viernes, 31 de mayo de 2013

Morder la bala, de Lucía Méndez



Morder la bala. Relato íntimo del gobierno del PP. 

Lucía Méndez (La esfera de los libros, 2012) 




    Morder la bala (bite the bullet) es una expresión inglesa, usada al parecer por primera vez por Rudyard Kipling. Un famoso western de 1975 lleva ese título. Alude a la fortaleza y sacrificio con que es necesario afrontar la adversidad. Es necesario operar, no hay anestesia, y al herido se le da una bala para que la apriete entre los dientes. Es cuanto puedes hacer para mitigar el dolor: apretar los dientes, aguantar como puedas. Hay que hacer lo correcto aunque suponga un trago amargo. 


    De esta imagen se sirve la periodista Lucía Méndez para describir la difícil situación que desde el minuto cero de su mandato afronta Mariano Rajoy al llegar al gobierno de la nación. Una crisis económica sin precedentes le obliga a tomar medidas de gobierno que son auténtica cirugía sin anestesia en la carne de la ciudadanía. A nadie le gusta, pero hay que hacerlo. 



    Con el estilo ágil del reportaje periodístico, el relato intenta describir lo acontecido en los últimos años en la política española. Los mercados, que tan plácidamente nos llevaron a una prosperidad material nunca conocida, parecían cumplir a la perfección las tesis del economista Alan Greenspan, firme defensor de la autorregulación de los mercados. Pero el modelo económico de Greespan no previó que la mentira y la codicia son vicios capaces de arruinar cualquier construcción humana. Su fe ciega en el modelo económico acabó en 2008. 


    Mentira, codicia, falta de vigilancia, llevaron a la quiebra del banco financiero Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008. Fue el inicio de un terremoto que sacudió Estados Unidos. La onda expansiva tardó poco en llegar a España, y nadie supo alertar ni tomar medidas previsoras para reducir los daños. Todo un examen de conciencia y responsabilidad para políticos, financieros, economistas y expertos variopintos, que a estas alturas dudamos de que hayan hecho suficiente examen de conciencia acerca de su responsabilidad. La economía española, fuertemente dependiente de la financiación exterior, quedó en poco tiempo a merced de los mercados, ante la impotencia de los gobiernos, primero el de Zapatero y después el de Rajoy. La financiación del Estado de bienestar se enfrentó a una cruda realidad: no hay dinero


    Lucía Méndez traza perfiles y valoraciones de algunos de los personajes más destacados de la política nacional, centrándose especialmente de los miembros del gobierno de Rajoy y altos cargos de su partido, que es a lo que dedica este libro. Lo hace buscando el equilibrio y la objetividad, sin descalificaciones personales, pidiendo opiniones de terceros. 


     El libro en alguna ocasión cae en el juego de expresiones “políticamente correctas”, que en sí mismas ya dicen poco o están vacías de su contenido originario. Por ejemplo, al referirse al carácter más o menos “progresista” de alguien. Entiendo que sería más objetivo mencionar explícitamente las cuestiones concretas de las que cada cual es partidario o detractor, exponer sus argumentos, y dejar al público que determine si esa cuestión concreta a su juicio contribuye o no al progreso social, y si se trata de un progreso material o moral. Es sabido que el progreso material en nuestro tiempo ha ido acompañado de un notable empobrecimiento y regresión moral. Y no está de más recordarlo en este contexto, porque esa regresión moral, en temas tan esenciales para la democracia como la veracidad o la generación de confianza, está en el origen de la crisis económica. 


    Como es lógico siendo periodista, Lucía Méndez presta atención a las políticas de comunicación del gobierno, que en algunos momentos han parecido cercanas a la inexistencia. Una situación tan grave como la que atraviesa España no puede sobrellevarse por los ciudadanos sin un relato creíble por parte del líder. Rajoy tenía un relato cuando llegó al gobierno, que puede resumirse así: si hacemos las cosas bien, con sacrificio saldremos adelante. 


    Pero pronto se dio cuenta de que salir de la crisis no dependía sólo de buenos deseos. Ahí fuera estaban los mercados, ingobernables y dueños de la situación, que castigaban sin piedad crisis como la de Bankia. Rajoy, dice Méndez, se quedó sin relato. Aún ahora, si existe, no llega con suficiente intensidad y claridad al ciudadano. Un relato que debería estar construido a base de cercanía, realismo, pedagogía y esperanza. Mensajes claros y diáfanos, que el ciudadano entienda, y le hagan más llevaderos los malos tragos si son necesarios. 


     El libro es interesante y ameno. Se agradece especialmente que no caiga en la fácil tentación del frentismo político, de etiquetar a “buenos y malos”, “amigos y enemigos”. En la política, en todos los partidos, hay mucho trepa, pero abunda también la gente que desea hacer las cosas bien y mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. No hacen bien a nadie los discursos demagógicos, construidos sobre las perspectivas de voto y no las del bien común. Y menos en situaciones extremas como las actuales, que exigen unidad para atravesar la tormenta sin agravar los males.






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