lunes, 25 de agosto de 2014

Nubosidad variable. Comunicar, un problema esencialmente humano


 
 Nubosidad variable. Carmen Martin Gaite
Nubosidad variable 


Dos amigas se reencuentran después de años de separación a causa de  agravios y malentendidos. Y entonces comienzan a escribirse largas cartas en las que afloran las amarguras y traspiés de sus años de separación, hilvanadas con recuerdos de los años felices en la escuela.

Escrito con maestría, con momentos llenos de encanto y mucha gracia a pesar de las situaciones dolorosas, es una buena muestra de la sicología femenina. Quizá adolece de una perspectiva demasiado introspectiva, llena de subjetivismo y falta de sentido trascendente en los personajes.

Quizá el fondo de la novela es un tema eminentemente humano: la necesidad de comunicación. ¡Cuántas desavenencias son fruto de malentendidos que crecen a causa de nuestro silencio! El amor propio, herido por agravios reales o imaginarios, nos encierra en un amargo mutismo.

Hablar de lo que enfada, preguntar con sencillez el porqué de conductas que aparentan desdén, decir con sinceridad lo que nos hiere,  dar a conocer con transparencia los propios sentimientos a los seres queridos.  Hablar, comunicarse: ese es el modo de evitar  rupturas,  antes de que se agríen y envenenen las relaciones a causa de falsas suposiciones.

La necesidad de comunicación atañe al ser mismo de la persona. Por eso es un tema clásico en los buenos autores. Ver por ejemplo, entre los títulos comentados aquí, Donde el corazón te lleve, de Susana Tamaro. O En lugar seguro, de Wallace Stegner.

De otro modo, más informal y divertido, lo he visto tratado en la película Last Holiday (Las últimas vacaciones). La protagonista es una simpática pero inhibida dependienta. Al llegar al momento trascendental de su vida se da cuenta de que hablar, expresar lo que llevamos dentro,  lo que nos gusta o disgusta de quienes tenemos cerca, es una necesidad vital, para uno mismo y para todos. Y declara: “Malgasté gran parte de mi vida estando en silencio”. 


Y se produce la metamorfosis: la inhibida dependienta comienza  a decir las verdades a quien se le pone delante. Y entonces sucede algo sorprendente: la comunicación sincera genera confianza, atrae. Incluso cuando contiene verdades que duelen es un modo de manifestar a los demás que les queremos, que deseamos su bien. Y lejos de distanciar, esa sinceridad estrecha lazos. Y nos hace, a nosotros y a los demás, mejores.

Un dato más a favor de Last Holiday: la protagonista reza, se comunica con Dios, habla honda y a veces desgarradamente con Él. Con palabras sencillas y normales, con una canción, a veces sólo con una pregunta (¿Por qué?), o incluso sólo un guiño simpático dirigido a Quien no sólo le escucha, sino que le sigue hasta en los más pequeños pensamientos.  Comunicación de la mejor clase: en esa sí que no debemos fallar.






 

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