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martes, 26 de enero de 2021

La mujer nueva




La mujer nueva. Carmen Laforet. Ed Destino libro, 1955.

 

Menos conocido que Nada, con el que ganó el premio Nadal en 1944, La mujer nueva es un libro precioso, en cierto modo autobiográfico, en el que se narra la vida de una joven mujer en los años de la postguerra civil española.

 

Paulina, en plena guerra civil, se casa con Eulogio, joven soldado republicano, en un matrimonio sin valor religioso ni siquiera civil. Terminada la guerra Eulogio se ve obligado a huir a México. Paulina es encarcelada, y da a luz en la cárcel a su hijo Miguel.

 

Cuando al cabo de los años regresa Eulogio, Paulina es una mujer sufrida y con muchas dudas y preguntas sobre el sentido de la vida, sobre la religión –cuyo inusitado auge contempla con recelo-, sobre el verdadero sentido de su unión con Eulogio.

 

Un pariente de Eulogio, Antonio, más joven que ella y que vive en el mismo pueblo, ha entrado en su vida sentimental, recordándole afectos que creía superados o desaparecidos, muy distintos o nunca hallados en Eulogio. Pero Antonio está casado con Rita, joven mujer enferma. Y Paulina decide escapar a Madrid.


La madre de Rita, Clara, ferviente católica, es la única que percibe el hondo sufrimiento de Paulina y su crisis existencial. La noche que Paulina hace el viaje en tren a Madrid, Clara la pasa en la iglesia, rezando de rodillas ante el Sagrario, pidiendo a Dios la conversión de Paulina y una luz que ilumine su vida.

 

Paulina despierta en un bello amanecer castellano.  Raptada por la contemplación de la belleza del campo y de sus casas, siente la presencia inefable de Dios que entra en su vida y la ilumina. A partir de ese momento Paulina cambia, aunque aún deberá pasar por muchas crisis y dudas hasta resolver su futuro.

 

El libro está bien trazado, denota un hondo conocimiento de la fe católica, y quizá haya sido relegado precisamente por su inspiración cristiana. Algunos han hablado de él como un libro feminista, que tuvo que esconder su contenido -avanzado para la época- en un barniz católico que buscaría captar la benevolencia de la censura.

 

Pero Carmen Laforet escribió siempre en clave autobiográfica, y sus libros reflejan sus propias inquietudes interiores. Leyó a Edith Stein y otros conversos, y tenía preferencia por los libros de  Santa Teresa de Jesús, especialmente Las Moradas. Fue amiga de escritoras como Elena Fortún, y con ella mantuvo una rica correspondencia que evidencia sus crisis interiores y su profundo anhelo de Dios. 


Laforet dedica el libro a la famosa tenista y escritora Lilí Alvarez, "mi madrina de confirmación", que también influyó mucho en su itinerario espiritual, provocando un proceso similar al de Paulina. Lilí llevó a Carmen Laforet a hacer ejercicios espirituales, como la protagonista de la novela. 


Hay pues algo más que un barniz religioso en este libro. Más bien refleja, en mi opinión, la alegría de una profunda experiencia espiritual, que le llevó al encuentro con Dios, y su deseo de contarla. Esa vivencia extraordinaria fue para Carmen Laforet una luz de esperanza en la noche oscura de su vida. 


Está bien tratado el ambiente y la mentalidad de la postguerra en España. Con esta obra Laforet obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1955.



 


martes, 22 de diciembre de 2020

Lecturas: las ventajas de leer mucho y bueno

 

Foto El País


Ventajas de leer

Cuenta Teresa de Jesús, la santa de Ávila, que de niña devoraba novelas de caballerías. Siempre tenía alguna leyendo, y esperaba con ansia que le trajeran otra en cuanto la terminaba.

Al pasar los años, Teresa reflexionaba sobre el impacto en su personalidad de ese afán infantil y juvenil por la lectura. Sus conclusiones nos pueden servir.

a)       Esas lecturas le dejaban un cierto sabor de servidumbre (apego o esclavitud) y de irrealidad, porque leía cosas irreales, la vida no era así.

b)             A la vez descubrió el poder cautivador de la lectura y de contar historias: cuando abría un libro, aquello cobraba vida. Gracias al lenguaje humano. los libros nos dicen cosas, que luego nos acompañan en nuestra relación con la realidad. Cosas que, si el autor es bueno, nos ayudan a conocernos mejor, a conocer mejor a los demás, a modular nuestra forma de relacionarnos con cada persona. Leer permite afrontar mejor la vida y las relaciones.

c)               El riesgo no residía en el hecho de la lectura, sino en leer sólo por mera evasión. La lectura debe servir para la vida, y por eso quien escribe ha de ser capaz de despertar sentimientos, ideas y valores que sirvan para la vida. De lo contrario, corren el riesgo de hacernos perder el tiempo.  

d)               Gracias a su mucho leer adquirió un estilo propio, ágil, gracioso y fluido, con el que –al hacerse mayor- pudo comunicar de manera sencilla, atractiva y cautivadora su rica realidad interior, describir el ambiente en que vivió, las personas con las que se relacionaba, las costumbres de la época y, sobre todo, su apasionada experiencia personal de la relación con Jesucristo.


Edith Stein, intelectual judía. Leyendo a santa Teresa se convirtió a la fe católica

Los escritos de Santa Teresa han hecho bien a millones de personas, y han acercado a la fe a personajes como Edith Stein, hoy santa Teresa Benedicta de la Cruz.

También Edith Stein era una inquieta intelectual judía. Leía mucho. Esperando en casa de un amigo, tomó al azar un libro de su biblioteca. Era El libro dela vida, de santa Teresa de Jesús. Lo leyó de un tirón, y al terminar concluyó: “Aquí está la verdad”. Fue el detonante de su conversión a la fe católica, como rememoraba años más tarde en su autobiografía Estrellas amarillas.

Como Teresa de Jesús y Edith Stein, muchos de los grandes santos han sido grandes lectores. No hay más que recordar a san Agustín o a santo Tomás de Aquino.

San Josemaría Escrivá conocía los clásicos desde joven: expresiones de los Episodios Nacionales, de Benito Pérez Galdós, y de muchos otros autores, afloran con naturalidad en sus escritos, y contribuyen a dar plasticidad y estilo propio a sus obras y a su predicación.

 

Foto opusdei.es

La lectura de buenos libros es un ejercicio necesario para nuestras facultades intelectuales, afina el espíritu y abre horizontes de buenas ideas y nuevas formas de expresarlas.

La lectura nos ayuda a pensar. Quien ha leído mucho tiene más fácil el pensamiento discursivo, una conversación más rica y fluída, porque la lectura nos amplía el vocabulario. Es penoso escuchar “conversaciones” entre personas que apenas conocen el significado de unas pocas decenas de palabras, y tienen que acudir a gruñidos, tacos o aspavientos para comunicar sus opiniones o estados de ánimo.

Quien lee mucho, adquiere vocabulario, y así sabe llamar a las cosas por su nombre, que es el único modo de poseerlas: ser capaz de nombrar, de dar nombre, es manifestación de posesión y dominio. ¡Qué distinto es un paseo por el monte, cuando conocemos los nombres de las plantas y las podemos nombrar! Del mismo modo, qué distinto es nuestro pasear entre las personas cuando sabemos identificar y nombrar sus reacciones y sentimientos, y cuando sabemos expresar apropiadamente los nuestros.

Leer nos aporta riqueza de lenguaje, conocimientos y capacidad expresiva, y con ese bagaje podemos entrar en diálogo con los mejores creadores de ideas, construir un sano espíritu crítico con el que juzgar lo que acontece.

Leer mucho va enriqueciendo nuestra mente hasta permitirnos acceder a la lectura de libros cada vez más arduos y difíciles, que son necesarios para entender los complejos intríngulis de la vida.

Leer favorece la vida del espíritu, que crece mejor sobre el terreno abonado por la sensibilidad cultural. Leer afina nuestro mundo interior y la capacidad de disfrutar con la contemplación. Cuántas veces al leer una frase encontramos la descripción de un sentimiento personal, de una emoción recóndita, que intuíamos pero no sabíamos definir ni expresar hasta ese momento.

La lectura forma parte esencial de la formación cultural, que es –como explicaba san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei- indispensable para el cumplimiento del fin natural y sobrenatural de toda persona, y es aún más indispensable para todo cristiano corriente, de quienes Dios espera que sean capaces de transformar el mundo desde dentro, aflorando los valores del espíritu en y desde los ambientes profesionales y laborales. Y eso requiere incrementar constantemente la propia cultura, según la capacidad y posibilidades de cada uno.

El mundo necesita líderes culturales que muestren la belleza intelectual y moral de la fe y el modo de vivir cristiano. Personas capaces de idear y difundir estilos de vida acordes con la dignidad de la persona. Y eso requiere cultura.

 

Qué leer

Hay un libro único, capaz de satisfacer todas las inquietudes del hombre: el Evangelio. Es el libro que Dios usa para hacer presente su Palabra viva, y hablarnos.


Pantocrator del Sinaí


En realidad, el Libro por antonomasia es Jesucristo mismo, Dios hecho Hombre, el Verbo de Dios encarnado. Jesús es la Palabra que Dios nos envía en su Hijo.

El evangelista san Juan nos dice que “Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.” Jesús es la Palabra que Dios nos dirige, a cada persona, para que conociéndola seamos capaces de entender quiénes somos, de dónde venimos, cuál es nuestro destino, y el Camino para llegar: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, nos dice Jesús de Sí mismo.

Por eso la primera “lectura”, la esencial, es mirar y contemplar a Jesucristo, escuchar lo que su Vida y su Humanidad nos dice. Santo Tomás de Aquino, una de las mentes más poderosas de la historia, que había escrito unos libros impresionantes, un buen día, tras un suceso extraordinario en su interior mientras celebraba la Misa, dejó de escribir. A quienes le preguntaban por qué ya no escribía, les decía que había entendido que el mejor libro, el que encerraba toda la sabiduría, era Cristo en la Cruz: ahí estaba todo.

El Evangelio nos narra los hechos y palabras esenciales que Jesús nos dirige a cada uno. No “nos dirigió”, porque nos las sigue dirigiendo. Es un libro que goza de algo que no tiene ningún otro: está inspirado por el Espíritu Santo. Un libro vivo, que esconde en niveles siempre más profundos llamadas al corazón y a la mente de cada persona que lo lee o escucha.

San Josemaría, refiriéndose al Evangelio, escribió: “Lo que allí se narra no sólo has de saberlo: has de vivirlo”. Y recomendaba que fuese una lectura meditada, a ejemplo de María, que conservaba en su corazón todo lo que veía y escuchaba a su Hijo. Desde luego también sirven los audios, aunque la lectura facilita más meditación.


                                  


Contemplar a Jesús. Leer y meditar su Vida en el Evangelio. Y asentar todo lo que ahí aprendemos sobre la base humana de una cultura que hacemos crecer con nuestras lecturas, con lo mejor que la mente humana ha sido capaz de escribir a lo largode la historia. No lo último es lo mejor.

Entre los grandes libros están los de los grandes santos, pero también los de los buenos novelistas, historiadores, filósofos, científicos, biógrafos… Aunque cada cual tiene sus gustos y preferencias, nos conviene leer de todo, mucho y bueno.

Aquí sugiero una propuesta básica de libros que contienen, a mi juicioo y cada uno en su estilo, una visión rica y coherente del ser humano. De diversas maneras, tienen en común que ayudan a entender mejor a la persona y al mundo en que vivimos.

Están divididos por áreas temáticas. Los hay de erudición y de entretenimiento. Pero de todos se pueden extraer valores.


Antropología



El hombre en busca de sentido. Victor Frankl

En torno al hombre. José Ramón Ayllón

Creación y pecado. Josep Ratzinger

Antropología. Juan Luis Lorda


Ética y virtudes



Las virtudes fundamentales. Josep Pieper

Ética a Nicómaco. Aristóteles

Moral, el arte de vivir. Juan Luis Lorda

Desfile de modelos. José Ramón Ayllón

Sexualidad, amor y santa pureza. J.M. Ibáñez Langlois

Carta a los jóvenes. Juan Pablo II

Verdad, valores, poder. Josep Ratzinger

Cartas del diablo a su sobrino. C.S. Lewis


Literatura



El principito. A de Saint Exupery

Matar un ruiseñor. Harper Lee

La última del cadalso. Gertrud von le Fort

Los novios. Alejandro Manzoni

El Señor de Bembibre. Eugenio Gil y Carrasco

Rebelión en la Granja. Orwell

La nueva vida de Pedrito de Andía. Rafael Sánchez Mazas

La isla del tesoro. Stevenson

En lugar seguro. Wallace Stevens

 

Biografías


                                                


La puerta de la esperanza. J.A. Vallejo Nájera

Confesiones. San Agustín

Libro de su vida. Teresa de Jesús

Tomás Moro. Vázquez de Prada

Dios o nada. Robert Sarah

Santo Tomás de Aquino. Chesterton

Olor a yerba seca. Memorias. Alejandro Llano

 

Contexto histórico



Tiempos modernos. Paul Jhonson

Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio

Leyendas negras de la Iglesia. Vittorio Messori

Historia de España moderna y contemporánea. José Luis Comellas

Una mirada a Europa. Josep Ratzinger

Dios y el mundo. Josep Ratzinger

El pontificado romano en la historia. José Orlandis

Un adolescente en laretaguardia. Gil Imirizaldu

 

Religión


Conocer a Jesucristo. Frank J. Sheed

Vida de Jesús. Francisco Fernández Carvajal

Jesús de Nazaret. Benedicto XVI

¿Es razonable ser creyente? Alfonso Aguiló

El regreso del hijopródigo. J.M. Nouwen

El poder oculto de la amabilidad. Lovasik

Para ser cristiano. Juan Luis Lorda

Amigos de Dios. Josemaría Escrivá de Balaguer

Catecismo de la Iglesia Católica

Una buena selección de libros de espiritualidad, ordenada por etapas en nivel creciente de formación: https://www.delibris.org/es/node/214454

 

Sitios de internet con buenas sugerencias sobre lecturas:

http://www.delibris.org/es/

http://troa.es 

https://www.aceprensa.com/

 

 

jueves, 11 de junio de 2020

Religión en la escuela

Donde se aprenden los valores


    Samuel J. Aquila, arzobispo de Denver (USA), comparaba la juventud que se educa en el islam con la juventud en los países occidentales. Los jóvenes musulmanes aprenden a leer en el Corán. Dedican a su estudio desde niños entre 2 y 3 horas diarias, y así las enseñanzas del profeta acaban conformando sus mentes.

    La mayoría de los jóvenes occidentales, en cambio, llevan varias generaciones aprendiendo a leer sobre todo en los contenidos de sus pantallas. Publicidad, videojuegos, teleseries, redes sociales… con sus raciones de hedonismo, violencia, sexo, relativismo y agnosticismo, son los principales educadores que configuran sus mentes desde pequeños.



    Esos educadores digitales abundan en "valores" propios: eres más feliz cuantas más cosas puedas comprar; ser viejo es malo; sufrir no tiene sentido; las relaciones humanas no duran, lo normal es que las parejas y las familias se rompan; la autoridad es un peligro; el cristianismo es irracional; cuida la apariencia de tu cuerpo pero no te abstengas de nada; no te esfuerces, que ya papá Estado cuidará de tí; miente si te conviene… 

    Aquila propone volver al tesoro que contiene las más preciosas joyas de la humanidad: la Sagrada Escritura y la teología cristiana.



    Si dedicásemos 2 o 3 horas diarias a estudiar las enseñanzas de Jesús, las consecuencias para nuestra vida diaria de su riquísimo mensaje de amor y fraternidad… resolveríamos muchos problemas.

    Al menos podemos intentarlo con una hora diaria, sacadas de esas horas tontas que perdemos viendo telediarios que desinforman o programas basura, trasteando sin ton ni son las redes sociales… 


    Cualquiera que aspire a una transformación personal y del mundo, ahí tiene la clave: conocer el Evangelio. Aunque sólo fuera por curiosidad intelectual, hay que conocer la religión católica. 

    No saben el daño que hacen a la civilización, y a cada mente juvenil, quienes quitan la religión de los planes escolares.



viernes, 13 de marzo de 2020

¿Qué ha venido a traer Jesús? La respuesta de Benedicto XVI




En un reciente post mencionaba unas palabras del cardenal Sarah sobre la misión de los cristianos en el mundo. Se refiere el cardenal a la crisis de valores en la sociedad occidental, que es una llamada a la acción apostólica de todos los fieles.

Con palabras que pueden sorprender, Sarah afirma que nuestra misión no consiste en salvar a una sociedad que muere, porque ninguna civilización tiene las promesas de vida eterna. Nuestra misión consiste en vivir fielmente la fe recibida de Cristo. Así salvaremos la herencia de siglos, aunque seamos pocos.  

La solución no está en ganar elecciones, ni de influir en opiniones, afirma Sarah. No se trata desde luego de una llamada a la pasividad, sino todo lo contrario.  Influir en la política o en la opinión pública son aspiraciones nobles para todo ciudadano, que debe contribuir con su experiencia vital al bien común. Pero siendo importante, no es ese el núcleo del valor que los cristianos estamos llamados a aportar al mundo. 

Lo esencial, prosigue Sarah, es vivir el Evangelio de modo concreto, en la actividad diaria. La fe es como el fuego: para poder transmitirla tiene que arder. Nuestro deber es cuidar ese fuego sagrado de la fe, hacerla vida. Ese será nuestro calor en medio del invierno de Occidente. Cuando un fuego ilumina una noche oscura y fría, los hombres poco a poco van acercándose a él, a su calor y a su luz. 

Una idea similar expresa Benedicto XVI en su libro sobre Jesús de Nazaret, poniéndonos en guardia frente a cierta formas de mesianismo político. El demonio tentó a Jesús ofreciéndole el poder sobre los reinos del mundo. La nueva forma de esa tentación es interpretar el cristianismo como una receta para el progreso, y el bienestar común como la auténtica finalidad de las religiones.



Pero la respuesta de Jesús es clara: ningún reino de este mundo es el Reino de Dios, ninguno asegura la salvación de la humanidad. Las formas políticas revestidas de mesianismo son tentaciones diabólicas, que solo pueden llevarnos a la miseria y a la esclavitud. Debemos desconfiar de todo aquel que prometa el bienestar para siempre, la paz y la prosperidad perfectas, porque es mentira.

Lo que Jesús ha venido a traernos no es un reino humano, sino a Dios. Ahora conocemos el rostro de Dios. "Quien me ha visto a Mí ha visto al Padre." Ahora podemos mirarle, viendo a Jesús.

Ahora conocemos cómo es el sentimiento de Dios hacia nosotros, que es el de un Padre amoroso que llora por sus hijos dispersos por el pecado, porque no saben hacer buen uso de su libertad. 

Ahora conocemos el camino que debemos seguir como hombres en este mundo, que es el del amor y la entrega generosa a los demás, aunque cueste, como hace Dios con nosotros.

Jesús ha traído a Dios, y con Él, la verdad sobre nuestro origen y nuestro destino. Ha venido a traernos la fe, la esperanza y el amor. En un mundo siempre imperfecto porque está en manos de hombres con defectos, los cristianos tienen la misión de contribuir a hacerlo mejor poniendo a Dios en el centro de sus vidas, y aportar a la sociedad los valores que aprendemos de Él.

El poder de Dios en este mundo es un poder silencioso, pero es el único  poder verdadero y duradero, explica Benedicto XVI. Aunque su causa parezca estar siempre como en agonía, siempre se demuestra como lo que verdaderamente permanece y salva,  mientras los reinos de este mundo, con los que Satanás tentó a Jesús, se van derrumbando todos. 

La gloria de Cristo es una gloria humilde y dispuesta a sufrir, y nunca perecerá. Es en ese rostro humilde y entregado de Cristo donde conocemos a Dios, que es Amor. Y donde conocemos nuestro auténtico bien y nuestro destino.






jueves, 26 de septiembre de 2019

Un proyecto para Notre Dame


Un proyecto valenciano para recuperar Notre Dame




Un nuevo y apasionante encuentro periodístico en la oficina. Esta vez con el joven ingeniero de diseño industrial Fran Canós. Su proyecto para la restauración de la catedral de París ha sido seleccionado como uno de los mejores por la plataforma mundial de arquitectura GoArchitect






El incendio de Notre Dame sobrecogió a todo Occidente. Emocionó, impactó, removió algo en el interior de millones de personas que lo presenciaron en directo o en sus pantallas. 


Creyentes y no creyentes fueron tocados por un cierto sentimiento de “riesgo inminente de horfandad” si aquel incendio no se apagaba pronto. 





Sin acuerdo previo, millares de personas salieron a las calles de París para contemplar lo que sucedía, y espontáneamente surgieron cánticos y oraciones de sus gargantas emocionadas…










Apagado el fuego y comprobados los daños, la respuesta popular fue unánime: había que restaurar cuanto antes la catedral, porque representa mucho más que un símbolo: es la raíz de un pueblo que ha crecido y es lo que es gracias al espíritu que ese templo encarna.





Junto a la voz del pueblo y los gobernantes, enseguida llegaron las propuestas de los arquitectos. Y entre ellas la de Fran Canós.





Fran, en cuanto vio el incendio, supo que aquello debía arreglarse. Y que el arreglo debía respetar la belleza del original, sin personalismos que, buscando dejar “la firma”, cambian y a veces destrozan irreversiblemente el monumento y su sentido.

No estaba en su mente que fuera a ser elegido o nominado, sólo que debería contribuir de alguna manera. Y se reservó la siguiente tarde del viernes para empezar a trabajarlo. Comenzó acopiando toda la información y planos sobre Notre Dame.



Su proyecto usaría los mismos materiales nobles empleados en Notre Dame, y aprovecharía la tecnología actual para dar a la piedra la gracilidad necesaria para encajar con la anterior sin resultar estridente. Ha ideado unos encajes de piedra que protegen, realzan y respetan la belleza y el espíritu originario del templo, a la que lo dotan de un relato contemporáneo.




Fran tiene claro que los primeros arquitectos y constructores de Notre Dame quisieron expresar que toda magnificencia es poca cuando está destinada al Creador del universo. Y que el lugar debería facilitar el encuentro con Dios de las personas que elevan a Él su corazón con sencillez. 


El templo es un lugar de oración, y la oración requiere un ámbito recogido y sencillo, no admite extravagancias ni “afirmaciones” personalistas que distraigan de lo esencial, que es el culto divino. Y en este caso, además, debía acoger el precioso sentimiento filial de devoción a la Virgen María, Nuestra Señora, Notre Dame, como la llama el pueblo francés.

Fran dedicó horas de trabajo. Introdujo todos los datos en su programa de ordenador, y surgió de la impresora 3D esta preciosa maqueta.










Su proyecto, sencillo, elegante y respetuoso, acerca a quien lo contempla al sentido de la fe cristiana. Respeta la misión que le dieron sus primeros constructores, que es uno de los principios que pasan por alto algunas otras propuestas, más aparatosas y estridentes que dignas y elegantes. Y le aporta una grata modernidad.







Fran tiene su estudio en Nules. A pesar de su juventud, ha ganado ya numerosos premios y nominaciones, entre otros el premio Reddot Award 2018, un verdadero Oscar del diseño, con este precioso grifo ensamblado, ideal para facilitar la limpieza y eliminar riesgos de averías.





Como todos sus diseños, la idea surge de su mente creativa, que sabe descubrir aspectos mejorables de la vida de las personas y a continuación aplicar su ciencia y su arte para crear entornos más bellos, más prácticos y más cómodos.





Al encuentro con Fran asistieron periodistas y expertos en arquitectra, diseño e imagen, con lo que es fácil imaginar la animada tertulia que siguió a su exposición. 





Y concluyó con los mejores deseos de todos para que su proyecto para Notre Dame resulte elegido por los franceses. 



La web del Opus Dei se ha hecho eco de la noticia con esta entrevista: