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lunes, 6 de noviembre de 2023

Leer, escribir, pensar






Estos dos ensayos, uno de Jean Guitton (El trabajo intelectual) y el otro de Josef Pieper (Ocio y vida intelectual), publicados por primera vez en fechas cercanas (1951 y 1948, respectivamente) siguen constituyendo una deliciosa fuente de ideas para la noble tarea de pensar y estudiar, de leer y escribir. 

Destinados originalmente a estudiantes que necesitan aprender a ordenar con rigor su pensamiento, siguen siendo muy útiles para todas las edades en esta ruidosa cultura del siglo XXI, que por momentos parece asfixiar el necesario sosiego para elaborar el propio pensamiento a partir de la multitud de informaciones, no siempre contrastadas,  que recibimos del exterior. 

Anoto algunas ideas extraídas al leerlos.


El trabajo intelectual requiere dos cualidades contrarias: la lucha contra la distracción, para lograr concentrarse; y un distanciamiento respecto al trabajo, puesto que la mente debe alcanzar su altura, debe ser mantenida –como decía Pascal- por encima de su obra. Es el distanciamiento que se traduce en un cierto abandono del ser, en un lenguaje natural, en un quietismo de la voluntad, que a menudo faltan en algunos que son implacables trabajadores, aplicados con paciencia y constancia a su tarea con tal encarnizamiento que están poseídos por lo que saben, en vez de poseerlo y gobernarlo.

Hay que dar un valor absoluto al acto de la atención, a la búsqueda de la perfección formal, al esfuerzo por resolver un problema, a la pena de un día: todo acto de atención, de apoyo, toda búsqueda de perfección minúscula, fuera del beneficio y de todo resultado, encuentra en sí mismo su recompensa.

El esfuerzo intelectual da fruto siempre, aunque no sea en el mismo campo en que se ha aplicado sin éxito: “Si se busca con verdadero cuidado la solución de un problema de geometría y si, al cabo de una hora, no se está más allá de lo que se estaba al principio, sin embargo habremos avanzado durante cada minuto de esta hora en otra dimensión más misteriosa. Sin que se sienta, sin que se sepa, este esfuerzo en apariencia estéril y sin fruto ha puesto más luz en el alma. El fruto se hallará un día, más tarde, en la oración. Se hallará sin duda también por añadidura en un campo cualquiera de la inteligencia, quizá totalmente extraño a las matemáticas (…) Si hay verdaderamente un deseo, si el objeto del deseo es realmente la luz, el deseo de luz producirá la luz… “Los esfuerzos inútiles del cura de Ars, durante largos y dolorosos años, para aprender latín, dieron todo su fruto en el maravilloso discernimiento con el que percibía el alma misma de los penitentes tras sus palabras e incluso tras sus silencios.” (Simone Weil)

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Cómo deben ser las notas para un fichero:

-pocas: tomar nota solo de lo que nos llama la atención, de lo que nos sirve; y despreciar lo demás;

-significativas, dinámicas, adaptables;

-en papel fuerte, a lo ancho (cuando se trabajaba sin ordenadores :-)

-que no contenga cada una más que una sola idea, apoyada sobre uno o varios hechos, o nada más q un hecho cargado con uno o varios significados.

-provistas de una o varias palabras “axiales”, arriba a la derecha, que indiquen las cosas que se podrían hacer con la nota.

-con fecha, para saber en qué edad de la vida se han tomado.

-con referencia exacta del libro fuente.

-legibles, que se puedan transmitir por herencia.

-hacer cuadros sinópticos propios, sobre todo para la historia.

-llevar siempre consigo fichas intercambiables, con un formato que sirva para toda la vida. Anotar la palabra, la información, la inspiración que pasa, atrapándola al vuelo: fichas pequeñas, siempre iguales, que permitan hacer anotaciones en cualquier lugar. (A pesar del móvil y los ipad, muchos prefieren seguir llevando su bloc de notas con boli).

-recomienda no resumir en páginas el contenido de los libros, sino hacer fichas para cada idea y unirlas al fichero: así se aprovechan mejor. (Ahora el ordenador facilita unir ambas opciones.)

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Recuperar el valor del dictado en la enseñanza: en el dictado de los textos más bellos, de pensamientos perfectamente formados, encontramos un ritmo que nos sostiene, un adormecimiento agradable y fecundo.

Las oraciones vocales, vueltas a empezar siempre, siempre, son un dictado al que sometemos a Dios para que nos calme.

Cuando se dice alguna de esas frases con calma, dictando, los alumnos saben q es algo q conviene guardar en la memoria.

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Estilo es la operación que consiste en llenar de sentido el lenguaje.

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Las grandes mentes buscan las influencias, con una actividad que es como la avidez de ser. Es un trabajo muy bueno para los días de enfermedad, de fatiga, para los ratos de vacío o cansancio: buscar la influencia, parafrasear ideas de grandes autores, releerlos y dejarse llevar por ellos. Los alumnos no deberían tratar de escribir por sí mismos demasiado temprano: es preferible que primero se esfuercen por resumir a los griegos, a Aristóteles,… que antes que nada tomen prestado de los buenos, de los mejores que nos han precedido. Sobre este tema es interesante también Por qué leer a los clásicos

 

jueves, 1 de diciembre de 2022

Elogio a la carta

 

Hay tiempos, como la Navidad, en que sentimos una íntima necesidad de comunicarnos con los seres queridos. La forma de hacerlo ha cambiado mucho. La tecnología nos lo ha puesto mucho más fácil. Pero de tan fácil, quizá por el camino hemos perdido la capacidad de expresar bien lo que sentimos. Y si no nos paramos a expresarlo certeramente, corremos el riesgo de perder el sentimiento mismo, de desdibujarlo hasta dejarlo convertido en un convencionalismo superficial.

 

En Navidad y Año Nuevo miles de millones de mensajes cruzarán el espacio y aterrizarán en móviles y ordenadores. Lacónicas frases en su mayoría, dibujitos en movimiento con luces de colores, enlaces a sorpresivas músicas emotivas… Mucho ruido, pero poca comunicación verdadera.

 

Quedan unos pocos que siguen fieles a la carta navideña, entrañable, con palabras bien dichas, certeras, de corazón a corazón. Enviada por medios digitales, o todavía en papel, con sobre y postal, y hasta con sello de motivo navideño, que ya es para nota. Pero carta bien pensada, bien dicha, de corazón a corazón, personal.

 

Para decir cosas al corazón ausente no hay como la carta. En la carta, antes de escribirla, miramos a nuestro interior y nos preguntamos qué sentimos exactamente. Rebuscamos las palabras para dar con las que mejor expresen el sentimiento, el deseo, el cariño que anida dentro. Palabras que sin ser relamidas sean certeras. Breves, graciosas, sencillas. Palabras discretas pero verdaderas.

 

En la introducción a las Cartas a un joven poeta, de Rainer María Rilke, leemos un bello elogio de la carta como medio de amistad: “Soy de aquellos hombres a la antigua, que ven todavía en las cartas un medio de trato, uno de los más bellos y fructíferos.”

 

Escribamos cartas. Es un ejercicio que nos afina y enriquece, porque requiere mirar adentro para conocemos mejor. Y al intentar dar con las palabras acertadas y escribirlas, establecemos una comunicación verdadera con otros corazones. Así florece la amistad.

 

 

martes, 6 de abril de 2010

Manual del escritor.



Manual del escritor. Martín Alonso. Ed. Aguilar






Martín Alonso ofrece en este magnífico libro sabios consejos para quien quiera mejorar su capacidad de expresión y de redacción en lengua castellana. A pesar de que han pasado ya unos años desde la primera edición, no ha perdido novedad. 

He aquí algunas de sus ideas:


-Estilo es maestría para condensar.

-No usar antiguallas de otros tiempos (palabras extrañas ya en desuso).

-Las palabras son las asas de las cosas, los carritos de las ideas.

-Formarse en lo clásico e informarse en lo moderno. Para escribir mejor a la manera moderna hay que conseguir el espíritu clásico de ponderación e instinto vigoroso.

-“Desecha el libro que no logre añadir a nuestra estatura un codo” (Jarnés). Hay tanto que leer, y el tiempo es tan corto, que es preciso seleccionar bien entre lo mejor, y pasar de lo malo (que es lo que más abunda).

-Los buenos escritores son capaces de inclinar a uno u otro lado todo el dinamismo público: por eso debe cuidarlos cualquier sociedad civilizada.

-Cuida a tu editor... (Martín Alonso dedica la Introducción de su libro a hacer una sincera alabanza a Manuel Aguilar, su editor, propietario de ediciones Aguilar, en la que incluye por supuesto a la mujer del editor: toda una lección de lo que debe hacer un escritor que, además de escribir, quiera publicar ;-)

-Conocer e imitar a escritores que han dejado rastro en la historia: con inquietudes espirituales y nobles ideales (Tagore); que se han preguntado y han encontrado la verdad (Alexis Carrel, convertido en Lourdes al catolicismo); Henri Bergson (judío convertido en su fuero interno al catolicismo); Giovanni Papini, gran apologista católico.

-No hay literatura sin ideas.

-El escritor escribe cuando tiene algo de interés que decir.

-En la contemplación artística, la imagen o el goce sensible son concluyentes: si los sentidos, como dice san Agustín, anuncian el juicio de la razón, también gozan ante la belleza antes de todo cálculo racional. Por eso, en la definición de belleza está la prodigiosa fusión de la carne y la mente, del sentido y del espíritu.

-Ejercitar la memoria aprendiendo poesías clásicas.

-El periodista no debe caer en la tentación de la elocuencia: su talento consiste en la prontitud y claridad: exponer el problema, batir al adversario y dar su parecer, sin una palabra que no sea eficaz o inteligible.

-Leer a CalderónEl gran teatro del mundo (modelo de mística popularizada); La vida es sueño (grandeza de ideas); El alcalde de Zalamea (análisis sicológico del protagonista).

-Leer Rimas, de Bécquer, y memorizar alguna: Del salón en el ángulo oscuroPor una mirada un mundo

-Leer a Lope de Vega, luminoso y popular.