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lunes, 20 de junio de 2022

Temperamentos diferentes, dones complementarios

    El profesor Iokin de Irala explica magistralmente en esta nueva sesión las características de los diferentes temperamentos (sanguíneo, flemático, colérico y melancólico). Son inamovibles, un dato que con frecuencia se olvida, con resultados peligrosos en la educación de los hijos o en el entendimiento entre los cónyuges. 

    Por eso un ejercicio necesario es conocer bien las características peculiares del temperamento del hijo o de la pareja. Y en general también de cualquier persona con la que vayamos a tener un trato frecuente. Así no generaremos expectativas inadecuadas. Dicho en positivo, pondremos a persona en condiciones de dar lo mejor de sí y aumentar su autoestima. 

    El profesor Irala recomienda esta página que contiene un autotest para conocer el propio temperamento, y en consecuencia sus fortalezas y debilidades. Añade consejos muy prácticos.

    Aparte, claro, está el carácter, que ese sí es mejorable. También da buenas pistas sobre cómo perfeccionarlo. Incide con ejemplos de la vida diaria y de la experiencia familiar en los diferentes modos de ser y reaccionar del varón y la mujer.  

            

jueves, 7 de enero de 2021

Inteligencia emocional

 




Inteligencia emocional. Daniel Goleman

 

Durante años pasó casi desapercibida esta cualidad del ser humano, que nos permite afrontar satisfactoriamente los problemas que surgen en las relaciones interpersonales. Se cualificaba a las personas según su Coeficiente Intelectual, un índice en el que no se contemplaban las emociones ni la capacidad de controlar los sentimientos y modularlos para que nuestras relaciones interpersonales sean armoniosas.

 

Daniel Goleman explica en este libro, publicado en 1995, qué son las emociones, la importancia que tienen en nuestra vida personal y en las relaciones sociales, y cómo podemos aprender a educarlas. Porque la inteligencia emocional, clave para resolver adecuadamente los conflictos humanos, se puede educar y hacer crecer. Goleman concluye que, para tener éxito en la vida, la gestión de las emociones es más determinante que el coeficiente intelectual.

 

 Además de escritor y periodista, Goleman es sobre todo psicólogo, y ofrece una práctica relación de consejos para ayudar al lector a identificar y gestionar sus sentimientos y estados de ánimo. Muchos problemas de convivencia y de salud surgen porque no somos capaces de distinguir el origen de nuestras emociones, y tampoco nos detenemos a tratar de comprender los sentimientos y estados de ánimo de nuestros interlocutores. Esa carencia nos inhabilita para la relación fluída y fructífera, tanto en la vida familiar como en la laboral o social.

 

Hay que pararse a pensar: un enfado puede cortocircuitarse si antes de darle expresión somos capaces de detectar alguna información que pueda mitigarlo.

 

Podemos mitigar la ansiedad, que siempre está provocada por una preocupación crónica y reiterativa, muy diferente a la reflexión constructiva acerca del problema objetivo que pueda estar provocándola.

 

Hay que saber descubrir cuándo una preocupación se está volviendo crónica, para desactivarla antes de que degenere en ansiedad y nos encierre en una actitud rígida ante el problema. Si no aprendemos a controlar la preocupación, viviendo el presente y analizando fríamente el problema, esa preocupación reiterativa puede degenerar en fobias y obsesiones.

 

Muy interesante los consejos acerca de cómo generar estados de ánimo positivos, y desarrollar la capacidad de transmitirlos a los demás. Es muy bueno su análisis, basado siempre en la observación práctica de las conductas, sobre la tristeza, la esperanza, el arte de criticar, el estrés, y los recursos para cambiar los estados de ánimo negativos: escribir es uno de ellos.

 

Goleman se detiene también en analizar el carácter, del que con frecuencia olvidamos que se puede reformar para mejorarlo. A veces, como decía san Josemaría, la expresión “son cosas de mi carácter” intenta tapar que algunas manifestaciones torpes de nuestra conducta son precisamente debidas a nuestra "falta de carácter", y a que no nos decidimos a poner el esfuerzo necesario por adquirir los hábitos que constituyen el “buen carácter”.

 

Si la depresión es una de las enfermedades más extendidas en nuestros días, Goleman afirma que, aunque la tendencia a la depresión tenga un origen parcialmente genético, su causa principal parece radicar en los hábitos mentales pesimistas, que predisponen a reaccionar mal ante los pequeños contratiempos de la vida.

 

Puesto que se trata de hábitos, hay que ser conscientes de que en el fondo “el destino te lo montas tú”. Se trata de promover hábitos saludables, habilidades emocionales, que nos impedirán caer en la depresión. Así, afrontar los problemas, sin rehuirlos. Pensar, antes de actuar. Revisar y modificar las creencias pesimistas ligadas a la depresión: por ejemplo, tomar resoluciones de trabajar mejor para sacar mejores rendimientos, en vez de pensar que uno no sirve. También conviene cultivar el arte del buen humor.

 

Muy adecuados también los consejos para desarrollar la virtud de la amistad

-mejorar la expresividad de nuestras emociones; 

-aprender a distinguir la expresividad emocional de los demás, los gestos y palabras, incluso el tono de voz o la mirada, a través de los que se manifiesta su estado de ánimo (triste, alegre, agobiado…) que nos permitirá sintonizar adecuadamente, con empatía; 

-mejorar la comunicación interpersonal, saber hacer esas preguntas que facilitan el diálogo; 

-aprender a observar y escuchar a los demás para averiguar cómo se sienten; 

-decir algo agradable cuando hacen algo bien; 

-sonreír y brindar colaboración, propuestas, aliento… 

En definitiva, hábitos necesarios para mejorar la comunicación, que es la base de la comunión interpersonal y la unidad en la familia y en las organizaciones laborales.

 

Muy interesantes sus comentarios y consejos sobre la asertividad, que es la capacidad de expresar los sentimientos directa y serenamente, con sencillez, sin agresividad, sin gritos, sin echar la culpa a otros, o sin ese permanecer silenciosamente a la defensiva, en ocasiones más temible para uno mismo y para los demás.

 

 

 

 

viernes, 4 de agosto de 2017

Villete, de Charlotte Brontë. Anhelos y virtudes de convivencia

Villete. Charlotte Brontë





Villete (nombre de una ciudad imaginaria), es el título de una de las novelas de la escritora inglesa Charlotte Brontë. Es la última de sus obras, publicada en 1853, dos años antes de su prematuro fallecimiento, cuando estaba a punto de cumplir 39 años. La más conocida de sus novelas es Jane Eyre.


Ambas novelas tienen en común que se inspiran en experiencias autobiográficas de la autora. Recrean los anhelos y sentimientos de una joven con buena educación, pero que pasó parte de su infancia y juventud en malos internados, lejos del hogar. Su madre había fallecido cuando apenas contaba 5 años.


Con tono melancólico, propio de la época, Charlotte traza con gusto poético los perfiles psicológicos de sus personajes, que parecen personas reales con las que se ha cruzado en la vida. Los retrata con fina capacidad de observación, en la que se perciben quizá sus propios anhelos, y las ansias de compañía y comprensión de un corazón abatido por años de soledad y sufrimiento.  





     Se lee con agrado, y puede enseñar a descubrir el valor de algunas virtudes de convivencia, hoy olvidadas o desconocidas. Sabe mostrar el atractivo de las conductas correctas,  los defectos que pueden llegar a hacer odiosa la relación entre las personas, y también lo duras que podían llegar a ser algunas costumbres de la época marcadas por el rigorismo.



         Señalo algunos ejemplos:


Para resultar grato

“Hay temperamentos dulces, vehementes, alegres, bajo cuya influencia resulta provechoso que vivan los pobres de espíritu, del mismo  modo que quienes precisan recibir los rayos del sol” (p. 194)


La conversación interesante

“Nunca me resultó pesado escucharle, porque no se limitaba a hablar de los temas vaga o fríamente; nunca generalizaba y jamás era repetitivo (…) era observador y nada superficial. Eso hacía que su charla fuera interesante, y el hecho de que siempre utilizara sus propios recursos, sin pedir prestado ni hurtar a los libros –como hacen otros: aquí un seco dato, allá una frase hecha y en todas partes una opinión de alquiler- le aseguraba una frescura y una originalidad, tanto mejor recibidas cuanto que era muy raro encontrarlas.” (p. 194-195)

“La capacidad de sentir y la de comprender a fondo los sentimientos ajenos son facultades distintas; pocas personas tienen las dos en igual medida, y algunas carecen de ambas.” (p. 189)


Carácter

“Su alegría parecía natural y espontánea. Su porte y su aspecto (…) tenían algo de peculiar, de original. Se leía en sus rasgos un dominio nada común de las pasiones y un caudal de sana y profunda energía que, sin ningún esfuerzo agotador, sabía soportar el desengaño y extraer el aguijón (…) 

Aparecía a la vez decidido, tolerante y haciendo gala de su buen carácter. Así, ¿quién podía evitar quererle?. Él no evidenciaba ninguna debilidad de esas que todos tratamos de evitar, no mostraba ninguna irritación; sus libros no dejaban escapar esas palabras cáusticas que queman hasta los huesos; sus ojos no lanzaban esos fríos dardos que penetran, envenenados y mohosos, en el corazón. A su lado se encontraba descanso y refugio, a su lado lucía protector el sol.” (218-219)


El dolor moral y la soledad son poco comprendidos


         El mundo, capaz de comprender el sufrimiento material, no sabe comprender el profundo dolor que produce la soledad, la prueba moral. Y son muy pocas las personas capaces de mostrarse comprensivas con el que está solo, aunque vea inflamarse sus nervios, sufrir incalificables angustias y enloquecer a causa de la soledad.



No apegarse al buen carácter y la benevolencia que nos muestren otros

         …el tiempo me enseñó que su benevolencia (el tono agradable de su voz al pronunciar mi nombre, que nunca me gustaba tanto como al oírselo decir a él; su cálida mano; su aspecto benévolo…) su cordialidad, su música, no me pertenecían en modo alguno: eran una parte de él mismo, eran la miel de su carácter, eran el bálsamo de su humor. Lo comunicaba como el fruto maduro premia con ambrosía a la abeja que lo saquea. Lo difunde a su alrededor como las plantas difunden su perfume. Ama el néctar al pájaro, o a la abeja que alimenta? ¿Está el tomillo enamorado del aire?

         ¡Buenas noches, doctor John! Eres guapo, eres bueno, pero no eres mío. ¡Buenas noches y que Dios te bendiga! (p 345)



La escritura manifiesta el carácter

         "Su letra es pareja a él mismo: clara, firme, suave. Un sello sólido, lleno, marcado con fuerza. Nada de puntas agudas en las letras, hiriendo el nervio óptico, sino una escritura limpia, agradable, que apacigua el ánimo" (p 356)