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jueves, 5 de septiembre de 2013

El pájaro espectador. Una reflexiva mirada sobre la calidad de las relaciones humanas






El pájaro espectador. Wallace Stegner. Ed Asteroide


Novela intimista y de gran calidad literaria, que recuerda mucho a la del mismo autor En lugar seguro.  Esa sugerente expresión, que nos habla del agradable  refugio de las amistades sinceras, la repite Stegner en varias ocasiones en esta novela.   


El tema escogido es también similar: una  mirada reflexiva sobre los recuerdos del pasado,  cuando se llega a la edad que anuncia la proximidad de la vejez. Se juzga sobre las relaciones y amistades que se han cruzado en nuestro camino, y nos han obligado a decisiones de las que años después quizá nos arrepintamos.  En esta ocasión, quien se cruzó fue una bella y elegante condesa de Dinamarca, hija de un aristócrata de pasado inquietante.


El protagonista es agente literario, ya retirado. Con el malhumor y la desinhibición típicos de algunos jubilados, juzga de todos y de todo, especialmente de sí mismo. Stegner retrata con acierto esa ansiedad preocupona que suele acometer a los mayores ante los achaques y problemas de salud. Un feo defecto en el que pueden caer más fácilmente  quienes no encajan bien que el inexorable final se acerca.


Otro de los personajes, un elegante abuelo de rostro amable y divertido, señala la actitud que deberíamos tener en la edad tardía: “no me siento como un anciano, me siento como un joven al que le ha pasado algo.” Y lo expresa con una simpatía y una resistencia genuina, que por contraste provoca la vergüenza de sí mismo en el protagonista, siempre con sus quejas y lamentos.


Stegner pone en su sitio a ciertos escritores obsesionados por el sexo. Sin decirlo expresamente, pero a mi juicio con maestría, todo el relato constituye un canto al sentido común de la fidelidad matrimonial, que se impone a los cantos de sirena que surgen en nuestra navegación vital. El conjunto es positivo, especialmente al contrastar con los experimentos “antropológicos” que tienen lugar en la familia de la condesa.


Interesante imagen: la luz del sol es imposible de pintar, sólo se pueden pintar las sombras que produce en los objetos. Del mismo modo, examinar una vida es examinar los reflejos y sombras que produce en otras vidas. ¿Entidad propia, o relaciones? Las dos. Pero tenía razón Saint Exupery cuando dijo que  el hombre se mide por la calidad de sus relaciones.


Una vez más, aflora la verdad esencial del hombre como ser relacional, hecho para comunicarse con otros, a imagen de Dios. Encerrarse en uno mismo es nocivo.


Simpática aparición en el relato de la escritora danesa Karen Blixen, autora de Memorias de África, a la que el protagonista visita en Dinamarca.