Conjunto de artículos, en su mayor parte publicados en el diario italiano La Reppublica, que recogen comentarios personales del que fue una de las figuras más conocidas del pontificado de Juan Pablo II.
domingo, 2 de diciembre de 2012
Reflexiones de Joaquín Navarro Valls, portavoz de Juan Pablo II
Conjunto de artículos, en su mayor parte publicados en el diario italiano La Reppublica, que recogen comentarios personales del que fue una de las figuras más conocidas del pontificado de Juan Pablo II.
jueves, 29 de noviembre de 2012
Cristianismo y laicidad (y II)
Occidente debe profundizar en sus orígenes cristianos si quiere estar a salvo.
lunes, 26 de noviembre de 2012
Cristianismo y laicidad (I)
Cristianismo y laicidad. Historia y
actualidad de una relación compleja. Martin Rhonheimer Ediciones Rialp
Análisis valiente y objetivo de la historia
de las relaciones, tensas con frecuencia, entre la Iglesia y las diversas
formas laicas del Estado democrático. Esa tensión será siempre necesaria y
constructiva, pero también ha procedido muchas veces de errores humanos.
En la Iglesia católica no existe acerca del
Estado una doctrina dogmática, ni puede haberla, salvo los elementos
anclados en la Tradición y en la Sagrada Escritura, que apuntan como
principio invariable, genuinamente cristiano, a la separación de la esfera
religiosa y la estatal-política.
Sin embargo, circunstancias históricas contingentes
han llevado en ocasiones a mezcolanzas alejadas de ese carisma original, que
consagró la separación de la esfera política y religiosa. Pero el
cristianismo no es una ideología o programa político que tienda a su perfecta
realización. Al contrario, la Iglesia tiene como método propio el
respeto a la libertad.
El concilio Vaticano II, que en tantos puntos supuso
una profundización y redescubrimiento de valores primigenios presentes desde
siempre en el cristianismo, ha reafirmado con fuerza y claridad esa separación
dualista. Y al reconocer los principios políticos de la democracia
constitucional, se ha reconciliado con una parte esencial del propio
legado cultural de la Iglesia, en un giro hacia lo más congruente con el
espíritu del Evangelio. Cfr. por ejemplo la Declaración sobre la libertad
religiosa, Dignitatis humanae.
Rhonheimer es incisivo al analizar el origen de
algunas hostilidades del laicismo hacia la religión. En parte parecen
proceder de la pretensión de la religión de ser representante de una verdad
superior, y de unos valores objetivos, capaces
de someter al poder político y a la libertad civil a una valoración
moral conforme a criterios que reclaman ser verdaderos. El laicismo se
escandaliza de una religión que se presenta como fuente y
garantía última de valor también para la comunidad política democrática .
La concepción integrista de la laicidad, por su parte,
intenta fundar un nuevo poder espiritual en el que lo moralmente bueno
será lo que decida la mayoría, y no admite que la Iglesia
católica pretenda relativizar y someter a juicio las realidades
terrenas. Si en la Roma pagana el Imperio no admitía más
religión que la del Estado, ni más dios que al César, ahora la versión integrista
del laicismo parece emular al Imperio, e intenta imponer con
la fuerza del poder estatal la verdad de la no existencia o
irrelevancia de Dios y de la religión.
La Iglesia reconoce y considera un valor la laicidad,
esto es, la autonomía de la esfera civil de la esfera religiosa y eclesiástica.
Pero insiste en que no es autónoma de la esfera moral. Reconoce que
la legalidad y la corrección de los procedimientos democrático son
valores morales; pero afirma que no son valores morales absolutos,
y que en un sistema político no totalitario deben
existir consideraciones morales de orden superior, como el derecho
natural, por encima de la legalidad y de las mayorías.
La Iglesia no exige al laicismo que reconozca como
verdadera su pretensión de ser fuente y garantía última de valor. Pero el
laicismo tampoco tiene que considerar ataque a la laicidad la presencia pública
de esa pretensión, ni su influjo en la sociedad. La Iglesia expone su
enseñanza con un poder moral, no coativo, y respetando la
legalidad. Eso no debería molestar a nadie en una sociedad
abierta y plural: sólo sería molesto para quienes tienen una concepción
integrista y totalitaria del Estado.
Rhonheimer señala también una pretensión incongruente
del laicismo: el intento de negar legitimidad civil y laicidad a quienes se
identifican con verdades morales que también son enseñadas por la
Iglesia. A menuda se considera ”laica” simplemente a aquella
postura que quienes se autodenominan “laicos” consideran deseable, lo
que no deja de ser un escamoteo del debate político, sustituído por el intento
de descrédito del interlocutor. Esto lo vemos por ejemplo con
consignas del tipo “por una enseñanza laica”. ¿No querrán decir
“sin religión”? Porque tan laica es la opinión de quien piensa que es
buena la presencia de la religión en la escuela como la opinión contraria, si
proceden de ciudadanos libres.
sábado, 25 de agosto de 2012
Democracia
La democracia es seguramente el valor más alto compartido de nuestro tiempo, capaz de incluir todos los demás valores.
Democracia significa pluralismo, respeto a los demás, tolerancia, valoración de las diferencias, realización política de ideas alejando la lógica del poder exclusivo.
Democracia significa visión moderada y heterogénea de la sociedad, rechazo de propuestas radicales de elección de bando.
Nada más alejado de la democracia que la designación de enemigos que hay que abatir o normalizar.
Nada más alejado de la democracia que el insulto (una agresión verbal que está a un paso de la criminalización y es el preámbulo de la agresión física).
Y por desgracia veo a más de uno que se aferra a sus opiniones como si fueran dogmas (dogmas políticos, económicos, pedagógicos...) y no duda en insultar al que no las comparte: por ahí debieron comenzar su camino todos los totalitarios.
lunes, 12 de abril de 2010
El montaje. Vladimir Volkoff.
Novela ambientada y escrita en la Europa de la guerra fría. Constituye una buena síntesis de la desinformación operada desde la Rusia soviética y sus satélites (especialmente Alemania Oriental) sobre la sociedad occidental.
Describe con detalle las múltiples técnicas y estrategias lanzadas por los comunistas para manipular a la opinión pública europea: propaganda blanca; propaganda negra, en la que ya aparece la mentira; intoxicación, que es una forma sutil de inducir a error; la desinformación como estrategia global; la influencia, mediante agentes y técnicas inverosímiles…
Y cientos más: difusión de falsos manuscritos atribuidos a disidentes; presentar grandes mentiras arropadas por alguna verdad; tratar como iguales realidades absolutamente desproporcionadas; difundir contraverdades no comprobables;…
Eran técnicas viejas, pero fueron llevadas a cabo con un empeño, precisión y amplitud quizá jamás vistos en el mundo.
**
Supo usar para lograrlo, entre otros medios, a quinta-columnistas a sueldo o muy bien recompensados, captados casi siempre en el mundo de la literatura (destaca en la novela el personaje del agente literario), el periodismo, la cultura y el arte.
**
Con sus montajes, lanzados desde cajas de resonancia estratégicamente situadas en nuestro mundo globalizado, logran que no pocos ciudadanos sigan cayendo ingenuamente en sus redes.
Un claro ejemplo son las campañas que sufre sistemáticamente la Iglesia católica, o las que sufren tantos ciudadanos que, en uso de su libertad, tratan de ser coherentes con ideas inspiradas en la doctrina social de la Iglesia.
**
Nunca el ciudadano ha necesitado más sentido crítico y capacidad de discernimiento. Es cierto que la verdad siempre acaba abriéndose camino: no hay más que ver lo que sucedió en el imperio soviético, o lo que fue de los partidos comunistas europeos.
**