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miércoles, 7 de abril de 2021

Resurrección

 


Torreciudad, mosaico de la Resurrección del Señor


Resurrección

 

        ¿Es razonable la enseñanza sobre la resurrección contenida en la revelación cristiana? Sin duda la respuesta no puede venir sino de la mirada dirigida a Jesucristo, que nos muestra que la resurrección es razonable.

 

Pero se trata de un don, que el hombre no puede alcanzar por sí mismo. Un don que llena de sentido nuestra vida, y que está relacionado con la dimensión espiritual de nuestro ser.

 

En su libro Ciencia y fe, nuevas perspectivas, publicado en 1992, el científico y filósofo Mariano Artigas aportaba evidencias acerca de la nítida dimensión espiritual de la persona, que a diferencia de otros seres posee una interioridad irreductible a las condiciones materiales.

 

A través de su inteligencia y su voluntad, la persona trasciende el ámbito de lo material, y en su actividad consciente manifiesta sus dimensiones espirituales. “El propio progreso de la ciencia experimental es un ejemplo de ello. La actividad científica, sus métodos y resultados, sus supuestos (…) muestran que la persona trasciende el modo de ser de los entes naturales.

 

El ser humano posee unos rasgos distintivos propios, inexistentes en otros seres de la creación: la personalidad y la capacidad de amar, la interioridad y la autorreflexión, el sentido del tiempo y la capacidad de abstracción, la inventiva, la capacidad de comunicarse y usar el lenguaje, el sentido de la verdad y de la ética, de lo que está bien y está mal… Son dimensiones únicas en el ser humano.

 

Sólo en la persona humana se ha producido (por la acción divina, como sabemos por revelación y podemos intuir por la razón) un ser que posee unas dimensiones que trascienden la naturaleza, sin dejar de pertenecer a ella.

 

John Eccles, Nobel de Medicina en 1963 por sus trabajos sobre el cerebro humano, afirmaba que el materialismo es ciego con respecto a los problemas fundamentales que surgen de la experiencia espiritual, no consigue explicar nuestra singularidad. “Cada alma es una nueva creación divina. Afirmo que ninguna otra explicación resulta sostenible.”


Dios da continuamente el ser a las entidades naturales, haciendo que funcionen de acuerdo con su modo de ser propio. Pero en el caso del hombre, los efectos de la acción divina sobrepasan el nivel material y constituyen un ser que participa de la espiritualidad propia de Dios. El hombre es un ser único, que abarca a la vez dimensiones espirituales y materiales.

 

Por eso la supervivencia después de la muerte resulta lógica y coherente, no es sólo algo que sabemos por la revelación de Dios a los hombres. Es lógica, porque la singularidad humana es patente; sus dimensiones espirituales se reconocen fácilmente; para quien piensa con rigor, también es patente la acción divina, que da el ser a todo lo que existe; la propia experiencia nos dice que la relación especial del hombre con Dios no se da en las criaturas inferiores; es coherente que no sería propio de la acción divina la aniquilación, que contradice las tendencias que Dios ha puesto en la persona –perpetuarse, anhelo infinito de felicidad, de amar y ser amado, capacidad de compromiso, sentido del bien y del mal- y su dimensión espiritual, que le da capacidad de subsistir con independencia de las condiciones materiales.

 

Pretender explicar al hombre prescindiendo de Dios es meterse en un callejón sin salida, afirma Artigas: la espiritualidad humana se encuentra íntimamente vinculada con la acción divina en el mundo, y especialmente con la acción de Dios en el hombre. Sin Dios, el sentido de la vida se convertiría en un misterio incomprensible.

 

Artigas recuerda al psiquiatra Juan Antonio Vallejo–Nájera, que en su libro “La puerta de la esperanza”, escrito poco antes de su muerte, quiso dejar constancia de su convencimiento de que la muerte es una puerta abierta a la esperanza, cuando se saciarán los anhelos de nuestra alma: el anhelo de justicia, pero sobre todo de sentirnos comprendidos,  acogidos y amados: “Dios es misericordioso, eso los psiquiatras lo comprendemos muy bien, porque también tenemos que serlo ante las aberraciones que pasan por nuestras consultas. Y Dios, que es mucho más sabio, lo entenderá y comprenderá mejor.”

 

Es al otro lado de esa puerta donde el bien que hayamos hecho recibirá su recompensa.“El hacer bien siempre es gratificante, pero al añadirle ese sentido de ofrecimiento a Dios, se convierte en un gozo." Es así, con ese deseo actualizado de hacer el bien, y de hecho hacerlo, como el más allá que enseña la religión cristiana se convierte en un más acá, un anticipo de lo que será el Cielo, que es la promesa de algo totalmente nuevo, pero que responde a un anhelo profundamete arraigado en nuestro ser.


Sí. Jesucristo resucitó, y nosotros también resucitaremos (cfr. I Cor, 15, 13).




sábado, 15 de marzo de 2014

Cruzando el umbral de la esperanza. Juan Pablo II

Cruzando el umbral de la esperanza. Juan Pablo II. 





Cuando nos acercamos a la  canonización del gran papa polaco, este libro bien podría declararse de obligada lectura para cuantos desean conocer de cerca el pensamiento de la que sin duda es una de las figuras más decisivas de la historia en el siglo XX, Juan Pablo II.


En 1994, cuando ya se habían cumplido quince años de su pontificado, y la humanidad se dirigía hacia el umbral del tercer milenio, lleno de incógnitas e incertidumbre, Juan Pablo II responde a una serie de cuestiones que le plantea el periodista italiano Vittorio Messori. Se diría que Messori no deja en el tintero ninguna de las preguntas esenciales que todo ciudadano, preocupado por el devenir del mundo, querría haber hecho al Papa. Y este responde con la cercanía  y altura intelectual que le caracterizaban.


Juan Pablo II entra en profundidad a analizar las grandes cuestiones sobre  el hombre y la humanidad, y también algunos de los tópicos acerca de la historia y misión de la Iglesia.  La existencia de Dios, el problema del mal, la oración, los jóvenes y las nuevas generaciones, los frutos del Concilio Vaticano II, los retos de la nueva evangelización, la mujer en la Iglesia, el judaísmo y el islam


Sus consideraciones están  enraizadas en la  concepción cristiana del ser humano, y ayudan a extraer consecuencias operativas de la fe. Pero son igualmente válidas para toda persona de buena voluntad, aunque esté alejada de Dios: el sentido común ayuda a descubrir la verdad y el bien allí donde se manifieste. Y Juan Pablo II, hombre de fe, es también un hombre lleno de sentido común.


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El cristianismo, dice el Papa, no es mera acción del hombre: Dios también actúa. Joseph Ratzinger explicaría poco después que Dios actúa en la historia sobre todo a través de hombres que le escuchan. La mera posibilidad de esa acción de Dios en la historia pone nerviosos a quienes dicen ser  agnósticos o ateos.  Pero es bien real: la historia de la salvación –y eso es el cristianismo, y la historia de la humanidad en definitiva- es la historia de la conjunción de la acción de Dios y del hombre. 


Dios actúa, habla.  Nadie es capaz de sofocar su voz: ni siquiera la voluntad programada del hombre, que intenta -mediante la prepotencia política y cultural- imponer errores y abusos,  extendiéndolos  con gran despliegue mediático. Aunque a veces el mal parezca prevalecer, Dios no abandona al hombre. La confianza en esa acción de Dios  es lo que llena de esperanza al cristiano.  


El pensamiento de Juan Pablo II penetra con hondura en la realidad del ser humano.  Una de sus ideas más repetidas era la de que no debemos tener miedo a la verdad sobre nosotros mismos. Dios comprende nuestras debilidades: “Él sabe lo que hay dentro de cada hombre”. 


Juan Pablo capta el misterio insondable que encierra la enseñanza de Jesucristo: la verdad se hará amando. Esa es la misión de la Iglesia: manifestar el amor de Dios al hombre, a pesar de nuestras miserias y debilidades.  Hemos sido creados para amar, y por eso la única dimensión adecuada a la persona es el amor. Y el amor es donación, entrega. Por eso, dándose es como el hombre se afirma plenamente a sí mismo.


La Iglesia, depositaria de las enseñanzas de Jesucristo,  responde a una pregunta esencial: ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? (La ciencia no puede decirnos nada acerca de preguntas esenciales como esa. Por eso sorprende la fragilidad del razonamiento de quienes piensan que el conocimiento científico excluye la necesidad de religión.) La respuesta es invariable, porque proviene de Dios, y ningún poder de la tierra puede hacerla cambiar. Exponerla no es condenar, convencer de pecado no equivale a condenar, como no es condenar señalar el camino correcto. Una enseñanza reiterada ahora con singular claridad por el papa Francisco. “Dios quiere la salvación del hombre.

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El libro contiene intuiciones bellas y certeras. Asombró de Juan Pablo II su capacidad de sintonía con los jóvenes. Saltaba enseguida entre el papa y los jóvenes una chispa de entendimiento llena de  alegría.  En la alegría de los jóvenes veía un reflejo de la alegría que Dios tuvo al crear al hombre. Una alegría franca y jovial a la que él mismo se entregaba.  Es célebre, por ejemplo, el episodio del joven payaso que hizo reír al Papa como un niño, durante uno de los encuentros con universitarios del UNIV.





Su amor y devoción a la Virgen fue proverbial. A Ella dirigió su lema episcopal: Totus Tuus, Todo Tuyo. Se abandonaba confiadamente al cobijo de los brazos de la Madre, y sabe descubrir la infinita riqueza que  el culto mariano supone para el mundo. No es sólo una necesidad sentimental, un acto piadoso, sino que corresponde también a una verdad objetiva sobre la Madre de Dios. Fruto de la  contemplación de  esa realidad se ha abierto camino silenciosa y eficazmente  en la civilización cristiana la actitud de respeto a la mujer.  En María todas las mujeres han sido dignificadas: “Más que Tú, sólo Dios”.


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Cuando algunos se empeñan en apartar a Dios de la vida pública, cobran singular importancia las palabras que Juan Pablo II subrayó con fuerza en el original que escribió de su puño y letra: 

"Al finalizar este segundo milenio tenemos quizá más que nunca necesidad de estas palabras de Cristo resucitado: ¡No tengáis miedo! (…) Tienen necesidad de esas palabras los pueblos y las naciones del mundo entero. Es necesario que en su conciencia resurja con fuerza la certeza de que existe Alguien que tiene en sus manos el destino de este mundo que pasa; Alguien que tiene las llaves de la muerte y de los infiernos (cfr. Apocalipsis 1, 18). Alguien que es el Alfa y el Omega de la historia del hombre (cfr. Apocalipsis 22, 15). (…) Y este Alguien es Amor (cfr. Juan 4, 8-16). Amor hecho hombre, Amor crucificado y resucitado, Amor continuamente presente entre los hombres. Es Amor eucarístico. Es fuente incesante de comunión. Él es el único que puede dar plena garantía de las palabras ¡No tengáis miedo!"


Un libro profético, que no ha perdido actualidad, y proporciona respuestas  claras y esperanzadas a los retos del momento presente.


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Ver también de Vittorio Messori la reseña de su libro  Opus Dei. Una investigación.


jueves, 7 de marzo de 2013

La puerta de la esperanza, y una entrevista reciente a José Luis Olaizola.




La puerta de la esperanza. 
Juan Antonio Vallejo-Nájera y José Luis Olaizola. 


El siquiatra y escritor Juan Antonio Vallejo-Nájera decidió escribir un libro sobre los hechos esenciales de su vida cuando los médicos le diagnosticaron un cáncer incurable, a finales de 1989, y le avisaron de que moriría pronto. 


Vallejo-Nájera acudió a su amigo José Luis Olaizola para que le ayudase a redactarlo. Deseaba  transmitir a cuantos le conocían  el sentido cristiano  de la vida, del dolor y de la muerte, y la belleza de saberse hijo de Dios. Quería hacerlo sin teorías ni discursos, sencillamente mostrando hechos y vivencias de su entorno profesional y vital. Vallejo-Nájero sabe que Olaizola comparte sus mismos sentimientos, y le ayudará a expresarlos con exactitud.


El libro es fruto de largas y sustanciosas conversaciones entre ambos, llenas de anécdotas que tienen por protagonistas muchas veces  a conocidos personajes del momento, como el famoso torero Luis Miguel Dominguín, un hombre curtido por la vida, con sus defectos como todos, pero en el que descubre muchas virtudes humanas.


Olaizola usa un lenguaje asequible, popular, lleno de sentido del humor y que huye de las moralinas. Destaca en su amigo Juan Antonio su gran sentido de la amistad, su facilidad para la relación social, y el afán de descubrir la luz de la fe cristiana a sus amigos, que se hizo más intenso en los últimos meses. 


Vallejo-Nájera poseía también un hondo sentido del aprovechamiento del tiempo, manifestado en su facilidad para emprender aficiones que acababa profesionalizando (además de médico era escritor y pintor), y de las que  incluso lograba rendimiento económico. Una muestra, sin ir más lejos, es este mismo libro, del que se han editado más de 500.000 ejemplares.


El libro es muy entretenido y enriquecedor, y da noticia de personajes del momento en la vida pública española. Y sobre todo muestra algo que con frecuencia se oculta: la muerte no es una puerta que se cierra, sino una puerta que se abre a una vida nueva infinitamente mejor: la puerta de la esperanza. 


Lo cuenta muy bien José Luis Olaizola en la última parte de esta reciente entrevista , en la que habla de otros temas interesantes como su vocación al Opus Dei




domingo, 30 de diciembre de 2012

Requiem por Nagasaki.




Requiem por Nagasaki. 
Paul Glynn . Ed. Palabra


Este maravilloso libro relata la apasionante vida de Takashi Nagai, médico y  profesor de radiología de la universidad de Nagasaki

Nagai recibió el título de Héroe Nacional de Japón, por su valor, su abnegada entrega a los demás y el espíritu de superación que supo transmitir a los supervivientes de la bomba atómica, arrojada sobre Nagasaki por los estadounidenses. 

La bomba arrasó la ciudad y mató en un instante a 72.000 personas, entre ellas la mujer de Nagai.  La radioactividad dejó secuelas en el resto de la población, llevando a la muerte en los años siguientes a otros miles de personas. El doctor Nagai, también enfermo incurable a causa de la radiación, escribió numerosos libros que llegaron a estar entre los más vendidos del Japón, contribuyendo a devolver la esperanza a una nación hundida. Falleció seis años después.

Su vida –que ha sido llevada al cine- es la apasionante trayectoria interior de un hombre recto que busca la verdad. Primero sintoísta y luego racionalista ateo, gracias a la lectura de Pascal, y sobre todo al encuentro con una familia católica que le acoge como huésped en su época de estudiante, descubre el catolicismo.

Le conmueve la historia de los mártires de Nagasaki –narrada con detalle en el libro-  y el sufrimiento y fidelidad de los católicos ocultos de Japón, que mantuvieron su fe a lo largo de los siglos, a pesar de las prohibiciones y sangrientas represiones, que han durado hasta el mismo siglo XX. Una historia poco conocida en Occidente.

El autor del libro, marista australiano, que vivió muchos años en Japón y conoció y trató a la familia de Nagai,  sabe transmitirnos la finura interior y la sensibilidad de que es capaz el espíritu japonés, singularmente preparado para descubrir el valor de lo pequeño y el sentido del trabajo.  Así lo muestra al hilo de la historia, fijando su atención en muchas de sus tradiciones, o  en el mismo idioma nipón y su grafía. De vez en cuando se detiene para hacernos ver el trasfondo escondido en algunos ideogramas. Por ejemplo:

-Arigató (gracias), está formada por dos ideogramas que significan literalmente “esto vino a existir con dificultad”: detrás de todo lo que recibimos, usamos o poseemos, hay dificultades que otros han tenido que superar con gran esfuerzo para poder ofrecérnoslo. Y por eso les debemos agradecimiento.

-Shigoto (trabajo) está formado también por dos ideogramas,  que significan “algo que es servicio”: todos somos beneficiarios de otros incontables trabajadores, y nosotros debemos hacer bien nuestro trabajo en servicio de la comunidad, no por beneficio material sino por gratitud.

-Nenbutsu es la palabra que designa la oración más sencilla del budismo japonés, algo que recuerda a las jaculatorias cristianas o al santo rosario. Consiste en la repetición continua de la oración “Namu Amida Butsu”: “Dependo completamente de Ti, Amida Buda”. El ideograma de Nenbutsu contiene los ideogramas de corazón y ahora: escapar de las preocupaciones y encontrar el eterno y pacífico “ahora”, “el Absoluto”, en el propio corazón. Un cristiano sabe que eso significa descansar en Aquel que se llama a Sí mismo “Soy el que soy”, que habita en el alma, más íntimo a nosotros que nosotros mismos.

-Gusano de luz en verano, nieve en invierno, permiten al pobre leer libros aunque no tenga luz, y así instruirse y lograr el éxito. La pobreza material nunca tiene que detenernos.

-Al hijo que amas mándalo de viaje: el precio del apegamiento familiar es la inmadurez.

Es especialmente significativo el trasfondo cristiano que Nagai descubre en la palabra japonesa hansai: víctima ofrecida en holocausto. La tragedia vuelve a los hombres más reflexivos y rezadores, y Nagai reflexiona con intuición cristiana sobre el terrible sacrificio sufrido por la inocente población de Nagasaki

Causó gran escándalo cuando -en el primer acto religioso después de la tragedia- el doctor Nagai tomó la palabra y se refirió a la población de Nagasaki como hansai privilegiada víctima escogida por Dios (como Jesucristo) para ser sacrificada por los pecados de los hombres.

Pero pronto los escandalizados reconocieron la profunda sabiduría que encerraban esas palabras, que abrían camino para aceptar los misteriosos designios de Dios, que guía la historia.

El doctor Nagai con sus dos hijos

Como dice en el prólogo Stan Arneil, ex-prisionero de guerra de los japoneses, el capítulo en el que se narra el impacto de la bomba atómica es quizá el mejor que se haya escrito. Es un suceso duro, que tendemos a no mirar. Pero en este libro podemos mirarlo sin miedo. Porque tras la tragedia no surge amargura y deseo de venganza, sino palabras de serena aceptación, de reconciliación y de paz. Una actitud que reconcilia con la raza humana.

Artículo relacionado: Los cerezos en flor.