Mostrando entradas con la etiqueta coronavirus. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta coronavirus. Mostrar todas las entradas

viernes, 22 de mayo de 2020

Gobernar con autoridad



                                  


Dos mujeres destacan en el panorama mundial por su eficiente gestión de la crisis del COVID: la canciller federal de Alemania, Angela Merkel, de la Unión Demócrata Cristiana, y Jacinda Ardern, Primera Ministra de Nueva Zelanda, del partido laborista. Los analistas destacan que han sabido gestionar la crisis porque se han centrado en resolver el problema y no en buscar imagen ni rédito político.

Esta forma de actuar, centrada en el interés  común, es la que concede autoridad a un político y lo convierte en líder. Para que cualquier organización funcione bien se requieren líderes con autoridad. Pero tener autoridad es distinto de tener poder. El poder puede ser usurpado, la autoridad no. El poder puede ser déspota, la autoridad no. El poder puede mantenerse mediante compromisos oscuros, la autoridad no. 

La autoridad hay que ganársela con ejemplaridad y transparencia. Autoridad es lo que la gente concede a quien es ejemplar en su actuación. Su buen ejemplo genera confianza, y entonces los subordinados le conceden autoridad.

Que el líder sea merecedor de autoridad es un requisito para  el buen funcionamiento de cualquier organización, cuánto más de los gobiernos encargados de regir un país, y por extensión en cuantos se dedican a la noble tarea de la cosa pública.  

Pero la autoridad hay que ganársela día a día actuando con motivaciones trascendentes, esto es, buscando resultados no solo para uno mismo sino para los demás, para el bien común, un concepto que deberíamos recuperar con urgencia. El bien común tiene en cuenta a todos, y no solo a los de tal o cual facción.

La confianza, en la que se basa la autoridad, es más que una suma de votos u opiniones. Se pierde por el uso injusto del poder (cuando quien manda solo piensa en su propio interés y no en el del conjunto social); por no usar el poder cuando y como se debe (por falta de competencia); o por un uso inútil del poder, restringiendo en exceso la libertad de los subordinados en perjuicio del interés de la empresa, o del país.

Lo explican todos los manuales de gestión de las organizaciones.





domingo, 26 de abril de 2020

La tentación del miedo






Parecía un párrafo de uno de los libros del pensador británico C.S.LewisCartas del diablo a su sobrino, publicado en 1942. Me lo ha pasado un amigo, sobresaltado por la similitud con nuestra situación actual, en plena pandemia ocasionada por el coronavirus

Gracias a la advertencia de otro buen amigo he comprobado que el párrafo es imaginario. Sin duda el autor, inspirado por el sentido que Lewis dio a su obra, ha querido imaginar qué nos diría de la pandemia actual y la reacción de muchos ante ella. Ha redactado un texto y lo ha puesto en circulación, sin advertir que el autor no es C.S.Lewis.

Lo que sí dice Lewis, poniéndolo en boca del diablo, es que como muchos no piensan en la vida eterna, "tienden a considerar la muerte como el mal máximo, y la supervivencia como el bien supremo. Pero es porque les hemos educado para que pensaran así."

Cuando Lewis tenía 30 años, su amistad con Tolkien supuso un reencuentro con el cristianismo. Su conversión dejó una profunda huella en sus escritos. En Cartas del diablo a su sobrino hace una magistral descripción, en clave irónica llena de humor británico, de las diversas formas en que el hombre se deja seducir por las tentaciones del maligno. Y una de ellas es no pensar nunca en el más allá de la muerte, en la vida eterna.



Transcribo ahora el párrafo ficticio que ha sobresaltado a mi amigo, redactado en estos días de confinamiento por algún bienintencionado que debería haber avisado de que el texto no es en realidad de Lewis, aunque se inspire en su obra:

"- ¿Y cómo lograste llevar tantas almas al infierno en aquella época?
- Por el miedo.
-- Ah, sí. Excelente estrategia; vieja y siempre actual. ¿Pero de qué tenían miedo? ¿Miedo a ser torturados? ¿Miedo a la guerra? ¿Al hambre?
- No. Miedo a enfermarse.
- ¿Pero entonces nadie más se enfermaba en esa época?
- Sí, se enfermaban.
- ¿Nadie más moría?
- Sí, morían.
- Pero, ¿no había cura para la enfermedad?
- Había.
- Entonces no entiendo.
- Como nadie más creía o enseñaba sobre la vida eterna y la muerte eterna, pensaban que solo tenían esa vida, y se aferraron a ella con todas sus fuerzas, incluso si les costaba su afecto (no se abrazaban ni saludaban, ¡no tenían ningún contacto humano durante días y días!); su dinero (perdieron sus trabajos, gastaron todos sus ahorros)...
Aceptaron todo, todo, siempre y cuando pudieran prolongar sus vidas miserables un día más. Ya no tenían la más mínima idea de que Él, y solo Él, es quién da la vida y la termina. Fue así. Tan fácil como nunca había sido.”




Es la actitud que podríamos adoptar, atenazados por el miedo a perder la salud. Un miedo lógico, especialmente para quien piense que esta vida es la única.  

Si hay una cosa clara es que todos moriremos, si Dios quiere dentro de muchos años. Por eso lo esencial no es conservar la salud a toda costa. Lo decisivo es emplear la vida en algo que valga la pena, para esta vida y sobre todo para la otra.





Como están haciendo tantos héroes anónimos estos días, dejándose la salud y jugándose la vida por cuidar a quienes les necesitan. Así es como mejoraremos el mundo.

(Imágenes de la Clínica Universitaria de Navarra)