Donde el corazón te lleve. Susana Tamaro. Ed Seix Barral
Con la sencillez y estilo poético que le caracterizan, Susana
Tamaro (Trieste, 1957) aborda en esta novela la dificultad de comunicación entre personas cercanas, que
tantas veces está en el origen de muchas incomprensiones y problemas
familiares.
En los últimos días de su vida, presintiendo su muerte, una
anciana escribe una larga carta a su nieta. “Los muertos pesan por todo lo que
entre ellos y nosotros no ha sido dicho, más que por su ausencia”. Lo que no
supimos decir nos dolerá eternamente. La abuela ha decidido abrir su alma a la
nieta, sincerarse de sentimientos y heridas jamás confesados. Y contarlos tiene un
efecto liberador.
El amor propio nos encierra
muchas veces en el mutismo y en la falta de comprensión hacia quienes no
aceptan nuestros puntos de vista. Olvidamos con frecuencia que somos seres relacionales, que necesitamos
a los demás y ellos nos necesitan, y que
conversar - y sobre todo escuchar e intentar comprender- es una de las
cosas más valiosas que podemos regalar a los seres queridos.
Sin estridencias negativas, el relato deja ver al trasluz la falta
de fe cristiana de los personajes. Falta de fe que se percibe, a mi juicio, en
cierto fondo de tristeza y amargura, pero suavizada por un sutil sentimiento de
añoranza, como de quien comprende que cuanto sucede debe tener un sentido que
se le escapa. Una añoranza que mira con sana envidia a quienes creen en Dios y tienen
una visión cristiana del mundo. “En la lengua hebraica no existe la palabra
azar –escribe la abuela- y usan ese
vocablo árabe (azar), porque donde hay Dios, no hay sitio para el azar”.
Pero hay un problema que no sabe resolver: la presencia del mal. Se rebela ante el horror y la injusticia. ¿Cómo los permite Dios, si es un Padre
providente? Es el viejo problema de la libertad: Dios nos ha hecho libres para
que tengamos el mérito de escoger libremente el bien, pudiendo escoger el mal. Pero
escogimos el mal, y con ese pecado en el origen del hombre se introdujo el
desorden en el mundo. Un desorden que hacemos mayor cada vez que obramos mal, y que frenamos y podemos
contrarrestar con nuestras acciones buenas.
La novela es conmovedora y se lee con agrado. Invita a mejorar la calidad de la relación con los seres queridos, a reflexionar sobre los motivos de nuestros silencios. Un buen propósito, en
esta sociedad de la comunicación hiperconectada, que está generando tantos casos de mutismo y aislamiento en individuos que no
saben abrir su mundo interior. Y que por no expresarlo, acaban empobreciendo la
calidad de sus sentimientos.
Tamaro describe con fina intuición la decisiva necesidad del amor, y su capacidad de transformar la vida de las personas. El amor abre las ventanas entre el alma y el cuerpo: "Cuando están abiertas, el cuerpo da al alma una gran luz, e igualmente el alma al cuerpo, con un sistema de espejos que se iluminan entre sí. En breve se forma a tu alrededor una especia de halo dorado y cálido, y ese halo atrae a los hombres como la miel atrae a los osos."
Mientras no estás enamorada, nadie te presta atención, escribe Tamaro. Pero ahora todos te pronuncian dulces palabras, te galantean, porque tu cuerpo se ha iluminado por el amor. Y esa luz irradia, es pegadiza en quienes la perciben, y es capaz de cambiar las vidas de quienes tenemos cerca.
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