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jueves, 20 de febrero de 2020

Irene Kyamummi, Premio Harambee 2020


Que ningún niño muera por falta de asistencia sanitaria

Homenaje de profesionales valencianas a la doctora ugandesa Irene Kyamummi, Premio Harambee 2020


Profesionales de diversos sectores ofrecerán el jueves en Valencia un homenaje a la doctora ugandesa Irene Kyamummi,  que ha recibido el Premio Harambee 2020 a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana por su trabajo en zonas deprimidas de Kenya y Uganda.

                             



Formada en la universidad de Makerere de Kampala, la doctora Kyamummi ha trabajado durante más de 10 años en el proyecto CHEP, que presta asistencia sanitaria a niños de los suburbios de Nairobi (Kenya). Ahora comienza a desarrollar ese proyecto en los slums de Kampala (Uganda).

Junto a cuidados médicos a los niños, el programa facilita formación y habilidades para el desarrollo  profesional especialmente  a chicas jóvenes y madres de barrios marginales. Más de 5.000 niños y sus familias se han beneficiado hasta ahora de este programa.

Ante el éxito de su trabajo en Nairobi, Kyamummi ha regresado a Uganda para desarrollar el proyecto CHEP en los suburbios de Kampala.


“He comprobado en Kenya –señala la doctora Kyamummi- que es posible salvar la vida de miles de niños, prestándoles un mínimo de atención socio-sanitaria a la que no tienen acceso. A veces sólo hay que hablar con las madres para darles nociones de higiene y alimentación, y así se logra que tengan unas condiciones de vida más saludables. Les hacemos chequeos para desparasitarles y detectar posibles anemias u otras enfermedades propias de los niños.”

“En Uganda muchos niños mueren de enfermedades gastrointestinales,  que en realidad serían de fácil curación si dispusieran de ese mínimo de atención sanitaria. Ya he hablado con muchos colegas de mi país, que están dispuestos a dedicar parte de su tiempo a atender solidariamente a los niños más desfavorecidos. Sólo me falta conseguir un pequeño terreno para construir una pequeña clínica donde atenderlos.”


Proyecto CHEP

El proyecto CHEP (Child’s  Health Program)  responde a uno de los objetivos del milenio: “que ningún niño muera por falta de asistencia sanitaria.” Casi el 50% de los niños que viven en los suburbios de las grandes ciudades africanas mueren antes de llegar a los 10 años por no contar con cuidados médicos. Probablemente salvarían su vida si en esa etapa contasen con asistencia sanitaria.




La doctora Kyamummi puso en marcha el programa CHEP en la Kimlea Clinic, en el área de Lumuru, suburbio de Nairobi. Kimlea es una labor social en la que colabora personal sanitario voluntario. Para el funcionamiento sólo necesitan 5 € por niño y año. Con 50 € se puede dotar a un niño de un seguro médico que les permite recibir asistencia sanitaria durante los diez primeros años de su vida. Reciben tres chequeos anuales, que permiten detectar enfermedades antes de que se cronifiquen. Cuando es necesario, el niño recibe también atención hospitalaria.

Kyamummi impartirá también un seminario dirigido a estudiantes de nutrición, enfermería y medicina de la UCV, para dar a conocer las condiciones en que se desarrolla su trabajo y los resultados obtenidos en la población.


Harambee-ONGD en Valencia


La psiquiatra valenciana Elena Colomina lidera la ONG Harambee  en Valencia.  Explica que “Harambee en swahili significa “todos a una”, es la expresión que se usa en África cuando un proyecto necesita la ayuda de todos. Harambee desarrolla su actividad gracias a la colaboración desinteresada de muchos voluntarios y donantes.”



Desde su nacimiento en 2002, con motivo de la canonización del fundador del Opus Dei, Harambee-ONGD ha colaborado en la puesta en marcha y financiación de más de 100 proyectos (de alfabetización, sanidad, educación, promoción y liderazgo de la mujer, concienciación de la opinión pública…) en 22 países del África subsahariana.

Harambee-ONGD apoya proyectos sostenibles llevados a cabo por africanos comprometidos con el desarrollo de sus propios países.

La mayoría de los proyectos educativos que apoya están dirigidos a la mujer, porque las mujeres en África constituyen el sector más vulnerable de la población. Aunque el papel de la mujer es esencial para el sostenimiento de la familia africana, sin embargo su formación apenas se valora. Muchos de los proyectos de Harambee tienen como finalidad abrir horizontes profesionales a las mujeres africanas.



Entre los proyectos llevados a cabo por los voluntarios de Harambee en Valencia destaca Diseños que cambian vidas, en el que diseñadores valencianos consiguen becas para que chicas de Costa de Marfil y Togo puedan realizar estudios de Corte y Confección. Se realizan en colaboración con la Fundación COSO para el Desarrollo de la Comunicación y la Sociedad.






















jueves, 5 de septiembre de 2019

Derecho a la información


Derecho a la información: materiales  para un sistema de la comunicación.

José María Desantes Guanter. Ed. Fundación COSO para el Desarrollo de la Comunicación y la Sociedad.


   


El derecho a la información es el principio fundamental del que surge el Derecho de la Información. El profesor Desantes, valenciano universal por su amplia docencia en universidades de Europa y América, fue el primer catedrático de esa materia en España. En palabras de Carlos Soria, Desantes "ha realizado una de las siembras más fecundas en la historia de la Ciencia de la Comunicación española."

En este tratado editado por la fundación COSO,  el profesor Desantes nos ofrece una rigurosa exposición del desarrollo del Derecho de la Información, desde sus orígenes hasta la aparición de los nuevos medios de comunicación a finales del siglo XX.

El Derecho de la Información es una ciencia que ha sido necesario hilvanar metódicamente a medida que los nuevos medios informativos experimentaban un vertiginoso desarrollo. Su objetivo es contribuir al perfeccionamiento de la comunicación humana, esto es, servir a la persona. Desantes nos expone los materiales necesarios para construir un sistema de comunicación digno de la persona. Expongo aquí unas breves pinceladas de su contenido.

En su comentario a la Ética a Nicómaco de Aristóteles, santo Tomás de Aquino ya explicaba que la comunicación es un acto de justicia. Un comunicador es justo si comunica bien. Si comunica mal, es injusto. En el trabajo informativo no se trata sólo de hacer y dar comunicación, sino de cómo hacer y qué dar.

La comunicación es fundamental para la convivencia. No puede juzgarse sólo por sus efectos sociológicos, sino desde la ética y el Derecho. El mensaje debe ser la comunicación de la realidad. Negarlo es negar la capacidad humana de comunicación, y supone destruir el núcleo mismo de la comunidad, que está basado en la credibilidad y la confianza.

Sin una comunicación justa llega a hacerse imposible la convivencia. Donde las fuerzas públicas o privadas limitan la información, se destruye la comunidad. Comunicar es poner algo en común, pero no toda comunicación está bien informada. Donde no hay comunicación veraz no puede haber comunidad de personas, sólo existe desconfianza, como han demostrado los regímenes totalitarios.

                                Otra de las publicaciones de Fundación COSO 

Todavía hoy naciones enteras viven en la desconfianza, y eso debería ser una llamada de atención para un ciudadano responsable, que debe saber exigir sus derechos, y pedir cuentas a quien trate de negarlos con prácticas como ocultar información o deformar los hechos por intereses bastardos o partidistas.

Hoy muchos desconocen que el derecho a la información es un derecho natural, lo que significa que toda restricción de ese derecho (por fuerzas coactivas o mediante manipulaciones y sesgos informativos) se convierte en un atentado a la dignidad de la persona y a su libertad.

El derecho a la información es más amplio y profundo que la mera libertad de expresión, que científicamente precisa del derecho a la información. Lo que justifica la libertad de expresión es precisamente el derecho previo a acceder a la información.

La libertad de expresión es un derecho, no una concesión del poder. La Constitución reconoce los derechos, no los concede, porque son anteriores a ella y superiores a toda Constitución. La misión del Estado, por ejemplo, es autorizar el uso de las ondas electromagnéticas, no concederlas, porque no son de su propiedad. Son patrimonio de la humanidad.

Es bueno recordar que los derechos fundamentales se coordinan entre sí. Los inherentes a la persona priman sobre los referentes a las relaciones. Por eso la intimidad personal prevalece sobre la información.

Otro error frecuente al hablar de libertad de expresión es ignorar que debe estar basada en el realismo: hay cosas que son verdad y cosas que son mentira. Si se ignora ese principio elemental, la libertad de expresión pierde su sentido, y puede convertirse en un atentado contra la dignidad humana, contra la libertad y la  capacidad de reconocer la verdad y su derecho a conocerla. No tener en cuenta que existe la verdad y existe la mentira transforma la información en apariencia de información, en manipulación o desinformación.

La seguridad máxima de la persona consiste en aferrarse a la verdad. La afirmación, tan frecuente, de que “todo es opinable” es un atentado a la inteligencia, y desde luego un atentado muy grave a la convivencia.

Muchas desinformaciones proceden de defectos del lenguaje, de no usar los términos precisos que definen el concepto, o de emplearlos con un sentido distinto al original. Por eso es obligación del informador dominar y enriquecer constantemente su lenguaje, leer mucho y bueno, pedir y transmitir claridad en la información, no hacer de  altavoz al sofismo (el arte de engañar con el fin de captar seguidores) tan frecuente entre los políticos.

También es deber del informador adquirir la formación científica específica de su profesión, y cultivar las cualidades necesarias para ejercer su oficio: amor a la verdad, objetividad, buen gusto, prudencia. Saber (y vivir) que el fin no justifica los medios. Concebir la información como deber, no como negocio (en el sentido turbio de la palabra).

Existe una delegación del pueblo en los profesionales para que realicen el derecho a la información. Por eso los periodistas tienen derecho a la información, para que puedan cumplir el deber de informar que el pueblo les ha entregado. Un deber del que se deduce que no pueden emitir mensajes que no sean verdaderos, conformes a la verdad operativa que es el bien. Violencia, pornografía o terrorismo no son verdaderos mensajes.


El libro refleja la gran erudición de su autor, y ayuda a reflexionar sobre la complejidad de las relaciones humanas y el derecho que las regula. Da las pautas básicas para quien desee caminar con sentido en el proceloso sendero de la justicia informativa. Y hará pensar a periodistas y expertos en comunicación sobre la arteria socialmente vital por la que discurre su trabajo, que no admite superficialidades.

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Un hecho pequeño pero significativo muestra el talante del profesor Desantes y su elevado sentido de la ciudadanía. Citado por la hacienda pública para una revisión de sus cuentas, cuando se presentó solo ante el funcionario éste se extrañó: “¿Cómo ha venido usted sin abogado?” Su respuesta fue contundente y colocó al funcionario en su sitio: “Porque usted, como funcionario, es mi abogado, no mi enemigo ni mi fiscal.”

Un buen ordenamiento social, y una buena convivencia, requieren que cada cual conozcamos cuál es nuestro deber y cuál nuestro derecho, y sepamos asumirlos con respeto a las personas y fiel espíritu de colaboración. Mucho de todo eso rezuma este libro.

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Ver también en este blog reseña del libro de Desantes San Vicente Ferrer, científico.






miércoles, 10 de abril de 2019

Diseño y arquitectura. Una mirada a África con Harambee


Una mirada a África desde la arquitectura y el diseño



África puede inspirar valores a los creativos de la arquitectura y el diseño en los países más desarrollados.

Es la conclusión de otra de las sugerentes tertulias de la Fundación Coso en torno a su iniciativa Diseñosque cambian vidas, a favor de la ONG Harambee.

El marco no podía ser más idóneo: la sede del Colegio de Arquitectos de Valencia.




En ameno diálogo de Amparo Ferrando con Ricardo Moreno, profesor de la Escuela Superior de Arte y Diseño de Valencia, y Macarena Gea, conocida arquitecta muy seguida en las redes sociales, se resaltó la irrepetible personalidad de África (Kapuchinski), capaz de atrapar el corazón de cuantos la visitan. Atrapa porque esconde unos valores que enamoran.




La imponente belleza y la fuerza de sus paisajes naturales, que se transmite como por encanto en la alegría de vivir de los africanos, en los fulgurantes colores de sus vestidos, en la apertura a la luz de su estilo de vida.

La serenidad de sus movimientos, en armonía con la naturaleza, que parece transmitir un ritmo más pausado,  más humano, alejado de nuestra estresante prisa que conduce a ninguna parte. 

Un estilo sereno de vida que invita a la interioridad y a la reflexión, a elevar la mente al Creador, a hablar con calma con amigos y seres queridos, a contar bajo las estrellas historias de familia, sin prisa.



La generosidad y espíritu de colaboración, aún en medio de condiciones de escasez y de pobreza. Una solidaridad que viven tantos africanos que, una vez formados, regresan a su país para contribuir al desarrollo de su tierra, trabajando para construir sociedades más justas y libres de corrupción y de guerras.



De ese sentido de cooperación solidaria participa la ONG Harambee (que significa todos a una). En la tertulia se anunció un nuevo proyecto de Harambee: conseguir 100 becas de estudio para que universitarias africanas puedan realizar estancias de especialización en universidades prestigiosas europeas, durante al menos los próximos diez años.

Ha sido una iniciativa del comité organizador de la beatificación de Guadalupe Ortiz, química española que realizó una gran labor de promoción de la mujer en aspectos educativos y científicos, y será la primera laica del Opus Dei beatificada. Van a colaborar tanto los asistentes a la beatificación como todas las personas que lo deseen, a través del Proyecto Becas Guadalupe





Una tertulia magnífica, en la que estuvieron presentes muchas diseñadoras que participaron en el reciente Premio del Desfile Diseños que Cambian Vidas, y entre ellas su ganadora, Lydia Herrero.

Sus preciosos diseños, artísticamente presentados por el equipo de CosoModa, Amparo Ferrando y Macu Martínez, daban prestancia, luz y color a la sede de los arquitectos valencianos.




miércoles, 10 de agosto de 2016

San Vicente Ferrer, científico



San Vicente Ferrer, científico
José María Desantes Guanter. Ed. Del Senia al Segura. Valencia



Sugerente estudio del profesor José María Desantes sobre un aspecto poco conocido del “valenciano por excelencia”, “el santo de la calle del Mar”:  la talla intelectual de san Vicente Ferrer, y la categoría científica de su obra.


José María DesantesGuanter (Valencia 1924-Madrid 2004) fue el  primer Catedrático de “Derecho de la Información”  de España. Ejerció tanto la abogacía como la docencia, y formó en Ética y Derecho a la Información  a numerosas promociones de periodistas.  Asesor de organismos públicos y privados relacionados con el periodismo en Europa y América hispana, fue asesor de la Fundación COSO para el Desarrollo de la Comunicación y la Sociedad, con sede en Valencia (providencialmente en la misma calle del Mar) y miembro de la Real Academia de Cultura Valenciana.


El profesor Desantes, llevado por el inagotable deseo de saber propio de los buenos intelectuales, descubre en la vida y escritos de su paisano san Vicente una cimentada formación científica. Sus hagiógrafos, incluso los que obraban de buena fe, han resaltado o exagerado tanto su fama de milagrero, su labor de catequesis (ciertamente enorme), o sus intervenciones en la vida política de la Corona de Aragón y de la Iglesia, que nos han legado un perfil pobre de este gran santo, que –en opinión de Desantes- merecería el título de doctor de la Iglesia.


San Vicente Ferrer adquirió a lo largo de su vida un bagaje de ciencia y temple humano que supo poner en juego al servicio de la fe, ante la gran crisis moral de los siglos XIII y XIV. Hijo de notario, creció en un ambiente intelectual elevado, al igual que su hermano, Bonifacio Ferrer, quien después de ejercer su profesión civil y enviudar ingresó en la Cartuja y llegó a ser General de la Orden de san Bruno. Ambos  dominaban las ciencias jurídicas, con un agudo sentido de la justicia que en el caso de Vicente aflora tanto cuando habla de la Sagrada Escritura como de litigios éticos y morales.


El bagaje de Vicente procede de unos estudios bien cimentados, y de un continuo esfuerzo mental para llegar a entender lo que estudia. Esfuerzo que le sirvió también para hacerse entender,  tanto de la gente sencilla (la bona gent)  como de los hombres más cultos. Buscaba el lenguaje y las analogías científicas más adecuadas a sus oyentes. No improvisaba al hablar. Sus palabras eran fruto de una reflexión previa que interiorizaba el saber, y de la cuidada formación que incrementó aún más a partir de los 17 años, cuando ingresó en la Orden de predicadores, dedicada fundamentalmente al estudio. 


           En el convento de Santo Domingo de Valencia se dedicó con tesón durante años a conocer los principales saberes de su tiempo. Y alcanzó el profundo conocimiento que se precisa para explicar la armonía entre fe y ciencia como algo bien razonado y experimentado. Y con esa expresividad que brilla en sus sermones,  que tanto cautivaba a sus oyentes.




      San Vicente Ferrer fue catedrático en la Universidad de Lérida (la más antigua e importante entonces de la Corona de Aragón) y profesor en el Studium Generale,  embrión de la Universidad de Valencia, que comenzó sus pasos en la Capilla del Santo Cáliz de la catedral de Valencia.  Tuvo una visión magnánima y avanzada de la docencia. Afirmaba que el maestro debe aprender de sus discípulos, y que debe estar atento a los problemas culturales del momento para hacerlos comprender a los demás. Gracias a su impulso se fundó esta universidad en 1410. 


Desantes disecciona con el rigor la obra de san Vicente, y va descubriendo manifestaciones de que era un hombre que creía en la Ciencia, en la importancia de la razón, del pensamiento libre y equilibrado, y del estudio, camino natural para alcanzar la verdad.


Como experto en teoría de la comunicación, el profesor Desantes se detiene también en las dotes de comunicador de san Vicente. Y concluye que fue sin duda un gran comunicador de la Ciencia, que ocupa un papel singular en la  historia de la comunicación, en una época en la que los medios de comunicación eran escasos y elementales. Se sirvió de dos de los principales: el libro y el sermón. Era buen escritor en lengua latina (la lengua vehicular del momento), y reconocido por su ciencia entre los principales personajes del momento. Reyes y Papas conocían y admiraban sus cualidades.


San Vicente siempre tuvo claro lo  fundamental en la comunicación: que la verdad es el elemento constitutivo del mensaje. Contra el engreimiento elitista propio de los hombres de la Ilustración, que afirmaban que “la verdad debiera quedarse entre nosotros, los académicos”, san Vicente decía que “justa cosa es que yo sirva los frutos de mi huerto abundantemente”: es justo y laudable comunicar los bienes que es capaz de atesorar el pensamiento. La comunicación es justicia, diálogo, intercambio, “la virtud por la cual las personas buenas saben conversar con las otras sin engañarlas, ni escandalizarlas, ni irritarlas”.


     Con sus palabras buscaba unir, no separar. Una característica propia del buen político. Lo ha descrito magistralmente el literato Azorín, en "Valencia": "Y siempre San Vicente, en sus infatigables actuaciones en España y en el resto de Europa, ha tenido la norma de todos los grandes políticos: sumar y no restar. Atraer gente a una causa, y no repudiarla. Ha trabajado siempre por la unión y la concordia. Ya luchando contra el cisma de la Iglesia, ya salvando a España en la conferencia de Caspe."


San Vicente es un hombre de diálogo, forma que emplea  también en sus sermones, siguiendo ese concepto tan valenciano que llama raonar (razonar) al castellano dialogar. Adelantándose a nuestro tiempo, que acaba de descubrir que “no hay comunidad sin comunicación”, o que “no hay democracia sin periodismo”, san Vicente defiende que es injusticia tener ciencia y guardarla para sí en vez de enseñarla. Transmitir ciencia es un deber informativo, no  una limosna. Y reconoce el derecho a la información, un derecho de todos. “El mensaje científico no puede callarse por la prohibición arbitraria de los Príncipes”: una prevención en toda regla contra la censura civil.



Aparición de la Virgen María a san Vicente Ferrer
Óleo de Vicente Inglés en la catedral de Valencia



       





martes, 20 de marzo de 2012

Por un periodismo que opine sin herir





Sesión de trabajo con periodistas organizada por COSO-Fundación


Habla el director de la Fundación Coso


VALENCIA, 1 agosto 2003 (ZENIT.org).- «Hay que construir entre todos una cultura en la que el ataque personal esté mal visto: es posible señalar errores y manifestar discrepancias sin insultos ni descalificaciones globales». Lo defiende en esta entrevista Jesús Acerete Gómez, director de programas de la Fundación Coso, radicada en Valencia, una institución que apuesta por mejorar la formación de los comunicadores, técnica y éticamente.

Acerete dice además que «los periodistas deben acercarse a la realidad sin retorcerla» y reconoce que «la comunicación tiene que unir».

En esta entrevista, este profesor sugiere un periodismo que no se base en el cinismo ni el la crítica mordaz, sino que sea capaz de superar las discrepancias con educación y sensibilidad.

Acerete es partidario de fomentar la capacidad de pedir perdón entre el cuerpo periodístico: «Hay un aspecto en el que Juan Pablo II insiste mucho: la capacidad de pedir perdón cuando uno se ha equivocado en sus afirmaciones, o se ha extralimitado en sus juicios».

--¿De qué manera los columnistas y tertulianos pueden acercar a las personas, hacerlas menos indiferentes?

--Acerete: Es la misión más hermosa de la comunicación: el entendimiento con los demás, la vivificación de la vida comunitaria que es la vida de todos. La auténtica comunicación debe buscar unir y ser veraz, procurando poner énfasis en lo bueno que tiene «el otro», sea una persona, una institución o un pueblo. Fácilmente caemos en la actitud malsana de resaltar «lo malo»; quizá tiene más morbo, pero desde luego es más destructivo.

En primer lugar hay que buscar unir, que es el fin de la comunicación y del lenguaje.

--¿Así pues la información nos hace más solidarios?

--Acerete: En la medida en que una columna de opinión, o un comentario de tertulia, aciertan a transmitirnos una realidad o un punto de vista que desconocíamos --un hecho alegre o desolador para una persona o un pueblo, por ejemplo-- ya nos están sacando del aislamiento y uniéndonos a los demás. Pueden --y deben-- despertar en nosotros el interés por lo que sucede a otros, padecer con ellos, movernos a pensar remedios: hacernos más solidarios.

Además ha de ser un trabajo veraz, que es otro aspecto sustancial de la comunicación. Hay que acercarse a las personas y los sucesos con gran respeto a la realidad, sin retorcerla --sin darle «spin», como denuncia estos días algún periódico inglés-- por superficialidad o buscando un provecho. 

Respetar la realidad requiere cierto esfuerzo: hay que contrastar los datos y fundamentar las opiniones, sobre todo cuando está en juego el buen hacer o el buen nombre de otros. Y requiere sobre todo honradez intelectual, para no convertir la comunicación en instrumento de poder, de propaganda, o en simple engaño.




--¿Por qué el periodista a veces es mordaz, y hiere con sus palabras?

--Acerete: No es un problema sólo de periodistas. Es un problema humano, quizá más notorio en los periodistas porque comunican más, están más en la palestra.

Ante todo hay que decir que abundan los buenos profesionales del periodismo, que saben medir el alcance de sus palabras, y las aquilatan antes de lanzarlas. Saben que una frase no medida puede destrozar a una persona o a una familia.

Pero por desgracia es frecuente también el profesional que sucumbe a la vanidad, al afán de notoriedad a cualquier precio; si es preciso a costa de la verdad de las cosas, o del respeto que toda persona merece.

Ya Cicerón señalaba: «Hacer daño es injusto, molestar es inmoderado».

Hay que construir entre todos una cultura en la que el ataque personal esté mal visto: es posible señalar errores y manifestar discrepancias sin insultos ni descalificaciones globales.


--Usted dice que a veces se confunde cinismo con sabiduría. ¿El cinismo puede ser sano, o siempre margina?

--Acerete: La confusión no se refiere a identificación equivocada, sino a que la falta de sabiduría se suple con cinismo.

Cinismo es mentir con desvergüenza, o defender conductas de suyo vituperables. Eso puede dar cierta vitola de superioridad ante los pusilánimes o los poco instruidos, pero desde luego nunca puede ser sano, ni para el cínico ni para la sociedad en que se pusiera de moda el cinismo.

--Un profesional cristiano sabe que se puede opinar sin herir, defiende usted. Tiene alguna propuesta para potenciar esta línea de discrepar sin hacer daño?

--Acerete: El profesional que es cristiano sabe a ciencia cierta lo que cualquier profesional con sentido común reconoce o sospecha: cada persona, hasta la de apariencia más débil o mezquina, tiene una dignidad que merece ser respetada, que le hace ser sujeto de derechos.

Los cristianos sabemos además que esa dignidad le viene de ser hijo de Dios, hecho nada menos que a imagen de Dios.

Eso tiene muchas consecuencias prácticas: debemos respetar el derecho a la fama y al buen nombre; la información ha de estar basada en hechos, no en suposiciones; no se pueden hacer juicios de intenciones, porque no las conocemos; hay que respetar la presunción de inocencia; se puede discrepar sin recurrir al insulto o a la descalificación; difundir rumores infundados o hacer eco a calumnias puede constituir una agresión más grave que la violencia física…

Hay otro aspecto, en el que Juan Pablo II insiste mucho: la capacidad de pedir perdón cuando uno se ha equivocado en sus afirmaciones, o se ha extralimitado en sus juicios. Y su correspondiente capacidad de perdonar y pasar página. Deberíamos fomentarlas más. Si las tuviéramos más presentes en la profesión periodística y en la comunicación contribuiríamos realmente a hacer el mundo más pacífico, y la convivencia más humana.

Pienso que es una línea de trabajo con la que cualquier buen profesional se identifica. Esa es la experiencia que tenemos en las actividades que desarrollamos en la Fundación COSO: existe un interés creciente entre los buenos profesionales por estar en la vanguardia no sólo de los aspectos técnicos de la profesión, sino también de la calidad humana y ética de sus contenidos.

Pienso que hay que fomentar foros de estudio y reflexión similares entre los propios responsables de la comunicación, que vayan creando y difundiendo ese estilo más humano y constructivo.

ZS03080113

lunes, 3 de mayo de 2010

LIBERTAD DE EXPRESIÓN






El derecho fundamental a la información requiere libertad de expresión para informar. Esto lo sabemos todos. En lo que quizá no estamos tan de acuerdo es en calibrar hasta qué punto se respetan estos derechos aquí y en el mundo en general. Uno percibe cierta desproporción en los juicios, y no se puede tratar como partes iguales lo que es profundamente desigual.

No existe en absoluto libertad de expresión en muchos lugares del planeta. No la hay en China, aún anclada en un comunismo que no admite disidencias. Ni en Cuba, donde no hay libertad ni de expresión política, ni de nada medianamente reticente con el régimen de Castro, una reliquia del cavernario socialismo stalinista. De Corea del Norte ni hablemos. En Venezuela el régimen chavista, inspirado en el comunismo de Castro, aprieta férreamente las gargantas de los opositores, y veremos en qué para si nadie planta cara a sus atropellos.

En la mayor parte de los países de mayoría musulmana uno se juega la vida si pretende hacer uso de su derecho a la libertad de expresión, mayormente de expresión religiosa, que es la libertad fundamental, porque el hombre sin Dios acaba siendo un número sin importancia. Ni siquiera se puede expresar tranquilamente a solas a un musulmán lo que uno piensa en materia religiosa, porque puedes acabar en la cárcel, o expulsado del país, acusado de ‘inquietar al musulmán en su fe’. Muchos musulmanes son perseguidos, incluso hasta la muerte, si manifiestan interés por una religión distinta. No está muy fuerte la libertad de expresión en los países musulmanes.

La libertad de expresión en las democracias occidentales está bastante más desarrollada. Pero es preciso reconocer, que siendo superior, tiene no pocas deficiencias. Hay una fuerte presión contra el que trate de emplear un lenguaje que no coincida con el de la ideología dominante, el laicismo relativista, convertido en la nueva religión oficial. Las frases y expresiones ‘políticamente correctas’ son obligatorias, si uno no quiere sufrir acoso y mobbing. ¿Quién se atreverá ahora, por ejemplo, a recomendar a sus hijos la lectura de Blancanieves y los siete enanitos? El nuevo dogma de la ideología de género tiene su lista negra de lo que no se permite leer. Una lista negra que sigue creciendo día a día.

Tampoco anda muy allá la libertad de expresión en nuestros medios de comunicación. Periodistas y columnistas están con demasiada frecuencia férreamente atados a la batuta de los que mandan en la empresa informativa. Un silencio sepulcral se cierne sobre pautas de conducta impuestas y nunca, o muy pocas veces -porque la valentía no es tan frecuente como algunos se autoatribuyen- denunciadas ni reconocidas.

Y luego están otros temas, que también lesionan la libertad de expresión. Que si esta foto sí porque salgo bien, que si esta no porque salgo peor. Mal hecho. Pero reconozcamos que hay lesiones y lesiones. Es preciso reconocer y denunciar la existencia de gravísimas ‘deficiencias’ de la libertad de expresión, si uno quiere tener autoridad para denunciar otras de orden menor. Y poner cada una en su sitio, ordenadas jerárquicamente. Y reconocer las deficiencias en el propio entorno, antes de denunciarlas en el entorno del contrario. Porque el truco de manipular haciendo ‘partes iguales’ de lo esencial y cuantitativamente diverso, descrito magistralmente por Vladimir Volkoff, ya está muy visto.

Siempre he pensado que deberíamos celebrar, junto a la libertad de expresión, su complemento necesario: la expresión veraz, proporcionada y responsable. Nunca somos más auténticos que cuando usamos la libertad para decir la verdad, y no lo que nos interesa.


Jesús Acerete
Director de Programas de la Fundación COSO