San Vicente Ferrer, científico
José María Desantes Guanter. Ed. Del Senia al
Segura. Valencia
Sugerente estudio
del profesor José María Desantes sobre un aspecto poco conocido del “valenciano
por excelencia”, “el santo de la calle del Mar”: la talla intelectual de san Vicente Ferrer, y la
categoría científica de su obra.
José María DesantesGuanter (Valencia 1924-Madrid 2004) fue el
primer Catedrático de “Derecho de la Información” de España. Ejerció tanto la abogacía como la
docencia, y formó en Ética y Derecho a la Información a numerosas promociones de periodistas. Asesor de organismos públicos y privados relacionados
con el periodismo en Europa y América hispana, fue asesor de la Fundación COSO para el Desarrollo de la Comunicación y la Sociedad, con sede en Valencia (providencialmente en la misma calle del Mar) y
miembro de la Real Academia de Cultura Valenciana.
El profesor
Desantes, llevado por el inagotable deseo de saber propio de los buenos
intelectuales, descubre en la vida y escritos de su paisano san Vicente una
cimentada formación científica. Sus hagiógrafos, incluso los que obraban de
buena fe, han resaltado o exagerado tanto su fama de milagrero, su labor de
catequesis (ciertamente enorme), o sus intervenciones en la vida política de la
Corona de Aragón y de la Iglesia, que nos han legado un perfil pobre de este
gran santo, que –en opinión de Desantes- merecería el título de doctor de la
Iglesia.
San Vicente Ferrer
adquirió a lo largo de su vida un bagaje de ciencia y temple humano que supo poner
en juego al servicio de la fe, ante la gran crisis moral de los siglos XIII y
XIV. Hijo de notario, creció en un ambiente intelectual elevado, al igual que
su hermano, Bonifacio Ferrer, quien después de ejercer su profesión civil y enviudar
ingresó en la Cartuja y llegó a ser General de la Orden de san Bruno.
Ambos dominaban las ciencias jurídicas,
con un agudo sentido de la justicia que en el caso de Vicente aflora tanto
cuando habla de la Sagrada Escritura como de litigios éticos y morales.
El bagaje de Vicente
procede de unos estudios bien cimentados, y de un continuo esfuerzo mental para
llegar a entender lo que estudia. Esfuerzo que le sirvió también para hacerse
entender, tanto de la gente sencilla (la
bona gent) como de los hombres más cultos. Buscaba el
lenguaje y las analogías científicas más adecuadas a sus oyentes. No
improvisaba al hablar. Sus palabras eran fruto de una reflexión previa que
interiorizaba el saber, y de la cuidada formación que incrementó aún más a
partir de los 17 años, cuando ingresó en la Orden de predicadores, dedicada
fundamentalmente al estudio.
En el convento de Santo Domingo de Valencia se dedicó con tesón durante años a conocer los principales saberes de su tiempo. Y alcanzó el profundo conocimiento que se precisa para explicar la armonía entre fe y ciencia como algo bien razonado y experimentado. Y con esa expresividad que brilla en sus sermones, que tanto cautivaba a sus oyentes.
En el convento de Santo Domingo de Valencia se dedicó con tesón durante años a conocer los principales saberes de su tiempo. Y alcanzó el profundo conocimiento que se precisa para explicar la armonía entre fe y ciencia como algo bien razonado y experimentado. Y con esa expresividad que brilla en sus sermones, que tanto cautivaba a sus oyentes.
San Vicente Ferrer fue catedrático en la Universidad de Lérida (la más antigua e importante entonces de la Corona de Aragón) y profesor en el Studium Generale, embrión de la Universidad de Valencia, que comenzó sus pasos en la Capilla del Santo Cáliz de la catedral de Valencia. Tuvo una visión magnánima y avanzada de la docencia. Afirmaba que el maestro debe aprender de sus discípulos, y que debe estar atento a los problemas culturales del momento para hacerlos comprender a los demás. Gracias a su impulso se fundó esta universidad en 1410.
Desantes disecciona con el rigor la obra de san Vicente, y va
descubriendo manifestaciones de que era un hombre que creía en la Ciencia, en
la importancia de la razón, del pensamiento libre y equilibrado, y del estudio,
camino natural para alcanzar la verdad.
Como experto en
teoría de la comunicación, el profesor Desantes se detiene también en las dotes
de comunicador de san Vicente. Y concluye que fue sin duda un gran comunicador
de la Ciencia, que ocupa un papel singular en la historia de la comunicación, en una época en
la que los medios de comunicación eran escasos y elementales. Se sirvió de dos
de los principales: el libro y el sermón. Era buen escritor en lengua latina
(la lengua vehicular del momento), y reconocido por su ciencia entre los
principales personajes del momento. Reyes y Papas conocían y admiraban sus
cualidades.
San Vicente siempre
tuvo claro lo fundamental en la
comunicación: que la verdad es el elemento constitutivo del mensaje. Contra el
engreimiento elitista propio de los hombres de la Ilustración, que afirmaban
que “la verdad debiera quedarse entre nosotros, los académicos”, san Vicente
decía que “justa cosa es que yo sirva los frutos de mi huerto abundantemente”:
es justo y laudable comunicar los bienes que es capaz de atesorar el pensamiento.
La comunicación es justicia, diálogo, intercambio, “la virtud por la cual las
personas buenas saben conversar con las otras sin engañarlas, ni
escandalizarlas, ni irritarlas”.
Con sus palabras buscaba unir, no separar. Una característica propia del buen político. Lo ha descrito magistralmente el literato Azorín, en "Valencia": "Y siempre San Vicente, en sus infatigables actuaciones en España y en el resto de Europa, ha tenido la norma de todos los grandes políticos: sumar y no restar. Atraer gente a una causa, y no repudiarla. Ha trabajado siempre por la unión y la concordia. Ya luchando contra el cisma de la Iglesia, ya salvando a España en la conferencia de Caspe."
Con sus palabras buscaba unir, no separar. Una característica propia del buen político. Lo ha descrito magistralmente el literato Azorín, en "Valencia": "Y siempre San Vicente, en sus infatigables actuaciones en España y en el resto de Europa, ha tenido la norma de todos los grandes políticos: sumar y no restar. Atraer gente a una causa, y no repudiarla. Ha trabajado siempre por la unión y la concordia. Ya luchando contra el cisma de la Iglesia, ya salvando a España en la conferencia de Caspe."
San Vicente es un hombre
de diálogo, forma que emplea también en
sus sermones, siguiendo ese concepto tan valenciano que llama raonar (razonar) al castellano dialogar. Adelantándose a nuestro
tiempo, que acaba de descubrir que “no hay comunidad sin comunicación”, o que
“no hay democracia sin periodismo”, san Vicente defiende que es injusticia
tener ciencia y guardarla para sí en vez de enseñarla. Transmitir ciencia es un
deber informativo, no una limosna. Y
reconoce el derecho a la información, un derecho de todos. “El mensaje
científico no puede callarse por la prohibición arbitraria de los Príncipes”: una
prevención en toda regla contra la censura civil.
Aparición de la Virgen María a san Vicente Ferrer Óleo de Vicente Inglés en la catedral de Valencia |
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