¿Por qué a veces nos cuesta tanto sonreir? Con expresividad mexicana, Lisette nos cuenta cómo ha encontrado el secreto de la alegría y la sonrisa.
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viernes, 2 de agosto de 2013
viernes, 5 de abril de 2013
El festín de Babette
Me ha encantado descubrir que una de las películas
preferidas del papa
Francisco es El
festín de Babette (Gabriel Axel, 1987, Óscar a la mejor película
extranjera). Coincidimos, también en esto. Una película maravillosa
sobre cómo una sociedad de ambiente gélido e individualista, donde cada
cual va a lo suyo y mira con desconfianza a los demás, puede ser transformada
por una sola persona con capacidad de querer.
El festín de Babette es una bella metáfora de la fraternidad que
debería reinar en la convivencia social. Una metáfora en la que las
diversas sensibilidades pueden percibir diversos estratos de significado,
cada vez más profundos.
El festín de Babette es, en el plano más superficial, un homenaje al
sentido social y humano que se esconde detrás de algo en apariencia tan
material como la gastronomía, el noble oficio de cocinar.
Porque comer no es una mera necesidad biológica, propia de animales. El
hombre es animal pero es también espiritual, y su dimensión espiritual es capaz
de transformar la comida en un arte con el que agasajar a los
demás, en una manifestación de cariño y afecto. Babette, en su
festín, muestra cómo el trabajo abnegado en la cocina es capaz de
encender y unir corazones antes gélidos y distantes. "Yo
podía hacerles felices cuando daba lo mejor de mí misma".
En un segundo plano más profundo, la película es también
un bello canto a la generosidad, a la capacidad humana de dar sin
esperar nada a cambio. En toda familia que funciona hay al menos uno o una que
viven con ese espíritu generoso y desinteresado. Como explica magistralmente
Higinio Marín en
este artículo , es esa generosidad la que impulsa a decir a Babette a
quienes les parecían una exageración su entrega: "Dejadme que lo haga tan
bien como soy capaz"
En un tercer plano la película muestra, a mi juicio,
el contraste entre el calor de la fe católica de Babette,
que afirma que el mundo es bueno porque ha salido de las manos de Dios, y
esa fría desviación del cristianismo que es el calvinismo puritano, dominante
en el pueblo danés al que ha llegado la cocinera francesa Babette.
La fe católica aporta alegría y ganas de vivir, nada que ver con la
negación y amargura del puritanismo. Una alegría que se manifiesta desbordante
cuando Babette prepara su magnífico festín, sin reparar en sacrificios ni gastos,
dándolo todo.
Y en ese festín se intuye el cuarto plano, el más
profundo: una gran metáfora de la Eucaristía, el verdadero
Festín, el Gran Derroche de generosidad que nos transforma y hermana. La
Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia y de cada católico. Es la Mesa
que nos hermana, el hogar familiar en torno al que todos y cada uno
encuentran calor y se sienten queridos. En la Eucaristía, ese gran festín en
que la comida es el mismo Jesucristo, que se entrega en un exceso de
generosidad, surge y crece la concordia y el hermanamiento entre los hombres.
Ese es, quizá, el significado más hondo que ha querido expresar Gabriel
Axel.
El cardenal Bergoglio, cuando Sergio
Rubin y Francesca Ambroguetti le preguntan si la
Iglesia no insiste demasiado en el dolor como camino de acercamiento a Dios, y
poco en la alegría de la resurrección, contesta lo siguiente:
“Es cierto que en algún momento se exageró la cuestión del
sufrimiento. Me viene a la mente una de mis películas predilectas, La
fiesta de Babette, donde se ve un caso típico de exageración de los
límites prohibitivos. Sus protagonistas son personas que viven un exagerado
calvinismo puritano, a tal punto que la redención de Cristo se vive como una
negación de las cosas de este mundo. Cuando llega la frescura de la
libertad, del derroche en una cena, todos terminan transformados. En
verdad, esa comunidad no sabía lo que era la felicidad. Vivía aplastada por el
dolor. Estaba adherida a lo pálido de la vida. Le tenía miedo al amor.”
(El Jesuita. Conversaciones con el cardenal Jorge Bergoglio. Ed Vergara).
Sobre la Eucaristía, me ha parecido también muy sugerente esta explicación de Rainiero Cantalamesa. Y esta de san Josemaría . Ver también: Amabilidad, esencia de la cultura.
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sábado, 17 de noviembre de 2012
Sabina Alandes, una de las primeras mujeres del Opus Dei, recuerda a san Josemaría
Nos acompaña ya desde el cielo Sabina Alandes, una de las primeras mujeres del Opus Dei. En 1944 acudió a Madrid desde Valencia (vivía en Villanueva de Castellón) junto a varias amigas (Victoria López-Amo, Raquel Botella y Digna Margarit) para hacer un curso de retiro espiritual en el primer centro de mujeres del Opus Dei, situado en la calle Jorge Manrique.
Sabina dejó escrito en 1951 el recuerdo de aquellos días, que marcaron un hito en su vida:
Los ejercicios en Jorge Manrique con el Padre me abrieron horizontes nuevos. Vi amor de Dios en Jorge Manrique, unido a una naturalidad tan grande que estaba loca de contenta por haber conocido aquello. Pasé algún mal ratillo, pero podía más en mí la alegría que veía en las de Casa y la caridad de su vida de familia, que las preocupaciones que pudiera tener. Pedí allí mismo la admisión.
Poco antes de fallecer grabó estos recuerdos sobre san Josemaría, a propósito de la película Encontrarás dragones. Relata lo bien que refleja la película algo que ella vio en el fundador del Opus Dei: su capacidad de perdonar, su amor a la libertad, su alegría y buen humor.
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domingo, 26 de agosto de 2012
Buen humor
En unas declaraciones recientes Vicente del Bosque -una de las personas más sensatas de este país- señalaba que los españoles no apreciamos lo que tenemos. Somos pesimistas, derrotistas, caemos fácilmente en el mal humor. No está de más que recordemos qué es el buen humor, y cómo podemos mejorarlo.
Aporto un guión con algunas ideas.
1. Qué es el buen humor:
No consiste en saber contar chistes (aunque puede ayudar); ni en ser un frívolo o un inconsciente ante las dificultades…
El buen humor es una disposición ante la vida, una actitud alegre que:
-no se oscurece por las cosas malas;
-sabe descubrir en todo el bien, que siempre existe;
-ve las dificultades, pero sabe que las puede superar;
-requiere fortaleza y generosidad: estar dispuesto a romper el círculo de comodidad y amor propio en que tendemos a encerrarnos;
-radica en la voluntad: en el querer;
-es afirmación ante la dificultad: voy a dar de mí, echar el resto para superarla.
El malhumor es negación perezosa, reacción de egoísmo: no estar dispuesto a afrontar el sacrificio que requiere una situación adversa, o afrontarla enfurruñado y de mala gana si no queda más remedio, porque considera el sacrificio algo malo.
Existe una íntima unión entre buen humor y cristianismo: “Hay más alegría en dar que en recibir” dice la Sagrada Escritura. La alegría está en el sacrificio, en salir del yo para darse.
Dostoieski hace decir a uno de sus personajes: “Este hombre es jovial, no puede ser ateo…” Claro que hay agnósticos con buen humor, pero aparte de que “creer en la nada” es poco estimulante, en todo ser humano existe una misteriosa relación entre alegría y sacrificio. Una paradoja espiritual, como la llama el genetista Francisco Ayala de la Universidad de California- "por la que mientras más das de ti mismo, más sales ganando”.
Esta paradoja, indetectable por ningún laboratorio pero perfectamente experimentada por todos, pertenece a la esencia del cristianismo: Dios es Amor que se da. El ser humano, hijo de Dios, hecho a su imagen y semejanza, encuentra su realización y felicidad más completa cuando obra como su Padre Dios, dándose sin medida.
Además, si la alegría es la felicidad por la posesión del bien que se ama, será mayor cuanto más grande sea el bien amado: pequeña si lo que más se ama es algo material. Grande, si el bien amado es espiritual.
Por eso la verdad, la belleza, la amistad,… son capaces de dar mayores alegrías que cualquier bien material. Y si el Bien amado es Dios, que es infinito, su posesión y amistad no puede sino generar la alegría más grande. De ahí procede la jovialidad que se aprecia en cualquier cristiano coherente: un buen humor que procede de saberse hijo de Dios, Padre bueno, que aprieta pero no ahoga. Cuando se presentan dificultades, el cristiano las afronta con un Deu provirá! (¡Dios proveerá!)
El cristiano sabe también que estamos hechos para ser felices. Por eso el buen humor es un indicador de que vamos por el buen camino. Si el mal humor se presenta con frecuencia, algo no marcha. “Un santo triste es un triste santo” afirma San Josemaría Escrivá .
2. El buen humor es necesario:
a) Para la salud: según científicos de la Universidad de Navarra las personas con buen humor:
-son más resistentes a la ansiedad y la depresión;
-tienen un sistema inmunitario más sano;
-padecen un 40% menos de infartos de miocardio y apoplejías;
-sufren menos dolores en los tratamientos dentales;
-viven 4 años y medio más;
-recomiendan reírse 15 minutos al día (al menos…)
b) Para la convivencia:
-el mal humor ensombrece el rostro, y las caras largas ahuyentan;
-es corrosivo: agrede, distancia, genera desconfianza;
-es muy contagioso: una persona de mal humor es capaz de poner de mal humor a cuantos se le acercan;
-en cambio, la persona con buen humor esponja el ánimo: “Nunca sabremos el bien que puede hacer una simple sonrisa” (Teresa de Calcuta)
-decir las verdades con buen humor permite corregir sin herir.
c) Para el trabajo:
-todos necesitamos al lado caras sonrientes;
-trabajar con buen humor es cuidar a las personas, subrayar el respeto que nos merecen, darles confianza: manifestación fina de cariño;
-genera emociones positivas, motivación y creatividad;
-ayuda a tomar decisiones más acertadas;
-se trabaja mejor, y por eso mejora la cuenta de resultados;
-el buen gobernante aleja de sí a los negativos, pesimistas, amargados: “Tristeza y melancolía, fuera de la casa mía”.
3. Ladrones del buen humor: ¿qué me enfada?
-falta de flexibilidad y deportividad ante la vida: imprevistos, interrupciones, retrasos, averías, dolores, malhumor matutino…
-perfeccionismo, tomarse demasiado en serio…
-juicios negativos y prejuicios hacia alguien, envidia (¡qué fea!)
-susceptibilidad (tienen que medir lo que nos dicen…)
-orgullo herido (“a mí esto no se me hace…”), rencor (¡horrible!)
-conducción: al volante nos transformamos en trolls: no insultar, nunca contestar;
-personas negativas (ayudarles a corregirse o evitarlas). Muchos medios de comunicación en España suelen transmitir pesimismo y derrotismo;
-momentos malos: (síndrome domingo por la tarde, ocio vacío…)
4. ¿Cómo promover el buen humor?
Detectar nuestros ladrones, y plantarles cara: supone normalmente un ejercicio de generosidad, de salir del encierro en uno mismo. Fomentar una actitud positiva ante la vida, con cosas sencillas:
-Sonreír: el simple esfuerzo por sonreír, en cuanto llega el malhumor, ya nos empieza a cambiar el ánimo. Refrán irlandés: la sonrisa cuesta menos que la electricidad, y da más luz. El cuerpo también tira del alma.
-Reírse de los propios fracasos y errores: no pasa nada, el mundo sigue, somos humanos y errar es humano.
-Dar las gracias, apreciar lo que tenemos. Se ha estudiado que un niño sonríe más de 300 veces al día: se conforma con poco, y por eso vive feliz.
-Pedir perdón y perdonar. El rencor y el odio corroen el cuerpo, el alma y la cara.
-Fomentar pensamientos positivos hacia la gente: todos son mejores que nosotros en algo. No hablar mal de nadie, hablar de todo con cordialidad.
-No quejarse, no lamentarse (es de mal tono): “actúa, tú puedes cambiar el mundo.”
-Buscar cada día alguna noticia positiva, y compartirla.
-Pensar en los demás y ayudarles, sin hacerlo valer.
Para los que tienen fe, esta entrevista a Lisette, mexicana, que cuenta el consejo que recibió del prelado del Opus Dei, les puede dar buenas pistas para mejorar en su raiz el buen humor.
Dice Alejandro Manzoni, en su obra maestra Los novios: “Haced el bien a cuantos más podáis, y encontraréis más a menudo rostros que os causen alegría”.
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sábado, 25 de agosto de 2012
Maktub, una película sorprendentemente buena
Queda patente que la familia lo es todo, y que hacemos el tonto cuando nos dejamos llevar por la intolerancia y la falta de comprensión ante los defectos de los seres queridos.
Que la vida, incluso en los momentos más difíciles, puede y debe encararse con sentido del humor.
Y que pensar en los demás en lugar de en uno mismo es lo que más facilita la alegría. Incluso cuando uno sabe que está a punto de pasar al otro lado, para iniciar la vida definitiva (que esa sí será 100% divertida y genial).
"Esa luz que nos guía cuando buscamos la salida..."
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