domingo, 30 de diciembre de 2012

Requiem por Nagasaki.




Requiem por Nagasaki. 
Paul Glynn . Ed. Palabra


Este maravilloso libro relata la apasionante vida de Takashi Nagai, médico y  profesor de radiología de la universidad de Nagasaki

Nagai recibió el título de Héroe Nacional de Japón, por su valor, su abnegada entrega a los demás y el espíritu de superación que supo transmitir a los supervivientes de la bomba atómica, arrojada sobre Nagasaki por los estadounidenses. 

La bomba arrasó la ciudad y mató en un instante a 72.000 personas, entre ellas la mujer de Nagai.  La radioactividad dejó secuelas en el resto de la población, llevando a la muerte en los años siguientes a otros miles de personas. El doctor Nagai, también enfermo incurable a causa de la radiación, escribió numerosos libros que llegaron a estar entre los más vendidos del Japón, contribuyendo a devolver la esperanza a una nación hundida. Falleció seis años después.

Su vida –que ha sido llevada al cine- es la apasionante trayectoria interior de un hombre recto que busca la verdad. Primero sintoísta y luego racionalista ateo, gracias a la lectura de Pascal, y sobre todo al encuentro con una familia católica que le acoge como huésped en su época de estudiante, descubre el catolicismo.

Le conmueve la historia de los mártires de Nagasaki –narrada con detalle en el libro-  y el sufrimiento y fidelidad de los católicos ocultos de Japón, que mantuvieron su fe a lo largo de los siglos, a pesar de las prohibiciones y sangrientas represiones, que han durado hasta el mismo siglo XX. Una historia poco conocida en Occidente.

El autor del libro, marista australiano, que vivió muchos años en Japón y conoció y trató a la familia de Nagai,  sabe transmitirnos la finura interior y la sensibilidad de que es capaz el espíritu japonés, singularmente preparado para descubrir el valor de lo pequeño y el sentido del trabajo.  Así lo muestra al hilo de la historia, fijando su atención en muchas de sus tradiciones, o  en el mismo idioma nipón y su grafía. De vez en cuando se detiene para hacernos ver el trasfondo escondido en algunos ideogramas. Por ejemplo:

-Arigató (gracias), está formada por dos ideogramas que significan literalmente “esto vino a existir con dificultad”: detrás de todo lo que recibimos, usamos o poseemos, hay dificultades que otros han tenido que superar con gran esfuerzo para poder ofrecérnoslo. Y por eso les debemos agradecimiento.

-Shigoto (trabajo) está formado también por dos ideogramas,  que significan “algo que es servicio”: todos somos beneficiarios de otros incontables trabajadores, y nosotros debemos hacer bien nuestro trabajo en servicio de la comunidad, no por beneficio material sino por gratitud.

-Nenbutsu es la palabra que designa la oración más sencilla del budismo japonés, algo que recuerda a las jaculatorias cristianas o al santo rosario. Consiste en la repetición continua de la oración “Namu Amida Butsu”: “Dependo completamente de Ti, Amida Buda”. El ideograma de Nenbutsu contiene los ideogramas de corazón y ahora: escapar de las preocupaciones y encontrar el eterno y pacífico “ahora”, “el Absoluto”, en el propio corazón. Un cristiano sabe que eso significa descansar en Aquel que se llama a Sí mismo “Soy el que soy”, que habita en el alma, más íntimo a nosotros que nosotros mismos.

-Gusano de luz en verano, nieve en invierno, permiten al pobre leer libros aunque no tenga luz, y así instruirse y lograr el éxito. La pobreza material nunca tiene que detenernos.

-Al hijo que amas mándalo de viaje: el precio del apegamiento familiar es la inmadurez.

Es especialmente significativo el trasfondo cristiano que Nagai descubre en la palabra japonesa hansai: víctima ofrecida en holocausto. La tragedia vuelve a los hombres más reflexivos y rezadores, y Nagai reflexiona con intuición cristiana sobre el terrible sacrificio sufrido por la inocente población de Nagasaki

Causó gran escándalo cuando -en el primer acto religioso después de la tragedia- el doctor Nagai tomó la palabra y se refirió a la población de Nagasaki como hansai privilegiada víctima escogida por Dios (como Jesucristo) para ser sacrificada por los pecados de los hombres.

Pero pronto los escandalizados reconocieron la profunda sabiduría que encerraban esas palabras, que abrían camino para aceptar los misteriosos designios de Dios, que guía la historia.

El doctor Nagai con sus dos hijos

Como dice en el prólogo Stan Arneil, ex-prisionero de guerra de los japoneses, el capítulo en el que se narra el impacto de la bomba atómica es quizá el mejor que se haya escrito. Es un suceso duro, que tendemos a no mirar. Pero en este libro podemos mirarlo sin miedo. Porque tras la tragedia no surge amargura y deseo de venganza, sino palabras de serena aceptación, de reconciliación y de paz. Una actitud que reconcilia con la raza humana.

Artículo relacionado: Los cerezos en flor.



sábado, 29 de diciembre de 2012

El conde Lucanor, libro de cabecera de Vicente del Bosque


El conde Lucanor. Infante don Juan Manuel. 


Conjunto de cuentos y fábulas de contenido moralizante, de los que se sirve el consejero de un conde, hombre de gobierno,  para ilustrar sus consejos y orientar sus decisiones ante los problemas prácticos que se le plantean en su trabajo de gobernante y en  las relaciones interpersonales con sus allegados.  Constituyen  verdaderos casos prácticos de ética y prudencia en la actuación del líder, perfectamente aplicables a situaciones de la vida normal de cualquier ciudadano del siglo XXI.

Escrito en el siglo XIV por el infante don Juan Manuel, político, escritor y tutor de reyes,  el libro es un clásico de la literatura española. Su lectura, en castellano antiguo,  constituye  un buen ejercicio de comprensión y reflexión, aunque en ocasiones resulte algo arduo, especialmente para quienes leen poco. Quizá a ellos es a quien más bien hará dicho ejercicio. 

Vicente del Bosque, seleccionador del equipo nacional de fútbol de España,  ha declarado en alguna ocasión que este es su libro de cabecera,  y que a su lectura debe buena parte de sus aciertos en las relaciones personales y al formar equipos.  

Algunas frases a modo de ejemplo:

-Si algún bien facieres que chico asaz fuere // fazlo granado, que el bien nunca muere.

-Nunca vos fagan por queja ferir, // ca siempre vence quien supo sufrir. (No lanzarse a atacar antes de que el supuesto enemigo nos haya atacado realmente)

-Magüer que algunos te hayan errado // por eso no dejes facer aguisado.

-Quien aconseja encubrir de tus amigos // engañarte quiere asaz y sin testigos.

-Non aventures mucho tu riqueza // por consejo del home que ha probreza.

-Al que mucho ayudares y non te lo agradeciere // atiende menos a él, aun cuando más hubiere (no esperes que te haga favores cuanto tenga mucho quien no te los hace cuando tiene poco)

-Todo lo que Dios face // aquello es lo mejor

-A las cosas ciertas vos encomendad // y de la fiucias vanas vos dejad.

-Si non sabe qué debes dar // a gran daño se vos podría tornar. (No dar por mucho que rueguen, si lo necesitamos para cosas más importantes).

-Por pobreza nunca desmayedes // pues otros más pobres que vos veredes.

-Non te espantes por cosa sin razón // mas defiéndete bien como fuerte varón.

-En lo que tu pro pudieres fallar // nunca te fagas mucho rogar (Si te ofrecen flojamente ayuda en algo que te interesa, aprovecha la ocasión y acéptalo: Dios se sirve de eso en adelante para tu bien.)




viernes, 28 de diciembre de 2012

Blanca como la nieve, roja como la sangre. Alessandro D’Avenia.



Blanca como la nieve, roja como la sangre 

Alessandro D’Avenia 

Ed. Grijalbo 

Leo, un adolescente, se enamora en el instituto de una chica de otra clase, Beatrice, a la que ni siquiera conoce, pero que a sus ojos se ha convertido en la encarnación del bien y la belleza. Pero Beatrice, antes de que Leo llegue a presentarse, enferma gravemente. El mundo se hunde bajo los pies de Leo, desesperado.

Pero Leo no está solo, cuenta con amigos leales, que no abandonan. Su compañera Silvia, personificación de la lealtad, está a su lado incondicionalmente, a pesar de que Leo parezca ignorarla y se comporte con ella como un desagradecido.

Y está también a su lado, aunque de un modo aparentemente más lejano, su profesor de literatura, que manifiesta su cercanía como en la distancia, casi siempre en forma de comentarios aparentemente impersonales que fluyen en el aula durante las clases  de literatura.

El joven y sensible profesor (verdadero protagonista en la sombra) percibe que en el alma de su alumno han irrumpido inesperadamente y de forma desgarradora –como suele suceder en los adolescentes- el sufrimiento y la incertidumbre, y sus comentarios literarios van más dirigidos a orientar a Leo de lo que parece.

Escrito en forma de monólogo del joven Leo, el libro manifiesta dominio del lenguaje y los modos en que los jóvenes tratan de expresar sus sentimientos, a veces incomprensibles para ellos mismos.  Incluso cuando habla del sufrimiento, el monólogo tiene toques de jovialidad y frescura, tan propios del lenguaje de un chico normal. Una muestra: de vez en cuando en los pensamientos de Leo se desliza una idea luminosa, un descubrimiento nuevo para él, y anota: “Qué gran verdad es lo que acabo de decir: tengo que recordarlo. Me olvido mogollón de cosas importantes que descubro. O sea que me doy cuenta de que podrían serme útiles en el futuro, pero las olvido, igual que los mayores. Tal es el origen de al menos la mitad de los males del mundo. "En mi época esos problemas ni siquiera existían..."  Exacto. ¡En tu época! Puede que si anoto alguna de las cosas que voy descubriendo ya no las olvide y deje de cometer los mismos errores. Tengo una memoria pésima. Por culpa de mis padres: ADN de mala calidad…”

 La narración trascurre en un ambiente fresco y oxigenado, y se respira un sentido cristiano lleno de naturalidad, que de cuando en cuando cristaliza en frases que merecen ser recordadas. He anotado unas pocas: 

-Nunca tengas miedo a soñar, por mucho que los demás se rían de ti. La historia es un puchero lleno de proyectos cumplidos por hombres que alcanzaron la grandeza porque se atrevieron a concretar su sueño en realidad. La filosofía es el silencio en que esos sueños nacen.

-La humanidad avanza sólo cuando un hombre tiene fe en lograr lo más difícil (eso es un sueño).

-Pasión de enseñar: “extraer la belleza allá donde se encuentre y regalársela a quien esté a mi lado. Por eso estoy en el mundo”.

-Cuando está enamorado el tiempo no existe. Eso es el cielo, sin tiempo, eterno presente.

-Basta que esté Beatrice para que la vida sea cada día nueva. El amor es lo que hace la vida nueva.

-Justo cuando nos sentimos más pobres, la vida, como una madre, nos está cosiendo el traje más hermoso.

Un libro que gustará a los jóvenes,  y también a los mayores con alma joven.


domingo, 9 de diciembre de 2012

Ciencia y fe. Lo que sabemos del origen del universo y de la vida (y II)






La mirada de la ciencia y la mirada de Dios.
Diego Martínez Caro. Ed. EUNSA. 2011


El diseño inteligente y el principio antrópico deslumbran a los científicos



Cada vez es mayor el número de científicos que muestran su asombro ante la evidencia de que  el universo parece como si se desarrollara de acuerdo con un plan inteligente. Este argumento del diseño inteligente, curiosamente  abandonado por  los teólogos tras las críticas procedentes del darwinismo, es ahora recogido por la Ciencia, que  sugiere además que la existencia de organismos conscientes es un rasgo fundamental del universo. Parece como si todo estuviera hecho para ser observado por seres inteligentes.


El filósofo Anthony Flew, tras 50 años de ateísmo, declara: “Creo que los orígenes de las leyes de la naturaleza, de la vida y del universo señalan claramente a una fuente inteligente. La carga de la prueba recae sobre los que argumentan lo contrario (…) Cada año que pasa, y según descubrimos la riqueza de la inteligencia inherente a la vida, menos posible parece q una sopa química pueda generar por arte de magia el código genético”.


Richard Smalley, Nobel de Química, muestra también su admiración ante el principio antrópico: cada vez aparece con mayor claridad a la Ciencia que el universo está exquisitamente ajustado para hacer posible la vida humana.


Por su parte, Paul Davies, que ha sido profesor en el Centro de Astrobiología de Australia, y ahora en la  Universidad de Arizona, defiende que las condiciones físicas que hacen posible nuestra existencia se encuentran tan increíblemente ajustadas que hacen inviable  atribuir la existencia humana al simple juego accidental del azar o de fuerzas ciegas. Es necesario algún plan superior capaz de explicar la vida humana.


La posibilidad de que desde el origen del Universo (14 mil millones de años) se produzcan al azar los miles de millones de coincidencias, mutaciones y combinaciones necesarias para dar origen a un organismo humano es ínfima: se ha podido calcular con potentes ordenadores y es muy inferior a 1 entre mil millones.


Muchos científicos concuerdan en esto: la aparición de la vida depende de unas propiedades favorables de la física tan específicas que no pueden sino ser deliberadas por una inteligencia superior. Es casi inevitable pensar que nuestra inteligencia es imagen de una inteligencia superior. Para el astrónomo y matemático Fred Hoyle, esta teoría –aunque apoyada en razones sicológicas más que científicas- es tan obvia que hay que preguntarse por qué no es ampliamente aceptada como evidente por la comunidad científica. Quizá hay que ver aquí uno de esos casos de miedo a la disidencia respecto a lo políticamente correcto: el miedo a verse aislados profesionalmente.


La fe en un Dios sabio y racional hizo posible el nacimiento de la ciencia moderna


Davies reconoce también la influencia decisiva del cristianismo  en el nacimiento de la ciencia moderna: los pioneros de la ciencia moderna eran cristianos,  y como tales pensaban que la naturaleza, como obra de Dios, era racional y que, por tanto, se podría investigar científicamente.


Subraya el doctor Martínez Caro que es un hecho incontestable que la ciencia moderna tuvo sus orígenes entre los siglos XIII y XVII,  gracias a una matriz cultural cristiana: la de Europa, que vivía siglos de fe. Por su fe cristiana, los europeos se consideraban cuidadores de la obra de su Padre Dios, infinitamente sabio y racional, que ha creado un mundo lleno de orden y de leyes, y al hombre  a su imagen y semejanza, y por tanto partícipe de la inteligencia divina y capaz de conocer el mundo.


De hecho en esa fe se apoyan incluso los científicos que dicen no ser creyentes: todo el desarrollo de la ciencia está basado en la fe en la existencia de leyes matemáticas seguras, inmutables, universales, que rigen el universo. Fe en que no fallarán, aunque desconozcamos su origen.  La teoría de que la existencia de leyes no obedece a razón alguna es tremendamente contraria a la razón, y sobre ella debe caer la carga de la prueba.


Frente a ese origen cristiano de la ciencia, algunos alegan que también los chinos inventaron cosas: cohetes, brújulas… Pero no se cae en la cuenta de que fueron incapaces de formular ni una sola ley física. Y el motivo es sencillo: habían perdido desde muy temprano la creencia en un Creador personal y racional, fundamento de la racionalidad  última del Universo.


La religiosa creencia del nuevo ateísmo en que en el universo “sólo hay una ciega y despiadada indiferencia” ( Richard Dawkins) es realmente heladora e inhumana. En cambio, lo que sabemos por la fe cristiana acerca de nuestro origen es mucho más reconfortante. Lo ha recordado Benedicto XVI recientemente con palabras precisas y bellas: “cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios, querido, amado y necesario”. Gracias a este convencimiento se ha ido abriendo paso la civilización en nuestro mundo,  en medio de una humanidad barbarizada y no siempre dispuesta a aceptarlo.


Para saber más acerca de las lagunas  e implicaciones filosóficas del evolucionismo y del neodarwinismo son  recomendables los abundantes trabajos del profesor Mariano Artigas , por otra parte muy citado en la bibliografía que aporta el libro.


sábado, 8 de diciembre de 2012

Ciencia y fe. Lo que sabemos del origen del Universo y de la vida (I)






La mirada de la ciencia y la mirada de Dios. Diego Martínez Caro. Ed. EUNSA. 2011



El nuevo ateísmo, una ideología muy poco científica


       El debate sobre la existencia de Dios está presente en muchos ambientes intelectuales y científicos. En los últimos años, algunos divulgadores como Sam Harris o Richard Dawkins se han empleado a fondo en una campaña para hacer creer a la opinión pública que la ciencia ha logrado desterrar a Dios, y que tener fe es una postura anticientífica.  Su argumentario  podría resumirse así: “o no crees en Dios o eres un cretino”.  Han difundido el llamado nuevo ateísmo, una ideología que se presenta como ciencia moderna, a pesar de su falta de  consistencia científica.


Diego  Martínez Caro  -médico cardiólogo,  profesor de la Universidadde Navarra   y autor de numerosos trabajos de investigación-  aporta con este libro un razonado y sereno desmentido a las simplezas de los propagadores de ese nuevo ateísmo.  Apoyado en los hallazgos de algunos de los mejores  científicos de la historia y del momento, y en el método riguroso de sus  propios trabajos de investigación, muestra que la fe en Dios y la ciencia no sólo son compatibles, sino que –teniendo objetivos diferentes- se enriquecen mutuamente. 


En sucesivos  capítulos  Martínez Caro resume con precisión los últimos descubrimientos  de la Ciencia  acerca del origen del Universo, de la Vida y del Hombre. En su exposición une al rigor del científico que se ciñe a datos contrastados,  la claridad del buen comunicador.  Además, Martínez Caro muestra un sólido  conocimiento de la doctrina cristiana, que  le ayuda a descubrir la perfecta armonía entre lo que dice la fe y lo que el hombre de ciencia va descubriendo.


Afronta también  los grandes temas que siempre han inquietado al hombre: la existencia del mal, prueba de fuego de nuestra libertad, puesto que si el Mal no existiera, no podríamos elegir entre el Bien y el Mal.   O el misterio del dolor, cuyo sentido tanto nos cuesta entender y  que ha sido descrito como el megáfono con que Dios habla a un mundo sordo.


Presta especial atención a todo lo relacionado con la Evolución.  La evolución biológica es ciencia, no una hipótesis. La Iglesia la asume, y rechaza la interpretación literal de la creación bíblica. Pero rechaza también que seamos el producto de una evolución al azar y sin sentido. No es lo mismo la teoría de la evolución -una teoría científica, válida como tal aunque le falten eslabones perdidos (estratos fósiles, etc.) - que el evolucionismo, una ideología basada en la teoría científica, pero que pretende sacar conclusiones metafísicas –como la casualidad- de manera no científica.


El Darwinismo es una  teoría  que intenta una posible explicación al hecho de la evolución. Aunque está muy aceptado por los científicos, el darwinismo no es empírico: es más bien una ideología o creencia que se apoya en la doctrina filosófica del naturalismo científico, y que no alcanza a explicar los mecanismos por los que se rige la evolución. Para los darwinistas, sólo el hecho de poder imaginar el proceso es suficiente para confirmar que algo del tipo de lo imaginado tiene que haber ocurrido.


Un ejemplo de las lagunas e interrogantes no resueltos es el comportamiento de  una de las leyes más confirmadas por la ciencia: la del aumento de la entropía (segunda ley de la termodinámica), según la cual el Universo degenera hacia un total desorden. ¿Cómo puede esta ley operar frente a la del evolucionismo, según la cual las fuerzas del azar evolucionan de manera ascendente? ¿Son compatibles las fuerzas del desarrollo biológico con las de la degeneración física?


El  neodarwinismo es  una ideología que defiende sin ninguna constatación que el extraordinariamente ordenado e inteligible mundo de los seres vivos sería fruto del azar, de un universo aleatorio sin  finalidad ni orden. Antiguos neodarwinistas han  retrocedido hacia el darwinismo,  al constatar la falta de pruebas.  Por ejemplo  Jay Gould, quien ha declarado que “el hecho más perturbador del registro fósil es la incapacidad de encontrar un claro  vector de progreso  en la historia de la vida.”


El neodarwinismo no sólo es una mera teoría a la que parece contradecir la observación científica. Es también una ideología nociva, que ha obligado a la Iglesia a entrar en el debate. Porque hacer creer a la gente que en  el universo “sólo hay una ciega y despiadada indiferencia” -como defiende uno  de los principales exponentes del nuevo ateísmo,  Richard Dawkins- es extender una ideología  que constituye un grave peligro para el hombre.  Si somos un simple fruto de la casualidad, y  lo que nos gobierna es una absoluta indiferencia, ¿qué importancia puede tener  la vida de la persona? Entre el azar y el desprecio absoluto al ser humano sólo hay un paso.


Martínez Caro reúne un buen elenco de algunos de los incontables científicos que han manifestado una Fe profunda, o han descubierto de alguna manera a Dios gracias a su excelencia investigadora. Son prueba de que la fe guía el trabajo del investigador hacia  la realidad de las cosas,  y de que la investigación científica de calidad puede acercar al descubrimiento de Dios.Entre otros muchos, menciona a:  


-Francis Bacon, uno de los padres del método científico,  a quien debemos la afirmación de que  una filosofía ligera inclina a la mente del hombre al ateísmo, pero la profundidad en la filosofía conduce a las mentes de los hombres a la religión.


-Pascal, célebre matemático y filósofo: muy débil es la razón si no llega a comprender que hay muchas cosas que la sobrepasan.


-Kelvin, padre de la física moderna: la ciencia nos obliga a creer con perfecta confianza en un Poder Directivo (…) en una influencia aparte de las fuerzas físicas, dinámicas o eléctricas. La ciencia nos obliga a creer en Dios. Creo que mientras más a fondo se estudia la ciencia, más se aleja uno de cualquier concepto que se aproxime al ateísmo.


-Francis Collins, que ha dirigido  el proyecto Genoma-Humano, ha afirmado que  nunca habrá una prueba “científica” de la existencia de Dios: porque la ciencia explora lo natural,  y Dios está fuera de lo natural. Con el uso de la Ciencia, Dios nos da la oportunidad de entender el mundo natural. (…) Una síntesis armónica de Ciencia y Fe no es solo posible sino profundamente reconfortante. Mi apreciación de la Ciencia se enriquece por la Religión. Si quiero estudiar genética, usaré la Ciencia. Si quiero comprender el amor de Dios, necesito la Fe. Los hombres de ciencia tenemos la oportunidad de asistir cada día a la revelación de misterios en la exploración del mundo natural, y de percibir en esos misterios la revelación de la grandeza de Dios.


Desde diferentes perspectivas y experiencias, se recogen  también los testimonios y argumentos  de  Charles Coulson, profesor de matemáticas en Oxford y uno de los tres artífices de la teoría orbital molecular;  Charles Townes, Nobel de Física por el descubrimiento del máser y láser: la ciencia y la fe no son fuerzas opuestas. La Ciencia quiere conocer el mecanismo del Universo, la Religión su sentido; Arthur Schawlow, profesor de Física en Standford y Nóbel de Física; Alan Sandage,  el cosmólogo más importante del momento: cuanto más sabemos de bioquímica más increíble nos parece, a menos que exista algún tipo de principio organizador;  Carlo Rubbia, Nobel de Física: cuando observamos la naturaleza quedamos impresionados por su belleza, su orden, su coherencia (…) no es creíble que ese perfecto engranaje sea fruto del azar. Hay evidentemente algo o alguien haciendo las cosas como son. Vemos los efectos de esa  presencia, pero no la presencia misma


Artículo relacionado: Metafísica y ciencia experimental

domingo, 2 de diciembre de 2012

Reflexiones de Joaquín Navarro Valls, portavoz de Juan Pablo II




Recuerdos y reflexiones. Joaquín Navarro Valls. 



    Conjunto de artículos, en su mayor parte publicados en el diario italiano La Reppublica, que recogen comentarios personales del que fue una de las figuras más conocidas del pontificado de Juan Pablo II.

     Ofrece su visión particular de algunos de los acontecimientos más significativos en el mundo desde 1984 (año en que fue nombrado director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede y portavoz de Juan Pablo II) hasta 2010. Su colaboración estrecha con Juan Pablo II le permite ser testigo presencial, y en ocasiones protagonista, de algunos de los hechos más relevantes que marcaron el pontificado, y con él la historia reciente: los viajes a la Polonia todavía comunista, las relaciones con Gorbachov y la caída del muro de Berlín y el bloque soviético, el viaje a Cuba y las entrevistas con Fidel Castro, o la cumbre de la ONU en Pekin, entre otros.

recuerdos y reflexiones sobre la historia y la actualidad-joaquin navarro valls-9788401390715

     Para Juan Pablo II, resalta Navarro Valls, el comunismo no era una cuestión de ideas, sino de derechos humanos conculcados y pisoteados. Ese convencimiento está en la base del histórico entendimiento que logró con el líder de la Rusia comunista, Mijail Gorbachov. Entre ambos surgió una sintonía que sorprendió al mundo. El hecho de que ambos fueran eslavos facilitó que sus conciencias éticas vibraran al unísono, comprendieran las respectivas posturas y afrontaran con realismo el modo mejor de resolver los problemas.

     Son especialmente significativas las reflexiones de Navarro Valls respecto a la democracia , el laicismo y la religión. Es sin duda uno de los mayores retos que tiene planteado Occidente y su sistema político. Resalta que la democracia es el valor más alto compartido de nuestro tiempo, capaz de incluir a todos los demás valores, siempre que no se devalúe su significado con sucedáneos espúreos. Democracia significa fundamentalmente pluralismo, respeto a los demás, tolerancia y valoración de las diferencias, realización política de ideas rechazando la lógica del poder exclusivo, visión moderada y heterogénea de la sociedad, rechazo de propuestas radicales de elección de bando y designación de enemigos que hay que abatir o normalizar.

     Sin embargo el laicismo extremo está corrompiendo gravemente esos valores esenciales de la democracia. Al tratar de expulsar la religión, el laicismo introduce una forma particular de confusión entre el ámbito político y el religioso. La religión es un derecho fundamental de personas que son ciudadanos y creyentes, que ven injustamente limitada y conculcada su libertad por ese laicismo excluyente. Erróneamente el laicismo piensa que la religión tiene que ver primaria y esencialmente con la Iglesia, y no se da cuenta de que antes incluso es un derecho de la persona que se debe respetar.

     Del mismo modo el laicismo debe descubrir que hay un espacio propiamente religioso en la política: es el ámbito de los valores fundamentales, que se expresan en las reglas que un pueblo se da, de cuando en cuando, voluntariamente. La política no puede desligarse de la religión sin perder coherencia, alcance y validez ética además de humana.

     Se refiere también Navarro Valls a la frecuente manipulación semántica, por ejemplo en el caso del término laico. Es laico, aunque su fe sea católica, todo el que ejercita su derecho de participar en la vida civil y de pensar en una política coherente con sus propios valores éticos, sean estos más o menos religiosos. Seguirá siendo laico, aunque sea católico, porque ninguna instancia le obliga a ser “católico oficial”.

     Hay muchas maneras de reprimir la religión, o de impedir la expresión púbica de las opiniones religiosas. Una es negar la palabra expresamente a sus representantes, como hizo Sudáfrica con el Dalai Lama en 2010, por presiones económicas de China. Otra modo de represión, más solapado pero no menos grave, es manejar el mensaje ridiculizándolo, usando el mismo mecanismo con el que se menoscaba la credibilidad de un testigo durante un proceso para impedir que convenza al tribunal. Eso es lo que se hizo, por ejemplo, en los medios de comunicación occidentales con las declaraciones del Papa sobre el uso del preservativo en su viaje a Camerún y Angola.

     Por desgracia hay medios que nos tienen ya acostumbrados a esa rutina ridiculizante, pero hacen daño grave a la democracia, y nos hacemos daño todos dándola por inevitable.

     Políticos, periodistas, intelectuales, y cuantos se interesan por la vida pública, deberían descubrir que la libertad de palabra de las autoridades espirituales es señal de solidez democrática: una democracia se alimenta de la libertad con la que los líderes espirituales pueden expresar sus visiones del mundo, sin tener que pedir autorización ni a políticos, ni a grupos de presión ideológicos o financieros.

     Un libro valioso que ayuda a pensar sobre cuestiones actuales, desde la experiencia de alguien que ha estado, y en buena medida sigue estando, en puestos privilegiados del devenir histórico.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Cristianismo y laicidad (y II)



Cristianismo y laicidad (y II)
 
Historia y actualidad de una relación compleja.  Ed. Rialp 
Martin Rhonheimer


Occidente debe profundizar en sus orígenes cristianos si quiere estar a salvo.


         Me ha parecido especialmente significativa una de las conclusiones de este brillante libro de Ronheimer: el sistema democrático tal y como lo conocemos en los países de Occidente debe profundizar en su origen cristiano, si quiere estar a salvo de corrientes político-culturales o religiones integristas, como el islam, que desde Mahoma se comprende a sí misma como fuerza política, religiosa y militar simultáneamente, y tienen en su raíz una concepción dominadora del mundo.



        Frente a esa concepción integrista y totalitaria, sólo el cristianismo –y especialmente la Iglesia católica- aporta el reconocimiento de la separación entre religión y política, al introducir en la historia y en la sociedad la norma esencial: hay que dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.


                Si se observa la historia con imparcialidad, se descubre que -aunque esa norma no siempre se haya interpretado correctamente- los recursos que hicieron posible el Estado moderno proceden de la cultura compartida en Europa, fraguada durante siglos gracias a la tradición cristiana. No hay más que observar la situación socio-política en países ajenos a la cultura europea para concluir que el verdadero aliado del Estado laico es la Iglesia católica.


          El auténtico enemigo del Estado laico es un tipo de cultura, como la islámica, que se conciba a sí misma como un proyecto unitario político-religioso, que haga depender las instituciones legales y políticas de un “libro sagrado” interpretado por juristas-teólogos sin legitimación democrática. La Iglesia nunca ha defendido un proyecto de este estilo, que contradice su misma esencia.


          Por eso, para desarrollar el Estado laico y fortalecer y defender con éxito su secularidad, Rhonheimer apunta la necesidad de redescubrir sus raíces cristianas. Nuestro moderno mundo secular es un fruto maduro de la corriente civilizadora que introdujo el cristianismo en la historia. Sólo desde ese convencimiento podremos ofrecerlo con seguridad al mundo multicultural, y lograr que se convierta en patrimonio global de la humanidad.


          Ronheimer busca la comprensión y el entendimiento mutuos, que ayuden a superar o reducir a lo indispensable las tensiones. Aporta para ello razones y reflexiones que cualquier inteligencia libre de prejuicios estará en condiciones de escuchar y ponderar. Sin duda este libro ayudará a reflexionar a cuantos desean construir pacíficamente una sociedad más libre y más justa.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cristianismo y laicidad (I)






Cristianismo y laicidad. Historia y actualidad de una relación compleja. Martin Rhonheimer Ediciones Rialp


          Análisis valiente y objetivo de la historia de las relaciones, tensas con frecuencia, entre la Iglesia y las diversas formas laicas del Estado democrático. Esa tensión será siempre necesaria y constructiva, pero también ha procedido muchas veces de errores humanos.

 

En la Iglesia católica no existe acerca del Estado una doctrina dogmática, ni puede haberla, salvo los elementos anclados en la Tradición y en la Sagrada Escritura, que apuntan como principio invariable, genuinamente cristiano, a la separación de la esfera religiosa y la estatal-política.  

 

Sin embargo, circunstancias históricas contingentes han llevado en ocasiones a mezcolanzas alejadas de ese carisma original, que consagró la separación de la esfera política y religiosa. Pero el cristianismo no es una ideología o programa político que tienda a su perfecta realización. Al contrario, la Iglesia tiene como método propio el respeto a la libertad.

 

El concilio Vaticano II, que en tantos puntos supuso una profundización y redescubrimiento de valores primigenios presentes desde siempre en el cristianismo, ha reafirmado con fuerza y claridad esa separación dualista.  Y al reconocer los principios políticos de la democracia constitucional, se ha reconciliado con una parte esencial del propio legado cultural de la Iglesia, en un giro hacia lo más congruente con el espíritu del Evangelio. Cfr. por ejemplo la Declaración sobre la libertad religiosa, Dignitatis humanae.

 

Rhonheimer es incisivo al analizar el origen de algunas hostilidades del laicismo hacia la religión. En parte parecen proceder de la pretensión de la religión de ser representante de una verdad superior, y de unos valores objetivos,  capaces de someter al poder político y a la libertad civil a una valoración moral conforme a criterios que reclaman ser verdaderos. El laicismo se escandaliza de una religión que  se presenta como fuente y garantía última de valor también para la comunidad política democrática .

 

La concepción integrista de la laicidad, por su parte, intenta fundar un nuevo poder espiritual en el que lo moralmente bueno será lo que decida la mayoría, y no admite que la Iglesia católica pretenda relativizar y someter a juicio las realidades terrenas. Si en la Roma pagana  el Imperio no admitía más religión que la del Estado, ni más dios que al César, ahora la versión integrista del laicismo parece emular al Imperio, e  intenta imponer con la fuerza del poder estatal la verdad de la no existencia o irrelevancia de Dios y de la religión.

 

La Iglesia reconoce y considera un valor la laicidad, esto es, la autonomía de la esfera civil de la esfera religiosa y eclesiástica. Pero insiste en que no es autónoma de la esfera moral. Reconoce que la legalidad y la corrección de los procedimientos democrático son valores morales; pero afirma que no son valores morales absolutos, y que en un sistema político no totalitario deben existir consideraciones morales de orden superior, como el derecho natural, por encima de la legalidad y de las mayorías.

 

La Iglesia no exige al laicismo que reconozca como verdadera su pretensión de ser fuente y garantía última de valor. Pero el laicismo tampoco tiene que considerar ataque a la laicidad la presencia pública de esa pretensión, ni su influjo en la sociedad. La Iglesia expone su enseñanza con un poder moral, no coativo, y respetando la legalidad. Eso no debería molestar a nadie en  una sociedad abierta y plural: sólo sería molesto para quienes tienen una concepción integrista y totalitaria del Estado.

 

Rhonheimer señala también una pretensión incongruente del laicismo: el intento de negar legitimidad civil y laicidad a quienes se identifican con verdades morales que también son enseñadas por la Iglesia. A menuda se considera ”laica” simplemente a aquella postura que quienes se autodenominan “laicos” consideran deseable, lo que no deja de ser un escamoteo del debate político, sustituído por el intento de descrédito del interlocutor. Esto lo vemos por ejemplo con consignas del tipo “por una enseñanza laica”. ¿No querrán decir “sin religión”? Porque tan laica es la opinión de quien piensa que es buena la presencia de la religión en la escuela como la opinión contraria, si proceden de ciudadanos libres.

 

sábado, 17 de noviembre de 2012

Sabina Alandes, una de las primeras mujeres del Opus Dei, recuerda a san Josemaría


Nos acompaña ya desde el cielo Sabina Alandes, una de las primeras mujeres del Opus Dei. En 1944 acudió a Madrid desde Valencia (vivía en Villanueva de Castellón) junto a varias amigas (Victoria López-Amo, Raquel Botella y Digna Margarit) para hacer un curso de retiro espiritual en el primer centro de mujeres del Opus Dei, situado en la calle Jorge Manrique. 

Sabina dejó escrito en 1951 el recuerdo de aquellos días, que marcaron un hito en su vida:

    Los ejercicios en Jorge Manrique con el Padre me abrieron horizontes nuevos. Vi amor de Dios en Jorge Manrique, unido a una naturalidad tan grande que estaba loca de contenta por haber conocido aquello. Pasé algún mal ratillo, pero podía más en mí la alegría que veía en las de Casa y la caridad de su vida de familia, que las preocupaciones que pudiera tener. Pedí allí mismo la admisión.


Poco antes de fallecer grabó estos recuerdos sobre san Josemaría, a propósito de la película Encontrarás dragones. Relata lo bien que refleja la película algo que ella vio en el fundador del Opus Dei: su capacidad de perdonar, su amor a la libertad, su alegría y buen humor.




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Dos jóvenes reporteras desmontando algunos tópicos sobre la educación diferenciada

Un derecho no bien defendido en este país por las leyes, el de los padres a escoger con libertad la educación que prefieren para sus hijos. Dos jóvenes reporteras han hecho este simpático pero realista reportaje desmontando tópicos que algunos lanzan sobre la educación diferenciada, claramente porque no la conocen de cerca.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

La fuerza transformadora del amor



Presentada en Valencia la Edición crítico-histórica de Conversaciones con monseñor Escrivá de Balaguer


No es frecuente encontrarse con un ambiente como el que había anoche en la presentación de este nuevo título de la colección Obras Completas de san Josemaría, de la editorial Rialp. 


El profesor José Luis  Illanes, miembro de la Academia de Teología de Roma y autor de numerosas publicaciones relacionadas con la Teología del mundo y de la historia,  Director del Instituto Histórico san Josemaría Escrivá, y autor de la edición, aglutinó a un nutridísimo grupo de profesores universitarios e intelectuales. Su presencia manifiesta que el interés por la fe cristiana es grande, y que son muchos los que buscan en ella el sentido de su  trabajo universitario, intelectual  y de investigación.



Tampoco es habitual el alto nivel de las intervenciones, que confirma la categoría científica del trabajo presentado.  El profesor Illanes, una eminencia teológica con un sentido común aplastante, evidencia lo lejos que puede llegar la inteligencia cuando se deja guiar por la luz de la fe. Sus largos años de trabajo junto al fundador del Opus Dei dejan en él la huella del testigo que ha visto a un santo vivir apasionadamente el Evangelio en el día a día.



Cautivó la fuerza y viveza con que rememoró los dos momentos de la vida de Cristo que más hondamente fascinaban  a san Josemaría

El primero, la muerte en la Cruz. Dios, que  comparte con el hombre hasta el mal trago de la  muerte, para dejarle claro que no está solo, que la muerte no es el fin.  Él ha superado la muerte, y así cada uno de nosotros también la superará. Ninguno de nosotros se disolverá en la nada, permaneceremos  con nuestro propio yo  para siempre. En ese hecho radica la dignidad esencial de cada persona, de toda persona.

A san Josemaría le removía también contemplar la infancia de Jesús. Está presente en muchas de sus respuestas a lo largo del libro.  Un Dios que se hace  niño, y vive la cotidianidad de lo corriente en el seno de una familia, mostrando que  lo cotidiano no es vulgar si lo vivimos con amor. Lo normal y  ordinario (la madre que enseña  los primeros balbuceos al niño, el padre que lo  limpia, preparar la comida, trabajar para ganar el sustento…) ha pasado a ser sobrenatural y divino desde que ha sido asumido por Cristo. De las escenas del hogar de Nazaret extrajo la savia de buena parte de su predicación.



La profesora Francisca Colomer moderó las intervenciones con maestría, e hizo gala de su experiencia como historiadora. 

Se fijó breve pero hondamente en la novedad que suponía en los años 1930 que san Josemaría no hiciese distingos entre mujeres y hombres a la hora de impulsarles a desarrollar todas sus potencialidades, también las intelectuales, cuando el ambiente miraba con recelo la presencia de la mujer en la universidad.



La reflexión antropológica del profesor Higinio Marín partió de la referencia al alemán Peter Berglar, uno de los biógrafos de san Josemaría, a quien compara con uno de los grandes Descubridores.  

El Descubridor, con mayúscula,  no lo es porque vea algo que nunca  nadie haya visto, sino porque al descubrirlo  toma posesión para no dejarlo nunca 
más. 

La llamada universal a la santidad, a la vida de amistad con Dios, es descubierta (con la luz de Dios) y asumida por san Josemaría como tarea propia y como misión al servicio de la Iglesia, para que no se olvide nunca más

Todos estamos llamados a ser santos: una realidad vieja como el Evangelio, pero perdida y ahora de nuevo hallada. El Concilio Vaticano II, hace cincuenta años,  la incorporó solemnemente como uno de sus principales frutos.


“Y esa enseñanza de  que a Dios le podemos encontrar en las pequeñas cosas de la vida  corriente,  siendo una bomba nuclear para una sociedad alejada de Dios, ¿por qué tantas veces parece no tener fuerza ?”, preguntó no sin mordiente uno de los asistentes.  


La respuesta del profesor Illanes fue inmediata: no, lo que es una “bomba nuclear (aunque la imagen no parecía gustarle) es el Evangelio, al que remiten constantemente las enseñanzas de san Josemaría. El Evangelio  es la gran fuerza transformadora del mundo. Es la luz y la huella de Dios hecho hombre que se nos revela con su omnipotencia puesta al servicio  del amor, y que nos interpela.  Y cuando parezca no tener eficacia, es el momento de que cada uno examine  el nivel de su respuesta y saque consecuencias.


El profesor Marín resaltó que el libro incluye el texto a su juicio más paradigmático de san Josemaría,  y a la vez una joya literaria: la homilía Amar al mundo apasionadamente , pronunciada ante miles de personas en el Campus de la Universidad de Navarra, en 1967.  Ahí está, expresado  con bellas palabras, el reto permanente que desde las páginas de este magnífico libro nos lanza san Josemaría: o sabemos encontrar  en nuestra vida ordinaria al Señor,  o no lo encontraremos nuncaVale la pena escuchar el audio íntegro y original de esa homilía.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Josemaría Escrivá y la comunicación


                                            


    Una de las conclusiones tras la lectura de la Edición crítico-histórica de Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer (Ediciones Rialp) es la importancia que el fundador del Opus Dei concedía a la comunicación y a cuanto configura la opinión pública.  

 

        Desde los inicios de su trabajo sacerdotal, Josemaría Escrivá tuvo clara conciencia de la importancia de los medios, canales de difusión de ideas y decisivos en la configuración de costumbres sociales. 


    Si debía difundir entre personas de toda condición la llamada universal a la santidad, esto es, facilitar el encuentro con Cristo a todos, los medios de comunicación no podían ser ajenos a su misión.

 

        Pero anunciar a Cristo no significa sólo invitar a abrirle el corazón, sino también la inteligencia y la voluntad. Por eso siempre animó al estudio, a la investigación, al rigor del trabajo intelectual y universitario


        A los profesionales de la información y la comunicación les insistía en la necesidad de que se formaran con empeño, y les animaba a que pusieran toda la competencia intelectual y técnica posible en el desempeño de sus tareas, de tanta repercusión para la sociedad.  

 

    Ya en 1941 fue profesor de ética en la Escuela de Periodismo de Madrid, y entre las primeras facultades que se erigieron  en la Universidad de Navarra quiso que estuviese la de Periodismo, la primera que en España adquirió rango universitario.

 

    A los periodistas les explicaba que debían conjugar la libertad para informar y opinar con el respeto a la verdad y con la caridad. A algunos mencionar la caridad en contexto periodístico les puede parecer  ingenuo, probablemente  porque ignoran el significado auténtico del término.  La caridad supone la justicia, y va más allá. La caridad no es blandenguería ni sentimentalismo, requiere mucha fortaleza. Sin personas que vivan esa caridad fuertemente –que las hay- este mundo sería un frío erial sin corazón.

 

    Ya en 1963 Josemaría Escrivá promovió la organización de Oficinas de Información del Opus Dei, para atender a periodistas que desearan información sobre esta institución de la Iglesia católica. Quizá esa iniciativa, poco frecuente en aquel tiempo, sea también una herencia del carácter de san Josemaría, fuertemente comunicativo. Se movía con naturalidad tanto en el diálogo de persona a persona, como ante grupos numerosos. Sabía escuchar, hacerse cargo, y dar a la conversación un toque siempre chispeante y amable: uno se sentía querido.  

 

   Cuando la audiencia era muy numerosa se mostraba tan comunicativo y natural como en encuentros más personales. Se manifestaba con espontaneidad, escuchando y hablando, y haciendo pasar a sus interlocutores desde la honda  reflexión -ante los temas serios que la exigen- hasta la risa batiente, que distiende el ambiente cuando la cosa se ha puesto demasiado seria. Su mensaje llegaba a cada uno como dirigido sólo a él: comunicaba. Son memorables las grabaciones que se conservan de numerosos encuentros con públicos variados, un verdadero tesoro  cinematográfico.

 

     Al decidirse a conceder entrevistas, lo hizo con la clara conciencia del servicio a la misión evangelizadora de la Iglesia que podían prestar, a pesar de los límites -siempre algo encorsetantes- que ese formato periodístico  imponía a su natural expansivo. Le impulsaba también su deseo de dirigirse a la opinión pública para ofrecerle una explicación autorizada sobre la realidad del Opus Dei, su naturaleza, su espíritu y su actividad apostólica al servicio de la Iglesia. 


    El conjunto de las entrevistas, concedidas entre 1966 y 1968, permite una visión nítida del pensamiento de san Josemaría. Se percibe en sus respuestas su don de lenguas,  su capacidad para transmitir  con palabras, como explica el profesor Illanes, la claridad con que brillaba en su mente y en su corazón la realidad del Opus Dei, y expresarlo hablando de los temas del momento (la Iglesia, el Concilio,  la familia, el trabajo, la cultura, la universidad, la sexualidad,…) arrojando sobre ellos la luz del Evangelio. Una luz que sin duda da al libro unidad  y permanente actualidad.