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lunes, 22 de agosto de 2016

Lecturas que dejan huella. Los novios

De lecturas y abuelos



El papa Francisco habla con frecuencia del papel de los abuelos en la familia. “Los ancianos ayudan a percibir la continuidad de las generaciones, tienen el carisma de servir de puente”. Muchas veces son los abuelos quienes aseguran la transmisión de los grandes valores a sus nietos. Muchos deben precisamente a sus abuelos la iniciación a la vida cristiana.


El Papa, que de niño tuvo muy cerca a su abuela Rosa, habla de su experiencia personal: “La abuela es, en el hogar, como una reserva. Es la reserva moral, religiosa y cultural.” Los abuelos pueden dejar una huella imborrable en sus nietos.


También dejan huella los buenos libros leídos en la niñez. Libros capaces  de despertar los mejores sentimientos, que enseñan la belleza del bien y la fealdad del mal. Libros que nos leían, o que nos encantaba leer en voz alta y titubeante a nuestra madre, o a la abuela, a las que siempre podíamos preguntar un porqué, y otro, y otro,… Ellas siempre tenían respuestas luminosas, que ayudaban a comprender la vida,  a descubrir por qué  mentir es odioso, por qué los fuertes no lloran, o que en la vida se sufre pero Dios no nos abandona nunca…


        Francisco tuvo el privilegio de leer con su abuela Rosa una joya de la literatura italiana y universal: Los novios, de Alejandro Manzoni. En su conciencia de niño quedaron ideas y frases luminosas, que recordará siempre como pautas de conducta que ha de seguir quien quiera ser buena persona.  Y que utiliza con frecuencia en su predicación.


Las fuerzas de la iniquidad tienen poder para amenazar y herir, pero no para ordenar”, escribe Manzoni. Siempre es posible resistir al mal: porque  puede herirnos, pero no tiene poder para arrastrarnos a su iniquidad.  


Francisco se refiere la Iglesia como un “gran hospital de campaña”, y esa imagen, como señala Austen Ivereigh, nos remite a la escena final de Los novios. El reencuentro de Fermo y Lucía, se produce en un inmenso hospital de campaña, donde se atiende a miles de enfermos moribundos a causa de la peste. Allí, atendiendo a los más graves, está Lucía. Allí se produce el reencuentro con el amor.


Esa imagen queda en la conciencia de niño de Bergoglio: El lugar de la Iglesia es estar entre los que sufren en el cuerpo o en el alma. “Jesús quiere que toquemos la carne sufriente de los demás”, escribirá más tarde.  Es ahí donde vivimos la experiencia maravillosa de encontrar el Amor, de ser pueblo, no masa informe y despersonalizada; una experiencia que jamás sentirán los que se encierran en su egoísmo. “La Iglesia ha creado siempre una resistencia contracultural al individualismo hedonista pagano, que hunde al hombre en un lento suicidio.”


“No he visto nunca que el Señor empiece un milagro sin acabarlo bien”, escribe Manzoni. Un sereno mensaje de optimismo cristiano, que Francisco repetirá con frecuencia.


¡Qué valiosos son esos momentos de intimidad del niño con sus mayores, en que se cimentan los pilares del edificio de la vida! Cuando callan todos los requerimientos exteriores, y surge el gran momento de tejer con lecturas y confidencias una entrañable camaradería. Un diálogo transmisor de cultura y de vida, de civilización y humanidad, que van forjando en los más jóvenes el temple que necesitarán  para las batallas de la vida. 




Dice Francisco: “Las narraciones de los ancianos hacen mucho bien a los niños y jóvenes, ya que los conectan con la historia vivida tanto de la familia como del barrio y del país. Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada; pero una familia que recuerda es una familia con porvenir. “


Eugenia Ginzburg, en su relato autobiográfico El cielo de Siberia, transcribe la carta de Vasia, que con 4 años fue arrancada de los brazos de su madre, deportada a Siberia bajo el régimen comunista de Stalin: “Ahora comprendo lo que es una madre… Lo comprendo por primera vez (…) Madre significa antes que nada un cariño desinteresado… Y después… Después todo esto: el poder recitarle tus versos preferidos, y que cuando te detienes, ella sigue recitándolos en el punto en que tú los has interrumpido…”


Francisco retendrá pasajes inolvidables de esa gran historia de amor, de lucha entre el bien y el mal. Pero sobre todo acogerá la sabiduría cristiana que encierra, que está en la raíz de nuestra civilización. De ese poso grabado en su conciencia de niño se servirá después el Espíritu Santo para impulsar su Iglesia. Nada menos.







martes, 22 de diciembre de 2020

Lecturas: las ventajas de leer mucho y bueno

 

Foto El País


Ventajas de leer

Cuenta Teresa de Jesús, la santa de Ávila, que de niña devoraba novelas de caballerías. Siempre tenía alguna leyendo, y esperaba con ansia que le trajeran otra en cuanto la terminaba.

Al pasar los años, Teresa reflexionaba sobre el impacto en su personalidad de ese afán infantil y juvenil por la lectura. Sus conclusiones nos pueden servir.

a)       Esas lecturas le dejaban un cierto sabor de servidumbre (apego o esclavitud) y de irrealidad, porque leía cosas irreales, la vida no era así.

b)             A la vez descubrió el poder cautivador de la lectura y de contar historias: cuando abría un libro, aquello cobraba vida. Gracias al lenguaje humano. los libros nos dicen cosas, que luego nos acompañan en nuestra relación con la realidad. Cosas que, si el autor es bueno, nos ayudan a conocernos mejor, a conocer mejor a los demás, a modular nuestra forma de relacionarnos con cada persona. Leer permite afrontar mejor la vida y las relaciones.

c)               El riesgo no residía en el hecho de la lectura, sino en leer sólo por mera evasión. La lectura debe servir para la vida, y por eso quien escribe ha de ser capaz de despertar sentimientos, ideas y valores que sirvan para la vida. De lo contrario, corren el riesgo de hacernos perder el tiempo.  

d)               Gracias a su mucho leer adquirió un estilo propio, ágil, gracioso y fluido, con el que –al hacerse mayor- pudo comunicar de manera sencilla, atractiva y cautivadora su rica realidad interior, describir el ambiente en que vivió, las personas con las que se relacionaba, las costumbres de la época y, sobre todo, su apasionada experiencia personal de la relación con Jesucristo.


Edith Stein, intelectual judía. Leyendo a santa Teresa se convirtió a la fe católica

Los escritos de Santa Teresa han hecho bien a millones de personas, y han acercado a la fe a personajes como Edith Stein, hoy santa Teresa Benedicta de la Cruz.

También Edith Stein era una inquieta intelectual judía. Leía mucho. Esperando en casa de un amigo, tomó al azar un libro de su biblioteca. Era El libro dela vida, de santa Teresa de Jesús. Lo leyó de un tirón, y al terminar concluyó: “Aquí está la verdad”. Fue el detonante de su conversión a la fe católica, como rememoraba años más tarde en su autobiografía Estrellas amarillas.

Como Teresa de Jesús y Edith Stein, muchos de los grandes santos han sido grandes lectores. No hay más que recordar a san Agustín o a santo Tomás de Aquino.

San Josemaría Escrivá conocía los clásicos desde joven: expresiones de los Episodios Nacionales, de Benito Pérez Galdós, y de muchos otros autores, afloran con naturalidad en sus escritos, y contribuyen a dar plasticidad y estilo propio a sus obras y a su predicación.

 

Foto opusdei.es

La lectura de buenos libros es un ejercicio necesario para nuestras facultades intelectuales, afina el espíritu y abre horizontes de buenas ideas y nuevas formas de expresarlas.

La lectura nos ayuda a pensar. Quien ha leído mucho tiene más fácil el pensamiento discursivo, una conversación más rica y fluída, porque la lectura nos amplía el vocabulario. Es penoso escuchar “conversaciones” entre personas que apenas conocen el significado de unas pocas decenas de palabras, y tienen que acudir a gruñidos, tacos o aspavientos para comunicar sus opiniones o estados de ánimo.

Quien lee mucho, adquiere vocabulario, y así sabe llamar a las cosas por su nombre, que es el único modo de poseerlas: ser capaz de nombrar, de dar nombre, es manifestación de posesión y dominio. ¡Qué distinto es un paseo por el monte, cuando conocemos los nombres de las plantas y las podemos nombrar! Del mismo modo, qué distinto es nuestro pasear entre las personas cuando sabemos identificar y nombrar sus reacciones y sentimientos, y cuando sabemos expresar apropiadamente los nuestros.

Leer nos aporta riqueza de lenguaje, conocimientos y capacidad expresiva, y con ese bagaje podemos entrar en diálogo con los mejores creadores de ideas, construir un sano espíritu crítico con el que juzgar lo que acontece.

Leer mucho va enriqueciendo nuestra mente hasta permitirnos acceder a la lectura de libros cada vez más arduos y difíciles, que son necesarios para entender los complejos intríngulis de la vida.

Leer favorece la vida del espíritu, que crece mejor sobre el terreno abonado por la sensibilidad cultural. Leer afina nuestro mundo interior y la capacidad de disfrutar con la contemplación. Cuántas veces al leer una frase encontramos la descripción de un sentimiento personal, de una emoción recóndita, que intuíamos pero no sabíamos definir ni expresar hasta ese momento.

La lectura forma parte esencial de la formación cultural, que es –como explicaba san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei- indispensable para el cumplimiento del fin natural y sobrenatural de toda persona, y es aún más indispensable para todo cristiano corriente, de quienes Dios espera que sean capaces de transformar el mundo desde dentro, aflorando los valores del espíritu en y desde los ambientes profesionales y laborales. Y eso requiere incrementar constantemente la propia cultura, según la capacidad y posibilidades de cada uno.

El mundo necesita líderes culturales que muestren la belleza intelectual y moral de la fe y el modo de vivir cristiano. Personas capaces de idear y difundir estilos de vida acordes con la dignidad de la persona. Y eso requiere cultura.

 

Qué leer

Hay un libro único, capaz de satisfacer todas las inquietudes del hombre: el Evangelio. Es el libro que Dios usa para hacer presente su Palabra viva, y hablarnos.


Pantocrator del Sinaí


En realidad, el Libro por antonomasia es Jesucristo mismo, Dios hecho Hombre, el Verbo de Dios encarnado. Jesús es la Palabra que Dios nos envía en su Hijo.

El evangelista san Juan nos dice que “Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.” Jesús es la Palabra que Dios nos dirige, a cada persona, para que conociéndola seamos capaces de entender quiénes somos, de dónde venimos, cuál es nuestro destino, y el Camino para llegar: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, nos dice Jesús de Sí mismo.

Por eso la primera “lectura”, la esencial, es mirar y contemplar a Jesucristo, escuchar lo que su Vida y su Humanidad nos dice. Santo Tomás de Aquino, una de las mentes más poderosas de la historia, que había escrito unos libros impresionantes, un buen día, tras un suceso extraordinario en su interior mientras celebraba la Misa, dejó de escribir. A quienes le preguntaban por qué ya no escribía, les decía que había entendido que el mejor libro, el que encerraba toda la sabiduría, era Cristo en la Cruz: ahí estaba todo.

El Evangelio nos narra los hechos y palabras esenciales que Jesús nos dirige a cada uno. No “nos dirigió”, porque nos las sigue dirigiendo. Es un libro que goza de algo que no tiene ningún otro: está inspirado por el Espíritu Santo. Un libro vivo, que esconde en niveles siempre más profundos llamadas al corazón y a la mente de cada persona que lo lee o escucha.

San Josemaría, refiriéndose al Evangelio, escribió: “Lo que allí se narra no sólo has de saberlo: has de vivirlo”. Y recomendaba que fuese una lectura meditada, a ejemplo de María, que conservaba en su corazón todo lo que veía y escuchaba a su Hijo. Desde luego también sirven los audios, aunque la lectura facilita más meditación.


                                  


Contemplar a Jesús. Leer y meditar su Vida en el Evangelio. Y asentar todo lo que ahí aprendemos sobre la base humana de una cultura que hacemos crecer con nuestras lecturas, con lo mejor que la mente humana ha sido capaz de escribir a lo largode la historia. No lo último es lo mejor.

Entre los grandes libros están los de los grandes santos, pero también los de los buenos novelistas, historiadores, filósofos, científicos, biógrafos… Aunque cada cual tiene sus gustos y preferencias, nos conviene leer de todo, mucho y bueno.

Aquí sugiero una propuesta básica de libros que contienen, a mi juicioo y cada uno en su estilo, una visión rica y coherente del ser humano. De diversas maneras, tienen en común que ayudan a entender mejor a la persona y al mundo en que vivimos.

Están divididos por áreas temáticas. Los hay de erudición y de entretenimiento. Pero de todos se pueden extraer valores.


Antropología



El hombre en busca de sentido. Victor Frankl

En torno al hombre. José Ramón Ayllón

Creación y pecado. Josep Ratzinger

Antropología. Juan Luis Lorda


Ética y virtudes



Las virtudes fundamentales. Josep Pieper

Ética a Nicómaco. Aristóteles

Moral, el arte de vivir. Juan Luis Lorda

Desfile de modelos. José Ramón Ayllón

Sexualidad, amor y santa pureza. J.M. Ibáñez Langlois

Carta a los jóvenes. Juan Pablo II

Verdad, valores, poder. Josep Ratzinger

Cartas del diablo a su sobrino. C.S. Lewis


Literatura



El principito. A de Saint Exupery

Matar un ruiseñor. Harper Lee

La última del cadalso. Gertrud von le Fort

Los novios. Alejandro Manzoni

El Señor de Bembibre. Eugenio Gil y Carrasco

Rebelión en la Granja. Orwell

La nueva vida de Pedrito de Andía. Rafael Sánchez Mazas

La isla del tesoro. Stevenson

En lugar seguro. Wallace Stevens

 

Biografías


                                                


La puerta de la esperanza. J.A. Vallejo Nájera

Confesiones. San Agustín

Libro de su vida. Teresa de Jesús

Tomás Moro. Vázquez de Prada

Dios o nada. Robert Sarah

Santo Tomás de Aquino. Chesterton

Olor a yerba seca. Memorias. Alejandro Llano

 

Contexto histórico



Tiempos modernos. Paul Jhonson

Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio

Leyendas negras de la Iglesia. Vittorio Messori

Historia de España moderna y contemporánea. José Luis Comellas

Una mirada a Europa. Josep Ratzinger

Dios y el mundo. Josep Ratzinger

El pontificado romano en la historia. José Orlandis

Un adolescente en laretaguardia. Gil Imirizaldu

 

Religión


Conocer a Jesucristo. Frank J. Sheed

Vida de Jesús. Francisco Fernández Carvajal

Jesús de Nazaret. Benedicto XVI

¿Es razonable ser creyente? Alfonso Aguiló

El regreso del hijopródigo. J.M. Nouwen

El poder oculto de la amabilidad. Lovasik

Para ser cristiano. Juan Luis Lorda

Amigos de Dios. Josemaría Escrivá de Balaguer

Catecismo de la Iglesia Católica

Una buena selección de libros de espiritualidad, ordenada por etapas en nivel creciente de formación: https://www.delibris.org/es/node/214454

 

Sitios de internet con buenas sugerencias sobre lecturas:

http://www.delibris.org/es/

http://troa.es 

https://www.aceprensa.com/

 

 

domingo, 26 de agosto de 2012

Buen humor



Vicente del Bosque


En unas declaraciones recientes Vicente del Bosque -una de las personas más sensatas de este país- señalaba que los españoles no apreciamos lo que tenemos. Somos pesimistas, derrotistas, caemos fácilmente en el mal humor. No está de más que recordemos qué es el buen humor, y cómo podemos mejorarlo.
Aporto un guión con algunas ideas.



 1. Qué es el buen humor: 

No consiste en saber contar chistes (aunque puede ayudar); ni en ser un frívolo o un inconsciente ante las dificultades…

El buen humor es una disposición ante la vida, una actitud alegre que:

-no se oscurece por las cosas malas;
-sabe descubrir en todo el bien, que siempre existe;
-ve las dificultades, pero sabe que las puede superar;
-requiere fortaleza y generosidad: estar dispuesto a romper el círculo de comodidad y amor propio en que tendemos a encerrarnos;
-radica en la voluntad: en el querer;
-es afirmación ante la dificultad: voy a dar de mí, echar el resto para superarla.

El malhumor es negación perezosa, reacción de egoísmo: no estar dispuesto a afrontar el sacrificio que requiere una situación adversa, o afrontarla enfurruñado y de mala gana si no queda más remedio, porque considera el sacrificio algo malo.

Existe una íntima unión entre buen humor y cristianismo: “Hay más alegría en dar que en recibir” dice la Sagrada Escritura. La alegría está en el sacrificio, en salir del yo para darse.

Dostoieski hace decir a uno de sus personajes: “Este hombre es jovial, no puede ser ateo…” Claro que hay agnósticos con buen humor, pero aparte de que “creer en la nada” es poco estimulante,  en todo ser humano existe una misteriosa relación entre alegría y sacrificio. Una paradoja espiritual, como la llama el genetista Francisco Ayala de la Universidad de California- "por la que mientras más das de ti mismo, más sales ganando”. 

Esta paradoja, indetectable por ningún laboratorio pero perfectamente experimentada por todos, pertenece a la esencia del cristianismo: Dios es Amor que se da. El ser humano, hijo de Dios, hecho a su imagen y semejanza, encuentra su realización y felicidad más completa cuando obra como su Padre Dios, dándose sin medida.

Además, si la alegría es la felicidad por la posesión del bien que se ama, será mayor cuanto más grande sea el bien amado: pequeña si lo que más se ama es algo material.  Grande, si el bien amado es espiritual. 

Por eso  la verdad, la belleza, la amistad,… son capaces de dar mayores alegrías que cualquier bien material. Y si el Bien amado es Dios, que es infinito, su posesión y amistad no puede sino generar la alegría más grande. De ahí procede la jovialidad que se aprecia en cualquier cristiano coherente: un buen humor que procede de saberse hijo de Dios, Padre bueno, que aprieta pero no ahoga. Cuando se presentan dificultades, el cristiano las afronta con un Deu provirá! (¡Dios proveerá!)

El cristiano sabe también que estamos hechos para ser felices. Por eso el buen humor es un indicador de que vamos por el buen camino. Si el mal humor se presenta con frecuencia, algo no marcha. “Un santo triste es un triste santo” afirma San Josemaría Escrivá . 

 2. El buen humor es necesario: 

 a) Para la salud: según científicos de la Universidad de Navarra las personas con buen humor:


-son más resistentes a la ansiedad y la depresión;
-tienen un sistema inmunitario más sano;
-padecen un 40% menos de infartos de miocardio y apoplejías;
-sufren menos dolores en los tratamientos dentales;
-viven 4 años y medio más;
-recomiendan reírse 15 minutos al día (al menos…)

b) Para la convivencia:

-el mal humor ensombrece el rostro, y las caras largas ahuyentan;
-es corrosivo: agrede, distancia, genera desconfianza;
-es muy contagioso: una persona de mal humor es capaz de poner de mal humor a cuantos se le acercan;
-en cambio, la persona con buen humor esponja el ánimo: “Nunca sabremos el bien que puede hacer una simple sonrisa” (Teresa de Calcuta)
-decir las verdades con buen humor permite corregir sin herir.

c) Para el trabajo:

-todos necesitamos al lado caras sonrientes;
-trabajar con buen humor es cuidar a las personas, subrayar el respeto que nos merecen, darles confianza: manifestación fina de cariño;
-genera emociones positivas, motivación y creatividad;
-ayuda a tomar decisiones más acertadas;
-se trabaja mejor, y por eso mejora la cuenta de resultados;
-el buen gobernante aleja de sí a los negativos, pesimistas, amargados: “Tristeza y melancolía, fuera de la casa mía”.

 3. Ladrones del buen humor: ¿qué me enfada?

-falta de flexibilidad y deportividad ante la vida: imprevistos, interrupciones, retrasos, averías, dolores, malhumor matutino…
-perfeccionismo, tomarse demasiado en serio…
-juicios negativos y prejuicios hacia alguien, envidia (¡qué fea!) 
-susceptibilidad (tienen que medir lo que nos dicen…)
-orgullo herido (“a mí esto no se me hace…”), rencor (¡horrible!)
-conducción: al volante nos transformamos en trolls: no insultar, nunca contestar;
-personas negativas (ayudarles a corregirse o evitarlas). Muchos medios de comunicación en España suelen transmitir pesimismo y derrotismo;
-momentos malos: (síndrome domingo por la tarde, ocio vacío…)

 4. ¿Cómo promover el buen humor?

Detectar nuestros ladrones, y plantarles cara: supone normalmente un ejercicio de generosidad, de salir del encierro en uno mismo. Fomentar una actitud positiva ante la vida, con cosas sencillas:

-Sonreír: el simple esfuerzo por sonreír, en cuanto llega el malhumor, ya nos empieza a cambiar el ánimo. Refrán irlandés: la sonrisa cuesta menos que la electricidad, y da más luz. El cuerpo también tira del alma.
-Reírse de los propios fracasos y errores: no pasa nada, el mundo sigue, somos humanos y errar es humano
-Dar las gracias, apreciar lo que tenemos. Se ha estudiado que un niño sonríe más de 300 veces al día: se conforma con poco, y por eso vive feliz.
-Pedir perdón y perdonar. El rencor y el odio corroen el cuerpo, el alma y la cara.
-Fomentar pensamientos positivos hacia la gente: todos son mejores que nosotros en algo. No hablar mal de nadie, hablar de todo con cordialidad.
-No quejarse, no lamentarse (es de mal tono): “actúa, tú puedes cambiar el mundo.” 
-Buscar cada día alguna noticia positiva, y compartirla. 
-Pensar en los demás y ayudarles, sin hacerlo valer. 

Para los que tienen fe, esta entrevista a Lisette, mexicana, que cuenta el consejo que recibió del prelado del Opus Dei, les puede dar buenas pistas para mejorar en su raiz el buen humor. 

Dice Alejandro Manzoni, en su obra maestra Los novios: “Haced el bien a cuantos más podáis, y encontraréis más a menudo rostros que os causen alegría”.






miércoles, 22 de junio de 2022

Uno con una y para siempre: una locura y un fantástico regalo

    Esta sesión del simpático dentista catalán Pep Borrell, dirigida a novios y jóvenes padres de familia del colegio Guadalaviar de Valencia, sobresale por una espontaneidad llena de sentido común. Forma parte del mismo ciclo reseñado en entradas anteriores. Aporta muchas claves prácticas para descubrir en el día a día de cualquier pareja la gran belleza del matrimonio y la felicidad que se puede llegar a alcanzar cuando se tienen en cuenta detalles sólo en apariencia insignificantes.

    Muchos jóvenes naufragan en el proceloso mar de los sentimientos y afectos porque no aciertan a modularlos con la inteligencia y la voluntad. No es lo mismo atracción que enamoramiento. Y pasar del enamoramiento al amor auténtico requiere un compromiso en el que interviene la voluntad: comprometerse a amar: en la salud y en la enfermedad. Uno con una y para siempre: es de locos, pero cuando ambos conciertan sus voluntades en mantener el compromiso para siempre, suceden maravillas...