La personalidad. Rafael
Escolá. Ed MC
Rafael Escolá (Barcelona 1919, Pamplona 1995), ingeniero industrial y fundador de
la prestigiosa empresa de proyectos de ingeniería IDOM, fue una persona de cualidades
humanas excepcionales, con una rica personalidad cuajada de virtudes que supo
transmitir con generosidad a cuantos le trataron. Además de su trabajo como
ingeniero intervino en varios proyectos educativos para jóvenes, como el
Colegio Gaztelueta de Bilbao.
Felipe Prósper, Presidente de IDOM y de la Fundación Rafael
Escolá, le describe en una interesante conferencia en TECNUM como una persona optimista
y valiente, en la que destacaba “la austeridad, el trato educado, amable y nada
autoritario, y la capacidad para encontrar en cualquier acontecimiento sencillo
un pretexto para celebrar la amistad,
para crear en torno a sí un clima de cariño.”
En este librito Rafael Escolá vuelca su experiencia acerca
del desarrollo de la personalidad. Lo que afirma es fruto sobre todo de su
propia trayectoria personal, pero también
de su larga experiencia en la formación de jóvenes durante muchos años. Eran
famosas sus divertidas charlas informales, en las que con gran sentido del
humor despertaba en los jóvenes la ilusión por desplegar todo el potencial de
virtudes de que eran capaces, perdiendo el miedo a la exigencia y el esfuerzo.
La personalidad, afirma, no es fruto del ADN (de la herencia
de los padres), sino fundamentalmente de la voluntad, que es capaz de moldear muchas manifestaciones del carácter
y del temperamento. Cuando hay un fondo
de convicciones bueno, surgen actitudes nobles que tallan el perfil de la
personalidad: sinceridad y veracidad, audacia con sentido común, respeto a las
personas, optimismo, nobleza; actitudes generosas, amables, serenas, valientes,
bienhumoradas… Son esos valores positivos, quizá poco comunes, hacia los que
las convicciones nos inclinan y hay que saber elegir siempre, cueste lo que
cueste.
La naturalidad para manifestar las propias imperfecciones,
sin tratar de ocultarlas por miedo a perder prestigio. El dominio de los gestos
que acompañan y delatan las actitudes interiores, que son a veces más
explícitos que las palabra. Las decisiones y elecciones que manifiestan una
tendencia seria y constante: por ejemplo, al escoger aficiones que perfeccionan
(lectura, montañismo...) Y siempre, buscar la excelencia profesional en el oficio de cada uno: para los estudiantes, el estudio. Éste de la excelencia profesional es un campo en el que Escolá habla de algo muy propio, como ressaltaba este artículo de Expansión. Estas actitudes
suponen siempre, por lo contagioso, una influencia postiva en los demás, y arrastran.
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