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miércoles, 13 de marzo de 2019

Rebelión en la granja


Rebelión en la granja. George Orwell (1903-1950)



Hay autores que saben mirar a su alrededor con ojos libres, y extraen una predicción sabia del futuro al observar con sentido común la evolución de los acontecimientos y las políticas de los gobernantes. George Orwell ha sido  uno de los más preclaros en tiempos recientes. Tanto Rebelión en la granja, escrita en 1945,  como 1984, publicada en 1949, son dos avisos a sus coetáneos, y a la posteridad, para que sean conscientes de lo que se les viene encima si se dejan embaucar por la retórica ideológica.


G. Orwell nació en la India, en el seno de una acomodada familia de funcionarios británicos. Estudió en Eton, pero renunció a un futuro cómodo porque le disgustaba e inquietaba el papel de Inglaterra en el Imperio británico. Se hizo socialista. A los 35 años, en 1938, vino a España para luchar en la guerracivil en el bando republicano. Y como tantos jóvenes que lucharon junto a los comunistas contra las tropas de Franco, se convirtió en un acérrimo anticomunista. Como escribe Charles van Doren,  al igual que otros, sintió que los comunistas habían traicionado la revolución española, y nunca se lo perdonó, ni a ellos ni a la Unión Soviética, de la que procedían principalmente.”

                                               George Orwell

Rebelión en la Granja es una de las mejores fábulas políticas que se han escrito. Orwell vuelca en ella su experiencia en la guerra civil española, su ilusión inicial y su pronto desengaño. Los animales se rebelan contra el granjero. Quieren gobernar por ellos mismos, al grito de “todos los animales son iguales”. La frase queda  grabada a la vista de todos, como expresión de la nueva revolución que traerá la igualdad y la felicidad soñadas para siempre.


Pero enseguida los cerdos, al parecer más inteligentes, empiezan a ser los que toman las decisiones, mientras a los demás les toca trabajar y obedecer. Hasta que una buena mañana los animales descubren, perplejos, que alguien ha completado la frase bandera de la revolución: “…pero algunos son más iguales que otros.


La distorsión del lenguaje ha caracterizado a todas las tiranías de nuestro tiempo. Y las sigue caracterizando. Esa retórica sentenciosa de los cerdos es la retórica de los políticos y manipuladores de la historia y la cultura.


Orwell la trata magistralmente también en otro de sus libros premonitorios: 1984.  Publicado en 1949, anticipa el control tiránico, sutil y omnipotente, del Gran Hermano, que vigila permanentemente para que nadie disienta –¡¡ni de pensamiento!!- de la ideología oficial.





El Gran Hermano impone su neolengua, en la que las palabras se emplean para mentir, y no para decir la verdad. Y como el poder tiránico del Gran Hermano no entiende de bromas ni está dispuesto a veleidades, crea un cuerpo de policía especial, la Policía del Pensamiento para controlar hasta las palabras que empleamos (¡¡ay del que las pronuncie!!). Y, por supuesto, hasta el sexo: una fuerza y un poder demasiado importante como para dejarlo en manos de personas libres. El Gran Hermano mete también ahí sus pezuñas.


Orwell vió venir ese encarcelamiento de las libertades, y nos advirtió con tiempo. Son tiempos de no dejarse embaucar, y para ello fortalecer el sentido crítico ante lo que nos intentan vender los embaucadores de turno. Y resistir a ciertas censuras. Si queremos vivir en libertad, claro.

P/D: vean por ejemplo esto









lunes, 2 de enero de 2023

Algunos libros en la vida de Joseph Ratzinger


 

Lecturas que dejaron huella en Joseph Ratzinger-Benedicto XVI

Peter Sewald, en su espléndida biografía de Benedicto XVI, desgrana, al hilo de sus conversaciones con el papa, algunas de las lecturas que han podido marcar la trayectoria intelectual de Ratzinger desde sus años jóvenes.

Para un intelectual que ha dedicado su vida a buscar la verdad en lo mejor del saber humano y en el tesoro del Evangelio y de los Padres de la Iglesia, es lógico que la enumeración no sea exhaustiva. Pero algunos títulos resultan significativos, y el propio Ratzinger señala que han sido decisivos en el desarrollo de su pensamiento.

 

Amor y verdad. Agustín y Tomás de Aquino

        Ratzinger descubre a san Agustín al leer Las Confesiones, y queda cautivado por su profunda y viva teología, que emana de su experiencia vital, muy distinta a la de Tomás de Aquino.

La lectura de Tomás de Aquino (demasiado impersonal para su gusto, en un principio) no le interpela con esa fuerza, pero la de Agustín sí, profundamente, porque Agustín se muestra como hombre apasionado que sufre y se interroga. Agustín es alguien con el que uno puede identificarse, afirma Ratzinger, porque Agustín ve la propia pobreza y miseria de pecador a la luz de Dios, y a la vez se siente movido a la acción de gracias por el hecho de ser aceptado por Dios y elevado mediante la transformación de su persona.

A Agustín lo veo como un amigo, como un contemporáneo que me habla”, explica Ratzinger. Agustín es “una persona animada por el inagotable deseo de encontrar la verdad, de descubrir qué es la vida, de saber cómo debe vivir uno.”

        La huella de Agustín de Hipona se percibe en los escritos de Ratzinger: “El ser humano es un gran enigma, un profundo abismo. Sólo a la luz de Dios puede manifestarse plenamente también la grandeza del ser humano, la belleza de la aventura de ser hombre.”

Con la lectura de san Agustín, en Joseph Ratzinger arraiga el convencimiento de que no bastan los libros para conocer a Dios: “sólo una profunda moción del alma puede producir abundancia de conocimiento de Dios.”

Pero también el poderoso rigor intelectual de Tomás de Aquino ayudó a configurar su mente. Ya en 1946 su profesor le hizo un encargo que le marcaría: traducir del latín la Cuestión disputada sobre la caridad, de santo Tomás. Debía encontrar las innumerables citas en los pasajes originarios de la Sagrada Escritura, así como rastrear los textos de filósofos y teólogos que menciona Tomás –Platón, Aristóteles, Agustín–, cotejarlos y localizar y registrar capítulo y líneas correspondientes a cada uno de ellos.

Esta tarea propició su encuentro intelectual con Edith Stein, que había traducido por primera vez al alemán las Cuestiones disputadas sobre la verdad.

El amor y la verdad se convertirían con el tiempo en temas centrales de toda la obra de Ratzinger. A su juicio, no puede haber amor sin verdad ni verdad sin amor. Curiosa casualidad: el amor no solo fue su primer tema como teólogo, sino también el tema de su primera encíclica como papa. Su ópera prima en la facultad, con el título de Comunicación sobre el amor, apareció en una tirada de dos ejemplares (el primero, manuscrito; el segundo, mecanografiado); su ópera prima como papa, Deus caritas est [Dios es amor], en una tirada de más de tres millones de ejemplares.

Edith Stein fue canonizada por Juan Pablo II, en presencia de Ratzinger, el 11 de octubre de 1998 en la plaza de San Pedro de Roma. Simultáneamente, el papa polaco declaró a la mártir alemana copatrona de Europa. «Sea consciente de ello o no, quien busca la verdad, busca a Dios», afirmó la carmelita santa.


El futuro de la humanidad. Herman Hess, Guardini, Newman, Orwell

        Influyen mucho en el joven Ratzinger dos obras de Herman Hess: El juego de los abalorios y El lobo estepario. Hess se confronta críticamente con el espíritu de la época.

En El juego de los abalorios hay un asombroso parecido con la trayectoria intelectual y religiosa de Ratzinger: el joven protagonista ingresa en una orden ficticia que busca la verdad mediante el saber y la música, y llega a lo más alto de la orden.

El lobo estepario narra el desgarro anímico de la época: el protagonista es un personaje hipersensible y solitario, hombre de libros y de ideas, buen conocedor de Mozart y de Goethe, criado por padres y maestros cariñosos, severos y muy píos, que vive inmerso entre una cultura europea antigua que se hunde y una tecnocracia moderna que crece excesivamente. Añora los corazones llenos de espíritu, no puede encontrar la huella de Dios en una época tan burguesa, y por eso se siente como un lobo estepario en medio de un mundo cuyas metas no comparte.

        Ratzinger estudió a fondo las obras de Romano Guardini y de J. H. Newman, de Sartre, el Diario de un cura rural, de Bernanos… Todo ello iba dejando huella en su mente, que aprendía a discernir con sentido crítico, a tomar lo bueno y colegir el daño que puede hacer lo malo.

Son obras que ayudan a penetrar y hacerse cargo de los problemas que abruman al hombre de nuestro tiempo. Permiten vislumbrar también los riesgos que acechan a la humanidad, sobre los que Benedicto no ha cesado de reflexionar y poner en guardia con su Magisterio, en el que junto a la racionalidad de los argumentos se percibe la asistencia del Espíritu Santo.

Cuatro de sus lecturas preferidas sobre la peligrosa deriva del mundo han sido 1984 (G. Orwell), Un mundo feliz (Aldous Huxley), Señor del mundo (R.H. Bergson, puesta de relieve y recomendada también por el papa Francisco), y Breve relato del Anticristo (Vladimir Soloiev).

 



Amor y sexualidad. Adam y Joseph Pieper

Los libros de August Adam sobre el amor y la sexualidad influyeron en el pensamiento de Ratzinger. Adam afirma que el impulso sexual no debe considerarse “impuro”, sino un regalo que a través del amor al prójimo alcanza su santificación.

        Estas ideas, junto a las de Josef Pieper en su libro El amor, aparecen en su primera encíclica: Deus caritas est, en la que habla de “sumergirse en la embriaguez de la felicidad”. La encíclica explica la misión caritativa de la Iglesia en el mundo: “Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios permanece en Él.”. Ese es el corazón de la fe cristiana, la imagen cristiana de Dios y la consiguiente imagen del hombre y de su camino en la tierra: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él.”

        El cristianismo no ha destruido el eros: al contrario, la humanidad de la fe incluye el sí del hombre a su corporeidad, creada por Dios. El eros regalado por el Creador permite al ser humano pregustar algo de lo divino.

        Amor a Dios y amor al prójimo forman una unidad indisoluble. Sin amor al prójimo el amor a Dios se marchita. Sin amor y contacto con Dios, en el otro no reconoceré su imagen divina.

        “El amor es una luz –en el fondo la única- que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar. El amor es posible, y nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido creados a imagen de Dios.”

 

La nueva física encamina de nuevo a los científicos hacia Dios y hacia la imagen cristiana del hombre.

La Filosofía de la libertad de Wenzl mostró que la imagen del mundo derivada de la física clásica, en la que Dios no desempeñaba ya papel alguno, había sido reemplazada, a consecuencia del desarrollo de las propias ciencias de la naturaleza, por una imagen del mundo que volvía a ser abierta.

La convicción entre los intelectuales con los que se codea Ratzinger en la universidad era que los científicos, «en virtud del cambio radical iniciado por Planck, Heisenberg o Einstein, estaban de nuevo en el camino hacia Dios». Era hora de que la metafísica, es decir, la doctrina de lo que se encuentra detrás del mundo conocido y calculado, volviera a ser de una vez la base común de todas las ciencias.

En resumen: el futuro tan solo podía ser reconstruido sobre una base intelectual, conforme a la idea de la vida que está bosquejada en la liberal y reconciliadora imagen cristiana del hombre.

 

Cambio radical de pensamiento y Filosofía de la libertad.

Si esta obra de Wenzl (Filosofía de la libertad) fue para Joseph impulso para pensar e inspiración, el libro del profesor de teología moral Theodor Steinbüchel Cambio radical de pensamiento se convirtió en lectura clave. Quería conocer «lo nuevo» en lugar de limitarse a una filosofía «manida» y «envasada». El novel estudiante se sentía muy decepcionado por profesores que habían dejado de ser personas indagadoras y, en su estrechez intelectual, se contentaban con «defender lo hallado frente a cualquier pregunta».

En Verdad, valores, poder, de Steinbüchel, Ratzinger leyó frases que le conmovieron profundamente: «El ser humano se da solo ante Dios y solo en libertad; únicamente bajo ambas condiciones es persona». El «conviértete en lo que eres» tiene sentido sólo si se sabe realmente qué es el hombre: ser hacia Dios. Y llegar a ser uno mismo, como exigía Heidegger, solamente es auténtica realización del yo si es incorporado a la relación con Dios, en la que se cumple lo que de verdad son el «hombre» y el «yo».

De ahí que Dios no sea, como sostiene Nietzsche, la muerte y la ruina del hombre, sino su vida: «El garante de su libertad es Dios, porque este lo ha creado como el ser que se trasciende hacia el tú y porque esta trascendencia de su ser tan solo se realiza en la vida de la libertad personal».

Steinbüchel, en su Cambio radical de pensamiento, se basa en la obra poco conocida de Ferdinand Ebner, quien a principios de siglo XX redescubre que la palabra de la revelación no es una construcción del pensamiento, sino hallazgo y recepción, comprensión de sentido que el pensamiento no ha ideado por su propio poder.  Un ser conocido que es la realidad del Dios personal que en su palabra se dirige al hombre perceptor.

Sólo en este dinamismo vivo y decisivo se constituye la existencia humana en su singularidad más profunda, misteriosa y responsable. Ebner construyó una filosofía de la relación yo-tú entre la criatura y el Creador que ponía las bases del existencialismo cristiano y del pensamiento dialógico.

 

Hildegarda de Bringen, sabia, científica y mística

Quizá para nosotros poca conocida, desde su juventud Ratzinger se sintió atraído por la figura de Hildegarda de Bringen, sabia, médica, poeta, compositora y mística, que vivió en el siglo XI y ha sido canonizada y declarada doctora de la Iglesia por él cuando llegó a Papa. Hildegarda amó a Jesucristo en su Iglesia, sin ingenuidad ni timideces: como Benedicto. Seguro que esta santa doctora ha ocupado el papel de guía fiel en el camino espiritual e intelectual de Benedicto.


                           

sábado, 2 de junio de 2012

Manifiesto para periodistas sencillos

Sigo mi lema de copiar (o quizá recopilar, que suena mejor) las cosas buenas que escriben otros. Muchas veces el mejor servicio a la cultura es remitir a las ideas buenas, en vez de repetir con palabras peores lo que ya otros han dicho mucho mejor: facilitar que la gente encuentre lo mejor. Este es el manifiesto de Tim Radford, recogido aquí por Toni Piqué.




Tim Radford se ha jubilado. Después de editar millones de frases en las secciones de Ciencia, Cartas al Director y Cultura de The Guardian y en las revistas de Elsevier, el veterano periodista ha publicado este manifiesto que uno ha traducido lo mejor posible porque es una pena perdérserlo por no saber inglés. Si saben es mejor que lean el original. Es más divertido y, bueno… ¡es el original!

1. Cuando te sientes a escribir habrá una sola persona importante en tu vida. Se trata de alguien a quien jamás verás llamado lector.

2. No escribes para impresionar al científico al que acabas de entrevistar, ni al profesor que fue decisivo para tu graduación, ni al editor estúpido que te rechazó o a esa persona tan atractiva que acabas de conocer en la fiesta y sabía que eras periodista (o a su madre). Escribes para impresionar a alguien que está colgado de la barra del metro entre las estaciones de Parsons Green y Putney y que dejaría de leerte en un milisegundo si pudiera hacer algo mejor.

3. Así pues, la primera frase de tu artículo será la más importante en su vida y luego la segunda y la tercera. Porque, a pesar de que tú –empleado, apóstol o apologista– te sientas obligado a escribir, nunca nadie está obligado a leer.

4. El periodismo es importante. Pero uno nunca debe engreírse con esa importancia. Nada mejor que la pomposidad para llevar al lector a cambiar tu pieza por el crucigrama o los resultados hípicos. Por tanto, las palabras simples, las ideas claras y las frases cortas son de vital importancia. Y también un toque irreverente.

5. Una frase que merecería ser grabada en la funda de tu computador: “Nadie se quejará jamás si escribes algo fácil de entender.”

6. Otra cosa que debes recordar cada vez que te sientes ante el teclado: “Nadie tiene por qué leer esta mierda”.

7. En caso de duda, asume que el lector no sabe nada. Sin embargo, nunca cometas el error de suponer que es estúpido. El error clásico en periodismo es sobreestimar lo que el lector sabe y subestimar su inteligencia.

8. La vida es complicada, pero el periodismo no puede ser complicado. Precisamente porque asuntos como la medicina, la política, la contabilidad o las ordenanzas de Mornington Crescent son complicados, los lectores recurren a The Guardian, o a la BBC, o a The Lancet. Porque tienen la esperanza de que se los expliquen de forma sencilla.

9. O sea, si un asunto está tan enredado como un plato de espaguetis, tu texto consiste en un solo espagueti cuidadosamente extraído del plato. Lo ideal sería que además llevara adherida salsa de aceite, ajo y tomate. El lector agradecerá que le hayas dado una parte simple y no todo el enredo del plato. Porque (a) el lector sabe que la vida es complicada y agradece que alguien le explique con claridad al menos un fragmento, y (b) porque nadie lee informaciones que sugieren algo como “lo que sigue es inexplicablemente complicado...”

10. Por lo tanto, una regla básica es esta: una información solo debe contener una gran historia. Si te sientes aguerrido para lidiar con cuatro grandes asuntos de una historia, haz que el entrelazamiento de esos asuntos sea el argumento de tu información. Puedes agregar algún elemento picante pero solo si no te aparta del único argumento narrativo que hayas elegido.

11. Una observación. Ni se te ocurra empezar a escribir hasta que no hayas decidido cuál será tu argumento y no puedas decirlo en una sola frase. Pregúntate luego si tu madre escucharía esa frase durante más de un microsegundo antes de dedicarse de nuevo a la plancha. Porque cuando quieras venderle un artículo a tu editor recibirás ese mismo nivel de atención. Así que ten mucho cuidado con esa frase. Además, esa frase será a menudo –no siempre, pero muchas veces– la primera frase de tu artículo.

12. Siempre hay una primera frase –una introducción, una entrada…– ideal para cualquier artículo. Pensar en ella antes de empezar a escribir ayuda de verdad: descubrirás que las siguientes frases se escriben casi solas y muy rápidamente. Esto no significa que seas simplista, facilón, superficial o pícaro. Ni tampoco un superdotado. Solo significa que has dado con la entrada idónea.

13. Un periodista no debe sentirse insultado si lo llaman “simplista”, “facilón”, “superficial” o “pícaro”. Cuando paga por un periódico, el comprador desea que la información le llegue con facilidad y rapidez, sin notas ni referencias oscuras o aclaraciones a pie de página.

14. "Sensacional" o "trivial" no son insultos para un periodista. Uno lee lo que lee –teatro isabelino, novelas rusas, cómics franceses, novela negra americana…– porque algo en esas obras apela a su sentido de la emoción, del humor, del romance o de la ironía. El buen periodismo debe ofrecer sensación de humor, de emoción, de intensidad o acidez. “Trivial” es el insulto favorito de los estudiosos. Pero incluso ellos se interesaron por su objeto de estudio porque se sintieron atraídos por algo brillante, llamativo y, en efecto, trivial.

15. Las palabras tienen significado. Debes respetarlo. Ve a la raíz [be radical]:búscalos en el diccionario, averigua de dónde vienen. Luego, utilízalos de forma adecuada. [No hagas alarde de autoridad porque eso puede demostrar tu ignorancia. No te metas por un camino complicado sin preguntarte antes cómo piensas recorrerlo (el original es un juego de palabras y significados que pillo pero no sé traducir bien)].

16. La regla dice que debes huir de los clichés como de la peste. Excepto cuando das con el cliché adecuado. Te sorprendería lo útil que es un buen cliché usado con criterio. Porque en el periodismo no siempre tienes que ser tan inteligente, pero siempre tienes que ser muy rápido.

17. Las metáforas son buenísimas. Eso sí, no las elijas disparatadas y nunca, nunca las mezcles. En The Guardian, los copy-editors [en los diarios británicos los llaman “sub[editor]s”] concedían el premio “Piraña Amordazada”, una especie de Oscar de la incompetencia que toma el nombre de un reportero de laboral, que advirtió al mundo que “los gatos monteses del congreso del Sindicato se ocultan en la maleza, dispuestos a saltar como pirañas si no son amordazados”. George Orwell informa de un diputado que dijo: “el pulpo fascista calzado con botas [jackbooted] ha entonado el canto del cisne”.

18. Ojo con hacerse el enrollado, el buena onda. Cuando Moisés ordenó a sus comandantes que degollaran a todos los madianitas no lo hizo para demostrar que él era muy duro. Cuando advirtió al Faraón que dejara ir a su pueblo no le dijo: “colega, déjanos sitio, ¿no?” y el Faraón tampoco respondió: “ni de coña, tío”. El habla de taberna o de café tiene su propio ritmo, su propio lenguaje corporal, sus propias señales. El habla de la página de diario no tiene acento, no hay tono de voz que señalice la ironía, la comedia o la broma. Debe ser directo, claro y vívido. Y para eso es preciso que respete la gramática oficial.

19. Cuidado con las palabras largas y absurdas, con la jerga. Esto es doblemente importante si eres periodista científico, pues de vez en cuando tendrás que manejar palabras que no utiliza ningún ser humano normal: fenotipo, mitocondria, inflación cósmica, campana de Gauss, isostasia… Así que no es necesario que, además, digas “radiante” y “dichoso” en lugar de “brillante” y “feliz”.

20. Es mejor el inglés que el latín [la lengua ordinaria que la culta]. No extermines, mata. No salives, que se te caiga la baba. No incineres, quema. Moisés no le dijo al Faraón: “La consecuencia de no liberar a cierto grupo étnico podría dar lugar en última instancia a algún tipo de manifestación de las algas en la principal cuenca hidrográfica, con resultados imprevisibles para la flora y la fauna, que podrían afectar al consumo humano.” No. Le dijo: "las aguas del río se convertirán en sangre, los peces que hay en él morirán y el río apestará.”

21. La gente siempre respondemos a lo que nos es próximo. Los ciudadanos del sur de Londres deberían preocuparse más por la reforma económica en Surinam que del próximo resultado del Millwall [un equipo de fútbol de la zona], pero la mayoría no lo hace. Acéptalo. El 24 de noviembre de 1963, el Hull Daily Mail me mandó buscar un ángulo local sobre el asesinato del presidente Kennedy. Hasta que no encontré este arranque: "Los ciudadanos de Hull estaban ayer de luto...", no me dejaron seguir explicando todo lo que había pasado en Dallas.

22. Lee. Lee un montón de cosas diferentes. La Biblia del Rey Jaime y Dickens y los poemas de Shelley y Marvel Comics y novelas de Chester Himes y Dashiell Hammett. Fíjate en las maravillas que puedes hacer con las palabras. Mira la forma en que esos autores evocan mundos enteros en apenas media página.

23. Cuidado con los definitivos. El último caballo en el abrevadero de Surrey quizá no sea el último en el de Godalming. Casi siempre hay alguien que es más grande, más rápido, más viejo, más precoz, más rico o más nauseabundo que el candidato a quien acabas de calificar con ese superlativo. Ahórrate la molestia. Escribir “uno de los primeros...” te sacará del apuro. Si no puedes, sigue la norma: escribe “según el Libro Guinness de los Récords...”, "según la lista de los más ricos del Sunday Times..." y así.

24. Hay cosas que el buen gusto y la ley no permiten escribir. Mis favoritos son “Asesino absuelto” y (en un reportaje sobre una obra de teatro sobre la Pascua de Resurrección) “Paul Myers, que interpretó a Jesucristo, fue la estrella del espectáculo.” Examina qué textos son de mal gusto y cuáles te pueden costar hasta medio millón de libras por palabra.

25. Los periodistas tienen una responsabilidad que no es sólo legal. Por tanto, busca la verdad. Si es difícil de alcanzar, y a menudo lo es, por lo menos busca la imparcialidad y sé consciente de que la historia siempre tiene otras caras. Cuidado con las apelaciones a la objetividad. Son las más sospechosas entre todas. Puedes informar que la Royal Society dice que la modificación genética es una buena cosa y que el uranio empobrecido es casi inofensivo. Pero debes recordar que quienes inventaron la modificación genética fueron incorporados inmediatamente a la Royal Society por miembros de esa entidad que entraron
porque sabían cómo enriquecer barras de combustible de uranio y empobrecer el sobrante. Parafraseando a Mandy Rice-Davies, diríamos: "¿qué otra cosa podían hacer, no?". 



martes, 11 de agosto de 2020

Historia del leer

Breve historia del leer. Charles Van Doren



 

    El libro de J.K. Rowling (n. 1965) había sido rechazado ya por 12 editoriales. Cuando,  sin mucho ánimo ofreció su obra a la número 13, el presidente de la editorial lo aceptó al comprobar que su hija pequeña leía de un tirón la primera parte y reclamaba la segunda. Nacía Harry Potter.

 

    El último libro de la serie que transcurre en el Colegio Hogwards vendió 250.000 ejemplares en las 24 horas siguientes a su lanzamiento. Hoy Rowling es la escritora más rica de la historia. Ha vendido más de 8 millones de ejemplares, creando con detalle “un mundo en el que destaca la inquietante presencia del mal, la emoción de la magia y sobre todo la hermosa valentía de Harry, su coraje para hacer frente al señor del mal aun a riesgo de su vida.”

 

    Sin duda este comentario sobre la historia y contenido de Harry Potter nos pone en la pista de por qué una lectura podría ser interesante o no.  Para comprender una obra literaria conviene saber algo de la vida de su autor y de las circunstancias que rodearon la publicación. 


    Además, son tantos los miles de títulos existentes que nos conviene la orientación de algún experto de confianza, que nos diga cuáles han sido a su juicio los autores y títulos más significativos e influyentes, para bien o para mal, y por qué.

 

    Es lo que nos ofrece Charles van Doren, especialista en literatura e historia del pensamiento contemporáneo, en esta obra magistral: un repaso a los autores y títulos a su juicio más determinantes desde que el hombre comenzó a escribir, comenzando por Homero y su Ilíada hasta Arturo Pérez Reverte y su capitán Alatriste, pasando por La República de Platón, la Poética de Aristóteles, las Confesiones de san Agustín, La Divina Comedia de Dante, Los Pensamientos de Pascal, Guerra y Paz de Leon Tolstoi, los Principios de Psicología de William James, la Rebelión en la granja de George Orwell o El espía que surgió del frío, de Jhon Le Carré

 

    El trabajo consta de un total de 182 entradas, expuestas en orden cronológico, que incluyen todos los estilos literarios. El libro concluye con una propuesta de plan de lecturas a 10 años.

 

    Lectura recomendable, tanto por el panorama “a vista de pájaro” que ofrece, como por el buen juicio y sentido común de sus valoraciones. Para leer y saborear con calma.

 

    Algunas anotaciones muy parciales de dos de sus comentarios, que pueden resultar indicativas del resto:

 

    Alexander Solzhenistsyn (1918-2008): una muestra clara de cómo la historia personal del autor da la clave de valoración e interpretación del libro. El intelectual ruso fue deportado a Siberia y condenado a trabajos forzados solo por el hecho de haber criticado a Stalin en una carta privada. Un día en la vida de Ivan Denisovich es un relato de sus propias y terribles experiencias en Siberia, haciendo trabajos cuya única utilidad era el castigo físico, a 13 grados bajo cero. A pesar de su situación logró escribir en secreto el relato y sacarlo al exterior de la Unión Soviética. Se publicó en 1962. En El primer círculo describe con maestría el sistema de delación y desconfianza en que consiste el comunismo, que crea una atmósfera irrespirable y acaba por hacer imposible la convivencia. Este libro le valió el Nobel de Literatura.


    La lectura de Alexander S. plantea la gran pregunta: "¿cómo es posible que tanta gente haya aceptado voluntariamente ese terror impuesto por esos terribles tiranos que fueron Hitler, Mao o Stalin, y les sigan aclamando en nuestros días?"

 

    René Descartes (s. XVII), agudo y rebelde, pero inventor de una estructura de conocimiento sesgada, porque descarta el saber que procede de la intuición, de la experiencia o del sentido común, tan importante como el saber científico. Sus seguidores extendieron el prejuicio de que sólo es valioso el conocimiento al que se puede aplicar el método geométrico, y ese grave error ha supuesto el languidecer de las humanidades hasta nuestros días. Pero tenemos remedio para ese fatal sistema cartesiano: “podemos aplicarle su método, y dudar de él a tope.

 

 

 

 

jueves, 28 de enero de 2021

Lo que no podemos ignorar

 


Lo que no podemos ignorar. Una guía. J. Budziszewski. Ed Rialp

 

¿Qué sabemos acerca de lo bueno y lo malo, cómo conocemos la ley natural, esas verdades morales comunes que todos deberíamos seguir? A esas preguntas necesarias trata de responder el autor en este libro.

 

Profesor de filosofía en la Universidad de Texas y especialista en filosofía política, Budziszewski procede del ateísmo. Su trayectoria intelectual y vital le llevó a la conversión al cristianismo y en el año 2004 fue admitido en la Iglesia Católica. Es autor de numerosos libros de su especialidad y sobre la fe cristiana, dirigidos especialmente a jóvenes universitarios.

 

En este ensayo reflexiona acerca de la necesidad del “replanteamiento de lo obvio”, que -por las profundas oscuridades en que se ha sumergido el hombre en nuestros días- es hoy la principal obligación de los hombres inteligentes (George Orwell).

 

Esas oscuridades llevan a muchos a vivir como si no existiesen unos principios morales básicos, comunes a todos, que constituyen la ley natural. Pero el corazón es insincero y puede no querer reconocerlos. Precisamente esa tendencia al autoengaño es una de las cuestiones en que Budziszewski ha centrado su investigación académica. Nos autoengañamos, y además resulta arduo vivir en coherencia con esos principios cuya existencia intuimos, porque aspirar a lo más alto requiere subir. Es más fácil dejarse caer, y el mundo complejo en que vivimos parece incitar a esa pendiente resbaladiza.  

 

 La abolición del hombre, de C.S. Lewis, es para el autor uno de los mejores tratados sobre la ley natural, “el mejor del siglo XX”, afirma. Esa ley, que llevamos inscrita en nuestro ser, es el fundamento del sentido común universal de los hombres. Cuando se pierde esa referencia común, se tambalea el edificio entero de la convivencia, pues una sociedad libre y pacífica sólo puede ser edificada sobre el cimiento de unos valores humanos compartidos. Debemos estar prevenidos frente a los sistemas políticos e ideologías que nieguen esa base fundamental.

 

En las democracias occidentales, la ley es dictada por la mayoría. Pero hay cosas que también están prohibidas para las mayorías. Que algo esté sustentado por una mayoría no puede ser el fundamento de que sea bueno o malo. Son esos preceptos morales comunes innatos los que determinan lo bueno o malo. Todos tienen capacidad de llegar a reconocer esos principios, que por otra parte han estado claros en la tradición durante siglos: es malo robar, mentir, herir, calumniar, traicionar,… Es bueno ser veraz, no faltar a la palabra, ayudar al que lo necesita, respetar la propiedad ajena, ser cordial y acogedor,…

 

La fe cristiana arroja luz sobre esas verdades, pero estaban ya previamente inscritas en el corazón del hombre. No es la fe su origen, forman parte de la esencia de nuestra naturaleza humana, aunque llegar a identificarlas como verdades morales puede ser una tarea difícil, si las circunstancias no ayudan.

 

Y ahí entra la crítica a nuestro sistema educativo, que parece orientado más a dificultar que a facilitar una visión nítida sobre esas realidades esenciales. Hay que leer mucho, y escuchar mucho a los que saben, para llegar a conocer y comprender en profundidad los mejores logros del pensamiento y de nuestra cultura, e identificar en ellos nuestras intuiciones morales. Y también hay que memorizar bien todo lo comprendido, para que esté pronto a servirnos ante los dilemas éticos diarios.

 

Pero los sistemas educativos actuales no facilitan precisamente esos hábitos necesarios para la conducta ética: leer, escuchar, memorizar. Tampoco ayuda la creciente dispersión mental, y consiguiente pérdida de capacidad reflexiva, que provocan los actuales sistemas de información y de entretenimiento, con unos contenidos tan electrizantes como esterilizadores de la capacidad discursiva y reflexiva.

 

 Comunismo y fascismo, por su parte, han utilizado la misma técnica para desvirtuar el sentido moral innato en la persona. Seleccionan un precepto moral, exageran su importancia, y lo usan como arma para arrasar otros deberes morales. Deformado un precepto, desvirtuado de su contenido real, todos los demás decaen, y con ellos decae la posibilidad de un orden social justo, un marco de libertad en el que se respete la dignidad de la persona, de cada persona.

   

El comunismo deforma, por ejemplo, el precepto moral de “dar de comer al hambriento”, y usa su visión deformada como excusa para justificar la destrucción de otros preceptos morales, como el respeto a la libertad y a la dignidad de cada persona individual, la libertad de pensamiento, de expresión o de asociación, o la misma libertad religiosa.

 

El fascismo, por su parte, suele usar como excusa el progreso de la propia nación, a costa de comportarse injustamente con todas los demás, que son también de algún modo nuestra familia. No puede haber progreso real en una nación que trata de levantarse despreciando a otras. Esa insolidaridad de raíz acaba por envenenar a la nación que se ha dejado inocular tal ideología.

 

Comunismo y fascismo evidencian que las mentiras requieren un mínimo de verdad para poder engañar. Como alguien dijo, es el homenaje que la mentira rinde a la verdad. De otra forma nadie caería en la trampa.

 


Dos apuntes más, al hilo de la lectura del libro:

 

Amar al prójimo, a quien ves, es el modo de ponerse en relación con Dios, a quien no ves.” Esa idea cristiana, como el cristianismo en su conjunto, ha actuado como el motor de civilización más poderoso de la historia. Y además, efectivamente, conduce a quien se decide a ponerla en práctica al bien supremo, que es la relación con Dios.

 

Y otra evidencia cristiana: Dios actúa como quiere y cuando quiere en cada persona: “Ninguna teoría científica ni opinión de teólogo podrá impedir a Dios –que es Amor, libertad y gracia, y todopoderoso- tocar el alma –de viviente a viviente- cuando así le place.” Es una realidad luminosa y esperanzadora. ¡Cuántos habrán experimentado en algún momento de su vida ese toque de la gracia que les mueve a conversión! ¡Y cuantos más lo habrán experimentado justamente en el trance final, en el momento de cruzar la puerta al nuevo mundo!


De lectura recomendable, porque ayuda a pensar sobre una guía práctica y fiable. Muy recomendables también estos consejos para no perder la fe en la universidad.


Para saber más sobre la ley natural es también interesante esta entrevista a la profesora Ana Marta González.

 

 

sábado, 25 de agosto de 2012

Curiosas incoherencias en El País

    

Tribunal Constitucional de España

    Es lo que pasa con la sofística, el arte (diremos mejor las malas artes) para retorcer la realidad hasta hacerla coincidir con los prejuicios. Llega un momento en que te pillan en flagrante contradicción.

    Lo señala muy bien Rafa Rubio, a propósito de la campaña de El País contra el profesor Andrés Ollero, miembro del Tribunal Constitucional:

http://www.rafarubio.es/2012/08/el-caso-ollero-sin-salir-de-el-pais/ 


Sobre el aborto, Ollero, los Catedráticos y la independencia del Tribunal Constitucional

     Desde hace un par de días, tras una noticia publicada por El País, se viene hablando de la idoneidad del Magistrado Andrés Ollero para actuar como ponente de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. El debate no es nuevo y se plantea tras la recusación en el año 2007 del Magistrado Pablo Pérez Tremps para intervenir en las deliberaciones y la votación de la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña. Lo que ha cambiado, y mucho, es la posición de algunos medios de comunicación (otros simplemente han decidido ignorar el tema), y los argumentos que utilizan, provocando algo que dicen buscar evitar, que se cuestione la legitimidad de la sentencia del Alto Tribunal.


     Este cambio de posición, que no es el primero ni el único en los medios de comunicación, llama la atención por la contundencia con la que en su día El País defendió al Magistrado Pérez Tremps, llegando a publicar en sus páginas un artículo de un prestigioso Catedrático de Derecho Constitucional que calificaba la recusación como un auténtico “Golpe de Estado”.


     Ahora sin embargo los argumentos esgrimidos hasta el momento, recogidos por el País, giran en torno a tres ideas distintas que concluyen en la necesidad de apartar, voluntaria o involuntariamente, al Magistrado Ollero del asunto:

     1) La pertenencia al Opus Dei del Magistrado, que, para algunos, le incapacitaría para redactar la ponencia y, para otros, le incapacitaría para ejercer como juez. No merece la pena entrar a analizar un argumento que atenta directamente contra unos cuantos artículos de la Constitución (la igualdad de todos ante la ley del artículo 14, la libertad de asociación del artículo 22 y, teniendo en cuenta que el Opus Dei es una organización de la iglesia católica, el artículo 16 que reconoce la libertad religiosa). Limitar el acceso a determinadas responsabilidades en función de las creencias de una persona recuerda a otras épocas, y, aunque Orwell en 1946 decía que la palabra “fascismo” hoy no tiene otro significado que “algo no deseable” creo que demandas como esta se ajustan bastante a la definición convencional de la palabra.

 2) El tercer argumento cuestiona la imparcialidad del Magistrado Ollero por sus opiniones previas, en las que se ha opuesto públicamente al aborto. Ollero, como muchos de sus compañeros en el Tribunal Constitucional, es Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos y como puede verse en su curriculum ha dedicado al tema en cuestión numerosas publicaciones (al menos 2 libros y 9 capítulos de libros). El caso es bastante similar al de Pérez Tremps, Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Carlos III, que fue recusado por realizar un informe para la Generalitat de Cataluña sobre la acción exterior y las relaciones con la Unión Europea de la Generalitat. Nos encontramos con un argumento peligroso para la democracia (como señalaba El País en 2007, en un artículo de Javier Pérez Royo que calificaba la recusación como un “Golpe de Estado”. Es un asunto clave, y así lo creen, o al menos lo creían, los 43 catedráticos que, con motivo de la recusación de Pérez Tremps publicaban en el País un manifiesto en el que, entre otras cosas, decían:
     2. Creemos que la decisión adoptada no puede dejar de producir cierta perplejidad y merece ser objeto de una reflexión crítica, porque, de aplicarse generalizadamente el criterio en que se sustenta, se restringiría gravemente la libertad de producción científica y de investigación que la Constitución consagra, y acabaría por generarse una composición de nuestro Tribunal Constitucional inadecuada a la exigencia constitucional de que todos sus miembros, sean “juristas de reconocida competencia”, según impone el artículo 159.2 de la Norma Fundamental, al hacerse prácticamente imposible la presencia en él de profesores de Derecho Público. Por el contrario, unos Magistrados realmente expertos en la jurisdicción en la que dictan sus sentencias, antes de acceder a la institución, son la mejor garantía de su recto funcionamiento. 
4. (…) Se trata, en definitiva, de la expresión de criterios científicos, expuestos con anterioridad a la propuesta de Estatuto y a su condición de Magistrado Constitucional. 
5. Si admitiéramos la corrección del razonamiento (…) no solo se estaría causando un daño inmediato a la libertad de investigación científica, sino que irremediablemente, a medio plazo, estaríamos destinados a tener un Tribunal Constitucional lleno de ilustres desconocidos, personas desprovistas de opiniones previas antes de acceder a la magistratura, no sabemos si verdaderamente independientes, pero desde luego desconocedoras en profundidad de las materias de las que se ocupa la jurisdicción constitucional. Difícilmente podrían contribuir a hacer del Tribunal el intérprete supremo que la Constitución quiere. Justo lo contrario de lo que se pretende. 

Los argumentos son suficientemente contundentes, y aplicables al 100% a la producción científica del Magistrado Ollero. Incluso de no ser así lo que debería cuestionarse es su “reconocida competencia”, algo general que nadie hizo en el momento oportuno, el de su designación, y no aplicable a sentencias particulares. Como resumía con claridad el Profesor García Vitoria (en una carta publicada en el mismo periódico): Nos parece injusto que se ponga en duda su capacidad intelectual para llevar a la práctica la convicción de que una cosa es la actividad académica y otra la función jurisdiccional.

3) Su filiación política: El argumento de su filiación política es, en mi opinión, el más contundente (aunque no está exento de efectos secundarios). Hoy, 16 de agosto, en su editorial señala que Ollero, diputado del PP hasta 2003, y que por tanto no votó la ley cuya constitucionalidad se cuestiona, no debería participar en un recurso promovido por su propio partido. El tema tiene su miga. A pesar del razonamiento el periódico pide que se abstenga de elaborar la ponencia, cuando la conclusión lógica sería que se abstuviera de participar en la votación, en este y en todos los recursos presentados por su partido. Quizás el editorialista no se atreve a tanto ya que, en buena lógica, el razonamiento llevaría a un cuestionamiento, legítimo y muy razonable, de la propia Constitución y la ley orgánica que regula el funcionamiento del Tribunal Constitucional y a una conclusión: los exdiputados no podrían ser nunca Magistrados. Siguiendo con la lógica del razonamiento, la vinculación del Magistrado con el Partido que amenaza su objetividad, deberíamos plantear hasta qué punto la propuesta como Magistrado supone una vinculación más directa que la de ser diputado de uno u otro partido, ya que abre la posibilidad que los partidos propongan a aquellos Magistrados que fueran a apoyarles en sus recursos pendientes. Si ésto es así, deberíamos concluir que todos los magistrados deberían abstenerse de participar en aquellos recursos promovidos por aquellos partidos que les propusieron como Magistrados. Esto supondría en la práctica acabar con el control de constitucionalidad de las leyes que lleva a cabo el TC, por lo que, para evitarlo, sólo nos quedaría impedir que los partidos participaran en la elección de los Magistrados, pero El País parece que no va por ahí. Parece que su posición es distinta y le lleva a defender una posición paradójica y contradictoria con su posición anterior: 

Quienes en su día reclamaron (y obtuvieron) la recusación del magistrado Pérez Tremps por haber redactado un estudio sobre un asunto que tiempo después sería parte de un recurso sobre el Estatuto catalán, ¿no deberían ser los primeros en pedir la abstención de quien ha sido diputado del partido que presenta el recurso? Me imagino que el argumento a contrario: los que se opusieron a la recusación de Pérez Trems deberían apoyar que Ollero siguiera adelante con la ponencia, no es aplicable, aunque no sé bien por qué. Y El País, que defendió activamente al Magistrado Pérez Tremps, debería estar defendiendo al Magistrado Ollero con uñas y dientes, pero éste no es el caso.

 La conclusión también la podemos dejar en manos de los editorialistas de El País, que el 7 de febrero de 2007, y bajo el título: “Decisión arriesgada, antecedente desastroso”, lo explicaban con claridad: Ello no impide considerar deseable que sea el Tribunal Constitucional al completo, y no amputado de uno de sus miembros, el que se pronuncie sobre una cuestión tan cargada de significación jurídica y política (…) Pero de momento ya se ha creado un antecedente que condena al Constitucional a prescindir de las personas más capacitadas por sus conocimientos especializados.

martes, 22 de diciembre de 2020

Lecturas: las ventajas de leer mucho y bueno

 

Foto El País


Ventajas de leer

Cuenta Teresa de Jesús, la santa de Ávila, que de niña devoraba novelas de caballerías. Siempre tenía alguna leyendo, y esperaba con ansia que le trajeran otra en cuanto la terminaba.

Al pasar los años, Teresa reflexionaba sobre el impacto en su personalidad de ese afán infantil y juvenil por la lectura. Sus conclusiones nos pueden servir.

a)       Esas lecturas le dejaban un cierto sabor de servidumbre (apego o esclavitud) y de irrealidad, porque leía cosas irreales, la vida no era así.

b)             A la vez descubrió el poder cautivador de la lectura y de contar historias: cuando abría un libro, aquello cobraba vida. Gracias al lenguaje humano. los libros nos dicen cosas, que luego nos acompañan en nuestra relación con la realidad. Cosas que, si el autor es bueno, nos ayudan a conocernos mejor, a conocer mejor a los demás, a modular nuestra forma de relacionarnos con cada persona. Leer permite afrontar mejor la vida y las relaciones.

c)               El riesgo no residía en el hecho de la lectura, sino en leer sólo por mera evasión. La lectura debe servir para la vida, y por eso quien escribe ha de ser capaz de despertar sentimientos, ideas y valores que sirvan para la vida. De lo contrario, corren el riesgo de hacernos perder el tiempo.  

d)               Gracias a su mucho leer adquirió un estilo propio, ágil, gracioso y fluido, con el que –al hacerse mayor- pudo comunicar de manera sencilla, atractiva y cautivadora su rica realidad interior, describir el ambiente en que vivió, las personas con las que se relacionaba, las costumbres de la época y, sobre todo, su apasionada experiencia personal de la relación con Jesucristo.


Edith Stein, intelectual judía. Leyendo a santa Teresa se convirtió a la fe católica

Los escritos de Santa Teresa han hecho bien a millones de personas, y han acercado a la fe a personajes como Edith Stein, hoy santa Teresa Benedicta de la Cruz.

También Edith Stein era una inquieta intelectual judía. Leía mucho. Esperando en casa de un amigo, tomó al azar un libro de su biblioteca. Era El libro dela vida, de santa Teresa de Jesús. Lo leyó de un tirón, y al terminar concluyó: “Aquí está la verdad”. Fue el detonante de su conversión a la fe católica, como rememoraba años más tarde en su autobiografía Estrellas amarillas.

Como Teresa de Jesús y Edith Stein, muchos de los grandes santos han sido grandes lectores. No hay más que recordar a san Agustín o a santo Tomás de Aquino.

San Josemaría Escrivá conocía los clásicos desde joven: expresiones de los Episodios Nacionales, de Benito Pérez Galdós, y de muchos otros autores, afloran con naturalidad en sus escritos, y contribuyen a dar plasticidad y estilo propio a sus obras y a su predicación.

 

Foto opusdei.es

La lectura de buenos libros es un ejercicio necesario para nuestras facultades intelectuales, afina el espíritu y abre horizontes de buenas ideas y nuevas formas de expresarlas.

La lectura nos ayuda a pensar. Quien ha leído mucho tiene más fácil el pensamiento discursivo, una conversación más rica y fluída, porque la lectura nos amplía el vocabulario. Es penoso escuchar “conversaciones” entre personas que apenas conocen el significado de unas pocas decenas de palabras, y tienen que acudir a gruñidos, tacos o aspavientos para comunicar sus opiniones o estados de ánimo.

Quien lee mucho, adquiere vocabulario, y así sabe llamar a las cosas por su nombre, que es el único modo de poseerlas: ser capaz de nombrar, de dar nombre, es manifestación de posesión y dominio. ¡Qué distinto es un paseo por el monte, cuando conocemos los nombres de las plantas y las podemos nombrar! Del mismo modo, qué distinto es nuestro pasear entre las personas cuando sabemos identificar y nombrar sus reacciones y sentimientos, y cuando sabemos expresar apropiadamente los nuestros.

Leer nos aporta riqueza de lenguaje, conocimientos y capacidad expresiva, y con ese bagaje podemos entrar en diálogo con los mejores creadores de ideas, construir un sano espíritu crítico con el que juzgar lo que acontece.

Leer mucho va enriqueciendo nuestra mente hasta permitirnos acceder a la lectura de libros cada vez más arduos y difíciles, que son necesarios para entender los complejos intríngulis de la vida.

Leer favorece la vida del espíritu, que crece mejor sobre el terreno abonado por la sensibilidad cultural. Leer afina nuestro mundo interior y la capacidad de disfrutar con la contemplación. Cuántas veces al leer una frase encontramos la descripción de un sentimiento personal, de una emoción recóndita, que intuíamos pero no sabíamos definir ni expresar hasta ese momento.

La lectura forma parte esencial de la formación cultural, que es –como explicaba san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei- indispensable para el cumplimiento del fin natural y sobrenatural de toda persona, y es aún más indispensable para todo cristiano corriente, de quienes Dios espera que sean capaces de transformar el mundo desde dentro, aflorando los valores del espíritu en y desde los ambientes profesionales y laborales. Y eso requiere incrementar constantemente la propia cultura, según la capacidad y posibilidades de cada uno.

El mundo necesita líderes culturales que muestren la belleza intelectual y moral de la fe y el modo de vivir cristiano. Personas capaces de idear y difundir estilos de vida acordes con la dignidad de la persona. Y eso requiere cultura.

 

Qué leer

Hay un libro único, capaz de satisfacer todas las inquietudes del hombre: el Evangelio. Es el libro que Dios usa para hacer presente su Palabra viva, y hablarnos.


Pantocrator del Sinaí


En realidad, el Libro por antonomasia es Jesucristo mismo, Dios hecho Hombre, el Verbo de Dios encarnado. Jesús es la Palabra que Dios nos envía en su Hijo.

El evangelista san Juan nos dice que “Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.” Jesús es la Palabra que Dios nos dirige, a cada persona, para que conociéndola seamos capaces de entender quiénes somos, de dónde venimos, cuál es nuestro destino, y el Camino para llegar: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, nos dice Jesús de Sí mismo.

Por eso la primera “lectura”, la esencial, es mirar y contemplar a Jesucristo, escuchar lo que su Vida y su Humanidad nos dice. Santo Tomás de Aquino, una de las mentes más poderosas de la historia, que había escrito unos libros impresionantes, un buen día, tras un suceso extraordinario en su interior mientras celebraba la Misa, dejó de escribir. A quienes le preguntaban por qué ya no escribía, les decía que había entendido que el mejor libro, el que encerraba toda la sabiduría, era Cristo en la Cruz: ahí estaba todo.

El Evangelio nos narra los hechos y palabras esenciales que Jesús nos dirige a cada uno. No “nos dirigió”, porque nos las sigue dirigiendo. Es un libro que goza de algo que no tiene ningún otro: está inspirado por el Espíritu Santo. Un libro vivo, que esconde en niveles siempre más profundos llamadas al corazón y a la mente de cada persona que lo lee o escucha.

San Josemaría, refiriéndose al Evangelio, escribió: “Lo que allí se narra no sólo has de saberlo: has de vivirlo”. Y recomendaba que fuese una lectura meditada, a ejemplo de María, que conservaba en su corazón todo lo que veía y escuchaba a su Hijo. Desde luego también sirven los audios, aunque la lectura facilita más meditación.


                                  


Contemplar a Jesús. Leer y meditar su Vida en el Evangelio. Y asentar todo lo que ahí aprendemos sobre la base humana de una cultura que hacemos crecer con nuestras lecturas, con lo mejor que la mente humana ha sido capaz de escribir a lo largode la historia. No lo último es lo mejor.

Entre los grandes libros están los de los grandes santos, pero también los de los buenos novelistas, historiadores, filósofos, científicos, biógrafos… Aunque cada cual tiene sus gustos y preferencias, nos conviene leer de todo, mucho y bueno.

Aquí sugiero una propuesta básica de libros que contienen, a mi juicioo y cada uno en su estilo, una visión rica y coherente del ser humano. De diversas maneras, tienen en común que ayudan a entender mejor a la persona y al mundo en que vivimos.

Están divididos por áreas temáticas. Los hay de erudición y de entretenimiento. Pero de todos se pueden extraer valores.


Antropología



El hombre en busca de sentido. Victor Frankl

En torno al hombre. José Ramón Ayllón

Creación y pecado. Josep Ratzinger

Antropología. Juan Luis Lorda


Ética y virtudes



Las virtudes fundamentales. Josep Pieper

Ética a Nicómaco. Aristóteles

Moral, el arte de vivir. Juan Luis Lorda

Desfile de modelos. José Ramón Ayllón

Sexualidad, amor y santa pureza. J.M. Ibáñez Langlois

Carta a los jóvenes. Juan Pablo II

Verdad, valores, poder. Josep Ratzinger

Cartas del diablo a su sobrino. C.S. Lewis


Literatura



El principito. A de Saint Exupery

Matar un ruiseñor. Harper Lee

La última del cadalso. Gertrud von le Fort

Los novios. Alejandro Manzoni

El Señor de Bembibre. Eugenio Gil y Carrasco

Rebelión en la Granja. Orwell

La nueva vida de Pedrito de Andía. Rafael Sánchez Mazas

La isla del tesoro. Stevenson

En lugar seguro. Wallace Stevens

 

Biografías


                                                


La puerta de la esperanza. J.A. Vallejo Nájera

Confesiones. San Agustín

Libro de su vida. Teresa de Jesús

Tomás Moro. Vázquez de Prada

Dios o nada. Robert Sarah

Santo Tomás de Aquino. Chesterton

Olor a yerba seca. Memorias. Alejandro Llano

 

Contexto histórico



Tiempos modernos. Paul Jhonson

Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio

Leyendas negras de la Iglesia. Vittorio Messori

Historia de España moderna y contemporánea. José Luis Comellas

Una mirada a Europa. Josep Ratzinger

Dios y el mundo. Josep Ratzinger

El pontificado romano en la historia. José Orlandis

Un adolescente en laretaguardia. Gil Imirizaldu

 

Religión


Conocer a Jesucristo. Frank J. Sheed

Vida de Jesús. Francisco Fernández Carvajal

Jesús de Nazaret. Benedicto XVI

¿Es razonable ser creyente? Alfonso Aguiló

El regreso del hijopródigo. J.M. Nouwen

El poder oculto de la amabilidad. Lovasik

Para ser cristiano. Juan Luis Lorda

Amigos de Dios. Josemaría Escrivá de Balaguer

Catecismo de la Iglesia Católica

Una buena selección de libros de espiritualidad, ordenada por etapas en nivel creciente de formación: https://www.delibris.org/es/node/214454

 

Sitios de internet con buenas sugerencias sobre lecturas:

http://www.delibris.org/es/

http://troa.es 

https://www.aceprensa.com/