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miércoles, 20 de julio de 2022

Abril encantado




Abril encantado. (The Enchanted April) Elisabeth von Arnim

 

Deliciosa comedia de enredo, protagonizada por cuatro mujeres inglesas. No se conocen, son muy distintas entre sí, pero les une el deseo de alejarse por un tiempo de la monotonía de sus vidas en su oscuro y gélido país, para gozar de unas vacaciones en la luminosa primavera de un pueblecito de la costa italiana. Solas, y lejos de sus maridos y familias.


El suave clima, la generosa fragancia de las flores en su apogeo primaveral, la luminosidad mediterránea… casi inadvertidamente comienzan a obrar su milagro en estas mujeres que han llegado estresadas y psicológicamente abatidas por problemas y faltas de entendimiento con sus parejas, y que se miran con recela entre ellas.


Pero el calor y la luz del Mediterráneo son capaces de transformar a quien se deja penetrar por la belleza del paisaje: entonces los problemas aparecen en su justa dimensión, poco a poco se disipan las tinieblas interiores, y va cambiando también la misma mirada hacia los demás: suspicaz y llena de prejuicios al principio, se va convirtiendo en una mirada comprensiva, tierna, capaz de disculpar toda deficiencia. La luz del sol y la fuerza de la primavera han despertado el amor en sus corazones, primero en la más sensible y soñadora de las protagonistas.


De agradable lectura, la autora domina el arte de describir con gracia el mundo interior de los personajes, haciendo sonreír con frecuencia al lector. Quizá la principal lección del relato es ayudarnos a caer en la cuenta de la potencia transformadora sobre los demás de nuestra mirada de cariño. Nada ayuda tanto a desear ser buena persona como sentir sobre uno una mirada de cariño y aliento. 


Como el sol y la belleza del paisaje son capaces de disipar las tinieblas interiores, una mirada sincera de cariño es capaz de disipar todo prejuicio y hostilidad en las relaciones. Nunca acabaremos de descubrir suficientemente la poderosa capacidad transformadora del amor


       

 

 

 

 

domingo, 4 de abril de 2021

Lo que el viento se llevó

 


Lo que el viento se llevó. Margaret Mitchell. Ed Zeta.

 

    Margaret Mitchell fue reportera del Atlanta Journal entre 1922 y 1926. Dedicó diez años a escribir esta magnífica novela, enmarcada en la Guerra de Secesión de los Estados Unidos de América, una guerra civil que enfrentó durante cuatro años a los partidarios de la Unión con los confederados secesionistas de los Estados del Sur. Murieron más de 700.000 personas. Comenzó el 12 de abril de 1861 y terminó el 9 abril de 1865, con el triunfo de la Unión.

 

    El personaje central es Scarlet, niña mimada de sangre brava irlandesa, criada en la próspera y apacible finca sureña de Tara, en Georgia. Scarlet es tenaz, caprichosa y sin escrúpulos a la hora de obtener lo que desea. No puede soportar que alguien le arrebate aquello que pretende, bien sea el amor de un hombre o la posesión de algo de valor. Scarlet está dotada de un enorme sentido práctico, puesto al servicio de su afán de poseer.

 

    Sin embargo, la verdadera protagonista es la frágil y delicada Melanie, poco agraciada, endeble de salud, pero con un gran corazón, recto y leal, y una integridad que acabará siendo el auténtico baluarte en el que todos se han refugiado sin darse cuenta, cuando mas bien parecía que era ella la necesitada de protección. Quizá lo descubran cuando ya es tarde para agradecérselo, aunque el descubrimiento acabará dando luz a sus propias vidas, tan desencaminadas. Afectará sobre todo a Scarlet y a su tercer marido, el enigmático Rhett Butller.

 

        En contraste con el egoísmo de Scarlet, Melanie se entrega generosamente a quien la necesita. He de confesar una cosa (pensó Scarlett sobre Melanie): cuando la necesitas la encuentras a tu lado.”

 

        Las buenas acciones de las personas buenas actúan como un bálsamo y un imán purificador, incluso en los más desaprensivos: Scarlett miraba con envidia los ojos de Melanie. Sabía que los suyos eran como los de un gato hambriento, pero los de Melanie eran como los había descrito Rhett: como dos buenas acciones en un mundo perverso, como dos bujías protegidas del viento, como dos dulces y discretas llamas…

 

    La novela, junto a una buena aproximación al duro ambiente vivido en Georgia durante esos años, es un canto a la belleza de la conducta dirigida por el deseo de hacer el bien a los demás sin pedir nada a cambio, en duro contraste con la actitud egoísta y destemplada de quien sólo piensa en sí mismo, y considera a los demás como meros objetivos de conquista o material desechable.

 

Es interesante la forma en que Mitchell se entretiene en describir aspectos propios de la psicología femenina, que fácilmente se pueden confundir o identificar -porque a veces lo son- con la doblez:

 

“Scarlett se esforzó en no llorar. La única ocasión en que podía servir el llanto era cuando se tenía cerca de un hombre de quien se quisiera obtener algún favor.”

 

“Los hombres son tan vanidosos que creen todo lo que lisonjea su amor propio: fingiré que le quiero…” piensa Scarlett, arruinada, antes de robarle el novio a su hermana con malas artes, al comprobar que había hecho cierta fortuna con su negocio.

 

Tanto la novela como la película del mismo nombre, dirigida en 1939 por Victor Fleming, constituyen uno de los grandes hitos imprescindibles de la literatura y del cine. Una historia bien narrada, con los ingredientes necesarios para que resulte atractiva y humanizante: el amor y el odio, el egoísmo y la generosidad, la belleza de la bondad y la fealdad del mal, acción, aventura, la odiosa guerra y sus fatales consecuencias… Queda todo sabiamente reflejado.  


            

jueves, 25 de marzo de 2021

El manifiesto negro o el poder de la desinformación

 


El manifiesto Negro. Frederick Forsyth. Ed de Bolsillo.

 

Interesante y larga novela de acción y espionaje, publicada en 1996, que el autor sitúa en una futura Rusia de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Campan a sus anchas por todo el país bandas mafiosas, casi siempre dirigidas por ex miembros del KGB, con auténticos ejércitos paramilitares a su servicio.

 

En esa situación caótica ha surgido un partido de corte ultranacionalista e ideología nazi, que tiene planes secretos para convertir de nuevo a Rusia en un totalitarismo de partido único. El plan incluye resucitar los gulags de Stalin y del comunismo soviético, para encerrar y silenciar a todo el que se atreva a disentir. Y ese partido está a punto de ganar las elecciones democráticamente.

 

Monk, agente de la CIA retirado del servicio, y sir Irvine, antiguo jefe del espionaje británico, ya jubilado pero bien relacionado, actúan extraoficialmente para impedir que el líder de ese partido, Komarov, y su cruel jefe de seguridad, el coronel Grighin, lleven a cabo sus propósitos.

 

La primera parte de la novela es bastante verosímil, la segunda menos creíble. Sin embargo, me parece sugerente la puesta en escena del terrible poder de las técnicas de desinformación, capaces de arruinar el genuino valor democrático de unas elecciones, porque falsean la verdad sobre los contendientes, sus programas y sus verdaderos propósitos. Sin información veraz no hay democracia posible.

 

        Forsyth dedica buena parte de la trama a esa perversión de la democracia, empleada con ignominiosa y desvergonzada normalidad por tantos políticos y directores de comunicación o de campaña en la vida real. Cuando se confunde la capacidad de persuasión con la mentira, y la política con el arte de pronunciar palabras embaucadoras y falsas, el resultado es toda una floración de personajes que hacen del engaño la herramienta más útil para su negocio particular, y convierten el bien común en una palabra tan vacía como mentirosa.

 

En ese ambiente es difícil encontrar hombres de palabra, que dicen verdad y hacen lo que dicen, y por eso se convierten en personas dignas de confianza. Ya solo hay “hombres de palabras”, sofistas especializados en decir muchas palabras que suenen bien a sabiendas de que no piensan cumplirlas. “El director de comunicación del presidente Komarov –escribe Forsyth- era, como muchos políticos y abogados, un hombre de palabras, porque estaba convencido de que no había problemas que estas no pudieran resolver.

 

Pero esa corrupción de la sofística no sucedía sólo en Rusia. Si el sistema de propaganda comunista era especialista en engañar y envenenarla convivencia con sus tácticas, de una manera sutil la desinformación florecía también en Occidente, como describe Forsyth: “Las relaciones públicas, que en Rusia se llamaban propaganda, en USA constituían una industria multimillonaria, capaz de convertir en celebridad al más lerdo, en sabio al más tonto.”

 

La realidad actual, como se ve, no es muy diferente de la que el autor situaba en su novela en el entonces futuro año 2000. Y mueve al lector a abrir los ojos para no dejarse embaucar, y a trabajar para cambiar esos vicios perversos en el mundo de la comunicación, que es el de todos. Porque sin aprecio a la verdad no hay democracia que dure largo tiempo. Un aprecio a la verdad que los ciudadanos deberían hacer valer cada día.

 

 

 

 

martes, 16 de marzo de 2021

El imperio de los dragones

 


El imperio de los dragones. Valerio Massimo Manfredi. Ed Grijalbo.

 

Novela histórica basada en la leyenda de la legión perdida, que supuestamente escapó a la gran matanza de romanos a manos de los persas, en Cade, en el año 53 a.C. Según dicha leyenda, los restos de la legión habrían llegado hasta los confines del imperio chino durante la dinastía Han, y se establecerían en aquella región.

 

La acción transcurre tres siglos después. Un alto mando del ejército romano, Metelo, con apenas 12 soldados más de la guardia del emperador, sobrevive a un ataque a traición de Sapor I de Persia al emperador Valeriano, que es hecho prisionero cuando se dirigía a una entrevista pactada con Sapor. Llevados al interior de Persia y condenados a trabajos forzados en condiciones miserables, muere Valeriano, pero los demás consiguen escapar. Un misterioso personaje les sigue a distancia.

 

Con la ayuda providencial de Daruma, un comerciante indio que hace la ruta de la seda entre Oriente y Occidente, que esperaba al personaje misterioso, consiguen cruzar fronteras y llegar hasta China. Allí les espera una formidable aventura, pues el misterioso acompañante es un príncipe de la dinastía Han a quien intentan arrebatar el trono. Los romanos le ayudarán a rescatarlo.

 

El valor de la novela a mi juicio son las recreaciones de lo que debió ser la vida y la cultura en los lugares por los que trascurre la acción: forma de viajar, uso de las armas, costumbres y tradiciones,… tanto entre los romanos como entre persas y chinos. Se nota la condición de arqueólogo del autor, y también su dominio de la topografía del mundo antiguo, materia en la que es especialista.

 

Manfredi recuerda, en nota al final del libro, que toda la trama es fruto de su imaginación, y que la llegada de soldados romanos a un lugar tan lejano, aunque no puede excluirse a priori, debería basarse en documentación más consistente.

 

Sin embargo, nos informa también de que sí existen documentos fehacientes respecto al viaje que emprendió un mariscal chino en el año 97 y 98 después de Cristo, para restablecer el orden y la seguridad en la Ruta de la Seda. Llegó hasta el mar Caspio, y desde allí envió a su ayudante para entrevistarse con el emperador romano, pues los chinos tenían noticias del Imperio mítico de occidente al que llamaban Gan Ying.

 

Cuando ya estaban muy cerca de la frontera, sus guías persas, temerosos de un pacto directo entre China y Roma, que haría perder el papel de intermediarios a los persas, engañaron al emisario chino con las distancias, asegurándole que aún faltaban semanas e incluso meses hasta la frontera. Esto desanimó al enviado, que decidió regresar a su tierra.  

 

Quién sabe el impacto histórico que hubiera tenido ese encuentro entre las dos civilizaciones más grandes del momento. Al parecer tanto China como Roma tenían muchas cosas en común: la organización de las fuerzas armadas, las colonias militares, el sistema de comunicaciones, la manera de medir y dividir la tierra, la idea de frontera y amurallamiento. Quizá incluso tenían los mismos enemigos en ese momento: los hunos, llamados así  por los romanos, que bien podrían ser aquellos a quienes los chinos llamaban Xiong Un, bárbaros que les atacaban por el norte.

 

Manfredi resalta que China, al contrario que Roma, ha sobrevivido cuatro milenios con su tradición, su civilización y su cohesión estatal. Pero quizá olvida que Roma, aunque desapareció como Estado, fue la cuna que meció los primeros respiros del cristianismo, y ha brindado a Occidente y a todo el mundo una base sobre la que construir y desarrollar la más lograda civilización que nunca vieron los siglos, a pesar de los pesares.

 

 

lunes, 15 de marzo de 2021

Felicidad conyugal

 




La novela del matrimonio. Leon Tolstoi. Ed. Del Bronce.

 

Con el sugerente título original de Felicidad conyugal, se trata de una novela corta sobre la historia de amor entre una joven huérfana, María Alexandrovna, y Serguei Mijailovic, un amigo de su difunto padre, encargado por éste de cuidar del patrimonio familiar.

 

Pronto surge entre ellos un sentimiento que va más allá de la amistad, del agradecimiento por la protección cuasi paternal y del desvelo protector hacia la niña tutelada. Y contraen matrimonio con un futuro prometedor de felicidad y paz.

 

Pero la ingenuidad de la joven María Alexandrovna y su desconocimiento del mundo –nunca ha salido de la aldea natal- no podían dejar de provocar dificultades e incomprensiones con la actitud ante la vida de Serguei Mijailovic, un hombre de mundo ya maduro que aspira a que nada turbe la paz familiar y la confianza mutua.

 

La serenidad de los primeros meses de matrimonio se ve turbada cuando María insiste en conocer la alta sociedad de San Petersburgo y Moscú.  Serguei accede, aunque sabe que la frivolidad y superficialidad de ese ambiente harán daño a María.

 

La joven triunfa por su belleza y buen hacer en todos los salones. Su éxito la llena de orgullo, y empieza a mirar de otro modo a su marido, con cierta suficiencia que antes le era desconocida.

 

Serguei, fino escrutador, percibe ese cambio, que le hiere, pero opta por el silencio y deja hacer libremente a su mujer, accediendo a cuanto desea a sabiendas del daño que se puede hacer a sí misma.

 

Surge así el gran problema de todo matrimonio: la incomprensión, los celos, el daño de las palabras no dichas, de las miradas de reproche, de las peticiones de perdón que no llegan a efectuarse por la cerrazón del otro. Pero esas decepciones y heridas son a veces el camino necesario para que el amor llegue a ser verdadero.

 

Escrita en 1858, cuando tenía 30 años, se trata de una de las novelas más bellas de Leon Tolstoi, aunque no tan conocida como las monumentales Ana Karenina o Guerra y Paz. De estilo cuidado y calidad literaria, perfila con acierto y verosimilitud la psicología de los personajes, probablemente con acentos autobiográficos. Ayuda a reflexionar sobre la propia conducta en las relaciones interpersonales en el matrimonio. Recomendable para intentar no caer en errores frecuentes entre las parejas.

 

lunes, 8 de marzo de 2021

Sé lo que estás pensando

 


Sé lo que estás pensando. John Verdon. Ed. Roca

 

Una novela policíaca que engancha, primera de la serie iniciada por Verdon con David Gurney como protagonista. A esta siguieron otras, la última El ángel negro, publicada en noviembre de 2020.

 

Un detective jubilado atiende la petición de ayuda de un antiguo compañero de estudios que está recibiendo unas misteriosas cartas amenazadoras. La pasión por su trabajo de detective le lleva a aceptar ayudarle.

 

Bien descritas las conductas psicológicas de los diversos personajes, especialmente las relaciones del policía con Madeleine, su esposa, y sus hijos, a los que no siempre ha sabido prestar la atención que hubiera sido necesaria. Madeleine es una mujer fuerte, en la que el policía encuentra apoyo para su vulnerabilidad. Y es una mujer inteligente, honesta e intuitiva, cualidades que la acaban convirtiendo en coprotagonista de la narración.

 

Como el propio Verdon ha explicado, en sus libros afronta cuestiones como la empatía, la culpa, la responsabilidad de los padres, o el daño que producen en las personas las “narrativas falsas”, es decir, el mentir con objeto de “tener más”, que acaba convirtiéndose en un terrible “ser menos”.

 

Verdon, que antes de jubilarse se había dedicado a la escritura publicitaria, comenzó a interarse por la novela policíaca gracias a su afición a las obras de Conan Doyle y otros clásicos de la novela negra y de misterio.

 

Las historias de detectives, ha declarado, son su género favorito porque tienen una orientación esencialmente moral: “no solo porque el bueno gana, sino porque la estructura de la forma tiende a valorar la objetividad por encima de la conveniencia, y la verdad por encima de la ganancia personal.

 

Describe a su personaje como “un detective cuyo apego a lo que es bueno crea toda la emoción, todas las recompensas y la mayoría de los problemas de su vida. David Gurney es un genio cuando se trata de lidiar con maníacos y asesinos, pero no tan bueno cuando se trata de lidiar con su esposa e hijo. Es un policía fantástico con una trágica sensación de su propia ineptitud como ser humano. Creo que este tipo de personaje central ayuda a que la historia se convierta en muchas cosas para muchas personas.”

 

Pienso que ese contraste, efectivamente, convierte a la novela en algo más que un buen entretenimiento. Tiene la facultad de despertar emociones y deseos de mejora en nuestras relaciones con los demás.

 

 

viernes, 6 de marzo de 2020

El jardín de los Finzi-Contini. Georgio Bassan







Brillante novela, al parecer en clave autobiográfica, que narra la historia de Alberto, un joven estudiante de filología en la Ferrara de entreguerras.

De familia judía de clase media, el muchacho sufre las consecuencias de las leyes racistas que empieza a aplicar Mussolini, y es expulsado del club de tenis.

Alberto conoce desde pequeño a los hijos de una rica familia judía, los Finzi-Contini, y está desde siempre prendado de la hija, Micòl. Estos, como muestra de solidaridad ante su expulsión, le invitan a su casa, una lujosa mansión rodeada de un bello parque. Acuden también otros jóvenes que como él han sido expulsados del club social.

Deslumbrado por la clase y el trato humano y cordial que recibe de la familia, y de la propia Micòl, Alberto acude cada vez con más frecuencia al palacio, y acaba intimando con Micòl: una joven guapa, lista, de amena conversación y gran clase humana.

Lo que Micòl ve solo como un amor de amistad, fraternal, el joven lo entiende como el amor entre hombre y mujer. Y cuando finalmente Micòl le rechaza, el sufrimiento de Alberto es desgarrador. 

Sólo se recupera cuando su propio padre le hace ver, en una cariñosa conversación de padre-anciano a hijo-quesehacehombre, que es señal de madurez para un hombre reconocer el no de una mujer, y que hay que aprender a valorar las diversas circunstancias que rodean a ambos, sin dejarse arrastrar sin más por los primeros y lógicos afectos.

Escrita con gran estilo, traza un bello relato en el que afloran  valores humanos sobre el amargo fondo histórico de la discriminación racial, creciente en la Italia de los años 30 a instancias de las leyes nazis de Mussolini.

Pero Bassani no se centra en cuestiones políticas y sociales, sino en el fondo humano de los personajes, dibujando sus caracteres con maestría, y logrando una gran riqueza humana en los diálogos, que transmiten valores. Aunque no siempre los consejos que afloran sean afortunados, el conjunto es de gran calidad literaria y recomendable.


jueves, 13 de febrero de 2020

Guerra y paz


Guerra y paz. León Tolstoi



En su magnífico estudio sobre la historia de la literatura universal Breve historia del leer, Charles Van Doren resalta esta obra de Tolstoi como una de las mejores novelas jamás escritas. Recrea con precisión la vida en el imperio ruso durante la primera mitad del siglo XIX, con las guerras napoleónicas y la invasión francesa como telón de fondo. A su juicio, en ningún otro relato se han narrado mejor episodios decisivos del momento, como las batallas de Austerlitz (2 de diciembre de 1805) o Borodino (7 de septiembre de 1812).



La calidad de Tolstoi se refleja tanto en su capacidad de reconstruir y contar historias como en el retrato humano y psicológico de sus personajes. Es una novela que aporta datos históricos relevantes,  pero también hace pensar sobre los grandes temas que deberían ocupar más nuestra mente: el bien y el mal, la belleza o fealdad de los caracteres, la redención y el perdón...



Van Doren recomienda leer esta magna obra de un tirón, y concuerdo con él: sería lo deseable, porque además el relato atrapa. Pero… feliz quien pueda disponer así de su tiempo : “bastan 50 horas de lectura…” Cuando la lectura se espacia durante semanas o meses el efecto es  casi igual de fantástico.



Apunta también un sabio consejo: no hay que preocuparse si uno no recuerda quién es quién a medida que se va adentrando en la lectura, entre el fárrago de nombres propios no siempre pronunciables. Hay que tener paciencia y esperar a que la trama discurra. Cuando la lectura ya ha avanzado, los personajes principales se nos van haciendo cercanos y claramente distinguibles. Pasado no mucho tiempo Pierre Bejuzov y Nathasa Rostova son uno más en la familia del lector.



Sucede –señala Van Doren- como en la vida misma: nos cruzamos con personas que aparecen  fugazmente, y desaparecen de nuestro recuerdo; otras en cambio acaban siendo piezas centrales en el gran relato de nuestra vida, y su nombre permanece imborrable. 



jueves, 18 de octubre de 2018

Trilogía sobre la historia de Aníbal y Escipión.




Africanus, el hijo del cónsul. Las legiones malditas. La traición de

Roma. 

Fantástica trilogía de Santiago Posteguillo










El reciente premio Planeta otorgado a Santiago Posteguillo me lleva a reseñar esta otra fantástica trilogía, en la que el escritor valenciano recrea, con maestría y gran respeto a los datos históricos, la vida de Publio Cornelio Escipión y su rival, el general cartaginés Aníbal. Ambos lideraron los ejércitos de Roma y Cartago, enfrentados en el siglo III antes de Jesucristo en una guerra sin cuartel por la hegemonía del mundo conocido.


                                              
                                                      Santiago Posteguillo

Posteguillo logra zambullirnos en la narración con su detallada y verosímil recreación de lugares y costumbres. Nos permite asistir a conversaciones íntimas en el seno de una familia romana, a las exquisitas lecciones que recibía Escipión niño de sus maestros griegos,  a sesiones en el Senado romano, a las intrigas y traiciones políticas,  a las grandes batallas que decidieron el devenir de nuestra civilización. 

Nos aporta también un conocimiento detallado de la geografía y de los lugares claves donde sucedieron los hechos más importantes de aquel momento histórico. Para los valencianos tiene un sabor especial la estupenda recreación del asalto cartaginés a Sagunto. 


                                                        Aníbal en el paso de los Alpes

La trama nos permite cruzarnos con personajes de la cultura y la política del momento. Singularmente bien recreada la figura del poeta y dramaturgo Cneo Nevio, que combatió en la primera guerra púnica. Esos personajes dan perspectiva y relieve a los hechos centrales del relato.

                                     
                                               Cneo Nevio, dramaturgo romano

De la mano de todos ellos, percibimos la cultura propia de la época, la manera de pensar de los protagonistas, que determinaba sus pautas de conducta. Así, Cneo poseía “… el  típico cinismo propio de alguien a quien la vida había transformado en un gran escéptico.”

Aun en medio de unas costumbres brutales,  Posteguillo no olvida resaltar a lo largo del libro el aprecio a valores y virtudes humanas.
Aquellos hombres conocían y apreciaban el valor de la lealtad y la amistad, que en ocasiones brillan justo por su ausencia o por el vicio contrario. 

                                                      Publio Cornelio Escipión

Así, las reflexiones, procedentes de la Ética a Nicómaco, de Aristóteles, sobre el valor de la amistad. Hay tres motivos, nos dice, por los que los hombres se quieren y se hacen amigos: la utilidad, la atracción y la simpatía espiritual. Los dos primeros lazos son transitorios, porque su fundamento es la utilidad o la atracción, y no se quieren por ellos mismos sino por utilidad o placer, que son pasajeros. La simpatía espiritual es el verdadero comienzo de la amistad, aunque todavía no sea amistad.


La amistad se basa  “en el carácter y las virtudes de los que son iguales entre sí”. Si son buenos, buscan el bien el uno para el otro. Tal cosa requiere tiempo y trato, hasta que cada uno se haya mostrado al otro digno de cariño y la confianza se haya confirmado…

Y la importancia de escuchar los consejos de un buen amigo: “Aquel cuyos oídos están tan cerrados a la verdad hasta el punto que no puede escucharla de boca de un amigo, puede darse por perdido.”


Queda patente también la grandeza de ánimo y fortaleza de los héroes, que saben sobreponerse en momentos de debilidad, cansancio o enfermedad: “Publio ensanchó el pecho mientras andaba. No debía dar sensación de desánimo ante sus legionarios. Cuando paseaba por la ciudad o entre sus tropas era el centro de las miradas. Su apariencia, su porte, su seguridad, eran importantes.”

Pero ni siquiera los héroes son inmunes a los vicios. Les acecha la ridícula tentación de la vanidad: “Nadie es inmune a la vanidad vacua del éxito continuado.”

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La trilogía está narrada con maestría, se lee de un tirón y deja con ganas de más.



miércoles, 19 de septiembre de 2018

La vida nueva de Pedrito de Andía: una gran novela sobre la adolescencia




La vida nueva de Pedrito de Andía. Rafael Sánchez Mazas


Hay lecturas que dejan poso en el alma: buenos sentimientos, deseos de ser mejor persona, de hacer el bien.  Es lo que consigue a mi juicio esta novela de Sánchez Mazas, publicada en 1951. La leí hace años, como muchos jóvenes españoles, y el encuentro casual con una ficha que tomé entonces me mueve a esta reseña.

Dirigida a un público joven, su protagonista es un adolescente que atraviesa el turbulento cambio que le llevará de la infancia a la edad madura.  El ambiente en que transcurre es la España de 1923,  bien distinto al que se encuentran los jóvenes de nuestros días. Pero la crisis es la misma. Y los medios para atravesarla son también muy similares.

Desde entonces han mejorado mucho los conocimientos de sicología, en los que todo padre y educador debe estar al día para encauzar con acierto a los jóvenes. Pero no deberíamos despreciar la sabiduría contenida en los consejos de nuestros abuelos, padres de familia y educadores que quizá no estudiaron sicología pero conocían el alma humana como nadie y tenían experiencia de la vida.

***

La novela refleja  el ambiente en que crecían los jóvenes de la época, habitualmente más cristiano que el actual. Los razonamientos incluyen la perspectiva cristiana, sobrenatural, sin la que es imposible entender plenamente a la persona, ni por lo tanto ayudarla cabalmente. Tratar de educar sin esa perspectiva es dejar cojo y sin un fundamento clave el edificio de la personalidad. Si somos hijos de Dios, ¿cómo vamos a prescindir de Él a la hora de educar? ¿No hay que educar de acuerdo con lo que somos?

***

La ficha se refiere al sentido del dolor. El adolescente sufre mucho, todo le molesta; amores y desamores, encuentros y rupturas,  miedo al futuro…  Le duele sobre todo no entenderse a sí mismo ni encontrar sentido a las cosas. Pedrito de Andía acude a su confesor, un buen sacerdote que le conoce bien, y le abre su alma.

Así lo cuenta, en un párrafo largo pero enjundioso:

“Otra vez le saqué la conversación de lo requetemal que me había ido todo el verano en tantísimas cosas. Él me contestó que tampoco exagerara y me pusiese a hacer el mártir y que Dios Nuestro Señor siempre prueba a los que habrán de ser más buenos, porque en lo que se crece para mejores cosas es en el dolor, y sin dolor, dijo, no se nace ni se renace a nada y mucho menos a la vida eterna, ni se sacan frutos ningunos, ni se hacen trabajos ni luchas nobles, como tampoco sin estrujar la uva se hace el vino, ni sin moler el grano el pan.

Me insistió en que si yo quería vivir sobre la tierra como hombre de verdad me tendría que hacer a sufrir como hombre y que, si se quitaran las penas de este mundo, se le quitaría toda la belleza y toda la nobleza y toda la poesía, porque sin penas no hay héroes, ni poetas, ni santos, ni habría san Agustín, ni san Ignacio, ni san Francisco, ni san Pablo, ni David, que tanto llevaron todos esos; ni tampoco César, ni Ulises, ni Aquiles, ni Eneas, ni siquiera el pobre Don Quijote de la Triste Figura, y que no era hombre alto el que no crecía en el dolor, que es la bienaventuranza de las bienaventuranzas, porque casi todas se podrían resumir en una: Bienaventurados los que sufren.


Ármate, Pedrito –me dijo al final- , a precio de dolor, de punta en blanco, para entrar como caballero en una vida nueva. Que sea ésa tu vida nueva y la tomes con alegría.”

***

Encontrar sentido al dolor, valorar el esfuerzo, no contentarse con una vida materialista ni mediocre, afán de superación, ideales nobles para hacer el bien en el mundo a manos llenas… Ahí es nada.

Ojalá esta lectura siguiera llegando a muchos jóvenes de nuestros días y fuera capaz de despertarles del sopor en que suelen encontrarse. 

Por cierto, veo que los ejemplares de segunda mano se venden a buen precio en Amazon…

De temática similar, más actual, esta novela de Alejandro D'Avernia: Blanca como la nieve, roja como la sangre.