tiene voz única, sino muchas voces discordantes. De hecho es lo que pasaba en el Vaticano: cada periodista tenía sus fuentes reservadas, que les filtran todo tipo de rumores sin confirmar.




Ezio Mauro, editor jefe de La Republica y antes de la Stampa, dice de él que su alma de periodista le llevaba a comprender instintivamente lo que estaba bien y lo que no en la profesión, “incluso cuando cambió de bando y se convirtió en el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, y en vez de hacer preguntas tenía que dar respuestas.” Aporta un lúcido comentario de Navarro sobre los papas que conoció de cerca: “Juan Pablo II era el alma; Benedicto XVI, la razón; Francisco, el corazón.”  Y otro sabroso comentario de Benedicto, cuando Navarro le advirtió sobre imágenes y videos, diciéndole que en el mundo en que vivimos una imagen vale más que mil palabras, Benedicto respondió. “Entonces debemos rezar para que llegue un momento en el que una idea valga más que mil imágenes.” Es una oración que no olvido, comentó Navarro.

Enzio Marchione, Presidente de Ferrari, le describe como ejemplo de mente abierta y modernidad extrema en su forma de ver y de pensar. Estaba convencido de que en el mundo ni hay ni puede haber fronteras. Y por eso impulsó la exportación de los valores de la Universidad de la Santa Cruz, como la humanización de la Medicina o el desarrollo de la innovación periodística puesta al servicio de la comunicación institucional de la Iglesia.


  


Navarro Valls acompañó a san Juan Pablo II en más de 100 viajes por todo el mundo, a 128 países. Atendió a los 400 periodistas acreditados en Roma, y a miles que acudían con motivo de los grandes eventos. Más allá de su papel de comunicador, Juan Pablo II le encomendó misiones diplomáticas especiales, como las conversaciones con Fidel Castro para aclarar las condiciones del histórico viaje del papa a Cuba, o la representación del Vaticano en varias cumbres mundiales de la ONU en las que su papel fue valiente y determinante.

Lo cuenta con precisión Janne Halland. Supo enfrentarse a Al Gore, Vicepresidente de los Estados Unidos, que con engaños trataba de imponer la mal llamada “salud reproductiva”, que no era otra cosa que el control de natalidad y el aborto en países emergentes, como fórmula de protección de las sociedades opulentas. La delegación vaticana tuvo que librar batallas en solitario para oponerse al nuevo orden mundial que intentaba imponer la ONU, que pretendía difuminar el concepto de familia y redefinir el de derechos humanos, como forma de imponer, entre otros males, el aborto.


El poder del papa no es político, sino moral. Haaland hace un interesante comentario en el que llama la atención sobre la fácil amabilidad con la que muchos cristianos sucumben a la tentación de rendirse a los poderosos, que omiten defender la fe y guardan silencio por cobardía. Se necesita coraje y valentía para luchar con lo que está mal, y apoyar lo que es verdad. Es lo que hizo Navarro-Valls.

Yago de laCierva, que fue redactor jefe del VIS, encabeza su testimonio con el significativo título de “Jefe y mentor”. Hay tres ideas, dice, que resaltan en lo que aprendió de Navarro:

1) comunicación no es evangelización. Es en todo caso su avanzadilla. Las argumentaciones del portavoz de una institución eclesial, que se pone en relación con la sociedad en general, no pueden basarse en el Catecismo. Deben participar en la dialéctica de la opinión pública tal y como es, siguiendo las reglas de todas las instituciones en plano de igualdad. Sólo así se le aceptará como una institución legítima y creíble.
2) no hay que tener miedo a presentar el mensaje de modo inequívoco, no callarse al explicar los puntos de fe o de moral cristianos que pueden no ser aceptados por ciertos sectores sociales: si hay críticas, son la confirmación de que el mensaje llegó.
3) hay que llevar la iniciativa. Ese era el motivo de tantos viajes y eventos organizados por el Papa: son ocasiones para lanzar mensajes sin esperar a ser interpelados.




Daniela Petroff, de Time y Asociated Press, cuenta que sabía aconsejar como médico. Tiene grabado su estimulante consejo, cuando se encontraba desolada por haber  perdido una hija en el atentado terrorista de Fiumicino: “Recuerda que todo esto es parte de tu autobiografía.”


Todos los testimonios destacan, junto a su profesionalidad, rasgos de una rica personalidad como la independencia, la valentía y la lealtad. Rasgos todos ellos muy unidos a otro esencial: su nulo deseo de hacer carrera en la curia. Cuando tras 22 años dejó su puesto de portavoz por voluntad propia, durante el pontificado de Benedicto XVI, eludió aceptar cualquier cargo en la Santa Sede. Yago de la Cierva  aporta también otro dato relevante: no quiso editar sus memorias porque no quería hablar mal de nadie.

Janne Haland resalta también su discreción, su deseo de no llamar la atención y pasar desapercibido. Manifestado en detalles como que no quiso que se supiera de su enfermedad, pues era consciente de que atraería el interés del periodismo católico. Rehuía todo protagonismo. Era “un soldado de Cristo, un hombre en misión, ocupado en hacer el bien trabajando bien.” Puso su profesión al servicio del papa y del bien común, sin encerrarse en una ambiente cómodo, y sin caer en la ingenuidad ante las malas intenciones y el juego sucio de otros.

Muy interesantes las ideas entorno a la importancia de la benevolencia en el mundo. El título de su última conferencia -¿Puede la benevolencia cambiar el mundo?- habla de la magnanimidad de su vida. Navarro no se conformaba con hacer algunas cosas buenas. Apuntaba a mejorar el mundo, como debe hacer todo hombre de bien, todo cristiano.

Con motivo del 25 aniversario del pontificado de Juan Pablo II, fue invitado a pronunciar una conferencia en la embajada de Italia. Describió  el cuarto de siglo de Wojtyla como un “enorme psicoanálisis colectivo de nuestro tiempo, en busca de un Dios removido y enterrado en el inconsciente de la modernidad. Porque si la verdad está dentro de mí, debe explotar tarde o temprano. No puedo rechazarla. De lo contrario, me rechazaría a mí mismo.”





        Un libro de lectura amena y reconfortante, que al paso ayuda a conocer mejor una etapa muy determinante del pontificado romano y aporta luces novedosas sobre el papel de la comunicación institucional  en la Iglesia. 



viernes, 14 de junio de 2019

Transformar el mundo




Transformar el mundo desde dentro
Mariano Fazio. Ed. Palabra

En este ensayo sencillo y directo, Mariano Fazio analiza las claves de la cultura y el pensamiento contemporáneo, y propone -en sintonía con el Evangelio y el magisterio reciente de los papas- los medios a su juicio necesarios para que los fieles corrientes cumplan su misión de santificar el mundo en el que viven.

La llamada universal a la santidad, predicada por el fundador del Opus Dei desde 1928, es uno de los frutos más valiosos del Concilio Vaticano II, como afirmó Pablo VI. En el documento Gaudium et Spes se lee: “Todos los fieles cristianos de cualquier condición y estado, son llamados por el Señor a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre.”

Esta doctrina ha estado siempre en la Sagrada Escritura y en el Magisterio, pero había sido olvidada, o al menos no bien comprendida en la práctica. Durante siglos pareció que la aspiración a la santidad se reservaba a personas especiales, que deberían apartarse del mundo si querían lograr su propósito. Hubo excepciones, pero eran eso: excepciones.

Fue necesario que el 2 de octubre de 1928 Dios concediera una luz especial a un joven sacerdote, Josemaría Escrivá, para que comprendiera en toda su inmensa dimensión las consecuencias para el mundo de que todos los fieles supieran que Dios los quiere santos.

Si los cristianos viviéramos de veras conforme a nuestra fe, se produciría la más grande revolución de todos los tiempos... ¡La eficacia de la corredención depende también de cada uno de nosotros! –Medítalo.” (Surco, 945)

Junto a esa luz, Dios dio un encargo a ese joven sacerdote: fundar el Opus Dei para difundir el mensaje: “A cada uno llama a la santidad, de cada uno pide amor: jóvenes y ancianos, solteros y casados, sanos y enfermos, cultos e ignorantes, trabajen donde trabajen, estén donde estén.




  
El papa Francisco dedica su reciente exhortación Gaudeteet exultate precisamente a recordar ese “llamado a la santidad”, presente en la Sagrada Escritura desde las primeras páginas: “Así se lo proponía el Señor a Abraham: Camina en mi presencia y sé perfecto.”

Ese caminar con perfección en la vida corriente plantea interrogantes a un cristiano inmerso en un mundo de aguas turbulentas, en el que debe ser luz, y en el que ha de trabajar día a día en la construcción  de un orden social más justo.

Mariano Fazio describe con precisión y de manera sintética los principales retos que plantean las corrientes de pensamiento actuales, y apunta consecuencias operativas para cualquier cristiano que quiera ser coherente con su vocación.

Para un laico, construir la ciudad temporal es precisamente el camino para el cielo. No contempla el mundo con indiferencia, ni desde lejos. Es su mundo, y su aspiración mientras trabaja o se ocupa en cualquier tarea es mejorarlo. Cuida del mundo porque le ha sido entregado en herencia por el Creador.


Amar al mundo

La primera condición para santificar el mundo, señala Fazio,  es amarlo. ¿Cómo no amarlo, si ha salido de las manos de Dios, y nos lo ha dejado en herencia para que lo cuidemos? Y amarlo significa:

  -una mirada esperanzada sobre personas y acontecimientos; esa esperanza es realismo, porque procede de la convicción de que hay mucha gente buena, aunque también abunde la cizaña. Lo importante no es la estadística, sino cada persona, con toda su capacidad de hacer el bien y su condición de hijo de Dios. 
Esa esperanza es además necesaria para quien desee cambiar el mundo. Nadie sigue a pájaros de mal agüero, que presagian calamidades. Ver el lado bueno de las cosas. “La botella está medio llena”. Ser positivos, que es distinto de ser ingenuos. “Si algo puede salir bien, saldrá bien.”

-amar el mundo significa tener una mirada de comprensión y misericordia para todos,  que no impide corregir con dulzura cuando sea oportuno;

-significa también actuar sin derrotismos, como un padre ama a su hijo, con cariño y paciencia. Ningún padre tira la toalla ante los defectos de sus hijos;

-que nadie nos sea indiferente;

-trabajar para construir la sociedad; participación en la vida social.






Conocer el mundo

Para amar hay que conocer: la cultura dominante, sus efectos en las personas, los síntomas de posibles enfermedades. Conocer para diagnosticar acertadamente  y poder atajar la enfermedad. 

Mariano Fazio observa estos cuatro síntomas en la sociedad actual:

    1) tristeza, egoísmo, vidas aisladas de los demás y de Dios, comodidad y avaricia, ausencia de Dios… Individualismo.
       2)   esperanzas puestas en placeres superficiales: el fin de semana, un deporte, rehuir el sacrificio… Hedonismo, que termina haciendo de la vida un aburrimiento.
     3)  negación de la verdad, o de que podamos alcanzarla; sólo hay opiniones, quien pretenda tener la verdad se convierte en sospechoso. Pero si no hay verdad, lo que prevalece es mi interés, mi placer, y todo vale: Relativismo

Dice el Papa Francisco: “Si no hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los propios proyectos y de las necesidades inmediatas, ¿qué límites pueden tener la trata de seres humanos, la criminalidad organizada, el narcotráfico, el comercio de diamantes ensangrentados y de pieles de animales en vías de extinción?” (Laudato Si)

   4) hambre, desempleo, marginación, migraciones y refugiados, trata de personas, pobreza espiritual, discriminación y descarte de los más débiles y de las familias, persecución de creyentes (con muerte física, o  social en sociedades ateas) El cristiano no puede contemplar todo ese sufrimiento con indiferencia: son Emergencias sociales. Ha de involucrarse, como el Buen Samaritano, que no se conformó con sentir compasión, sino que actuó, y al actuar a favor del prójimo encontró su plenitud: “El hombre no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás” (Gaudium et Spes, 24). Hay que releer el capítulo 25 de san Mateo, porque ahí esta todo, dice el papa Francisco.


Medicinas necesarias

Hecho el diagnóstico, Fazio apunta medicinas para atajar la enfermedad:

            1.   Vida interior: se trata de que el amor y la libertad de Cristo presidan la vida social (Surco 302) y eso no es una tarea humana, requiere la acción de la gracia, la identificación con Cristo por la oración y los Sacramentos. Además, si no hay vida interior nos arrastrará el ambiente: “Un cristiano sin oración es hoy un cristiano con riesgo” (san Juan Pablo II) Convencimiento de que el Bien es más poderoso que el mal. Cizaña habrá siempre, y no debe ser motivo de escándalo ni de freno: también la encontró Jesús.

           2.  Formación, conocimiento de la doctrina que se desprende del Evangelio. El Cardenal Newman, que pronto será canonizado,  decía que hacían falta: “hombres que conocen su propia religión y la profundizan, que son conscientes de quienes son, que saben lo que poseen y lo que no, que conocen tan bien su fe que pueden explicarla; que conocen tan bien su historia que pueden defenderla.”

Hoy, además, hemos de ayudar a descubrir el orden moral natural. Tres corrientes ideológicas intentan vaciarlo de contenido, y niegan que exista una naturaleza humana:

-Ideología de género: niega la diferencia y la reciprocidad natural del hombre y la mujer;
-Transhumanismo: afirma que la tecnología nos permitirá evolucionar hacia una condición humana distinta, superior, y para lograrlo no existen límites éticos porque no existe una naturaleza humana que tengamos que respetar;
-Biocentrismo: dice que no hay diferencia entre el hombre y los demás elementos del ecosistema, que además precisa ser liberado de un exceso de seres humanos: hay que eliminar a ancianos, débiles, enfermos…

La formación requiere estudio, para profundizar con bases cristianas sólidas en cuestiones antropológicas tan profundas como la sexualidad, la afectividad, el uso responsable de la tecnología, la ecología y cuidado de la naturaleza.

        3.   Unidad de vida, coherencia entre fe y obras. “¿De qué sirve que alguien diga que tiene fe, si no tiene obras?” (St 2, 14-26)

Kierkegaard fustigó a la sociedad danesa de su tiempo, oficialmente luterana, que los domingos llenaba el templo y al día siguiente vivía como pagana. “Dios aprecia infinitamente más que tú -para llegar un día a ser cristiano- confieses explícitamente que no lo eres o que no lo quieres ser, que aquella repugnante forma de honrar a Dios, que lo considera un estúpido.” Una fe así estaba destinada a desaparecer, y hoy Dinamarca es un desierto espiritual.

Nietzsche: daba en la diana al afirmar que “No puedo creer en el Salvador si no veo rostros de gente salvada”, esto es: alegres, esperanzados, que viven como hijos de Dios: leales, responsables, comprensivos, justos, serviciales, amigables, generosos, que cumplen sus deberes y exigen sus derechos sin soberbia, con sencillez y firmeza… Es la coherencia de vida, que esperan ver todos en el cristiano.

¡Qué daño, afirma Fazio, el escándalo de católicos condenados por corrupción en tribunales justos (interesante precisión); o frívolos, o que no respetan las normas de tráfico, indiferentes ante las injusticias…! ¿Cómo van a animar a construir una sociedad cristiana?

            4.   Prestigio social para influir. Desear influir no es falta de humildad. Es poner al servicio de los demás los dones que Dios nos ha dado. La fe ilumina y da sentido a nuestra vida. Esa luz no es para ponerla debajo de la cama, sino en lo alto para que ilumine a todos. “Brille así vuestra luz ante los hombres…” (Mateo 5, 16)


                           


SanJosemaría explicaba que el cristiano ha de poner a Cristo en la cumbre de las actividades humanas, para que Cristo atraiga y sane a todos. Entendió ese nuevo sentido en estas palabras de Jesús: “Cuando Yo sea levantado en alto, todo lo atraeré a Mí”. Con nuestro buen hacer en el trabajo le ponemos en lo alto, y al mirarlo sanarán todos, como sanaban los israelitas mordidos por serpientes venenosas cuando miraban la serpiente de bronce que alzaba Moisés.

Llegar a personas que influyen. Hay personas que, por su buen hacer, ejercen un liderazgo moral capaz influir en la conducta de cientos de miles de personas. (Reciente respuesta llena de sentido común del tenista Rafa Nadal a una pregunta sobre feminismo: su opinión pesa, y la pone al servicio del bien común.) Deportistas, artistas, creadores, cualquier buen profesional con prestigio en lo suyo es una persona que influye. No es elitismo, sino una prioridad para el buen ordenamiento social.


             



1850, Inglaterra. La Iglesia católica restablece la jerarquía, y los anglicanos protestan. El cardenal Newman organiza en Birminghan conferencias para orientar y animar a los católicos. Les urge a ser ejemplares en su ambiente: “Lo definitivo es la opinión local, lo que el carnicero, el peluquero… opine de su vecino católico. La opinión local es sobre hechos, no sobre ideas, sobre personas de carne y hueso a las que se ve todos los días. Hay que hacerse ver, darse a conocer, porque la victoria está en ese conocimiento…”

“Si os dejáis tratar, arrastraréis” (san Josemaría). Cada uno en su sitio puede adquirir prestigio: como padre, compañero de trabajo, buen vecino, amigo leal…

Gilson en Francia, ante leyes educativas laicistas, que trataban de ahogar la libre elección: “La mejor receta del éxito para la enseñanza libre es la de ser competentes…”

          5.   Estilo evangélico: ¿cómo actuaría Jesús?

        a)   Si hay exceso de  individualismo, hacer de la propia vida un don, un servicio entregado. Como Jesucristo, que manifiesta quién es el hombre al propio hombre: su Vida es un don, una entrega. Dar con alegría, sonreír, servir con el trabajo;
     b)   Si abunda el  hedonismo, vivir con austeridad, desprendimiento, templanza. No se trata de tener más, sino de ser más. Sencillez, cuidado de lo que usamos, limpieza en el vestir. Pureza, respeto por las personas, sin instrumentalizarlas. No banalizar el sexo, que es un don de Dios. Fomentar la actitud del que sabe que la persona se realiza en el don sincero de sí.
       c)   Si hay demasiado  relativismo, aprender a distinguir entre opiniones legítimas y verdades objetivas; fomentar la cultura de diálogo, escucha, respeto y amistad con los que piensan diferente. Adquirir convicciones fuertes acerca de verdades morales, y defenderlas con valentía,sin respetos humanos y con respeto a las personas. Presentar con transparencia nuestras opiniones morales (como hacen otros con las suyas) y hacer valer el argumento de la “no discriminación” y el derecho humano a la libertad de expresión. Argumentar bien, con respeto y una sonrisa, sin ataques personales, tendiendo puentes.

En definitiva, el cristiano debe buscar parecerse a Jesús hasta identificarse con él. Es así como podrá afrontar con optimismo y sin desánimos la grandiosa tarea que le ha sido confiada: transformar el mundo desde dentro. Una tarea muy superior a sus fuerzas, pero en la que Dios está empeñado. 

Ver también del mismo autor: Historia de las ideas contemporáneas.